Aclaración: Los hechos de este capítulo sucedieron antes del capítulo anterior.


- Inuyasha, ¿estas bien? - preguntó, mientras caminaban por el parque.

- ¿He? - la miró, regresando a la realidad. - Si... si, sólo que... bueno, fue demasiada información.

- ¿Te molestó el motivo por el que te dejo?

- No, más bien, me sorprendió.

Es decir, va mucho más allá de lo que me pudiese haber imaginado, sobre todo porque ella jamás mostró señales de irse con alguien más

- ¿Crees que ella estará bien?

- ¿Quieres que sea sincero? - ella asintió. - No, no lo creo.

- Pienso lo mismo. - suspiró. - Bankotsu no la dejará en paz... menos después de todo lo que sabe. - el silencio reinó durante unos momentos. - ¿Qué haremos?

- ¿Haremos? Kag, no podemos hacer nada por ella.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque es un problema en el que ella sola se metió.

- Oye... no tienes que ser tan resentido.

- ¡Keh! ¿Por qué piensas eso?

- Porque no suena bien que digas eso luego de todo lo que ella te dijo.

Se sentaron en uno de los tantos banquillos del parque, mientras el peliplata emitía un sonoro suspiro.

- Escucha, Kagome, no digo estas cosas porque estoy molesto por lo que sucedió, pero no soy Sesshomaru, no tengo un séquito de personas detrás de mi que sigan mis órdenes... no puedo hacer mucho por ella.

- Y si pudieras, ¿lo harías?

- Por supuesto... a pesar de lo que sucedió, es una persona que, aparentemente, se ha arrepentido, no deseo que algo malo le suceda.

- Y si... te enteras de que algo le sucedió, ¿irías a buscarla?

- ¿He? ¿Por qué me preguntas eso? - ella no respondió, sólo se limitó a esperar su respuesta. - Bueno... supongo que si, es decir, si puedo hacer algo por ella, si, lo haré.

- Me parece bien. - sonrió levemente. - ¿Qué planeas hacer hoy?

- Bueno... supongo que podría hablar con Miroku, hace mucho que no lo veo. - la miró. - Salvo... que tú me propongas algo. - sonrió.

- Lamento decirte que no es tu día de suerte. - se burló. - Necesito hablar con Sango y, me gustaría llamar a Kikyo.

- Te recomiendo que no lo hagas hasta la noche.

- ¿Por qué?

- Porque ella aún debe hablar con Sesshomaru y, es probable, que se sienta agobiada con todo lo que sabrá...

- ¿Tú sabes algo que yo no sepa?

Él suspiró, recordando la plática que había mantenido, la noche anterior, con su hermano.

- Bueno, eso creo.

Procedió a relatarle todo lo que habían conversado, después de todo, sería incapaz de mantenerle oculta aquella información.

- ¿Modificar los documentos del hospital?

- Sep... aparentemente, Magatsuhi quería que Bankotsu o Sesshomaru se hicieran cargo del asunto porque Kikyo comenzaría las pasantías.

Entonces, si encontráramos los documentos, lo más probable que es no haya nada de Hikari... sería en vano.

- Y... ¿todos creen que la muerte de su esposa fue extraña?

- Bueno, al parecer el hecho de que él haya dicho que murió en el parto, no fue muy creíble que digamos... mucho menos para quienes lo conocen.

- ¿Y tú que piensas? - sus miradas se encontraron. - ¿Crees que él la asesinó?

- ¿Quieres que sea honesto? - asintió. - Después de lo que vi anoche... no me sorprendería. - su rostro se ensombreció. - Alguien que es capaz de apuñalar a una persona... deberá ser capaz de cualquier cosa

Eso sin contar que lo hizo frente a su hija.

- Inuyasha... - comenzó a jugar con sus manos. - Creo... que sé la manera en la que él mató a mi tía.

- ¿Qué? - susurró. - ¿Cómo...? es decir, ¿Qué sabes?

- Lo soñé. - murmuró. - Y... pude ver... cómo él... la asesinaba.

- Kagome... - respondió en el mismo tono. - ¿Estas... segura? digo... ¿tú crees que realmente sucedió?

- Creo que ella me está mostrando... todo lo que no pudo decirle a nadie. - sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Kag... - la abrazó, apoyando su mentón sobre su cabeza. - Yo... lamento que tengas que ver esas cosas. - suspiró. - Debe ser horrible para ti también.

- No puedo negar que lo es. - cerró sus ojos, aspirando el agradable aroma de su novio. - Pero me alegra el poder escucharla.

Siento que es algo liberador para su alma.

- Aunque... me gustaría saber el porque ella eligió contactarse conmigo y no con Kikyo.

- Tal vez sabía que tú comprenderías mejor la situación o... simplemente no quería que su hija viera esas cosas.

Se alejó un poco, fijando sus ojos castaños en los dorados de él, al mismo tiempo en que emitía una pequeña sonrisa.

- Gracias, Inuyasha.

- ¿Por qué agradeces? - preguntó un poco confundido.

- Por creerme sin más... por confiar en lo que te digo y no pensar en que estoy loca o que sólo son tonterías.

- Pequeña. - sonrió, envolviéndola en sus brazos. - ¿Cómo no voy a confiar en ti? Si eres la persona más honesta que he conocido.

- Te amo. - sonrió, con su barbilla apoyada en su hombro.

- Y yo te amo a ti.

Se separaron sutilmente y unieron sus labios en un tierno y suave beso.

- No puedo esperar a que llegué la noche. - murmuró, rozando su nariz con la de ella.

- Yo igual... - sonrió. - Necesito... que nos reconciliemos completamente.

- Y yo necesito estar dentro de ti. - volvió a besarla, esta vez, introduciendo su lengua en su boca.

- Amor... - suspiró. - No... estamos en público. - sonrió, escondiendo su mirada en su hombro.

- Agradece que es así. - ambos rieron. - Pero esta noche no tendré piedad. - murmuró en su oído.

- No espero que lo tengas. - susurró, apretando el agarre sobre su cuerpo.

- Y será mejor que nos vayamos... o no podré contenerme más.

Ambos se pusieron de pie y comenzaron a caminar en dirección de la calle, tomados de la mano mientras continuaban charlando sobre lo que se veía a su alrededor.

Alrededor de una hora después...

Tocó dos veces y volteó, esperando que la puerta se abriera. Segundos después, el hombre abrió.

- ¡Kagome! - pronunció con una enorme sonrisa. - Qué alegría volver a verte.

- Hola, señor. - le devolvió la sonrisa. - También es agradable verlo... ¿se encuentra Sango?

- Claro, si... pasa, ella está en su habitación.

- Muchas gracias. - sonrió e ingresó.

Ascendió las escaleras y se detuvo frente a la segunda puerta a la izquierda, nuevamente, dos golpes secos le siguieron y abrió.

- ¡Kag! - sonrió, sentada en su escritorio. - ¿Qué haces aquí? No te esperaba.

- Quise sorprenderte. - entró y se sentó sobre la cama. - Ya le debía tiempo a mi mejor amiga.

- Menos mal que lo notaste. - giró sobre la silla. - Kag, tengo tantas cosas que contarte...

Al igual que yo, Sango...

- ¿Qué estabas haciendo?

- Bueno, sólo queda una semana de receso y debo entregar este trabajo...

- ¿Lo dejaste para último momento?

- ¿Cómo crees? - arqueó una ceja. - Sabes que jamás podría hacer eso... - suspiró. - Dime, ¿comienzas tú o comienzo yo? - el tono efusivo era notable.

- Comienza tú, creo que tienes muchas cosas buenas que decirme.

De un salto la castaña se sentó a su lado, uniendo sus manos sobre sus rodillas y esbozando una amplia y brillosa sonrisa.

- Miroku y yo somos pareja.

- ¡¿Qué?! - sus ojos se abrieron de par en par. - ¡¿Y me lo dices así como si nada?! - la abrazó fuertemente. - ¡Sango! ¡Estoy tan feliz por ti!

- Muchas gracias, Kag. - cerró sus ojos, correspondiendo aquel gesto.

- Cuéntamelo todo. - pronunció cuando se separaron . - Y no omitas nada.

Y así lo hizo, la joven procedió a relatarle todo lo sucedido, desde sus fallidos encuentros, en los que aún sentía el vacío de su indecisión, hasta la cena y su posterior noche de pasión.

Inicio del flashback.

- Joven Miroku... - murmuró mientras ingresaban al restaurante. - Esto es... hermoso. - sonrió.

- Efectivamente lo es, querida Sango, sin embargo... nada podría opacar tu belleza. - tomó su mano.

- Ay no diga eso. - llevó su palma a su mejilla, mientras sentía como sus dedos se entrelazaban a los de ella.

El mesero se acercó y los condujo a su mesa, la cuál el castaño había reservado con anticipación.

- Enseguida les traeré la carta. - pronunció el hombre y se alejó.

Sus miradas se encontraron y sonrieron al instante, casi como si se conectaran de una manera que fuera más allá de la comprensión de la gente que los rodeara.

- ¿Cómo te sientes?

- Bueno... me siento... muy feliz. - sonrió, uniendo sus manos. - Es decir, me gusta estar con usted.

- A mi también, me gusta estar contigo.

Antes de que pudiese seguir, el mesero regresó y les entregó los Menú. Ambos asintieron y comenzaron a revisarlo minuciosamente y, segundos después, le entregaron su orden.

- Yo... no haré lo típico de las películas románticas de esperar hasta el final de la cena o mientras están comiendo... - pronunció cuando volvieron a quedar solos.

- ¿A que se refiere? - se sorprendió.

- A que... estuve pensando mucho en todo, Sango. - aclaró su garganta. - En lo que me hemos hablado sobre... nosotros, en tus sentimientos, en los míos...

El corazón de la joven se sobresaltó sin más, pensando lo peor, ¿realmente sería capaz de llevarla a ese lugar para decirle que sólo quería ser su amigo?

Quizás sea para suavizar el golpe...

Pensó, desviando su mirada, al mismo tiempo en que rogaba porque algún suceso inesperado le atascara las palabras en su garganta.

- Sé que no ha sido fácil para ti el lidiar con mi... inseguridad. - sonrió. - Y, si he de ser sincero, tampoco lo ha sido para mi... es por eso que te traje aquí... creo... que es momento en que las cosas queden claras.

- Pienso lo mismo. - respondió con seriedad, tratando de ocultar la tristeza en su mirada.

- Sango, seré honesto. - suspiró. - No sé si pueda ser un buen novio... no sé si podré darte lo que mereces y estas buscando... no sé si seré lo suficiente bueno para ti...

No lo diga... por favor, no lo diga.

- Pero... estoy dispuesto a intentarlo... - ella abrió ampliamente sus ojos.

- ¿Cómo dijo? - preguntó, en un tono bajo.

- Que estoy dispuesto a dar lo mejor de mi... para hacerte feliz, Sango.

- ¿De... de verdad? - su voz tembló. - ¿Realmente usted...?

- Sango. - sonrió, tomando su mano. - ¿Por qué preguntas eso? Por supuesto que estoy dispuesto a tratar de ser lo mejor para ti.

- Yo... yo pensé que... - una pequeña risa escapó de sus labios.

- Te quiero, Sango. - intervino, dejándola nuevamente sin palabras. - Sólo quiero que nunca lo olvides.

- Y yo lo quiero a usted...

- Entonces, formalmente, ¿quieres ser mi novia?

Fin del flashback

- No sabía que Miroku tenía su lado romántico. - sonrió, feliz al notar el brillo en los ojos de su amiga.

- Por un momento pensé que me diría que sólo fuéramos amigos, juro que creí que iba a morir...

- Pero eventualmente lo superarías y regresarías a tu vida normal, como tiene que ser.

- Lo se... sólo fue una expresión...

- Y luego... ¿Cómo te sentiste? - movió sus cejas, en una clara insinuación.

- Fue mágico. - suspiró, dejando caer su espalda sobre la cama. - Ahora comprendo porque tú e Inuyasha no salían de la cama durante el cumpleaños de Miroku. - la miró divertida.

- Oye... - su rostro cambió de color. - Bueno... tal vez exageramos pero...

- Kag, cuando tienes química con alguien, es entendible que no puedan quitarse sus manos de encima... ya lo comprobé.

- Me alegra mucho saber que tendrás un recuerdo memorable de la primera vez. - sonrió con sinceridad.

- Así es... - hizo una pausa. - Bien... ahora dime tú. - la miró. - Dijiste que tenías muchas cosas que decirme.

Ella suspiró e, inevitablemente, su semblante se oscureció.

- ¿Estas lista para escuchar todo?

- Kag... - se sentó. - ¿Estas bien?

- No. - sonrió. - ¿Por donde quieres que comience? ¿Por la ex de Inuyasha? ¿por su hermano y su socio? o ¿por Kikyo y su padre?

- ¿Qué? - susurró. - Vaya... al parecer si son muchas cosas, creo que en ese orden estará bien.

- De acuerdo.

Procedió a relatarle todo lo sucedido con Yura desde el comienzo, en la fiesta de la firma, pasando por su encuentro en el hospital, en el boliche, aquella vez que la llevó con Bankotsu, el disparo hacía Inuyasha (aunque de eso estaba enterada) y el último encuentro que habían tenido una hora atrás.

- Espera... ¡¿Qué?! - abrió sus ojos ampliamente. - Es decir, déjame ver si entendí bien... esa mujer se alió con ¿Bankotsu? - asintió. - Para que Sesshomaru deje la firma que tiene con él y para eso querían utilizarte a ti y a Inuyasha, para doblegarlo y, al mismo tiempo, ella seguía con la intención de recuperarlo, entonces pasó lo del disparo y... ¿se arrepintió porque el te dijo te amo? - arqueó una ceja. - Eso suena poco creíble.

- Entendiste bien. - sonrió levemente. - Al comienzo también lo creí, sin embargo, parecía verdaderamente arrepentía cuando habló con nosotros.

- ¿Qué dijo Inuyasha?

- Creo que yo estaba más dispuesta a perdonarla que él.

- Bueno, al menos eso dice que no debes preocuparte más por ella.

El problema no es ella... el problema es que Bankotsu sea capaz de hacerle daño...

- No comprendo al socio de tu cuñado, es decir, ¿por qué no ofrecerle un acuerdo y listo?

- Al parecer él quiere la firma para él solo y Sesshomaru no esta dispuesto a irse. - suspiró. - Lo que más me preocupa... es que él demostró un extraño interés en... mi.

Le relató lo ocurrido esa tarde, en la casa en la que él las mantuvo a ella y Rin.

- Kag... de verdad que esto no puedo creerlo, ¿Cómo pudiste estar pasando por todo esto sin decírmelo?

- Supongo que no quería preocuparte...

- ¡¿Pero que dices?! - se oyó molesta. - ¡Esas personas son peligrosas! De sólo pensar en lo que fueron capaces de hacerles esa noche en la discoteca o peor, Inuyasha podría estar muerto y tú, presa de ese enfermo.

Aquellas palabras resonaron fuerte en su mente, provocando que una alarma se disparara, una que hasta el momento se había mantenido tranquila.

Es verdad, si Yura hubiera sido más precisa en su disparo, Inuyasha podría estar... y si Sesshomaru no hubiese llegado a tiempo, ¿Quién sabe de lo que Bankotsu hubiera sido capaz de hacerme?

- ¿Por qué no llaman a la policía?

- Estamos hablando de la firma Taisho/Wolf... ¿Quiénes crees que tendrán más credibilidad? ¿ellos o nosotros?

- Pero Sesshomaru...

- Sesshomaru está tratando de protegernos desde dentro... - se puso de pie y se dirigió a la ventana. - Ven... - Sango se acercó, asomándose hacia afuera. - ¿Ves ese auto? - señaló el vehículo negro, el cuál estaba estacionado. - Allí hay dos hombres de Sesshomaru. - sonrió. - Están vigilando que nada me suceda...

- Oye... seguridad privada, eso si que es clase, ¿no crees? - sonrió.

- Ojalá fuera por otros motivos. - pronunció desanimada. - De igual forma... esto no es lo peor que me ha pasado.

Sus miradas se cruzaron.

- ¿Hay algo más?

- Deberías sentarte... lo necesitarás.

Finalmente, Kagome terminó contándole sobre su tía Hikari, sus sueños, Magatsuhi y Kikyo. Sango se quedó observándo un punto fijo de la habitación.

- ¿Estas bien? - preguntó al ver que, por un segundo, ella había dejado de respirar.

- ¿Kikyo es tu prima? - la miró, estupefacta. - ¿Y su padre mató a su madre?

- Sango...

- ¡¿Y ella se comunica contigo a través de los sueños?!

- Sango...

- ¡¿Y ESE MALDITO HOMBRE APUÑALÓ A NARAKU FRENTE A KIKYO?!

- ¡SANGO! ¡PARA!

- ¡YA! ¡Ya! Ya... - aspiró. - Ya, ya me calmé, o no... pero Kag, ¡¿Tienes idea...?!

- ¡Claro que la tengo! Pero... no puedo huir de todo esto, es decir...

- No puedes abandonar a Kikyo.

- Es más que eso, Sango. - se acomodó sobre la cama. - Kikyo es mi familia, no pienso perderla ahora que la encontré, además... ella ya fue separada de nosotros una vez... no pienso dejar que se la lleve de nuevo.

- Si sabes que tu vida está en riesgo, ¿verdad?

- La vida de todos esta en riesgo... - suspiró. - Es por eso que te pido encarecidamente que no te involucres en nada de esto, ni siquiera trates de decirle a alguien lo que sabes.

- Comprendo... oye, ¿tú de verdad crees todo lo que has soñado?

- Estoy segura. - inconscientemente llevó su mano hacia la perla.

- ¿Y desde cuando comenzó?

- Desde... - hizo una pausa, mirando su collar. - Desde que Inuyasha me regaló esto...

- ¿El collar de La Perla de Shikon? - la morena asintió. - ¿Crees que Hikari y el collar están conectados?

- Bueno...

El abuelo dijo que Hikari estaba fascinada con la leyenda de la perla, pero...

- ¿Qué haces? - preguntó al ver como ella tomaba el teléfono y comenzaba a teclear.

- Conozco justo a la persona indicada que puede ayudarte... su nombre es Myoga, es amigo de mi padre y es especialista en esto.

- ¿Especialista en que?

- En espíritus, leyendas y todo lo relación con la época antigua. - la miró, dejando el móvil sobre la cama. - No vive lejos, si está en su casa podremos ir.

- ¿Ahora?

- ¡Por supuesto! ¿Para que seguir esperando?

Sango tiene razón... no puedo seguir retrasando toda esta situación, necesito saber que une a Hikari con La Perla de Shikon.


Extra: Despertar

Su mirada se encontró con la blanquecina pared que se alzaba frente a ella. La pequeña nubosidad de sus ojos desapareció lentamente, al mismo tiempo en que intentaba reconocer la habitación.

¿Dónde estoy?

Pensó en el momento en que una fuerte punzada resonó en su cabeza y, entonces, recordó lo sucedido.

- Pagarás muy grande tu descaro... maldita.

La voz de Magatsuhi pasó por su mente, al mismo tiempo en que el peso de su cuerpo se hacía presente sobre el de ella. Cerró sus ojos con fuerza, tratando de sacarse aquella sensación y, al abrirlos, notó que su pijama no era el mismo.

¿Qué? ¿Pero...?

Se puso de pie, observando su ligero vestido de seda, el cuál había quedado en la casa de su ex pareja. Antes de que pudiese seguir elaborando teorías, la mujer ingresó a la habitación.

- ¿Señora Azumi? - preguntó, sorprendida.

- ¡Mi niña! - sus ojos se llenaron de lágrimas y corrió hacia ella, envolviéndola en sus brazos. - Que alegría...

¿Estoy en la casa?

Correspondió su gesto dubitativamente.

- Señora Azumi... ¿estoy en la casa de Sesshomaru? - preguntó, apartándose.

- Hija, ¿no reconoces la habitación de huéspedes?

- Supongo que hace mucho no estaba por aquí. - miró a su alrededor. - ¿Qué haces...?

- El señor Sesshomaru me pidió que la cuidara durante el día.

Comprendo... entonces él me trajo para que este a salvo.

- Lo mejor sería que me fuera. - volvió a sentarse sobre la cama. - Esta no es mi casa.

- Lo lamento, pero él dijo que, bajo ningún punto de vista debía abandonar la casa y, francamente, estoy de acuerdo.

- Él ya no es nadie como para tener que considerar su opinión.

- Eso no quita el hecho de que pudo haber muerto anoche.

Azumi... siempre tan directa.

Sonrió, cerrando sus ojos.

- Después de todo, esa venda no está en su cabeza por nada, ¿no le parece?

- Lo único que me parece es que Sesshomaru ya te comentó todo...

- Y es lo mejor que pudo haber hecho. - se acercó. - Asique ahora te recostarás aquí y esperarás a que te traiga algo de comer.

- No debo estar aquí, mucho menos ahora que Sesshomaru esta saliendo con alguien más... debo de tener respeto por ella y esto no es precisamente...

- Le repito, señora, anoche pudo morir... ¿realmente cree que eso importa ahora? el joven Sesshomaru desea protegerla...

- Y yo deseo no tener nada que ver con él ni con este lugar. - pronunció con seriedad. - Le agradezco profundamente el hecho de que haya ido a salvarme anoche...

- Entonces agradézcale quedándose aquí hasta que él sienta que estará lo suficientemente segura como para que regresemos a su hogar.

- ¿Regresemos?

- Así es, no se deshará de mi tan fácil. - ambas sonrieron, sin embargo, el semblante de la mujer cambió rápidamente.

- ¿Qué ocurre? - preguntó al notarlo.

- ¿Cómo se siente, señora?

- ¿Y hasta ahora me lo preguntas? - rio. La mujer no respondió, por lo que supo que algo no andaba bien. - ¿Azumi?

- El doctor Jinenji dijo que usted no debería estar estresada...

- Sólo tengo un golpe. - tocó su vendaje. - Y estoy consciente, ¿me duele la cabeza? si, pero no más que eso, ¿sucede algo más que deba saber?

- Su hermano... - pronunció, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

- ¿Qué? - murmuró. - ¿Dónde está Naraku? ¿Le pasó algo?

- Bueno...

- Azumi, sólo dilo. - llevó la mano a su pecho, pensando lo peor.

- Él fue atacado por ese hombre y... está en el hospital.

Desvió su mirada, mirando hacia la pared, mientras sentía como su pecho comenzaba a hundirse.

- ¿Está vivo? - fue lo único que pudo pronunciar.

- Si. - murmuró, aliviando un poco el profundo peso que sintió caer sobre ella.

- Naraku fue atacado por Magatsuhi... - susurró, sus ojos rojos comenzaron a humedecerse.

- Hija...

- ¿Dónde está Sesshomaru?

- Salió hace unas horas.

- ¿Qué hora es? - la miró.

- Las 10:00 de la noche.

- ¿Tú estarás aquí? - asintió. - Entonces... lo esperaremos despiertas.

- Señora...

- Azumi, ¿podrías hacerme un té?

La mujer la conocía lo suficiente como para notar la súplica de soledad en su voz, por lo que asintió y salió rápidamente, dejando que ella se descargara, sumergiéndose en una marea de llanto y miedo incontenible.


Extra: Desconocido de toda la vida

Suspiró, dejando su móvil a un costado y se recostó sobre la cama, con sus ojos castaños puestos en la ventana, la cuál le mostrar un paisaje nostálgico del atardecer. Había estado toda la tarde en el cuarto, saliendo sólo para tomar agua o pedirle a Azumi que le hiciera algo de comer.

Necesito verlo.

Pensó, al mismo tiempo en que el rostro del moreno pasaba por su mente.

Te amo.

Las últimas palabras que había dicho aún resonaban, como un eco en el medio del silencio, en lo profundo de su mente.

- Naraku. - una lágrima rodó por su mejilla, mientras sus manos apretaban las sábanas. - Por favor... perdóname.

- Dudo mucho que él deba perdonarla en algo, señorita.

- ¿He? - se sentó, volteando. - Señora Azumi... disculpe, no la escuché entrar.

- Sólo vine a decirle que el señor Sesshomaru quiere verla.

- De acuerdo, ¿a dónde debo ir?

- Sígame.

Ambas salieron de la habitación con rumbo a la oficina del peliplata, en donde él las estaba esperando, mientras también contemplaba el atardecer.

- Señor. - ingresó. - La señorita está aquí.

- Gracias, Azumi.

- Buenas tardes. - pronunció seriamente mientras entraba, él asintió.

- ¿Quieres algo de tomar?

- ¿Puede ser un té? - miró a la mujer, quién también asintió.

- Para mi un café, por favor...

- De acuerdo, señor. - volteó.

- Azumi. - sus miradas se encontraron. - ¿Aún no despertó?

- Me temo que no. - respondió, con un dejo de tristeza en su mirada.

- De acuerdo. - regresó sus ojos al ventanal que, segundos atrás, había iluminado su espalda.

La señora salió y, por unos segundos, el silencio reinó el lugar.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó, sin voltear.

- Bien, gracias por preguntar.

- ¿Hablaste con Inuyasha?

- Si... bueno, me comentó un par de cosas.

- ¿Qué te dijo de Magatsuhi?

- Qué usted me diría todo lo que necesito saber.

- Bien ¿y sobre la maldición?

- Entonces es verdad. - sonrió.

- ¿Creíste que iba a mentir con una ridiculez como esa?

- Bueno, parece una tontería si he de ser sincera.

- Sé que Inuyasha es un idiota, pero no es un mentiroso, mucho menos inventaría cosas como esas. - hizo una pausa. - Por el contrario, si fuera su invento, sería una historia aún más estúpida que esto.

La genuina risa de la morena resonó en el cuarto, provocando que volteara.

- ¿De que quieres hablar primero? ¿De como viviste engañada o de la ridícula maldición que heredaste?

- ¿Siempre es tan directo?

- No me agrada perder el tiempo.

- Entonces quiero saber todo sobre mi padre.

Si es que aún encuentro motivos para seguir llamándolo así.

- Bien, siéntate. - hizo un ademán con su mano. - Lo último que deseo es tener que socorrerte nuevamente.

Hizo caso, tomando asiento frente a su gran escritorio, mientras él lo rodeaba y se apoyaba sobre la superficie, mirándola desde su altura.

- ¿Quieres preguntar o...?

- Sólo hable, yo le haré saber si necesito saber algo.

- De acuerdo... Como sabes, Magatsuhi es el dueño de una empresa financiera en esta ciudad...

- Vaya, a esta altura pensé que hasta eso era mentira.

- No es precisamente una mentira, más bien... una fachada. No estoy enterado al cien por ciento la manera en la que se maneja, pero, aparentemente, sus clientes poseen una reputación muy dudosa, así como sus métodos de cobranza.

- ¿Por eso se ausentaba de la nada?

- Repito, no puedo confirmarlo, pero no me sorprendería. - se encogió de hombros. - ¿Conoces Francia, Kikyo?

- ¿Por qué debería conocerlo?

- ¿No sabes sobre tu tío, Kirinmaru?

- Si, sé sobre su existencia, pero él no tiene mucho trato con mi padre.

- Al menos no que tú sepas...

- ¿Qué quiere decir?

- Tú tío Kirinmaru es uno de los líderes de la mafia más grande de Francia, la Unione Corse.

Abrió ampliamente sus ojos ante aquella revelación.

- Y tú padre siempre estuvo en contacto con él, aunque no era necesario que tú lo supieras.

- ¿Y para que mantenían contacto?

- ¿Tú que crees? - arqueó una ceja.

Para nada bueno, seguro.

- ¿Ha asesinado a alguien... además de mi madre?

El silenció incómodo se hizo presente, mientras sus ojos castaños se encontraban con los dorados de él, en busca de respuestas.


Extra: Desesperación

- Oiga, este no es el camino al aeropuerto. - pronunció, mirando a su alrededor.

- Ya lo se. - sonrió, mirándola por el retrovisor.

- ¿Renkotsu? - murmuró. - ¡¿Qué mierda?!

Trató de abrir la puerta, sin embargo, el seguro ya estaba colocado.

- Me sorprende que aún no sepas con quien tratas.

- Maldito. - gruñó, al mismo tiempo en que comenzaba a patear la puerta.

- ¡¿Qué demonios haces?! - la miró por sobre su hombro. - ¡¿Acaso quieres que nos matemos, idiota!?

- ¡Voy a morir de todas formas! - su pie traspasó el vidrio.

En ese momento, un disparó rozó su cara, incrustándose en el vidrio trasero, provocando que su mirara se cruzara con la del hombre.

- Quiero que sepas que fallé sólo porque no soy yo el que va a llevarse tu vida. - miró la carretera. - Y si no te quedas quieta...

- Tú lo dijiste. - sonrió. - No puedes matarme...

Continuó golpeando la parte del vidrio que quedaba, destrozándolo por completo.

- ¡Qué te quedes quieta! - el siguiente disparo impactó en su clavícula, inmovilizándola por completo. - Maldita... por tu culpa recibiré una paliza... sólo trata de no morir en el camino, imbécil.

Puso el pie en el acelerador y avanzó lo más rápido que pudo. El aire contenido en su pecho se soltó cuando vio las rejas de la gran mansión asomándose, sin embargo, el sonido de la respiración agitada de Yura hizo que la desesperación brotara nuevamente. Detuvo el auto frente a la entrada, descendió y la cargó en sus brazos, llevándola al interior.

- Ya era hora, idiota. - Bankotsu se puso de pie al escuchar el ruido de la puerta abrirse. - ¿Qué pasó? - sus ojos se encontraron con los de la mujer.

- Lo lamento señor. - la colocó en el suelo, boca arriba. - Pero la maldita no dejaba de patear el vidrio y tuve que dispararle.

Los ojos del moreno viajaron entre el hombre y la joven, quién poseía su mirada nublada por las lágrimas.

- ¿El auto sufrió daños? - preguntó con seriedad.

- Ella rompió el vidrio izquierdo y bueno... mi disparo perforó la luneta trasera.

- Bien... será descontado de tu suelto. - volteó y regresó sobre sus pasos, deteniéndose frente a Kyokotsu.

- Llévatelo y dale una paliza... que sepa que no debe tomarse atribuciones con mis víctimas. - le murmuró al oído.

El hombre asintió y pasó por su lado, llevándose a su compañero hacia la salida. Bankotsu volteó y sonrió, mirando fijamente a la mujer.

- ¿Pensabas que ibas a escapar tan fácil de mi? - caminó hacia ella, arrodillándose a su lado. - ¿Creíste que podías contarle todo a ese imbécil y regresar a tu país sin pagar las consecuencias? - una lágrima rodó por su mejilla, mientras el suelo comenzaba a mancharse de sangre. - ¿Qué sucede? ¿Te duele? - preguntó con voz burlona. - Pobrecita... lamento decirte... que esa herida será la mínima que tendrás.

En ese momento, varios pasos descendiendo por la escalera, provocaron que ambos voltearan.

- Magatsuhi. - su sonrisa se amplió, mientras se ponía de pie. - Lamento que tu puta llegué en estas condiciones. - señaló a Yura. - Descuida, llamaré a un doctor y trataré de tenerla lista para esta noche.

- Descuida, querido amigo. - su voz resonó en la mente de la morena como si el mismo diablo le hubiese hablado. - Esta noche puedo usar la puta que trajiste para mi hermano. - volteó, haciéndole seña a su guardaespaldas para que fuera por ella. - Después de todo, él llegará mañana.

- Cómo te prefieras. - se encogió de hombros.

Un llanto conocido llegó a los oídos de la mujer, en el mismo momento en que la sonrisa de Bankotsu se ampliaba y la miraba.

- Sorpresa... - murmuró.

Su mirada rosada se dilato por completo al encontrarse con la mirada de su hermana, la cuál poseía su rostro cubierto de sangre, su ropa semi rasgada, su cuerpo visiblemente maltratado y estaba siendo sujetada por uno de los hombres de Magatsuhi.

- Abi. - murmuró.