Borrachera sentimental

Capítulo 3

"El primer beso de Katsuki"

.

.

.

.

Cosas como tener una pareja y verse a menudo para platicar cosas de uno mismo, no era algo a lo que Katsuki estuviera acostumbrado a hacer; sobre todo con Izuku.

Cuando se encontraban, Katsuki apenas podía articular una palabra sin temblar por dentro como si tuviera frío.

Era ridículo.

Izuku pensará que se metió con el imbécil equivocado.

Y quizás era bueno que Izuku olvidara la idea de estar con él, puesto que Katsuki no creía ser la mejor pareja para Izuku.

Aunque, no quería rendirse en dar su todo en esa relación, si es que lo que tenían era considerado un noviazgo propiamente dicho. Izuku no le decía nada. Lo que hacía la situación confusa y sus sentimientos una avalancha.

El otro día Izuku le dijo que se vieran después del trabajo, aprovechando que sus horarios de ese día coincidían, en una tarde. Katsuki, simultáneamente, desconocía cuál era el propósito de seguirse viendo y, por tanto, no tenía idea de qué carajos decirle a Izuku para entender sus intenciones.

Si Izuku lo estaba haciendo por lástima, prefería no tener que proceder con aquellos encuentros.

Así que, llegó al punto citado.

Izuku ya estaba allí.

Sintió el estómago descenderle hasta el fondo. Tragó saliva. Izuku lucía diferente, y no era porque se había cortado el cabello (lo que le daba un toque maduro), sino porque exudaba confianza, seguridad y rectitud en su porte. Katsuki, indudablemente, sintió envidia.

Cómo es que el bastardo podía verse tan compuesto y él se derretía de los nervios.

Tan injusto.

—Kacchan —Izuku lo atisbó a unos metros de distancia; Katsuki se agarró el corazón internamente con la mano—, Viniste.

—¿Qué esperabas? Quita esa cara de mierda.

«Bien» Se dijo, con los pensamientos haciendo más ruido que el exterior, «Me veo seguro. Ya verás, nerd de mierda, que no soy el único que finge que todo va excelente».

Izuku sonrió.

—¿A qué me citaste aquí?

—Quiero mostrarte algo.

Katsuki enarcó una ceja, sospechando de la actitud campante de Izuku. El idiota siempre andaba sonriendo, pero que lo haga por un motivo que él desconocía, lo ponía en alerta.

Le puso cara de «muéstrame», a lo que la sonrisa de Izuku se ensanchó más, y Katsuki no hizo más que gruñir.

Izuku lo condujo unos pasos hacia el noroeste del punto de reunión. Katsuki veía las suelas de sus botas pisar el pavimento de la banqueta; algunos transeúntes habiéndolo reconocido, lo señalaron, y posteriormente, lo saludaron con gusto y admiración. Katsuki asentía, queriendo que se abriera un agujero en la tierra y lo tragara.

Entonces, Izuku se detuvo en un puesto.

—Es ahí —Indicó; Katsuki lo ojeó, disgustado—. Es un puesto de bollos al vapor.

—Lo sé, no soy idiota, Deku. ¿Por qué me trajiste aquí?

—Tienen tus bollos favoritos —Explicó Izuku, poniéndose cada vez más nervioso con el ceño fruncido de Katsuki—. Sé cuánto te gusta y cuando los probé el otro día, quise traerte.

Katsuki escupió un «Tsk» duro.

—¡L-lo siento, Kacchan! —Izuku se agachó—, Creí que te gustaría. No lo vuelvo a hacer. La próxima vez te pregunto.

Esto no era lo que quería lograr. Que Izuku se pusiera en ese modo por su actitud era molesto.

—Dame cuatro bollos de puerco en salsa picosa —Se dirigió hacia el vendedor, ignorando por completo las disculpas de Izuku.

—¿Kacchan?

Izuku apareció a su lado, con expresión sorprendida.

—¿Qué? —Espetó ceñudo—, Dijiste que me querías traer, a eso vinimos, ¿No?

El vendedor le entregó su pedido, y él pagó.

Izuku esbozó una sonrisa aliviada.

Eso era lo único que Katsuki necesitaba para albergar ilusiones cuando aún le quedaba el asunto incierto de su relación.

Izuku le sugirió si podían ir a casa de Katsuki, pero se negó. No quería dejarlo entrar en el lugar en que provocó él mismo el cambio en su relación.

Estaba incómodo, y con el pecho oprimido.

—Deku —Habló.

Éste se detuvo a medio camino en la banqueta. Supuestamente, se dirigían hacia un parque local.

Katsuki tragó saliva; estaba demasiado nervioso.

Izuku lo miró, quieto.

—¿Qué quieres?

—¿Eh? ¿Qué ocurre, Kacchan?

Katsuki bufó.

—¿Qué quieres lograr con esto? —Articuló Katsuki, con voz rasposa; Izuku puso cara de confusión, intentando adivinar su intención—, ¿Por qué estás conmigo?

—¿Qué quieres decir?

—¡Mierda! Para qué carajos me elegiste. Lo único que hacemos es ir a comer, escucharte hablar lo que hiciste ese día y no dices nada. No sé qué pasa por tu estúpida cabeza —Katsuki llevó una mano a cubrir su rostro, angustiado— ¡Dime qué quieres! ¡Carajo!

—Kacchan…

Hubo una pausa, y Katsuki estaba seguro que las cosas terminarían ahí mismo. Si sus latidos no estarían tan intensos, hubiera percibido la seriedad en las facciones de Izuku.

Katsuki bajó la cabeza, ocultándose entre los mechones de su cabello. El viento circulaba por los vellos de su piel.

—Creo que me has malentendido —Musitó Izuku, un tanto desconcertado.

Katsuki alzó la cabeza, frunciendo el ceño.

—¿Hah?

«Malentendido una mierda» Pensó.

—¡Tú eres el que no entiende! —Acusó Katsuki.

—Kacchan, no es así. Déjame explicarte.

—No soy un reemplazo, te lo dije —Recordó.

Izuku puso gesto alarmado; intentó acercarse, pero Katsuki dio un paso atrás. Izuku quedó con la mano en el aire, pareciendo querer alcanzarlo.

—Estoy contigo porque quiero, Kacchan —Expuso Izuku.

El «Estás conmigo, porque te sientes responsable de mi confesión» se atragantó en su boca.

Katsuki respiró frustrado, llevando sus manos a su cabello, jalando las hebras suaves y puntiagudas.

—Yo elegí estar contigo —Izuku continuó, aprovechando el silencio —, Nadie me obligó. Te aseguro que desde que escuché tu confesión, he comenzado a verte diferente. ¡No te lo tomes a mal, Kacchan! Me refiero que lo que veo de ti, me gusta. Desconocía que aunque llevemos tantos años de conocernos, aún eres capaz de sorprenderme…

Katsuki atisbó sus ojos cristalizarse y, sucesivamente agachó la cabeza.

—En pocas palabras, lo que quiero decir, es que quiero seguir estando contigo, ¿Tengo tu permiso para eso, Kacchan? No te defraudaré.

Se instaló otro silencio, más pesado y metafórico que el anterior. Las palabras de Izuku se iban colando por su cabeza, indecisas si quedarse a analizarlas o expulsarlas.

—Kacchan —La voz de Izuku era tan suave que lo estremecía con cada oración—, Quiero ser tu novio.

Katsuki quiso alzar la mirada, mas se centró en observar las mejillas sonrosadas de Izuku, lo oscuras que estaban sus pecas, lo sutil que era el aleteo de sus pestañas, la mueca insegura de sus labios, resaltando sus facciones.

Mentiría si dijera que le disgustó tales muestras de afecto tanto verbales como de sus dedos buscando sostener los suyos.

El viento se evaporaba en cuanto ingresaba por debajo de su piel.

—¿Me lo permites, Kacchan? ¿Ser tu novio?

Katsuki cabeceó, emitiendo un «Hmm» dudoso.

Sentía a Izuku, tocarlo con su mano, desbordando una intensa emoción que lo cubría densamente de ilusión.

—Deku, Izuku… —Su tono flaqueó.

—No te voy a lastimar, Kacchan —Aseguró Izuku, pareciendo entenderlo—, ¿Cuento contigo para demostrártelo? Ya no soy el Deku que huyó. Me conoces, Kacchan. Sabes que no voy a huir.

—¡Mierda, cállate! —Espetó—, Con una maldita vez basta, Deku.

Entonces, Katsuki decidió verlo a la cara. Sus ojos se encontraron en fracción de segundo y los minutos transcurrieron lentamente. Katsuki podía decantarse en ellos, en lo rica y singular que eran los ojos de Izuku, en que sus manos se entrelazaban por arte de magia, como si llevaran haciéndolo por años.

El cielo comenzaba a tornarse a un tono azul rayando en lo morado, las luces se encendieron en los faroles, mientras el sonido de las personas se desvanecía en el meridiano de su mirada.

Y, por un segundo, apretó su mano, aferrándose a esas palabras gentiles, tan gentiles como el su piel acariciar la suya con el filo de sus dedos.

—Izuku… —Pronunció Katsuki, mirando hacia abajo, oculto entre la maraña de sus cabellos.

«Yo también quiero, quiero, te quiero, quiero» Pensaba cautivo de sus enardecidos sentimientos.

—Kacchan… quiero ser tu novio.

Katsuki se estremeció por la suavidad y firmeza que expresaba la voz de Izuku. La mano de Katsuki se deslizó por la palma de la suya, pasando por el dorso.

El cielo comenzaba a oscurecer, el viento enfriaba ventilando crudamente develando un mejor sentido a sus dudas.

—Eres un maldito cursi —Bramó Katsuki.

Izuku se rió.

—No hay otra manera de decirlo. Supongo que así es como me siento y lo dije lo más claro que pude. ¿Funcionó? Espero que sí. He leído que los sentimientos deben decirse tal cual para tener mejores probabilidades de que tu relación prospere. Y no estoy en plan de que mi relación contigo fracase. Somos adultos ahora y creo que hablarlo hará que las cosas se den entre nosotros.

—Oi, Izuku.

—Además, no pienso dejarte ir tan fácilmente. No cuando he llegado a la conclusión de que quiero intentarlo contigo, luego de pensarlo demasiado. Tampoco estoy en posición de reemplazarte, que es justo lo que me dijiste antes, porque eso no es bueno para ambos. Nos haríamos daño. Si se presenta un problema, tengo la confianza de que lo podremos resolver.

—Izuku —Katsuki alzó la voz, deteniéndolo—, Cállate, idiota.

Izuku pestañeó.

—¿F-Fui claro? ¿Mi mensaje te llegó?

Katsuki se percató que no estaba actuando como alguien que no tuviera miedo de las cosas; algo que es ajeno a su carácter. Sus reacciones indecisas y quietas, contradecían lo que pasaba en sus sueños más íntimos; lo que con años quería tener y lo estaba desperdiciando por la inseguridad de que los sentimientos de Izuku fueran producto de que le tenía compasión.

Una enorme sonrisa macabra se apoderó de su rostro.

Izuku lo miró, nervioso.

—¿K-Kacchan?

—Dudas demasiado, estúpido nerd.

Entonces, Izuku sonrió; apretó su mano y lo atrajo un poco más hacia éste.

—Me alegra que me aceptes, Kacchan —Sonaba aliviado—, Haré lo posible para no defraudarte.

Katsuki bufó.

Sin percatarse, Izuku se aproximó a él, agachando un poco la cabeza en dirección a la suya. No fue hasta que advirtió su aliento cosquillear su cara, que abrió mucho los ojos y la respiración se le atoró en la garganta. El nerviosismo se apoderó de él como una ráfaga eléctrica, las palpitaciones sobraban de experimentarlas en carne propia.

Si Katsuki no se equivocaba, Izuku lo besaría.

Lo besaría, lo besaría, lo besaría.

Katsuki temblaba como un cachorro de frío.

No estaba listo. No. Lo había imaginado tantas veces que moriría de felicidad, pero no quería que fuera, precisamente, en ése lugar.

De un arrebato, lo empujó con una furiosa explosión que mandó a Izuku a unos metros de distancia. Su cabeza estaba palpitando, sus brazos sacudiéndose, sus músculos tensos.

¿Qué acababa de pasar?

¿Qué había hecho?

Izuku lo vio sorprendido.

Katsuki, por otro lado, sentía que podía explotar en ese mismo momento con su particularidad.

—Kacchan… ¡Lo siento! —Exclamó Izuku, avergonzado—, Cometí una tontería. ¡Lo siento, lo siento! Debí haberte preguntado.

—¡Y una mierda lo hiciste!

—Lo siento mucho —Tenía unidas sus manos en plegaria, sus ojos suplicándole; la sensación tibia se adentraba a su cuerpo, suave y deslizante—, Fue una torpeza de mi parte. Estamos en un lugar público, somos héroes, no me percaté, lo siento.

—La próxima vez —Advirtió Katsuki, en tono severo—, Vuelve a preguntar.

Izuku asintió varias veces. Acercándose de a poco, con pasos dudosos, como si lo jalara una cuerda en retroceso, lo veía con un indescifrable anhelo que amilanaba su interior.

—Lo haré —Aseguró Izuku.


Kirishima se reía a expensas de sus amenazas de callarse, acompañado por el descaro de Kaminari de ser quien propició esa situación incómoda.

—¡Que se callen, imbéciles! —Gritaba Katsuki.

—Explotaste a Midoriya —Repitió Kaminari—, No imaginé que fueras tan cobarde, Bakugo.

Katsuki hizo refulgir las chispas de sus manos, los sonidos borboteando furiosos. Kaminari pegó un gañido y se escondió tras los hombros de Kirishima.

—Quién es el cobarde ahora, ¿Hah?

—Bakugo —Sentenció Kirishima, señalándolo con el dedo—, No estamos en un lugar en el que es adecuado que uses tu particularidad.

—Lo hubieran pensado antes, par de inútiles.

—No nos digas así —Lloriqueó Kaminari.

—Sirven para pura pendejada.

Kirishima le hizo una mueca de «no te pases», que Katsuki contestó con un gruñido pedante. Fue idiota contarles del avance en su relación con Izuku; pues era tanta su necesidad de presumirlo que no le paró la boca.

—Nos ofendes, Kacchan —Siguió Kaminari en el mismo tono sentido.

—Deben aprender a calmarse —Reiteró Kirishima.

—Mira quién habla —Bufó Katsuki—, El idiota que se lanza al enemigo porque lastimaron a su novia y arruina todo el maldito plan.

Kirishima volvió a señalarlo con el dedo, con el semblante oscurecido.

—No te metas —Replicó—, Lo entenderás cuando te pase.

—Pero, si ya le pasó —Irrumpió Kaminari, poniéndose enfrente de él—. ¿No recuerdas en el primer año, cuando Shigaraki intentó lastimar a Midoriya y te interpusiste? ¡Fue tan romántico! De haber sabido que sentías algo por Midoriya, te hubieras confesado en ese entonces.

Katsuki se quedó helado.

—Oh —Se rió Kirishima, recordando—, No me acordaba. Bakugo fue tan varonil en ese momento.

—Una palabra más de esto y los mato.

Kirishima resopló, con una sonrisa de « tu actitud, no me sorprende», a lo que Katsuki respondió poniendo los ojos en blanco y endureciendo su semblante.

Kaminari exclamó y procedió a reírse.

Sus amigos nunca tenían filtros cuando se trataba de sus asuntos.


Pasaron los días y la relación con Izuku comenzaba a parecerle un punto a favor de sus expectativas, pues el trato del contrario era amable y cortés. No lo dejaba dudar siquiera, de sus intenciones. Algo que le resultaba difícil a Katsuki de procesar, debido a que conocía todas las facetas de Izuku, menos la del cortejo. El cortejo era una mezcla entre sus murmullos y la iniciativa de estar lo más pegado a él posible; desde rozar su mano cada que se presentaba la oportunidad, hasta acompañarlo a su departamento en todas y cada una de las veces en que se veían.

Llevaban varias semanas viéndose y sus nervios no le daban un descanso.

No lograba acostumbrarse a su cortejo y eso lo descolocaba de seguirle el ritmo.

Por otro lado, se percataba que Izuku se iba con cuidado cuando lo dejaba en su departamento; y lo sabía porque lo miraba con una sonrisa temblorosa, sus ojos destellando una luz extraña y refulgente, sus manos querer alcanzar las suyas como si quisiera asirse a ellas, su voz tan dulce que empalagaba su sangre de centenares de cosquilleos en su estómago.

Esto hacía que Katsuki se preguntara si llegarían a la parte que él mismo interrumpió. Eso, si Izuku realmente gustaba de él, dado que aunque fuera amable y lo cortejara, parecía más, que lo hacía por otro motivo que no se explicaba, que por demostrarle sus sentimientos.

—Kacchan, ¡Kacchan!

Katsuki se frenó en seco, sus cavilaciones en pausa.

—¿Hah? —Abrió los ojos, los dirigió hacia el suelo y luego a hacia el frente. Vio la puerta de su departamento, estática y sobria. Izuku estaba justo a su lado.—¿Qué quieres?

—Llevo llamándote durante varios minutos y no contestas —Apuntó Izuku—, ¿Todo bien?¿Quieres hablarlo?

—¡Qué mierda!

Izuku retrocedió, confundido.

—¿Kacchan?

—¡Cállate!

—¿Dije algo que… que te molestó? ¿La comida no te gustó? Puedo buscar otro lugar que tenga ramen, no tiene que ser uno de Katsudon. Fue egoísta haberte obligado a venir conmigo, si no te gusta.

—¡Cierra la boca, Izuku! —Katsuki lo empujó y le pegó con el puño en la cabeza.

Izuku se agachó por el dolor. Se llevó una mano, masajeando la zona.

—¿Ya terminaste? No necesito que me acompañes a mi casa. Es una molestia.

—¿Puedo besarte?

—¡Hah¡ ¿Besar? ¡Mierda, Izuku…!

Katsuki se sonrojó furiosamente. ¿Besar? Él no estaba listo para un beso, es decir, para unir labios con Izuku. Era una acción extraña y, de alguna manera, fuera de su conocimiento.

El cambio en la conversación lo tomó bajo guardia.

Izuku lo observaba sumamente serio, su mano descansando sobre su cabeza, un rubor en sus mejillas.

—Eso no se pregunta —Replicó Katsuki, falto de palabras.

—Dijiste que la próxima vez, avisara —Recordó—Y quiero… besarte.

—¿Por qué? No somos nada.

—Lo somos. Eres con quien quiero estar, ¿Eso no… no es suficiente?

Katsuki encorvó la cabeza, rehuyendo de la intensa mirada de Izuku. Estaba temblando, estremecido e inquieto. Todo a la vez.

—Déjame demostrártelo —Aseguró Izuku, con voz suave.

De pronto, sus manos se colocaron sobre sus hombros, presionándolos ligeramente. Katsuki se tensó. La forma hueca de sus manos cabían al unísono de sus músculos.

Podía sentir su respiración errática, a medida que atisbaba a Izuku inclinar su cabeza hacia un lado, entreabriendo los labios, como si el cuidado que le debía dar era fundamental para éste.

No paraba de temblar. El cosquilleo de su piel, parecían descargas eléctricas apoderándose de su interior.

Se decía que lo lógico era cerrar los ojos y esperar la ola arrastrarlo contra corriente, pero ver a Izuku poco a poco entrecerrar los párpados, era ya un espectáculo que no quería perderse, por ningún motivo.

¿Así fue cómo se sintió el cara de somnífero? O quizás, esto era mucho mejor, mucho, mucho mejor.

Katsuki lo estaba disfrutando en primera fila. Asustado, emocionado, una mezcla extraña a punto de explotar.

Y, entonces, sus labios se unieron a los suyos y Katsuki se derritió como si la tierra lo hubiera escupido a la incontrolable tempestad de un tsunami.

Cerró los ojos. Los apretó. Tanto, tanto, que se humedecieron, a la par, de que sus manos, buscaron asirse a sus brazos, luego subir a sus manos y sostenerlas entre las suyas.

Las sensaciones de su cuerpo volaban, lo estrechaban, abrazaban cálidamente, dándole la recompensa de años de espera.

.

.

.

.

NOTA: Estamos por terminar este fic.

Espero que les haya gustado el capítulo.

Me gustaría ver sus comentarios.