Amor.

¿No era aquello por lo cual se movió hasta el final?

Tanto el deseo como el egoísmo iban de la mano cuando pensaba en el amor, fue por eso que se esforzó tanto para llegar donde estaba él.

Solo deseaba poder estar a su lado una vez más.

¿Por qué no podía comprender eso?

Traición.

La decepción viene cuando se tienen expectativas, por supuesto que la persona la cual posee aquellas expectativas estará expectante de lo que podría llegar a pasar con quien vigilaba sin descansar con tal de observar todo lo que podría llegar a mostrar.

La desolación ante la ruptura de las expectativas puestas era algo que no solo dañaba a quien las contaba, sino a quien debía portarlas. El descenso por querer ver un logro cuando el avance que ya había perdido posibilidades de darse fue otro golpe a la mente.

Mirar desde lejos, contemplando cómo no había forma en la que se pudiera generar algún tipo de reacción más allá de palabras vacías que ya no significaban nada, fue otro punto que mataba el ánimo y la emoción.

Dejando la felicidad y el amor para mostrar únicamente tristeza y odio en el corazón.

¿Acaso no hay quien no súcuba a la locura cuando la negativa constante clama la mente de uno?

Ella no era la excepción a ello. Sabía quién era y sus limitaciones, lo que podía hacer y hasta dónde podía llegar con su actitud, pero por encima de todo, se conocía lo suficiente para comprender cómo era su razonar hacia aquel hombre que tanto anhelaba volver a conquistar.

Había caído hasta el fondo para seguir a aquel hombre, pero, por azares del destino, simplemente terminó a un lado. Culpó con todo su ser a aquella mujer y a la persona que tanto amó.

Ella lo amaba.

¿Cómo podía olvidarlo?

Tuvieron una hija.

¿Por qué no estaba con ella?

Quería estar al lado del hombre que amaba.

Un golpe fue dado dentro de la cueva donde estaba.

Se había recluido con el objetivo de evitar tomar acciones tontas, de poder calmar su mente y que su ira se aplaque con el tiempo, pero no lo logró.

Solo pudo apretar los muros de piedra que la rodeaban y gritar en desesperación ante el dolor en su pecho.

Ella había sido engañada.

Se había escapado del matrimonio en el cual había terminado por culpa del engaño que le habían impuesto. Ella podía superarlo todo, podía dejar a su ser amado a pesar de que este la había olvidado por culpa de un veneno.

Pero no podía dejar de lado la idea de que, incluso al ser recodada, no hubo algo semejante al pretérito.

Palabras vacías de un amor no correspondido, pero doloroso, un amor que no comprendió cómo se llevó a cabo, siendo que si tanto clamaba amarla, como no había dejado todo para ir con ella, pero ahora ahí estaba.

De rodillas, llorando con las manos contra la pared que tenía delante, su cuerpo estaba rígido ante el dolor que salía de su pecho y llegaba a su cabeza, volviendo cada pensamiento que tenía turbio y ofusco.

Solo había una palabra que se repetía en bucle dentro de su mente y la mantenía cuerda.

"Te amo"

Un cantar sin cesar de esa palabra se daba ocultando cualquier sentimiento que podría llevar en su cabeza; no había descanso para la hora de quitar aquella palabra de su mente.

No podía hacerlo.

Cualquier intento de mostrar algo más que amor hacia su ser adorado iba en una sola dirección.

Posesión.

Lo quería, ella lo deseó, lo anheló y gritó que lo quería con tanta fuerza que hizo retumbar el bosque en el que se encontraba, ya sin preocuparse de ser encontrada.

No había nada más que el deseo puro y concentrado de querer a aquella persona a su lado, no importaba el método o como fuese la situación, necesitaba traer a su amado con ella.

Los ojos de la mujer se abrieron. Los ojos amatistas brillaron y la respiración de la mujer se volvió pesada, respirando erráticamente en busca de calmarse pero sin lograrlo. Alzó ambas manos y las usó para acomodarse el cabello, llevando aquel cabello blanco hacia atrás y mirando al frente con total desesperación.

Lo necesitaba, necesitaba encontrar la respuesta y el motivo para seguir, el querer y el anhelo para seguir, su todo para poder dar un paso más allá del lugar y que los pensamientos no llegaran a gritarle que hiciera lo que tanto deseaba lograr.

No podía simplemente cumplir aquella idea que tanto quería, no podía simplemente arrebatar la existencia de quien tanto anhelaba.

¿Cómo podría simplemente rebajarse a ser un animal que sigue sus instintos ante la idea de un deseo?

Miró el suelo y sus rodillas, el vestido que llevaba hace tiempo había sido manchado, debía cambiarse y prepararse una vez más. Caminó hasta la salida en su estado actual y vio la nieve que cubría todo a su alrededor sin importarle lo que pasaría de verdad.

Había un lago cerca.

Ella conocía el camino y decidió ir hasta el lugar. Caminó y terminó hasta el lugar. El agua congelada en la superficie le impedía bañarse, por lo cual con un ademán partió el hielo que cubría el agua sin pensar.

Su ropa cayó a un lado, cubriendo la nieve que había a su alrededor, se acercó una vez más a la orilla y levantó un pie para bajarlo con delicadeza en el agua y entrar poco después, cubriéndose por completo, bañando todo su cuerpo con el agua helada que había en el lugar.

Un intento vano de sacar las ideas que habían estado encendidas en su cabeza, ella los sabía, que incluso si se metiera al baño más frío no podría relajar su mente y dejar aquellas ideas extrañas atrás.

Se sumergió hasta el cuello y cerró los ojos, apoyándose contra el hielo de la orilla. Buscó un momento de paz, un momento de silencio o donde no necesitara pensar.

Pero fue todo lo contrario a lo que pudo llegar a encontrar. Lo único que pasó en la mente de la mujer fueron ideas que quería evitar: la búsqueda de su ser amado y el deseo de traer a su lado. El querer amarlo y mimarlo, mantenerlo y abrazarlo.

Poseerlo y no dejarlo.

Abrió los ojos mirando hacia el frente con cansancio, la voz en su cabeza le gritaba que tomara acción, que se moviera antes que todo terminara, que la persona que tanto amaba terminara por olvidarla.

¿Qué garantía tenía que el amor expresado por ella sea real? Esa persona había decidido elegir, quedarse con la mujer que terminó por engañarla y por encima de todo.

Hizo que se casara con otra persona a pesar de clamar amarla.

Quería culparlo, incluso si sabía que todo lo que pasó fue en parte su culpa.

Ella había sido quien buscó a una mujer que le asentara al hombre, ignorando lo que ella sentía a pesar de tener una hija, ignorando los sentimientos del hombre de casarse con ella, incluso ante un juramento de amor eterno.

¿Por qué ella había dudado y dejado que todo pasara para llegar a este cuento?

Alzó la cabeza y vio el cielo. Las nubes que cubrían todo rastro de luz interferían con su descanso, sabiendo que al ver las nubes solo podía verlo. A su ser tan amado no podía dejar de pensar o verlo en donde fuese que mirase con el objetivo de encontrarlo.

Estaba harta, cansada de todo lo que pasaba y como no podía mover lo que deseaba, pero de todos modos se limitó a seguir adelante a pesar de carecer de ganas de ponerse delante un futuro que no era brillante.

Un crujir de ramas salió de las cercanías y ella se levantó del agua, miró a su alrededor y vio a varios hombres que la miraban con deseo. Era evidente a dónde llegarían con solo verlos.

¿Pero no era lo mismo lo que le había hecho aquel hombre que tanto amaba?

¿Engañarla y dejarla para ser usada? Algo que le causaba asco hasta ahora, el cómo pudo haberla engañado, haberla traicionado y dejarla a merced de otro a pesar de haber jugado con ella al mismo tiempo.

El amor y el odio iban de la mano, al menos eso fue lo que conocía y lo que reconocía que sentía.

El odio formándose dentro de ella, donde había antes un hueco dedicado al puro amor.

Estiró el brazo y una lanza voló a su mano, miró hacia el frente y contempló los rostros de los presentes, la confusión impresa en sus caras y una mirada que mostraba desconcierto de su actuar.

Un susurro salió de los labios de uno de los hombres que parecía reconocerla.

―Brynhildr la valquiria…

Ante el reconocimiento, Brynhildr alzó una ceja y puso los pies fuera del agua poco después, se paró desnuda ante los hombres, quienes ahora reconocieron el peligro ante la persona que tenían delante.

No hubo reacción o forma de ir contra el poder de la mujer que era considerada una diosa de la guerra. Brynhildr solo saló y movió la lanza en un surco vago, pero fue más que suficiente para dejar a los tres primeros sin la parte superior de su cuerpo.

Ella se estaba odiando ahora.

Los dos restantes intentaron retroceder, pero la lanza pasó por el pecho del cuarto quien había dado un paso atrás, la lanza arrojada rápidamente cayó al suelo rompiendo el cuerpo del hombre quien la había tenido dentro, la lanza fue pesada tanto que al momento de caer al suelo sacudió la tierra al lado de este.

El último de ellos miró a la figura parada ante él. Una figura hermosa, piernas perfectas, muslos grandes y una figura exuberante sin llegar a lo aberrante, pechos que completaban aquella figura, resaltando el tamaño de estos ante cada paso dado por la mujer, quien al verla al rostro, pudo ver aquella hermosa escultura creada por los dioses.

Si había alguna vez una mujer que fuese tan perfecta con solo verla, probablemente sería aquella, pero no pudo decir que estaba feliz de verla caminar hacia él, no con la sangre manchada, su rostro y el cabello, el abdomen de ella cubierto en sangre que caía por su piel y se deslizaba hasta las piernas.

Al momento en que la mujer estuvo parada frente a él, movió su espada, intentó cortarla, pero la hoja no hizo nada más que detenerse al momento de conectar con la piel de aquella mujer, quien tenía un rostro inexpresivo.

―Lamento mi forma de actuar.

Un susurro de disculpa sin sentido para el hombre, pero cuando vio hacia abajo pudo ver el brazo de la mujer que iba dentro de su cuerpo, su corazón latiendo en manos de la mujer que lo soltó antes de girarse.

El frío llegó y el hombre cayó, viendo por última la figura de una diosa manchada en sangre, quien tomó aquella lanza y la contempló en el aire.

Volviendo aquella lanza como si una idea hubiera llegado a iluminarle.

Brynhildr miraba aquella lanza que había usado hace unos instantes como si alguna epifanía hubiera llegado a señalarle el camino a tomar y como ella debía cumplirlo para volver a disfrutar el calor que tanto había buscado de aquel que ella llegó a amar.

Debía enviarlo a un lugar donde solo ella pudiera verlo, para que así, sin importar el motivo, ambos pasaran la eternidad juntos y sin que nadie pudiera arrebatar lo que tanto amaba.

Solo debía tomar su lanza y seguir adelante, eso fue todo y así fue lo que tuvo que hacer desde el inicio. No tuvo por qué rebajarse a tomar las palabras de aquella mujer que tanto daño le había hecho, o de aquel que amaba que la había traicionado con tanto desprecio.

Ahora solo necesitaba la voluntad para cumplir su anhelo.

Fue por eso que una vez que se limpió la sangre de aquellos caídos, se cambió y se vistió tan bien como pudo, volviendo a caminar hacia el palacio con su "esposo", quien la había engañado al lado de su amado para que este pudiera estar con ella.

Muchos clamaban que el amor de aquel hombre era más allá de lo que cualquiera pudiera pedir. Siendo un rey y una persona tan rica, no había ni una sola mujer que pudiera estar en contra de estar en su posición.

Pero para Brynhildr solo había un ser que debía estar a su lado, una sola persona digna que le debía todo por donde había llegado.

¿No fue ella quien había actuado como la diosa de la sabiduría y le otorgó el conocimiento para cumplir con su travesía?

Su padre, Odín, la había despreciado cuando se dio cuenta de lo que había hecho con aquel hombre que tanto amaba. Brynhildr no lo culpó y tampoco se molestó. El que perdiera sus alas y parte de su divinidad no le molestó.

Más que un castigo,,, parecía una forma de decirle que saliera y fuese libre, que la carga que llegaba ya no era necesaria para donde iba, que buscara la felicidad que tanto quería.

Y ahora, con las conexiones que había hecho en su camino y como reina, decidió que lo haría.

Mataría a Sigurd a quien amaba, para evitar que otra persona pudiera estar al lado de su amado, y así completar su venganza con su deseo de que no estuviera con nadie, que no fuese ella.

Gestionar todo para que pudiera llegar al momento dado fue algo simple. Brynhildr lo supo al momento en que vio al hombre consumir tan mansamente lo que ella le daba. Sigurd jamás sospecharía de ella, jamás sentiría duda hacia ella.

La confianza que le tenía Sigurd en ella fue lo que hizo que ella pasara a ser como era, pero no podía más que sentir lástima por su forma tan torpe de ser. Ella misma, antes de caer de la gracia de ser llamada la "diosa de la sabiduría" le había advertido claramente algo.

Que nunca confiara de pleno en una mujer o se pusiera en todo sentido de su lado, porque las promesas eran vacías y tendrían a dejarlas de lado.

Ahora que ella era en quien confiaba, estaba haciendo exactamente lo que le había advertido que evitara, y sin que hubiera mayor inconveniente en lo que sucedió posterior a su encuentro.

Sigurd había sido envenenado.

Brynhildr había esperado con paciencia hasta la llegada del hombre al lugar donde ella aguardaba, le había dicho que podría encontrar la cura si iba a aquel lugar, pero no podía ir acompañado.

Sigurd jamás dudó de ella y aceptó con una sonrisa, partiendo debilitado en un estado agotado.

Ella lo esperó en el punto que le había dado y se limitó a verlo con una cara seria en todo el momento en que se habían estado mirando. No hubo vacilación en aquel momento.

Ya había llegado tan lejos para mirar atrás.

Sigurd habló con ella, la llamó con suavidad, preguntando por su presencia.

Brynhildr solo lo miró con paciencia y tomó su lanza para comenzar a caminar hacia donde el hombre estaba parado, de pie y con una mirada que mostró ignorancia.

Fue muy tarde hasta que ella había levantado la lanza y la clavó en el pecho de Sigurd quien la miraba de manera desconcertada, escupió sangre por el ataque que había sufrido, con el corazón roto y una mirada que solo mostró cómo de arrepentido había llegado al final.

Pero cuando Brynhildr separó la lanza del cuerpo del hombre en vez de molestarse y batallar su último aliento, la abrazó con cuidado y acunó su cabeza en el pecho.

Brynhildr se detuvo y miró hacia arriba, alzando la cabeza, viendo aquella sonrisa. No hubo ira o molestia, odio a desesperación.

Un beso fue dado en sus labios al momento en que Sigurd colapsó a su lado. La lanza de la mujer cayó al suelo y miró hacia el hombre que se movió para verla, viéndola al rostro una última vez.

Claro que había muerto con la vista que había deseado tener y la compañía que más anhelaba poseer.

El hombre descansaba en su hombro. Brynhildr no supo cuándo lo había abrazado de vuelta o cuando cayó de rodillas, solo supo que estaba sujetando ahora con fuerza el cuerpo de Sigurd quien había creído en ella a pesar de su traición.

La revelación le llegó en un susurro de un adiós.

Que Sigurd sabía que ella lo envenenó, pero si era ella no le importó, si era ella lo aceptaría todo.

Incluso aquella muerte insípida y sin gloria que le había dado.

Si era ella, no importaba la razón o el motivo.

Nunca dejaría de creer en ella y nunca podría dejar de amarla.

Brynhildr estaba de rodillas abrazando el cuerpo sin vida de Sigurd, a quien había guardado tanto rencor, pero el hombre incluso en su acto final la amó.

El cuerpo de Sigurd cayó a un lado, topándose con la nieve y hundiéndose en esta. Brynhildr lo miró, el rostro de la mujer se deformó y lloró.

Gritó por el dolor y la culpa que sintió, las ganas de volver y deshacer lo que hizo clamaron directamente en su subconsciente.

La desesperación solo aumentó con los segundos pasados, miró sus manos manchadas y la sangre de quien había derramado. El aterrador sentimiento de perdida, clamó en ella y gritó y golpeó el suelo ante lo que había hecho.

Ella era asquerosa.

Odiaba a un hombre que perdió la memoria.

Se sintió traicionada por acciones que sabía que no eran total culpa de este, y al momento de vengarse no hubo paz o calma cómo lo imaginó.

Hubo el deseo de verlo sonreír una vez más.

¿Y si en vez de matarlo lo hubiera secuestrado?

Podría haber escapado y vuelto con su hija, los tres viviendo una nueva vida, pero en vez de eso los celos hicieron que segara la vida de quien amaba.

Desesperación.

Brynhildr volteó a Sigurd e intentó tanto como pudo el poner todo en orden, si ponía su mano en el pecho del hombre entonces quizá podría traerlo, un pensamiento infantil y tonto.

Porque sabía que aquella persona nunca volvería a sonreír y ella fue la que provocó aquel destino para quien se suponía que tanto amaba.

"Fue su culpa"

Brynhildr se repitió en bucle, sujetándose la cabeza. Culpó a Sigurd por ser tan amable con ella, por mostrarle algo que ella quería y anhelaba, una familia que deseó tener, pero se le fue negada.

"Fue su culpa"

Repitió una y otra vez pensando en su vida actual, estando casada con un hombre al cual no amaba, siendo usada aquella vez y ser entregada.

"Fue su culpa"

Por amarla y confiar en ella, por mostrarle la felicidad que tanto anhelaba y la calma que buscaba.

"Fue su culpa"

Por haberla amado a pesar de que ella había llegado a odiarlo.

La noticia de la muerte de Sigurd se extendió rápidamente. No hubo nadie quien no lo supiera, incluso las divinidades clamaron por tal acontecimiento.

El héroe más grande, todos muertos en un bosque y desangrado. Se ocultó aquella noticia para no empañar la imagen de Sigurd.

Los preparativos funerarios se hicieron tan rápido como se obtuvo el cuerpo, sería cremado y entregado a los dioses, mostrando el respeto que se sintió por aquel hombre que había conquistado la tierra a los ojos de quienes estaban en su compañía.

Brynhildr no se había movido de su hogar desde que la noticia fue dada. Habían sido dos semanas, había abandonado el cuerpo de Sigurd que milagrosamente había terminado perfectamente conservado hasta que fue encontrado.

Se lanzó magia sobre el cuerpo una vez encontrado y comenzó una fiesta para que velar por el héroe que había caído.

Ella no se movió más que dar ligeras caminatas, no quiso mostrarse ante nadie, incluso a su hija que llegó llorando ante ella y pidiéndole que le diga algo.

Ella no se merecía el amor de nadie al final de la historia.

¿No fue ella quien terminó la vida del hombre que tanto amaba?

¿Por qué se arrepentía tan inmensamente cuando había estado tan decidida?

Todo hubiera sido más llevadero si, en vez de mirarla con amor, Sigurd le hubiera dado una mirada con odio. Pero no fue así y ahora solo pudo repetir el último "te amo" dado por el hombre en su cabeza.

Y así, incluso después de hallar el cuerpo del hombre, pasó un mes donde ella estuvo decayendo, llegando a la locura.

Había sido puesta en otro castillo debido a su situación, cualquier que le hablaba terminaba empalado por la lanza que portaba, símbolo de que ella buscaba a Sigurd quien había estado esperando por ella.

¿Si empalaba a quien tanto amaba, entonces no le diría también que la amaba?

Su exilio duró hasta que asistió a la fecha de la cremación de Sigurd, fue allí que miró la plataforma en la cual sería arrojado el hombre para que su cuerpo fuera quemado.

Vio aquel rostro impasible, conservado por magia para este momento, y no pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo. Se rio de lo patética que se sintió ante el deseo de verlo una vez más, incluso si estuviera a su lado.

¿No le había prometido a la esposa de Sigurd que si no estaba con ella, entonces no estaría con nadie más?

Había cumplido con su palabra y su venganza, pero jamás se sintió satisfecha, solo hubo una culpa emergente y un deseo que pudo llamar como ardiente.

Y esa misma llama que buscaba para aplacar su ansia de cumplir con esa voluntad se manifestó ante ella cuando el cuerpo de Sigurd fue lanzado al mar de llamas para que fuera cremado.

Pero no le importó.

Caminó ante la mirada de desconcierto de todos y se lanzó sonriente a las llamas que la matarían sin dejar rastro. El grito de pánico salió de todos, pero solo pudo escuchar su leve risa, el susurro cálido del hombre en su oído y un abrazo cálido.

Lanzándose al fuego, ella sintió que así al menos podría estar en con Sigurd, puesto que se le había negado su compañía en la vida.

Entonces Brynhildr solo debía seguirlo en la otra.

Sintió el cuerpo entumecido al momento en que comenzó a recobrar la consciencia.

No pudo levantarse directamente o mover los brazos, se limitó a intentar abrir los ojos sin resultado real. Poco a poco forzó sus parpados y por fin pudo abrirlos.

La luz fue fuerte, a penas logrando ver a su alrededor, pero lentamente se fue aclarando la vista, viendo ahora un techo completamente hecho de mármol, paredes detalladas y el oro por todos lados como decoración.

La habitación de un rey.

¿Había sobrevivido y su esposo la trajo de vuelta al palacio? Si fuese así, entonces no reconocía el lugar, las decoraciones tampoco eran propias del castillo en el cual vivía.

La puerta en la esquina de su visión se abrió y observó cómo una mujer entró. El traje de sirvienta no pertenecía efectivamente al castillo de su esposo.

Ella había vuelto al castillo de su "padre". De todas las cosas, fue fácil distinguir la marca de oro colgando en los costados de las mangas de la mujer que entró.

Había vuelto al reino donde se encontraba Odín.

La sirvienta se sorprendió de verla despierta, por lo cual decidió llamar rápidamente a quienes estaban alrededor. Al instante, dos custodios entraron y la miraron fijamente. La sirvienta había abandonado la sala dejando a Brynhildr sin entender lo que pasaba.

Al cabo de unos minutos fue que la puerta se abrió nuevamente y ella vio a la persona que no creyó volver a ver en vida, no cuando había sido aquel hombre quien la desterró para que viviera sin su divinidad.

El padre de todo y el Dios supremo de la facción Aesir entró en la sala con la lanza en mano como bastón, viéndola detenidamente.

―Nos metiste en problemas, querida ―una voz cansada, un tono que mostró nada más que ganas de descansar, pero Brynhildr vio cómo el hombre se acercó hacia ella, con un ademán. Odín había avisado a los custodios de la sala para que se fueran, dejándolos a solas.

Odín caminó hasta llegar a la silla a su lado.

Brynhildr miró más de cerca y contempló su cuerpo. Sus manos estaban cubiertas de vendas, los dedos libres al menos mostraban que no había un daño real. Si bien no pudo hablar o mover su cuerpo, logró ver a Odín de reojo, incluso cuando su cabello le cubría aquel lado de su rostro.

No esperó que una mano, la mano de Odín, pasara por su cabello y le organizara su cabello para que no le impidiera ver.

No comprendió la situación, todo lo que recordaba eran llamas y la sonrisa eterna cuando se había unido con quien tanto añoraba.

―Sigurd está muerto.

La declaración sin vacilación de Odín hizo que, incluso en aquel estado, Brynhildr solo derramara lágrimas en silencio, intentando abrir la boca para balbucear algunas cosas. La mujer tembló constantemente en un intento vano para moverse, pero ella estaba atrapada.

Odín soltó un suspiro y bajó una mano sobre la frente de Brynhildr.

―Saltaste a un fuego que usualmente te hubiera consumido, pero cuando las llamas aplacaron, estabas ahí quieta y sin señales de moverte. No te preocupes, las quemaduras que tienes no son peligrosas ni dejarán marcas.

Las lágrimas de Brynhildr no se detuvieron y Odín se limitó a colar su lanza contra la pared de la habitación de la mujer.

Aquel gesto hizo que la mirada de Brynhildr se detuviera hacia el hombre mayor, quien la miraba fijamente.

Algo que Brynhildr sabía era que Odín jamás soltaba su lanza o dejaba que nadie más la portara, solo él fue quien la utilizó. Antes de ser conocido como uno de los dioses centrados en lo arcano, el hombre había sido un portador de lanza.

Uno, el cual nunca bajó su lanza por la paranoia que cargaba.

―Puedes llamarlo la muestra final de Sigurd ―los ojos de Brynhildr se abrieron ante esa mención―, no te consumiste en el fuego, pero estuviste rodeada de las cenizas de Sigurd, fue como si te protegiera, de hecho, lo hizo hasta el final, dime, ¿cómo te sientes después de haber traicionado la confianza más grande que jamás se te ha otorgado?

Brynhildr sintió un tirón en su cuerpo con la mano de Odín en su frente. Su cuerpo comenzó a mejorar cuando las runas comenzaron a trabajar. Poco a poco sintió cómo sus facciones se movieron y por fin lo pudo liberar.

Un grito desgarrador y un abrazo que buscó cualquier lugar para ocultar un poco su desolación.

Odín estaba con los ojos abiertos, por lo que sabía de los oráculos. Brynhildr no debería haber estado viva en este punto, pero ahí estaba, abrazándolo con desesperación, buscando algo para no caer.

Probablemente, si la mujer dejase de sostenerse, esta caería y terminaría de romperse.

―Está bien… ―Un abrazo correspondido, Odín le dio palmaditas en la cabeza, quizá fuese un leve signo de culpa, pero al mismo tiempo no pudo ocultarlo.

Su interés por cómo ella había afectado el destino.

Había pensado en primeras instancias dejarla en el reino mortal hasta que Brynhildr se diera cuenta de su error o hasta que los humanos terminaran de romper aquella muñeca rota que estaba llorando en sus brazos.

Pero ahora le encontró un nuevo uso, puesto que sobrevivió a algo que no esperó o, mejor dicho, no debió de sobrevivir.

Quizá con esto podría haber una salida para escapar de su destino.

Los años pasaron y, a pesar de ser una valquiria que no debía jurar lealtad a nadie. Brynhildr había acabado como un miembro importante de la facción de los Aesir.

A Diferencia de las otras valquirias que eran enviadas por Odín, ella terminó como su guardia personal en todo momento que pudiera, había ido a guiar también las almas de los guerreros difuntos, una carga que la distraía brevemente al encontrar a un nuevo guerrero para guiar, pero eventualmente ella terminó por ver a aquellos guerreros como algo más.

Sin importar cuanto tratara de ocultar su pena o su pensar, solo pudo vislumbrar la sombra de Sigurd en estos guerreros. No había nada más que pudiera, más allá de quedarse al margen, rogar al padre de todo por su perdón, por su pecar y seguir adelante.

Seguir.

¿Cuántos años habían pasado?

Brynhildr estaba ahora viendo la gran celebración que se daba acabo frente a todos. Odín estaba sentado en su trono con un gran tarro de cerveza en una mano y su lanza en la otra.

Era una fiesta más allá de lo imaginable, siendo que a pesar de la llegada del ocaso, los dioses que habían sido condenados por el destino a caer ahora estaban reunidos después de la lucha y celebrando la victoria.

Hubo pérdidas, no se salvaron tantos dioses o seres importantes, pero aun así se cumplió el deseo final del padre de todo que era evitar su destino a manos del lobo Fenrir.

Según escuchó, ella fue la clave de la situación actual, siendo la prueba viva que el destino se pudo romper y gracias a eso logró pelear al lado de Odín y evitar su muerte, algo que no hubiera logrado antes.

Se le había negado el descanso al lado de Sigurd y, en parte, Brynhildr supo que se lo merecía. El poder descansar eternamente al lado de esa persona fue algo que buscó, pero una vez, como todo lo que había deseado en vida, se le negó sin más.

Fue en la mañana del cuarto día de celebración que hubo un reporte de guardias que habían desaparecido y otros que habían aparecido muertos con un hueco en sus cuerpos, no hubo rastros de nada más que la herida, nada de hechicería o algún arma empleada.

Odín llamó a todos y pidió que aumentaran la vigilancia. Todos estaban débiles después del ocaso de los dioses; era evidente que no estaban en condiciones de desperdiciar tiempo o recursos cuando una amenaza fantasma se asomó ante ellos.

Brynhildr le habría gustado poder guiar a las almas aquel día, pero le fue imposible salir debido a que Odín la detuvo para que no se separara de su lado.

Algo había pasado.

Si bien seguían en Midgard después de la batalla, fue debido a que habían movido la pelea final de Asgard a Midgard en un plan de Odín, Midgard, incluso si se encontraban en aquel reino, no significaba que no podrían simplemente evacuar para Asgard, pero a palabras de Odín, algo había cortado lazos con el reino, una fuerza misteriosa se irguió y aíslo Midgard de la nada.

Como si tomara posesión de esta en donde se encontraba. Pero no podía ser posible un evento como ese. Brynhildr sabía de las necesidades de aquel evento y, por oídos de Odín y su desesperación, parecía que sí tenía una idea aproximada de lo que pasaba.

Fue una fuerza autorizada por el propio mundo, lo que generó que pudiera darse aquel corte de comunicación entre los demás reinos.

Fuerzas mayores se habían movido, fuerzas que ni el propio Dios padre de todo podía manejar a su voluntad.

Algo se había presentado y descendido a Midgard para limpiar "los parásitos" que habían entrado en ella.

Fue a la tarde del cuarto día de celebración cuando se confirmó una fuerza extranjera que se presentó en el lugar. La preocupación aumentó cuando uno de los dioses que habían sobrevivido a contra del ocaso había sido eliminado de la nada.

No fue alguien que pudiera recordar o decir que sería imposible de vencer, pero aun así, fue el símbolo que algo estaba llegando para terminar lo que el ocaso no se pudo llevar.

Odín había pasado de estar tranquilo a caer en la demencia, incluso al punto en que la había atacado a ella. Brynhildr miró su brazo dañado, la punta de la lanza que casi había conectado de lleno hizo que por breve que fuese.

Logrará pensar en algo más allá de su culpa hacia Sigurd. Fue un leve despertar que le mostró el mundo más allá de su lamentar, ¿quizá la pequeña prueba que aún podía estar viva sin depender de sus pensamientos?

Agradecía que Odín jamás fue amable con ella. Si hubiera llegado al punto al cual tuviera que darlo todo por este, entonces las cosas que no serían iguales a cómo lo estaba viviendo ahora.

No hubo algo así como una pelea, tampoco algún conflicto directo; a la mínima que alguien se separaba del grupo, era golpeado por algo. Odín no comprendía que, tuvo suposiciones, pero las cosas eran diferentes ahora. Empezó a desesperarse al poco tiempo que las cosas se torcieron. Fue solo hasta la noche que parecía que las cosas se habían terminado.

Los alrededores habían sido bombardeados, y la energía mágica utilizada obviamente no fue algo que pudiera replicar por un humano o algún héroe de momento. No había nadie con el mana suficiente para mantener el bombardeo que se dio hacia ellos.

Odín le había dado una última orden que ella debía cumplir, iría de frente contra el enemigo, ella había sido la que estaba en mejor forma para el encuentro directo, no había otra opción para los dioses y a ella no le importó.

Ya nada importó en este punto.

Quizá en esta pelea por fin se le concedería la misericordia de la muerte, algo que se le había negado hasta ahora. Solo deseaba ver a aquella persona una vez más, no deseaba seguir siendo quien era. Odín le había prometido que si lo seguía eventualmente podría verle, pero ella sabía mejor que nadie cómo funcionaban las almas y el descanso en el Valhalla.

Una mentira que se le había dado, pero directamente la había aceptado con el único objetivo de encontrar algún signo de paz en su mente.

Ya no importaba ahora, Brynhildr tomó su lanza y se preparó para salir afuera, observó como la nieve que alguna vez rodeó donde habían estado se había convertido en una tierra al rojo vivo debido al asedio constante que se les había dado.

Al dar un par de pasos al frente vislumbró un proyectil entrante en su dirección, no tuvo más remedio que desviar el proyectil y sorprenderse del peso que había tras este.

Apretó los dientes y decidió salir adelante, si bien aún no veía al tirador podía ver de dónde venían los proyectiles, eso fue suficiente para poder detener la lluvia que iba hacia ella de manera constante.

Loco.

Aquello fue lo que pudo decir, dado que cada paso que daba tendría que retroceder dos. Los proyectiles no dejaban de caer, pero incluso si ese fuera el caso, no significaba que se rendiría. Había estado deteniéndose para examinar el patrón de ataque y ahora que tuvo una idea más adecuada.

Se adelantó.

Desviar no era difícil, ella era fuerte, mucho más de lo que cualquier podría creer al ver su físico, por ello le fue fácil desviar los proyectiles entrantes, pero le molestó a pesar de haber recorrido un par de cientos de metros aún no tener una señal visual de quien disparaba.

Fue recién avanzado el kilómetro que logró verlo, en una colina con nieve a su alrededor, un arco negro y la mirada fija en ella, parecía cansado al verla por el suspiro que soltó de inmediato en que la vio.

Era diferente de lo que esperó, la constitución si bien era la de un arquero, la distribución de músculos no era la de uno, ¿quizá un guerrero de varias maestrías?

Brynhildr se dio cuenta de que dejó de apuntarle a ella y se dedicó a cargar una espada que se extendió para quedar como una flecha en el arco, un acto tan fuera de sintonía que se quedó un par de segundos viendo aquella acción.

Por la distancia que iba cerrando no logró escuchar el nombre del arma que lazó, iba a detener el ataque hacia el castillo donde los dioses aún se quedaban. Saltó y en el aire iba a interceptar el tiro.

La enorme sonrisa en el rostro de aquella persona hizo que Brynhildr se planteara para seguir o no.

Un destello, no más que eso, el peso contra su lanza se dio y ella apretó los dientes cuando sintió el golpe entrante contra ella.

Ahora entendió por qué aquella persona sonrió cuando la vio intentando bloquear aquel ataque.

La flecha que Brynhildr detuvo brilló con fuerza para terminar por explotar frente a ella.

Ella cayó al suelo y sintió su cuerpo temblar, la explosión no fue una broma, sintió sus brazos temblar y como su armadura cayó en fragmentos al suelo cuando ella se puso de pie pero sin tiempo para descansar.

Movió su lanza una vez más y apretó los dientes cuando una segunda lanza cayó contra ella.

Fue una segunda explosión directa sobre ella, hizo que su consciencia se fuera por una fracción de segundo, suficiente para no protegerse en forma del impacto y sentir que su cuerpo se rendía.

Pero un tercer impacto que intentó bloquear con su lanza fue lo último que logró sentir antes que su mundo se tornara en blanco ante una nueva explosión.

Estaba viva.

Una tos salió de Brynhildr y miró a su alrededor. El calor llegó junto con el rojo vivo del lugar que la rodeó. No sabía qué había sido lo que había detonado de manera consecutiva contra ella, pero fue algo que incluso superó su defensa por completo.

Era como si alguien hubiera desatado el peso de artillería arcana directamente contra ella sin descanso. Giró el cuello para ver su armadura agrietada y fragmentada, había caído en el suelo, su lanza aún en su mano firmemente sostenida.

Su ropa se había conservado en lo que podía llamarse algo que la cubriera aún, pero toda la armadura pesada que portaba fue reducida a simples fragmentos a su alrededor.

Usó una mano para impulsarse y sentarse. Su estómago estaba expuesto, al igual que casi toda la parte inferior de su cuerpo. Lo que había quedado fueron retazos de la falta que la cubrían, pero la armadura de sus pies y brazos había desaparecido.

Tosió un poco y la sangre cayó en su regazo, el impacto debió haberla golpeado por dentro para que algo así se diera, pero la armadura cumplió su función, absorbió todo el daño y la dejó aún con vida.

Brynhildr no supo qué pensar del disparo inicial que pensó en bloquear.

Aquel disparo fue una finta para ella, el mana dentro de aquella flecha no se mostró hasta final, no, probablemente ella lo supo, pero negó a creer lo que vio.

Alguien había detonado un tesoro invaluable, no una, sino varias veces contra ella, como si fuera algo desechable.

Pero entre lo que pudo ver en el aire y observar a la figura distante, la duda llegó en ella. No había forma posible de que algo tan distorsionado fuera de origen humano.

¿Realmente era aquella el alma de un humano?

La grandeza y la gloría eran algo que una valquiria podía ver, identificar y juzgar para obtener el veredicto si un guerrero se merecía el descanso eterno. Pero viendo a aquella cosa ante ella, sintió que no hubo necesidad de pelear.

¿Qué sentido tenía luchar contra alguien que solo quería descansar?

Los pasos ya le fueron audibles, pero en su estado de rodillas no se dignó a levantar la cabeza.

Se sintió enferma.

Los pasos se detuvieron hasta que el hombre estuvo frente a ella; no había tal cosa como el deseo de verlo o hablarle.

Su instinto le gritó que debía guiarlo.

―No deberías estar en la misión ―una voz profunda que hizo que alzara la cabeza cuando aquel tono reconocible se asomó.

Una mirada contemplativa que parecía examinarla, no con lujuria o malicia, solo había puro interés en ella.

Brynhildr abrió los ojos y soltó su lanza cuando sus dedos cedieron. Ya no podía seguir aguantando, no es que no pudiera seguir sosteniéndola, pero al ver tal alma ante ella… sus ojos se llenaron de lágrimas cuando miró a los ojos al hombre y pudo contemplar su alma de pleno.

Un alma merecedora del descanso, pero condenada a vagar al estar sujeta por alguien, correas que rodeaban el alma de aquella persona que hace mucho tiempo se había ganado su lugar para descansar, pero ahora solo quedaron cadenas sosteniendo una vela que estaba apagada.

Levantó las manos con cuidado, extendió los brazos hacia el rostro del hombre, utilizó la fuera que le quedaba y se puso de pie intentando tomar el rostro del hombre, pero este simplemente le apartó las manos con un ademán, haciendo que ella cayera una vez más de rodillas hacia un lado.

Brynhildr no sintió fuerza alguna utilizada por el hombre, entonces fue ella quien se movió de manera tan frágil, ahora ella simplemente estaba en un estado que no podía identificar lo que pasaba.

― ¿Debería matarte? ― Una pregunta que esperanzó a Brynhildr, incluso si lo deseara ahora, Odín se encargó de que no pudiera hacerlo por voluntad.

Los ojos que parecían iluminarse para Brynhildr y el ánimo renovado llamaron la atención de aquella persona, quien la veía de reojo.

Brynhildr quiso decir que lo hiciera, suplicarle que terminara con su vida, solo quería encontrarse una vez más con aquel hombre que amaba.

¿Por qué no podían darle el descanso?

¿Acaso no había pagado ya su cupo por sus pecados?

Habían pasado los años y se vio obligada a seguir viviendo, a seguir esperando, pero la oportunidad no llegaba, entonces, ante una oferta como esta. La carga de haber llevado la muerte de Sigurd jamás abandonó su mente.

Ahora, ante la oportunidad de rendirse, cuando por fin sentía que podía terminarlo todo y cerrar los ojos para no volver a abrirlos, implorando de rodillas que terminara con ella, Brynhildr sintió algo que la paralizó al ver hacia el rostro del hombre.

Una sonrisa totalmente retorcida se formó en el rostro del hombre a quien se había aferrado del faldón rojo que vestía, simplemente movió una pierna y la dejó caer en el suelo para seguir caminando.

―Supongo que vivir es bueno a veces, ¿no? ―una burla más que clara, una mirada que mostró todo menos culpa por sus acciones, no solo no hubo culpa, hubo diversión al verla suplicar, pero sin la posibilidad de que todo se pudiera terminar, Brynhildr entendió por qué el hombre actuó como lo hizo y sintió que su única oportunidad se iba.

Él no la mataría.

¿Cuándo podría volver a tener una oportunidad como esta?

―Por favor, yo…

Quería liberarse, quería dejarlo todo, salir de la condena en la cual vivía y volver a donde ella realmente pertenecía.

No podía creer que le estuvieran negando este último deseo.

―No eres una variable que debas tratar, no importa si te dejo vivir ―una respuesta cantarina que hizo que el rostro de Brynhildr se torciera, las lágrimas hace un tiempo habían corrido sin cesar.

La maldición que Odín le había puesto le impediría morir hasta que alguien la dejase descansar. Brynhildr se sintió débil de verdad después de mucho tiempo, incluso si aún podía luchar. El daño sufrido fue suficiente para que pudiera evitar revelarse.

Gateó y tomó las piernas del hombre y lloró suplicando.

Ella deseaba morir.

Quería dejar de sentir aquella culpa continua de haber matado a aquella persona que tanto amaba, pero incluso ahora su único deseo le estaba siendo negado.

¿Qué tenía que hacer para ser perdonada?

¿No había hecho ya muchas cosas horribles hacia sí misma con los años para compensar su error?

¿Por qué no la podían simplemente ejecutar?

No, esa no era la pregunta.

¿Qué debía hacer para ser juzgada?

El hombre jamás detuvo su camino hacia el frente y ella tampoco se movió más para detenerlo. Observó cómo caminó con tranquilidad hacia la guarida de los dioses supervivientes del ocaso.

¿Quizá si ella no se movía por fin, alguien vendría y la terminaría?

Ni siquiera tuvo ganas de continuar, no con todo lo que había pasado hasta ahora y lo que probablemente vendría. Brynhildr solo se abrazó a sí misma y se quedó quieta en el cráter. El aire caliente, debido a la explosión anterior, poco a poco fue reemplazado por el viento frío de la zona. Eventualmente, volvería a caer la nieve y cubrir él aquel páramo que seguía en ciertas zonas al rojo vivo.

Fue increíble, en cierta manera, cómo de manera tan simple el paisaje fue modificado como si fuera un capricho más.

Las explosiones no tardaron en llegar al momento en que ella se acostó en el suelo y miró el cielo. La nieve iba cayendo de a poco, incluso las nubes habían sido alejadas por las explosiones, pero fue curioso lo que vio de aquel hombre.

Nunca utilizó el mana que generaba su cuerpo; era evidente, siendo que ella podía juzgar un alma, también podía evaluarla.

El mana circulante y usado simplemente aparecía dentro del hombre, ¿quizá siendo este su contrato?

Las explosiones y la lanza Gungnir volando por los aires fueron una vista que no era usualmente exhibida. Odín lo estaba dando todo, eso fue lo que pudo juzgar Brynhildr al ver cómo la lanza había volado en lo alto del cielo y comenzado a descender como si de un meteorito se tratase.

La lanza que no falla, su objetivo había impactado con algo. La explosión a la lejanía mostró aquello. Fue obvio que algo como eso no era común, aunque tampoco lo fue todo lo que pasó hasta ahora.

¿Quién era aquel hombre?

La curiosidad no pudo evitar llegar a su mente. Brynhildr directamente pudo relacionarlo junto a Sigurd, ambos igual de venerables, pero aquel hombre que avanzó sin más hacia una muerte segura.

No podía ser guiado por ella o alguna valquiria.

Una ráfaga de aire llegó hacia ella a pesar de la distancia, cuando el impacto de Gungnir se dio contra su objetivo. Una fuerza más allá de lo razonable para detener, siempre fue así, pero ahora que pudo ver el poder completo desatado de la lanza, solo pudo mirar desde lo lejos con asombro.

No había forma de que alguien sobreviviera a eso.

Al cabo de minutos, el silencio se extendió una vez más, cuando las torres de humo se alzaban en aquel lugar. La mirada de Brynhildr se detuvo en un único punto que era donde habían estado los dioses y fue que lo comprendió.

No se pudo escapar del destino.

La lanza de Odín cayó a unos metros a su lado, había sido arrojada sin cautela y atravesado el suelo sin más. Casi unos instantes después, la figura que antes había estado cubierta de negro y rojo regresó, pero sin nada en la parte superior.

Quizá Gungnir no había cumplido el objetivo, pero por los moretones y la sangre pudo decir que hizo un daño real, solo que uno insignificante en comparación con la idea de uso inicial.

― ¿Qué debo hacer contigo? ―Brynhildr alzó la cabeza y vio llegando a esa figura que con solo verla le daba ganas de llorar.

No fue por miedo o algo semejante al resentimiento.

Simplemente, una valquiria no podía seguir viendo un alma tan en pena que gritaba casi de manera constante que la dejasen descansar.

El verlo por mucho tiempo haría que entrara en locura si aún tuviera que ver un alma que gritaba y clamaba por libertad. Brynhildr sintió que quería vomitar al ver algo que pedía a gritos el descanso, un alma que ya no estaba siendo utilizada.

Simplemente estaba siendo torturada.

No fue algo como el castigo de los que llegaban a al Helheim, aquella tortura eterna estaba diseñada para atormentar, pero fracturar, dejando una fracción de quienes fueron para que pudieran seguir.

La vista del hombre ante ella, ya ni siquiera la de un humano, una figura tan fracturada por el paso del tiempo, fue aquello que se alzó en donde el alma de la persona ante ella estaba.

¿Si pudiera hacer que descansara, entonces quizá volvería a aquella luz del guerrero que creyó que estaba presente?

Ya no valía la pena pensar en ello, no había posibilidades para que ella intercediera por aquel hombre y le diera un descanso.

Una sonrisa salió de Brynhildr al ver a los ojos al hombre.

¿Qué tanto un alma debía sufrir para que terminar así de retorcida?

―Solo mátame…

La expiación en la muerte. Brynhildr lo deseó desde el momento en que se arrojó al fuego para ser consumida.

¿Entonces por qué seguía en aquel lugar?

― ¿No es esa una recompensa para alguien como tú? ―Brynhildr no perdió la mirada perdida y la sonrisa, pero en su cabeza ya no había nada más que dolor―, incluso hasta ahora cargas el arma que usaste para matar a quien amabas, creo que es un buen castigo.

Debía ser algún tipo de broma.

¿Por qué esa persona sabía tanto?

Brynhildr miró la lanza a su lado y extendió con cuidado los dedos para tocar la superficie del mango. La miró con cuidado examinando la hoja, el hollín impreso en esta le recordó la mancha que había quedado aquella vez.

Cuando apuñaló a Sigurd.

―Solo deseo verlo una vez más…

Brynhildr alzó sus manos y se las llevó al rostro, se cubrió por completo con sus manos y dejó solo sus ojos abiertos, viendo hacia el frente.

Un héroe.

¿No era Sigurd un héroe?

Fue su culpa.

¿Debía resolverlo?

Quizá si lo intentaba una vez más…

― ¿Esa es tu resolución final? ―el mismo tono ominoso, la falta de muestra real de emoción a pesar de un alma que lloraba.

―No puedo guiarte y no deseas matarme ―la mirada de Brynhildr estaba ida, no había una luz real reflejando en el rostro de la mujer, quien se puso de pie sujetando la lanza una vez más.

El hombre dejó de sonreír y una fina línea recta se formó en vez de la sonrisa.

No fue más que un sonido antes que Brynhildr cargara hacia adelante, un ataque que fue dado en una posición incómoda, pero había hecho acto de aparición al instante ante aquel hombre.

La lanza cayó golpeando el suelo al lado de este. Brynhildr ladeó la cabeza y miró directamente al rostro del hombre, quien comenzó a entrecerrar los ojos viendo detenidamente a la valquiria.

Algo dentro de Brynhildr había cambiado. La mirada de desesperación había sido remplazada por una vacía, símbolo de alguien que había perdido todo rumbo de su vida.

La locura consumió por completo a la valquiria, dejando atrás cualquier rastro de esta.

La lanza que había golpeado el suelo se levantó con fuerza e hizo contacto con una espada que apareció de la nada en la mano del hombre. Brynhildr lo vio, pero ya no importó.

Ya nada importó.

Fue un choque continuo, la lanza cayendo en picada con el peso, incrementándose con cada movimiento dado por la mujer. Aquella persona que había llegado se dio cuenta de la mirada de la mujer junto con la forma en la que peleaba.

Al pasar los minutos, esta dejó de pelear a lo bestia y gradualmente recobró técnica, dejando no solo una lanza cada vez más pesada, sino golpes que incrementaban el peso de esta al punto que deformaban el terreno por cada movimiento de la lanza.

¿Por qué estaba haciendo esto?

No era una pelea que debería seguir, no tenía sentido tampoco matarla, sino ni siquiera un peligro para sí misma, entonces tenía sentido porque Alaya no la había catalogado como un objetivo.

Se dedicó a desviar los ataques y ver a la valquiria de frente, no dijo nada después de que ella comenzó a cargar hacia adelante, pero se dio cuenta de cómo, ante la pérdida de cordura de la mujer, esta mejoraba en el combate.

Movimientos refinados salían de una mente que se iba vaciando gradualmente, la valquiria Brynhildr a sus ojos había muerto hace mucho tiempo y lo que quedaba frente a él no era más que una cáscara que buscaba algo que ya no existía en aquel mundo.

―Deberías cuidar tus heridas ―él no pudo evitar comentar viendo como la herida en el pecho de la mujer se abría, el corte que pasaba en medio de su pecho y la sangre que comenzó a derramarse tanto de la herida como de la nariz y boca de la mujer.

Probablemente, si seguía llevando esa voluntad de lucha como ahora, la valquiria Brynhildr terminaría perdiendo la vida antes de que pudiera hacer un contrataque.

La respuesta de la mujer ante él fue aumentar el agarre de su lanza y golpear más fuerte y con una técnica mucho más pulida.

Usualmente, no podría sostenerse en un combate así contra un oponente como ella, no podría darse el lujo de bloquear los ataques y únicamente se centraría en esquivar y desviar ataques.

Pero eso sería si fuera convocado como un sirviente, la situación actual era diferente, con él no llegando para terminar con un simple objetivo.

Llegó aquí para terminar una anomalía a la altura de los dioses.

El apoyo del mana de Alaya le fue otorgado junto con aquel regalo que tuvo en vida y, al momento de ser invocado como un guardián, el bono de un cuerpo que no se rompería al forzar el mana en su cuerpo se le otorgaba cada vez que salía para una misión.

A pesar del intento desesperado de Brynhildr para lastimarlo, no lo consiguió. Tampoco se dedicó a atacar de todas formas, solo dejó que la mujer perdiera fuerzas de manera gradual y cuando esta flaqueó tras un golpe fallido.

Solo necesitó un golpe de su puño en la herida generada anteriormente para que la valquiria cayera hacia atrás soltando la lanza sin más.

―No morirás, no estabas en la lista ―nunca se sintió apegado a las normas, pero no sabía por qué alguien como Brynhildr no había sido puesto para unirse al resto de los dioses supervivientes del ocaso.

La mujer no se movió en el suelo, solo miró el cielo, los labios entre abiertos y la mirada perdida hacia arriba, buscando algo, por mínimo que sea que le mostrara que debería hacer.

Los ojos de Brynhildr brillaron cuando una cabeza se asomó frente a ella y la persona con la que había estado peleando se paró sobre ella. Lo vio, el pelo caído hacia el frente y la tez morena, el cuerpo de un guerrero entrenado y bien marcado.

Pero incluso con una vista que podría definir a un guerrero perfecto, los ojos de Brynhildr solo viajaron hacia un lado.

Contemplando aquella alma chillante que pedía a gritos ser extinguida.

― ¿No estás cansado?

El hombre alzó una ceja ante el repentino cambio de conversación.

― ¿Importa?

La risa de la valquiria indicó que era una respuesta esperada.

― ¿Cómo te llamas? ―Brynhildr preguntó viendo a los ojos del hombre, quien parecía detenerse para verla desde arriba, contemplando algo, pero sin que la mujer supiera el porqué.

― ¿Acaso no puedes verlo? ―la pregunta ya había sido respondida en el momento en que ambos se vieron a los ojos. Si una valquiria sabía juzgar si un guerrero entraba en el Valhalla o no ya podía responder sobre su historia.

―Quisiera escucharlo de tus labios ―los ojos de Brynhildr pasaron de estar viendo a un lado a ver directamente al hombre a su lado.

Lo que no esperó la valquiria fue que este se sentara y quedó a su lado antes de suspirar.

―Emiya ―la presentación corta y la situación sin sentido se generó para ambos.

―Un guardián del equilibrio, es un placer, señor Emiya, soy la valquiria Brynhildr ―. Un saludo cordial a pesar de la situación anterior.

Un bufido salió de Emiya ante aquella situación.

― ¿Te has rendido?

Brynhildr cerró los ojos ante esa pregunta. Ella se había rendido hace mucho tiempo, mucho tiempo antes que todo esto llegara a darse.

―Lo he hecho.

―Encantador.

La sonrisa de la mujer emergió una vez más. A pesar de estar en el suelo con los brazos extendidos y sin ganas o energías para seguir, en aquel estado de dolor y miseria absolutos.

Encontró paz después de mucho tiempo.

― ¿No estás cansado? ―Brynhildr volvió a preguntar viendo al hombre de reojo, quien cerró los ojos por un instante.

―Solo queda seguir adelante.

―Seguir…

― ¿Importa de todos modos? ―la pregunta fue dada con humor―. Rendirse es una opción que solo aquellos con libertad pueden tomar.

Brynhildr sonrió y giró el cuello para ver al hombre.

―Eres cómo él.

―Un halago o un insulto viniendo de ti.

Una burla cruel que arruinó el buen ambiente y humor que Brynhildr había estado ganando.

―Eres como tú merecen descansar, él merecía descansar, pero no de la forma en la que se fue ―alzando un brazo y dejando su antebrazo sobre los ojos, Brynhildr arrugó el rostro―. ¿Por qué no hay nadie más aquí? ¿Es acaso mi amor un pecado?

El llanto comenzó junto con los recuerdos de Sigurd pasando en la mente de Brynhildr, la desesperación de verlo una vez la hizo alucinar con los ojos cerrados que estaba ahí frente a ella.

―Lo es, lo es para ti ―una mano se posó en la cabeza de la mujer quien estaba en llanto―, lo que sientes es egoísmo, obsesión y deseo, no es nada más que el pecado de la codicia, codiciando algo que no te pertenece.

La mano del hombre iba dándole leves toques en la cabeza a pesar de que las palabras que daba eran completamente una burla hacia ella. Fue como si el cuerpo del hombre quisiera consolarla, pero al mismo tiempo las palabras que soltaba solo querían devastarla.

―No, mi amor es… ―la voz de la mujer se cortó antes que pudiera seguir cuando sintió como la presencia a su lado desapareció sin más, tan espontáneamente como había llegado se había ido.

Levantó el brazo y buscó con la mirada por todos lados.

Ahora estaba sola una vez más, al igual que aquella vez que se había lanzado ante las llamas, solo quedó rodeada de cenizas que cubrieron donde estuviera parada.

Había fallado en proteger a su pueblo, a Sigurd y ahora a Odín.

¿No era ella un gran fracaso más?

Ni siquiera podía protegerse a sí misma y terminar en un estado que podría considerar como digno, ahora solo pudo quedarse en el suelo sin mover ni un solo músculo por culpa de su incompetencia.

La habían dejado vivir una vez más.

Casi como si fuera una mala broma o algo contra ella, el destino la dejó vivir con la culpa y la carga de haber fallado nuevamente en cumplir sus objetivos. Ni siquiera fue capaz de morir bajo la luz de los demás y ahora estaba condenada a seguir caminando.

Un destino cruel para ella, pero al menos podía reflexionar en lo que le había dicho aquel hombre, el caminante de rojo, Emiya.

¿De verdad ella pecó de codicia todo este tiempo?

Quizá esa fuera la respuesta porque había sido abandonada por todo lo que era correcto, siendo que no era nada más que una sucia mujer que se rebajó a sus instintos y terminó haciendo lo que su corazón le dictó como correcto cuando lo único que hizo fue arrebatar lo único que quería.

Brynhildr cerró los ojos y esperó que al momento en que perdiera la consciencia.

Nunca volviera a despertar.

La libertad que buscaba encontrar se le fue negada una vez más.

No recordó los años pasados desde aquel encuentro y el momento de ruptura para ella, pero eventualmente había llegado a un punto muerto.

La maldición de Odín no la dejó descansar, incluso cuando intentó con todas sus fuerzas terminar con su tiempo extendido no pudo moverse.

Le habían devuelto parte de su divinidad al momento en que retomó su trabajo como valquiria, divinidad que perdió gradualmente con los años, quizá fuese otra medida de Odín por si se alejaba de él, pero ya dejó de ser quien era en un principio hace mucho tiempo.

Llegado un punto, solo deseaba olvidarlo todo. Gradualmente, las memorias que poseía fueron degradándose al punto que parecían un mal recuerdo, a excepción de una sola cosa.

Ella amaba a alguien.

Un héroe.

¿No lo estaba buscando?

Brynhildr sintió cada día que pasaba como su mente se iba desviando a una sola dirección y era en la de buscar a aquel héroe que amaba.

Olvidando por completo que ella fue quien había terminado la vida de aquella persona.

Brynhildr solo vagó por el mundo buscando encontrarlo, yendo de lugar a lugar con la esperanza de verlo una vez más.

Eventualmente, encontró a otros héroes nacientes como quienes eran aspirantes a serlo.

Los vio desde lejos a algunos e intentó interactuar con otros para que eventualmente.

Ella terminó viéndolos, como aquella persona que amaba, simplemente moría cuando ella interfería para estar con alguno de los héroes potenciales que encontraba.

Antes de darse cuenta despertaba en una cama sola y cubierta de sangre con el cuerpo de aquel que consideró el héroe que amaba un lado atravesado con una lanza dándole su final.

Ella quiso creer que fueron solo porque eran casos aislados, que no podía ser que algo como eso pasara cuando parecía encontrar por fin la paz para descansar, pero eventualmente con los intentos de interacción se encontró con el mismo resultado.

Una cama con sabanas rojas de la pasión que sentía, pero solo siendo las manchas de su obsesión hacia su deseo egoísta.

Al pasar de los años, eventualmente recordó quién era y a quién buscaba.

Ahora estaba sentada en una banca, viendo casi sin luz en los ojos hacia el frente, al pueblo humano al que solía frecuentar. Pensó que viviendo con alguien que no sería un héroe, podría encontrar la salida de su vida, que alguien vendría a perdonarla y salvarla.

Pero solo se despertaba ante el olor metálico de la sangre que derramaba.

¿Qué sentido tenía llorar ahora?

Las ojeras bajo los ojos de Brynhildr eran acentuadas, ella había terminado con la vida de todos en el lugar, al pensamiento de "que amaba vivir ahí", dejando como resultado aquella mancha roja a lo largo de todo el pueblo.

―Parece que te me adelantaste una vez más.

―… ―Brynhildr no se movió o se giró ante la voz que vino tras ella, se limitó a quedarse viendo hacia el frente en busca de algún signo de alguien moviéndose.

―Todos están muertos, buen trabajo ―la banca rechinó cuando la persona que había estado tras ella caminó y se sentó a su lado―. No tengas esa cara, al menos me estás ayudando, ¿sabes?

¿Ella estaba ayudando a alguien?

Lágrimas comenzaron a formarse una vez más bajo los ojos de Brynhildr cuando escuchó eso aquella mención que "ayudar" era terminar con la vida de alguien.

¿Quizá aquella persona que siempre la encontraba después de matar a alguien también amaba, por eso aparecía para terminarlos?

Amor.

Brynhildr ya no supo definir aquellas palabras, y después de tanto pensarlo y tanto querer comprenderlo, ya no pudo entender qué hacía o qué sentía.

Todo lo que hizo perdió importancia.

― ¿Por qué siempre estás aquí? ―la voz de Brynhildr salió quebrada, un tono ronco se asomó en la voz usualmente dulce de la mujer, indicando que había estado llorando y gritando.

―Es mi trabajo ―la respuesta tranquila de Emiya hizo que Brynhildr viera de reojo al hombre, quien, como siempre, era el único tranquilo del lugar.

Y quién la miraba con deleite a cada que la encontraba peor que antes.

―Ya veo… ―Brynhildr volvió su vista hacia abajo, viendo aquel vestido azul que le habían regalado manchado en rojo y negro debido a la sangre ya seca.

―Deberías asearte, tienes una larga vida por delante.

Brynhildr no necesitaba escuchar esas palabras para entender el sarcasmo dedicado hacia ella y la burla de su condición.

― ¿No puedes matarme? ―La súplica vino una vez más, a pesar de rogar incontables veces por una muerte misericordiosa, el hombre le negaba aquel descanso.

―Me temo que no, nunca eres un objetivo.

―No pareces ser alguien que siga las reglas ―Brynhildr vio de reojo al hombre quien suspiró con una sonrisa indicando que lo que dijo era cierto.

―Quién sabe, ahora encuentro entretenido el verte, así ―una respuesta apática y sin toque, el hombre simplemente alzó y bajó a los hombres, restándole importancia a la situación.

El corazón de Brynhildr se sintió martillado. Toda la situación que había llegado a vivir hasta este punto solo le mostró como de horrible era ella misma.

Solo le quedó apretar los puños con rabia y morder el labio en un intento vano por aplacar lo que sentía al saber que no tenía derecho a mostrar que sufría.

― ¿Por qué sigues viéndome a pesar de que no es necesario? ― La respuesta de "entretenido" vino con un tono tan vacío que Brynhildr no creyó que fuese la razón real.

Hubo un silencio momentáneo de parte de Emiya como si hubiera sido descubierto por algo, pero aquella idea se nubló casi instantáneamente.

―Me interesa verte, recuerdo aquella valquiria que se plantó ante el ocaso de los dioses, pero ahora mismo no eres más que un reflejo difuso de lo que alguna vez fuiste, ahora eres alguien que se dejó consumir por las emociones humanas, agentes divinos que claman ser superiores, pero caen mucho más bajo que cualquier otro humano, eso para mí, querida, es entretenido.

Brynhildr tenía la mirada perdida una vez, pero esta vez soltó una ligera risa, una que no fue de alegría o que mostrara felicidad.

Fue pura y completa desesperación.

― ¿No hay esperanzas para mí? ―la respuesta fue baja, Brynhildr había agachado la cabeza dejando que su cabello le tapase por completo el rostro.

Emiya vio a la mujer encorvada como si buscara algo.

―La esperanza es para alguien quienes la buscan ―Emiya hizo una pausa dando ligeras palmaditas en la espada de la mujer―. Tú has dejado de buscarla hace mucho tiempo querida―. Ya no importa de todos modos.

Emiya se puso de pie y suspiró antes de comenzar a caminar hacia un lado.

―Gracias.

El ceño del hombre se frunció y el rostro de disgusto llegó, pero todo eso se ocultó de Brynhildr quien seguía en la misma posición.

―No sé por qué me estás dando las gracias ―la molestia evidente en su voz sonó rechistando la lengua―, te dejaré con tus pensamientos, lo que sea que decidas hacer con tu existencia está en tus manos.

Una risa suave hizo que Emiya frunciera una vez más el ceño.

―Al menos estoy agradecida con esto.

La ceja de Emiya se alzó cuando aquella última palabra fue dada por Brynhildr quien alzó la cabeza para verse de frente. La sonrisa de la mujer fue suave ante las palabras de gratitud mostradas.

―¿Estás agradecida conmigo? ―una pregunta dada hecha por Emiya y la cual Brynhildr respondió con una antinatural paz debido a su porte actual.

―Sí ―Brynhildr inclinó el rostro hacia un lado, viendo a los ojos grises del hombre.

―… ―Emiya no respondió, pero decidió esperar a que termine de hablar aquella mujer.

―Agradezco que no seas amable conmigo.

¿Por cuánto tiempo más ella estaba destinada a vagar por la tierra?

Brynhildr ya no supo qué año era, usualmente evitaba quedarse en lugares cerca de humanos. Vivir en el bosque fue una de las cosas que le dio, por breve que fuese, una ligera paz.

Había arrojado su lanza hacía mucho tiempo a un lugar lejano y con todas sus fuerzas, pero como si fuera el destino.

Esta siempre parecía volver hacia ella.

Ella supo que alguien había entrado dentro de "su territorio" debido a las runas que había colocado para quienes llegaba, pero aún sorprendió que la presencia no hiciera un acto de ocultarse en lo absoluto.

En especial porque reconocería aquella alma en pena chillante en donde fuese que la encontrase.

No tardó más que un par de segundos antes de que su puerta sonara un par de veces, el golpe de nudillos fue recibido con el silencio de la valquiria, quien solo caminó hasta la puerta de la cabaña y la abrió.

Una vez más ahí estaba parada aquella persona.

―Deberíamos trabajar juntos, donde sea que te asientas alguien que rehúsa de morir aparece.

Brynhildr no dijo nada y esperó que el hombre se fuera tras esas palabras, pero como si fuera su propia casa, entró sin más hasta caminar dentro. Se sentó en el sofá que tenía delante la chimenea que había armado y se relajó como si fuera su propio hogar.

― ¿Por qué me has buscado? ―Brynhildr no comprendió a aquella alama en pena que siempre parecía encontrarla en su momento más bajo.

―Debería darte la noticia que el asentamiento rio abajo ya no existe, estás bien con eso, ¿no? ―una respuesta tranquila que hizo que Brynhildr abriera los ojos.

Ella había únicamente ayudado a los niños perdidos en el bosque para que volviera a casa y tras esa acción. ¿Ahora se fueron sin más?

― ¿Por qué haces esto? ―Brynhildr no atacó o gritó como lo hubiera hecho en el pasado. Ella había hecho tanto mal que juzgar a alguien ya hubiese sido hipócrita de su parte.

―No hago nada.

―Siempre vienes a buscarme después ―la voz de Brynhildr se alzó un poco y el ceño se frunció―. Vienes a insultarme, pero no dejas de mirarme con ese rostro que muestra pena por mí.

El silencio entre ambos se prologó unos segundos antes que Brynhildr simplemente soltara un suspiro.

―Prepararé algo de té.

―No me quedaré por mucho tiempo, no importa.

― ¿Tienes otras almas a las cuales atormentar? ―la pregunta con molestia y sarcasmo hicieron que Emiya abriera los ojos y al contrario de lo que esperó Brynhildr.

El hombre sonrió.

―Ahora pareces una persona viva una vez más.

Siempre fue así.

Brynhildr lo supo, pero no había nada que hacer en cuanto veía a aquella persona, si bien no la mataba no es que la insultara o le restregara como tal lo que hacía, siempre habló de que "era algo que debía pasar" pero jamás le dijo por qué.

― ¿Qué es lo que hacen los guardianes del equilibrio para que siempre sea así? ―Brynhildr se calmó y caminó hasta quedarse de pie frente al hombre, quien la miraba una vez más sin inmutarse.

―Arreglar los errores humanos.

―No soy humana.

― ¿Estás segura?

―…

Tu origen puede ser distinto, pero tu divinidad ha ido perdiéndose año tras año. Ahora eres un remanente de lo que eras en el pasado, a pesar de no envejecer. Bueno, quizá tu fuerza ha incrementado.

―Mi origen es distinto y lo sabes, yo-

―Si de verdad quisieras haber muerto, lo habrías conseguido hace mucho tiempo ―la respuesta brusca de Emiya hizo que Brynhildr abriera la boca, pero que no saliera una respuesta.

―Yo…

―Quieres vivir, no quieres gastar la vida que él salvó incluso a costa de su alma, ¿verdad?

Un golpe.

La cabaña voló y parte del bosque y los alrededores tras el puño también desaparecieron con solo la presión del aire. Brynhildr estaba ahora con el puño extendido al lado de la cabeza del hombre.

―¿Qué? ―a diferencia de todas las veces, ella miró con detenimiento al hombre, pero no con alguna emoción o pensamiento yendo a la comprensión.

Fue la primera vez que Brynhildr miró a Emiya con una negativa tan presente.

―Las llamas a las que te arrojaste no deberían dejarte salir viva, Sigurd lo dio todo por ti incluso al final, incluso su propia existencia en esta línea para que pudieras seguir con vida.

―Entonces Odín…

― ¿Realmente confiaste en él? ―la pregunta de Emiya fue con cansancio―. No hay forma de traerlo de vuelta en esta línea, evitó tu destino dándolo todo, ¿aún sigues queriendo morir a sabiendas de lo que hizo por ti en aquel entonces?

Las piernas de Brynhildr cedieron y cayó de rodillas con la mirada perdida, los ojos abiertos de par en par y una sonrisa temblante.

―Me preguntaba por qué no eras un objetivo a pesar de seguir en el mundo humano, incluso cuando la era de los dioses está llegando a su fin.

―Yo…

―Solo sigue adelante, no importa lo que hagas, pero recuerda ―Emiya caminó y se agachó una vez más, a pesar del rostro serio y las palabras apáticas, se agachó y le dio un ligero abrazo―. Todo esto es tu culpa.

Un montón de partículas azules estallaron ante Brynhildr en símbolo de que Emiya se fue de aquel lugar dejándola atrás una vez más.

Se recostó en el suelo de madera y se cubrió la mitad superior del rostro con el antebrazo. Pensó en cómo había llegado aquí y la cantidad de tiempo que había pasado vagando por el mundo.

Había visto un poco de todo a lo largo de los años, viendo a los humanos como valquiria fue una cosa, pero vivir al lado de estos fue algo completamente nuevo.

Ellos vivían con los arrepentimientos y sus pecados a consciencia que algún día serían pagados, pero ella no supo qué decir o qué pensar de su situación.

No cuando quien había pagado por sus pecados fue Sigurd.

Lo culpó en vida tanto tiempo por haberla engañado para y alejado, pero ahora que sabía hasta dónde había ido por ella, ya no supo qué decir o qué hacer.

¿Y se suponía que debía superar algo como esto y vivir su vida?

Cuándo recobré la memoria, sentí una increíble tristeza de que mi esposa no hubiera sido tú.

Brynhildr recordaba claramente esas palabras dadas por Sigurd, pensó en aquel instante que solo eran palabras dulces, pero en este punto pudo entender a qué era lo que se refería.

¿Pero si Sigurd estaba dispuesto a dar hasta su existencia misma por ella, entonces por qué no se había escapado con ella?

Brynhildr se quedó quieta con los ojos cerrados.

Ya había pasados los siglos y seguía llorando por aquel hombre como el primer día en que lo perdió.

Brynhildr no supo como avanzar y tener una vida normal como aquella persona le deseó.

Había pasado más de medio siglo desde aquella vez que se encontró por última vez con Emiya en el bosque.

Las cosas para Brynhildr cambiaron gradualmente y ahora, en vez de avanzar, volvió a retroceder. Lo supo por cómo su corazón se aceleraba ante palabras simplemente amables que alguien le daba.

Había vuelto a buscar a Sigurd incluso si sabía qué le había pasado.

Una parte de ella le gritó que todo lo que hacía era uno sin sentido, que no importase lo que hiciera. El buscar a esa persona en otros era imposible debido a que ya ni siquiera podría ser encontrada ni siquiera en el Helheim.

Si ella no hubiera interferido una vez más, aquel ritual solamente serviría para brindar respetos a Sigurd, pero incluso cuando buscó la paz solo generó caos a quienes amaba.

Se dio cuenta de que no era necesario evitar a los humanos, que aquel hombre que vestía en rojo no aparecería a su alrededor a menos que hubiera pasado algo significativo.

Fue por eso que se dedicó a vivir en una granja un poco alejada de la ciudad que había en aquel lugar. Cultivar manzanas le dio algo de paz por momentos, olvidando a quién era de manera ocasional.

No se sintió bien para interactuar con los demás humanos cuando, eventualmente, ante un buen trato, algo en ella despertaba, algo que se dio cuenta con el paso de las décadas.

La condensación de su "amor" se manifestaba, su mente se nublaba hasta que llegaba el momento en el cual iba a estar con otra persona. Fue en ese momento en que incluso si arrojaba su lanza en el otro extremo del planeta o en lo más profundo del océano.

Eventualmente, esta regresaría para cobrar la vida de quien ella estaba amando.

Un destino que se lo merecía, así al menos podría tener un recordatorio constante de sus acciones y lo que hizo para terminar como estaba, ya no había esperanzas para ella.

Emiya le había dicho que lo dejaba en sus manos, pero ahora solo pudo estar a la deriva sin un objetivo claro.

No se merecía el amor de alguien como Sigurd.

Aquel hombre había sido demasiado para ella, y si no se hubieran conocido, entonces no habría pasado nada de lo que fue su historia.

Probablemente, seguiría sirviendo como una valquiria, apareciendo para guiar a aquellos guerreros merecedores del descanso y la paz eterna. Brynhildr supo ahora qué tipo de humanos eran los que no se merecían el pasaje al descanso eterno y los que estaban condenados en lo más profundo del Helheim. No es que fuera ajena a todo eso, pero nunca se centró en su rol de valquiria en el pasado.

Y ahora se arrepentía profundamente de algo como eso.

¿Quizá si hubiera aprendido algo más podría haber ayudado a guiar a Emiya para que pudiera descansar?

Una mano subió a la boca de Brynhildr al momento de recordar aquella alma tan retorcida y deformada, sujeta por grilletes y cadenas que parecían ser los elementos que mantenían unida aquel desastre fragmentado.

Alguien estaba llegando.

Brynhildr alzó la cabeza y sintió la presencia entrante de varios humanos. Miró su ropa unos instantes: la falda marrón y la camisa blanca, el delantal blanco y las botas marrones de trabajo. Si bien vestía como una doncella campesina propia de la época, su apariencia se destacó demasiado.

Incluso si un diamante era rodeado de tierra, este seguiría brillando por encima de esta.

Salió de la casa y miró a su alrededor, los campos de manzanos, cubriendo gran parte del terreno a ver. Fue una vista que la calmó de manera a cada vez que las veía.

Las manzanas rojas ya estaban listas para recogerlas, probablemente en uno o dos días ya sería momento de comenzar a juntarlas y venderlas.

Una sonrisa vino al rostro de Brynhildr al pensar en aquellas frutas rojas brillantes. Ver algo como ese hecho por sí misma fue más que alentador y tranquilizador.

El carruaje y los caballos sonaron cada vez más próximos. Brynhildr se giró y miró hacia los hombres entrantes en su visión. Eran caballeros y nobles. El carruaje llegó hasta el frente de la cabaña para detenerse ahí y, ante un coro de ovaciones, la puerta del carruaje se abrió.

Un hombre joven y bien vestido, pudo decir también por el escudo de la familia que portaba, pudo decir que era de alta nobleza.

No recordó quiénes eran los nobles exactamente, pero reconocía vagamente el escudo.

―El joven maestro heredero de la casa Welf y duque de Baviera se presenta ante usted, arrodíllese ante la presencia de su excelencia.

El vocero del noble hizo uso de su cargo y Brynhildr despertó ante el llamado. Los frutos la habían dejado hipnotizada al punto que se olvidó que estaba pasando a su alrededor. Ella no deseaba pensar las cosas de más o tener problemas.

Solo deseaba cultivar en paz aquellas manzanas que la hacían olvidar de forma momentánea sus pecados pasados.

―Siento mi falta de respeto ―tomando los doblados de la falda y con una voz clara de Brynhildr hizo una reverencia.

Acción que llamó la atención de algunos nobles debido a la forma en la que se presentó. Etiqueta y firmeza, cosas que no debería poseer una campesina.

Era más parecido a los modales de una princesa.

Aquel, llamado como el heredero de la casa, Welf caminó hasta quedarse parado frente a Brynhildr quien se había arrodillado y miraba el suelo. Una mano en el mentón hizo que alzara la vista.

Brynhildr lo vio en la mirada que le dedicó aquel hombre.

El deseo desenfrenado de tenerla.

―Eres más hermosa de lo que los rumores claman ―un cumplido con una mirada de añoranza. Brynhildr intentó ubicarlo en una escala de las almas de que conocía, pero ver a algo tan corrupto.

Le causó repugnancia.

―No soy merecedora de los cumplidos ni la presencia de su excelencia ―Brynhildr aún recordaba perfectamente la etiqueta y viendo cómo el rostro del hombre se torció en una mueca de desagrado, pudo decir que esa persona entendió lo que deseaba transmitir.

"Por favor, no me hables".

―Supongo que sigues siendo alguien que carece de respeto después de todo ―el hombre observó cómo la mujer estaba impasible con los ojos puestos en este, llevó un dedo y lo puso alrededor de los labios de aquella mujer.

Más en vez de avanzar más, simplemente la empujó hacia un lado.

―Será juzgada por insultar a la nobleza, que confisque las propiedades.

A Brynhildr no le sorprendió la situación que se desarrolló y pensó en simplemente revelarse, pero al mismo tiempo supo que sí algo como esto pasaba.

¿No era un castigo por sus acciones pasadas?

No opuso resistencias, algunas cuando se le ordenó subir en uno de los carruajes que estaban tras el principal; lo más probable es que aquella persona deseaba tomarla como concubina.

Hasta ahora su apariencia no le había traído más que problemas.

Brynhildr miró las esposas y grilletes que le pusieron alrededor de los brazos y las piernas. Metal tan fácil para ella de romper, no, incluso si deseara, probablemente podría arrasar con todo el imperio actual y nadie podría tenerla, más ahí estaba.

Dejándose someter.

Subió al carruaje y se sentó sin más, vio la ventana y esperó que este se ponga en marcha. Pasaron minutos de diálogo antes de que reanudaran el camino.

Brynhildr se dedicó a mirar por la ventana sin ganas de voltearse o prestar atención a lo que los nobles decían. La habían llevado por su apariencia, no tenía familia o un marido, la tierra la había comprado con oro que poseía.

Ella podría vivir como una reina si lo deseara, pero no fue lo que quiso, no, mejor dicho, no fue lo que se mereció.

― ¿Encontraste algo entretenido para ver? ―un peso se apoyó en su hombro que estaba viendo por la ventana, pero Brynhildr no se giró.

Sabía quién era la persona que había aparecido de manera instantánea y sin que pudiera prever nada.

―Ha sido un tiempo ―Brynhildr sintió el peso en su hombro irse, se giró y vio a aquel hombre sentado a su lado.

―Se puede decir, debo decir que eres un foco de problemas, no tengo órdenes de tratar contigo, pero siguen sucediendo eventos como estos a donde vayas.

―…

―Pareces más calmada que antes ―Emiya suspiró antes de ver las cadenas en los brazos y pies de la mujer―, ¿de verdad te dejarás someter por esos hombres?

―No importa.

― ¿Es lo que crees o lo que sientes que mereces?

―…

Sin respuesta nuevamente de parte de Brynhildr. Eventualmente, la mujer se dio cuenta de algo.

Los carruajes se habían detenido.

― ¿Esto es por qué me he acercado a ellos? ―Brynhildr comentó viendo a Emiya. Miró de reojo al hombre, quien soltó un suspiro.

―No, seguro que has visto otros dos carruajes atrás, están llenos de jóvenes que fueron llevadas sin más, una de ellas no debería desaparecer.

― ¿Otro evento que fue cambiado?

―Puede decirse que no es tan simple como "liberemos a la chica", tengo que cumplir con mi parte. El niño que te llevó no es el heredero de la casa, es su hermano, quien fue repudiado hace poco.

―Entonces…

―El resultado es el mismo que muera aquí o después, su vida útil terminó hace tiempo, pero decidió hacer algo más allá de su destino.

Brynhildr volvió a mirar hacia un lado, sin ganas ni ánimos.

―Propio de ti y de los héroes, pensando que el sacrificio es la salvación ―la mujer pegó la cabeza contra los barrotes de madera y miró el exterior sin ganas.

― ¿No es lo mismo para ti? Te has vuelto más locuaz de lo que recordaba, ¿es por tu tiempo en el mundo humano? ―la burla evidente de que Brynhildr no le prestó atención.

― ¿Por qué estás aquí otra vez?

La pregunta hizo que Emiya alzara una ceja.

―Solo veo mi entretenimiento favorito y

―No eres tan bueno mintiendo como crees, no, tu alma llora cada vez que mientes.

―…

―Deberías descansar.

―Lo haría si pudiera.

― ¿No puedes librarte de tu contrato? ―Brynhildr cerró los ojos y dejó que el aire fresco le llegara.

―Lo he intentado, al igual que tú, solo me queda seguir avanzando con mis acciones pasadas como lastre.

La sonrisa de Brynhildr volvió haciendo que Emiya frunciera el ceño.

―Es bueno que sigas igual.

―Usualmente, estarías llorando o gritando.

―Tuve mucho tiempo para pensar.

― ¿Un par de décadas te hicieron reflexionar más que varios siglos? ―La burla fue dada por Emiya viendo a Brynhildr―, dudo que alguien tan cerrado como tú pueda cambiar.

―Es cierto, sigo buscándolo.

― Incluso si luchas por ello, no podrás encontrarlo.

―Lo sé.

―Pero sigues buscándolo ―un suspiro grande de parte de Emiya hizo que Brynhildr se sentara apropiadamente y se recostara contra el respaldo del asiento. Se quedó pegada al lado de Emiya quien estaba sentado a su lado.

―También me buscas cada vez que nos encontramos.

―Es bueno hablar con alguien que no tengo que limpiar ―Emiya cerró los ojos y se dejó llevar, intentando relajarse por breve que fuese.

―Solo quieres ser recordado, ¿no es así? ―el silencio de parte de Emiya hizo que Brynhildr riera un poco.

― ¿Qué es tan gracioso?

―Es bueno que no seas amable.

―Mujer rara.

La sonrisa de Brynhildr volvió a crecer ante aquel reclamo dado contra ella. Inclinó su cabeza en el hombro de Emiya y se relajó también.

Una situación suave como esta le hacía pensar que aún era una valquiria, que nunca había hecho algo contra Sigurd y que lo animó hasta el final.

Quizá si no hubiera hecho las cosas que hizo ahora, podría estar con Sigurd en el Valhalla y la esposa de este sufriendo en el Helheim.

―Gracias.

―Deja de darme las gracias.

La risa suave de Brynhildr salió animada ante el reclamo constante dado contra ella.

―Deberías ser más honesto contigo mismo.

―No sé de qué hablas.

La risa de Brynhildr estalló por primera vez en siglos ante el estado de vergüenza de aquella persona que misteriosa que siempre aparecía ante ella.

Un lado dejó de escuchar gritos gracias a una suave risa y el otro lado pudo alejar los malos pensamientos ante una persona.

Gradualmente, con el paso del tiempo, ambos llegaron a llevarse mejor de lo que alguna vez pensaron.

Una vez que volvió hacia la granja de manzanas, Brynhildr vio algo en la lejanía cerca de estas.

Humanos, más no estaban vivos. Al momento en que llegó cerca de estos, logró ver cómo eran parte de la nobleza que había pasado anteriormente. Algo particular le llamó su atención.

Fueron las antorchas y el alcohol que fueron apagados.

Brynhildr abrió los ojos al darse cuenta de que aquellas personas pensaban quemar los manzanos, pero por cómo estaban ahora tiradas, fueron detenidas en el acto.

La duda de lo que pasó llegó en la mujer, quien caminó lentamente. La yerba tocando sus pies se sintió extremadamente fresca y, cuando se dio cuenta, notó el agua derramada en ciertos lugares y un solo árbol de manzano quemado.

Pero el resto seguía intactos.

¿Qué había pasado?

Miró a su alrededor y no encontró a nadie, por lo cual solo una persona llegó en su mente para responder a quién había detenido aquel evento.

Emiya.

¿No había dicho esa persona que la misión era limpiar a los nobles y dejar que una joven saliera?

No tenía sentido que se haya tomado las molestias de detener el fuego e incluso apagar el de aquel manzano que había estado llamas.

El hombre no parecía alguien que se aferraba a las reglas, pero esto fue otro punto de inflexión, siendo que ahora había interferido con caballeros que ya estaban lejos de su señor y un campo de manzanas que en un principio en la historia jamás existió.

Brynhildr caminó hasta aquel manzano y vio una única fruta que se salvó.

Un rojo brillante la esperó para que lo tomara, y ella extendió la mano y lo sujetó con cuidado, lo acunó entre sus dedos y lo miró con anhelo.

Había encontrado un fruto brillante en aquel manzano quemado.

Brynhildr llegó a una nueva comprensión.

¿Acaso no era lo mismo con Emiya en primer lugar?

Un árbol quemado que aún poseía una fruta que esperaba ser recogida.

Una suave risa se escapó de sus labios, pero se detuvo al momento en que los recuerdos volvieron a calar dentro de ella, despertando porque había estado sufriendo.

Una risa o una alegría eran cosas momentáneas para ella, el remordimiento constante y la imposibilidad de liberarse le hicieron reflexionar todo lo que había hecho para aprisionarse.

¿Pero qué fue lo que generó que Emiya se apartase?

Con la manzana en manos miró hacia el cielo nublado y esperó por extraño que fuera la vista del hombre y las implicaciones que tenía consigo.

Lo que yo quiero.

Quiso esperar y conversar una vez más con esa persona, entender por qué un héroe como él estaba haciendo algo como esto, como un alma que merecía un descanso y seguía trabajando.

Y la razón tras del porqué la seguía visitando.

Por los siguientes dos siglos no hubo una aparición de Emiya a su alrededor.

Brynhildr tuvo tiempo para pensar en todo lo que había pasado, algo tonto y que ocasionalmente causaba la propia burla de la mujer hacia sí misma.

¿Después de tanto tiempo aún no podía dejar de tener el mismo pensamiento?

Emiya se burlaba a cada que podía de ella por ese hecho.

Algo que aprendió del tiempo que pasaba era que debía mudarse ocasionalmente antes que las personas sospecharan. Cambiar la apariencia era una opción, pero eventualmente ese hecho daba a luz de alguna manera u otra.

Quizá fue su suerte la que no la dejó avanzar y la condenó a seguir cometiendo errores que debía pagar. Una señal de su destino desdichado que no podía evitar por más que intentara avanzar.

Los humanos habían progresado bastante con el paso de los años, y comenzó a existir algo palpable llamado "tecnología" que iba acaparando más espacio en la vida de los hombres. Brynhildr pudo decir que era algo fácil de entender.

Pero en cada generación los magus que nacían eran peores que los anteriores.

¿Fue la caída de la era de los Dioses?

Cuando Emiya le habló de algo como eso, no le prestó atención debida, pero ahora podía comprender que también por su divinidad iba mermando en poder bruto.

No es que ella la estuviera perdiendo, simplemente el mundo la estaba rechazando. Aquello significaba que el mundo sabía de su existencia, pero aun así no interfirió con ella.

¿Por qué?

¿Fue por Sigurd?

Brynhildr no tuvo ganas de seguir avanzando en este punto. Cada vez que algo nuevo llegaba frente a ella, solo se deterioraba, tampoco podía vivir la vida de un humano por el pasar del tiempo.

Fue condenada por el vagar eternamente.

Posiblemente, el mejor castigo para alguien que intentó huir de sus hechos y morir junto a quien amaba, ahora estaba condenada a seguir adelante sin importar lo que pasara.

Algo que distinguió de su persona, a diferencia de los primeros siglos de su travesía, es que había vuelto a defenderse. Anteriormente, si un humano llegaba a someterla no opondría resistencia, sabía que cuando abriera los ojos ya no habría nadie a su alrededor de todas formas.

Condenada a vivir y a destruir a quienes intentaban terminar con su vida.

Aquella fue la existencia actual de Brynhildr la valquiria.

― ¿Ya no cultivas manzanas?

Brynhildr no se sorprendió a pesar del tiempo. Solo se giró y recibió a aquella misteriosa figura una vez más, pero a diferencia de todas las otras veces.

―Es bueno verte.

Un tono amable y una sonrisa. Brynhildr notó de inmediato cómo aquel hombre pasó de estar sonriendo a estar sorprendido.

―Pensé que intentarías matarme esta vez.

―Tuve tiempo para pensar.

―Has tenido demasiado de eso que no esperé que ahora cambiases ―Emiya bajó del árbol en el cual estaba descansando. Brynhildr llevaba una cesta con una manta. A diferencia de la última vez que Emiya recordó ver a la mujer, ahora esta llevaba ropas más pulcras, ¿ahora trabajas como sirvienta?

Una risa suave hizo que Emiya se sorprendiera.

Recordaba el manojo de nervios y la inestabilidad de la mujer cuando la encontraba. Ahora no lloraba o estaba desesperada.

Estaba más calmada y con un ánimo que no creyó ver.

―Se puede decir, trabajo para una familia noble como la nodriza de una niña noble.

―Oh, de reina a criada, supongo que es mejor que de reina a campesina.

Una risa nuevamente que desconcertó a Emiya.

―Sí, se puede decir que hasta que recobré la conciencia por completo no me di cuenta de la situación en la que vivía.

―…

Brynhildr se extrañó por el silencio dado por el hombre.

― ¿Sucede algo? ―Emiya rechistó la lengua y se bajó del árbol hasta ponerse de pie frente a Brynhildr. Examinó el rostro de la mujer en busca de algo con lo que la propia Brynhildr no supo de lo que se trataba.

Pero dado el rostro de completa seriedad mostrado, era evidente que estaba buscando algo en ella.

¿No estaba demasiado cerca de su rostro?

Un impulso que Brynhildr había experimentado incontables veces pasó una vez más por su pecho. Un latido que se mostró ante los que había reconocido anteriormente como "amables" ahora se presentó ante aquella persona.

Emiya quien solo se había percatado del rostro de la mujer que tenía una mejor apariencia de la última vez, se sorprendió a que aquella mujer girara el cuello hacia un lado y desviara la mirada que sostuvo con él brevemente.

¿No era eso un sonrojo?

Emiya sintió un dolor de cabeza emergente ante aquella reacción de la mujer. Simplemente, le dio un ligero golpe en la frente con un dedo, sacando a Brynhildr de su aturdimiento.

―Pensé que habías mejorado, pero veo que sigues igual.

―…

Emiya suspiró ante el hecho que conocía de la mujer y la maldición autoimpuesta que tenía con respecto al "amor" que sintió hacia aquellos que la trataron bien.

No le sorprendió que algo así se formara en una mujer que perdió por siglos la memoria de quién era o quién era, a excepción del deseo de buscar a quien "amaba" para estar juntos.

―Lo siento…

Un segundo golpe a la frente de la mujer hizo que abriera los ojos viendo al hombre, quien comenzó a alejarse.

―Ahora que te encuentras mejor, no tengo motivos para visitarte, haz lo que quieras de ahora en más.

No le quedaba mucho tiempo en aquel mundo de todas formas. El sonido de la cesta cayendo hizo que Emiya se volteara.

―Entonces, si venías porque estabas preocupado… ―Brynhildr abrió los ojos y viendo al hombre, quien se cruzó de brazos y miró a otro lado.

Simplemente, perdí el interés en alguien que ya puede caminar por su cuenta otra vez ―Brynhildr no necesitaba ver el alma del hombre para saber que estaba mintiendo.

Una risa suave salió de Brynhildr y negó para sí.

Incluso hasta el final aquella persona no podía ser honesta consigo. Tomó una vez más la cesta y buscó en esta para lanzar una manzana, la cual fue atrapada por el hombre, quien examinó aquella fruta roja brevemente.

― ¿Qué es esto?

―Es temporada de cosechas, están dulces ―Brynhildr misma tomó una y le dio un mordisco. Comprar fruta no era usual para un ciudadano regular, pero a ella se podía permitir algo como eso.

―Supongo que aún sigues siendo la chica de las manzanas ―a pesar de las quejas y las burlas, el hombre le dio un mordisco a la manzana viendo de reojo a Brynhildr quien sonreía―, ¿qué?

―Gracias por no ser amable conmigo.

Probablemente, habría pasado más de un milenio y varios siglos desde que comenzó a vagar en la tierra.

Brynhildr vivió varios puntos de la historia de la humanidad y en varios de ellos se encontró con esa persona cuando algo parecía ir "mal" para los demás.

Le gustaría que pudiera descansar algún día. Probablemente, ahora se encontraría arreglando el desastre de los hombres en otros mundos.

¿Quizá en alguno de estos ella habría sido asesinada por él?

Una de las cosas que se dio cuenta de aquella pelea y del resto de encuentros fue la fuerza del hombre. Aquel día que se presentó ante los dioses supervivientes del ocaso era diferente, el mana que circulaba por el cuerpo de este estaba rebosando y prácticamente quemando el cuerpo del hombre.

Pero posterior a eso no hubo tal caso, fue como si la fuerza o la cantidad del mana que poseyera dependiera del objetivo con el cual lidiara.

Había encontrado una falsa paz con el paso del tiempo, la culpa seguía persistiendo y probablemente jamás dejaría de perseguirla, pero poco a poco había logrado volver a su antiguo yo.

Ahora estaba como una maestra para niños, había pasado algo de tiempo desde que cambió identidad, por lo cual en este punto ya estaba comenzando a aparentar una edad menor de lo que realmente se mostró en los papeles.

Brynhildr suspiró cuando los niños terminaron de salir del salón y ella se quedó atrás.

Era impresionante cómo, a pesar de no poseer conocimientos arcanos o de hechicería, los humanos seguían progresando tanto en el desarrollo de comodidades.

― ¿Ahora siendo una maestra? ―una vez más aquella voz llegó a sus cercanías.

Con los brazos cruzados tras la puerta que se acababa de cerrar, el hombre apareció una vez más.

―Creí que ya no me buscarías ―Brynhildr respondió con un signo de la mano indicando al hombre que se acercara. Un rechistar de lengua por parte de Emiya hizo que Brynhildr sonriera.

Siempre fue así, por más que el hombre intentara no mostrarse amable o con buena voluntad, al final lo hacía, la escuchaba y se acercaba para hablarle. Palabras que usualmente podría tomar como "duras" eran dadas para que ella responda.

Fue gracias a aquel hombre que tan rápido como aparecía y desaparecía pudo recobrar gradualmente su consciencia para estar de pie de dónde estaba.

―Lo que sea ―cuando el hombre llegó donde ella se encontraba, no le dijo nada, tomó la silla en la cual había estado hace unos segundos y, como si fuese suya, se sentó alzando los pies sobre la mesa.

―No lo ensucies ―Brynhildr se cruzó de brazos, pero no hizo un movimiento real.

Ahora es cuando cayó en cuenta de algo: el mana en el cuerpo del hombre gradualmente iba cayendo.

―Lo que quieras, al final solo es-

― ¿Siempre llegas viéndote de esa forma? ―Brynhildr nunca se había dado cuenta, todas las veces, por más que estuviera más consciente, nunca fue por completo lucida.

Fue ahora que estaba en su mejor momento, en tanto tiempo que se percató del daño real que el hombre cargaba dentro.

―Me veo como siempre.

―Estás herido…

Emiya alzó una ceja por aquella respuesta de la mujer, quien parecía consternada al verlo así.

―Eventualmente, me iré y volveré a estar en una pieza, siempre fue así, no veo el caso de que te preocupes ahora.

Brynhildr se quedó quieta viendo al hombre y, como en cada encuentro con este, la comprensión llegó a mostrarle algo nuevo de parte del hombre.

―Siempre volvías luego de terminar una de tus misiones con una fracción del poder que mostraste aquella vez, pero ahora… ¿siempre lo haces porque guardas un poco para verme?

Un suspiro y el hombre mirando al techo del lugar hicieron que Brynhildr se sorprendiera ante la simple aceptación dada.

―No es que cuente con el poder suficiente para desperdiciar cuando soy enviado, una vez la misión ha terminado debo volver, el que mantenga algo de maná para seguir existiendo es algo que no se puede reponer.

―…

― ¿Ahora que sabes un poco más, tienes piedad? ―Emiya se burló nuevamente de Brynhildr quien estaba viéndolo en silencio―. No es necesaria la compasión dada hacia mi persona, no al menos cuando todo lo que pasa siempre es lo mismo.

― ¿No puedes descansar al menos una vez? ―el comentario de Brynhildr hizo que Emiya cerrara la boca y mirara a la mujer que nuevamente ante él.

Parecía horrorizada.

―Tu alma jamás tuvo el descanso merecido, ha sido deformada al punto que ya no es humana, antes no podía verla debido a mi estado, pero ahora que puedo juzgarte…

―Es suficiente.

―No, no lo es, no hay un alma de un humano, es una espada, una espada sostenida por cadenas que evita que caiga y se derrumbe. En vida fuiste merecedor del descanso eterno, pero ahora.

―No sigas ―la postura del hombre cambió, siendo ahora sentado correctamente y con una mano extendida frente a la cara de Brynhildr quien estaba viéndolo hacer algo como eso.

No esperó que la mención de la palabra "espada" tomara una reacción verdadera en aquella persona.

― ¿Por qué me has ayudado hasta ahora? ―una pregunta válida que había sido esquivada por años, pero ahora Emiya parecía más abierto a la idea de hablar con ella de lo que alguna vez fue.

No solo fue él, ahora ella también tuvo curiosidad de que era lo que movió a aquella persona para que estuvieran ambos siempre presentes.

―Solo porque apareces en el peor momento, como en este momento, a unos cuantos kilómetros, un asentamiento debía perecer y sorpresivamente, como en cada ocasión, estabas ahí para ella, incluso en el peor momento siempre estuviste cerca.

Brynhildr pensó en ella y en su vida, como en los peores momentos de su vida y a pesar de insultarla o burlarse de ella… ¿no fueron aquellas palabras las que siempre la hicieron avanzar?

―Incluso si ese fuera el caso, te lastimaste para ahorrar un poco de energía y verme por breve que fuese ―Brynhildr miró al hombre quien no apartó la vista del techo.

―Supongo que es bueno conversar con alguien que te recuerda de vez en cuando.

¿Estaba solo?

Brynhildr negó para sí ante esa pregunta obvia. Era obvio que aquel hombre estaba solo. Desvinculado del tiempo y aislado del descanso eterno.

Alguien que solo podía avanzar ante el olvido de los demás.

―No creo que una conversación sea lo único que te motivó a verme.

―…

Sin respuestas.

Brynhildr quizá estaba siendo algo presuntuosa para creer que el hombre le diría algo más, pero no podía no evitar pensar en la situación de este. Debía haber una razón real para no haberla terminado aquella vez que la vio rota y sin retorno en su primer encuentro.

―Quiero ayudarte ―algo que hizo que el hombre bajara la cabeza lentamente para verla y se limitó a sonreírle. Fue diferente de todas las veces que lo vio sonreír.

Probablemente, fue la única sonrisa medianamente sincera que Emiya le había dedicado.

―Agradezco la intención, pero no es necesario, deberías cuidarte a ti misma ―Emiya cerró posterior a esos los ojos y dejó que el silencio volviera.

―Me has ayudado hasta ahora, ¿cómo puedo ayudarte a ti?

Si no fuera por la intervención del hombre, no sabría dónde estaría ahora. Probablemente, se hubiera alejado de toda residencia humana y abandonado todo acercamiento con el hombre, condenada a vagar por un mundo que la desconocía, sucumbiría a la locura.

Pero nada de eso pasó debido a la intervención de Emiya ante ella, molestándola y señalándole el camino correcto con dureza. Al principio le tuvo asco al ver un alma tan deformada, pero ahora cualquier signo de molestia había marchitado como una rosa cuando era cortada.

Simplemente, quedó la pena que sintió por el hombre y no pudo evitar comprar su destino final con el de Sigurd.

Fue culpa de ella que no pudiera ayudarlo, que no pudiera soltarlo o alejarse ella misma a pesar de tener un lugar a donde volver o un marido que de verdad la amó, incluso más de lo que ella jamás le prestó atención.

No se merecía a alguien como Sigurd y probablemente tampoco se merecía la compañía de Emiya.

Un golpe en su frente hizo que Brynhildr volviera a la realidad.

―No sé qué pasa por esa cabeza tuya, pero no te culpes de todo, simplemente… ―Emiya suspiró antes de alzar una mano y tomar parte del cabello de la mujer y tocarlo con cuidado―. El verte rota ante un sueño el cual te aferraste hasta el final, me recordó a alguien.

Un sueño al cual se aferró.

Brynhildr bajó la cabeza y entendió lo que quiso decir aquel hombre.

Su amor no había sido nada más que "un sueño" el cual no pudo soltar.

― ¿No son los sueños algo que todos deseamos cumplir? ―la pregunta de Brynhildr causó que el hombre soltara el cabello que tenía en mano de la mujer y alzara la cabeza para verla a los ojos.

Hubo algo distinto en la mirada esta.

―Sí, todos queremos cumplir algo como eso, pero pocos lo logran e incluso cuando uno lo consigue… ―Emiya dio un paso atrás y las motas azules se comenzaron a tomar parte del cuerpo de este, indicando que estaba por irse.

―…

Brynhildr esperó a que Emiya terminara, un último deseo dado a alguien que estaba por irse a pasar el tiempo en soledad.

―Cuando cumples tus sueños, ¿qué te queda después de eso?

El estallido de motas azules envolvió el campo visual de Brynhildr y cuando la luz se fue apagando lentamente ya solo quedó el vacío una vez más en donde había estado aquella persona tan singular.

Emiya había invertido tanto para salvarla, pero ella no podía levantar una mano y ayudar para reconfortarle.

Se quedó viendo el punto donde había estado el hombre en silencio, llevó sus manos hacia donde Emiya había tocado su cabello y notó la sangre que se había pegado.

Manos que se manchaban por otros, e incluso cuando no deseaba seguir avanzando solo obtuvo una cadena jalándolo hacia el frente para que nunca pudiera perder el rumbo.

Un héroe que ahora era una sombra o una fracción de sus yo real.

¿Quizá en vida Emiya había sido mucho más sincero?

Brynhildr no descartó la posibilidad, debido a las interacciones pudo entender que el tiempo que pasó para ella fue mucho mayor para el hombre, pero aun así sin nadie que estuviera de su lado o quien lo apoyara.

Siguió avanzando.

―Soy patética… ―Brynhildr no pudo evitar exclamar viendo sus manos temblantes cuando las alzó. Los sentimientos encontrados de su yo, del pasado y del presente siempre le daban aquel choque que le mostró que no importaba cuánto intentara.

Siempre caería en lo más bajo.

Su lanza jamás dejó de seguirla y eventualmente la mantuvo a su lado. Dejó de buscar la amabilidad en los demás y solo intentó ver lo peor de cada uno para evitar que su corazón latiese de forma diferente.

Ya no estaba buscando a Sigurd, incluso si nunca podría quitarlo de su corazón, sabía que aquella alma que tanto anheló volver a ver ya no era existente para ella.

Quería disculparse y escuchar a Sigurd maldecirla y gritarle, insultarla y golpearla, quizá de esa forma por leve que sea, la culpa desaparecería.

Pero conociendo a Sigurd la recibiría con una sonrisa y los brazos abiertos, esperándola y diciendo que se había tardado.

De verdad.

―No me lo merecía.

La tecnología jamás dejó de sorprender a Brynhildr.

Los humanos seguían avanzando sin parar, al punto que ahora no pudo reconocer muchos lugares que había visto en el pasado. Lugares donde solo habitaban personas con lo necesario para vivir se encontraban viviendo en lugares especializados para el confort, comida que era accesible y elementos que si no los hubiera visto por sí misma, jamás creería que torres que se erguían y construían con elementos tan mundanos podrían elevarse hacia el cielo de tal manera.

Algo que la dejó un poco aturdida y fuera de su yo usual fue cuando adquirió uno de esos "teléfonos" que los humanos hablaban. No supo decir ni siquiera el nombre de la marca del que poseía, pero le fue entretenido.

Había cambiado de identidad hace poco tiempo y ahora se dedicó a estar en casa, había comprado una en uno de los países de la región oriental y decidido ver el mundo moderno por sí misma.

Una de las razones que terminó asentándose en aquella ciudad en donde ahora residía fue por un evento que le llamó la atención.

Gradualmente, se dio cuenta de que las almas merecedoras del Valhalla dejaron de existir con el pasar del tiempo, cada vez había menos y en este punto de la historia no había nadie que se mereciera tal descanso.

Pero al igual que las almas que no pasaban al Valhalla tampoco iban al Helheim que ella conocía, y el surco de las almas que conocía se detuvo en un lugar en específico hace diez años.

Cuando llegó por fin a la ciudad para aprender lo que pasó se dio cuenta de un punto en el cual se había consumido todo lo que había, la vida no volvía y solo quedó una mancha que marcó por completo la zona.

¿Qué había pasado?

Estaba al corriente de algunos magus que intentaron crear un ritual para acceder a la raíz, pero no supo mucho de lo que pasó, no después de haberse ocultado por tanto tiempo de todo, pero ahora que estaba parada ahí con la intención de investigar aquel cambio que no era posible en el mundo moderno.

Se encontró con rastros mucho más allá de lo imaginable.

Ahora vestía una falda que bajaba hasta un poco por debajo de las rodillas, el conjunto fue uno oscuro, con una camisa de igual color, y un abrigo blanco que la cubrió en la parte superior, las medias altas negras y zapatos bajos color negros le dieron un aspecto "de luto" como había estado desde hace tanto tiempo, el color más destacable aparte del abrigo blanco que llevaba, fue la corbata estilo lazo amarilla con la piedra ornamentada de azul en el centro de la unión haciendo que se sujetara.

El viento era fuerte, su falda hondeó un poco por debajo del abrigo y caminó hasta llegar al parque que se había construido ahí.

La energía negativa era bastante fuerte, tanto que le abrumó los sentidos con solo estar parada ahí. Brynhildr caminó hasta sentarse en uno de los columpios y mirar a su alrededor.

Alzó ambas manos y sujetó las cadenas del columpio en el cual estaba sentada, no pudo evitar mover los pies y balancearse brevemente mientras que miraba a su alrededor.

La energía negativa en el lugar impresionante, él apuntó que no era algo que pudiera ser replicado por medios mundanos o arcanos.

¿Quién había sido el responsable?

― ¿Qué haces aquí?

Una voz que Brynhildr identificó como la de una adolescente, sonó tras ella, no se giró debido a que supuso que la joven tomaría aquella acción como una ofensa.

―Estoy de paso.

No fue una mentira, ella solo tuvo curiosidad del lugar, no pensaba interferir de todas formas, porque si hubiera alguien que tuviera que interferir en el lugar.

No sería ella.

―Deja de jugar y habla ―el mana se reunió a espaldas de Brynhildr, no necesitaba ver para entender que la joven tras ella estaba cargando un hechizo, pero algo como eso era innecesario de esquivar.

Con su resistencia e incluso con su divinidad decaída en la actualidad, casi no existía nada que pudiera lastimarla.

―No mentí, estoy de paso ―Brynhildr mantuvo su postura, estaba siendo calmada y con un porte en su voz, que fue como en aquellos días que actuó como una valquiria―, ¿no es un poco irrespetuoso aparecer sin más y amenazar a alguien?

Lo más probable es que la chica tras ella no supiera identificar qué había frente a ella. Brynhildr no la culpó ni mostró signos de agresión, su mente estaba en paz mientras que veía hacia el horizonte de la ciudad.

―Alguien que entra en un territorio conocido sin presentarse en este momento es bastante sospechoso para-

―Maestro.

Brynhildr abrió los ojos ante aquella voz, pero no se giró, solo apretó las manos alrededor de la cadena del columpio y evitó moverse.

― ¡¿Qué demonios haces? ―el grito de la joven fue dado con enojo absoluto―. ¡¿Te revelas sin más?!

La ira de la chica radicaba en la desobediencia de aquel hombre. Brynhildr no se sorprendió a que algo así pasara.

―No, todo magus en la zona es tu enemigo, te has revelado sin más sin consciencia de quién era ―Brynhildr sonrió de lado ante la reprimenda dada por aquel hombre a su "maestro", quien estaba quejándose a la par que era regañada―. No hay ningún atisbo de hostilidad hacia tu persona y por eso has decidido que era una novata, ¿no?

Un suspiro que mostró su cansancio fue dado por el hombre, quien recibió aún más quejas de parte de la chica, que había dejado de amenazarla para pelear verbalmente con aquel hombre.

―Me ocuparé del resto, es mejor que te retires ―aquellas palabras fueron el tope que la chica soportó, por lo que Brynhildr escuchó tras ella.

Si bien hubo quejas y peleas, todo fue dentro de lo que pudo considerar como "respeto" hacia aquel hombre que ordenó la retirada a su "maestro" mientras que terminaba de lidiar con ella.

Al cabo de minutos, la joven aceptó finalmente y se retiró del parque. No sin antes de pararse frente a Brynhildr y verla de frente como una amenaza.

La mujer no pudo evitar reír frente a la chica, quien se puso roja de la ira. Ningún movimiento fue dado debido a que tras Brynhildr la chica vio al "sirviente" que tenía despidiéndola con un gesto de la mano.

Pasaron unos minutos en silencio con Emiya tras Brynhildr y la mujer de pelo blanco viendo hacia la dirección donde se fue la chica de pelo castaño y dos coletas antes de que se perdiera en la ciudad.

―No pensé verte de una manera a la habitual distinta.

Brynhildr se relajó cuando, un campo delimitado, se irguió sobre ambos.

―Y tampoco creí que vendrías a un lugar como este, hace parecer que quien sigue a quien eres tú a mí ―Emiya vio a la mujer que se mecía levemente en aquel columpio.

Brynhildr abrió los ojos cuando fue empujada ligeramente y movió la cabeza para ver atrás y notar al hombre que la empujó con cuidado.

― ¿Era esto lo que referías con tratar conmigo? ―Brynhildr no se quejó ante la acción dada por Emiya, cerró los ojos y se dejó estar mientras que se mecía ligeramente.

―No encuentro que te quejes.

―No lo haría, solo…

―No traigas temas de la última vez ―Emiya se dio cuenta de dónde iría la conversación y quiso evitarlo.

― ¿No hay una forma en la que pueda ayudarte?

―Que me recuerdes es suficiente ayuda.

―… ―Brynhildr abrió los ojos y observó el suelo sin ánimo alguno―. No es necesario que alejes a los demás.

La respuesta de Brynhildr se ganó un silencio por parte de Emiya.

―Creí que no hablaríamos de esto.

―Sigues estando solo ―Brynhildr miró hacia arriba una vez más y se encontró con los ojos plata del hombre, quien parecía perdido en cómo avanzar.

¿Cómo no lo estaría?

Siguiendo hacia adelante por tanto tiempo, incluso si fuese un pequeño paso, eventualmente la distancia recorrida desde el punto de inicio a la posición actual sería mayor de la que se podría pensar.

―No hay nada que puedas hacer, tú misma deberías vivir para ti, has llegado por la corrupción, ¿no es así?

―Estás al tanto de ello ―Brynhildr no se sorprendió de ese hecho.

―No es información que nadie conozca como tal.

―Aun así lo dijiste sin más para mí ―Brynhildr volvió a mirar al frente.

El viento que mecía su cabello a cada vez que era empujada le hizo sentirse bien, relajada, además de la compañía que contaba, alguien que la conocía desde lo más bajo hasta lo más alto.

―Eres una excepción, supongo que me he acostumbrado a charlar contigo.

― ¿Incluso cuando no conversamos por más de unos minutos en cada encuentro?

Un resoplido de burla salió de Emiya.

―Unos minutos con la cantidad de encuentros que hemos tenido a lo largo de tanto tiempo eventualmente pasan a ser muchos minutos ―Brynhildr supo a qué se refería Emiya a pesar del término que usó.

―Pareces más alterado que de costumbre ―Brynhildr soltó lo que le pareció el semblante de Emiya quien se quedó en silencio unos segundos ante aquella observación.

―No pensé que me conocieron tan bien.

―Bueno, nos conocemos por "muchos minutos" ¿no es así? ―el comentario de Brynhildr sacó una sonrisa de lado del hombre.

―Puede decirse que sí, entonces supondré que has saciado tu curiosidad de este evento.

―Había olvidado el grial.

―No es como si fuera extraño, en ese tiempo parecías a punto de romperte si te movía el viento.

―Ha sido mucho desde aquellos tiempos, ¿no? ―Brynhildr sintió el tiempo pasar, como todo cambiaba y a pesar de estar al corriente de los eventos que pasaban.

Se sintió estancada.

Que no pertenecía a aquel lugar y que su existencia no se debería de dar.

―Sí, unos siglos más y cumplirás dos milenios deambulando por la tierra en busca del perdón.

―Algo como eso no podría encontrarlo ―Brynhildr negó.

―Es porque tú no deseas hallarlo.

―Puede ser ―Brynhildr cerró los ojos y pensó una vez más en Sigurd―, sin importar cuando quiera avanzar sé cuál es mi lugar.

―No lo sabes, es por eso que has llegado hasta aquí ―Brynhildr abrió uno de los ojos cuando dejó de ser empujada, miró de reojo y vio a Emiya sentado en el columpio a su lado.

―Quizá ―Brynhildr volvió su atención hacia el suelo, mirando las hormigas pasando debajo―. Nunca encontré un lugar el cual llamar hogar después del ocaso, lo has dicho con anterioridad, que debí haberme ido al lado de Sigurd en aquel fuego.

―Pero no lo hiciste.

―No lo hice ―Brynhildr no se rompió a diferencia de aquel tiempo, Emiya sonrió de lado ante aquel progreso.

―Incluso si buscas el perdón, algo como eso no te hará sentir mejor ―Emiya comentó sin ganas. Brynhildr alzó la cabeza y observó al hombre―. Cumplir una meta, desear algo o añorarlo son acciones que tienen un fin, la emoción por cumplir algo eventualmente llegará a su fin y antes de que te des cuenta, estarás sola en un infierno sin fin.

―Emiya…

―No es necesario que te perdones a ti misma o que olvides las cargas que llevas contigo, pero es mejor vivir en la pena que en el olvido, por más que te lamentes, podrás recordar aquellos tiempos, en donde todo iba bien y a la hora de ver tu posición y tu momento más bajo descubrirás, que no estás tan lejos de aquel momento en el cual podrías decir… que fuiste feliz.

Al terminar de hablar, Brynhildr sintió su corazón latir y sus ojos picar. Llevó una mano y se cubrió los ojos cuando las lágrimas comenzar a bajar.

―No deberías consolar a una pecadora como yo… ―la voz de la mujer se comenzó a quebrar y el llanto a tomar lugar―. No deberías darme signo de redención, solo…

―Está bien ―una mano se posó en la cabeza de Brynhildr y le dio breves palmadas, una acción que incluso en su peor aún las podía recordar.

Una luz azul cubrió a Brynhildr y una capa roja cubrió por completo a la mujer. Aquella capa evitaría que los demás sirvientes o maestros notaran de su existencia.

Brynhildr sintió la calidez de aquella tela bajar sobre su cuerpo y llegó a la realización de algo, de que no es que no tuviera un hogar o un lugar al cual volver, simplemente desperdiciaba cada instante en que aquel lugar se presentaba.

Al lado de Emiya siempre hubo un lugar al cual volver.

Brynhildr simplemente intentó calmarse y moverse para acomodarse.

Los ojos de Emiya se abrieron cuando la mujer se levantó y se sentó en su regazo para abrazarlo y ocultar su rostro en su hombro.

Fue la primera vez que Brynhildr conscientemente había decidido buscar de alguien más para el consuelo. Hasta ahora simplemente se había limitado a sufrir sola en silencio. Pero ahora después de tanto tiempo.

El corazón de una valquiria había vuelto a creer.

¿Desde cuándo le interesó el final de otros?

Emiya recordó aquella primera vez que convocaba y que la vio. Se enfrentó a Odín y a Gungnir la cual bloqueó. La original, a pesar de todo el poder que podía desatar, fue retenida por Rho Aias, su escudo que logró resistir un ataque más allá del misterio usual.

Pero para eso primero lidió con aquella valquiria sin emociones que se paró frente a él.

No le gustó lo que vio.

Una persona despojada de sus sueños y su descanso, siendo solo una cáscara con recuerdos de lo que alguna vez fue. Aquella fue la primera toma de contacto que tuvo con la valquiria Brynhildr.

Ella no estaba en la lista para eliminar, fue por eso que recibió muchos daños más de los que debería cuando se enfrentó al resto de los dioses que intentaron escapar del ocaso.

Gastó más mana del que pensó y terminó en un estado más herido del que había estimado. No fue su primera vez enfrentándose a aquel destino, tampoco sería la última. Vivir aislado del tiempo solo le hacía repetir eventos.

Cuando volvió hacia aquella valquiria totalmente rota llorando en el suelo, sintió algo en lo que creyó que no contaba hacia quienes se suponían que eran "objetivos" a tratar.

Empatía.

Emiya no pudo evitar ver a Brynhildr tirada en el suelo con los ojos sin vida y el deseo de morir como un reflejo suyo.

Alguien que buscaba liberarse de toda culpa mediante la muerte. Aquella vez se sintió molesto, algo que tampoco esperó sentir nuevamente, pero pasó, al lado de aquella valquiria salieron emociones que ya prácticamente le eran desconocidas.

Y así fue que comenzó su extraña relación con Brynhildr.

Siempre aparecía sabiendo donde se encontraba la mujer, incluso si no fuese un objetivo, aquella valquiria estaba siendo señalada para ser encontrada.

Intentó preguntar la razón de ese hecho, pero parecía que el mundo reconocía la existencia de Brynhildr como algo "normal", así evitando el castigo por su estadía en la tierra.

La vio desde lejos cuando supo que no podría dialogar con ella, cuando la locura consumió a Brynhildr al punto de volverla complementa mente loca, decidió interferir y noquearla a pesar de gastar mana que significaba estar en desventaja en una misión.

¿Por qué seguía haciendo algo como eso?

Emiya no supo cuándo comenzó a cuidar de la mujer cuando él aparecía en aquella línea de tiempo, pero gradualmente lo hizo ya sin pensarlo y sin darse cuenta había terminado al lado de la valquiria, quien estaba cayendo en un momento cada vez más bajo.

No interfirió cuando la vio interactuar con otros hombres, pero supo lo que pasaría con solo ver la mirada en el rostro de la mujer.

Ella deseaba encontrar a Sigurd, pero no había forma que pudiera lograrlo.

Eventualmente, cada persona que había sido amable con ella o a quienes se acercó pensando que eran el héroe que ella buscaba terminaron muriendo por la lanza de Brynhildr.

En cada asesinato en locura de la mujer, una parte de esta volvía de la oscuridad en la que su mente había enviado su consciencia y así siguió hablando con ella, gradualmente molestándola y burlarse, intentando hacer por todo medio que ella dejara de seguir aquel camino, pero cuando parecía que aquella mujer recobró consciencia en vez de maldecirlo le sonrió y le dio las gracias.

¿Por qué? ¿Por qué no podía odiarlo como el resto de quienes había salvado? ¿Qué la hizo diferente del resto?

Se suponía que fue él quien se movió para darle luz a la mujer quien estaba enfrascada en la oscuridad, no había razón por la cual aquella valquiria le diera también el signo de esperanza.

No la comprendía.

El tiempo seguía corriendo y gradualmente, con el remordimiento acumulado y las ansias de expiar sus pecados, Brynhildr había caído en una locura sin descanso.

La mujer confundió a quien le susurraba amablemente con Sigurd, fuese quien fuese, ella pensaba que la persona que la trataba amablemente era aquel hombre que amaba. Pero en ese amor, existía un odio profundo que la hizo buscar el corazón de quien más anhelaba.

Brynhildr no deseaba compartir su amor con nadie, incluso ella misma, fue por eso que en aquellos momentos más bajos de la valquiria que Emiya lo notó, el deseo de ser castigada.

Por breve que fuese, Brynhildr recuperaba la memoria y su cordura para ver la obra hecha por su mano y darse cuenta de que no había señales de Sigurd por ningún lado.

Solo una mujer cubierta de sangre y una lanza que con cada "amante" se hacía más pesada.

Brynhildr nunca se dio cuenta de que fue ella misma quien llamaba su lanza, su promesa de amar y matar al mismo tiempo.

Todo su amor en una sola punta que atravesaba de manera literal el corazón de quienes la amaban y quienes ella amaba. El amor de la mujer fue fácil de identificar dependiendo del individuo. Mientras más "amor" esta le tuviera a la persona, más rápido terminaría por matarla.

Pensó que aquello seguiría por el resto de la existencia de la mujer, se burló de ella esperando que cambiara muchas veces, pero nunca consiguió nada, hasta que un día de la nada ella cesó de buscar a Sigurd.

Emiya se quedó sorprendida de ese hecho, pero comprendió poco después por qué ella había dejado de buscar al hombre.

Fue porque Brynhildr se sintió inferior a todo. Emiya quiso reírse cuando contempló a la mujer caer en aquella depresión, quiso reírse de aquella resolución en la cual dio Brynhildr.

Y por sobre todo quiso reírse de sí mismo al darse cuenta de que la mujer seguía exactamente lo que él había pasado.

Su simpatía nació del hecho que ambos eran igual en cierto sentido. Tanto Brynhildr como él eran iguales pero con casos diferentes. Persiguiendo algo que anhelaban para terminarlo y quedarse sin nada, renunciar a la vida para poder descansar y encontrarse con la cruel realidad de la cual no podían escapar.

Iguales.

Emiya no pudo evitar contemplar a Brynhildr quien dejó de buscar amar y ahora solo deseaba pagar su pecar.

Le molestó.

Sintió una molestia emergente del pecho cuando comprendió por qué la mujer actuaba como lo hacía y también al darse cuenta de lo parecidos que eran.

La diferencia fue que, en vez de seguir avanzando por un camino desconocido, logró guiar a Brynhildr por un sendero bien visto.

Aquella vez que habló con la valquiria en aquella cabaña oculta en el bosque, se dio cuenta de cómo las cosas habían cambiado para la mujer de pelo de doble matiz.

Sin darse cuenta, comenzó a seguirla incluso cuando no tenía suficiente mana para llegar a su lado, logrando verla avanzar gradualmente. La locura desenfrenada de Brynhildr fue mermando con los años, pero aquella escena de esta en el bosque, rodeada de los animales y sonriendo, fue algo que se quedó en la memoria de Emiya.

El hecho que alguien tan rota como Brynhildr podría seguir sonriendo así significaba que aún podía salvarse que a diferencia de él.

Aún podía redimirse.

Cambió su estrategia después de aquel encuentro, o al menos iba a cambiarla porque como cada vez que la encontró, Brynhildr no lo juzgó o lo insultó, le dedicó una mirada de pena y una cálida sonrisa comprensiva.

Emiya no disfrutó de aquella vista. Debía alegrarse de ver cómo Brynhildr avanzaba, cómo con el pasar de los siglos eventualmente ella se movió y logró superar aquella locura que tanto la atormentó, pero antes de darse cuenta.

Se sintió aislado una vez más.

El camino que recorría era uno directo al infierno y el camino que Brynhildr recorría era uno directo al cielo.

Redención y culpa.

Ambos comenzaron en el mismo sendero, pero uno logró salir de aquel enredo.

Debía estar feliz.

Emiya quiso estar feliz viendo a Brynhildr volviendo a sonreír, pero la duda llegó dentro suyo, que eventualmente la mujer que había superado lo peor de su vida ya no lo necesitaría.

La lanza que cargó Brynhildr cayó en nada más que un peso ligero nuevamente, el amor sin control y el corazón sin perdón gradualmente se resolvió.

¿Quizá fue en aquel manzano en que sintió que su vista de ella cambió?

La encontró tan feliz cultivando manzanas alejadas de todo, que se preguntó si era aquella misma mujer que hace tiempo lloró y masacró ante la pérdida de razón.

Una vez más, él se había quedado atrás, la única compañía que lo siguió creció y ya no lo necesitó. Fue por eso que dejó de presentarse de seguido y simplemente verla a lo lejos.

Lo vio, cómo Brynhildr creció y superó su lamento, pero sin dejar atrás sus arrepentimientos.

Eran iguales.

Así lo dijo Emiya al principio cuando se conocieron, pero antes que se diera cuenta, Brynhildr le demostró la diferencia.

Debería estar feliz.

El dolor de cabeza siempre estuvo presente para él, al momento de pensar en cosas complicadas de las relaciones entre los demás, pero en esta ocasión en especial sintió que había perdido parte de su cordura con solo admirar lo que había llegado a pasar.

Si las cosas progresaban como hasta ahora, entonces Brynhildr podría vivir su vida y él ya no necesitaría observarla o hablar con ella. Ya no tendría que sobre esforzarse en misiones para encontrarla, guardando una fracción de mana para hablar con aquella mujer al menos unos minutos.

Si todo avanzaba entonces el sería olvidado nuevamente.

Emiya lo supo desde qué comenzó a interactuar con la mujer, que eventualmente todo aquello cambiaría y ahora sería nada más que una mancha en la memoria de Brynhildr al igual que lo fueron aquellos pecados cometidos por ella.

Quizá la mujer no se hubiera dado cuenta de cuanto significaba para él un minuto. Tampoco es que él se lo hubiera dicho y no creyó que lo hiciera. Cualquier signo de molestia no era nada más que su culpa por callar su pensar.

Los minutos compartidos entre Brynhildr y él hicieron que, por breve que sea su existencia, lograra sentirse vivo de cierta forma.

Observar a alguien por tanto tiempo, actuar como si aquellos años no fuesen discontinuos para él. Emiya no supo qué fue lo que causó que él terminase en aquel mundo una y otra vez sin que su "yo" cambiase, pero agradeció profundamente ese hecho.

Le gustó la compañía de aquella valquiria y le encantó el verla volver a sonreír.

Fue por eso que no comprendió aquellos encuentros dentro de la guerra del grial.

Si Brynhildr había avanzado tanto y ahora buscaba la redención con base en sus actos, ¿qué hacía que ella estuviera aún aquí?

¿Por qué se seguían encontrando?

La capa roja que le había regalado estaba siempre a hombros de Brynhildr, ocultándola del resto, pero no de él, quien la seguía gracias al trazado. Pero no entendía por qué, en vez de salir de algo como esto que amenazaría su vida, se quedó y lo siguió buscando en la guerra.

Aquel encuentro en lo alto del techo de un edificio hizo que Emiya dudara de lo que pasaba al momento de voltearse y verla allí sonriéndole.

¿Acaso había caído en la locura una vez más?

Si fuera el caso, Emiya no sabía qué fue lo que causó el retroceso.

―Emiya…

El llamado dulce de la mujer, con un rostro sonriente y una mirada cálida, dejó desconcertado al hombre, quien se volteó y la miró como si esperase que dijera otra cosa.

Creyó que, al igual que siempre, llamaría a aquel héroe que había estado buscando.

Dejó que caminara y se sentara a su lado. Brynhildr no le dijo nada y solo apoyó su cabeza en su hombro y le dijo que tomaría un pequeño descanso.

Emiya no dijo nada y se quedó al margen.

Esto era uno de los síntomas de la locura de la valquiria, pero le fue raro que le llamase por su nombre, ¿quizá sea porque se conocían?

Emiya no objetó y dejó a la mujer descansar, no supo que hizo por eso que mostró tal cansancio, pero pudo ver que ahora logró entrar en un profundo descanso.

Vio las calles donde todo pasaba lentamente a sus ojos pero tan rápido ante el tiempo.

Alguien que vive al margen del tiempo.

Era eso y no podía cambiarlo, así que se limitó a cómo todas aquellas veces en las que gastó segundos para ver a la mujer.

A solo disfrutar del momento que se acababa de dar.

La guerra progresó con él cumpliendo su rol.

Emiya supo que las cosas terminarían de la forma en la que se dieron, ya sea con alguna variación o de manera directa, pero todo se desarrolló como se lo planteó.

Su tiempo estaba por terminar nuevamente.

Se había alejado de la ciudad, no sintió ganas de dar la despedida a nadie o hablar con alguien.

Debía acostumbrarse nuevamente a estar solo.

¿No podía Alaya simplemente arrebatarles las sensaciones en vez de dejarlo ser como estaba ahora?

Estaba cansado.

Ya no deseaba avanzar, quería quedarse en un solo lugar, que al momento de abrir los ojos ya nada tuviera que pasar.

Simplemente, deseaba volver a empezar.

Un bufido salió de Emiya al momento en que pensó en eso y como sus pensamientos volvieron al punto de partida.

¿Qué significado tenía ser un héroe?

Pasos interrumpieron sus pensamientos y Emiya se giró para ver a aquella mujer que estuvo ayudando, no por pena o empatía.

Simplemente, fue el desprecio de ver a alguien igual a sí mismo. Desprecio que se transformó con los años en una admiración ante la superación de la situación y al final.

Un deseo de estar al lado de aquella mujer para saber si es que algún día como ella, podría dejar de avanzar por el lado contrario y volver por el camino adecuado.

Brynhildr parecía hiperventilada, parecía que había corrido hasta llegar donde él.

―Me atrapaste.

La sonrisa de Emiya fue de lado, sin ganas y sin ánimo. Ya no había razón para ocultar su verdadero rostro a aquella valquiria. Probablemente, sería este el último momento en que la vería.

¿Por qué estaba llorando?

Las flores que rodeaban el lugar volaron cuando Brynhildr saltó y abrazó al hombre que estaba sorprendido, sin comprender por qué aquella mujer se movió hacia él.

―Estas-

―Emiya ―Brynhildr interrumpió a media palabra a Emiya haciendo que esta abra los ojos―. No veo a nadie más, te veo a ti.

¿Por qué lloraba por alguien cómo él?

―Creí que estaba bien, que no fuese amable ―la mano del hombre subió y la dejó reposar en la mejilla de la mujer.

―No entiendes nada ―Brynhildr podía ver aquella alma en pena clamar con fuerza por su libertad, gritando y sufriendo, llorando y maldiciendo.

Pero en vez de mostrar aquel lado frente a ella, Emiya le sonrió calmadamente y buscó consolarla como todas las otras veces.

¿Cómo podría confundirlo en este punto?

―Haz un contrato conmigo ―Emiya le sonrió a la mujer, quien le dijo aquello con una voz desesperada.

―Está bien.

―No está bien, nunca está bien, nunca estás bien ―Brynhildr había abrazado a aquella persona, en la locura desaparecida aún conservaba aquel vestigio de un deseo que no podía cumplirse.

El buscar ser amada.

¿Pero quién merecía amar a algo tan despreciable como ella?

―Lo superarás ―Brynhildr sabía que aquella persona no tenía la intención de quedarse, jamás la tuvo, pero incluso si no lo expresaba.

La calidez que daba sí fue algo que se escapaba del control de aquello que mostraba.

Ella era una valquiria, alguien que guiaba las almas de los que verdaderamente necesitaban descansar al Valhalla, alguien quien debía asegurar el descanso eterno a las almas en desdicha.

Quiera o no aquella persona, debería aceptar su egoísmo. Brynhildr sonrió cuando se dio cuenta de que Emiya notó lo que quería hacer.

No le importó y siguió, no lo soltó por más que le gritó que se detenga, en este punto después de tanto tiempo hablando y compartiendo.

¿Cómo podía decir que aquel amor que sentía era solo producto de su maldición?

Aquella persona que amó tanto jamás la abandonaría su ser, era un peso que debía cargar hasta el fin de los tiempos, pero al menos si podía evitar que aquella alma que tanto agonizaba tuviera un sueño el cual no necesitaría despertar, entonces estaba feliz de gastar aquella oportunidad.

Si había condenado a un héroe a la devastación, entonces traería a un héroe a la salvación.

Ella era una valquiria, un ángel del padre de todo y alguien que podía ejercer un peso en el alma de alguien.

No podía salvar el alma de Emiya, pero podía aligerar su carga.

Acompañándolo y guiándolo por otro camino.

¿Dónde estaba?

Emiya abrió los ojos y vio un campo extenso, árboles por todos lados. Su cuerpo se sentía pesado pero por alguna extraña razón.

Un peso se había liberado.

― ¿Por qué? ―Emiya preguntó cuando se dio cuenta de que no estaba solo, que no estaba tirado en el desierto y que alguien lo sujetó con cuidado.

― ¿No hiciste lo mismo por mí?

―Confundes gratitud con amor.

―Lo hago.

―… ―Emiya no respondió a las palabras de Brynhildr quien le acariciaba el cabello cuidadosamente―, no debiste seguirme, alguien como yo-

―Alguien cómo yo… tampoco merece ser amada ―la respuesta clara de Brynhildr trajo el silencio entre ambos.

Ambos guardaron silencio.

Un bufido salió al final de varios segundos por parte de Emiya.

― ¿Entonces por eso me seguiste? ―la pregunta fue dada ya no con molestia.

Fue con cansancio.

―No puedo guiarte al descanso eterno, pero puedo-

―No merezco descansar.

Sinceridad.

¿Cuándo fue la última vez que había hablado de tal manera? Emiya vio los árboles de manzano en vez de aquel desierto y no comprendió el cambio.

¿Su mundo había sido reemplazado? ¿Ahora pasaría su tiempo de descanso en aquel lugar?

―Tu alma grita cada vez que nos encontramos, ruega por el descanso que no puede ser tomado, al menos a tu lado, podré darle un mejor trato.

―Algo como esto no tiene sentido ―no hubo gritos o comentarios hacia Brynhildr, internamente Emiya sin saber que era aquella sensación o que era lo que pasaba pudo decir que estaba feliz.

―Hasta ahora todas las decisiones que he tomado en mi vida fueron erróneas, al menos creo que esta es la correcta ―Brynhildr se rio suavemente viendo como Emiya no apartó la mirada de los ojos.

―Incluso si no es amor…

―Incluso así, sé que eventualmente algo podrá florecer, pero sea lo que sea, no veo que pueda tener arrepentimientos.

―… ―Emiya no dio una respuesta inmediata. Se quedó quieto viendo el rostro sonriente de la mujer, quien estaba encorvada hacia el viéndolo frente a frente.

Un compañero o un remplazo, en este punto ninguno de los dos pensó en algo como eso o en su pasado, la simple compañía calmaba las voces internas de ambos. Brynhildr evitando escuchar la culpa que autoimpuesta, al intentar consolar los sollozos de aquella alma en pena que buscaba descanso.

Y ella dejó de escuchar los engranajes girando y las voces culpándolo gracias a aquellos susurros de consuelo.

Ambos que internamente se repetían que no merecían ser amados encontraban la respuesta opuesta en aquel que estaba a su lado.

Ninguno supo cuando los labios de ambos conectaron o cuando pasión se había desatado. El amor que era evitado y a la vez correspondido por la mano de ambos se desató en un acto de desenfrenado.

Un beso a una caricia y una caricia a un mordisco. Brynhildr no supo cuando fue la última vez que estuvo con alguien o como fue. A cada que la locura por aquel héroe llegaba su consciencia se iba y despertaba delante el cuerpo de alguien que había sido amable con ella.

Ahora era distinto.

Podía ver quien estaba delante y aceptaba el motivo por el cual dejaba que siguiera adelante.

Emiya la había visto muchas veces pero no pudo darle una segunda mirando en lo que podía recordar, no cuando la mayoría de sus encuentros terminaban en una charla bastante singular.

Ahora aquel deseo que corrió por su cuerpo en varias ocasiones al hablar y estar con alguien que lo podía recordar, ¿quizá fue la desesperación por encontrar también un lugar?

Deseaba desaparecer para que su sufrimiento se dejara de extender, pero llegado aquella situación con aquel rostro angelical que lo miraba a él y no a alguien más.

¿Cómo pudo desear volver atrás?

Ella lo había dejado todo para seguirlo, seguir a una persona la cual no tenía que ser tomada o recordada pero así, aquella valquiria siguió adelante e hizo que él la siguiera de forma constante.

Una nueva eternidad se abría y por primera vez desde que su existencia había cobrado sentido.

Ya no se sintió abrazado por el calor del desierto pero sí cubierto bajo la cálida brisa de aquel huerto.

Aquel cuerpo que se envolvía en brazos y los gemidos que salían ante su el placer generado le hicieron creer que por fin había encontrado la libertad que tanto había buscado.

Brynhildr no pensó en lo que significaba todo para aquel hombre quien la tomaba en brazos y la besaba con delicadeza y cuidado. El deseo de "amar" con la maldición seguía palpitando pero la gracia de que aquella alma con la cual se había ligado ya no necesitaba temer de la soledad a la cual estaba acostumbrado.

Ella se merecía el infierno y el peor trato pero delante aquella persona que era comparable para los humanos al diablo, solo recibió mimos y abrazos.

¿Cuántas veces le había agradecido de no ser amable con ella para que por fin mostrase como era su verdadero ser?

Quienes no merecían amar se juraron estar juntos, a pesar del sentimiento por el cual se habían unido tan inmundo, no hubo una razón para rechazar el deseo de juntarse y pasar a un nuevo mundo.

No sabría decir si es que debió haber aceptado.

Emiya se repitió los primeros tiempos viendo como el ánimo de la mujer iba mermando con el paso del tiempo. La compañía que se habían jurado se fue deteriorando al momento en que Brynhildr tomó carta en lo que significaba estaba en un pacto.

Aquella mujer que había encontrado la redención se ató a una persona que la evitó y ahora sin sus alas y su luz se limitó a ver un sol el cual no quemó o iluminó.

Solo le mostró su pobre situación.

Algo espontáneo, así Emiya lo hubiera llamado en aquel momento de debilidad que había mostrado. La culpa una vez más cargaba sobre él al ver aquella valquiria abrazarlo.

¿Qué fue lo que hizo que simpatizara y anhelaba tanto a esta mujer?

Ahora de vuelta a su raciocinio habitual, no pudo evitar pensar que algo le había afectado en su entender para tomar una decisión que había dejado a aquel ángel vagando con él en un mundo el cual solo el ocaso se daba a ver.

Dos trozos rotos no podían juntarse y formar lo que alguna vez fueron. Emiya tuvo que haberlo pensado antes pero el deseo de extender la mano a aquella ángel que incluso ahora le seguía sonriendo como si la hubiera salvado dejó que su mente se fuera en otra parte.

―Eres un idiota.

Emiya parpadeó varias veces cuando alzó la cabeza y vio a Brynhildr viéndolo a los ojos. Acostado en los muslos de la mujer la veía como siempre cuidándolo, pero hasta ahora, fue la primera que lo había insultado.

― ¿Qué?

―No estás triste por mi situación, estoy triste por lo que has vivido hasta ahora ―una voz con emoción y educada, locuaz y pero calmada al mismo tiempo, la voz de una reina y porte de un ángel.

Brynhildr había vuelto a lo que alguna vez fue llamado antes.

El brillo de aquella mujer hizo que Emiya dejara de pensar en cosas innecesarias, carecía de emociones reales para poder dar un juicio medianamente estable.

Aún así lo único que sabía era que quería a aquella mujer a su lado. ¿Por qué su creación fue tan cruel de dejarle comprender las emociones pero no poderlas experimentar?

Si pudiera llamar a su estilo de vida actual podría considerarlo como uno de "paz", Brynhildr siempre lo cuidó y se quedó a su lado, alegando que necesitaba reponer aquella alma rota y fragmentada.

No supo de que hablaba hasta que un día después de una misión por fin se sintió libertado. Las cadenas que lo retenían según Brynhildr se habían acomodado y dejaron de estrangularlo. Fue en aquel punto que dejó de ser la espada de Alaya a la espada de aquella valquiria.

Ya no hacia las decisiones en solitario, ya no necesitaba cargar la culpa bajo sus hombros, había alguien ahí que le decía que hacía o que sentía.

Le enseño cuando temblaba o cuando se alegraba.

Curioso.

¿Podía sentir tales cosas?

Brynhildr siempre se reía de él por tales cosas pero ahora después de tanto tiempo y aquella charla que había terminado en él haciendo un desastre en aquella valquiria una vez más.

Fue que se dio cuenta que aquello en su mente de "querer poseer" a la valquiria Brynhildr no fue egoísmo o codicia.

Ahora era lo que ella se burló de él llamándolo "amor" que la mujer le correspondió.

Extraño.

Emiya no supo que había pasado, desde el primer instante se acercó con una idea diferente a la que había pasado hasta el momento, más no podía enojarse o quejarse de que sus planes fueron quebrados.

Porque todo lo que sentía ahora era algo mucho más laxo.

Ahora al igual que él la había arreglado, Brynhildr buscó también repararlo.

Para Emiya no había negativa constante o pensamientos en quienes tocaría en la misión a venir, aquellos pensamientos negativos como lo llamó Brynhildr fueron aflojados a post del verdadero sentimiento que había encontrado.

El amor que ambos se estaban dando.

―Sabía que eras extraño con las espadas pero nunca pensé que fueras una.

Una voz algo disgustado pero al mismo tiempo interesada. Cú Chulainn comentó con una bebida en la mano viendo a Emiya quien estaba tras la barra de la cocina limpiando.

―Un imitación de espadas, es por eso que está parado ahí.

Emiya no supo que pasó cuando llegó a Chaldea. De alguna forma, no fue él quien había sido convocado sino Brynhildr. Al estar ambos ligados no supo como sería la forma en la cual serían jalados pero cuando se dio cuenta que era una espada y notó a Brynhildr totalmente desconcertada es que supo que toda lógica había abandonado su puerta.

― ¡Te dije que había algo detrás! ―Cú golpeó las manos sobre la mesada y Gilgamesh rio ante aquella forma tan fuera de lugar.

― ¿Te comportas como un animal frente a este rey? ¡Incluso el Faker se queda callado y ateniendo como era de esperar de un perro sucio callejero!

― ¡¿Qué dijiste?!

Emiya cerró los ojos e intentó apartarse de la realidad actual. Se lo que fuese Chaldea se estaba cansando de aquellos dos que siempre llegaban para molestarlo.

Fue solo una guerra la cual fue librada, ¿no podían irse con quienes conocían?

― ¡Bastardo otra bebida! ―Emiya movió sus manos de manera robótica pero ni se molestó en abrir los ojos.

― ¡Faker no le sirvas a este perro!

Decisiones.

Emiya pensó a quien hacerle caso, Cú probablemente gritaría y Gilgamesh se enojaría.

― ¡Espada rota vamos! ―Cú le gritó haciendo que Emiya le diera la bebida a Gilgamesh, quien al momento de recibirla comenzó a reír.

― ¡Cómo era de esperarse de un perro que reconoce su lugar!

La frente de Emiya palpitó cuando Gilgamesh comenzó a alabarse a sí mismo por haber obtenido algo que Cú Chulainn no.

Los gritos pasaron a insultos y de alguna forma, Cú había logrado hacer que la persona que no lo dejaría descansar en una semana se pusiera en contra de este.

Scáthach siguió a Cú Chulainn alrededor de la cafetería, destrozando donde pasaban. El dolor de cabeza de Emiya solo siguió en aumento con la risa que no se detenía de Gilgamesh.

―No te preocupes tanto Emiya-san ―el nombrado se giró y vio a aquella mujer, Boudica quien le sonrió e intentó calmarlo.

Estaba a punto de responder cuando una lanza rosa pasó a su lado.

Brynhildr la había lanzado cuando vio que se acercó a otra mujer. Emiya no sabía porque seguía intentando encontrar lógica en su nueva vida.

― ¿Estás bien? ―Boudica cometió el error de poner una mano sobre su hombro. Emiya vio como Brynhildr salió de la esquina en la cual estaba viéndolo a lo lejos para saltar llamando su lanza para seguirlo.

Ella sabía que Emiya no moriría y Emiya sabía que Brynhildr odiaba que interactuara con cualquier otra mujer.

¿Acaso no era una combinación perfecta para aquella mujer loca que mostraba su amor de tal forma?

Sea como fuese su vida.

Emiya disfrutó cada día.

Ahora que había aquella mujer que lo perseguía, sabía que no lo atravesaría de verdad, más o menos, a lo cual decidió jugar con Brynhildr quien a cada que hacía algo como esto.

Terminaba sonriendo.

Ya no importaba si eran o no personas que merecían ser amadas por los demás, para ambos solo existieron el uno y el otro.

Para estar juntos por toda la eternidad.

¿Final feliz?

Que puedo decir, modificaré un poco los pedidos de las comisiones por ciertos asuntos pero bueno. Aquí está la historia.

La verdad tuve suerte, Brynhildr esta loquísima y sirve para una historia más pero no quita el hecho que me encanta suficiente Sigurd para tener sentimientos encontrados.

¿Creo que cuela la historia? La verdad que esto escaló mucho porque si bien la loquita funciona, no significa que tenga que dejar algo puramente como "sexoooo" ya saben.

¿Les gustó la historia?

Espero que les haya gustado que la cantidad de mucho texto que me leí para esto no tiene nombre, así lo más corto que leí fue un libro de 110 páginas. Solo para tener una idea base de lo que usaba.

Espero que el argumento también lo encuentren coherente, porque como dije, podría simplemente limitarme a "sexoooo" y ya, pero de tanto que terminé investigando de Brynhildr debo decir que le agarré demasiado cariño para romperla sin más y dejarla como (el incidente de Kukulkán o Atalanta) aunque ahí te veo gata bipolar, uno de estos días la escribo lo más rota que me pueda imaginar.

En fin, cosas.

¿Creo que estoy sacando finales buenos consecutivos? Lo que pasa cuando esta en el pedido algo así. No puedo usar la pata de mono.

Y bueno, compartan la historia, dejen su comentario, voto, favorito, seguido lo que sea o como sea en donde lo leen, que así tiene visibilidad y así gano un poco de visibilidad.

En fin, si no les gusta si la historia no cumple lo que pienso me prendo uno, bueno, no la verdad, quería meter porno en la historia pero pasaron cosas como… 25k de palabras…

Lo que sea.

Les deseo lo mejor y espero que sigan dando su apoyo de siempre, intentaré actualizar por fin tinta de Metal.

Rey de picas fuera.