Cosmos Congelado

Capítulo 30

Planes Cristalinos.

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Después de hacerlos dar un par de vueltas por el castillo, Yelana, quien no se imaginaba una construcción tan grande como los pasillos que están recorriendo, decide que ya es tiempo terminar la farsa, so pena de que sus cansados pies terminen hechos peor que puré. Y eso sin pensar que aún tienen que caminar hacia el hogar de los trolls…

-Anna, parece ser que Elsa no está disponible en este momento, en vez de continuar su búsqueda, ¿podríamos ir con mis Northuldra, a preparar nuestras cosas para el segundo viaje, o a apoyar los esfuerzos de tu gente? Pude ver que están afanosos en una tarea, aunque no entiendo de qué se trata, pero es seguro de que unas cuantas manos más les serán de mucha ayuda.

Anna, que había estado caminando en completo silencio desde hacía varios minutos, sale del mundo de sus pensamientos más bien bruscamente al escuchar la voz de Yelana.

-¿Eh? ¡Ah! S-sí, sí Yelana, por favor. Por supuesto puedes ir con tu gente. Yo… yo me encargaré de avisarle a Elsa que ya están aquí.

Yelana inclina la cabeza, y le sonríe enigmáticamente.

-Por favor, hazlo. También dile a Elsa que estoy de su lado completamente, en todo lo que necesite, y que me alegran mucho los más recientes acontecimientos. Espero que también su hermana pueda sentirse orgullosa, feliz y satisfecha por todo lo que ella ha logrado, así como por las elecciones que ha tomado.

Anna abre los ojos de par en par, de inmediato interpretando correctamente las palabras de la anciana Northuldra.

-¿Yelana…? ¿Q-qué…?

Pero antes de que Anna pueda formular la pregunta, la mujer se inclina un poco y se da la vuelta, más que evidentemente dando por terminada la plática, para acto seguido retirarse a buscar a su gente, no sin antes asentir también hacia Kristoff, dirigiéndole una mirada cargada de significado. Kristoff entiende el mensaje y también asiente la cabeza, volteando ahora a ver a su prometida.

Anna, sin lograr interpretar ese intercambio, se queda viendo unos momentos la sabia figura alejándose, para después hundirse de nuevo en sus propios pensamientos, sin percatarse de que Kristoff se ha quedado a un paso de ella, respetando su silencio, hasta que una enorme pero cuidadosa mano se posa sobre el hombro femenino. Sin poder evitarlo, la joven pelirroja se sobresalta, el contacto tomándola por sorpresa. Al voltear a ver los ojos color chocolate que tanto adora, de inmediato una sonrisa de felicidad se dibuja en su rostro, una tal que es imitada a la perfección por su prometido.

-¿Ahora sí podrás contarme qué es lo que Elsa y tú se traen entre manos?

Anna se siente confundida por un momento ante la pregunta, cuando cae en la cuenta de lo que Kristoff recién vivió, (y lo que ella no le dejó presenciar) y se abraza a él, buscando su consuelo. El hombre no duda ni un momento en envolverla en sus brazos, entregándole todo su calor.

-Realmente no hay mucho que contar… pero creo que le debo una disculpa a mi hermana, y creo saber lo siguiente que hay qué hacer.

Kristoff eleva una ceja, de cierta forma preocupado por sus palabras.

-¿Qué le hiciste a Elsa?

-Bueno…

-Anna…

La pelirroja levanta la cabeza en señal retadora, encontrándose con los amorosos ojos de su prometido, pero sin romper el abrazo.

-¡¿Qué?! ¡Realmente sí me hizo enojar que llegara proclamándose que está casada sin mi consentimiento!

Kristoff sonríe, recordando lo que él mismo le dijera a Degel, satisfecho de haber adivinado correctamente el enojo con que seguramente Anna los recibiría y los motivos, y abraza con más fuerza a su prometida. ¡Vaya que si conoce a su pelirroja!

-Lo sé, y te juro que traté de evitarlo. Pero… viéndolo cómo se comporta alrededor de Elsa, casi tengo la certeza de que Degel será un buen hombre para ella. Además, puedes estar tranquila, porque Juffe y yo tuvimos una pequeña charla con él, de hombre a hombre, y te aseguro que no fue precisamente una charla tranquila. Seguramente se pensará dos veces antes de considerar siquiera en lastimarla, después de ver mis musculosos brazos y la mirada amenazadora de Juffe.

Anna sabe que él está bromeando, especialmente al comparar, en su mente, la fuerza de Kristoff contra los poderes de Degel, pero es obvio que su corpulento novio pensaría así sin antes haber visto en acción a los Santos de Atena. No importa, lo importante es que intentó proteger a su hermana. Y a ella. La reina pelirroja lo abraza con más fuerza, agradecida.

-Seguramente que sí lo pensará dos veces. Pero cambiando de tema, - Anna suspira, apesadumbrada al pensar lo que tiene que hacer, - creo que ya es hora de que pague mi exabrupto de hace unas horas. Y que lo haga bien.

-¿Necesitas ayuda?

Anna sonríe ante el espontáneo ofrecimiento, con la certeza de que ella misma ha escogido bien. Puede que Kristoff no sea el más guapo, el más poderoso, o el más rico, ni siquiera sabe si será bueno en la cama. Pero no pasa un solo día sin que este humilde hombre le demuestre que, para él, no hay nada que pueda ser más importante que ella, ni siquiera el mundo que los rodea.

Y eso es algo que ella valora por encima de todas las cosas.

-Siempre necesitaré tu ayuda.

Anna se para de puntillas para robarle un pequeño beso a Kristoff, y lo toma de la mano, para guiarlo a lo largo del pasillo, hacia su siguiente destino, mientras le relata su nuevo y descabellado plan. Kristoff abre los ojos como platos al escucharla, y piensa mil maneras de desanimarla, pues sabe que es el peor momento para llevar a cabo una tarea como la que se propone.

-¿Una boda? Pero Anna… ¿a esta hora? ¿Y con la cercanía de la batalla?

Anna platica con emoción los planes que ha estado formulando la última hora.

-¡Piénsalo bien, Kristoff! Haría muy feliz a mi hermana, además de que aseguraríamos para el reino un matrimonio muy ventajoso.

-¿No crees que estás exagerando un poco?

La reina levanta la barbilla, orgullosa de su nueva idea.

-No, en absoluto. Ya viste la mirada que Elsa le hecha a Degel, ¡está completamente enamorada! Además, ya están casados, pero no por nuestras leyes. Quiero que también esté casada por la iglesia y por las leyes de papá.

-Sí pero…

-También me preocupa lo que la gente podría decir de mi hermana, que vea de mala manera que Elsa ha perdido su virginidad sin estar debidamente casada por la iglesia. – La joven se sonroja ante el pensamiento, especialmente al hablarlo con su prometido, pero trata de ser fría y práctica en ello, por lo que, después de carraspear, continúa su justificación. - No quiero que nadie hable ninguna cosa negativa de mi hermana, especialmente sobre algo que la hace tan feliz, pero sabes que podría ser señalada por haber tenido relaciones antes de pasar al altar. ¡Eso no lo pienso permitir! – Convenientemente la joven omite que había sido ella quien diera su consentimiento para el acto.

-Entiendo, pero…

-¡Kristoff! – Anna se planta frente a su novio, levantando la voz para hacer énfasis en su propuesta. - Elsa es feliz con Degel, tanto que ya se han casado bajo las leyes de él. Ahora quiero que se case bajo mis leyes, las leyes de nuestros padres. Quiero ser yo quien le dé la bendición final. Es mi única hermana, y hasta ahorita, mi única heredera. Quiero verla casada como Dios manda.

Kristoff va a protestar de nuevo, pero una mirada a esos ojos emocionados reprime cualquier comentario que pueda pensar. ¡Anna se ve tan feliz con su nuevo plan…! Por no mencionar que, después de todo, no parece una idea tan descabellada, pues sus argumentos son más bien de peso. Kristoff suspira nuevamente, consciente de que nunca podrá negarle nada a esta bella mujer, y a la vez animado de verla tan emocionada.

-Está bien… te ayudaré, aunque sigo pensando que no es una buena idea.

Anna suelta un pequeño grito de emoción, para luego besar rápidamente a su prometido, excitada por la idea.

-¡Gracias! ¡Sabía que me apoyarías!

Él le sonríe tiernamente.

-Sabes que siempre te apoyaré. Eso no debes ni dudarlo.

Las palabras, dichas con tanta vehemencia, encienden su corazón y la hacen sonreír aún más.

-Lo sé, créeme que no me cabe la más mínima duda al respecto. – Parándose de puntillas, lo besa de nuevo, y él le responde con ternura, para después abrazarle con fuerza, cuando un pensamiento ominoso nubla su mente.

-¡Oh, Anna! ¡No tienes idea lo angustiado que estaba por ti mientras estaba amarrado en la aldea Northuldra! Especialmente después de que Elsa nos contara el ataque que también vivieron aquí. ¡Me moría de ganas por regresar a tu lado!

Anna le corresponde el abrazo, apretándose fuertemente contra él. ¡Cómo necesitó esos brazos que siempre le brindan tanto consuelo!

-Yo también estaba muy preocupada por ti. Pero ya estás aquí, conmigo, nada nos pasará si estamos juntos. Nada nos podrá vencer.

Los dos se quedan un rato así, abrazados, reconfortándose uno al otro, hasta que Anna, a regañadientes, se separa de él, demasiado consciente de todo el trabajo que se les avecina, y el poco tiempo del que disponen.

-Debemos irnos, Kristoff. Si queremos darle este regalo a mi hermana, tenemos que apresurarnos. Me gustaría que Degel y Kardia descansaran al menos un poco antes de partir, igual que nosotros, antes de la batalla.

-Sí, tienes razón. ¿Me dejas acompañarte un rato?

-¿No deberías de ir con Matías y los demás?

Él se encoje de hombros.

-Los cuartos privados de los altos funcionarios no están tan alejados de la sala de recepción, donde dejaste a Elsa, por lo que no me desviarías tanto.

-Pero antes de ir con Elsa, necesito regresar a la explanada. He de hablar primero con los caballeros dorados. Necesito reclutarlos. Como compañeros de Degel, ellos deben de estar también en la ceremonia.

Kristoff se estremece al recordarlos.

-Entiendo que ustedes dos se han apoyado mucho en la protección que ellos les brindan, pero si te soy sincero, esos hombres me dan un poco de desconfianza, en especial el rubio alto.

Anna sonríe divertida ante la confesión de su amado.

-No me digas que les temes.

Kristoff resopla, negándose a aceptar lo obvio.

-¡Claro que no! Es sólo que… me da la impresión de que son capaces de mucha violencia.

Anna asiente ante sus palabras, pues sabe la verdad detrás de ellas.

-Por lo que Elsa me ha platicado, me alegra saber que estás consciente de eso. Pero no deberías preocuparte por ellos. Es cierto que Sísifo es muy serio, y de muy mal carácter, pero en general son buenos chicos, muy educados. Salvo pequeños deslices, durante su estancia aquí se han comportado a la altura, así que no deberías sentirte incomodado.

-¿Y dices que ellos son heraldos de una diosa?

-Sí, Atena, la diosa de la guerra y de la sabiduría para los griegos.

Kristoff sonríe traviesamente ante el tono de sabiduría de la chica.

-No sabía que te gustara tanto leer.

Ella niega con la cabeza.

-Realmente no mucho, y lo sabes, esa afición le pertenece a mi hermana, pero papá siempre nos leía cuentos antes de dormir, y eran todas las noches, por lo que algunas noches nos contaba mitos griegos, al menos los principales. Y afortunadamente dentro de esos mitos estaba el panteón griego.

-¿Afortunadamente?

Anna se encoje de hombros.

-Bueno, no sólo son excelentes cuentos, sino que, además, me permitió por lo menos no verme tan ignorante entre estos caballeros.

Kristoff ríe un poco.

-Tienes razón, al menos preservó un poco tu dignidad.

-Sí. Ahora lo único que me preocupa es que Elsa se decida a convencerme a leer con ella un poco más.

Ahora sí se le escapa una pequeña risa a Kristoff, porque vaya que sí puede imaginarse claramente a una ofuscada Elsa tratando de obligar a leer a la testaruda pelirroja que él ama tanto.

-Bueno, si tú me lo pides, prometo serte de utilidad para buscar pretextos para que logres escaparte de esas sesiones.

Ella le sonríe alegremente.

-Me encantaría que hicieras eso.

Los dos caminan un rato, pero después de sentir cómo poco a poco los envuelve un pesado silencio, Kristoff decide romperlo.

-Estás muy callada. ¿Segura que estás bien?

Anna asiente, aún pensativa, pero decide compartir sus pensamientos con su amado.

-Tengo muchas cosas que me preocupan, pero en este momento estaba pensando en Olaf.

Kristoff cariñosamente le pasa un brazo sobre los hombros, tratando de reconfortarla, mientras continúan su camino.

-Él estará bien, no te preocupes. Y en dado caso de que algo ocurriera, sabes que Elsa siempre lo puede volver a la vida.

Anna suspira apesadumbrada.

-Sí, lo sé, pero… no es eso lo que pensaba. Pensaba que él debería estar con nosotros en un evento tan importante como la boda de Elsa. Y en cambio, se la perderá.

Kristoff levanta una ceja, sorprendido.

-Oh… no se me había ocurrido tal cosa. Para Olaf acompañar a Elsa en un momento tan significativo debería de ser vital. Él la adora, independientemente de que ella le haya dado vida.

Anna suspira de nuevo, sus hombros cayendo un poco más.

-Y Elsa lo adora a él. Olaf es su primera creación, el vínculo entre nosotras… que no la acompañe en un día tan importante, seguramente la pondrá triste. Kristoff, creo… creo que no es tan buena idea hacer esta boda hoy.

Kristoff la aprieta contra sí, tratando de sacarla de esos lúgubres pensamientos.

-No digas eso. Realmente es una buena idea que levantará el ánimo a todos. Lo que podemos hacer es que volveremos a hacer la ceremonia en cuanto ellos regresen, esta vez con Olaf presente junto con todo el pueblo de Arendelle.

Anna le sonríe a su dulce novio.

-Es cierto, podemos hacer eso.

-Aunque he de admitir que tienes razón, seguramente Olaf se pondrá triste al saber que no pudo acompañar a Elsa, ni entregarla en el altar la primera vez.

Inintencionadamente, Anna resopla ante el comentario de su novio, una sonrisa pícara dibujándose en su bello rostro.

-Lo cual hubiera sido bastante cómico, si te pones a pensarlo.

Kristoff también resopla al hacerse una imagen mental de la escena.

-Sí, supongo que hubiera sido muy extraño, ¡aunque sí que me hubiera gustado ver las caras de esos caballeros estirados cuando conocieran a nuestra pequeña máquina de abrazos!

-¡Es cierto! ¡Hubiera sido épico!

Los dos novios ríen un poco ante la cómica idea de Olaf entre los Santos de Atena. Sintiendo el ánimo más levantado, finalmente los dos llegan a las puertas principales, y Anna suspira con alegría al ver que la enorme explanada está prácticamente vacía salvo un par de grupos que todavía se encuentran trabajando, lo que significa que ya la mayoría ha terminado sus labores y están listos para la defensa, encontrando también a un par de caballeros dorados en el centro del patio. Los ojos azules de la joven se llenan de júbilo al reconocer a Shion, pues ha percibido en él, por encima del resto de sus compañeros, un aire de sabiduría, inteligencia y bondad, que seguramente le serán de gran utilidad en su alocada idea.

Por su parte, Kristoff se revuelve inquieto, observando con aprehensión a los dos hombres platicando en el centro de la explanada.

-Bien, creo que hasta aquí llego. Debería de ir a buscar a Matías y a los demás miembros del Consejo.

-¿No quieres conocer a los caballeros?

El rubio niega con la cabeza, su mirada viajando con desazón hacia el par de caballeros.

-Mejor no. No tenemos mucho tiempo para organizar todo. Si quieres, cuando amanezca podré platicar con ellos. En este momento es más urgente que preparemos todo lo que necesitas.

Anna suspira apesadumbrada, pues no quisiera volver a separarse de él, de la seguridad y fortaleza que su presencia le proporcionan, pero no puede menos que aceptar que el rubio tiene razón.

-Está bien, ¡pero mañana no te escaparás!

Kristoff ríe y la besa rápido en los labios.

-Así será. Lo prometo. Mientras tanto, ve a desplegar toda tu increíble magia con los amigos de Degel para reclutarlos en tu plan, que yo me encargaré de convencer a Matías y a realizar la organización pertinente.

-Tú también mucha suerte con los demás.

Dicho esto, la joven camina decidida hacia el trío de caballeros, mientras Kristoff suspira de nuevo con gran pesadumbre, pero no puede evitar que una sonrisa se le escape al ver alejándose la preciosa silueta de la pelirroja que ama con todo su corazón.

Por su parte, Anna, consciente de que no tiene muchas posibilidades de reclutar por sí sola a un reacio Sísifo para su plan, pues ha visto los ojos de desaprobación que el hombre tiene cada vez que ve a Elsa y Degel juntos, camina con total determinación hacia el siguiente caballero dorado que ha visto con igual autoridad, y mayor ecuanimidad, del grupo de Santos de Atena que llegara después. La chica llega a la mitad de la explanada, alcanzando al par de caballeros que están ultimando detalles con las creaciones aún pendientes de terminar.

-¡Ah! ¡Shion! ¡Me alegra tanto verte!

El hombre, acompañado como siempre está de su mejor amigo Dhoko, se vuelve a ella y ambos hombres se arrodillan en gesto de respeto al verla acercarse.

-Su Majestad, ¿en qué puede serle útil este caballero?

Anna les sonríe a los dos ante el gesto, mientras les pide, con un movimiento de la mano, que se incorporen.

-Gracias, espero no interrumpir. Quisiera poder hablar con ustedes, pues tengo una petición urgente que hacerles.

-Usted dirá.

-Pues… - De pronto Anna no se siente tan segura de su idea como inicialmente la sentía, y titubea frente a los dos hombres. En ese momento, en su mente se dibuja la mirada enamorada de su hermana, y, armándose de valor, levanta la barbilla y les sonríe a los caballeros dorados. – Necesito su ayuda en algo urgente.

Los amigos intercambian miradas para luego asentir hacia la joven.

-Usted ordene, su Majestad.

-He visto que, a diferencia de Sísifo, ustedes aprueban la relación de su compañero Degel con mi hermana.

-Emh… - Dhoko desvía un poco la mirada, resistente a dar su opinión sincera, mientras Shion sólo sonríe y asiente discretamente.

-Yo no diría que aprobamos esa relación, su Majestad. Pero podemos entender perfectamente a nuestro compañero, en especial al enterarnos de que es Atena quien sí ha dado su aprobación. Lo que quiero decir es, si necesita algo de Degel, nosotros la apoyaremos.

La sonrisa de la joven se amplía, creando un gesto de infantil placer que desconcierta a los hombres.

-¡Perfecto! ¡Porque quiero que me ayuden a organizar una boda para mi hermana y Degel!

Los dos jóvenes se quedan estupefactos, e intercambian miradas de incredulidad, no pudiendo dar crédito a lo que escuchan.

-¿Una… una boda, su Majestad?

-P-pero ya pasamos de media noche…

-Y en un par de horas nos enfrentaremos al ejército de Hades…

-¡Precisamente por eso! – Ana extiende los brazos a los lados. – Una boda, especialmente si es una boda real, alentará a la gente y les dará esperanza para el futuro, les dará fuerzas para pelear por su hogar.

-Como estímulo espiritual, definitivamente tiene su mérito. – Shion y Dhoko se voltean de inmediato al escuchar la voz varonil detrás de ellos, y se sorprenden aún más al ver al siempre solemne Asmita acercarse tranquilamente, comentando algo tan importante como si estuvieran platicando del clima.

-¡Asmita! - Dhoko da un paso adelante hacia su compañero, reacio a la idea de desobedecer las leyes que los rigen. - Me cuesta trabajo escuchar que estás de acuerdo con tan… inusual plan. No me gustaría decirlo por riesgo a sonar como Sísifo, pero sabes que está prohibido por las leyes de Atena.

-Sí, - le contesta tranquilamente el rubio, - son las leyes de Atena quienes lo prohíben. Pero, si lo piensas bien, si es la misma Atena quien ha dado su consentimiento…

-Tiene sentido… - Es Shion, con los dedos en la barbilla, quien asiente y apoya a su compañero. – Si Atena fue quien ordenó esas leyes, sólo Atena puede revocarlas, puede dar la contraorden.

-Y, técnicamente, ya la ha dado. – Insiste Asmita, en esta ocasión, sin evitar que una discreta sonrisa se dibuje en su rostro.

-Según lo que tú nos has dicho. – Le dice Dhoko, una sonrisa de lado en el rostro. Asmita levanta una ceja.

-Dudo mucho que tengas forma de cuestionar mi integridad, caballero de Libra.

Dhoko se encoje de hombros.

-Yo sólo digo que es muy sospechoso que ahora apoyes a un amor prohibido, cuando siempre has estado en contra de los sentimientos compartidos por los seres humanos… o en contra de los seres humanos en general…

Una ceja rubia se levanta, como único gesto de incredulidad en ese rostro siempre imperturbable.

-Yo nunca…

Pero Shion le toma del antebrazo, para detener la discusión.

-Dhoko se refiere a que siempre has estado apartado de nosotros, y es llamativo que ahora estés tan preocupado por la felicidad de Degel, con quien nunca has conversado.

Asmita esta vez es quién sonríe de lado.

-En eso están muy equivocados. Degel es el caballero con quien más he conversado en toda mi vida: verás, si hay algo que siempre me ha gustado hacer, es visitar la casa de Acuario y su inmensa sala teológica, llenas de escritos de todas las religiones, por lo que las conversaciones con él han sido de lo más enriquecedoras. – Dhoko y Shion abren los ojos de par en par ante esta revelación, y el primero está a punto de hacer un comentario inadecuado, cuando Anna los interrumpe.

-¡Bueno! ¡Bueno está bien! – Anna agita los brazos al ver que la conversación se empieza a desviar. – No quiero ser grosera al decir que no me interesa la amistad que ustedes tengan con Degel, pero en este momento no es tan relevante. ¿Me ayudarán en mi plan?

Los dos amigos intercambian miradas mientras Asmita sonríe, asintiendo.

-Mis dos compañeros no tienen argumentos para negarse. Por lo que puede contar con nosotros tres.

-¡Asmita! – Shion le reclama, pero una sonora palmada de la joven detiene su queja.

-¡Está hecho entonces! Necesito que me ayuden a convencer a sus demás compañeros, en especial a Sísifo. Todos, o al menos los que ustedes determinen, deben de acompañarnos. Necesito que decidan quién estará al lado de Degel como su padrino.

Dhoko gime mientras Shion se lleva los dedos a las sienes. Por lo que ninguno de los dos alcanza a detener a su rubio compañero.

-Puede contar con mi compañero Shion, su Majestad, él es experto en manejar a nuestro senpai. – Shion abre los ojos como platos ante las palabras de su compañero, pero no se atreve a contradecirlo, y menos cuando Anna hace un sonido de triunfo.

-¡Fantástico! ¡Iré a reclutar a Kardia entonces! Ustedes encárguense del resto. – Dando un par de saltitos, la joven sale corriendo al interior del edificio, en dirección al cuarto del santo de Escorpión. Los tres jóvenes se quedan un rato en silencio, viéndola alejarse, hasta que Dhoko, levantando una ceja, interpela a un sonriente Asmita.

-¿Qué te traes entre manos, Asmita? Primero andas muy sonriente, lo cual es ya bastante inquietante, pero además, has estado platicando con todos nosotros, lo que nunca, durante todos estos años, habías hecho; después confiesas que eres la competencia de Kardia para mejor amigo de Degel, y ahora apoyas la felicidad de nuestro helado compañero. ¡No puedo creer que sea coincidencia, y menos un capricho!

La sonrisa de Asmita se amplía, pero aún tarda un par de segundos en responder.

-¿Se imaginan qué pasará con Sasha y Tenma, cuando Atena se entere de que le organizamos una boda a Degel antes del término de la guerra? ¿Lo feliz que hará a nuestra diosa enterarse de la noticia… y de la posibilidad presentada ante ella? – Los dos amigos abren los ojos de par en par, intercambiando miradas de comprensión, Dhoko es el primero en decir en voz alta lo que sus mentes empiezan a comprender.

-¿No estarás diciendo que esperas que…?

-¿…Sasha decida hacer lo mismo con Tenma, al escuchar sobre la boda de Degel?

-¡Eso sería sacrilegio! – Dhoko se exalta, inquieto ante la idea.

-No si es disposición de la mismísima Atena… - Shion, con unos dedos en la barbilla, empieza a pensarlo seriamente. – Si ya se lo permitió a uno de sus Santos, nadie podría acusarla de estar abusando de su autoridad, ni de usarla exclusivamente para su beneficio… - Al igual que Asmita, Shion sonríe abiertamente, pues está seguro de que la posibilidad, la simple idea de poder realizarlo, haría inmensamente feliz a su pequeña Sasha.

Asmita no responde, pero su sonrisa sincera habla más que mil palabras.

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Emocionada de pensar en la fantástica sorpresa que está preparando para su adorada hermana, la joven reina recorre apresuradamente los pasillos del castillo, hasta llegar a la puerta de madera que corresponde al cuarto de Kardia. Apenas logrando contenerse para no brincar sobre el mismo sitio por la excitación que siente, Anna toca la puerta, y al no obtener respuesta de forma inmediata lo hace con más insistencia.

-¡No hay nadie! – La voz varonil que viene de adentro la irrita, pero a la vez la divierte.

-¡Kardia! ¡Sé que estás ahí! Necesito hablar contigo.

Pasan un par de segundos, en los que Anna está segura de que se abrirá la puerta, por lo que no espera la respuesta airada que en su lugar obtiene.

-¡Lo siento, pero no tenemos nada de qué hablar, su Majestad!

La reina abre mucho los ojos ante tan grosera contestación que la toma por sorpresa, pero no se deja amedrentar.

-¡No es momento de juegos, Kardia! Abre de una vez. ¡Necesito que me ayudes!

Con la puerta firmemente cerrada, el hombre continúa contestando a través de ella.

-Debería de pedir ayuda a su prometido. Él es el que debería de hacerlo. ¡Yo no tengo ningún compromiso con usted!

La joven ya empieza a sentirse exasperada de la actitud que ella considera infantil, por lo que insiste.

-Él ya está ayudando, Kardia, pero ahora te toca a ti. ¡Abre la puerta que no puedo estar mucho tiempo afuera de tu habitación!

-Ahora que lo menciona, no es correcto que le abra la puerta a una mujer comprometida, y menos que ella se meta a mi cuarto.

Anna resopla y, sin miramientos, ella misma abre la puerta para entrar sin pedir permiso. Tomado por sorpresa, de un brinco Kardia se levanta de la cama en la que se encontraba, vestido sólo con un pantalón corto que le sirve como ropa interior, pero Anna hace caso omiso de su vestimenta, ya increíblemente sintiéndose cómoda con esa semidesnudez.

-¡Su Majestad!

-Necesito tu ayuda, Kardia. ¡Es importante!

-¿Y no ha pensado que no quiero proporcionársela? – Es hasta ese momento en que escucha su exabrupto, que la joven reina se da cuenta de que la voz del hombre resuena con un dolor y pena tal, que la paralizan por un momento, dejándola quieta en el medio de la recámara, sus ojos en intenso escrutinio sobre el semblante del hombre. Kardia resopla, lentamente dándole la espalda mientras busca reinar sobre sus emociones.

-Estás enojado… - No es una pregunta, pero aun así el tono de la pelirroja es dubitativo.

-¡Por supuesto que estoy enojado! – Kardia finalmente explota, ambos brazos extendidos al frente, sin embargo, se niega a verla a los ojos. – ¡¿A quién le gustaría ser testigo de ese tremendo beso entre tú y tu… tu…?! – El Santo de Escorpión ha enfrentado hordas de enemigos sin temor, pero ahora se siente como un niño aterrorizado frente a ella, incapaz de pronunciar la palabra que le dará confirmación a todo.

-Él es mi prometido, Kardia. – Los ojos de Anna se oscurecen al darse cuenta de la razón de su estallido emocional, y ella da un paso al frente, sintiéndose ofendida, pero a la vez sintiendo empatía por el dolor del hombre. – Nunca te mentí. Desde el primer día te dije que yo estaba comprometida.

-¡Ya lo sé! – Kardia voltea en un arrebato para gritarle, sobresaltándola, pero se vuelve a girar para dominar su impulso. - Por Atena… Ya lo sé… Sé que me lo dijiste desde un principio, estaba consciente de que lo tenías a él, pero… - Su voz es ahora baja, casi un susurro, mientras su mente grita acusaciones y aspavientos.

¿Cuántas veces él ha visto escenas así? ¿Cuántas veces él ha estado en el lugar en que ahora se encuentra ella? Altivo, tranquilo, seguro de sí, mientras son ellas, esas mujeres que lo han amado, las que se deshacen en gritos y en llanto por el corazón que les ha roto. Resoplando, se lleva ambas manos hacia la cabeza, jalándose los cabellos.

Ahora, que puede entender y empatizar con esas mujeres, se arrepiente al darse cuenta de tanto dolor que ha causado con sus debilidades.

-Kardia… - Anna da un paso hacia él, con la intención de consolarlo, pero él niega enérgicamente con la cabeza, sus rizos azulados bailando alrededor de él, y la reina lo deja ser, bajando la mirada apenada. – De verdad lo siento mucho, nunca fue mi intención que pensaras que podría dejar de amarlo. Que habría de abandonarlo por ti…

Ella también puede entender cómo se siente un corazón roto, pero no puede mentirle a este chico. Ni dejar de amar a Kristoff.

-No es necesario que se disculpe…

-Pero sí debo de hacerlo… - Anna posa una mano sobre sus senos, la culpa carcomiéndole. - Me gustas, y me gustas mucho Kardia. Te di acceso a mi alcoba, acepté tus besos, y eso nadie lo borrará de mis recuerdos… Pero lo que siento por Kristoff, va mucho más allá de algo físico.

Kardia le lanza una mirada de furia.

-No es necesario que me dé detalles.

Anna niega con la cabeza, dando un paso más hacia él.

-Prefiero que lo escuches de mí, que no sientas que te estoy engañando. Me gustas mucho, Kardia, y quiero que estés conmigo. Pero no te puedo ofrecer el lugar que le pertenece a Kristoff.

-¿Es decir que sólo me quiere como amante?

-Pensé que eso era lo único que tú querías de mí…

Kardia de nuevo voltea a verla, sus ojos azules inyectados de furia y dolor.

-¿Acaso las mujeres en este reino son así? ¿Sin pudor ni miramientos pueden tomar amantes?

Anna se sonroja ante la acusación, pero levanta la barbilla, orgullosa.

-No, por supuesto que no. Pero todos los reyes lo hacen. Y yo soy una reina igual que ellos. ¿Por qué no puedo hacerlo yo también?

Kardia levanta la voz, sintiéndose beligerante en ese momento, aunque no entiende por qué.

-¿Entonces serás ese tipo de regente? ¿Del que tiene mil amantes? ¿Del que toma y usa a las personas como meros objetos?

Ana suspira de nuevo, esta vez sintiendo el cansancio acumulado de días derrumbando sus hombros, mientras se coloca dos dedos sobre el puente de la nariz.

-No, por supuesto que no. Lo siento, no quise decir eso. Yo no soy así ni nunca lo seré. Pero por favor entiéndeme, Kardia, yo no me había entregado jamás a ningún hombre, ni siquiera Kristoff conoce partes de mí que ya han sido sólo tuyas… - Anna se sonroja ante el recuerdo de sus últimos encuentros, y carraspea, tratando de recuperar la compostura. – Lo… lo que quiero decir es… que simplemente me deslumbraste, me impresionaste demasiado, y yo no supe decir que no a tus galanteos y tus caricias. Frente a alguien tan encantador como tú, simplemente no tuve la fuerza de voluntad para mantenerme pura, como debería, como me han educado. Pero esa debilidad no cambia mis sentimientos por Kristoff.

-Su Majestad…

Pero Anna, una vez confesando sus verdaderos sentimientos, de pronto endurece su mirada mientras atraviesa con los ojos al hombre frente a ella.

-Ahora contéstame tú, caballero de Escorpión, y hazlo con total sinceridad, como lo he hecho yo. ¿Acaso realmente querías algo más de mí, aparte de mi cuerpo? – Kardia abre los ojos de par en par ante la pregunta tan directa, pero Anna no le permite contestar. - Pensé que un guerrero como tú sólo buscaba satisfacción, un momento de placer que le permitiera escapar de la realidad de esos terribles días. Igual que yo. Pero durante todo el tiempo que compartimos caricias, tú nunca me diste un indicio de que quisieras no sólo mi cuerpo, sino también mi corazón. Dime entonces, Kardia, ¿qué es lo que realmente quieres de mí?

Las palabras de la reina dichas con tanta sinceridad y tanto aplomo hacen dudar al caballero. Aparte de sentir su ego inflándose ligeramente ante la confesión de la reina, el caballero empieza a reconocer que es cierto, inicialmente él quería estar con ella así, sólo físicamente, sin compromisos, sin llantos ni dolor, sólo el placer intenso del momento. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuándo fue que mutó ese deseo? Kardia suspira apesadumbrado. No sabe en qué momento cambió, pero sí en qué momento se dio cuenta de que amaba a Anna: cuando protegió su virginidad, y por lo tanto sus circunstancias de reina, a pesar del intenso y vivo deseo de los dos.

Después de un par de segundos de silencio entre ambos, el hombre inspira profundamente, recomponiéndose. Ella tiene razón, y él no tiene argumentos para exigirle nada. Además, no importa lo que sienta, o qué tanto la ame: él es un caballero de Atena. No debe de mostrar debilidad, especialmente no a tan pocas horas de un combate decisivo.

-Lo siento, su Majestad. Tiene razón, usted me advirtió, y nunca me prometió nada. Fui yo quien se empezó a crear castillos en el cielo sin una base real. El único culpable en este enredo fui yo por mi necedad. Le aseguro que nunca fue mi intención enamorarme de una mujer comprometida.

Su voz tan llena de tristeza comprime el corazón de la reina, especialmente al saber que ella es la causante.

-No, discúlpame tú a mí. Como te dije antes, tampoco fue mi intención lastimarte de esa manera. Y lamento mucho no poder corresponderte como tú necesitas.

-Entonces… ¿No hay forma de cambiar esa decisión? – Los ojos de Kardia se fijan en el hermoso rostro de ella, y la profundidad de la esperanza tan visible detrás de ellos le recuerda a Anna cuando estuvo a punto de dirigirse a este bello caballero para proclamarlo como el nuevo rey. Pero casi al mismo tiempo recuerda los ojos llenos de amor de Kristoff cuando entró al castillo, y con eso, el momento en que reafirmara su decisión de elegirlo a él. Anna baja la cabeza, no queriendo que el hombre note su desliz.

-No, no la hay. Lo… lo intenté, Kardia, ¡te lo juro! Pero… amo a Kristoff, lo amo con todo mi corazón… y no puedo cambiar ese sentimiento.

Kardia suspira profundamente, su ánimo desplomándose aún más al suelo. Finalmente lo ha dicho. Sintiendo su corazón de nuevo romperse, Kardia levanta el rostro y fuerza una sonrisa para ella.

-No se preocupe, su Majestad. Yo soy el tonto. Yo le había prometido que regresaría a su lado sabiendo que usted no sería para mí, que yo sólo sería entretenimiento, y que el verdadero hombre de su vida sería él. Es sólo que… - Kardia se rasca la cabeza, tratando de disimular su dolor. – Una cosa era imaginarlo, y otra muy distinta verlo con mis propios ojos.

La tristeza de Anna se incrementa al ver esa sonrisa que no llega a los ojos.

-Oh… Kardia…

La joven camina hacia él y levanta la mano para acariciar su mejilla, pero él respinga y da un paso hacia atrás, como si le quemara, lo que sobresalta a la pelirroja, y esta detiene su movimiento. Kardia le sonríe aún más, forzando su rostro todo lo que puede, pero eso sólo entristece aún más a la chica, por lo que Kardia decide cambiar de tema.

-Y, bueno… ¿cuál es el motivo de esta honorable visita?

Anna parpadea rápidamente ante la pregunta, perdida por un momento, hasta que recuerda el plan que la hizo llegar de forma tan urgente a las puertas de la alcoba.

-¡Oh! ¡Sí! ¡Es cierto! Estoy organizando una boda rápida, una pequeña ceremonia religiosa para casar a Elsa y Degel antes de que partan, para que puedan sellar su amor frente al altar de nuestros padres antes de que ambos se despidan. ¿Me ayudarás?

Kardia se rasca de nuevo la cabeza, obligándose a comprimir su corazón y suprimir su dolor, esta vez un poco preocupado ante la idea.

-No creo que eso vaya a ser de mucho agrado para Sísifo…

La chica le guiña el ojo, sintiéndose un poco más alegre ahora que ha regresado a su misión inicial.

-Eso ya lo sé, por eso es que Asmita, Dhoko y Shion me apoyarán con él y con sus otros compañeros.

A pesar de la pesadez que siente en su pecho, las palabras que escucha le arrancan una tremenda carcajada, sorprendido ante la habilidad de la reina.

-¡Es usted increíble, su Majestad! ¡Me impresiona lo que ha logrado! Pues bien, si mis compañeros no tienen inconveniente, no hay manera de que yo pueda negarme, especialmente porque con seguridad hará muy feliz a Degel. Cuente conmigo con mucho gusto.

Anna brinca emocionada.

-¡Qué bien! ¡Gracias Kardia! – Sin poder evitarlo, se lanza a los brazos del joven, con la alegría cimbrándole el pecho. Este, tomado por sorpresa, no reprime su impulso y la abraza con fuerza, pegando su cuerpo al de ella y aspirando su aroma. Anna trata de separarse al notar su propio desliz, pero él la aprieta aún más contra sí, colocando su nariz en el cuello de ella, la respiración cálida de él lanzando electricidad sobre el cuerpo de la joven. Anna tampoco quiere dejarlo ir, se siente demasiado bien su abrazo. Pero tiene cosas que hacer… y sabe que no es justo para él darle alas.

-K… Kardia… - A pesar de que la súplica es suave, dudosa, casi inaudible, despierta al caballero de su pequeño paraíso, y la suelta de inmediato.

-¡Oh! Sí, está bien, su Majestad. Es hora de que se vaya a seguir sus rondas y yo haré lo que me corresponde.

La mujer da un paso hacia atrás, pero se resiste a irse, sus ojos fijos en los de él, y su corazón duda. Pero él rompe la mirada bajando los ojos. No puede seguirla viendo sin que piense en el enorme deseo que tiene de besarla, por lo que simplemente se queda ahí, parado frente a ella, inmóvil, esperando a que se vaya de su cuarto. Y de su vida. Después de unos segundos, la joven inspira profundo y da un paso de nuevo hacia el caballero, aunque sus ojos se niegan a encontrarse con los de él.

-Si me… si me das tu promesa de caballero de que traerás a Degel de vuelta, si logras que él sobreviva para que pueda estar con mi hermana… Kardia… mi virginidad será tuya.

Kardia abre mucho los ojos ante la propuesta y levanta la mirada, sorprendido al ver que detrás de esos ojos azules sólo existe una promesa verdadera.

-¡Anna!

La joven sonríe con un suave rubor tiñéndole las mejillas, y le toma una enorme mano con las dos suyas más pequeñas.

-No sería realmente un sacrificio, si me permites serte honesta, pero dado que, como tú bien dijiste, mi virginidad es un asunto de Estado, y también lo es que mi hermana sea la segunda en la línea de sucesión al trono, no creo que haya problema con la negociación que estoy realizando, al asegurarme de que su esposo se encuentre a su lado. Mi virginidad será tuya, aquí y ahora, si prometes que regresarás a Degel a este reino.

Kardia siente escalofríos recorriendo su cuerpo ante la posibilidad de que esta hermosa mujer de quien está tan enamorado sea completamente suya. Pero cuando está a punto de aceptar, la tristeza regresa a sus ojos y, después de suspirar profundo para controlar sus impulsos, envuelve a la joven de nuevo entre sus brazos, esta vez tiernamente.

-Acepto. Pero no será ahora. No puedo tomar el premio si no tengo la certeza de cumplirlo. Aunque si te soy sincero, no necesito una promesa así para que yo dé todo de mí y asegure que mi hermano regrese a los brazos de Elsa, pero sería un tonto si rechazara tal regalo. Así que mejor espérame. Si regresamos con vida Degel y yo, tomaré gustoso el regalo que ahora me ofreces. Te tomaré sólo si me hago merecedor de tan grande premio.

-Kardia…

-Prometo que me ganaré ese regalo, y no sólo eso, también prometo que lucharé, daré un gran esfuerzo por hacerme merecedor de tu corazón. – Los ojos azules se llenan de súplica. - Espérame, por favor. Espera a que yo regrese y te demuestre el hombre que soy. Esto no es el fin.

Anna lo mira impresionada, pero no sabe reaccionar pues ella no quiere darle más alas de lo que no podría ser, por lo que simplemente se queda quieta, y él aprovecha su falta de respuesta para sellar su promesa con un desesperado beso que dura toda una eternidad para ella, pero en realidad apenas unos segundos. Kardia finalmente se separa de ella y se dirige a la salida, invitándola a seguirlo.

-Debemos de movernos rápido, su Majestad. Las tareas que tiene son muchas si realmente desea que esta nueva travesura se cumpla.

Anna se sobresalta ante sus palabras, finalmente despertando de su letargo.

-¡Oh! ¡Sí! Tienes razón. ¡Vamos de inmediato!

Los dos abandonan el cuarto apresuradamente, rozando sus dedos suavemente e intercambiando miradas de complicidad. Cuando, después de un par de pasos en el pasillo, Anna voltea a verlo y cae en la cuenta de que el caballero de Escorpión se ve más atractivo de lo habitual.

-¡Kardia!

-¿Mh?

-¡Tu ropa!

El hombre levanta una ceja, no comprendiendo las palabras, para después voltear a ver hacia abajo, y abre los ojos como platos al encontrarse completamente desnudo salvo por su ropa interior, cubriéndose de inmediato la entrepierna con ambas manos.

-¡Por Atena! ¡Creo que te tendrás que adelantar! ¡En un momento regreso!

Sin más preámbulos regresa al cuarto, agradeciendo a todos los dioses del Olimpo que sea más de media noche, por lo que nadie se encontraba en el pasillo para ser testigo de su vergüenza.

Anna ríe un poco y retoma su camino, aunque casi de inmediato se torna seria, pues con toda la conversación que tuvieron, ya no sabe qué pensar, ni qué hará o qué decidirá con esta nueva promesa que el caballero le ha hecho.

Por su parte, es esa duda que Kardia ha adivinado en la mirada de la reina, lo que le da esperanzas para el futuro. Recargado en la puerta del cuarto mientras la escucha retirarse, deja escapar una pequeña sonrisa: ahora él también tiene un motivo muy poderoso para regresar a salvo de la misión.

Definitivamente su hermano y él tienen que sobrevivir esta guerra. Y Kardia jura, por su corazón enfermo, que él se encargará de que sea así.

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A/N: Estoy de regresoooo! Espero que les siga gustando. Perdón por el retraso pero tuve un buen bloqueo de autor, y es que no lograba la escena entre Anna y Kardia, se me hacía… no sé, pesada entre ellos. Falta de vida, cuando realmente se siente horrible cuando te parten el corazón, y más al darte cuenta que la otra persona no tuvo la culpa, sino tú por imaginarte mil futuros que ni al caso. Pero en fin, así es la vida.

Nos vamos acercando al final! Que nervios!

Espero que esta historia siga siendo de su agrado. Nos leemos en el siguiente capítulo!