13.- Navidad


Madre: desconocida

"Mother: unknown"

De HufflepuffMommy

Alfa-Bet-eado


La Navidad siempre había sido la fiesta favorita de Draco. Cuando era niño, disfrutaba levantarse absurdamente temprano para abrir los montones de regalos que le daban sus padres y otros familiares. Nunca había prestado mucha atención a quién le regalaba qué. Cuando se sirvió el almuerzo, había dejado un desastre de papel de regalo y cintas por toda la mansión. Los regalos, aunque alardeaban delante de sus amigos, rara vez eran tocados una vez terminadas las vacaciones, a excepción de uno o dos de sus favoritos. La cena de Navidad siempre era grandiosa, con suficiente comida para alimentar a toda la casa de Slytherin, aunque solo estuvieran él y sus padres. Renunciaría al plato principal y preferiría atiborrarse de varios postres que habían preparado los elfos, aunque había aprendido desde muy joven a no comer demasiado para no terminar vomitando.

Como adulto, todavía amaba la Navidad y, aunque le encantaba malcriar a Lyra, se aseguraba de no hacerlo en la medida en que él lo había sido: no quería que ella creciera sintiéndose autoritaria o malcriada.

Su madre, en cambio, no tenía esa consideración.

Cada Navidad, ella aparecía en su casa a través de un traslador internacional, con sus bolsas cargadas de regalos para su única nieta, junto con un elfo doméstico a cuestas con una comida completa lista para preparar.

Dejó de discutir sobre su extravagancia hacía años.

La Navidad de este año empezó como cualquier otra: él y Lyra abrieron los regalos por la mañana y luego desayunaron roles de canela. Lyra pasó las siguientes horas jugando con sus juguetes mientras Draco se aseguraba de que la casa estuviera en orden.

Al mediodía, su madre apareció en la sala y Lyra corrió hacia ella con los brazos abiertos.

—¡Abuela! —chilló ella.

Su madre, majestuosa como siempre, se arrodilló y abrazó fuerte a su nieta.

—¡Hola, cariño! ¡Cómo has crecido! —exclamó, plantando un beso en la mejilla de la niña.

Lyra se rio.

—¡Ajá! ¡También perdí otro diente, mira! —Lyra abrió la boca y señaló el espacio entre dos de sus dientes de leche.

—¡Dios mío! Tu bolsillo debe estar lleno del dinero que has ganado con el ratón de los dientes.

Lyra asintió con entusiasmo.

—¡La última vez obtuve cinco dólares!

—Bueno, el ratón de los dientes seguramente parece generoso hoy en día. —Miró a Draco y le mostró una sonrisa de complicidad.

—Sí, bueno, sospecho que el ratón estaba cansado esa noche y podría haber puesto accidentalmente el dinero equivocado debajo de su almohada... Pero supongo que nunca lo sabremos. —Le sonrió a su madre y la abrazó—. Feliz Navidad, madre.

—Feliz Navidad, Draco —dijo, besando su mejilla. Ella retrocedió y lo golpeó—. Te ves bien, mi dragón. Quizás un poco delgado, pero nada que Mipsy no pueda arreglar con una buena comida. Le he ordenado que vaya directamente a la cocina para poder comenzar con la cena.

Una vez más, Draco se alegró de haber recordado cerrar las cortinas antes de su llegada.

—¿Debo llevar tus cosas a tu habitación?

Narcissa agitó una delicada mano.

—No hay necesidad. —Sacó dos maletas en miniatura del interior de su capa. Una vez ampliada, una subió a su habitación mientras ella abría la otra y miraba a su nieta con complicidad.

—¡Regalos! —Lyra volvió a chillar, saltando arriba y abajo.

Draco intentó no gemir ante la cantidad.

—Madre, pensé que habíamos hablado de cuántos regalos eran aceptables y cuántos eran demasiado.

—Es posible que hayas mencionado algo en ese sentido, sí, pero decidí ignorarlo. Después de todo, no todos los días una abuela malcría a su nieta. Ven, ven. —Tomó la mano de Lyra y se dirigió hacia el sofá. Las dos se sentaron una al lado de la otra mientras Narcissa le entregaba a Lyra un regalo tras otro, la sonrisa en ambos rostros irradiaba tanta alegría, que Draco no podía seguir enojado con su madre por omitir su petición.

Se sentó en un sillón y pidió el té que había dejado en la cocina, se sirvió a él y a su madre, luego se recostó y observó a los dos con una pequeña sonrisa en su rostro.


—No creo que pueda comer otro bocado —declaró Narcissa mientras se secaba la boca con una servilleta—. Mipsy, te has superado una vez más.

Draco asintió con la cabeza a la pequeña elfina.

—Sí. Gracias, Mipsy.

—De nada, Señora Malfoy, Maestro Draco —chilló la elfina mientras hacía una profunda reverencia.

—¡Gracias Mipsy! ¿Puedo comer postre? —preguntó Lyra.

Mipsy miró a Draco, quien asintió.

—Aunque sólo una rebanada.

Mientras Lyra comía su pastel, Narcissa se acercó y colocó su mano encima de la de Draco.

—Es tan agradable pasar tiempo contigo, querido. Seguro que te extraño; a los dos.

Draco le dedicó una sonrisa.

—Nosotros también te extrañamos, madre. De hecho, estaba pensando que tal vez este verano, Lyra y yo podríamos ir a visitarte.

El rostro de su madre se iluminó.

—¡Eso sería maravilloso! Nos lo pasaríamos genial. Podemos llevar a Lyra por toda la ciudad y mostrarle los lugares de interés, tanto mágicos como muggles, por supuesto. Y, si estás de acuerdo, puedo presentarte a algunas de las hijas elegibles de mis amigos...

—No —la interrumpió—. Elegible, quiero decir que no deseo tener citas.

Narcissa dio un suave suspiro.

—Draco, cariño, ya es hora de que encuentres a alguien... una compañera. Una madre para Lyra...

—Lyra está muy bien sin una madre —dijo él con rigidez.

Su madre sonrió cálidamente.

—Lo siento, Draco. No quise que sonara así; has hecho un trabajo fantástico criando a Lyra por tu cuenta, no hay duda al respecto. Pero, si encuentras a alguien, puedes compartir la carga, tal vez incluso tener más niños. Alguien especial a quien amar y que también te ame.

Draco suspiró, sabiendo que su madre sólo tenía las mejores intenciones, y trató de controlar su irritación.

—Entiendo a dónde quieres llegar, lo sé. Pero eso sólo puede suceder cuando sea el momento adecuado y aparezca la persona adecuada. No quiero verme obligado a conocer brujas al azar y tener citas incómodas.

—Bueno, ¿de qué otra manera se supone que vas a conocer brujas, cariño? No es que haya una gran cantidad de ellas aquí…

—La señorita Hermione es una bruja —intervino Lyra.

Draco cerró los ojos y gimió para sus adentros. Mierda. Con toda la emoción de las vacaciones, se olvidó de pedirle a Lyra que no le mencionara cierta Gryffindor a su abuela. No necesitaba que su madre le hiciera preguntas, aunque parecía que era demasiado tarde, pues ella ya lo estaba mirando con curiosidad.

—¿La señorita Hermione? —repitió su madre interrogativamente.

—Ajá. Ella fue a la escuela con papá —agregó Lyra.

Los ojos de Narcissa se abrieron ligeramente.

—¿Estás diciendo que la señorita Granger está aquí?

Draco asintió.

—Sí, se mudó aquí hace unos meses. Trabaja en la tienda contigua a la mía.

—Eso no puede ser una coincidencia. ¿Crees que ella está aquí por el Ministerio? ¿Quizás para ver cómo estás?

Draco negó con la cabeza.

—Si ese fuera el caso, habría ido y venido. Sin embargo, todavía está aquí. Según ella, necesitaba alejarse del mundo mágico. Siendo una figura pública, no podía ir a ningún lado ni hacer nada sin periodistas y fotógrafos del Profeta siguiéndola. Estoy seguro de que puedes entenderlo. —Él le dirigió una mirada penetrante—. Así que eligió un pequeño pueblo de Estados Unidos con la esperanza de encontrar el anonimato.

—¿Y le crees?

—Ella no me ha dado ninguna razón para no hacerlo.

—Parece terriblemente coincidente que ella se encuentre en la misma ciudad que tú y Lyra... —Hizo una pausa, mirando entre Draco y Lyra, cuando sus cejas se alzaron ligeramente.

—¿Es la señorita Granger, por casualidad, la... madre de Lyra?

—…No.

—…Sí.

Draco suspiró y miró a Lyra.

—Princesa, hemos hablado de esto. La señorita Hermione no es tu madre.

—¡Sí, ella lo es! —insistió Lyra mientras se levantaba de su silla. La luz sobre ellos parpadeaba ligeramente y se preguntó si eso se debía al arrebato de su hija o a la nieve que caía afuera.

—Tenemos el mismo cabello y ambas somos inteligentes y amamos los libros, la lectura, los animales y todo tipo de cosas similares.

Draco sentó a Lyra en su regazo y le apartó algunos de los rizos de la cara.

—Mucha gente tiene el pelo rizado. Y me gustaría pensar que obtuviste parte de tu inteligencia de mí y de tu madre.

Lyra se cruzó de brazos enfadada.

—Lo , pero...

—Te prometo que hablaremos de eso más tarde, pero por ahora, ¿por qué no subes y te pones tu pijama navideño? Luego veremos una película con tu abuela —sugirió.

Lyra suspiró profundamente.

—Okay, sí. —Ella saltó de su regazo y se dirigió a las escaleras, pero antes de llegar a ellas se dio la vuelta—. Pero recuerda: si tengo razón acerca de que ella es mi mamá, tendré dos cachorros.

Su madre tuvo la buena decisión de no decir nada hasta que Lyra se quedó sin alcance auditivo.

—¿Estás seguro, Draco? Porque mirando a Lyra, y por lo que recuerdo de la señorita Granger, hay algunas similitudes.

—Estoy seguro —dijo Draco mientras se levantaba. Fue a recoger platos cuando Narcissa puso una mano en su brazo.

—Mipsy, ¿podrías por favor limpiar la mesa? —Llamó al elfo a pesar de que no dejaba de mirar a su hijo.

Con un chasquido de los dedos del elfo, la mesa fue despejada y Draco pudo escuchar el sonido de los platos lavándose en la cocina.

—Si me permito preguntar, ¿cuál es su relación actual con la señorita Granger?

—Somos amigos —admitió—. Nos encontramos por casualidad y Lyra se enamoró de ella desde el principio, tanto que la invitó a cenar.

Narcissa lo miró sorprendida.

—¿La invitaste a cenar?

—Varias veces. Y también hemos comido en su casa. Se ha convertido en una rutina tener al menos una comida juntos a la semana. Sin mencionar que, como trabajamos uno al lado del otro, generalmente nos vemos a diario.

Su madre se quedó en silencio por un momento, mirándolo.

—Me parece que quizás lo que ustedes dos tienen sea más que amistad, pero son demasiados cautelosos para buscar algo más —dijo con cuidado.

Reflexionó lo que ella dijo.

—Disfruto de su compañía y decir que no he pensado en invitarla a salir sería una mentira. Pero hay riesgos, nuestra amistad, por ejemplo. Pero lo más importante es que Lyra estaría desconsolada si persiguiéramos algo y no funcionara. Ella se ha integrado tanto en nuestras vidas, que, si las cosas se pusieran feas entre nosotros dos, no sólo me afectaría a mí, sino también a Lyra.

Narcissa puso su mano sobre la de él una vez más.

—Pero, cariño, eso sería lo mismo con cualquier mujer que traigas. ¿Vas a evitar tener algún tipo de relación para evitar herir los sentimientos de Lyra durante toda su vida?

Draco frunció el ceño.

—Si fuera cualquier otra persona, simplemente no la acercaría a Lyra hasta que supiera que es algo serio. Con ella, eso no es posible.

—¿Ha habido alguien desde que te mudaste aquí con quien hayas pensado en salir? —preguntó su madre con curiosidad.

Draco negó con la cabeza.

—No.

—Y, aun así, has pensado en invitar a salir a la señorita Granger. Eso podría ser algo sobre lo que reflexionar —dijo, dándole una mirada de complicidad—. Bueno, supongo que debería cambiarme y ponerme ropa más cómoda antes de que comience la película.

Cuando pasó junto a Draco, se inclinó y besó la parte superior de su cabeza.

—Independientemente de lo que elijas hacer —dijo ella suavemente—, confío en que tomarás la decisión correcta.

Draco se sentó en la mesa unos minutos más antes de buscar en su bolsillo y sacar su teléfono celular. No le había enviado mensajes de texto a Hermione desde que ella se fue a Londres y no planeaba enviárselos. Sin embargo, la conversación que acababa de tener con su madre le hizo darse cuenta de que él quería que ella supiera que estaba pensando en ella. Y esperaba que eso pudiera hacer sonreír a su bonito rostro.

«Feliz Navidad, Hermione.»


¿Tarde? Nunca. Los demás llegan temprano ;)