Disclaimer
Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi de su obra Ranma 1/2. Sólo los utilizo para mi propio entretenimiento y el de los que leen. No obtengo ningún beneficio monetario por ello.
Se aceptan todos los comentarios y críticas que sean hechas con respeto. Comentarios ofensivos serán ignorados. Muchas gracias.
Nota aclaratoria: el aria que Shampoo y Ryoga cantan es parte de la ópera Die Zauberflöte y que aparece traducida al comienzo de este capítulo. Es una oda al amor en general cantada por la princesa Pamina y el pajarero Papageno (de ahí que Ryoga haya sido vestido de pájaro). Los personajes no son pareja en la obra ;)
A los hombres que sienten amor
A los hombres que sienten amor
Nunca les falta un buen corazón
Sentir los dulces impulsos
Es entonces el primer deber de una mujer
Regocijémonos en el amor
Únicamente por él vivimos
El amor endulza cada pena
Toda criatura lo alaba
Da sabor a nuestros días
Actúa en el ciclo de la naturaleza
Su excelso propósito muestra claramente
Nada más noble hay que la mujer y el hombre
Hombre y mujer, y mujer y hombre
Alcanzan la esfera de la divinidad
Wolfgang Amadeus Mozart - "Bei männern welche liebe fühlen" en La Flauta Mágica.
Humillado. Vejado. Degradado. Denigrado. Pisoteado. No había palabra que describiera como se sentía en ese momento. Él, convertido en un vendedor de comida ajena. Él que, según su propia opinión, era un genio, un ser excepcional, estaba ahí, vendiendo comida. Ya bastante tenía con haber sido incluido a la fuerza en el dichoso espectáculo para que, además de no haber conseguido realizar ningún número, lo mandaran al puesto de comida y, con eso, no podría ver finalmente nada, ni siquiera la presentación de sus amigos. ¡Al diablo con todo! No vendería ni un miserable panecillo, pobre del que los hizo, que al parecer eran de Mousse o de su mamá. Daba lo mismo, no vendería nada, en señal de protesta por el atropello que acababa de sufrir. Miró hacia el frente, ahí estaba también Akane en su rol de vendedora pero, al contrario de él, parecía no molestarle. Pobre, seguramente porque se sabía sin gracia y sin oportunidades de hacer algo más. No lo creía así pero era tanta la rabia acumulada que se desquitaba con el primero que se le apareciera. Para colmo de males, Akane estaba con el microbio de Satori que no la dejaba ni a sol ni sombra. Aprovechador, sinvergüenza. Pequeño canalla. ¿En serio pretendía que Akane se fijara en él? Pobre diablo.
Akane intentaba no mirar a Ranma, sabía que si lo hacía, éste no perdería la oportunidad de molestarla y todo podría terminar en un desastre, como ya se estaba haciendo costumbre en sus vidas. Se dedicaba a conversar con Satori y a ordenar los bocados que Ukyo había preparado. No pasó mucho tiempo para que la gente que entraba a ver el evento se acercara a los puestos de comida y, para desgracia de Ranma, Akane vendía mucho más que él. De hecho, Ranma no vendía absolutamente nada. Eso no lo debería haber afectado, él mismo había resuelto no vender pero, amargado por perder esa batalla decidió, en contra de su primera decisión, ofrecer su comida. Mala suerte para él porque poco y nada consiguió.
– Ja ja. Pobre Ranma, no eres capaz de vender ni un mísero panecillo – gritó Satori desde donde estaba. Ranma trató de ignorarlo pero el mocoso tenía la capacidad inigualable de sacarlo de sus casillas y hacerlo explotar. Sus burlas abrieron fuego en esa guerra.
– Eso es porque sólo ahora me he decidido a vender. Prepárate para ser aplastado como el mosquito que eres – respondió Ranma. Akane intentó no poner atención al enfrentamiento y dedicarse a ofrecer los bocados. Mientras no pasara de palabrería cruzada, no había nada que temer. Lamentablemente, las cosas no sucedieron así y ella debió haberlo imaginado. Los insultos entre Ranma y Satori fueron escalando y ni siquiera los ruegos de Akane pidiéndoles que se comportaran los logró tranquilizar. Al ser mayor, las groserías de Ranma eran mucho más hirientes y terminaron por verdaderamente hacer enfurecer al pequeño quien, a falta de palabras, lanzó uno de los pasteles en dirección a Ranma pero éste estaba atento y logró esquivarlo.
– Pobre enano ni puntería tie… – no logró terminar la frase porque un nuevo pastel le dio de lleno en la cara.
– ¿Por qué hiciste eso, Satori? ¡Esta comida es de Ukyo! – le recriminó Akane. No obtuvo respuesta de Satori pero sí de Ranma quien, tratando de alcanzar a Satori, le envió un pastel en la cabeza a Akane.
– ¡¿Cómo te atreves Saotome?! – gritó el niño, lanzando otro pastel. Ranma lo esquivó y le lanzó uno, dando en el blanco esta vez.
– Ahí tienes pequeño miserable – dijo victorioso sin percatarse que un nuevo pastel venía en dirección hacia él, esta vez cortesía de Akane.
– ¡Y ahí tienes tú, cobarde! – le gritó ella. Lo que siguió fue una batalla campal de pasteles, panecillos, fideos, arroz, todo lo que cruzara por sus manos. Cuando ya poco les quedaba por utilizar, Satori agarró una pequeña bolsa de harina y se la lanzó a Ranma quien, después de recibirla, quedó convertido en un verdadero muñeco.
– ¡Esta sí que no te la voy a perdonar! – y saltando por sobre el mostrador, fue tras Satori quien escapó del lugar. Akane los siguió: tenía que detener esa locura.
v-v-v-v-v
Ryoga se paseaba de un lado a otro, nervioso. Estaba seguro de que se había aprendido la canción pero ahora parecía que cada letra se había fugado de su mente. Haría el ridículo, más encima estaba vestido de pájaro. Mousse trataba de tranquilizarlo, no era nada tan tremendo, sólo tenía que sacar ese vozarrón que tenía y ya, en tres minutos todo sería asunto del pasado. Ukyo, a pesar de las advertencias del profesor, estaba con ellos, entregando apoyo moral.
– ¿Y cómo se ve Shampoo? ¿Está tranquila? – le preguntó Mousse.
– ¿Y cómo no iba a estarlo? Si éstas son las cosas que le gustan a ella: todos mirándola y alabándola…
– Y se lo merece, si es la más bella y la que canta mejor. Eso debes reconocerlo – contestó Mousse mientras daba los últimos toques para afinar su violín. Ukyo se encogió de hombros. Una parte de esa afirmación era real, ella cantaba realmente bien. La otra, no tanto.
– No puedo, no puedo. No podré cantar – seguía lloriqueando Ryoga. Mousse dejó el violín y se acercó a él.
– Tranquilo, hombre. Te dije que todo saldría bien – le dio unas pequeñas bofetadas en la cara para, posteriormente, tomar la botella de la que él había estado bebiendo y se la entregó a su amigo –: Bebe esto, te sentirás con más energía – y lo obligó a beberse hasta la última gota. Ukyo se puso pálida. No, no era eso lo que ella esperaba.
– Gracias. Sólo espero que esto resulte – suspiró Ryoga. Mousse le dio una palmada en el hombro: tenía que confiar en él mismo y en su talento. No hubo más tiempo para comentarios, llegaron a decirles que era hora de empezar. Nuevamente Ukyo fue regañada por estar en el vestuario de los hombres y se le ordenó que saliera de ahí. Mientras se dirigía al escenario, no podía dejar de pensar en que Ryoga se había tomado el brebaje de Shampoo. Se consoló rápidamente: no importaba que fuera él o Mousse, lo importante era que no fuera Ranma.
Ya los padres estaban instalados, algunos amigos, conocidos; todos esperaban lo que desde hace tiempo se venía anunciando con bombos y platillos. Ukyo presentó a todos con el mismo entusiasmo: algunos recitaron poesías, escenas de teatro, las tontas enemigas de Shampoo también salieron y llegó el turno del número estelar. Shampoo estaba con Cologne esperando su momento. Ésta le preguntó por la botella.
– Sí, sí, la tengo aquí – y se la enseñó a su abuela, indicándole que no había visto a Ranma para usarla. Evidentemente ella no podía siquiera imaginar que el contenido real había ido a parar al estómago de Ryoga y que el líquido que se veía no era más que agua. Agua común y corriente.
– Shampoo, ya es hora – le avisaron. Dando el último vistazo, salió. Era incómodo caminar con ese vestido de princesa pero así eran las cosas. Detrás del telón se encontró con Ryoga.
– Espero que te hayas calmado y no hagas el ridículo. Ni me hagas hacerlo a mí – le advirtió.
El ridículo ya lo estaba haciendo con ese atuendo, pensó él. Cuando Ukyo los presentó, el telón se abrió. Las reacciones se repartieron entre los que admiraban la belleza de Shampoo y los que se reían del traje de Ryoga. Shampoo se sentía en la gloria, especialmente porque podía notar como las tontas la miraban, verdes de la envidia. Mousse, más abajo, la miraba hipnotizado al punto que tuvieron que gritarle para que comenzara la música. Shampoo comenzó:
Bei Männern, welche Liebe fühlen,
fehlt auch ein gutes Herze nicht…
Ryoga la siguió, bastante tranquilo:
Die süßen Triebe mitzufühlen,
ist dann der Weiber erste Pflicht.
Habían empezado bien, a tono, con el tempo perfecto. Los rostros de Cologne y el padre de Shampoo brillaban de orgullo. Entonces, debieron cantar ambos a la vez:
Wir wollen uns der Liebe freu'n,
wir leben durch die Lieb' allein.
Fue en este preciso momento que algo empezó a afectar a Ryoga. No podía mantenerse concentrado en lo que estaba haciendo, sólo podía seguir con la mirada a Shampoo que, de un momento a otro, se presentó ante sí como una criatura celestial, la más hermosa que había visto en su vida. Tomó aire, tratando de volver a la canción pero no podía, por más que lo intentaba, no podía. Shampoo no notaba la incomodidad de su compañero, ella seguía haciendo lo que tenía que hacer.
Die Lieb' versüßet jede Plage,
ihr opfert jede Kreatur.
Era el turno de Ryoga pero éste no respondió. Shampoo comenzó a inquietarse, repitió su parte para darle tiempo a su compañero de retomar pero no hubo caso, estaba como un idiota parado en frente de ella.
– ¿Qué te pasa imbécil? ¡Es tu turno! – le decía con disimulo pero Ryoga no respondía. Pasados unos segundos, reaccionó, no de la manera que ella hubiese querido, claro. Sentía que la miraba de una manera extraña. Al estar frente a ella, la tomó de los brazos. Eso no era parte del libreto…
– Espera ¡¿qué crees que estás haciendo?! – le gritó.
– Shampoo, mi amor, te adoro – y sin decir una palabra más la besó apasionadamente delante de un público que se mostraba atónito.
v-v-v-v-v
Ranma no pudo darle alcance a Satori, el chiquillo era rápido como una bala pero él era persistente y no descansaría hasta encontrarlo y darle el gran merecido que le tenía reservado por todas las que le había hecho y de las cuales había salido completamente impune. Temiendo que a Ranma se le pasara la mano con el niño, Akane corría detrás de ellos. Vio como Satori entraba al auditorio, seguido de Ranma y decidió entrar también. Llegaron justo para ver como Ryoga besaba a Shampoo apasionadamente. Se quedaron los tres con la boca abierta.
El griterío que se armó sólo ayudó a caldear más los ánimos. Mousse sorprendido primero y enfurecido después se subió al escenario y, sin importarle nada, le partió el violín a Ryoga en la cabeza. No podía creer que él, que se decía ser su amigo, le estuviera robando la mujer que a él le gustaba. Ni Ranma se había atrevido a tanto. No fue el único. El padre de Shampoo, fuera de sí, también subió queriendo moler a golpes al hombre que había deshonrado a su hija en frente de todos. La confusión reinaba, gritos por todos lados, Shampoo sollozaba, los profesores trataban de calmar a la gente, el señor Kuonji, también presente, comentaba cómo el libertinaje se apodearaba de los adolescentes cada vez más. Afortunadamente, decía, su pequeña Ukyo no era de esas… Los gritos no cesaban, nadie podía mantenerse quieto. Ukyo miraba tras el telón sintiéndose culpable: ella no quería que Shampoo embrujara a Ranma pero tampoco quería que mataran a Ryoga.
– Tengo que ir a ayudar a Ryoga – fue todo lo que dijo Ranma y salió corriendo hacia donde éste estaba sin importarle estar convertido en un muñeco de harina.. Al llegar, Shampoo se lanzó a sus brazos, llorando.
– ¡Ranma, Ranma! ¡Ryoga me intentó violar! – sollozó mientras lo sujetaba fuerte.
¿Violar? ¿No era eso demasiado? Es cierto, al parecer la besó a la fuerza y eso estaba mal pero de ahí a violarla había mucho trecho. ¡Si Ryoga apenas de atrevía a hablarle a la chicas!
– Lo siento de verdad pero voy a intentar ayudarlo – le dijo mientras la hacía a un lado y trataba de sacar a Ryoga de la lluvia de puñetazos y patadas que le caían encima. Mientras lo hacía, Ranma no podía dejar de sonreír: no era que se alegrara del suplicio al que estaba siendo sometido su amigo pero, con lo que había hecho, Ryoga se había condenado solo. Akane creería que estaba enamorado de Shampoo y, bajo su premisa, ella jamás se fijaría en él por no dañar a sus amigas o algo así era su cuento, con algunas variaciones.
– Ryoga, si estás enamorado de Shampoo debiste actuar de otra forma – le dijo Ranma muy fuerte, para Akane lo oyera.
– Yo… yo no sé lo que pasó. Sólo la vi y… no sé – lloriqueó.
Ryoga no sabía pero Cologne sí: esos no eran nada más que los efectos de la pócima que le había dado a Shampoo. ¿Cómo había llegado hasta Ryoga?
– ¡Eres un traidor, Ryoga Hibiki! ¡Un traidor! – le decía Mousse quien no podía creer que todos parecían tener una mínima oportunidad con Shampoo, menos él. Peor estaba el padre de Shampoo que prometía a diestra y siniestra acabar con el abusador de su hija. Ranma sacó a Ryoga de ahí, machucado como estaba. Akane se acercó para ver cómo estaba el muchacho quien, en cuanto la vio, sintió que sus sentimientos hacia ella se mantenían intactos, como siempre. Pero ¿qué diablos le había pasado hace un rato atrás?
– Ay Ryoga entiendo que estés enamorado de Shampoo pero ¿por qué demostrárselo de esa forma? – Ranma hablaba con la clara convicción de formar esa idea en la cabeza de Akane.
– No Ranma, las cosas no son así – decía Ryoga, tratando de defenderse pero es que tampoco tenía mucho que decir a su favor. Poco después se les unió Ukyo, preocupada por lo que había pasado. Si bien tenía cierto peso en la conciencia por lo que había hecho, y lo que había resultado de su acción, se juró a sí misma que no diría ni una palabra de lo que había ocurrido. Lo sentía por Ryoga pero era él o Ranma y ya se sabía cómo terminó la historia, por el bien de todos.
– ¿Estás muy mal? – le preguntó a su también víctima. No, no tanto, al menos estaba vivo. No siguieron ahondando más en el asunto porque una chica llegó desde dentro diciendo que una desconsolada Shampoo llamaba a Ranma, que quería verlo, etc. Ranma se negó a ir, quería quedarse con Ryoga quien realmente lo necesitaba. No quería dejarlo solo porque podía encontrarse con Mousse nuevamente o con el padre de Shampoo y ahí sí que lo perdían para siempre. Ukyo, confundida, encendió un cigarrillo y comenzó a fumar. Todos comenzaron a agitar las manos tratando de sacar el humo del aire.
– Haces bien en no ir, Ranma. Es un berrinche de Shampoo, nada más, para llamar tu atención – dijo Ukyo. Akane la contradijo, no era un berrinche. Ryoga la besó delante de todos, podía ser pudor también. ¿Pudor en Shampoo? Ukyo lanzó una carcajada que retumbó en toda la escuela. Mal por ella porque eso atrajó la atención del director que la encontró en pleno acto de desobediencia, con un cigarrillo en las manos. Ukyo trató de justificarse pero no había excusa posible: la habían descubierto in fraganti. Comenzó a preguntarse si no era un castigo por lo que le había hecho a Ryoga…
El director llamó al padre de Ukyo y le hizo ver el reprochable actuar de su hija. El señor Kuonji sintió que le hervía la sangre y, tomando a la chica de un brazo, se la llevó, posiblemente a su casa, amenazando con darle un correctivo ejemplar.
– Tengo que acompañarla – dijo Akane. Ryoga, molido como estaba, se ofreció a ir con ella, algo que no le calzaba a Ranma completamente. ¿Ya no se acordaba de Shampoo? Cuando vio que se habían ido, pensó seguirlos pero Shampoo apareció y se lanzó a sus brazos.
– ¡Oh Ranma! ¡Tienes que hacer algo para restaurar mi honor! – sollozó.
– ¿Yo? Que lo haga Mousse… – decía tratando de zafarse de ella pero Shampoo era fuerte.
– No, Ranma, eres tú ¡Eres tú! – suplicaba la chica. Poco después llegó el padre, junto a Cologne y Mousse, preguntando por Ryoga.
– ¿Dónde está ese miserable? ¡Lo haré pagar por esto! ¡Tendrá que casarse con mi hija! – gritó.
¿Casarse? Tanto Shampoo como Mousse quedaron paralizados ante tal afirmación y a Ranma no le pareció tan descabellada. Sí, eran muy jóvenes pero, Ryoga siempre había querido tener una novia y ahora se le estaba dando la oportunidad en bandeja. Cansado de esperar por Ryoga, el señor padre de Shampoo decidió irse a su casa. Su hija le pidió a Ranma que lo acompañara. Por más que se negó, la insistencia implacable de Shampoo lo terminó convenciendo y se fue con ellos. En el camino y en un descuido, Cologne se acercó a su bisnieta y le preguntó si le había dado la pócima a Ranma. No, no hubo tiempo pero tenía la botella con ella, ahora que las acompañaba podría dársela. Cologne le quitó la botella y probó el líquido ¡Era agua común y corriente! El pavor se apoderó de Shampoo.
– No entiendo cómo llegó el agua ahí – dijo, pálida.
– Yo te lo explicaré: alguien cambió el brebaje y evidentemente lo bebió el muchacho que te besó en el escenario – dijo Cologne. Shampoo sentía que la tierra se abría y se la tragaba. Sin embargo, el malestar no le duró demasiado, la bisabuela siempre tenía una solución.
– Bueno, no te queda más que revertir el efecto y darme una nueva pócima. Asunto arreglado – sonrió Shampoo, feliz.
– No es tan fácil, querida bisnieta. El amarre este es de carácter permanente – sentenció Cologne.
v-v-v-v-v
Aunque Akane tenía la firme convicción de acompañar a Ukyo en su martirio, a poco andar el director de la escuela de chicos le dio alcance y le pidió explicaciones.
– ¿De qué? ¿Qué he hecho? – preguntó ella, sorprendida.
– ¿Qué hizo? ¡Y todavía lo pregunta! ¿No vio el desastre que dejó en el puesto de comida? – bufó el hombre.
Con todo el asunto del beso de Ryoga y Shampoo, Akane había olvidado la guerra de comida que Satori y Ranma habían armado. Se defendió diciendo que ella sólo fue una espectadora, o casi. El mayor responsable era Ranma.
– A ése también lo haré limpiar apenas lo encuentre – el director le indicó a Akane el camino a seguir. Ella suspiró, no quería más problemas por ese día. Le pidió a Ryoga que acompañara a Ukyo y se asegurara de que el señor Kuonji no se pasara con el castigo. Ryoga aceptó, sólo porque Akane se lo pedía. Iría aunque estaba seguro de que no tenía ni un sólo hueso sin quebrar y no podía garantizar que llegase finalmente a su destino.
Al director poco le importó que Ranma estuviera consolando a Shampoo. Sentía lo que había pasado con la chica pero se había comportado como la peor de las bestias y debía pagar por eso. Ranma no entendía de qué hablaba el sujeto que tenía enfrente.
– Pero ¿de qué me acusa?
– Es usted de lo peor Saotome. Hizo de los puestos de comida un campo de batalla y ahora se hace el que no sabe nada. ¡Es el colmo!
– No sé de lo que habla – dijo Ranma, sin ninguna vergüenza de mentir.
– ¿Cómo puede ser tan miserable, Saotome? ¡Está usted convertido en un muñeco de harina y no sabe de lo que hablo! – el director lo tiró de una manga y lo sacó afuera. Al ver que se llevaban a Ranma, Shampoo pidió ir con él. Su padre no se lo permitió: ya bastante había tenido por ese día.
– Pero alguien debe ayudarlo. No debe ser un trabajo fácil – insistió Shampoo.
– No se preocupe, su cómplice lo ayudará – dijo el director y salieron. Ranma pensó que por complice el viejo se refería a Satori y se negó a limpiar junto a él. Él, que era el causante de toda su tragedia. Su rostro cambió al ver que su compañera de limpieza era Akane Tendo. Las cosas no se veían tan mal, después de todo.
El director les entregó los útiles de aseo y les advirtió que no se marcharían de ahí hasta que todo estuviera impecable. En principio, ninguno de los dos muchachos decía nada y es que no había mucho que decir. Finalmente, Akane rompió el silencio.
– Bastante caro nos saldrá el chistecito de la la guerra de comida – le recriminó a Ranma.
– Hey, espera. No todo fue mi culpa. La mitad del trabajo lo hizo el diablo de Satori quien, como siempre, se libra de los castigos y humillaciones – se quejó Ranma.
– Tú empezaste a molestarlo. Él sólo se defendió –. Ranma miraba Akane sin poder creer lo que oía, siempre había una justificación para el bicho ese.
– De todos modos ¡Él debería estar limpiando aquí con nosotros! –. Akane movió la cabeza. Ranma era increíble, poniéndose a la altura de un niño.
Nuevamente, el silencio. Durante largo rato hasta que, nuevamente, Akane se atrevió a hablar.
– ¿Cómo está Shampoo? – preguntó. Ranma hizo un gesto como queriendo decir que no era para tanto. Akane lo contradijo: había sido besada en público, a la fuerza, por un chico que ni siquiera le gustaba.
– Ahí tienes a Ryoga. Parece un santo pero no lo es. Sucumbe pronto a su pasiones – dijo Ranma sin ningún pudor. Akane lo miró extrañada: no era eso lo que ella había visto en él. Algo extraño le tenía que haber pasado.
– No parece ser este tipo de persona – afirmó convencida.
– Mira, yo siempre he sospechado que a Ryoga le gusta a Shampoo, por pequeñas señales – Ranma no tuvo reparo en mentir –: creo que si no decía nada era para no herir a Mousse. Y te puedo asegurar que a Shampoo también le gusta Ryoga, un poco. No tanto como yo puedo gustarle – por mucho que quisiera formar una idea en la cabeza de Akane, Ranma no dejaba de ostentar sus atributos –: pero algo le gusta –. Akane no lo podía creer. Shampoo se veía muy enamorada o, al menos, entusiasmada con Ranma.
– Mejor así, de este modo puedes vivir más tranquilo tu romance con mi hermana – soltó Akane. ¿Romance con su hermana? Ranma lo había olvidado: se supone que él era el novio de Nabiki.
– Bah, eso no tiene importancia – dijo sin pensar, ganándose un golpe de Akane.
– ¿Mi hermana no tiene importancia? – le gritó. No era eso lo que quería decir pero en el fondo sí aunque no podía o no quería reconocerlo. Desafortunadamente, Nabiki llevaba largo rato espiándolos y en cuanto oyó que su nombre se asomaba en la conversación, apareció en acción.
– Eres muy malo Ranma. Estás jugando con mis sentimientos – dijo sollozando falsamente. Akane se acercó a ella para tratar de consolarla. Ranma ya estaba cansado de todo: primero Satori, luego Ryoga que casi muere, el lloriqueo de Shampoo, él y Akane limpiando y, ahora, Nabiki haciéndose la víctima. Demasiado para una sola tarde.
– ¡Ya basta! ¡No quiero saber más de sus chifladuras! – les dijo duramente a ambas.
Nabiki se secó las lágrimas y, muy compuesta, dijo:
– Está bien. Sí, Akane, todo esto fue una invención mía para salvar a Ranma – éste respiró aliviado ante tal aclaración pero inmediatamente el terror se apoderó de él al pensar cómo seguiría el discurso –: te diré la verdad, quién es la persona que realmente le gusta a Ranma. No te lo puedes ni siquiera imaginar…
Perdonen por la tardanza en actualizar pero es que el tiempo se hace poco. Tampoco puedo prometer más regularidad, lo siento. Gracias a toditos los que dejan reviews, no puedo agradecer ahora individualmente pero cuando pueda, lo haré.
Bis bald!
