Al mudarnos y entrar a una nueva casa nos adaptamos a nuestro entorno y vecinos. Algo así sucede al llegar a otro país, solo que esa nueva casa supone un reto mental.
—Clio
—¿Piensas aceptar la propuesta? —preguntó Ken a Daina quien leía un folleto donde un equipo buscaba integrantes.
—¡Claro que sí! —Giró hacia él.
—Pero es un equipo muy pequeño —comentó con Keru tras leer el papel— ¿No prefieres uno más grande?
—No —Sonrió Daina—. Quiero ayudar y sacar adelante a un equipo yo mismo.
—¿Ayudar? —Ken sonrió ante el gesto— Eso es muy propio de ti.
—Solo… —Guardó el papel en su bolsillo— quiero pedirte un favor.
—¿Qué necesitas?
—Quiero que cuiden de Sota en mi ausencia, no quiero que se sienta solo.
—Daina… cuenta con ello —Levantó a Besu—. Sota estará en buenas manos.
A tan solo una noche de su partida, Daina se encontraba en su habitación junto con Sota quien lo observaba sentado junto a la maleta, en busca de todo lo que su hermano iba a necesitar.
—Mi tableta, dos cargadores, la ropa interior, deportiva, casual, cuadernos… —repasaba Daina— ¿Crees que necesite algo elegante?
—No creo —respondió Sota—, y ni siquiera tienes esmoquin.
—Me las tendré que ingeniar con una camisa blanca y pantalones —Cerró la maleta—. Digo, ya sabes lo que dicen de Francia.
—No, no sé —Hizo una mueca— ¿Siempre andan elegantes? —imaginó a todo el mundo con esmoquin, vestidos y trajes de gala en la calle.
—… No sé, pero se habla mucho de la moda en París.
—Sé tú mismo —Sonrió un poco—. Te aceptaron porque eres buen blader, no por tu ropa.
—En eso tienes razón —reconoció Daina.
Sota guardó silencio mientras se encogía de hombros y bajaba la cabeza un poco.
—Hermano...
—¿Sí?
—Voy a extrañarte mucho —dijo con un hilo de voz y el labio temblando.
—Sota… —Miró con lástima— Prometo visitarte en cuanto pueda.
—¿No importa que esté en Hokkaido —intentó no llorar—, Osaka o en el otro extremo de Japón?
—Aunque te vayas con los Midorikawa al otro extremo de Japón —repuso y levantó el dedo meñique—. Ahí voy a estar.
—Bien, es una promesa —Sota hizo lo mismo y juntaron los dedos.
—Y cuando tengas suficiente edad —siguió—, te llevaré conmigo al equipo.
—¿Y por qué no ahora?
—Me temo que solo cubrieron un pasaje —se encogió de hombros—, y yo no tengo el dinero para otro… —Separaron los dedos.
—Entonces te estaré esperando y reuniré tanto dinero como pueda —Sonrió.
En el aeropuerto, la familia Midorikawa acompañaba a los hermanos Kurogami en el momento del hasta pronto.
—Cuídate mucho —habló la señora Midorikawa, Himeko.
—Mucha suerte en Europa —le deseó Ken.
—Gracias —Daina presionó la manija de su maleta—. Cuiden muy bien de Sota.
—Está en muy buenas manos —declaró el señor Midorikawa—, será como si fuera de la familia desde siempre.
—¿Repasaste bien el idioma? —preguntó Sota.
—Bien sûr que oui —respondió en francés—. Claro que sí —tradujo.
Ninguno de los presentes estaba seguro de si estaría bien la pronunciación, pero optaron por confiar en el esfuerzo de Daina.
—Los pasajeros con destino a París, Francia, favor de presentarse en su plataforma correspondiente —habló alguien por los altavoces del aeropuerto.
—Debo irme —Miró a cada uno—. Nos vemos pronto.
—Hasta pronto —saludó la familia.
—Adiós, hermano —saludó Sota.
Tan pronto les dio la espalda y estuvo lo bastante lejos, dejó caer un par de lágrimas que limpió enseguida con la manga de su chaqueta.
A lo largo del vuelo, Daina dejó pasar toda clase de pensamientos con tal de distraerse, qué clase de compañeros lo esperaban, cómo sería el equipo, que vería por primera vez culturas más allá de Japón, si habrá más extranjeros como él…
«¿Qué tan cierto será que usan mucho perfume?» recordó algunas cosas acerca de Francia que encontró en Internet, entre ellas que se bañaban poco. «¿Y de verdad comen caracoles?» Esa última idea le provocó un poco de asco «No voy a comerme eso…»
Entrada la noche en Francia, el vuelo de Daina llegó a su destino donde la entrenadora de AS Gallus aguardaba por él con su nombre en un cartel con letras romanas. Ella traía un abanico y lucía un vestido amarillo propio de la época victoriana, con varias capas de tela adornando la falda, un encaje que remarcaba el pecho y adornaba las costuras de la parte superior, un cuello largo blanco y mangas largas con forma de pompón en los hombros donde empezaba el brazo.
—¿Señorita Marie…? —Daina estuvo por pronunciar su apellido pero al no estar seguro de cómo pronunciarlo desistió.
—Dites-moi juste Marie, s'il vous plaît.
—Ah… ¿perdón?
Al escucharla hablar en francés supo que su escucha no era tan buena como pensaba, incluso había sonidos que no recordaba con claridad.
Marie comprendió por su expresión que Daina no lograba entenderla. Así que aclaró su garganta.
—¿Así está mejor? —probó con un poco de inglés.
—Un poco —articuló el inglés que sabía de la escuela, que no era bueno, pues mezclaba la pronunciación japonesa—, entiendo poco francés.
—Entiendo —Marie trató de mantener un inglés y francés básicos y fáciles de comprender—. Te estaré enseñando francés, el inglés aquí realmente no es muy útil.
—¿No lo es? —Levantó las cejas.
—A los franceses no les gusta mucho —resumió—. A pocos en realidad.
—¿Entonces no puedo hablar con la gente?
—Sí, pero no será fácil.
Daina se encogió de hombros, buena parte de su emoción se vio reemplazada por la frustración ante la barrera del idioma.
—Tranquilo, ya aprenderás.
—Gracias, señorita Marie —respondió en francés.
—Solo dime Marie —Sonrió—. No hacen falta tantas formalidades.
—De acuerdo, Marie.
—¿Tienes alguna pregunta antes de que lleguemos? —Emprendieron rumbo a que sellaran el pasaporte de Daina.
—Mmm… ¿Cuántos miembros son?
—Contándote a ti —Marie cubrió su boca con el abanico—, son cuatro.
—Sí que es pequeño —comentó sorprendido.
—Sí, es una larga historia… —Desvió la mirada.
—¿Por qué?
—Lo entenderás cuando lleguemos.
—Está bien… —puso una cara larga.
—¿Qué pasa? —Marie apartó su abanico.
—Solo pensaba, voy a extrañar a mi hermano menor.
—Volverán a verse antes de que te des cuenta —Sonrió un poco—, tal vez en la liga mundial.
