Los personajes de She-ra and the Princesses of Power son propiedad de Noelle Stevenson y Dreamworks Animation y las razas y ubicaciones son propiedad de Games WorkShop.


(En colaboración con davidomega59)

Cuando la puerta brillante se abrió ante él mientras destrozaba al Waagh del goblin Mizzix el Narizón, aplastó la cabeza del inepto piel verde y le ordenó a sus propias fuerzas atravesar aquel orbe brillante encontrándose frente a un mar y una horda de esqueletos y zombies y un tipo bastante pálido de ojos rojos comportándose como un maníaco.

Los esqueletos y los zombies no dieron una pelea ni por asomo digna contra su porte y sus armas y después aparecieron "loz apestozinez" que tenían un olor particularmente desagradable que se movían con lentitud y parecían tener unas sonrisas raras en su cara al avanzar.

Para desgracia de los orcos tampoco fueron grandes luchadores, aunque las molestias por las heridas causadas por las armas oxidadas empezaron a pudrir la piel de los orcos y a enfermarlos de a poco, cosa que los enfureció aún más. Cuando loz apestozinez fueron destrozados, Grookt Thrazk'Urkk Makk'Chaka ordenó avanzar tierra adentro para hacer lo que mejor saben hacer.

Los primeros tres días fueron molestos al no encontrar a nadie a quien machacar hasta que de a poco fueron encontrando los rivales que buscaba "laz flacuchaz moradaz" con sus esbeltas figuras y alargados miembros aparecieron cargando contra ellos y Loz Machacadorez quisieron hacer honor a su nombre. Laz flacuchaz se movían con agilidad y una gracia marcial usando sus pinzas y otras extremidades queratinosas en la refriega pero el tamaño, la fuerza y el número de los orcos negros las sobrepasa.

A algunas les aplastan el pecho, a otras les destrozan el cráneo con sus armas y otros las agarran de sus miembros y se los arrancan de cuajo mientras lanzan alaridos de dolor y éxtasis. Grookt ordenó seguir con la marcha, hasta que se toparon con los "loz cabezonez rojoz" con sus espadas de fuego y sus piernas torcidas y eso fue todo un divertimento para Grookt y sus muchachos.

Su dureza, su tenacidad, su ferocidad y su notable sed de sangre chocó con la irascible fuerza bruta de los orkos que chocaron sus armas, sus puños, hasta sus cabezas contra los demonios que no se echaban hacia atrás y peleaban hasta el final. Grookt consideró que solo era el inicio de algo grande para él y sus muchachos pues en su lucha contra laz flacuchaz murieron aquellos orcos que estaban envenenados por loz apestozinez, lo que a sus ojos pareciera que era una forma en la que se deshicieron de los débiles quedando solo los fuertes a los que también se les probó contra loz cabezonez.

Grookt nunca fue alguien que prestara mucha atención a las cosas relacionadas a Gorko y Morko, pero ahora parecía que tenía una oportunidad para convertirse en el mayor Kaudillo que jamás haya existido en ese mundo o en el que estaba antes. Le gustaba creer que eran los únicos ahí, así que su Waaagh se alzaría contra aquellos que se le pusieran en el camino. La marea verde que cubriría al mundo.

Pero primero tenía que lograr algo. Algo que evitaría que se le cuestionara y supo que tenía que hacerlo en el momento en el que sus muchachos con él a la cabeza avanzan por un desierto levantan una nube de polvo y arena a su paso siendo poco más de un millar de orcos negros y de la nada y desde abajo son atacados por un monstruo de forma arácnida que le recordó a la Arañas Aracnarok de las Tierras Yermas.

A simple vista pudo ver que tenía una coraza altamente resistente que su forma le recuerda a la forma de un cráneo. Loz Machacadorez estaban a punto de lanzarse a la batalla contra este nuevo monstruo hasta que Grookt los detuvo y al hacerlo, para sorpresa de su Waaagh, se paró firme y dijo:

— Eza coza… debo montarla —, dice mientras una tosca sonrisa se dibuja en ceñudo rostro, — Zerá mía.


La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la

Let's start a new life from the darkness

Until the light reveals the end

Sinister faces, growing curses

This is my last war

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (With devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (Squeezing out their wisdom)

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (With devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
(Children cling on to their)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (Very last coins)

Destruction and regeneration.

You are the real enemy. (Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la)

War!.


Después de la pequeña reunión con Lilith donde Ratanak e Ithrant se llevaron un buen regaño porque el tontito del cazador se empeñó en querer matar esqueletos. No tenía sentido, ¡ya estaban muertos! Muchos de sus amigos desaparecieron por haber seguido al cazador lo cual la entristecía.

Silvy estuvo en silencio todo el camino hasta Erelandia a lomos de su padre pensando cómo podría hacer feliz al Abuelo Nurgle como había dicho Lilith, pero se sentía tan agusto en Erelandia jugando y convenciendo a sus habitantes de aceptar los regalos del Abuelo Nurgle, aunque sabía que debía expandir su jardín, pero claro, qué mejor que hacerlo con amigos a tu lado.

— La niña se ve decaída —. Dice una vocecita burlona a su derecha.

— La niña está pensando cosas —. Dice otra vocecita a su izquierda.

— Lilith dijo que tenía que hacer cosas pero no sé por donde empezar —. Le responde Silvy a los nurgletes que se la pasan contoneándose y peleando entre ellos constantemente.

— Nosotros sabemos qué hacer —. Dice el que está a su izquierda.

— Conocemos al que sabe que hacer —. Responde el otro a su derecha.

— Creo que ya sé de quién hablan. Vamos con él —. Los pasos de Gamond hacen retumbar el suelo bajo sus pies y en ocasiones pareciera que sabe en qué es lo que piensa su hija, y cuando eso pasa sus regordetas piernas se estiran dando largas y pesadas zancadas.

En poco tiempo las derruidas murallas que rodean los restos carcomidos por la flora pútrida aparecen entre retorcidos árboles. El riachuelo que corría frente a Erelandia se volvió denso llevando un fango lodoso mientras formas de vida fúngicas crecen por las orillas soltando esporas mientras el musgo de tumba cubre lo que queda de las casas de los habitantes del pueblo. Los nurgletes corren a sus anchas por las ruinas mientras las moscas de plaga hacen zumbar sus membranosas alas por el cielo arremolinando las nubes del miasma que se eleva cubriendo una buena parte del terreno.

No hacía faltar inhalar el fétido aroma de la nueva Erelandia para saber que se estaba cerca de la primera verdadera expansión del jardín de Nurgle, esa nube de miasma daba a entender a la perfección que se estaba entrando a una zona que parecía desprenderse del resto del planeta, pues la raíces negras no crecen por el lugar. Las plantas raras del reino de la decadencia se sobreponen y devoran a la vegetación corruptora del caos.

Los habitantes de Erelandia, por su naturaleza vegetal, sufrió en gran manera cuando los regalos de Nurgle empezaron a esparcirse sus extremidades se alargaron, se retorcieron y crecieron retoños asquerosos propios de la generosidad del Padre de la Plaga y muchos se volvieron criaderos andantes de nurgletes, musgo y un líquido negro de donde beben los Zángano de la plaga. De otros habitantes cuando se hincharon y se llenaron con forúnculos que al explotar el pus formó charcos donde prosperaron renacuajos de los cuales en poco tiempo salieron criaderos y criadores de Sapos de Plaga.

Aquellos que quedaron atrapados en una mezcla pegajosa que los adhirió al suelo donde raíces salieron y charcos de aguas estancadas crecieron y crecieron donde poco a poco sus ojos se enrojecen y languidecen mientras reniegan de aceptar la generosidad de Nurgle en un constante sufrimiento observados atentamente por un ser corpulento.

— ¡Vokzend! —. Exclama Silvy al ver a la Gran Inmundicia que habita Erelenadia.

Las Grandes Inmundicias son cada una es un facsímil del propio Nurgle, tanto físicamente como en términos de su personalidad. De hecho, sus subordinados lo denominan Nurgle o Padre Nurgle, aunque cada uno tiene su propio nombre demoníaco.

La Gran Inmundicia de Nurgle se considera la más fétida e infecta de todas las creaciones de los Dioses Oscuros, pues su piel es hinchada y gangrenosa y en algunos lugares deja entrever los órganos palpitantes que cubre, mientras que en otros está desgarrada por las enfermedades y está llena de pústulas sangrantes por todos lados. Algunos conocen a esta criatura como el Señor de la Putrefacción, pues su simple presencia infecta el aire con cualquier tipo de enfermedad contagiosa para todo ser vivo.

Estos horrores descomunales son una mezcla de descomposición absoluta y de todo lo que es grotesco. Son seres siniestros, cuya aflicción y corrupción evoca estremecimientos de locura a todos los que los contemplan. Carecen de vergüenza o sentido de la decencia, y se deleitan con los actos más viles. Sus dedos gruesos y carnosos hurgan en las profundidades de sus goteantes fosas nasales. Esparcen sus excrementos en todas direcciones con grandes nubes de tal pestilencia que la ventosidad más leve puede matar. Se atiborran de comida y bebida, derramando sus manjares corruptos por el suelo a través de las numerosas grietas y rajas de sus prodigiosas moles. Cuando no están satisfaciendo sus bestiales apetitos, ríen mientras pellizcan, acarician y arrullan a sus aullantes crías de Nurgletes.

— ¡Bienvenida pequeña! —. Exclama el demonio con un rastro de aire fétido saliendo de sus fauces.

Silvy salta de la espalda de su padre y cae sobre la panza hinchada de Vokzend.

— Hoy Lilith regañó al cazador loco y a Ithrant, y creo que a mí también, de cierto modo —, la niña cuyo cabello enmarañado y piel grasienta escala por la piel enconstrada del Maestro de plagas, — Y me dijo que teníamos que actuar o algo así. Me hizo pensar que tal vez no merezco los regalos del Abuelo Nurgle. Creo que me he portado mal.

— Oh, no, no —, dice con voz profunda el demonio, — Lilith es grosero.

— Pero tiene razón. Nos quedamos aquí sin hacer nada por un año ya. Esta gente prefiere sufrir antes que aceptar la vida libre de dolor que se les ha ofrecido. ¡Es una pérdida de tiempo! Tú conoces bien al Abuelo Nurgle ¿Qué deberíamos hacer?

La Gran Inmundicia se queda callada por un momento hasta que un ronquido empieza a salir de su garganta que se convierte en una gran risotada que hace estremecer las corroídas paredes de Erelandia. Agachándose introduce su gran mano en un charco grumoso de donde saca un espadón con puntas desiguales y oxidado.

— Vamos a caminar, Pequeña Silvy—. Son las palabras que articula el demonio, mientras frota la cabeza de la niña con su mano llena de llagas abiertas. Silvy solo se rio y disfruto el gesto.

— ¡Eso me gusta más! —, Silvy da un salto desde la cabeza del demonio cayendo sobre la espalda de su padre, — Vamos, papá. Vokzend guiará el camino esta vez ¿te parece? —. Un gruñido ininteligible sale de la mandíbula deformada de Gamond mientras se hace a un lado para dejar pasar al amigo de su hija.


La fogata siempre encendida en la biblioteca de George y Lance estalló en un fogonazo azul que provocó un incendio que se propagó rápidamente por el lugar devorando todo. Para Lance había algo raro en aquel fuego azulado, pues parecía que las flamas se movían por voluntad propia y el terror se apoderó de la pareja al ver rostros formándose en las llamaradas y al ver como una flama golpeaba como un látigo ese jarrón con una representación de She-ra sobre un dragón rompiéndolo, dejaron todo atrás y huyeron.

Pero no huyeron y se adentraron en el bosque, sino que se encaminaron hacia la excavación privada que tienen bajo su biblioteca, las entradas se cerraron y estuvieron ahí abajo por algunos días sobreviviendo a base de raciones pequeñas hasta que finalmente hacen que las puertas se abran pues la excavación los llevó hacia ruinas pérdidas de los primeros. No dijeron nada a nadie hasta no haber descubierto todos los secretos que ahí se escondieran pues no les gustaba la idea de que arqueólogos e historiadores estuvieran yendo y viniendo por su casa.

Cuando volvieron a la superficie encontraron su preciado hogar, sus amados libros y el trabajo de su vida hecho trizas, desgarrado y quemado. Lo que lo hubiera hecho dejó rasguños profundos, marcas de mano anormalmente grandes y la estructura quemada parecía retorcida, como si la roca cincelada se hubiera convertido en metal derretido.

Devastados y Lance, con lágrimas en sus ojos, salvaron lo que pudieron. Libros, grabados, pergaminos, artesanías; lo que fuera pues al final es la historia de Etheria. Lo hicieron con precaución y miedo en todo momento pues aunque se les considerara ratones de biblioteca, George tenía una pequeña afición por el cielo y por lo tanto fue él el primero en darse cuenta que algo había cambiado.

Y así pasó un año, vieron procesiones de etherianos fanáticos clamando nombres a los cielos, mutantes arrastrándose por el bosque gimiendo y babeando, y eludiendo con buena fortuna a los demonios que vienen y van de aquí a allá buscando víctimas, así como criaturas parecidas a lagartos caminando a dos patas con dagas de obsidiana en sus cintos.

No podían huir, ni buscar a sus hijos lo cual les carcomía el alma por no saber de qué habrá pasado con ellos, solo esperaban lo mejor.

— Toma, está caliente, — Lance le alcanza un plato con sopa, — Hice suficiente por si quieres más.

— Gracias —, responde George comiendo un poco, — No tenemos muchas más raciones —. Afirma.

— Encontraremos la forma —. Lance trata de sonar animado.

Hubo un pequeño silencio entre ambos hasta que Lance vuelve a hablar.

— Sé que lo estás pensando, porque yo también lo he pensado —. Dice Lance con pesar en su voz.

— Sé un poco más específico, por favor.

— Nos equivocamos. Después de que la primera Alianza de Princesas fracasó nos alejamos de todo y de todos pensando que era lo mejor y solo…

— Y solo hicimos que nos quedaramos sin nadie a quien acudir —. George completa la frase.

— ¿Recuerdas esa vez que Oboe enfermó? No teníamos ni idea de qué hacer ni que medicina darle y no podíamos dejar a los chicos solos —. Recuerda Lance con preocupación.

— Fueron noches muy largas pero tranquilas en comparación —. Una pequeña sonrisa se dibuja en los labios de George.

— La neutralidad nos ha costado tanto. ¡Ni siquiera sabemos qué fue lo que le pasó al planeta! —. Exclama Lance.

— Pero creo que sé quien sí lo sabe —, menciona George, — La Rebelión.

— No sabemos si aún queda algo de ellos.

— Las princesas son los seres más poderosos de Etheria. No pudieron ser derrotadas así nada más. Si algo pasó ellas lo saben y están peleando contra eso —. Por primera vez en mucho tiempo Lance escucha determinación en la voz de su pareja.

— ¿Recuerdas a esa chica Adora?

— Como olvidarla.

— Ella mantiene a salvo a Bow. Estoy seguro. Y tienes razón, si queda algo de La Rebelión, Adora está al frente.

— Con Bow y Glimmer a su lado. — Ambos sonríen con esperanza en su mirar.

— ¿Aún funcionará esa cosa que dejó Bow para comunicarnos.

— Habrá que ver —, George se levanta para buscarlo, — Lance. Si logramos encontrar a Bow se acabará lo de esconderse, ¿lo sabes, verdad?

— Nuestra inacción nos hace tan culpable del daño causado a Etharia como a los hordeanos —. Ambos desconocían lo que pasaría después de mandar un mensaje de ayuda pero ya no tendrían miedo.

Ya no.


Eran probablemente las primeras nubes de lluvia que veía en meses y para Catra lejos de molestarse lo tomó como un alivio, lo consideraba como un resquicio de la vieja Etheria.

Desde su caída no se había topado con enemigos y avanzó a paso tranquilo yendo río abajo siendo solo acompañada por el sonido de la corriente a su lado pero siempre viendo de reojo hacia los lados y afinando los oídos. Cada rama rompiéndose, cantar de aves o el simple soplar del viento podía significar algo acechándola.

Caminó durante un día y medio y en pasó buena parte de ese tiempo se mantuvo en silencio sin hablar consigo misma, cosa que no la ponía en alerta pues se sentía tan tranquila que no veía necesario anclarse a sí misma a la cordura.

Pero antes de mantener la calma no pudo dejar de pensar que aquellas ratas sobredesarrolladas y en esos túneles perfectamente excavados. Pensó en como eso podía llegar afectar en un futuro. Otro enemigo royendo el planeta desde adentro así que empezó a cuestionarse si las cuevas seguirían siendo un lugar viable para ocultarse llegado el momento.

Recordaba a aquellas ratas regordetas y marrones de la Zona del Terror y de como estas roían los cables, corrían por el suelo y sus desperdicios hacían apestar el lugar y de como, por una sola vez que persiguió a uno de esos molestos roedores, Adora no dejó de molestarlo con lo mismo durante años.

Realmente era triste que tuviera que volver a esos momentos para poder esbozar una sonrisa. Una parte de ella se preguntaba si lo que lo hacía todavía más triste, era que casi todos los recuerdos felices eran con Adora.

No tardó mucho para que empezara a llover y en un principio Catra buscó refugio debajo de un árbol por si la lluvia no era solo agua precisamente y durante un rato se debatió si seguir su camino bosque adentro por riesgo a la crecida del río. Habiendo tomado una decisión saca una mano con algo de miedo dejando que la lluvia la mojara un poco y pues resulta que, en efecto, solo es lluvia.

Durantes aquellos días donde solo caminaba vio los cúmulos de nubes a la distancia pero esos rayos no eran naturales, ni siquiera para un mundo lleno de magia como Etheria, y a veces prefería ignorarlos pues entre las nubes sentía ominosas presencias y era tan simple dilucidar que esa no era lluvia.

Si había alguien allá afuera escondiéndose, resistiendo o sobreviviendo estuviera disfrutando de ese momento de paz que trajo por un momento la calma de la vieja Etheria.

Olvidándose de su miedo al agua sale de su escondite para sentir la húmeda caricia del agua corriendo por su rostro mientras su melena se moja poco a poco y la ropa se le pega al cuerpo y su piel se limpia de la tierra, sangre y el sudor. Aunque la sintió fría al inicio terminó por encontrarla agradable y reconfortante. Y aunque su lado salvaje y felino le resultara fría, tanto tiempo sola solamente yendo sin un destino real, prefería el frío del agua al de la soledad.

Reanudó la caminata y no tardó en escuchar el sonido de una cascada no muy lejos de donde estaba. Caminó por una subid y pudo ver el punto donde el camino y el río encontraban su final en un acantilado por lo que no quedaba más remedio que adentrarse al bosque y buscar terreno alto para decidir a donde iría después así que se valió de sus habilidades felinas innatas para casi que escalar por musgo húmedo.

Antes de llegar a la cima de la resbalosa escalada algo la hace detenerse, no era algo que haya visto o escuchado sino más bien algo que olió. Un mal olor rancio, un mal olor que le causaba una sensación extraña que solo podía describir como "miseria". No eran aquellos demonios de un solo ojo, esa peste era inaguantable, una peste decadente que auguraba muerte.

Esto era otra cosa.

Se quedó donde estaba y agudizó los demás sentidos y se quedó viendo a la cima mientra a sus orejas llegaron los mismos pasos que escuchó en la base de La Horda y unos roncos murmullos y gargajos.

Me siguieron pensó Catra.

Lenta y silenciosamente empezó a bajar pensando en qué hacer después para evitar a las ratas pero todo se le olvidó cuando de entre el musgo salieron varias manos y empezaron a jalar mientras gritaban y chillaban con armaduras y ojos rojos. Golpeando y pateando logra librarse del áspero agarre de los skavens mientras que desde la cima de la pendiente empiezan a bajar en tropel hacia a ella y cuando las manos la soltaron resbaló y cayó dando tumbos hasta volver a la orilla del río.

Solo con escuchar las docena de pasos y maldiciones vociferadas hicieron que Catra se levantara y solo vio las siluetas bajando hacia a ella y con pocas ideas en la mente dio un brinco hacia el río apuntando a una roca sobre la que cayó golpeándose el estómago al caer y, sabiendo que a las ratas no les iba importar el agua, se recompone y se prepara para saltar y caer en la otra orilla.

Pero esa idea la descartó con rapidez al ver como otra horda de ratas corrían hacia ella desde la otra orilla. El escenario de un callejón sin salida la paraliza, intenta pensar en alguna salida o algún plan para eludirlos y por su mente pasa una sola salida factible en el momento pero también sabe lo que puede implicar el hacerlo lo que la hace tener más miedo aún así que se resigna a sacar la barra de entrenamiento que encontró dispuesta para la lucha.

— ¡Maldita sea! —. Escupe Catra con más temor que rabia.

Tenía que pelear con cabeza, ser rápida, ser más inteligente que ellos y aprovechar cualquier hueco para escapar pero antes de que el primer skaven llegue hasta ella siente un dolor en la pierna derecha lo que la hace perder el poco equilibrio que tenía sobre la roca. La sangre de su herida se diluye con el agua y se la lleva la corriente. Alguno de esos malditos le arrojó un arma cortante y aferrándose con sus garras a la roca otra arma la golpeó en el hombro izquierdo.

— ¡No! —. Su agarre falló y es arrastrada por la corriente.

Los ojos rojos y los aullidos demenciales de las ratas se distorsionan por una corriente embravecida por la lluvia y es incapaz de sacar las armas que atraviesan su piel. Mientras gira sobre sí misma bajo el agua ve su sangre manchando el agua hasta que todo se siente ligero, el mundo dejó de existir y solo ve borrones de cosas a su alrededor.

Su cuerpo cae sin freno por la cascada, no se sentía ligera pues el peso del agua la arrastraba más y el aire la faltaba por haber empezado la caída cuando aún estaba bajo el agua y sentía como su piel se desgarraba más y más mientras más giros violentos daba en el aire hasta que su estrepitoso golpe contra el agua al final de la cascada no se sintió como un golpe al caer sino como si el planeta entero se hubiera dado la vuelta y se dejara caer sobre ella, azotándola con toda su fuerza.

El ruido de la cascada cesó, las gotas de la lluvia no se distinguían mientras se hundía más y más en esas aguas oscuras y veía como pequeñas burbujas de aire salen de su boca y se elevan como si fuera el último resquicio de su vida escapando de su cuerpo pero no era así.

Aún estaba consciente, aún veía aquella luz del día que poco a poco se apagaba mientras Catra se hundía más y más sintiéndose pequeña, vulnerable, sola y con miedo. Su mente estaba presa del desasosiego más su cuerpo simplemente no reaccionaba como aquella vez que ellos la vieron. El día que les abrió las puertas a los dioses, esa vez que vio a los ojos a esas entidades superiores así como ellos la vieron también.

Sus brazos empezaron a moverse y sus piernas a patalear. La luz del día vuelve a hacerse más brillante a medida que Catra nada hacia la superficie con premura gastando el poco oxígeno que le queda. Catra nada como nunca lo había hecho antes mientras sus pulmones pareciera que van explotar dejando una estela roja tras de sí mientras alcanza la superficie.

La bocanada de aire fue su victoria personal ese día. Alzó la vista hacia arriba para ver la cascada, fueron al menos unos veinte metros hacia abajo. Sin vacilar nada hacia una orilla cercana donde se arrastra por el lodo quedando ahí tirada mientras la lluvia sigue cayendo más copiosa que antes.

Con su respiración más normalizada se arrastra hasta alejarse lo suficiente de la orilla hasta que quedó debajo de un árbol y una vez allí con horrible dolor y gran esfuerzo intenta ubicar el arma en su hombro izquierdo. Catra intenta jalar para sacarse el arma pero solo logra causarse un terrible dolor. El arma, que parecía ser un cuchillo, estaba profundamente clavada en su carne.

— No puede ser —. Jadea Catra mientras intenta acomodarse para estar en una posición mejor para sacarse el arma.

Intenta nuevamente pero ahora no lo hace de forma brusca sino más pausada. La terrible sensación del metal cortando sus músculos la hacía apretar los dientes y derramar lágrimas de dolor e impotencia hasta que finalmente sale y Catra deja caer su rostro sobre el suelo mojado.

Entre gimoteos, un corazón agitado y sangre brotando de su espalda se acomoda y se dispone a sacar el otro puñal de su pierna derecha de la misma manera pero el umbral de dolor fue sobrepasado y se convirtió en algo que solo podría llamarse como sufrimiento. Cuando creyó que su mandíbula se rompería si seguía apretándola de esa forma cesó en su esfuerzo y se rasgó la ropa dejando al descubierto su abdomen, la hizo una madeja y se la puso en la boca.

Volvió a jalar el arma hasta que finalmente salió. No sintió ningún alivio, las lágrimas corrían por su mejillas mientras se dejaba caer de lado y entre pesadas respiraciones el dolor la recorría por completo hasta que poco a poco perdía la conciencia.

Una parte de ella pensó mientras su conciencia se desvanecía, si acaso era su final. De ser así, tal vez fuera justo. Causó tanto daño, trajo a estos monstruos a Etheria, y fue una horrible persona con las únicas dos amigas reales que tuvo. Todos esos pensamientos le atormentaban hasta quedar tendida sobre el fango, herida y desprotegida.

— Es lo que merezco —. Pensó Catra antes de que su conciencia se apagara por completo.


A warning to the people

The good and the evil

This is war

To the soldier, the civilian

The martyr, the victim

This is war

It's the moment of truth, and the moment to lie

The moment to live and the moment to die

The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the earth

It's a brave new world from the last to the first

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the earth

It's a brave new world, It's a brave new world, It's a brave new world

A brave new world

The war is won

The war is won

A brave new world