Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.
Corrige tus errores y sonríe al futuro.
03: Combate en el museo.
Mi Nombre es Penélope Jackson, pero por favor, solo díganme Penny. Soy... Soy una diosa, en el cuerpo de una semidiosa.
Soy hija de unos de los Tres Grandes: Poseidón, más específicamente, hija adoptiva de su esposa, Anfitrite e hija biológica de una humana, llamada Sally Jackson. He viajado en el tiempo y podría contar mil cosas, para comprobarlo, pero quizás lo más importante para mí, es que he logrado, permanecer en una misma escuela, dos o incluso tres años seguidos.
Veras: las cosas malas me ocurren en los viajes de estudio. Como en quinto de primaria, cuando fuimos a Saratoga, tuve ese accidente con un cañón de la guerra de la revolución. Yo no apuntaba al autobús escolar, pero desde luego fui expulsado de todos modos. Y antes de esto en mi cuarta escuela primaria, cuando dimos un tour entre bastidores del mundo marítimo del tiburón, yo toque la palanca incorrecta en el pasillo y nuestra clase se dio un baño imprevisto. Y antes de eso... bien, te haces una idea.
Aun así, todavía estaba en Greyland School, así que esto era algo positivo para mí. Para un semidiós, el mundo es un laberinto con monstruos intermedios (y esto último, lo digo en serio), hay monstruos por todos lados, intentando acabar contigo: Desde monstruos reconocidos, como el Hijo de Pasifae (alías el Minotauro), pasando por las Gorgonas o las Bondadosas (alías las Furias). La única forma de acabar con ellas, es con armas de un metal especial, tal y como podría serlo, el Bronce Celestial, empuñado por los Semidioses Griegos; el Oro Imperial, empuñado por los semidioses Romanos; o la Plata Olímpica, empuñada por las Cazadoras de Artemisa.
Las cosas realmente empezaron a ir mal cuando nuestra clase de sexto grado hizo un viaje de estudios a Manhattan -veintiocho niños y dos profesores en un autobús escolar amarillo, dirigiéndose al Museo Metropolitano de Arte para mirar la antigüedad de Grecia y Roma.
Pero yo estaba determinada a que este viaje, estaba determinado a que fuera bien. Todo el camino a la ciudad me puse con Nancy Bobfit, la friki, pelirroja cleptómana, que golpeaba a mi mejor amigo Grover en la parte de atrás de la cabeza con pedazos de emparedados de mantequilla y crema de cacahuete.
Grover era un blanco fácil. Era flaco. Lloraba cuando se frustraba. Debió haber repetido varios cursos, porque era el único niño de sexto grado con acné y con principio de un poco de barba en el mentón. Por encima de todo eso, estaba lisiado. Él tenía una nota excusándole de PE del resto de su vida porque tenía algún tipo de enfermedad muscular en las piernas. Caminaba curiosamente, como si le doliera, pero no te dejes engañar. Deberías haberlo visto correr cuando había enchilada en la cafetería.
De todos modos, Nancy Bobofit estaba lanzando bolas de sándwich que se pegaban en su pelo castaño rizado. Me cansé de ella y agarré un segundo sándwich que había preparado y le hice la guerra, hasta darle en la cara.
En cuanto llegamos, la Sra. Saggio, nuestra profesora de historia y latín (que yo sabía, que era mi esposa Atenea, gracias a su físico de cabello negro siempre atado en una trenza y sus bellos ojos grises) nos condujo en la visita al museo. Ella fue guiándonos a través de las enormes galerías, de estatuas de mármol grandes y vitrinas llenas de cosas viejas y de cerámica de color naranja. En mi mente apareció la idea de que estas cosas habían sobrevivido dos mil o tres mil años.
Nos reunió alrededor de un muchacho de trece metros de altura de piedra con una gran esfinge en la parte superior y empezó a contar como era una lápida, una estela, para una chica de nuestra edad. Nos contó acerca de la forma de tallar los lados. Estaba tratando de escuchar lo que decía porque me interesaba de alguna forma, pero todo el mundo a mi alrededor estaba hablando y cada vez que les decía que se callaran, el profesor acompañante, la Sra. Dods, me miraba mal.
La Sra. Dodds era profesora de matemáticas, que siempre llevaba una chaqueta de cuero negro, incluso a su edad, a sus cincuenta años. Parecía lo suficiente como para montar en una Harley. Había llegado a Yancy a mitad del año, cuando nuestro profesor de matemáticas tuvo un ataque de nervios. Desde el primer día, la Sra. Dodds se mostró complaciente de Nancy Bobofit y me imaginé que estaba poseída. Me señalo con su dedo torcido y me dijo, "Ahora, cariño," realmente dulce, y sabía que iba a caerme una detención después de clases durante un mes. Una vez, después de que me hiciera borrar las respuestas del libro de matemáticas hasta la medianoche, le dije a Grover que no parecía que la Sra. Dodds fuera humana. Me miro muy serio y me dijo: "Tienes toda la razón."
La Sra. Saggio dejo de hablar de arte funerario griego. Por último, Nancy Bobofit se burló del hombre desnudo con la estela y me di la vuelta y le dije, "¿Quieres callarte?" Lo que salió más fuerte de lo que quería. Todo el grupo se echó a reír. La Sra. Saggio detuvo su historia y me miró con seriedad, yo tragué saliva, porque Atenea solo me miraba de esa forma, cuando quería una respuesta rápida de mi parte y yo, con mi cerebro de algas, no estaba totalmente segura de sí podría dársela.
Aun así, de conseguir satisfacerla, más tarde, en la noche, bueno... digamos que visitaría su habitación y no necesariamente, para hacer las tareas.
— Señorita Bobofit, —dijo. — ¿Algo que decir?
Ella se sonrojó. —No, señora.
La Sra. Saggio señaló una de las imágenes de la estela. — ¿Tal vez podrías decirnos lo que representa la imagen?
Miré la talla y sentí una oleada de alivio, porque en realidad lo reconocía. Una sonrisa apareció en mi rostro, ella me guiñó el ojo y también me sonreía. Yo la miré con mayor intensidad. —Las diosas Palas y Atenea, teniendo su típico entrenamiento. Específicamente: Esto es de la escena que narra Platón, de que las hermanas entrenaban y Zeus apareció, para llevar a Atenea al Olimpo...
— ¿Quién es exactamente Palas? —Preguntó Nancy, frunciendo el ceño. —Es una única diosa: Palas Atenea, diosa de la inteligencia.
—De la sabiduría —corrigió la Sra. Saggio, mirándola intensamente.
—De la sabiduría, de la guerra, las estrategias en el combate y el arte. —especifiqué yo. —Zeus no podía criar a una diosa tan pequeña, como lo fue Atenea al nacer y le pidió ayuda a Poseidón, pero su hermano estaba muy ocupado y el hijo de Poseidón: Tritón, tomó la tarea de criar a Atenea, quien lo vio como su padre. Y junto a Atenea, estaba la hija biológica de Tritón, llamada Palas, eran hermanas en todo, excepto en sangre y Tritón les enseñó a ambas, a usar la lanza. Cuando Atenea ascendió como diosa del Olimpo, Palas lo hizo como su ayudante y consejera más fiel.
—Excelente respuesta, Srta. Jackson. —dijo la Sra. Saggio sonriente —Bien ahora: Vamos a comer algo. —La clase se movió, los niños se aguantaban el estómago, los chicos empujándose unos a otros y actuando como burros. Nos reunimos en la escalinata del museo, donde se podía observar el tráfico de gente a lo largo de la quinta avenida, mientras comíamos.
Me fijé en el cielo varias veces, mientras comía mi sándwich, pero todo estaba calmado. No había una gran tormenta formándose, no había nubes negras.
El tiempo en la Navidad, no había sido extraño. No habíamos tenido grandes tormentas de nieve, tampoco inundaciones, ni incendios forestales por rayos. No estábamos a puertas de un huracán en formación.
Una sonrisa apareció en mi rostro. Parecía ser, que tanto Papá, como los tíos Zeus y Hades, se encontraban calmados.
Estaba a punto de desenvolver mi sándwich cuando Nancy Bobofit apareció delante mi con sus feas amigas, supongo que se había cansado de robar a los turistas y dejo caer su almuerzo a medio comer sobre el regazo de Grover. — ¡Uy! —Ella me sonrió con los dientes torcidos. Sus pecas eran de color naranja, como si alguien se pintara la cara con Cheetos líquidos.
Trate de mantener la calma. El consejero de la escuela me había dicho un millón de veces, 'cuenta hasta diez, controla tu temperamento.' Pero yo estaba tan loco con la mente en blanco. Una ola rugió en mis oídos.
No la toqué, me pasé una mano por el rostro, con exasperación, me levanté y me alejé, lo siguiente que supe es que Nancy estaba sentada de culo en la fuente, gritando. — ¡¿Quién me empujo?!
La Sra. Dods se materializo junto a nosotros.
Algunos de los niños murmuraban: — ¿Has visto...?
—El agua...
—Como la agarro...
Tan pronto como la Sra. Dods estuvo segura de que la pobre Nancy estaba bien, prometiéndole conseguirle una camiseta nueva en la tienda de regalos del museo, etc., etc., la Sra. Dods se volvió contra mí. Hubo un incendio triunfal en sus ojos, como si hubiera hecho algo que había estado esperando todo el semestre. —Ahora, cariño. —Entonces me volví para hacerle frente a la señora Dods, pero ella no estaba allí. Estaba de pie en la entrada del museo, en la parte superior de la escalera, gesticulando impaciente para que fuera. La seguí por el museo. Cuando finalmente la alcance, estábamos de vuelta en Grecia y la sección romana. Excepto por nosotros, la galería estaba vacía. La Sra. Dods estaba de pie con los brazos cruzados delante de un gran friso de mármol de los dioses griegos. Estaba haciendo un ruido extraño con la garganta, como gruñendo. Incluso sin el ruido ya estaba nervioso. Es raro estar a solas con un profesor, especialmente la Sra. Dods. Algo sobre la forma en que miraba el friso, como si quisiera pulverizarlo... —Nos estas dando problemas cariño. —dijo.
—El Rayo y el Casco no han sido simplemente robados, Alecto —le dije de frente.
Ella frunció el ceño, mirándome con enfado. —Era solo cuestión de tiempo que te descubrieras. Confiesa y sufrirás menos dolor. ¿Y bien? —pregunto ella.
—Mis tíos y mi padre, me están poniendo a prueba, Alecto. —dije yo calmada, mientras uso mis poderes, para afectar su sangre y que no me pueda atacar, si es que decide —Ninguno de los dos, perdería sus Símbolos de Poder. Eres solo una prueba para mí.
Su rostro se contorsionó de ira. Suspiré y me pasé la mano por el rostro. Hombre o mujer, seguía teniendo esta... facilidad, para insultarlos a todos. — ¡¿CÓMO TE ATREVES?! —Sus ojos empezaron a brillar como brasas de barbacoa. Sus dedos se estiraron convirtiéndose en garras. Su chaqueta se fundió en grandes alas de cuero y una boca llena de colmillos amarillos, aun así, pronto se dio cuenta. — ¿Qué estás ha...?
La Sra. Saggio que había estado frente al museo un minuto antes, estaba en la entrada de la galería con una pluma en la mano. — ¡Eh, Penny! —gritó, tirando un lapicero al aire y una horquilla para el cabello, esto me desconcentró y liberó a la Sra. Dods. La Sra. Dods, se abalanzó sobre mí. Con un grito, la esquive y sentí las garras rozando el aire junto a mi oído. Cogí el bolígrafo en el aire, pero cuando llego a mi mano, ya no era una pluma. Era una espada. La misma espada que yo siempre empuñaba, en los curiosos torneos de entrenamiento de esgrima, en el colegio, cuando hablábamos de la Antigua Grecia. La copia exacta de Anaklusmos/Contracorriente, que se dividió en dos: Una espada de Bronce Celestial y otra de Oro Imperial. La de Bronce Celestial, decía en su hoja: Seismós (Maremoto); y la de Oro Imperial, decía Terraemōtus (Agitador de Tierra). Ya era muy tarde para la Sra. Dods, pues la decapité, cuando me pasó por el lado, con Terraemōtus. La hoja de oro, tocó su hombro y paso limpia a través de su cuerpo como si fuera de agua. ¡Hisss! La Sra. Dods fue un castillo de arena en un momento. Ella simplemente, estalló en polvo amarillo, se vaporizo en el aire, sin dejar nada, pero con olor a azufre y un grito de muerte y un enfriamiento en el aire. —Esto fue inesperado, ¿sabes? Creí que solo sería una copia, de la espada de Zoë Nightshade. No que terminaría siendo así.
Yo asentí y decidí explicarme, mientras que guardaba un lapicero y me recogía una parte del cabello en la horquilla. Al parecer, soy muy bella, pues Atenea se acaba de sonrojar. —Soy hija de Poseidón, pero también tengo con algunas habilidades de Neptuno. Cuando mi madre conoció a mi padre, su visión a través de la niebla, fue tal, que vio a mi padre, como una... variante perfecta de sí mismo. Como un collage de Poseidón y Neptuno, volviéndome Grecorromano.
—Eso es... inesperado —dijo ella, yo solo podía sonreírle, di un par de pasos al frente y la besé en los labios. —Tengo que irme. Pero la Ninfa Anne Kerr, estará esperándolos, como maestra de Pre-Algebra. —Asentí, ya sabía eso. Atenea me guiñó el ojo y desapareció ante mis ojos, suspirando, llevé la mano hacía Seismós, en su forma de lapicero y a Terraemōtus en su forma de horquilla, tomé aire y troté, hasta el frente...
No sin antes, comprarle una camiseta de su talla... a Bobofit, para compensarla.
Grover estaba sentado junto a la fuente, con un mapa del museo sobre su cabeza. Nancy Bobofit estaba todavía allí de pie, empapada después de su baño en la fuente, refunfuñando con sus feas amigas. Cuando ella me vio, dijo. —Espero que el Sr. Kerr te haya azotado el trasero.
—Si no dejas de molestarme, volveré a "empujarte", Bobofit —le reté yo, cruzándome de brazos, mirándola enfadada. Nancy solo tragó saliva y yo me acerqué a Grover, mientras la veía irse, hacía el autobús, donde nos esperaban Quirón y la Ninfa rubia. — "Sabías que yo solía, comparar a Nancy y a Clarisse, cuando ingresé al Campamento" —le susurré, él me miró y negó con la cabeza. — "Si fuera una hija de Ares, estaría peleándome con ella, ahora mismo. No. No lo es. Nancy es solo una buscapleitos" —Ignoré a la Sra. Kerr, en el viaje de regreso y en las clases, actuaba normal, como se esperaba de mí, en lugar de ponerme de detective.
