¡Hola, buenos días! Espero estén teniendo un lindo día. Aquí les comparto un capítulo más. ¡Bendiciones!

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XXXIII

"Doctor Miller, bienvenido", dijo el mayordomo principal haciéndole pasar fuera del frío de la mañana hacia el interior de la mansión Andley. El alto galeno acababa de llegar del pueblo en una carroza alquilada que lo había llevado.

"Buenos días, señor Stephen", le dijo el galeno entregándole su abrigo y sombrero al elegante empleado, al entrar junto con él al recibidor.

"Doctor Miller, ¡regresó!", dijo la tía abuela complacida. La matriarca del clan Andley, junto con Candy, al escuchar la campana de llamada de la puerta principal, habían dejado su desayuno y, contrario a la etiqueta, había ido a ver de quién se trataba.

"Así es, señora Andley.", respondió el caballero de pelo canoso.

"Se ve cansado, doctor.", dijo Candy notando sus ojeras.

El doctor Miller sonrió. "Es que aun no he dormido, Candy, regresé tan pronto pude."

"¿Y la señora que fue a atender, doctor?", preguntó Candy considerada como siempre. "¿Nació el pequeño?"

El doctor le dio una sonrisa triste, "Sí, Candy, nació. Una niña. Está pequeña pero bien. Gracias por preguntar. Bien, iré a ver a Anthony.", dijo volviéndose. "Con su permiso."

"Doctor, si desea descansar un momento luego de atender a mi nieto,", dijo la señora Elroy, "pediré que preparen una habitación para que descanse usted."

"Muchas gracias, señora Elroy. Se lo agradecería mucho, si no es inconveniente."

"Por supuesto que no lo es", le respondió la elegante dama. "Margaret," se volvió a una de las mucamas que las había seguido desde el comedor. "Preparen una de las habitaciones de invitados para el doctor y que lo guíen a ella cuando se desocupe. Prepárenle algo de comer también."

"Es muy amable, señora.", dijo el doctor.

"Es lo menos que podemos hacer, doctor Miller. Le agradecemos mucho que regresara tan pronto para atender a Anthony."

El doctor asintió, "Hablaré con ustedes luego de mi revisión."

"Gracias, doctor.", dijo la matriarca. Candy lo miró un tanto nerviosa por los resultados, viéndolo marcharse a uno de los pasillos del primer nivel tras disculparse.

"Vamos, hija, regresemos a desayunar.", dijo la anciana.

"Me gustaría estar presente en la revisión de Anthony, tía abuela."

"Candy, ¿recuerdas lo que mencionamos? Debemos dejar que el médico haga su trabajo, y lo tuyo es cuidar de mi bisnieto y cuidarte tú. Y aun no has terminado de comer."

Candy sonrió apenada. "Está bien, tía abuela", dijo obediente y siguió a la Matriarca, no sin antes detenerse a ver todavía con preocupación, por un segundo, al pasillo por donde el doctor Miller se había marchado. La pecosa se mordió el labio.

"¿Candy?", dijo la matriarca esperándola.

"Sí", respondió la joven, y alcanzó a la matriarca apresurada, regresando juntas al comedor.

"Bien, Anthony," dijo el doctor Miller una hora después, tras terminar su revisión matutina. El joven estaba recostado todavía. "Me temo que por dos días más aconsejaré que guardes cama. Reposo total."

Anthony suspiró resignado.

"Afortunadamente tu presión ha bajado y ya está normal. Tu espalda será nuestra prioridad por el esfuerzo que hiciste para levantar a tu primo como tu tía me describió.", le dijo alzando su ceja en desaprobación.

"Lo siento, doctor. Lo olvidé."

"Intenta estar más consciente de ti que de los demás ahora, Anthony. Al menos mientras te recuperas."

"Lo haré, doctor, disculpe."

"Porque estoy seguro de que querrás estar bien para cargar a tu pequeño tan pronto como nazca y no querrás tener ningún problema para corretearlo cuando crezca y jueguen." Le dijo con una sonrisa.

Anthony sonrió también. "Puede estar seguro de que así es, doctor", le dijo el muchacho visiblemente ilusionado con la idea. Los meses habían pasado volando, pero aun así sentía que dos meses más eran todavía bastante espera para él y su pecosa. Y jugar con él en el rosadal de su casa o de la mansión Andley, era una alegría que anhelaba con gran ilusión.

"Será un bebé muy afortunado el de ustedes, Anthony, estoy seguro. Y muy querido además. - No todos tienen esa dicha en este mundo sin embargo -", dijo el doctor con un dejo de nostalgia.

Anthony sintió un cambio en su actitud. "¿Por qué lo dice, doctor Miller?" le preguntó.

El doctor dudó en responderle. Ambos estaban solos. Mallory había salido para ordenar el desayuno del muchacho.

"Bueno… anoche tuve que ausentarme de tu cuidado por una emergencia que tuve en el pueblo."

"Espero haya llegado a tiempo, doctor." Dijo el joven sincero.

"Llegué a tiempo, sí. Pero… lamentablemente la madre estaba muy mal, y aunque nació la criatura, poco pude hacer ya por ella."

"¿Falleció?", dijo apenado Anthony.

El doctor asintió. "Era una pobre jovencita que había llegado al pueblo a principios de octubre. Sin familia… sin conocidos. En noviembre la señora Weber, una viuda del pueblo para la que ella trabajaba, me pidió que la atendiera porque parecía estar enferma, fue entonces que nos percatamos que estaba embarazada. Parece que por eso huyó de su casa, y vino a parar aquí."

"Comprendo.", dijo Anthony apenado de escucharlo. Era una historia que tanto se repetía. Si tan solo pudiera trabajar en su fundación como quisiera, añoró el rubio en silencio. "¿Y su familia?", preguntó entonces.

"La señora Weber revisó todas sus cosas, pero no encontró nada." Explicó el doctor. "Y la joven por más que ella le insistió en que le dijera el nombre de sus padres o el pueblo de donde había venido, no quiso decirlo. Dijo que ya no había nadie que la esperara allí."

Anthony y el doctor se quedaron en silencio un momento.

"¿Y la pequeña, doctor?", preguntó entonces el rubio.

"Pues… la dejé a cargo de la señora Weber. Mary, mi otra enfermera, va a hacer una colecta en el pueblo y a la salida de misa, para poder enterrar a la joven, porque como entenderás, la señora Weber no tiene para eso."

"No diga más, doctor.", dijo Anthony decidido. "Mi familia se hará cargo de los gastos y de todo lo que se requiera para el entierro."

"Anthony… hijo, no te lo comenté esto para conseguir algo de ustedes", dijo el doctor apenado.

"Yo lo sé, doctor Miller. Pero por favor, permítame ayudarle. Esta es una situación que requiere del apoyo de todos en la comunidad."

"Gracias, hijo. No sabes cuánto te lo agradezco. Pero no sé por qué te conté estas cosas, si lo que debes hacer es descansar… y yo vengo y te traigo mis problemas."

"Doctor Miller, más que mi médico - con todo respeto -, yo lo considero también un amigo", le dijo el muchacho con sinceridad. "Y los amigos se ayudan entre sí."

El doctor Miller lo miró y le sonrió orgulloso y conmovido. "Gracias, Anthony. Sabes que eres… como un hijo para mí.", reconoció el galeno con sinceridad.

Anthony le sonrió. "Le agradezco, doctor Miller.", le dijo el muchacho también conmovido.

"Tú y Candy han sido unos ángeles para nuestro dispensario y para la clínica del pueblo.", continuó el doctor. "Gracias a ustedes y a su apoyo ya son muchos los que vienen de otros pueblos a atenderse aquí también."

"Y eso está bien.", dijo Anthony. "Pero ahora habrá que buscar más médicos que lo ayuden. Por lo que me dice, usted no ha dormido desde ayer."

"No te preocupes por eso ahora, muchacho. Tu tía ya se encargó de pedir preparasen una habitación para mí."

"Qué bien. Me pregunto…", dijo entonces Anthony, "¿Qué será entonces de la niña?"

"Conseguimos un poco de leche para darle, pero no la ha aceptado muy bien. Eso me preocupa. Y no hemos encontrado nodriza para ella tampoco.", dijo. "Al volver esta tarde veré, ya si nadie la toma como hija o como entenada, de averiguar de algún orfanato en la ciudad de Michigan o de algún hospicio que pueda aceptarla."

"¡No!", dijo de pronto una voz empujando la puerta y entrando de manera intempestiva a la habitación. La enfermera Mallory había dejado entreabierta la puerta al salir, y el sonido de su conversación se había filtrado hasta el pasillo donde alguien había estado escuchando.

"¡Candy!", dijo Anthony sorprendido, viendo a su pecosa con una expresión férrea y preocupada en su rostro.

"Doctor Miller, ¡por favor!, ¡no la envíe a un orfanato todavía!" le dijo. "¡Talvez aparezca alguien que aun la quiera en el pueblo! ¡Solo es cuestión de darle tiempo!"

"Candy…. ¿desde hace cuánto escuchabas tras la puerta?", dijo el médico sorprendido.

"Eso no es importante, doctor Miller, lo que importa ahora es ver lo de la pequeña. ¡Acaba de perder a su madre!", dijo con ojos llenos de lágrimas, "¡Por favor, dele una oportunidad a la pequeña de encontrar un hogar en Lakewood!"

"Pero Candy, ya preguntamos por casi todo el pueblo.

"¿Por qué no me la trae aquí para mientras, doctor Miller? Tenemos vacas, leche suficiente para intentar que ella coma. Podemos cuidar de la pequeñita mientras alguien aparece o alguien se anima a aceptarla. El clima está muy frío como para enviarla tan lejos a la ciudad. Y los orfanatos están atestados y sin suficientes recursos." Le dijo sabiendo sobre el tema por las investigaciones de su esposo. "Por favor, doctor…"

"Candy…", dijo el doctor Miller.

Anthony la miraba conmovido desde su lecho.

"Pero, Candy, ¿estás segura? No quisiera importunar con su presencia a tu familia. Y tú pronto tendrás a tu propio hijo", le dijo.

"No nos molestaría, doctor Miller. - ¿No te molesta que venga, verdad, amor?"-, le dijo la pecosa volviéndose esperanzada hacia el rubio que la veía recostado desde la cama. "Está solita, Anthony…" Le dijo. "Perdió a su madre."

Anthony podía ver en ella en aquel momento, más que a su elegante y bondadosa esposa, a la pequeña y solitaria niña del Hogar de Pony, mirándole.

Anthony sonrió comprensivo. "Por supuesto que no me molesta, amor.", le dijo.

"¡Anthony!", sonrió la pecosa.

"Pero si el doctor Miller lo permite," continuó Anthony, "cuando ella venga, no deberás descuidarte tú en el proceso. Deberás dejar que el personal de la Mansión la atienda y te ayude con ella. Porque tú también debes cuidarte, Candy. Nuestro pequeño también es prioridad en estos momentos."

Candy sonrió acercándose a él. "¡Por supuesto que lo es, Anthony! ¡Gracias, mi cielo…!", dijo la pecosa contenta, tomando su mano. "¡Por supuesto que sí! ¡Te prometo que no lo haré solita! ¡Y que no me cansaré, y que cuidaré a nuestro hijo también!", le dijo feliz, inclinándose para besar su mejilla, sonriéndole.

Anthony la miró con igual cariño y luego volvió su vista al doctor que los observaba. "Allí tiene, doctor Miller." Le dijo sonriente el muchacho. "La pequeña ya tiene un lugar donde quedarse para mientras.", le dijo. "Si usted está de acuerdo, arreglaré con la tía abuela que nuestro personal se haga cargo de los arreglos del sepelio en el pueblo; y que una de las mucamas vaya por la pequeña, cuando usted lo crea conveniente."

"No saben cuánto se los agradezco. ¡Por supuesto que estoy de acuerdo con ello, Anthony!" dijo el doctor más animado. "Esta tarde cuando regrese al pueblo puede venir alguien conmigo y traer a la pequeña, o puedo darles la dirección si quieren ir por ella antes."

"¡Qué bien! Si nos da la dirección de la señora Weber, podríamos mandar a traerla esta misma mañana, doctor." Dijo la pecosa.

"Además, será mejor comenzar ahora mismo con el arreglo del sepelio, también", añadió Anthony con aire más sombrío. Haciendo que Candy se sintiese triste otra vez.

"Pero… debo decirles que la bebé no tiene nada qué traer, señores Brower. La pobre madre apenas si le alcanzaba para vivir. Se rompieron unas sábanas para ponerle pañal y solo tiene unas mantitas que donaron unas vecinas. Y dos trajecitos que tejió ella misma junto a la señora Weber hace unos meses."

"Eso no es un problema, doctor Miller.", dijo Candy. "Creo que la tía abuela tiene ya varias cosas para Matthew que compró para cuando los visitáramos aquí. Le pediré que me preste algunas cosas. Además, mientras van por ella, nos dará tiempo de arreglar un lugar para ella en la mansión."

"¡Con que aquí estabas!", se escuchó de pronto la voz molesta de la matriarca, quien entraba en ese momento también a la habitación de su sobrino, seguida de una de las mucamas. Candy se apenó de inmediato al verla. "Ya decía yo que era demasiado tiempo para ir al tocador. ¡Nos preocupaste mucho, niña! Te buscamos por todas partes."

"Lo siento mucho, tía abuela." Se disculpó la rubia. "Es que quería saber lo que le decía el médico a Anthony."

"Candy, sabes bien que les contaría a ambas más tarde respecto al cuadro clínico de tu esposo.", dijo el doctor Miller extrañado.

"Lo lamento", dijo sonrojada. Sin querer admitir a voces que temía le estuvieran todos mintiendo y ocultando algo sobre la salud del rubio. Pero para su alivio y sorpresa terminó escuchando una conversación privada entre él y su médico, en la que no pudo dejar de intervenir.

"Tía abuela," dijo entonces Anthony, para alejar la atención de su regañada esposa. "Estaba conversando con el doctor Miller respecto a una tragedia acontecida anoche a una joven en el pueblo y quisiera hablar con usted al respecto."

"¿Una tragedia?", dijo la señora Elroy, distraída de inmediato de la falta de la rubia.

El doctor Miller se adelantó a contarle lo sucedido a la altiva dama, quien se compadeció de inmediato al escuchar su relato.

"Entonces ¿deseas que nos encarguemos del sepelio, Anthony?", dijo solemne.

"Se lo agradecería mucho, tía abuela.", dijo el muchacho.

"Por supuesto, hijo. Veré que se haga una misa hoy mismo por su alma y arreglaré su entierro en el cementerio del pueblo."

"Gracias, tía abuela. También hay algo más que Candy le pedirá también."

"¿Más?", dijo la señora extrañada.

"Candy se lo explicará, tía abuela.", dijo Anthony estrechando la mano de su esposa que le sonreía agradecida.

"Bien, creo que es momento de dejar a Anthony para que coma un poco", dijo el doctor Miller al ver entrar a su enfermera de vuelta, con un carrito con un desayuno leve para él.

"Te colocarán una nueva dosis de medicamento después de que comas y te asees, para que descanses otra vez, Anthony."

"Gracias, doctor." Dijo Anthony. Y con ayuda de la enfermera y del doctor él se sentó un poco más en la cama para tomar sus alimentos.

"Yo te ayudaré a desayunar", dijo Candy dispuesta a ayudarlo.

"Mejor ve a ver con el doctor Miller y la tía abuela lo que conversamos, amor." Le dijo el rubio gentil. "Yo puedo comer con la ayuda de Mallory si es necesario. Aunque creo que puedo hacerlo solo esta vez. No te preocupes por mí."

"¿Seguro, Anthony?"

"Sí, pecosa. Ve. Y ayuda a esa pequeña. Como ves, te necesita más que yo", le dijo estrechando otra vez su mano con cariño. "Aunque yo siempre te necesitaré, Candy.", le dijo enamorado sin importarle los presentes.

Candy le sonrió enamorada de oírlo, y se inclinó a besar… su mejilla, porque le daba pena por el doctor y Mallory el besarlo en los labios esta vez.

"Volveré tan pronto como pueda, mi amor", le dijo la rubia contenta de verlo tan animado.

"Te esperaré aquí cuando termines." Le sonrió el rubio, acariciando su mejilla, y Candy asintió, retirándose entonces junto con la tía abuela y el doctor al despacho para arreglar con el personal lo requerido para el sepelio y entierro de la pobre joven, haciendo Candy una petición especial, la cual sorprendió a la tía abuela, pero que igual se ordenó realizarla.

Los arreglos le tomaron a la pecosa mucho más tiempo de lo esperado, así que cuando volvió a la habitación del rubio, él ya se encontraba dormido, habiendo recibido su medicamento.

"Comió bien y luego tomó un baño rápido.", dijo la enfermera. "Se durmió hace poco."

"Gracias, Mallory", le dijo la rubia, acercándose a él para verificar que estuviera durmiendo tranquilo.

"Me pidió que le dijera que no olvidara descansar usted también", le dijo la señora enfermera con una sonrisa.

Candy sonrió enternecida. "Gracias, Mallory. Subiré a dormir más tarde, solo quiero estar con él unos momentos más. Si quieres puedes tomarte un descanso. Yo me quedaré con él para que descanses tú también un poco."

"¿Segura, señora Brower?"

"Por supuesto, Mallory."

"Está bien, señora. Volveré en unos momentos", dijo.

"Descuida."

Para ese entonces el doctor Miller se encontraba durmiendo ya en una habitación cercana. Por lo que la enfermera aprovechó para hacer lo mismo en la que le habían asignado.

Tras salir la enfermera, Candy se sentó en un cómodo sillón que habían colocado junto a la cama del rubio para ella, con una pequeña butaquita para subir sus pies, a petición de Anthony mismo, para que estuviera cómoda.

La pecosa lo veía dormir, tranquila, acariciando su pancita. Sus pensamientos se dirigieron entonces a la pobre joven que había perdido la vida la noche anterior durante el parto, perdiéndose en sus circunstancias. Su bebé le dio entonces una patadita en su mano, llamando su atención. Candy sonrió, "Descuida, cariño," le dijo suavecito, "yo estaré bien. Le pediremos a Diosito que todo salga bien para nosotros. Y pronto estarás con papi y conmigo aquí afuera", le dijo tierna. "Quedémonos quietecitos aquí junto a papi mientras duerme." le dijo. Y Candy comenzó a tararear suavecito una canción de cuna para su pequeño, reconfortándolo, mientras su esposo, en sus sueños, sonreía también escuchándola cantar a lo lejos.

Mientras tanto, uno de los mayordomos de la mansión y otro ayudante de este, tras media hora de camino en uno de los autos conducido por el chofer, llegaban al pueblo de Lakewood, junto con Dorothy y otra mucama, para llevar a cabo las instrucciones de la señora Elroy y de Candy misma.

Los empleados se apresuraron a ir a ver los arreglos del sepelio, la misa y el entierro con el nombre que ya tenían de la joven, mientras Dorothy tocaba a la puerta de la señora Weber, acompañada de la otra mucama, llevando una pequeña maleta con ellas. Tras identificarse como enviadas del doctor Miller y de la señora Elroy Andley, la desconfiada señora las dejó pasar con rapidez, mostrándoles a la pequeña bebé, a quien tenía colocada en uno de los cajones de la cómoda de su habitación que había sacado y puesto sobre su cama para que hiciera de cuna para la recién nacida, a falta de una.

La joven pelirroja tomó a la pequeña bebé, maravillándose por lo pequeña que era y lo dulce que se veía.

"¿Cómo se llama la bebé, señora?", dijo la joven mucama a la consternada señora Weber, acunando a la pequeña en sus brazos.

"No tiene nombre, niña. Su madre no le puso uno.", dijo la anciana con tristeza.

"Y… su madre, ¿dónde está?", preguntó Dorothy con cierto temor.

"En su habitación. Allí está tendida para mientras."

"¿Podría pasar a verla un momento?", pregunto Dorothy con seriedad.

"Si usted así lo desea, por supuesto. Venga, acompáñeme, señorita. Con mis vecinas ya le rezamos un rosario, pero siempre es bienvenida una oración más por la pobrecita."

"Tómala, Matilda.", le dijo a su compañera, dándole a la pequeña. "Y vístela. Luego prepararemos su biberón."

"Está bien, Dorothy." La mucama unos años menor que ella asintió, recibiéndola.

Dorothy se dirigió entonces junto con la señora hacia la habitación de la servidumbre y tras rezar unos minutos por la joven, que tenía una vela encendida en la mesita junto a ella, Dorothy pidió permiso a la señora Weber para realizar la petición de Candy y tras recibir su aprobación, condolida, la anciana vió cómo la mucama, con una pequeña tijerita que traía, cortaba un pequeño mechón dorado de cabello de la bella pero demacrada joven que parecía dormida y, sujetándolo con una cinta, lo guardaba en una cajita que colocaba en uno de los bolsillos de su abrigo.

"Gracias, señora." Le dijo la joven de trenzas.

"A usted, señorita.", respondió la señora Weber con una triste sonrisa. Ambas salieron de la habitación.

"No se preocupe por el sepelio y por la pequeña, señora Weber, mis patrones se encargarán de todo lo necesario."

"Ellos son muy amables. Sabía que los Andley eran una familia muy adinerada pero jamás pensé… - si me disculpa -, que fueran tan generosos y nobles con los pobres. Sobre todo, con una joven sin familia o esposo, que no conocieron."

"Son una buena familia, señora Weber. En especial los señores Brower Britter, que son quienes están respondiendo directamente a esta necesidad."

"¿El señor Anthony Brower y su esposa?"

"Así es. El doctor Miller le contará con más detalle supongo. Como le comentaba, llevaremos a la pequeña con nosotros, mientras se encuentra un hogar para ella."

"Muchas gracias, yo ya no sabía ni qué hacer. Con mi edad… y sin ayuda en la casa otra vez", le dijo llegando a la salita donde Matilda ya tenía cambiada a la niña y esperaba para calentar los biberones que traían para la pequeña, quien ya había comenzado a llorar otra vez por el hambre.

"No se preocupe, señora Weber, nosotras dos nos haremos cargo a partir de ahora", dijo amable Dorothy, yendo con Matilda que mecía a la pequeña llorona.

"Le daremos de comer, y luego de ayudarla con lo que usted necesite, si no tiene inconveniente, el chofer nos espera para regresar a la mansión por la tarde", comentó Dorothy.

"No saben lo agradecida que estoy. Ustedes podrán hacer más por ella que yo. Es tan pequeñita…"

"Nuestros compañeros vendrán en un rato también. Están ya arreglando todo lo del sepelio. Si necesita algo más, puede pedírselos, señora."

"¡No sé qué decir!", dijo sorprendida hasta las lágrimas la señora Weber. "Se los agradezco de verdad", dijo sacando su pañuelo para secar sus lágrimas. "Por favor, hagan llegar mi gratitud a la señora Elroy y a los señores Brower por su bondad, ¡que Dios se los pague! La pobre Susana estaría muy agradecida por lo que hacen por su hija."

Dorothy asintió, "Se los diremos, señora. ¿Podría prestarnos su cocina para calentar el biberón?"

"Por supuesto. Síganme, por favor", dijo y las guió hasta el lugar.

En otra parte del pueblo…

"¿Cómo dice que quiere que le ponga?", preguntó el empleado de la marmolería.

"Me dieron esta nota", dijo el mayordomo de la casa Andley al tallador.

"Muy bien. La comenzaré a trabajar y la tendré lista para esta tarde."

"Muchas gracias.", dijo el joven mayordomo y se retiró a alcanzar a su compañero en la iglesia.

"Pobre la señora…", dijo el trabajador viendo la inscripción. "Tan linda y tan triste…", dijo para sí, recordando cuando la callada joven pasaba con las compras de su señora frente a su local.

El sencillo trabajador dejó el papel sobre la mesa para ir por una plancha de mármol y comenzar a trabajarla. En el papel colocado hacia arriba se leía, con la letra de carta fina de Candy…

En memoria de

Susana Mackenzie

Amorosa madre y amiga

13 de Marzo de 1918

Esa misma tarde, un auto llegaba a la Mansión Andley con una preciada carga. Tras su siesta de la tarde, la pecosa se alistó para recibir junto con su tía abuela a la pequeña. No sabía por qué, pero se sentía muy ilusionada. Sabía que sería solo por un tiempo, pero de alguna manera, se sentía unida a la pequeña de una manera especial.

Cuando el auto se detuvo, la pecosa tuvo que contenerse para no bajar corriendo los escalones hasta el auto. La tía abuela le había dejado muy en claro que tenían que espera juntas a que la subieran las empleadas al ingreso de la casa.

La señora Elroy la conocía bien, y lo último que la anciana necesitaba era una caída de la rubia mientras estaba bajo su total cuidado, estando Anthony en recuperación bajo su techo. La noche anterior la matriarca le había hablado a William Albert por teléfono para contarle sobre la salud de su nieto y había logrado convencerlo de permanecer en Chicago el tiempo que habían acordado, asegurándole que el doctor Miller había confirmado que el rubio se encontraba fuera de peligro, y que solo necesitaba un período de descanso físico para recuperar el avance de antes, al menos un par de meses, justo para el nacimiento de su hijo. Ahora, esta última novedad, al no considerarlo algo permanente, se la comentaría en su próxima llamada cuando el patriarca llamara preguntando por su sobrino esa tarde.

La portezuela trasera del auto fue abierta por el mismo diligente chofer que las condujo de vuelta del pueblo, y las dos mucamas salieron del vehículo ayudadas por él, la joven pelirroja de trenzas con un pequeño bultito acunado entre sus brazos. Había comenzado a nevar.

"¡Allí está!", dijo Candy con una brillante sonrisa mirándola.

Continuará…

¡Gracias por leer!

¡Muchas gracias por sus comentarios, queridas Cla1969, Mayely león, Anguie, Sharick, Guest 1, Guest 2 y Julie-Andley-00!

¡Bendiciones!

lemh2001

21 de febrero de 2024

P.D. Se publicará la continuación el sábado 24 de febrero.