NO SOY DUEÑO DE INUYASHA. PERO SI SOY DUEÑO DE MIS HISTORIAS Y NO DOY PERMISO A NADIE A UTILIZARLAS.

HOLA DE NUEVO.

EN ESTE VIAJE LOS LLEVARÉ A UNA HISTORIA DIFERENTE, CON AVENTURAS, CONFLICTOS ROMANCE… UNA HISTORIA MUY DESDE EL FONDO DE MI IMAGINACIÓN. NO ES LA PRIMERA DE ESTE GÉNERO NI SERÁ LA ÚLTIMA, PERO ESPERO QUE SEA UNA DE LAS MÁS ENTRETENIDAS.

MIL DISCULPAS POR DEJAR PASAR TANTO TIEMPO EN ACTUALIZAR, CON ESTA PANDEMIA TAN HORRENDA, ESTAMOS TODOS ALTERADOS, CON MÁS RAZÓN ESCRIBIRÉ CADA VEZ QUE PUEDA, SI EN ALGO PUEDO ALEGRARLOS UN POCO,ESO ME HARÁ INMENSAMENTE FELIZ.

HUBO UNA FILTRACIÓN EN WATTPAD, ME HACKEARON LA CUENTA Y EL MAIL, YA NO ME PERMITE INGRESAR NI UTILIZAR MIS CONTRASEÑAS, OBVIAMENTE NO PODRÉ TERMINAR DE PUBLICAR NADA ALLÍ, A NO SER QUE ABRA OTRA CUENTA. LO CUAL VOY A PENSAR DOS VECES. SI ALGUIEN TIENE CUENTA ALLÍ, POR FAVOR DE VER ALGÚN MENSAJE DESAGRADABLE O ALTERACIONES EN MIS HISTORIAS, SEPAN DISCULPAR, NO SERÉ YO QUIEN ESTÉ DETRÁS DE AQUELLO. DESDE YA REITERO MIS DISCULPAS.

CON ALGUNAS DIFICULTADES PARA ESCRIBIR Y ACTUALIZAR, ESPERO SEPAN DISCULPAR LA DEMORA.

UN ABRAZO GIGANTE Y QUÉDENSE EN SUS CASAS, CUíDENSE MUCHO.

GRACIAS POR SU CARIÑO, TIENEN EL MÍO.

Capítulo 34

Los dragones atacaban sin misericordia a los habitantes del Este.

Kumazawa se reunía en la explanada del palacio de las Almas con su General en jefe Taisho Sesshomaru.

-"Mi Lord!"

-"Ya conoce su deber Kumazawa"

-"Pero Sesshomaru Sama! Los dragones llevan la delantera!"

El Lord Inu tomaba al enorme oso de sus ropas a la altura del pecho, lo jalaba hacia él y le acercaba su rostro gruñendo muy bajo

-"Haga lo que le ordeno, o cercenaré su garganta con mis propias garras"

Pero el enorme youkai Kuma sin miedo le respondía

-"El Señor del Este es el objetivo de la avanzada de los reptiles, no voy a dejarlo luchar solo, mi Lord."

-"Si eso es cierto, con más razón OBEDEZCA!"

La presión de las garras en la garganta del oso ya sacaba gotas de sangre de su piel

Apenas tragando el oso, asintió.

Sesshomaru lo arrojó y el Kuma youkai se levantó y rápidamente se alejó en dirección al núcleo flagrante de la contienda.

El kuma youkai quería proteger a Souta, pero Sesshomaru sabía que podría cuidarse solo y el enorme oso era muy necesario en el frente donde Kokuryu y Náraku estaban.

Sangre, gritos, fuego, youki, reiki, sangre y muerte

En una de las avanzadas se encontraban Kohaku y Danaka luchando codo a codo. El tigre sentía el hervor de su sangre recordando todo lo sufrido por su clan a manos de los dragones y sin darse cuenta se elevaba en el aire cortando alas, desgarrando reptiles y mutilando sus cuerpos haciéndolos caer imposibilitados.

Kleinez se atravesaba para arremeter contra Kokuryu que se encontraba gritando órdenes de aquí para allá.

La oportunidad de recuperar las tierras del Sur latía en las manos que sujetaban sus katanas.

Era ahora o nunca.

Los estandartes del clan Neko se alzaban por su justicia y su derecho a recobrar lo que les pertenecía…

Náraku entre el humo y la sangre, logró ver a los felinos arremetiendo contra su tío.

Ojalá lo asesinaran, fingiendo confusión y cambiando el ángulo de su ataque en lugar de ir contra Kleinez lo hizo contra Danaka.

El general Tora estaba esperándolo preparado para lo que fuera.

Pero el hanyo maldito tenía algo especial preparado para casos como este

Su veneno.

Mezcla de la sangre de hechicero de su padre y de dragón de su madre, la enorme lanza bañada en veneno pasó casi desapercibida entre el fragor de la lucha.

Y Danaka sintió el ardor del veneno penetrarle su cuerpo y cayó.

Cayó arrastrando a Kleinez y a Kohaku con él.

El joven exterminador trató de sujetarlo, lográndolo solo con ayuda del Leopardo del Sur.

Sesshomaru a todo esto estaba destajando a diestra y siniestra, blandiendo a Tokijin y Bakussaiga, repartía dolor, muerte y mutilación.

Sin embargo le dedicaba de vez en cuando una mirada fugaz al Señor de Este que luchaba incansablemente.

Pero sus movimientos eran de algún modo diferentes, su técnica, su potencia…

Si bien se notaba poderosa, no lo era tanto en comparación a la primera vez que lo vio en acción…

Era extraño.

Se veía masculino, poderoso, viril, hermoso…Pero aquello curiosamente no le movía un cabello. Era tan solo otro macho que no le llamaba la atención, pero en el arroyo se veía tan sensual y atractivo…

Cómo era eso posible?

Qué? No tenía tiempo para eso! Aunque sus miradas duraran microsegundos

Estaban en medio de una batalla encarnizada y sentía que de alguna manera traicionaba a su ejército distrayéndose con el Señor del Este.

Sólo vigilaba que no muriera en la lucha o saliera gravemente herido.

Los caídos en la batalla, lastimados o peor, eran llevados dentro de palacio donde las mujeres sagradas y las sanadoras los atendían, la madre de Kagome estaba a cargo de la enfermería.

-"Los más graves déjenlos aquí! Los que estén en mejores condiciones por allá!"

De rodillas infundiendo reiki, sanando y cauterizando heridas, cosiendo desgarros, Higurashi Noriko Ni cuenta se daba del peligro que corrían.

Ella y sus sanadores.

Como pequeñas hormigas, buscaban heridos escabulléndose entre las ráfagas de fuego y youki para recobrar los heridos de las tropas aliadas y llevarlos dentro.

Pero sus sanadores también iban cayendo. Esta vez le tocaba a ella, tenía que salir para traer más soldados heridos.

De pie en la explanada ajustaba sus ropas y su capa protectora para comenzar a correr bajo el tremendo ataque enemigo.

Los monjes a su lado acarreaban a todos sin cesar. Ella intentaba apartar sus lágrimas para avistar más heridos pero el humo y el calor del fuego abrasador de los dragones, provocaba más y más. Y el dolor de lo que tenía frente a sus ojos, la madre de Kagome solo podía recordar la muerte de su esposo y el sufrimiento de su pueblo, la muerte del Señor del Oeste Taisho Touga… Otra vez tenía que presenciar eso? Y encima su hijo estaba en medio de todo aquello!

Una enorme bola de fuego humo y… Víctimas? Caían del cielo casi frente a ella. Tan cerca, tan lejos… Tan difícil alcanzar el enorme bulto que yacía inerte a unos metros de ella.

-"Vamos Noriko, tú puedes!" –se decía a sí misma-

Y sin pensarlo dos veces se lanzó en auxilio de quien fuera que cayó, reptil no era, eso era seguro, o eso esperaba.

Desde el aire, la sacerdotisa se veía como una pequeña hormiga. Pero el bulto en el suelo era grande. Naraku alcanzó a verla correr hacia él.

El tigre del Oeste, el Leopardo del Sur y un exterminador.

Cuatro por el precio de uno.

-"Pobre asquerosa humana, un sagrado menos y esa montaña de mierda también desaparecerá."

Y con su magia venenosa se lanzó sobre ellos.

Kumazawa enseguida alcanzo a vislumbrar al hanyou maldito que se abalanzaba sobre la madre del Señor del Este y se dijo a si mismo

"No tocarás a la madre de mi Señor"

Y sin pensarlo dos veces saltó desenvainando su katana y la blandió hacia el mestizo que sintió el filo destajarle el vientre

-"Maldito Oso!"

Agarrándose el estómago alcanzó a levantar su mano y liberó un enjambre de samyosho que se dispersaron entre los sagrados y por todo el campo de batalla.

Aquello causó un desastre.

La muerte, la sangre, los gritos, el humo y el fuego, el youki, el reiki, la guerra…

Noriko se arrojó sobre el enorme bulto que yacía sobre el suelo terroso.

Solo veía una larga cabellera, sangre que boroboteaba de una horrenda herida en el costado de un enorme youkai, la lanza clavada en su flanco, a su lado se incorporaban Kohaku y un gran Leopardo.

-"Miko sama está usted bien?"

-"Noriko Sama!"

Ella les asentía mientras intentaba ayudar al gran demonio entre sus manos.

-"Ayúdenme a llevar a este soldado hacia palacio!"

Ella vociferaba mientras arrancaba la lanza envenenada de un poderoso jalón.

Ambos de prisa respondieron al pedido de la madre de Kagome y tomaron al General tora de las manos y los pies y lo llevaron lo más rápido que pudieron hacia la seguridad del improvisado hospital.

Kleinez recostó a Danaka en un futón cercano a una pared.

Noriko se acercó y le abrió las vestiduras alrededor de la herida envenenada.

Se veía realmente mal.

Lo poco sagrado de Naraku mezclado con su parte demoníaca, y su magia oscura habían penetrado y contaminado profundamente al general del Oeste.

Ella sin demoras se arremangó y comenzó a purificar la enorme abertura en el costado del tigre que emanaba un asqueroso líquido verdoso que burbujeaba y tenía un olor fétido abrumador.

La intensa luz que provenía de sus manos era purificadora, calmante, tibia y reconfortante.

El malherido felino que respiraba muy agitado y apretaba la mandíbula intentando soportar el tremendo dolor, apenas consciente lograba sentir la calidez de la energía de la sacerdotisa sanarle la carne, purificar el veneno, neutralizar la magia oscura y lentamente fue calmándose.

Su respiración se hizo más pausada, profunda y tranquila.

La herida de a poco se cerraba.

Los ofensivos líquidos que de ella brotaban se secaban y dejaban de brotar.

Solo los vestigios de la energía del padre de Naraku permanecían revoloteando causando quemaduras y daños internos. Ella no podía contra eso.

-"Leopardo Sama…Onegai, necesito de su asistencia"

Kleinez asintió y se puso a su lado.

Ella le indicó los pasos a seguir, y de qué manera podía eliminar aquellos rastros de energía y magia tan dañinos para el youkai. Ella podía con el youki, el veneno y la magia oscura, pero con la parte sagrada, no

El Lord del Sur lo hizo. Todas y cada una de las instrucciones que Noriko le dio las siguió al pie de la letra.

Utilizaron energía demoníaca en justas medidas y afortunadamente funcionó.

En minutos Danaka descansaba respirando tranquilo recuperándose.

La bella sacerdotisa suspiró aliviada, pero de inmediato miró a Kohaku y le preguntó por Kagome

Kohaku se acercó a Noriko y le dijo que Kagome estaba bien.

Aunque no estaba feliz de no poder acompañarlos a la batalla.

La Miko suspiraba, Mi hija es una guerrera, no sirve para sentarse a meditar y cultivar vegetales en la montaña.

Ella conocía de los desplantes y del carácter fuerte de su hija. Kagome era más combativa y poderosa que su gemelo, también detestaba la idea de dejarla en el templo envejecer y marchitarse, sin embargo saberla en Hakurei le daba tranquilidad a su corazón que se constreñía por su hijo que batallaba incansablemente contra los dragones.

-"Gracias Kohaku…"

Una gran explosión les llamó la atención.

Kleinez y el exterminador corrieron afuera.

Una enorme bola de fuego se expandía en el cielo.

-"Vamos!"

Y allá partieron hacia el corazón de la batalla.

Noriko giró y caminó hacia su paciente recién atendido.

La explosión lo había despertado e intentaba incorporarse.

-"Onegai, Tora san, recuéstese, necesita recuperarse un poco más antes de regresar a la batalla"

El general abrumado y un poco debilitado por la pérdida de sangre y las toxinas que habían infectado su cuerpo, accedió y se recostó para quedar inmediatamente dormido.

Noriko lo observó

Estaba tranquilo y se veía con mejor semblante…

Suavemente apartó los cabellos que escapaban de la alta coleta despeinada.

Se adherían a su cara cubriendo sus rayas…

Tan hermosas rayas…

Sus ojos no lograban dejar de mirar ese hermoso rostro felino que yacía tan indefenso sobre el futón.

-"Mejor le quito este listón así no le duele la cabeza, Youkai San"

Susurraba la sacerdotisa mientras desarmaba la cola de caballo del tigre.

Libres sus cabellos sobre su improvisada cama, él suspiró dejando tranquila a Noriko ya que supo que él estaba confortable y tranquilo.

Tomó un trozo de lienzo y lo mojó en un cuenco con agua.

Estrujó un poco y comenzó a limpiar el rostro del youkai tora.

Quitando lodo, tierra y sangre seca, líquidos verdosos y sangre fresca, fue revelando un bello ejemplar masculino de youkai tigre.

Su cuerpo estaba muy cuidado y trabajado, sin embargo estaba muy marcado por cicatrices de antiguas batallas.

Qué hermoso era! Y qué pena que su bellísimo cuerpo tendría más marcas después de esta impía guerra.

De todos modos cada cicatriz lejos de marcarlo de manera desagradable, lo adornaban.

Ella ignoraba de quién se trataba, sólo alcanzaba a vislumbrar las insignias de un general del ejército del Oeste…

Un General…

Un Tigre…

Su alma se estremeció al comprender, Este era el legendario General Tora Danaka Akira, y él había conocido y luchado codo a codo con su difunto esposo Higurashi Ken.

La emoción de haber podido ayudarlo inundó su corazón.

Sentada en perfecto seiza reverenció al hermoso tigre que había acompañado a su marido a luchar y defender la paz hace tantos años.

-"Oh! General…Qué bueno que pude salvarte!"