COSMOS CONGELADO

Capítulo Uno.

Encuentro de Dos Icebergs

Nota de Autor: Si bien estoy consciente de que, en los Caballeros del Zodiaco son más famosos Kamus y Milo, Degel y Kardia vivieron en una época mucho más cercana a Elsa, en el siglo XIX, por lo que no tendría que explicar como es que los caballeros de Atena se toparon con la Reina de Arendelle en tiempos no concordantes. Además, aún cuando Kamus y Milo son grandes amigos, me gusta más el lazo que tienen Degel y Kardia, pues existe una necesidad: la condición cardiaca del Santo de Escorpión, y como médico, fue lo que me llamó la atención explorar. Por favor, denme una oportunidad.

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El Bosque Encantado se encuentra chispeante de energía, esperando la llegada del anochecer, mientras todos los animales habían ya encontrado su lugar para pasar la noche, estas noches de otoño que de a poco en poco empezaban a llenarse del aire frío que presagia el arribo del invierno.

Bajo este atardecer aún cálido, el campamento de los Northuldra empieza a tener una aletargamiento que precede a las horas de dormir, a enlentecer sus actividades diarias, mientras las madres llaman a los juguetones niños a casa, mientras los hombres crean pequeñas fogatas en el centro de grupos de tiendas, sentándose algunos en lo que otros ya despellejan la caza reciente, y otros más comparten alegremente sus aventuras del día; y en medio de ellos, los ancianos, los más sabios de la tribu, salen de su tienda de reuniones en las que se habían encontrado hace apenas unos minutos, para acercarse al grupo de sus descendientes y escuchar esas aventuras que los llenan tanto de satisfacción y orgullo, además de controlar aquella ligera disputa entre dos primos lejanos; pero sobre todo, disfrutar de los que son queridos y cercanos a su corazón.

Yelana ha salido también de la tienda de reuniones, después de una acalorada querella para decidir el rumbo que han de seguir hacia los caminos de caza, e inspira con profundidad el olor a tierra tibia, tierra que ha recibido la luz del sol de todo un día, a viento lleno de paz y libertad que se acerca a ellos en la corriente que corre desde el norte. Yelana sonríe, satisfecha de percibir verdadera felicidad en cada rostro, lleno de esperanza en el futuro, no los rostros apagados y con incertidumbre que solía observar antes de la liberación del Bosque Encantado. Rostros con miedo y duda, visibles ante ella durante los treinta años que duró la furia de los espíritus.

Tratando de alejar sus pensamientos de tan oscuros recuerdos, su mirada continúa siguiendo la línea de su tribu, de las familias formadas en corros alrededor de cada fogata, y sonríe cuando esos ojos sabios se topan con una figura que contrasta con las oscuras y gruesas pieles que cubren los cuerpos de su gente: la Guardiana Protectora del bosque, la antigua reina Elsa de Arendelle, se encuentra arrodillada a la orilla del campamento, sentada sobre sus tobillos, su hermoso vestido blanco pareciera teñido de dorado por los moribundos rayos del sol, mientras su cabello rubio platinado vuela a su alrededor, jugueteando con el suave viento; su cristalina risa embellece el bosque y pareciera iluminar todo a su alrededor, mientras entre las delicadas manos retoza su adorado Bruni, el travieso Espíritu del Fuego que disfruta de entretenidos brincos en los helados dedos de la joven. Parece como si el espíritu sintiera placer al bajar su temperatura corporal gracias a la naturalmente baja temperatura de la rubia. La transparente felicidad de Bruni produce alegría a la albina, sumada al cosquilleo de sus pequeñas uñas sobre la delicada y pálida piel. A su lado, la mejor amiga de la ex - reina, Honeymaren, se encuentra acariciando la cabeza de un reno bebé, recostado a su lado, mientras disfruta también de las travesuras y piruetas del pequeño espíritu, acompañando la risa de la protectora del Bosque.

Yelana, aún sonriendo ante la felicidad de las dos inocentes jóvenes, niega suavemente con la cabeza. ¡Quién no daría su vida por vivir de nuevo esa alegría de la juventud! Después de un momento, la mujer sacude su cabeza, obligando esos necios pensamientos fuera de su mente, y con eso, la líder de los Northuldra entra de nuevo a su carpa, pensando en los argumentos que tendrá que esgrimir para convencer al grupo de viejos testarudos que aún se niegan a escuchar la voz de la razón. Una vez dentro, la sabia anciana no alcanza a notar el cambio en el ambiente que se da en el la profundidad del bosque.

Pero alguien sí lo hace.

Como si hubiera escuchado o sentido algo que escapa a la percepción humana, Elsa súbitamente interrumpe su diversión, desviando su mirada hacia el sureste, su cuerpo rígido y atento, haciendo un esfuerzo evidente en lograr que sus sentidos incrementen su alcance.

- ¿Elsa? - Le pregunta su amiga, al notar la actitud de la joven, actitud imitada a la perfección por la pequeña salamandra en sus manos. Pero al ver que no obtiene respuesta, la joven insiste. - ¿Pasa algo?

Elsa no cambia su posición, únicamente sube un delicado dedo a los labios, solicitando silencio, mientras agudiza los oídos. Sin embargo, el bosque sólo susurra los sonidos de la noche, el suave y lento vaivén de la vida que se prepara para el descanso, o bien, de los animales noctámbulos que empiezan a poblar el terreno iluminado por la luna. Pero nada más. Por más que se esfuerza, la antigua reina de Arendelle no puede oír ni escuchar nada fuera de lo común, y por un momento se obliga a relajarse, a exhalar el aire que no se había dado cuenta estaba reteniendo.

- ¿Elsa? – Honeymaren insiste, tratando también de hacer que se tranquilice la ansiedad que empieza a formarse en el corazón del Quinto Elemento, evidente por la caída de la temperatura alrededor de ellas, y por el vaho blanquecino que se forma ante cada respiración de las dos. Elsa exhala de nuevo, su respiración tomando la forma fantasmal del frío alrededor, el mismo que ella ha provocado, mientras la joven se obliga a controlar los latidos infundados de su corazón desbocado.

- Está bien, Honeymaren, no te preocupes. No pasa nada.

Su joven amiga asiente, pero sus ojos siguen fijos en la silueta de la joven albina, la cual no se ha relajado del todo, por lo que trata de ayudar.

-No deberías de tratar de tranquilizarme a mí, eres tú la que sigue tensa. ¿Algo que te preocupe?

-¿Quieres decir, aparte del Bosque, de mi hermana, y de los niños que ya deberían estar durmiendo? – la joven mueve su brazo para énfasis, señalando los pequeños que aún corren alrededor del fuego, resistiéndose al llamado materno para dormir, sus risas emocionadas aún rompiendo la quietud del atardecer. Honeymaren sonríe también ante la vista.

-No me digas que tú eras una niña obediente.

Elsa sonríe ante el recuerdo que inevitablemente llega a su mente.

-Yo sí lo era. Anna era la causante de que rompiera las reglas de mi padre. En todo momento.

Honeymaren levanta una delicada ceja llena de incredulidad.

-Bueno, pero tú también te divertías.

-Eso es muy cierto. – La sonrisa de Elsa se ensancha ante el cálido recuerdo; la joven estaba a punto de contar alguna de las miles de aventuras que compartió con su hermana, cuando una nueva opresión en su pecho, causado por una fuerza que no logra dilucidar, la obliga a enderezarse de nuevo. Y nota que Bruni, quien no había perdido su posición de alerta, también empieza a encender su lomo, gruñendo. Es la reacción del pequeño Espíritu del Fuego, más que cualquier otra cosa, la que obliga al Quinto Elemento a tomar acción.

-Llévame, querido amigo. Quiero ver.

Como si disparado por un resorte, Bruni obedece de inmediato y salta de la palma de la joven, para salir corriendo hacia la profundidad del bosque. Sin ignorar de forma intencionada a su amiga, pero sin volver la mirada atrás, Elsa inmediatamente se levanta del lugar, presta para seguir al travieso espíritu, y su repentino movimiento sobresalta a la joven a su lado, quien no alcanza a reaccionar a tiempo ante la súbita acción, la mano que extiende lo más rápidamente posible para aprisionar la pálida muñeca apenas logra rozar los finos dedos. Elsa se escapa frente a Honeymaren, y es esa vista, ver la espalda de la joven albina alejándose de ella con movimientos rápidos y llenos de ansiedad, la que deja por un momento a la Northuldra en silencio. Sus peores pesadillas, su recurrente sueño más reciente haciéndose realidad, la dejan congelada en su lugar.

Elsa apenas ha dado unos apurados pasos cuando, como si hubiera estado esperando el movimiento del Quinto Elemento, del pequeño riachuelo que pasa a su lado se forma la imponente figura de Nokk, el Espíritu del Agua. Sin pensarlo dos veces, Elsa se arroja sobre el caballo acuático y de inmediato salen disparados hacia el este, dándole la espalda al sol, siguiendo a un llameante Bruni.

-¡Elsa! ¡Espera, no vayas sola, deja que Ryder te acompañe! – Honeymaren finalmente recupera su voz, pero ya es demasiado tarde: Incapaz de escuchar su súplica, el Quinto Elemento, acompañada por los otros dos, galopa como un demonio hacia la creciente oscuridad del bosque. La joven morena iba a gritar de nuevo, cuando el viento revolotea las hojas alrededor de ella, haciéndola girar sobre su propio eje, mientras grita una petición al preocupado espíritu.

-¡Gale! ¡Ve por ella! ¡Protege a nuestra diosa!

El viento arrecia, como si asintiendo, y las hojas se esparcen en la misma dirección que habían tomado los otros elementos.

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Las poderosas patas del corcel onírico rompen la quietud del bosque, mientras Elsa, esta vez con angustia en el corazón, voltea la vista hacia todos lados, sus sentidos incrementados en su máximo, buscando la causa de esa terrible opresión que tiene en el pecho desde hace unos momentos. Los árboles vibran a su alrededor, llamándola, pero el llamado es confuso y errático, y la joven se desespera por no poder entender, por no lograr traducir los gritos que escucha en las hojas de los árboles, en los granos de la tierra a sus pies. Elsa siente que todo el bosque le pide ayuda, ante un peligro muy inminente para ellos, pero completamente escondido e indescifrable para el Quinto Elemento, para la Protectora del Bosque.

Elsa quiere gritar de la frustración.

Nokk sigue su desesperado galope, y la albina se da cuenta que realmente ella no lo está guiando, sino que el magnífico espíritu está trazando una ruta que ella no puede adivinar. Incluso Bruni, habitualmente inquieto y juguetón, desde el hombro de ella permanece con la mirada fija hacia el camino, como si él sí pudiera adivinar hacia dónde se dirige Nokk. Hacia dónde se encuentra el problema que asola al bosque. Elsa no puede sino sentirse apenada por no ser de utilidad, a pesar de que sea su responsabilidad el proteger a todos de cualquier mal, pero a la vez tremendamente agradecida de tener a sus dos compañeros que la guían en este nuevo reto, en el cual aún se siente perdida, a pesar del tiempo que lleva viviendo en el Bosque Encantado. Sujetando la húmeda crin, Elsa incita al Espíritu.

- Muéstrame, Nokk. Guíame, por favor, hacia donde debemos ir. Enséñame el camino que el bosque me pide que recorra. - En respuesta, Nokk relincha y acelera el paso, para frenarse de forma súbita después de varios metros recorridos, casi provocando la caída de Bruni y de la misma Elsa. Ella está a punto de preguntar ante la inesperada acción, cuando siente un escalofrío en la nuca, y sus oídos perciben el galopar de varias pezuñas. Los tres espíritus se quedan inmóviles, atentos, esperando a aquello que se acerca a toda velocidad, mientras la albina siente su corazón desbocado, sino de miedo, sí de anticipación para lo que se aproxima y, de forma casi involuntaria levanta la mano derecha hacia el frente, como preparándose para atacar.

Los cascos se acercan cada vez más, ya prácticamente puede ver las sombras que genera el contingente a pesar de la densa niebla que ha cubierto el bosque, cuando nota que, dentro de ese contingente, existen protuberancias que parecieran ser astas de reno, y de las cuales sobresale una figura humana. Elsa deja salir el aire que estaba reteniendo, y trata de sonreír al ver aparecer la silueta de Ryder que se aproxima a ella sobre su mejor amigo peludo a todo galope, seguido de un grupo de renos que lo rodea.

- ¡Ryder! ¡Me asustaste! Pensé que eras algo maligno.

Pero el joven no le sonríe, y finalmente ella nota la cara de angustia, que pareciera imitar los gestos de las bellas bestias a su alrededor.

- Perdona, Elsa, pero debes venir conmigo de inmediato, ¡necesitamos tu ayuda!

- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

-No tengo la certeza, pero este pequeño de aquí – Ryder señala a un joven reno con cara de asustado – llegó corriendo de los árboles desde el este, bramando y bufando, desesperado por llamar mi atención, y mientras más corríamos más se angustiaba. Conozco a los padres de este pequeño, y nunca lo dejarían solo.

Elsa no comenta sobre la tendencia del joven a tratar a los renos como si fueran humanos, y ahora menos que nunca, ya que, en efecto, el gesto y los ojos llenos de terror del pequeño reno se fijan en los azules de ella, y es como si pudiera entender a Ryder: el animalito pareciera estar haciendo un desesperado esfuerzo por comunicarse con ella, por hacerla entender, si bien sin palabras, a través de algo más profundo que el entendimiento humano. Elsa sólo atina a asentir, sus ojos llenos de determinación, y el pequeño reno renueva su alocada carrera.

- Ryder, ve a buscar ayuda, por si hay heridos. Yo me encargaré de esto.

- Iré contigo, Elsa. No es bueno que vayas sola.

-¡No! – el Northuldra se sobresalta ante la fuerza del comando, y Elsa lo vuelve a intentar, esta vez su voz suavizada lo más posible. – no te preocupes, amigo mío, yo puedo con esto. Este es mi deber.

Pero en vez de tranquilizarlo, sus palabras sólo lo angustian más.

- ¡Tú no entiendes, Elsa! ¡Si algo te pasa, Kristoff me matará! ¡Y ya ni quiero pensar en lo que me hará tu hermana!

La mirada de la joven se enciende como el fuego ante sus palabras.

- ¿Acaso le tienes más miedo a mi hermana que a mí, siendo que poseo los poderes de los elementos?

- ¡N-no! Pero…

El joven trastabilla ante la mirada tan penetrante. Aprovechando su tartamudeo, Elsa no lo deja terminar, mientras su mirada se dirige hacia el camino que tomara el cachorro.

- Mejor ayúdame y ve a buscar a los curanderos. Eso es lo que necesito de ti.

- Pero…

- ¡Ryder! – el grito de la joven vuelve a sobresaltar al Northuldra, pero esta vez Elsa no hace ningún intento de suavizar su mirada, aunque alcanza a bajar su tono de voz. Sólo un poco. – Te lo suplico, trae contigo a Álehttá y los demás curanderos. Algo me dice que habrá necesidad de sus habilidades. – Sin explicar más, espolea a Nokk y ambos salen galopando, siguiendo al pequeño reno, mientras Ryder observa su estilizada figura desaparecer entre la niebla, y suspira, derrotado.

- De verdad que Kristoff va a matarme…

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-¡Por favor, se los suplico! ¡Déjennos en paz!

Los gritos retumban y destruyen con su eco la paz que habitualmente reina entre los árboles. Dos hombres cubiertos de pies a cabeza con armaduras totalmente negras, rodean a una joven mujer Northuldra que protege a un bebé en sus brazos, mientras camina hacia atrás, tratando de alejarse de los hombres que la acosan, hasta que se sobresalta en el momento en que su espalda choca contra un tronco. Asustada, permite que sus negras pupilas atisben por detrás de las siluetas que la amenazan, buscando ayuda desesperadamente, o cualquier señal de vida, en el cuerpo de un hombre Northuldra que yace boca abajo, sobre un lago de brillante sangre, cercano también a los restos sin vida de dos hermosos renos, ahora maltrechos por las enormes heridas.

Frente a ella, tumbado en el duro y frío suelo, bañado en su propia sangre, su esposo yace sin vida, igual de destrozado que los cuerpos de esos dos maravillosos renos que ella vio crecer desde pequeña.

Los ojos de la joven derraman aún más lágrimas al aceptar las vidas perdidas, y se fijan de nuevo en sus dos asaltantes, a sólo unos cuantos pasos de ella.

- Tranquila lindura, – dice uno de los bandidos, su mirada lasciva recorriendo el cuerpo de la joven, quien abraza aún más el bulto que envuelve al lloroso bebé, su espalda tratando de fundirse con el tronco a sus espaldas. – ven a jugar con nosotros. Te prometo que te va a gustar. - Sus palabras llenas de insinuación provocan aún más miedo en la joven madre, y pareciera como si estos hombres pudieran oler ese miedo, pudieran percibir el pánico en su mirada, pues las carcajadas de los villanos resuenan en el bosque con el mismo eco, pero mayor potencia que la voz de ella, cuando finalmente la alcanzan y la empujan de un lado a otro, su frágil cuerpo chocando con el poderoso pecho de uno y otro mientras la avientan en dirección al perverso compañero, como si estuvieran jugando un juego macabro, creando terror en ambos corazones inocentes.

-¡Por favor! ¡Tengan piedad! ¡No puedo darles nada, no tenemos nada! – la joven llora y suplica, tratándose de hacerse oír por encima de las carcajadas lascivas y del sollozo infantil, pero pareciera que eso sólo aviva el deseo de los hombres.

- ¿Pero por qué quieres irte, muñeca? Solo queremos dos cosas de ti: Información y… divertirnos un rato. - El primer hombre reinicia su carcajada, mientras empuja de regreso a la mujer hacia su compañero, haciéndola trastabillar, el llanto del bebé haciendo eco del de la madre.

-Nos hemos sentido muy solos desde que llegamos hasta aquí, ¿sabes? Prometemos ser buenos contigo. - El otro se carcajea también y avienta de regreso a la joven hacia su camarada, más que divertido ante su juego, pero en esta ocasión pareciera que el empujón fue con demasiada fuerza, o bien el terror hizo que las piernas de la madre se doblaran, pues en la trayectoria esta tropieza y cae al suelo, abrazando con fuerza al pequeño en sus brazos para evitar que se lastime. Los dos hombres caminan hacia ella, rodeándola.

-No se que quieren de mí, pero no tengo nada de información, ¡no puedo ayudarles!

Sin inmutarse ante su respuesta, como si no hubieran esperado otra cosa, los dos rufianes se miran uno al otro, y sus sonrisas se ensanchan con las palabras de ella.

-Bien. Entendemos perfectamente tu situación. Pero… - el hombretón hace una pausa dramática, mientras sus ojos se fijan en las piernas de la madre, descubiertas hasta por arriba de la rodilla después de la caída. - Si no tienes información, vaya que si tienes otra cosa que puede sernos de utilidad: ya verás que nos divertiremos mucho juntos.

Con eso, los dos se abalanzan hacia la joven, quien grita de terror al ver detrás de sus ojos el brillo de sus verdaderas intenciones, pero antes de que el más adelantado pueda posar una mano ansiosa sobre su cuerpo, una ráfaga de hielo lo golpea y lo lanza lejos de la mujer, estrellándolo contra un árbol, al cual parte en dos.

-¿Qué significa esto? – el hombre que aún permanece en pie de inmediato se voltea, levantando las manos en puños preparándose contra el siguiente ataque, para abrir los ojos como platos ante la figura que se encuentra frente a él: Elsa ha llegado con Nokk al lugar, y los ojos del hombre siguen las delicadas líneas de su cara y su cuello, para trazar ahora sus hombros hasta darse cuenta de que la mano de finos dedos continúa aún extendida, después de haber lanzado el ataque.

-¡Hielo ! ¿Creado por una mujer? ¿Acaso ella es…?

Elsa se yergue sobre su caballo, tratando de parecer lo más intimidante posible.

-¡Deja en paz a esa mujer, rufián, o te las verás conmigo!

Pero en lugar de acobardarse, el hombre frente a ella toma una posición de ataque mientras la interpela.

-¿Quién eres tú, mujer? ¿Acaso sirves a la diosa Atena? ¿o te inclinarás frente a mi señor Hades?

Elsa titubea, pero sólo momentáneamente.

-¿Atena? ¿Hades? ¿Acaso esto es un juego para ti? – la joven ex - reina se exalta ante las palabras que percibe como una burla. - Yo no sirvo a nadie más que a este Bosque Encantado y a mi pueblo en Arendelle, y como Quinto Elemento, es mi obligación proteger a la gente de estas dos tierras. Y tú, malvado, has atacado a gente inocente, por lo que tendrás que pagar por tal ofensa.

Ante sus palabras, el hombre sonríe con mayor malicia, su mirada llena de lascivia.

-Así que no sirves a ninguno de los dioses. ¡Muy bien! ¡Entonces, que bueno que llegaste, lindura! Parece que después de todo no tendré que compartir la carne con nadie. Y la verdad, estoy satisfecho: tú eres mucho más bella que esta pordiosera.

Las palabras ofenden a la joven, quien hace una mueca de desagrado.

-¡Eres un descarado! ¿Como te atreves a hablarme de esa forma? ¿Acaso no sabes con quién estás hablando?

A pesar de detestar la violencia, Elsa trata de mostrarse intimidante, pero el guerrero ha visto mucho peor, por lo que sólo sonríe y se lanza sobre de ella. Sin embargo, la Reina de Hielo está lista, y en un gesto, ordena a Bruni que lance una llamarada de fuego, que envuelve al malandro completamente y lo hace gritar, girando por todos lados para apagar las llamas que se ciñen a su armadura.

Elsa sonríe, satisfecha, y mientras el hombre lucha por apagar las llamas, la joven arriesga apartar la mirada de su enemigo para poder corroborar si la madre y el bebé se encuentran bien, sin embargo, antes de poder hablar con ella, un cuerpo duro colisiona contra la albina, derribándola del caballo, haciendo que Nokk eleve las patas delanteras y relinche al sobresaltarse en respuesta al ataque sorpresivo. Ambos cuerpos caen al suelo, rodando mientras luchan por la supremacía, pero el hombre es evidentemente más fuerte que la joven, por lo que la mantiene cautiva contra el piso aprovechando todo el peso de su cuerpo sobre el de ella, mientras con sus manos sujeta las delicadas muñecas contra el duro suelo.

-Has de verte a ti misma como toda una heroína, ¿no, preciosa? - El segundo asaltante se había recuperado, y la tomó por sorpresa, una lección que Elsa no piensa olvidar… si logra zafarse de las garras de este tipo que la asquea. Dicho tipo se relame los labios mientras su sonrisa se hace aún más maliciosa. - Creo que voy ganando, ¿tú como ves? – antes de que ella pueda responder, el hombre voltea a ver a su compañero. – y tú, Gregor ¿cómo estás? ¿Cuándo vas a apagar esas llamas? ¿Acaso no te avergüenza que una mujer te haya hecho gritar?

El camarada se levanta, aún golpeando su palma contra una llama encendida en el brazo, mientras camina hacia ellos.

-¡Cállate, Wimber! Que a ti también te tomó por sorpresa.

El hombre sobre ella resopla y regresa su mirada lasciva hacia Elsa, presionando su cadera dolorosamente contra la de ella.

-Es cierto. Pero ahora, nos pagará lo que nos ha hecho.

Pero Elsa no se inmuta, al contrario, a través del contacto con sus muñecas congela el cuerpo del intruso excepto la cabeza, de manera que al menos no lo asesine. Del dolor del frío tan intenso que congela su armadura, Wimber grita a todo pulmón, mientras la albina se libera de su agarre, sólo para lanzar otro poderoso proyectil de hielo, dirigido al segundo rufián que ha apagado el fuego, y que ya estaba hincado a un lado de ella, listo para participar en el juego macabro que tenían planeado para las dos, sus sorprendidos ojos fijos en el cuerpo congelado de su oscuro compañero. Igual que Wimber, Gregor es cubierto casi en la totalidad por el hielo, creando un témpano viviente, mientras gritos de dolor y de furia rompen la quietud del bosque. Elsa exhala, tratando de tranquilizar su respiración agitada, mientras se incorpora. Sin embargo, uno de los hombres grita, y haciendo acopio de toda su fuerza, rompe el témpano de hielo en el que se encontraba aprisionado, su compañero haciendo lo propio apenas unos segundos después. Los ojos de Elsa se abren como platos.

-¿Cómo es posible?

-No te equivoques, preciosa, - el llamado Wimber le contesta, satisfecho con la mirada de sorpresa de la mujer - somos espectros de Hades, dios del Inframundo. Conocemos a los de tu clase, incluso hemos peleado contra ellos, y vencido. Tu poder no tiene nada de extraordinario. No creas que nos amedrentas.

Elsa da un paso atrás, evaluando sus opciones, mientras los dos hombres la rodean.

No, ¡no! No puedo permitir ser vulnerable ante ellos. ¡Soy la defensora del bosque! ¡Tengo que derrotarlos!

Tratando de tomarla por sorpresa, Wimber se lanza sobre ella con un derechazo dirigido a la cara, al cual Elsa apenas logra evadir, pero su distracción le cuesta, pues Gregor aprovecha el movimiento y la golpea en la espalda, un golpe tan poderoso que la simbra por completo, obligándola a arquearse, arrancando un grito de su garganta, mientras Wimber vuelve a intentarlo, en esta ocasión el puñetazo acertando en la boca de su estómago, sacándole todo el aire.

-¡Elsa! – La joven Northuldra grita al ver a su diosa en tal predicamento, pero sabe que no puede hacer nada más. Estos hombres son demasiado poderosos, y ella tiene a su niño en brazos.

Elsa cae de rodillas y se dobla sobre sí misma, enterrando las uñas de una mano en el suelo, mientras con la otra se sostiene el abdomen, jadeando e inhalando desesperadamente, la sensación de falta de aire casi haciéndola sollozar, mientras los dos hombres caminan alrededor de ella, sus carcajadas llenando los oídos de ambas mujeres.

-¿Y te sentías una defensora, muñeca? Estás aún más indefensa que esta pordiosera.

Aún jadeando, Elsa levanta la mirada, llena de rencor hacia el primer espectro, prometiéndole en silencio un fin por demás doloroso.

-¿Por qué me ves así, preciosa? ¿Acaso no te gustó? – los dos hombres vuelven a reír a expensas de ella – Lamento mucho saberlo, pero lamento más tener que decirte que esto apenas comienza.

Sin pensarlo dos veces, Gregor suelta un poderoso revés a la tierna mejilla, usando el dorso de su mano enguantada en metal, lo que provoca que el golpe resuene con tremenda fuerza en todo el bosque y lanza violentamente a la joven hacia un lado. Elsa cae de espaldas sobre la tierra, mientras sus ojos se llenan de una luz que la desconcierta. Mareada, sintiendo un sabor metálico inundando su boca, y sus ropas de blanco prístino llenándose de tierra, la joven hace un esfuerzo por recuperar la orientación, mientras los dos espectros ríen.

-¡Malditos! ¡Déjenla en paz! – La Northuldra se levanta y grita, pero no se atreve a atacar, muy consciente de la seguridad del bebé en sus brazos.

Los dos espectros ríen abiertamente ante la vulnerabilidad de las dos mujeres. Gregor, erguido frente a la albina a sus pies, pasa una pierna a cada lado de ella, mientras Elsa aún gime lastimosamente y lucha por dejar de ver luces, por detener el mundo que gira alrededor de ella.

-¡Wimber! Tú puedes tomar a la mujer con el bebé, si así lo deseas, ¡pero esta es mía!

Su oscuro compañero no parece recibir bien esa noticia.

-¿De qué estás hablando, Gregor? ¡Yo la vi primero!

Ambos están a punto de enfrascarse en una discusión, cuando Bruni envuelve en llamas a Gregor, y Elsa, obligándose a moverse lo más rápido posible, aprovecha su posición y lo toma de ambas piernas, creando de él un témpano de hielo con un espesor tan grueso que esta vez el espectro no logra romperlo.

- ¡Maldita! ¡Vas a pagar por esto! – Wimber se prepara para atacar, pero al mismo tiempo que se lanza sobre ella, con una mano Elsa le ordena a Gale crear un poderoso remolino que envuelve al espectro, el cual, por más que trata de detener el poder del viento, cada vez se cierne más sobre él, hasta que ramas y rocas y astillas lo golpean por todas partes, no importando los golpes ni el cosmos que lanza para liberarse. Una vez que el remolino es del tamaño de un hombre, Elsa, tambaleándose aún, lanza un poderoso rayo que lo congela, creando una enorme bola de hielo denso con un grosor similar a la capa de hielo que cubre a su compañero.

Con el cuerpo adolorido, jadeando y temblando de agotamiento, Elsa se tambalea en su esfuerzo por reincorporarse. En ese momento llega a su lado la joven Northuldra, quien la ayuda a estabilizarse sosteniéndola de un brazo. A través del dolor, Elsa voltea a ver a la joven madre, agradecida y a la vez preocupada.

- ¿Están bien, Ervá? ¿Les hicieron daño?

-¿Cómo te preocupas por nosotros? ¡Elsa! ¡Tienes una mejilla lastimada y un labio partido!

La albina dirige sus dedos al labio, y nota no sólo el dolor punzante, sino las yemas se le llenan de sangre.

- Bueno… al menos logramos derrotarlos. – Elsa trata de sonreír lo que le permite el labio partido, pero la aún asustada Northuldra sólo asiente, sin soltarle el brazo del todo, mientras con el otro brazo sostiene fuertemente al bebé que continúa llorando, todavía aterrorizado. Una vez más tranquila, y segura de que sus atacantes no se liberarán, la Reina de las Nieves grita al viento.

- ¡Gale! Avisa a los gigantes, los necesito aquí. – El travieso Espíritu del Viento gira alrededor de ella, agitando sus cabellos y su muy manchado vestido, indicación de que ha escuchado su petición y se encuentra presto para realizarla, sin embargo, aunque Gale no demora mucho en obedecerla, antes de que el espíritu pueda retirarse, la joven siente la tierra cimbrarse a sus pies, y sube la mirada al momento en que una enorme sombra la separa de los cálidos rayos del moribundo sol: como si la hubiera escuchado, o sentido el ataque sobre su persona, ante sus ojos se presenta el hermano mayor de los Gigantes de Piedra, muy seguramente atraído por el olor a peligro que se dispersa en todo el bosque. El enorme gigante inclina su cabeza en señal de reverencia y respeto hacia el Quinto Elemento, mientras Elsa, apenas reprimiendo un gesto de dolor por los tremendos golpes que recibiera, extiende la mano para tocar la nariz del gigante, un gesto de saludo que se ha hecho habitual entre ellos.

- Gusto en verte, amigo mío. Necesito que me ayudes con estos malandrines. Llévatelos lejos, a las cuevas del norte. Enciérralos ahí un par de días en lo que piensan lo que han hecho, y yo pienso lo que haré con ellos.

El Hermano Mayor asiente, y con poderosos y pausados movimientos, toma en cada mano los cuerpos congelados de los Espectros y se los lleva hacia el norte, presto a obedecer la solicitud del Quinto Elemento. Al ver que esos hombres ya no causarán más problemas, Elsa se permite exhalar suave pero profundamente el aire de los pulmones, mientras una mano se coloca sobre la mejilla golpeada, creando frío para bajar la hinchazón, y mientras lo hace, Ervá, sintiéndose más segura y un poco más tranquila, se acerca a la albina con cierto temor y a la vez con tristeza, y le acaricia la mejilla sana, llena de emociones encontradas.

-Te agradezco infinitamente que nos hayas salvado a mi hijo y a mí, a pesar de lo que tuviste que sufrir en nuestra defensa, y del tremendo riesgo que corriste.

-Al contrario, Ervá. Lamento mucho no haber llegado a tiempo para salvar a Hánno.

Las dos mujeres voltean a ver el cuerpo sin vida del padre del pequeño que finalmente yace tranquilo y adormilado en los brazos de su madre, mientras Ervá se permite derramar unas lágrimas.

-Hiciste lo que pudiste, Protectora del Bosque, eso lo entiendo perfecto y lo agradezco. Estoy segura que mi Hánno también te lo agradecería.

Elsa dirige sus ojos color cielo hacia el bebé, como si queriendo asegurarse de que está bien, y sin previo aviso rodea con los brazos a Ervá, estrechándola en un fuerte abrazo que trata de transmitirle fortaleza y seguridad. La joven Northuldra se permite sollozar por unos segundos, para después buscar la mirada de la albina, ansiosa por hablar con ella, pero Elsa le gana en las preguntas.

- ¿Segura que estarás bien? ¿Quieres que Nokk y yo te llevemos de regreso a la aldea?

A pesar de aún sentir el corazón desbocado, la joven sacude la cabeza en una negativa, determinada en transmitir la información.

- Sí, estamos, bien. No es necesario que te preocupes más por nosotros. pero Elsa… hay más de estos hombres, eran muchos los que atacaron y mataron a mi… a mi… - la joven madre cierra los ojos y sacude la cabeza, obligándose a sí misma a suprimir sus sentimientos - los vi corriendo a toda velocidad, hacia el norte…

La antigua reina de Arendelle voltea a ver la dirección que le apuntan, y se da cuenta que es hacia donde ella aún puede sentir la máxima exhalación de poder.

-Gracias por decirme. Ya no te demores más en regresar al campamento, yo me encargaré, pero debes considerar que, mientras yo no regrese, aún hay peligro alrededor de nosotros. Ryder debe de estar en camino a ayudar, deberás topártelo en tu regreso: por tu bien y el de tu bebé, encuéntralo por favor. Y por favor, avisa a Yelana, que prepare a todos los guerreros en caso de que los alcancen antes de que yo lo solucione. Y dile que no se preocupe por mí, pero que no espere mi regreso hasta después del amanecer.

Dudosa al principio, la joven madre inhala profundamente para darse valor, y asiente, sus ojos aún fijos en los profundos del Quinto Elemento.

- Entiendo. No te preocupes por nosotros. Me haré cargo de que Yelana reciba tu mensaje.

Elsa asiente, y después de un último abrazo que trata de disminuir el temblor de la mujer, la Protectora del Bosque finalmente la suelta, y está a punto de montar de nuevo a Nokk, pero con un movimiento rápido, la Northuldra la toma de la muñeca, deteniendo su acción. Sobresaltada, la joven albina voltea a ver a Ervá, encontrándose con ojos oscuros llenos de preocupación.

-Protege este bosque, Elsa. Pero ten cuidado. Has podido ver el poder de estos hombres. No son guerreros normales, y no serán fáciles de derrotar. Te lo suplico, no te arriesgues de más. Ten en cuenta que eres Northuldra, eres parte de nuestra sangre: a nosotros también nos dolería mucho que te pasara algo. Por favor, regresa con nosotros. Con tu pueblo.

Elsa siente cómo un nudo se le forma en la garganta ante tales palabras, pero trata de imbuir seguridad a la mujer.

-No te preocupes por mí, Ervá. Nos han tomado desprevenidos, pero eso no volverá a pasar. Te lo aseguro. – La joven albina voltea la mirada hacia el norte, hacia donde su amiga le ha señalado, y, a pesar de que siente una opresión en el vientre, muy cerca de donde aún puede sentir el violento golpe que le propinaran, inspira profundamente para armarse de valor al mirar fijamente a los ojos a la joven madre. - Volveré, Ervá, te lo prometo.

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Del otro lado del Bosque Encantado, acercándose peligrosamente a las latitudes más polares, ya muy cercanos al territorio de los Gigantes de Piedra, tres sombras tenebrosas corren a una velocidad imposible, adentrándose en la profundidad de los árboles, seguidas muy de cerca por dos figuras de reluciente armadura dorada, que brillan ante el juego de luz que el moribundo sol hace sobre sus contornos metálicos. Las cinco figuras corren con gran rapidez, tratando de esquivar las primeras y atrapar las segundas, en el camino lanzándose patadas y puñetazos, destrozando árboles y rocas en cada golpe y arremetida que tienen entre sí, hasta que dos hombres de negra armadura corren hacia los lados, buscando dividir a los dorados, para después lograr atrapar a una de las figuras resplandecientes, flanqueándola y apoderándose de sus dos brazos.

-¡Ja! ¡Hasta aquí llegaste, caballero! ¡Ya no más persecución!

Pero dicho prisionero de cabellera azul rey sólo sonríe de lado, como si divertido ante las palabras de su atacante.

-¿De verdad? ¿Estás seguro que no eres tú el que está en problemas?

Antes de que sus enemigos puedan responder, el Caballero Dorado de Escorpión utiliza las amarras que lo tienen sujeto para tomar desprevenidos a sus dos atacantes y, con un tirón rápido, hace que ambos hombres se encuentren frente a él, la velocidad del movimiento tomándolos por sorpresa y provocando que irremediablemente choquen uno contra otro, rematando el ataque con dos golpes certeros en cada cabeza, dejándolos completamente derrotados. Pero tan pronto el hombre vencedor se yergue, la tercera sombra lo ataca silenciosamente por detrás, un poderoso puño cerrado envuelto en una luz rojiza apunta directo a su presa, listo para asestar un golpe fatal a la nuca. El caballero de Escorpión percibe el movimiento y abre mucho los ojos al darse cuenta de su error, y gira su cuerpo rápidamente, su propio puño viajando a gran velocidad. Sin embargo, el hombre es demasiado consciente de que su reacción es tardía: no hay manera de que pueda esquivar el ataque, y mucho menos contraatacar. Sin detenerse, suelta mil profanidades en su mente mientras se prepara para recibir el poderoso golpe, esperando que no sea muy doloroso.

O que no lo mate.

Sin embargo, su brillante y fiel compañero, el Caballero Dorado de Acuario, que estaba consciente de la ausencia del tercer enemigo, y por lo tanto no es tomado por sorpresa, actúa de forma rápida, lanzando, como por arco reflejo, un rayo de poder que congela al espectro a mitad de su ataque, provocando que cada una de las millones de células que conforman el cuerpo de su enemigo, se tornen en hielo sólido tan duro que, al caer y estrellarse contra el suelo, lo convierte en miles de pedazos de hielo.

-¡Maldita sea, Kardia! - Se acerca el reluciente compañero de cabellos verde oscuro, su voz de barítono reclamando con todo su ser el descuido que es más que evidente el potencial de haber sido fatal. - ¿Por qué te distraes de esa forma? ¡Fue fácil leer su ataque, y tu no hiciste nada para evitarlo!

Pero el peliazul sólo voltea a ver a su enojado compañero, una mirada divertida en sus chispeantes ojos azules.

- Ya sabía que estabas ahí para protegerme, Degel, ¿cuál es el problema?

- ¿A qué te refieres con eso? ¿He de ser siempre yo el que tenga la cabeza fría y piense con lógica?

La sonrisa de Kardia se amplía ante las palabras.

-Bueno, ya sabemos que te gusta el drama, ¿por qué habría de quitarte la oportunidad de salvarme?

Antes de que el aludido pudiera responder con la furia que se refleja en sus ojos verdes, ambos hombres se ven sorprendidos cuando súbitamente sus pies se quedan pegados al suelo, cortesía de gruesas capas de hielo cubriendo sus botas hasta las rodillas y fijándolos a la tierra, Degel el más sobresaltado de los dos.

-¿Pero qué…?

-Oye Degel, está bien que estés molesto, pero esto no es nada gracioso. - Comenta el otro mientras trata de liberarse, con un tono lleno de fastidio, como si no fuera la primera vez que es castigado de forma tan infantil. – No es necesario que te pongas así por algo tan tonto.

Sin embargo, el aludido sacude la cabeza de inmediato, inquieto ante la acusación y ante este poder que desconoce.

-Te equivocas, Kardia, yo no… - Sin embargo, antes de que pueda defender su inocencia, una voz femenina detrás de ellos los interrumpe.

-¿Quiénes son todos ustedes? ¿Qué quieren de este bosque? ¡Respondan!

Degel y Kardia voltean al mismo tiempo en busca de su interlocutora, y la aparición que se presenta ante ellos los deja sin habla y con los ojos tan abiertos que parecieran a punto de salirse de sus órbitas.

Un caballo hecho de escarcha pura, brillante ante el sol que lo ilumina, erguido y altivo, se encuentra frente a ellos, y sobre él, la mujer más hermosa que los amigos hubieran visto jamás, tan hermosa que parecía desafiar la belleza de la mismísima Atena. Su piel es tan blanca como el marfil, los largos cabellos rubios, casi blancos, se mecen al viento juguetón, acompañados de una larga capa blanca traslúcida que la hace ver casi etérea, pero lo que realmente llama la atención de Degel, por sobre todas las cosas, son los rojos labios que se entreabren en la pregunta, y los ojos azul profundo, enmarcados por unas largas y oscuras pestañas entrecerradas, que crean el efecto de una mirada que pretende ser fiera, pero que sin intentarlo se muestra seductora, y que se fija con desconfianza en ellos dos.

Degel no lo piensa dos veces, quizá incluso ni siquiera lo pensó, su instinto actúa y, con un movimiento de la muñeca que tiene grabado en la memoria de sus músculos, hace desaparecer el hielo que atrapa sus pies, sin darse cuenta que su acción provoca que la bella aparición se sobresalte, abriendo los ojos enormes: el hombre solo nota los rojos labios abriéndose aún más con una pregunta que no se emite, y que pareciera llamarlo a acercarse. Obediente como siempre, el caballero da varios pasos hacia ella, dispuesto a comprobar si la hermosa aparición es real, o sólo el resultado de su imaginación febril; sin embargo, en el momento en que el hombre se acerca a ellos, el fantástico caballo se yergue sobre sus dos patas traseras, relinchando enfurecido, listo para asestar una patada al insolente que se atreve a amenazar de nuevo a su amada compañera, quien casi cae de la grupa del corcel al ser tomada por sorpresa.

-¡Nokk! ¡Espera!

-¡Degel! – Kardia le lanza una advertencia desde su posición inmóvil, empujando con todas sus fuerzas contra el hielo que lo lastima, al ver la agresividad del caballo mágico contra su compañero, y sintiendo la presión terrible de la impotencia al no poder ayudarlo. – ¡Degel aléjate! ¡Tú no eres domador de caballos! ¡Y mucho menos de caballos salvajes!

Pero el peliverde hace caso omiso a su advertencia, deteniéndose a tan solo unos pasos del maravilloso cuadrúpedo a pesar de la actitud encabritada del animal, mientras fija sus ojos violeta en los cristalinos de la magnífica bestia. La mirada directa sólo inquieta más a Nokk, haciendo que bufe y resople como si retando al caballero a acercarse más; el joven peliverde sonríe, aceptando el reto, pero antes de que el caballero pueda dar un paso al frente, una ráfaga arremete contra él, haciéndolo trastabillar, rodeándolo con un pequeño remolino que corta la piel por la numerosa cantidad de ramas de distintos tamaños que giran alrededor del caballero. Degel no se inmuta, y de nuevo da un paso al frente, listo para cortar el viento, cuando, como si adivinara su intención, el remolino se llena de llamas color violeta, que le queman la mano.

-¡Degel! ¡Con un demonio ya sal de ahí!

Kardia trata con más fuerza de liberarse de la prisión de hielo que tiene a sus pies, para correr en ayuda de su compañero, pero esta es mucho más gruesa de lo que esperaba, y provoca que su piel se talle contra el interior de la armadura, creando dolorosos moretones por la fuerza de sus intentos, mientras su amigo empieza a toser por el denso humo del fuego que lo rodea. En un intento desesperado, Kardia golpea con los puños la formación de hielo que aprisiona sus piernas, tratando de romperla con el poder de sus manos, pero apenas salen pequeñas astillas de cristal, sin mermar ni siquiera un poco la fuerza de sus helados grilletes, y Kardia no puede hacer otra cosa más que gritar.

-¡Con un demonio! ¡Maldito necio engreído! ¿A qué estás jugando, Degel? ¡Sal de ahí de una buena vez o yo iré a sacarte, y si haces que me queme los dedos, de verdad que lo vas a lamentar!

Ante tanto improperio y gruñido, Degel finalmente voltea a ver a su compañero a través de las llamas, dirigiéndole una mirada dura, una que le muestra lo avergonzado que se siente ante su actitud, y que a la vez le exige tenga paciencia, seguro de que tiene todo bajo control. Pero antes de levantar las manos para lanzar un ataque hacia las llamas que se cierran sobre él, ve a la mujer bajarse del caballo de un salto, mientras reclama a viva voz al remolino, tratando de imponer su voluntad, como si los elementos pudieran ser apaciguados con su voz y su mirada endurecida.

-¡Gale, Bruni! ¡Basta! ¡Esto no es necesario, lo tengo todo controlado!

Pero en contra de sus deseos, o como si la desobedecieran a propósito, el fuego se expande más y el viento arrecia, como si realmente los elementos de la naturaleza decidieran mostrarse rebeldes a las órdenes de una mujer terrenal, por muy hermosa o étera que se vea. Es ese último pensamiento lo que lo hace entender, y de pronto Degel abre los ojos al comprender la situación: Ella comanda el hielo, eso era evidente, pero tal vez no sea lo único que gobierna. Al menos el viento y el fuego están bajo su mando, un mando que evidentemente no es total. Degel lo piensa un momento y luego se hinca ante ella en señal de sumisión, una rodilla al piso, un puño asestado contra el suelo, y obliga a su cosmos a retraerse en su interior, comandando a su cuerpo para permanecer absolutamente inerte, e incluso su respiración se hace superficial, apenas perceptible.

Elsa al principio titubea al verlo en esa posición de rendición, pero de inmediato capta sus intenciones y eso la convence de incrementar aún más sus intentos de calmar a los espíritus.

-¡Gale, Bruni! ¡Ya está bien, él no hará nada contra nosotros!

Degel sonríe al escucharla, pues pareciera que la bella alucinación regañara a los elementos como si de dos chiquillos traviesos se tratara. Sin embargo, como si en respuesta ante su incredulidad, el viento y el fuego se disipan de forma súbita y absoluta. Impresionado ante el control demostrado frente a él, el joven arriesga echar una mirada hacia el frente, logrando observar como las llamaradas potentes que lo rodeaban se consumen dando forma a tan sólo una pequeña llama que se dirige retozando hacia la mujer frente él, quien se hinca rápidamente para tomar la llama en la palma de su mano. Degel trata de moverse para evitarlo, sabiendo lo doloroso que debe de resultar, pero el caballo relincha ante su súbito movimiento, volviendo a levantar las patas delanteras, amenazante.

¡Oh! Ya entiendo. No es que ella posea el poder: los elementos la están protegiendo.

-¡Nokk! - La mujer, ahora con la pequeña llama descansando en su mano, trata de sujetar la crin del caballo, pero este se levanta de nuevo, amenazando al hombre hincado, desoyendo las órdenes de la joven. El caballero comprende de inmediato la precaria situación en la que se encuentra la beldad frente a él, por lo que, en vez de moverse, sólo baja la cabeza, mostrando su cuello, buscando calmar al animal y así disminuir el estrés al que la blanca preciosura se encuentra sujeta. Nokk da unos pasos al frente para tirar patadas al costado derecho del hombre, para volverse a erguir y tirarla al costado izquierdo, evidentemente sin querer golpearlo, pero sí amenazando con hacerlo. Degel, determinado a mostrar que no es una amenaza para la mujer que la maravillosa bestia trata de proteger, acalla sus instintos y obliga a su cuerpo a permanecer quieto, a pesar de su intenso deseo de moverse y evitar ser aplastado por las poderosas herraduras.

-¡Degel! ¡Muévete de ahí! – Kardia está a punto de tirar un golpe sobre el fantástico animal, pero Degel, a pesar de la posición en la que se encuentra, extiende una palma hacia su compañero, ordenándole quedarse quieto. Kardia gruñe, pero ha aprendido a obedecer, a veces ciegamente, a la inteligencia de su hermano de armas, que los ha mantenido vivos en más de una ocasión, por encima de la fuerza de sus puños.

– ¡Ya basta! ¡Nokk! – La joven sujeta a su corcel de las congeladas riendas, tratando con todas sus fuerzas de detener al impetuoso animal... evidentemente sin lograr muchos resultados - ¡Nokk! ¡Por favor! ¡esto no es necesario!

Por muy fuerte que tira de las riendas, la belleza frente a él no parece lograr calmar a la fantástica bestia: es como si la furia, o el miedo, fuera demasiada para contenerla. Degel baja aún más la cabeza, y después de unos segundos su paciencia, y el insistente tironeo de la joven albina, finalmente rinden frutos: Nokk bufa una vez más sobre el cabello turquesa del joven, la amenaza implícita en su gesto, mientras deja las poderosas patas ya pasivas en el suelo. Elsa le acaricia la helada crin, susurrando suavemente palabras que el hombre no puede escuchar con claridad, pero cuyo tono es apaciguador y hasta amoroso. Ya más calmado, y al ver que el caballero no ha hecho ningún movimiento malintencionado, el poderoso espíritu acerca lentamente su nariz a la cabellera color esmeralda, como para olerlo. El hombre sonríe y lentamente se atreve a levantar la mirada para fijarla en la bestia, quien bufa de nuevo en advertencia. Degel no parpadea ni un momento, y, con toda la suavidad de la que es capaz, extiende una mano al frente: no hacia el corcel, tan sólo frente a su cuerpo, como si invitándolo a ser él quien cierre el espacio. Nokk vuelve a bufar en advertencia, aunque esta vez con menos fuerza y, curioso, pausadamente acerca la nariz un poco más, para oler la mano extendida del extraño. Una vez calmado Nokk, Elsa se disculpa con el peliverde.

-¡Lo siento! De verdad lo siento tanto: es muy raro que Nokk, Bruni y Gale desobedezcan tan abiertamente. Pero deben entender el por qué están tan agitados: recientemente tuvimos un encuentro un poco… agresivo, contra hombres vestidos como los que ustedes dejaron fuera de combate. Aunque nuestro encuentro fue más violento que el que ustedes tuvieron hace un momento.

Al ver que el peligro había pasado, Degel finalmente rompe contacto con los ojos del caballo, dirigiendo la mirada hacia la joven, y no puede levantarse por unos segundos, abrumado por la elegante y altiva belleza de la mujer que ahora puede admirar desde más cerca. Su mirada se encuentra atrapada en sus finos rasgos, en sus rojizos y tentadores labios, notando la mejilla amoratada y el labio partido, evidencia de ese encuentro que ella menciona; aunque al mismo tiempo que la admira, la inquisidora mente del caballero más inteligente de Atena nota algunos detalles de los movimientos de ella: los delicados dedos, la piel tan blanca como la nieve, los movimientos finos de sus manos y su cuello, los gestos que se forman en sus delicadas facciones… ahora el peliverde está convencido en su mente, deduciendo por los movimientos suaves y refinados de la joven, que seguro debe pertenecer a algún tipo de realeza.

¿Pero qué reina o princesa estaría así, sola y expuesta a los peligros del bosque, con un animal tan fantástico como compañero?

-¡Eh! ¿Acaso no piensas liberarme? – el grito de un enojado Kardia lo hace sobresaltarse y forzudamente lo saca de su ensimismamiento. De igual forma la mujer voltea a ver al compañero, regalando unos preciosos segundos a Degel para poder admirar un momento más sus exquisitas formas sin tener que justificarse.

-Lo siento. - Dice Elsa, con mirada desafiante, pero mano titubeante aún. No está acostumbrada a ser tan agresiva, pero de cierta manera, tener a al menos uno de ellos sujeto bajo su poder la hace sentir más segura. -No creo que sea prudente liberarlos a los dos. De hecho, no se como has podido soltarte tú solo.

Degel, recuperando la compostura, se levanta y acerca a ella lenta y cautelosamente, las palmas al frente en señal de buena voluntad, aún respetando a los espíritus que la protegen.

-Por favor, no se asuste, su Majestad, no es nuestra intención causarle daño a usted ni a su… comitiva. Mi nombre es Degel, Caballero Dorado de Acuario, al servicio de la Diosa Atena quien vela por este mundo. Como podrá usted darse cuenta, mi poder principal es el control del hielo.

Kardia levanta una ceja ante la apertura de su compañero.

- Bien, no creo que sea sensato confesar todo ante un extraño así de la nada, ¿no es así, mi usualmente prudente amigo? - Pero dicho compañero hace como que no escuchó sus palabras.

- Mi amigo, ahí congelado, es Kardia, Caballero Dorado de Escorpión.

Kardia, divertido pero aún congelado, suspira dramáticamente y decide seguirle la corriente a su compañero, haciendo una cómica reverencia hacia la mujer.

-Mucho gusto, hermosa doncella que me tiene, literalmente, cautivo.

Aún titubeante, e ignorando el sarcasmo del hombre, Elsa suelta por un momento la crin de Nokk, pero mantiene su mano sobre el frío cuello, como si tratando de tomar fuerzas del espíritu, mientras se acerca al hombre de cabello verde.

-Acuario… Escorpión… me suena a las constelaciones en el cielo…

Degel le sonríe lo más encantadoramente posible.

- Y así es. Representamos a las constelaciones del zodiaco, de las cuales tomamos fuerza.

-¿Cómo es eso posible? - Elsa siempre es prudente, sin embargo, su curiosidad crece, así que, aún con una mano sobre el cuerpo helado de Nokk, se atreve a dar un paso más hacia el hombre, olvidando parcialmente su recelo y evidentemente interesada. – Nunca he escuchado nada parecido. ¿Cómo pueden tomar fuerza de las estrellas en el cielo, tan lejanas a nosotros?

El pecho de Degel se hincha de la emoción de tenerla cerca, pero sabe contener su excitación, y habla con toda la calma del mundo.

-Prometo contarle todo, si primero libera a mi amigo. He notado que también tiene la habilidad de dominar el hielo.

Una delicada ceja se levanta; incrédula, Elsa da un paso atrás en desconfianza.

- Ni siquiera sé quiénes son ustedes, ni si puedo confiar. ¿Cómo me garantiza que no me atacarán, como hicieron con sus compañeros? ¿Cómo puedo saber que no harán ningún movimiento sospechoso si decido aceptar su petición?

La sonrisa de Degel no disminuye ni por un momento ante la acusación, entendiendo perfectamente la desconfianza de la joven.

-Por supuesto que no le atacaré, venimos para proteger el bosque, y esos que ve tirados en el suelo son nuestros enemigos, a las ordenes de un poder oscuro mucho más fuerte que quiere acabar con la humanidad para apoderarse del mundo.

Una altiva ceja se levanta ante tal afirmación.

- ¿Poderes oscuros que quieren acabar con la humanidad? Eso suena muy increíble como para darle crédito. - Sin darle tiempo a que Degel trate de justificar sus palabras, la albina regresa al lado de su extraordinario corcel, montándolo de un salto y, orgullosa, remata con desdén en la voz. - No necesitamos protección aquí. Yo soy la protectora del Bosque Encantado, y sólo los espíritus y yo somos necesarios. Gracias por el ofrecimiento, pero podemos arreglarnos solos. Espero se alejen de nuestro bosque de inmediato. Les doy hasta el amanecer para que abandonen nuestro bosque y nuestro país.

-¡Hey! Eso no es muy agradable de tu parte. - Kardia protesta, aún tratando de liberar los pies, empezando a sentirse exasperado por tal atención. Sin embargo, Degel, aún tranquilo, levanta una mano para aplacar a su compañero, para luego dirigir una mirada suave y conciliadora hacia la joven.

-Venimos desde muy lejos persiguiendo a estas sombras, que desde hace días han sembrado pánico y dolor en ciudades y aldeas aledañas. Hasta hace unos momentos logramos darles alcance y terminar con tal amenaza. Entiendo perfecto que no somos necesarios en un lugar tan maravillosamente protegido por seres como usted, su Majestad. - El hombre hace una pausa, al ver el sobresalto de la mujer ante la forma en que la llama, lo que le confirma que ha acertado respecto a su estatus de realeza. - Sin embargo, estoy seguro que también por estos lares, las buenas y milenarias costumbres de asistir a viajeros cansados y heridos se cuidan y cultivan como cualquier costumbre de nuestros antepasados. - Degel se mantiene serio, y a la vez se admira de la dama frente a él, siendo testigo de la forma en que los finos rasgos de la joven se reconfiguran en una máscara de hielo, después de, muy seguramente sin intención, haber mostrado la sorpresa ante la forma en que se dirigió a ella. Sin embargo, ese fino rostro ahora no refleja emoción alguna, y es esa habilidad de esconder sus emociones detrás de facies inexpresivas, lo que lo convence de que seguramente pertenece a una clase alta, muy conocedora de las políticas y la precaución requeridas entre los numerosos reinos de la región. El hombre se permite una ligera sonrisa cuando ve que la joven asiente ligeramente.

-Tiene razón. Que descuidada de mi parte. Con gusto les invitaremos a nuestra pequeña y humilde aldea, dada la obligación milenaria de atender de forma adecuada a los viajeros en estas tierras, esperando igualmente de su parte que respeten nuestras costumbres y a la gente que aquí habita.

Degel se inclina cortésmente, sin que su mirada se desvíe del rostro de ella.

- Así será, su Majestad. No debe preocuparse en eso.

Ante la insistencia de llamarla por su perdido título, ella le dirige una mirada gélida al hombre, su voz aún más fría mientras le contesta con evidente molestia.

- Le suplico, caballero, que desista en continuar nombrándome de esa forma. Hace demasiado tiempo que la gente dejó de hacerlo, y lo prefiero así. Ahora, si gustan seguirme, los guiaré hacia el centro de mi aldea. Pero – los ojos de la joven se entrecierran en un gesto de advertencia – más les vale comportarse a la altura, pues los estaré vigilando de cerca.

Degel le sonríe, conciliador, mientras inclina la cabeza en aceptación.

-Le aseguro, mi señora, que no tendrá ninguna queja de nosotros.

Elsa no le responde, y con un delicado gesto de su mano dirigido hacia Kardia, ordena la disolución del hielo que lo aprisiona. Por un momento sus ojos se mantienen fijos en los violeta de Degel, que siente cómo sus procesos mentales dejan de funcionar adecuadamente ante el escrutinio de la joven, para después de un momento simplemente sujetar las riendas de Nokk y ordenarle dar la vuelta, y así dirigir la comitiva hacia las profundidades del bosque. Contento de sentir de nuevo sus tobillos, Kardia trota ligeramente para alcanzar a su compañero, y ambos siguen, a pie, a la hermosa aunque enfurruñada doncella. El joven peliazul se acerca para susurrar al oído de su compañero, mientras sus ojos azules, llenos de desconfianza, se encuentran fijos en la beldad frente a ellos.

- Quiero pensar que sabes lo que estás haciendo, ¿verdad amigo?

Degel no responde a su pregunta y sólo guarda silencio, tratando aún de recuperarse de la forma tan intensa que la joven lo mirara: su corazón late acelerado, como si el azul de esa mirada hubiera leído cada pensamiento y sentimiento dentro de su ser, cada miedo y duda. Pero lo que más le impresiona, es que, a pesar de la intensidad de las emociones que le provocaron esos ojos chispeantes de furia fijos en los suyos, no fue miedo lo que sintió, sino una sensación de ardor en su interior, como una flama que estuviera queriendo incendiar su corazón. Y, tiene que reconocer, una sensación no tan desagradable. El joven recupera el aliento por unos segundos, mientras sus ojos recorren la hermosa silueta que se dibuja ante ellos, y su mente divaga sin poder evitarlo, grabando en sus recuerdos cada pestaña que enmarcaba esos ojos del color del cielo.

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A/N: llevo, literalmente, años en tratar de escribir esta historia, pero por alguna razón nunca encontraba la inspiración. Ahora, con una poderosa y realizada Elsa, es fácil verla enfrentarse a los demonios de Hades. Es más fácil que Degel se enamore de ella.

¡Espero que les guste la historia!

ATENCIÓN! Releí la historia, y en conmemoración de los dos años, DOS AÑOS! De haber empezado este fic, me di a la tarea de mejorarla, incrementando algunos pasajes, algunas veces hasta duplicando el tamaño del texto, como ya lo habrán notado en este capítulo. Lo mejoré y amplié en todos y cada uno de los capítulos, esperando este viaje sea más agradable para ustedes, y esperando volver a atraparlos en mi historia. Muchas gracias por leer!