- Bastardo... ¿Qué demonios estas haciendo aquí? - gruñó, soltando a su hija, quién cayó de rodillas, alejándose lo más posible, hasta toparse con las piernas de Juromaru.
- Magatsuhi - respondió, sin detenerse.
- Sesshomaru, ¿Qué haces? - murmuró, viéndolo pasar por su lado, en dirección al hombre.
¿Por qué no hacen nada?
Pensó Kikyo, mirando a los dos hombres, quienes bajaron sus armas ante la presencia del peliplata.
¿Cómo es posible que siga de pie luego de esos disparos?
Posó sus ojos castaños sobre su padre
- Eres tan repugnante... que ni siquiera respetas a tu propia sangre...
- ¿Viniste a darme un sermón? - sonrió, respirando con cierta dificultad.
- Vine a llevarme a tu hija - el sonido del arma recargándose sonó en ese instante.
- No puedes matarme...
- Lo se... no pienso manchar mis manos con tu insignificante vida... pero, al menos puedo hacer que te marches de aquí, en brazos de alguien más.
- Hm... - rio - De acuerdo, ¿la quieres? bien, es toda tuya... pero... Kageromaru - miró por sobre su hombro, al mismo tiempo en que el hombre apuntaba el cañón de su arma a la cabeza de Naraku - Termina el trabajo.
Sesshomaru dirigió su revolver hacia el hombre, dispuesto a disparar si era necesario, sin embargo, algo le arrebató el arma a Kageromaru, al mismo tiempo en que un rugido resonaba en el medio del silencio.
No puede ser...
Magatsuhi miró a Juromaru, percatándose de que su hija no se encontraba a sus pies, sin embargo, la energía que atravesó el ambiente, provocó que sus pelos se pusieran de punta, por primera vez en su vida. Sesshomaru entrecerró sus ojos, comprendiendo lo que sucedía, aunque eso no le quitara la sorpresa en su interior. Inuyasha, quién se había mantenido al margen, no podía creer lo que estaba observando.
Ki... ¿Kikyo?
Las nuevas garras de la joven lanzaron un golpe en dirección de Kageromaru, quién se vio obligado a retroceder. Magatsuhi sonrió, incrédulo de lo que su mirada observaba. Los ojos castaños de Kikyo se habían tornado completamente rojos, al mismo tiempo que su cabello se bamboleaba al compás de una ventisca que no existía, un continuo gruñido escapaba de sus labios y sus manos estaban rígidas, listas para atacar a cualquiera que se le acerara. Miró a su padre, frunciendo el entrecejo y lanzando un alarido que atravesó su pecho.
- Al parecer... no esperabas esto - pronunció el mayor de los hermanos, sin apartar sus ojos de la mujer.
- Esto va en contra de todo lo que sé sobre nuestro pasado - una macabra risa abandonó sus labios - ¿Quién lo diría? Mi hermosa, frágil y pequeña Kikyo... es capaz de destrozarme con sus propias manos.
Esto no tiene sentido... las mujeres no heredan la maldición, sobre todo cuando su padre es quién la tiene... se supone, que debe saltarse una generación.
Pensó el peliplata, tratando de encontrar las respuesta que ni él ni su enemigo tenían.
- ¿Qué sucede Magatsuhi? - el menor se acercó - No te ves tan valiente...
- Lo dice el joven que se mantuvo al margen durante todo el momento - sonrió, mirándolo - Tranquilo... pronto tendré la oportunidad de verte en acción.
Después de todo, tu noviecita también esta involucrada en todo esto...
La morena se acercó, extendiendo su brazo con la intención de rasgar la mejilla de su padre, el cuál retrocedió, mientras ella se detenía, gruñéndole.
- Tranquila pequeña, no le haré más daño - su sonrisa parecía no querer borrarse de su rostro.
La mujer regresó al lado de Naraku, arrodillándose frente a él, lanzándole miradas amenazantes a todo el que posara sus ojos en ella.
- De acuerdo - suspiró - Ya ha sido suficiente por una noche... es toda tuya, Taisho, encárgate de este problema.
- Ni siquiera tienes la decencia de cuidar de tu propia hija, ¿verdad?
- Te equivocas - miró a los hombres - Yo ya hice mi trabajo... ustedes, lárguense - gruñó - Y, en cuanto a ustedes... ya te dije, Sesshomaru... esto es una guerra en la que todo se vale.
Volteó y comenzó a alejarse lentamente en dirección a la calle, seguido por los dos hombres. Ambos hermanos llevaron sus ojos a la pareja.
¿Qué está haciendo?
Pensó Inuyasha, observando como Kikyo había colocado el rostro de Naraku sobre sus piernas, mientras acariciaba su cabello. Un leve sonido abandonaba sus labios mientras tanto.
Su llanto... parece el de un animal herido... ¿Qué demonios? No puede tener la maldición, ¿o si? ¿Acaso Magatsuhi...?
- Ayúdala - la voz de su hermano lo sacó de sus pensamientos.
- ¿Qué?
- Haz que regrese a la normalidad.
- ¿Y como quieres que haga eso?
- No lo sé, ella es tu amiga - se encogió de hombros.
- Pero... tú eres el que sabe de todo este tema... tú sabes que decir, no yo.
- Lo se... sólo me gusta recordarte quién manda aquí - dio un paso en dirección de los jóvenes.
- ¡¿Y tienes que decirlo en un momento como este maldito idiota?! - gruñó.
Kikyo elevó su mirada, mostrando todos los dientes ante el peliplata que se arrodillaba a su lado, mientras, Inuyasha los rodeaba.
- Sus ojos están abiertos - pronunció - Pero... no está respirando... realmente lo mató - fijó sus ojos en la mancha de sangre que se extendía por el suelo.
- Kikyo... - hizo caso omiso a lo que decía su hermano - Se que puedes escucharme... es probable que estés asustada en este momento y es lo normal... ¿quieres salvarlo?
Ella no respondió, sin embargo, dirigió sus ojos rojos a él, acariciando su cabello.
- Si quieres que él sobreviva, tienes que recuperar tu mente... busca tu lugar seguro, todos tenemos uno... ve hacía allá y despierta.
Te amo.
- Naraku - murmuró, mientras la voz del moreno y su rostro pasaban por su mente.
- ¿Él es tu lugar seguro? - ella asintió - Entonces... ve hacía él.
- Sesshomaru... - Inuyasha se arrodilló a su lado - ¿No te parece que estás siendo muy arriesgado? él está muerto.
- No lo está - respondió con seguridad, llevando sus dedos hacía el cuello del moreno - Su pulso es muy débil, pero aún se siente.
En ese momento, unos paramédicos aparecieron corriendo a toda velocidad.
- ¿Qué? - murmuró - ¿Tú los llamaste?
- ¿No te diste cuenta que me demoré en llegar? - lo miró - Tienes que estar siempre un paso adelante, Inuyasha... si es que deseas sobrevivir en este mundo - miró a la joven - Queremos ayudarlo... pero sólo podremos hacerlo, si tú nos dejas.
Poco a poco, sus ojos rojos se volvieron castaños, mientras las lágrimas emergían nuevamente y el tono de su voz se normalizaba.
- Na...Naraku...
- Por favor, apártate.
- No... no quiero...
- Kikyo - intervino Inuyasha - Debes hacerlo... si quieres salvarlo.
- ¿Qué? - lo miró, confundida - ¿Esta vivo?
Él asintió y ella se alejó de inmediato, al mismo tiempo en que los hombres tomaban al moreno con sumo cuidado y lo colocaban sobre la camilla.
- Yo... quiero ir con él.
- Tú vienes con nosotros - intervino Sesshomaru, mientras los hombres se alejaban.
- Pero...
- Kikyo... ¿Cómo te sientes? - preguntó el menor.
- Yo... no sé... estoy... cansada - miró sus manos - ¿Me desmayé?
- ¿No recuerdas nada?
- No... sólo... mi padre... él... Naraku... - su voz se quebró.
- Tranquila - se acercó, abrazándola mientras ella comenzaba a llorar contra su pecho - Mañana podrás ir a verlo.
- Todo... todo es mi culpa... si no me hubiera acercado a él.
- Tu padre es así desde antes que nacieras - respondió el mayor, sin mirarla - Tú no tienes la culpa de su idiotez.
El peliplata comenzó a caminar, mientras su hermano y la morena lo seguían, sin pronunciar una palabra. Subieron al auto y emprendieron el viaje hacia la mansión y, nuevamente, todo el camino se recorrió en silencio.
Inuyasha tomó su celular, notando que tenía decenas de llamadas perdidas y mensajes de Kagome, por lo que, decidió responderle de inmediato.
Kag, tenemos a Kikyo... puedes estar tranquila, te llamaré en cuanto pueda.
Bloqueó la pantalla, mirando hacia la morena, quién mantenía su visión perdida en el horizonte.
Naraku... por favor, perdóname... yo... hubiera deseado que jamás nos conociéramos, de haber sabido que las cosas terminarían de esta manera.
Suspiró, mirando hacia abajo, notando que tenía sus pantalones manchados de la sangre que emanaba del abdomen del moreno.
Hiciste todo esto sólo por mi... arriesgaste tu vida sólo para que yo pudiese saber la verdad y pudiera cerrar una parte importante de mi historia, la cual siempre estuvo bajo la sombra de la duda y la certeza de que mi madre se había marchado sin más.
Te amo.
Esas palabras... hubiera deseado escucharlas en otro momento, en otra ocasión... por favor... no mueras, es lo único que te pido... no te vayas, no me dejes... yo también... yo también te amo.
- Kikyo - giró ante la voz de Inuyasha - ¿Cómo te sientes?
- No lo sé - respondió con serenidad - Mi corazón está destruido y... mi cuerpo está demasiado cansado...
- ¿Y tu mente?
- ¿Mi mente?
- ¿No sientes nada diferente? Casi... casi como si algo hubiera cambiado
- No... no en realidad, ¿por qué preguntas?
- Mañana hablaremos de eso - intervino Sesshomaru - Mañana tendrás una reunión conmigo, en donde tendrás la posibilidad de decirme porque se encontraban aquí y todo lo que está sucediendo con tu padre - hizo una pausa - Por el momento, al llegar te darás un baño y te irás a descansar... Inuyasha se encargará de saber sobre Naraku.
Al parecer, será una larga noche.
Pensó el peliplata, desviando su mirada hacia la ventanilla.
Un par de minutos después, llegaron a la casa, en donde Jaken los estaba esperando en la puerta, junto al doctor.
- Señor Sesshomaru - dijo, acercándose - ¿Qué sucedió?
- ¿Cómo se encuentra Kagura? - preguntó, haciéndole caso omiso a su subordinado.
- Está estable - respondió Jinenji.
- ¿Kagura? - murmuró Kikyo - ¿Qué le sucedió?
- Es una larga historia - susurró Inuyasha - Oye Sesshomaru, deja que se vaya a limpiar... Kikyo necesita un descanso.
- Jaken...
- Dígame, amo bonito.
- Guíala hasta la habitación de huéspedes... - miró a la morena - En el baño encontrarás una bata y todo lo necesario, Jaken te llevará ropa por la mañana.
- Gracias - respondió, mirando hacia abajo.
- Por aquí, señorita.
El hombre y la joven ascendieron por los escalones, perdiéndose en el interior de la casa, mientras los demás se mantenían afuera.
- Dígame doctor - sus orbes dorados se posaron sobre los de él - ¿Qué debo hacer para que ella este bien?
- Nada - respondió con desdén - Ella se encuentra bien... deberá descansar lo más que pueda y, cuando se encuentre mejor, podrán hablar... no la fuerce si ella no lo desea, es primordial que, durante las primeras 24hs, estemos atentos a algún tipo de daño cerebral o interno... más que eso, no hay nada más que hacer.
- De acuerdo... si aguarda un momento, Jaken lo llevará a su hogar - extendió su mano - Gracias por venir.
- No tiene que agradecerme, señor... estoy a su disposición.
En ese momento, Jaken salió.
- Listo, señor... la jovencita ya está en su habitación.
- Encárgate de llevar a Jinenji - pronunció, ascendiendo hacia la puerta.
- De acuerdo, señor... - ambos se subieron al auto y emprendieron viaje.
Inuyasha suspiró, tratando de procesar todo lo que había sucedido en esos días. Comenzó a caminar, siguiendo a su hermano, quién se había dirigido hacia la cocina.
- ¿Desde cuando bebes? - preguntó, apoyándose en la pared.
- ¿Desde cuando me sigues tanto? - respondió, bebiendo un sorbo de Ron.
- Desde que estoy obligado a hablar contigo - se encogió de hombros - Después de todo... tus asuntos están interfiriendo en nuestras vidas.
- ¿Qué dijiste? - lo miró, seriamente, haciéndole saber que ese comentario no le habia causado ninguna gracia.
- Piénsalo, inútil... tú maldito socio está dispuesto a usarme a mi, a Kagome y a Rin, sólo para que tú te alejes sin tener que perder un centavo... trajo a mi ex para fastidiarme, nos puso en peligro a todos y, no contento con esto, ahora debemos lidiar con ese idiota de Magatsuhi...
- Magatsuhi no tiene nada que ver conmigo... el imbécil de Bankotsu fue quién aceptó trabajar con él.
- Creo que es un buen momento para que me hables de ese trato, ¿no te parece?
- De acuerdo... despídete de Kagome y los demás, porque en cuanto sepas eso, estarás muerto.
- Lamento decirte que es tarde para eso - sus miradas se encontraron - Esto es más peligroso de lo que sabes.
- Al parecer, el que tiene que decirme algo, eres tú.
El peliplata suspiró, a sabiendas de que ya no había escapatoria, lamentablemente, debía enfrentar el tema sin la presencia de su novia.
- Kikyo es la prima de Kagome - pudo observar como los orbes dorados de su hermano se dilataban - El abuelo de Kagome... tenía una hija que fue asesinada y, al parecer, ellas descubrieron que Kikyo es su hija, no se si lo sepas pero Rin también es su prima y... Naraku y Kagura están enterados de todo.
Unos segundos de un incómodo silencio transcurrieron.
- ¿Tienen una maldita idea de dónde se metieron? - respondió, con una mezcla de molestia e inquietud.
Extra: Tratando de comprender
- Por aquí, señorita - abrió la puerta - Si necesita algo, el señor Sesshomaru se encargará de todo.
- Gracias - sonrió levemente, mientras ingresaba a la habitación.
Una vez que se encontraba sola, decidió ir directo a la ducha. Se desvistió y se paró debajo de la lluvia helada, que comenzó a azotar su piel a un ritmo alocadamente relajante.
Te amo.
La voz de Naraku pasaba una y otra vez por su mente, amenazando con volver a quebrar su frágil estado emocional. Cerró sus ojos, apretándolos fuertemente, sin embargo, el recuerdo que ocupó su lugar, no la ayudó demasiado.
Lanzó su flecha, la cuál se incrustó en el centro de la diana, mientras una sonrisa se formaba en sus labios. Volteó ante el sonido de aquel aplauso.
- Vaya... eres talentosa - lo miró, encontrándose con su cálida sonrisa.
- ¿Tu crees? - redirigió sus ojos hacia el árbol.
- Mi pequeña siempre será la mejor, de eso no tengo dudas.
- Papá - lanzó el arco al suelo y corrió a sus brazos - Muchas gracias por este regalo.
- No tienes que agradecerme, siempre le daré lo mejor a mi pequeña princesa.
Se sentó en una esquina de la ducha, enterrando su rostro entre sus rodillas, mientras comenzaba a llorar desconsoladamente.
¿Qué sucedió? ¿Por qué tiene que ser así? Papá... ¿en que momento te convertiste en este monstruo?
Aspiró una pequeña bocanada de aire, mientras observaba las gotas estrellarse contra el suelo.
¿Te convertiste en esto o... simplemente acabo de conocerte? Si fuiste capaz de matar a mi madre... ¿Qué serás capaz de hacerme a mi? Después de todo... me tratas como si fuera una basura.
- Cada día te pareces más a tu madre.
Sus palabras atravesaron su mente.
- ¿Será por eso? - murmuró - Tal vez... el hecho de que te recuerde a mi madre... ¿eso es lo que te motiva a querer lastimarme? ¿O sólo quieres seguir ocultándome la verdad?
Se mantuvo quieta y en silencio durante unos momentos, hasta que decidió ponerse de pie y terminar de ducharse. Salió del baño, colocándose la bata, al mismo tiempo en que se sentaba en la cama y tomaba su celular.
- Kikyo... Inuyasha me envió un mensaje diciendo que estabas bien, por favor, cuando puedas, escríbeme.
- Kagome... eres tan... dulce y atenta - comenzó a teclear su respuesta.
- Hola, Kag... lamento haberte preocupado, por suerte ellos llegaron a ayudarnos, aunque... Naraku está en el hospital... me quedaré en la casa de Sesshomaru esta noche, te llamaré en la mañana ¿si? apagaré mi teléfono.
Envió el mensaje, recostándose sobre la cama y colocando sus manos en su pecho, tratando de contener las nuevas lágrimas que trataban de escapar.
¿Por qué tiene que suceder todo esto?
