"La vez que Izuku vio a Katsuki diferente"
.
.
.
.
Katsuki llevaba patrullando la misma zona durante toda la mañana. El día anterior, que se recuperaba de la resaca, no pudo descansar en absoluto. Su cabeza no dejaba de martirizarlo respecto a lo acontecido y la frustración se acumulaba conforme pasaban las horas y los recuerdos no llegaban a él.
Sus amigos le mandaron mensajes, preguntándole sobre si logró confesarse, pero los ignoró. No tenía intenciones de contarles, ni de pedirles el número de Izuku, pues sería un golpe bajo para su orgullo.
Lo poco que sabía de su regreso era que probablemente lo contratarían en la agencia de Fatgum, dado que algunos héroes fueron trasladados, y pocos se quedaron ahí; entre ellos Kirishima. También existía la posibilidad que eligiera la de Kaminari o la de Hawks (que, pese a no tener una particularidad, aún lideraba su agencia).
Katsuki no quería que Izuku estuviera en el mismo lugar. Estaba nervioso de enfrentarse a él, por corroborar si su insaciable estupidez lo dejó en evidencia; o, peor aún, si Izuku llegaría a rechazarlo a la cara, no creía que podría soportarlo.
Entretanto, recorrió la misma ruta de patrullaje el doble de veces de lo asignado. Si Best Jeanist viera su estado, diría que parecía comprador de denim de segunda mano comprando a escondidas.
Katsuki nunca se había sentido tan idiota.
Katsuki debió saberlo: no era la primera vez que decía una pendejada a causa del alcohol. Era cierto, que cuando abría la boca era concreto e iba directo al grano, pero cuando bebía le salía ese lado reprimido que tanto odiaba.
Si bien, la primera ocasión en que llegó a emborracharse fue en el after de la fiesta de graduación, en un bar cerca del distrito de Musufatu, en el que un trago de vodka lo hizo confesar su amor indiscutido por Izuku frente a sus amigos. Lo han jodido, desde entonces, que sea sincero con su amigo de la infancia.
Ya deberían de saber que las palabras y él no eran aliadas; más bien, eran vastas enemigas que buscaban dejarlo más solo que un tambo de basura en el callejón.
Katsuki suspiró, habiendo salido de la agencia tras dar el reporte de que la zona patrullada estaba segura.
Sus amigos seguían bombardeándolo con mensajes de esa noche. Katsuki no quería contestarles, siquiera.
—¿Kacchan?
Katsuki se detuvo en seco, agachó más la cabeza entre su gorra y contuvo los músculos de su cuerpo para no explotar.
—Ah, Kacchan, sí eres tú.
¡Era Izuku!
¿Por qué tenía que encontrarse con el nerd entre todos los lugares de la ciudad?
Katsuki alzó un poco la vista. Izuku estaba en ropa de civil: playera simple, shorts de color negro y tenis rojos. Le vio el cuerpo, pero no la cara. Todo menos la cara.
—No pensé verte tan pronto —Dijo Izuku; su voz contagiada de emoción—. Creo que te has de preguntar qué es lo que hago aquí. A-aclaro que ¡N-no vine a molestarte! Como sabrás la agencia de Mirio es por estos rumbos. Al enterarse de mi regreso, me invitó a trabajar con él.
Katsuki contestó con un «Hmm» constreñido.
—Empezaré a trabajar en estos días, en lo que encuentro dónde quedarme —Izuku soltó una risita—. Me he estado hospedando en la casa de Todoroki-kun, es tradicional (al estilo que le gusta a Todoroki-kun) y grande; muy lujosa, pero me siento incómodo, porque está su Yaoyorozu y siento que soy mal tercio.
Katsuki identificó su nerviosismo; y, levantó la mirada, dispuesto a ver su rostro. Sus pecas redondas, negras, diminutas en sus pómulos, labios rosados y finos curveados hacia arriba por su sonrisa, cabello rizado, esponjoso, ojos verdes, enormes y expresivos, que lo miraban refulgentes.
¡Maldición! Katsuki se sacudió por dentro.
—Pensaba mudarme cerca de la agencia, así que me vine a echarle un vistazo a las casas —Izuku siguió—, Noté que la renta no es cara, el espacio es el adecuado para una sola persona, y sobre todo, que nos podremos ver más seguido.
¡Qué…! ¿Más seguido? No, no, no. Katsuki no lidiaría con el tonto trasero de Izuku. Katsuki no es el correcto para esa tarea.
—Elige otra residencia —Espetó Katsuki—, No quiero ver tú estúpida cara por aquí.
—¿Cómo seguiste de la resaca?
Katsuki tragó saliva. El color abandonó su rostro, su corazón palpitaba desenfrenadamente. El idiota se atrevió a cambiar de tema.
—Eso no te incumbe.
—Por supuesto que sí. Me preocupas…
«Preocuparle una mierda» Pensó despechado.
—¿Te tomaste el remedio que dejé?
—No te importa.
—¿Te sientes mejor?
Katsuki gruñó, retirándose. Izuku lo siguió.
—¿Te acuerdas de lo que me dijiste? ¿En tu casa? Tus sentimientos, Kacchan. Me los confesaste.
Katsuki se volvió a detener en el trayecto. Izuku no lo dejaría en paz, por lo que entendía de su actitud, y estaba peor que antes de marcharse: más insistente. Justo cuando creyó que madurar en reducir su persistencia se daría lejos de tierras niponas.
Más bien, le propiciaron molestar a alguien que claramente no quería hablar.
—No sé de qué hablas —Respondió Katsuki; dio unos pasos para delante, mas Izuku lo agarró del brazo—. ¡Oi! ¡Suéltame!
Izuku lo miraba con expresión seria; ya no se reía.
—¿Realmente no te acuerdas?
—¡No!
Izuku frunció el entrecejo, hizo una mueca como decepcionado, y lo soltó.
—Ya veo… —Murmuró, retraído—. Lo siento si me comporté extraño. Lo siento. Fui impulsivo. Pero… cómo podría olvidar esa noche. Quería saber si tú recordabas lo que pasó y si lo que dijiste fue sincero.
—¿Qué mierda?
Katsuki se sentía alienado en esa situación, incluso cuando Izuku le estuviera hablando respecto al tema que más quería evitar; sin embargo, tener a Izuku viéndolo con esos ojos de cachorro abandonado y sus labios formando un puchero lastimoso, se advirtió quedarse.
Ni el sonido de las voces de la muchedumbre pasando a su alrededor, ni el pitar de los carros, o el rugir del motor de los autobuses bajar y subir pasajeros lo distraían de contemplarlo.
Katsuki suspiró, pesadamente.
—No sé qué carajos te dije para que estés molestándome, pero si sigues yendo por las ramas, olvidaré que tuvimos esta conversación.
Izuku puso cara llevarse un susto.
—¡Qué…! ¡No! ¡Espera, Kacchan! Ése no es el punto al que quería llegar.
—Y ¿A cuál quieres llegar, imbécil?
—Saber tus verdaderos sentimientos. Quiero entender lo que dijiste esa noche.
Katsuki bajó la cabeza nuevamente; era martirizante en cualquier sentido sentirse entre la espada y la pared; sin poderse librar de las redes de sus sentimientos. Katsuki los conocía tan bien que podía deletrear el número de pecas en el rostro de Izuku, sus cicatrices, sus mejores batallas (hasta la fecha), sus logros en un enfrentamiento con él y con sus compañeros. Katsuki sabía lo especial que era Izuku; le tenía su total confianza puesta en él, así que sabía de antemano, que Izuku debía obtener su respuesta. Quizá se la merecía.
Aunque, lo dudaba mucho.
—¿Qué dije esa noche?
A Izuku se le iluminó la cara, seguido por un sonrojo.
—Creo que será mejor si lo hablamos en un lugar más privado —Sugirió Izuku.
De pronto, tomándolo del brazo, Izuku lo condujo a la torre departamental en la que él vivía. Comprendió que quien lo llevó a su casa, había sido él. Izuku lo sostuvo un poco más fuerte del brazo, como si no quisiera soltarlo. Subieron al piso cuatro, ninguno de los dos dijo una sola palabra en el camino.
Katsuki advertía la presión de sus latidos dirigir una orquesta en su cerebro.
—¿Hablarás o no, estúpido nerd? Me traes a mi departamento y pones cara de idiota.
—¡Lo siento! —Exclamó Izuku, a la vez que lo soltaba—. ¡No quise parecer que estaba desesperado!
Katsuki bufó.
—Si no resumes lo que quieres decir, me largo. ¡No estoy para estas mierdas!
Izuku abrió ligeramente la boca, perplejo. Inmediatamente, guardó la compostura, adoptando gesto serio.
—Me dijiste que te gustaba —Confesó Izuku, en un tono contundente, su rostro ruborizado—. Mientras llorabas.
Katsuki se llevó una mano a cubrir su cara. No podía describir qué estaba sintiendo en ese momento, pero no era nada bueno. Por qué tenía esa característica de sabotear su relación con Izuku. Si pensaba que el bullying había catalizador para arrepentirse en la preparatoria (incluso ahora) de sus actitudes, con esto la había jodido en grande.
¿Qué lograba poniendo a Izuku en un aprieto?
—Puedo explicarlo.
—No —Izuku lo detuvo—. No necesitas explicarme nada. Lo entendí todo…
Esas palabras se anclaron en él. Katsuki removió levemente su mano, sus ojos vieron vacilantes, que la mirada de Izuku tenía encendida un fuego indescifrable.
—Es asqueroso, ¿No?
—¿Eh? —Izuku se escuchó confundido.
—Es asqueroso que tu amigo de la infancia sienta algo por ti, ¿No es así?
—¿Qué? ¡No dije eso, Kacchan!
—Viniste aquí a humillarme, ¿Hah? Viniste a hacerme pasar por un pendejo que no controla la bebida.
—Kacchan, no.
—¿Sientes lastima por mi, Deku? ¿Es eso? Tu complejo de héroe no te permite dejarme en paz, para salvarme de mis sentimientos. ¡Odio eso de ti! ¡Odio que te quieras meter en donde nadie te llama! Para que sepas, que yo no soy el imbécil que escoge parejas que apenas conozco para que me dejen.
—¡Kacchan!
Izuku tenía expresión escandalizada.
«Bien» Se dijo Katsuki «Con esto no pensará que puede cambiar lo que siento por él. Me dejará y se irá. Y la siguiente vez que nos veamos, será como si no hubiera pasado nada. Esto es lo mejor para nosotros. Deku jamás se fijaría en quien más daño le hizo…»
—No siento lastima por ti —Aclaró Izuku, de pronto; sus facciones endurecidas, la línea de la quijada marcada en su rostro—. Ni tampoco buscaba cambiar tus sentimientos, Kacchan. No vine a herirte… eso es lo que menos quise hacer.
«Ya lo hiciste, imbécil»
—Además, no me molestó saber lo que sentías… Cómo podría. No te había escuchado así desde Ground Beta —Izuku se llevó una mano al pecho; su voz presionaba con las fibras de su corazón, una a una—. Pude ver cuánto me querías, Kacchan. Cuánto te reprimiste. Me has dicho muchas veces que no hiciera las cosas por mi cuenta y que contara en los demás. ¿Por qué no hiciste eso conmigo?
Al silencio de Katsuki, continuó:
—Creo que entiendo por qué. El que haya salido con Shinso en aquel entonces, fue una decisión que tomé porque quise. Creí que era lo correcto y que las cosas irían bien. Y no noté que te hacía daño. Te miraba, pero no veía lo que pasaba contigo. Respecto a eso, Kacchan, perdóname. No sabía… Pero, los sentimientos cambian y crecí de esa ruptura. Ya no soy el mismo y tú tampoco. Así que quiero… —Su voz tembló; Katsuki lo sintió al fondo de su ser—. Quiero darte una oportunidad.
—¿Hah? —Katsuki puso gesto de desconcierto—. ¡Hah! ¡Qué mierda!
Katsuki lo miró en busca de un rastro de que fuera una broma o que hubiera duda en su tono, mas no encontró nada. Izuku iba en serio. Se le aceleró la respiración y su corazón no le daba un maldito descanso.
Katsuki bajó la cabeza, su respiración era el único sonido que se escuchaba dentro de las paredes del pasillo. Necesitaba calmarse, necesitaba que Izuku no lo mirara con esos ojos nobles y devotos, necesitaba deforestar sus sentimientos, enterrarlos, quemarlos, vencerlos. Necesitaba decirle a Izuku que saliera de su engaño.
—Ya lo superé, Kacchan. Te lo juro.
Izuku se alarmó cuando él dio un paso hacia atrás, con el ceño fruncido, y un gesto de rechazo.
—¡Kacchan, por favor! —Suplicó Izuku—, Por eso regresé, porque ya lo superé.
—¡No repitas la misma mierda! —Gritó Katsuki— ¡Te estás dejando llevar por una pendejada!
—No lo digas así. ¡Son tus sentimientos, Kacchan! ¡No los tires a la basura! Los aprecio, realmente lo hago. Pensaba que no estaba listo para una relación, que si volvía a confiar en alguien, me romperían el corazón. No lo soportaría una segunda vez. Pero, escuchando tu confesión… hablar contigo así como lo estamos haciendo, aunque puede que no lleguemos a ningún lado al principio, siento que puedo confiar.
—No soy un reemplazo de tu relación fallida —Remarcó Katsuki, ofendido.
—¡Eh! ¡Jamás, Kacchan! No te lo pediría con esas intenciones.
Entonces, Izuku decidió dar un paso al frente; su gesto titubeante, por alguna razón, le causó gracia. Era adorable.
Katsuki se sentía en una posición complicada, puesto que le generaba desconfianza creer en las palabras de Izuku, porque aún no tenía suficiente tiempo para ver con sus propios ojos, si Izuku comprobaba que, en efecto, había superado su relación con el imbécil cara de somnífero.
Se sobresaltó cuando advirtió la yema de los dedos de Izuku tocar su antebrazo, tanteando si eso le molestaba o si lo permitía. Katsuki no sabía si le molestaba o lo permitía. Pero, quería sentir más, más de él.
—Kacchan —Articuló Izuku, firme; Katsuki tembló por dentro—, ¿Confías en mí?
Katsuki se estremeció. Difícilmente podía gritarle a la cara y pedirle que se largara. Izuku lo estaba haciendo porque se sentía responsable de haberlo visto en su peor faceta.
—¿Confías en mí?
«Izuku, por favor»
—¿Kacchan?
«¿El imbécil habla en serio?»
La mano de Izuku dudó un segundo, luego alcanzó su mano y Katsuki juró, juró que se derritió ahí mismo. Katsuki gruñó, distante. Luego, medio asintió, medio trastabilló.
—Kacch.
—Sí —Espetó Katsuki, precipitadamente—. Sí —Repitió con mayor ahínco, y despacio.
Izuku apretó su mano, suspirando aliviado.
Agasajado por el contacto de Izuku con su piel, evitó gritar.
Se dijo que confiaría.
Confiaría.
.
.
.
.
NOTA: Estaba un poco conflictuada de cómo escribir el capítulo.
Le puse más diálogo de lo esperado.
Espero que les guste.
