Aclaraciones: ✨ La historia esta basada en anime de los 90. ✨ Los personajes pertenecen a Naoko Takeuchi. ✨ La historia es original y de mi autoría.
Capítulo 04: Conversaciones.
No supieron el tiempo que estuvieron abrazados, pero cuando se separaron sentían los brazos entumecidos, aun así, siguieron sonriendo algo avergonzados.
—¿Quieres tomar algo?
—No, gracias... —Ella no había cortado el contacto, mantenía su pequeña mano rodeando su antebrazo —Sólo quiero descansar.
Se pararon y el la llevo a la habitación, la cama estaba hecha y sobre los grandes almohadones, habían dejado unas tabletas de chocolate como cortesía. Serena las agarro con un movimiento ágil y se dio vuelta para mirarlo con una expresión que más que compasión, provocaba risas.
—Adelante, puedes comerlas.
Ambos se sentaron en el borde de la cama y repartieron el dulce. Seiya no tenía hambre, pero acepto porque no quería hacerla sentir mal.
—Tendrías… algo que pudiera usar.
Ella estaba comiendo el chocolate, sus mejillas estaban algo rojas y miraba hacia adelante como si la puerta fuera lo más interesante que hubiera. Dormir en la cama de Seiya… No tenía más que la ropa del día. Definitivamente no estaba preparada para compartirían techo esa noche, pero no pensaba irse.
….
Seiya acomodó algunos almohadones y se recostó en el sillón más amplio de la sala. ¿Realmente ella estaba aquí? Su mente trataba de enfocarse en los detalles de la sala, el color de los muebles, las luces de las lámparas… pero su mente volvía una y otra vez a la rubia que dormía en el cuarto continuo. Se movió incómodo y dio algunas vueltas durante minutos que se hicieron horas, y sin saber cómo, se durmió.
….
La alarma de un celular lo despertó, busco a tientas sobre la superficie de la mesa y cuando lo encontró lo apago sin ganas. Parpadeó un par de veces y se estiró con parsimonia, hasta acordarse de que no estaba en su cama y que el celular color gris perla, no era suyo. Se levantó de un saltó, se aliso la remera con la que se había acostado y se acomodó el cabello que estaba suelto y despeinado, en algún momento de la noche su cola se había soltado. Cuando estuvo más o menos presentable, se encamino al cuarto de al lado.
Golpeo la puerta y después de esperar unos segundos, entró con cuidado. La habitación estaba en penumbras, pero un delicado aroma a jazmín lo impregnaba todo. En medio de la cama, la joven de cabellos rubios dormía, con su pelo suelto mezclándose entre las sabanas.
Seiya se acercó hipnotizado por la vista, ella se veía relajada, pero tenía los ojos rojos por el llanto de la noche. Los labios rosas apenas abiertos, finos pero carnosos. Avanzo con descuido y sin notarlo, se golpeó con la punta de la mesa de luz y las llaves sobre la superficie hicieron ruido. Maldijo por lo bajo.
Serena abrió los ojos celestes con sorpresa, y luego de mirar alrededor, sonrió.
—Buenos días bombón. —Intentó sonar casual. Ella se acomodó en la cama, se tapó con la sabana y algo avergonzada le respondió el saludo.
—Esto… —mostró el móvil en su mano, y evitó mirarla, porque tenía puesta una de sus remeras —Empezó a sonar y lo apague.
—Está bien. Es una alarma de respaldo… Madrugar nunca fue mi fuerte.
Se quedaron en un silencio amable. Él se rasco la cabeza y la dejo para que se cambiara, mientras pediría algo para comer.
Los dos desayunaron juntos, tuvieron una pequeña discusión cuando Serena se quiso llevar la remera que uso para lavarla, pero Seiya gano cuando la dejo sin palabras. Declaró que a partir de ese día esa sería su prenda favorita, porque tenía el perfume de la rubia.
Serena se atraganto con el café con leche, tosió un poco mientras el rostro se le ponía colorado. Pero no pudo rebatir eso, sobre todo, cuando recordó como la noche anterior había abrazado las almohadas pensando en el ojiazul.
…..
Serena abrió la puerta de su casa con una sonrisa en los labios. Sin duda había tenido la mejor seguidilla de días, desde hacía meses.
—Con que ya volviste…
—Hola Samy —Serena le sonrió al castaño. Estaba sentado en la escalera, si no lo conociera, estaba esperándola.
— Veo que ya estas mucho mejor —la rubia lo miro extrañada —Mejor me voy a estudiar… A ver si empiezo a sacar tus notas.
—¡Samy! ¡Tonto!… Mejoré desde entonces —Ella le reclamo desde donde estaba. Dejo el bolso colgado de la baranda para subirlo más tarde, y se alejó la cocina cantando.
Su madre estaba cortando las verduras para la cena, la sintió y dejando el cuchillo de lado, se limpió las manos en un repasador se dio vuelta y la encaró. Sorprendida se quedó en silencio unos segundos. Serena volvía a sonreír, tenía las mejillas rosas y los ojos brillantes otra vez.
—Qué bueno verte tan bien.
—¡Soy tan feliz! – Dijo abrazando a su madre por la cintura. Ikuko sólo empezó a reír y correspondió al abrazo.
—¿Cuándo lo conoceré?
Serena quedo perpleja y la taza de té que había agarrado del aparador, casi cae de sus manos, y se quedó mirándola con la boca abierta. — ¿Como…?
—Soy tu madre Serena —Se froto las manos en el delantal y volvió a agarrar las verduras para cortar —¿Porque no lo invitas uno de estos días? Si es más cómodo, también pueden venir también las chicas —Vacío la tabla en la fuente de vidrio y volvió a picar.
—Mamá… —la voz de la rubia sonó hueca —Las chicas y yo… —Suspiro dejando la taza en la mesada. Se apoyó y se agarró del borde del mármol, respiro hondo un par de veces —Las cosas han cambiado un poco… Nosotras…
Ikuko la miró con preocupación, en un segundo la frente de su hija se le arrugo, la boca se curvo en una mueca triste y sus ojos se opacaron —No te preocupes, no diré nada… Pero la invitación sigue en pie —Le sonrió dulcemente —Que tal el próximo viernes, tu padre trabaja en un evento…—agregó guiñándole un ojo.
Serena subió las escaleras con prisa. El corazón le latía con fuerza, se sentía contenta por primera vez en meses. Estaba tan agradecida de tener a Ikuko de madre… Era algo especial. Pero apenas abrió la puerta de su cuarto, freno la euforia con una sorpresa amarga.
— Hola… — Luna la saludo secamente, estaba sentada sobre la colcha de su cama. —¿Donde dormiste anoche?
Parpadeo un par de veces sin dar crédito a sus ojos y en medio de la inmovilidad en la que se encontraba, sólo atinó a cerrar la puerta. Pudo sentir como el estómago empezaba a revolverse.
—Te hice una pregunta. —La gata le reclamó.
Serena se apoyó contra la puerta y sintió la saliva acumulándose en su boca, sonrió para no dejar escapar sus lágrimas. —Eso es todo lo que vas a preguntar? —Los dos pares de ojos se encontraron.
—¿Cómo es posible que no entiendas? Sólo queremos lo mejor para ti y para todos. —Luna le reclamo con un tono condescendiente. Parecía que hablaba con una niña.
—¿De verdad? Porque pareciera que quieren obligarme a vivir una vida que no quiero.
—Es tu responsabilidad. —La gata saltó al suelo y camino hacía su dueña. —Intentamos esperarte y entenderte. Pero no nos dejas alternativas —movió su cabeza descontenta— Darién ya tiene una fecha. —Dijo cortante, pero con una mirada decidida.
—¡¿Qué?! ¡No! —Serena movió con frenesí la cabeza negativamente —¡No tienen derecho! —Sus ojos dejaron escapar las lágrimas que antes se agolpaban tratando de no mostrarse. —Es mi vida… Y no tienen poder para decidir sobre mí.
—Tú nos obligaste a llegar a esto… Actúas extraña y distante, mientras Darien te quiere, y hay un futuro esperanzador para todo el mundo.
—No quiero oírte más. —Serena se arrastro sin levantar la vista. —No quiero verte. Esta ya no es tu casa. —Dijo con una voz monocorde y dura, mientras la miraba con toda la furia que sentía fluir en su cuerpo. —No voy a casarme con él.
Luna no replico. La observo un momento más, paseando la vista de arriba abajo, se dio media vuelta y salió por la ventana entreabierta. Serena esperaba, de verdad, no volver a verla.
No supo cuánto tiempo paso, pero las piernas se le aflojaron y se dejó caer. Se agarró la cabeza con las manos, le dolía horrores. Le temblaba todo el cuerpo y sentía los ojos inflamados y la garganta ardiéndole.
Se obligó a respirar. Inhalar y exhalar. Con cada respiración un sentimiento de bronca, surgía y se acumulaba en sus sienes. Era un sentimiento nuevo para ella y no le gustaba. Y, sobre todo, la asustaba.
Tardo unos minutos más en reaccionar y cuando el tiempo volvió a su normalidad, agarró el bolso y se levantó muy despacio, por el mareo que sentía. Camino hasta el escritorio y se desplomo sobre la silla. Se sentía cansada y hastiada de toda la situación.
Sacó el celular de uno de los bolsillos de la bolsa y conteniendo la respiración marcó un número que nunca antes imagino marcar ante esta situación. No tenía muy en claro que es lo que diría, si es que, del otro lado, alguien atendía. Pero, en ese momento, necesitaba hablar con alguien.
….
—Es lo mejor que pudimos hacer. —La voz de Rei era dura y monocorde— Pasamos grandes batallas y sufrimos mucho por el futuro.
—Creí que era una decisión de todas —Una muchacha de pelo castaño fue la que hablo.
—Pero Lita… —Ami quiso protestar
La castaña no la dejo continuar, se cruzó de brazos y siguió hablando —Si Serena no quiere estar con él, por algo debe ser… No creo en los caprichos.
—¡Eso es estúpido! —Rei pareció explotar –¡Serena siempre fue caprichosa!
—Pero te olvidas que, aunque eso sea así, nuestro deber es con la princesa. Nuestra lealtad incluida.
Rei la miro con furia. Estaba parada con un vestido rojo sin mangas, con sus brazos colgados y los puños cerrados. —¡Se supone que tenemos que ver la parte lógica! Incluso Ami la ve. —Exclamó a viva voz mientras señalaba a la joven de cabellos celestes.
Lita se enderezo y le hizo frente. —-No me grites Rei. ¡No tengo porque acatar lo que digas como si fueran órdenes! ¿Estás pensando en luchar contra la persona que juraste proteger?
—¡Voy a hacer lo que considere que tengo que hacer! ¡No soy Serena que está huyendo de sus responsabilidades!
—¡Basta! —La segunda rubia del grupo habló por primera vez, desde que empezará la reunión. —No se qué fue lo que ocurrió, no sabemos sus razones. Ninguna intentó hablar con ella… —Terminó mirándolas una por una.
—¿De qué quieres hablar? Ya oíste lo que le contestó a Rei. —Ami se removió incomoda en la silla donde estaba sentada —¿No crees en mis palabras? ¿En cómo me hablo y en lo que me dijo?
La habitación volvió a quedarse en silencio, Las cuatro mujeres se miraban con desconfianza y lucían bastante disgustadas, aun así, Rei agregó. —Serena fue informada.
—¿En qué momento tomamos esa decisión? —Lita preguntó con suspicacia.
Mina que estaba parada cerca de la ventana, miraba a las tres muchachas parada ante ella. Un sentimiento de incomodidad surgió en su pecho. —Eso no parece muy de amigas…
—Porque somos sus amigas es que sabemos que es lo mejor para ellas y para todos. —Rei se acercó a la rubia, y poniéndole una mano en el hombro agregó —¿Cuánto tiempo estuvo soñando con casarse con Darien?
—Amigas… ¿Todavía lo somos? —Ami hizo la pregunta en voz baja, pero con la suficiente fuerza para que todas la escucharan. Racionalmente, Rei tenía razón, Serena había amado a Darien desde hacía años, incluso desde una vida anterior. Aun así, era conocida por ser bastante caprichosa e infantil. Era necesario asegurar una época de paz y prosperidad. Sin embargo, en una parte de su corazón, no estaba enteramente segura si lo que hacía era correcto.
Aunque pasaron la siguiente media hora reunidas en el Templo Hikawa, no volvieron a hablar. Cuando el sol caía por la tarde, Lita comprobó la hora en su reloj y se despidió. Fue la primera en irse. No sentía ganas de seguir allí; y al día siguiente tenía que entrar temprano a clase. Esa fue la excusa perfecta para que la morocha, no le dijera nada.
Estaba enojada con Rei, por su reacción. Con Ami, por su tranquilidad. Por Mina por no haber hablado antes. Pero sobre todo estaba enojada con Serena, porque a pesar de ser su amiga, no había sido capaz de hablar con ella para contarle como se sentía.
Caminó dejándose llevar por el viento y el ruido de la noche que asomaba lentamente. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentirse sola. Sin saber a adonde la llevarían sus pasos, camino por calles que le parecieron desiertas, aunque eso era imposible. Tenía ganas de correr, pero su cuerpo poco reaccionaba a las órdenes de su cerebro.
No se percató de cuando tomo el camino, ni cuando doblo por esa esquina tan conocida. Sin embargo, allí estaba. Parada frente a la casa de la rubia. Sintió todavía más ira acumulándose sobre sus hombros. Es verdad que en los últimos años se habían distanciado un poco, pero aun así la quería mucho. Serena había sido su primera amiga, la primer apersona que la acepto sin juzgarla, pero una parte de si, se sentía abandonada. Golpeó la pared con furia, y cuando se disponía a dar otro golpe, su celular comenzó a sonar.
…..
Mina abrió la puerta de la casa con pesar. No le había gustado para nada la forma en la que Rei y Ami desconfiaban de Serena, cerró la puerta y su mano quedo colgando del picaporte. No quería entrar, porque sabía que cuando lo hiciera, la sensación de molestia no terminaría. Desde que Luna y la rubia habían peleado, la gata se había instalado en su casa, junto con ella y Artemis. Ahora se sentía una extraña en su propia casa.
—Bienvenida… ¿Cómo estuvo todo? —Su fiel mascota se acercó preocupado.
—Nada bien. Fueron demasiadas emociones encontradas.
—¿Y cómo estas tú?
—¿Yo? —Mina miró al gato blanco con sorpresa.
—Te conozco. Se que no estas bien.
Mina estiró el cuello, dejo sus cosas en el pasillo y empezó a caminar hacia la sala. —¿Donde esta Luna? —Pregunto ignorando la curiosidad de Artemis.
—No lo se, no regresa desde que fue ayer a la noche a ver a Serena.
—Por eso Rei dijo lo que dijo. —El gato la miró sin entender. —Rei, Luna y Ami, decidieron que lo mejor era poner una fecha.
—¿Eso te parece lo mejor? —Mina tomo el control remoto de la mesa ratona y prendió la televisión, después, se dejó caer en el viejo sofá verde. Necesitaba ver cualquier cosa que no la hiciera pensar. —Por cierto —Artemis la había seguido —Te olvidaste el celular… Alguien te estuvo llamando.
—Lo siento… Últimamente parece que no tengo cabeza…
—Mina, es normal que te preocupes por ella. Es tu amiga. Y las dos se quieren.
—¡¿Porque no me dijo nada?! ¡¿Porque no me dijo como se sentía?! —Mina grito arrojando uno de los almohadones de decoración que tenía en el sofá, contra la pared.
—Eso sólo ella te lo puede decir…
Los dos compañeros se miraron. Se conocían hace años y habían pasado tanto tiempo juntos que sabían de sus hábitos y como reconocer los sentimientos del otro, con solo verse.
—Buenas noches. —Luna entró en la sala, desde la habitación de Mina, seguramente era la única ventana estaba abierta. Tenía una cara de fastidió y la frente con La marca de media luna estaba arrugada.
—Hola Luna… ¿Dónde estabas? —Mina pregunto más por cortesía que por querer saber, además con la charla de Artemis, lo sabía a la perfección. —Rei estuvo esperándote en el templo…
—Ayer fui a ver a Serena. —Comenzó a caminar en círculos. —Y no estaba. ¡Ella no durmió en su casa!
—¡¿Qué?! —Tanto la rubia como su mascota gritaron al unísono.
—Eso no puede ser. —Acotó Mina.
—Pero lo es. No esta conciente de sus actos, ni de las consecuencias.
Mina no daba crédito a las palabras de la gata. Se mordió las uñas por nervios, un mal habito que creyó haber superado, ahora más que nunca era importante que hablara con Serena. Pero no quiso hablar de más, se disculpó argumentando que tenía que terminar un trabajo, y se retiro a su habitación. Cuando estaba saliendo, se giró a mirar a Artemis, quiso decirle sus pensamientos, pero a último momento lo desecho, el era su mejor amigo… Pero Luna era su compañera.
…..
—¿A cenar? —La voz de Seiya salió nerviosa y divertida, tanto que Serena soltó una carcajada, después de tantas horas de melancolía.
—Si, mi mamá quiere conocerte… Y yo quiero verte…
El ojiazul no contestó al instante, la rubia podía escuchar la respiración de él a través del teléfono. —¿Estaríamos solos?
Ella sabía que se refería a las chicas. —Mi mamá sabe guardar secretos. ¿Entonces?
—Serena sonrió una vez más al escuchar la contestación. Cuando cortó, se recostó en la cama. No tenía clases y eso la aliviaba.
Había esperado para decirle de la invitación. Aún se sentía aturdida cuando hablaba con él. Era como vivir un sueño, con miedo a despertar constantemente. Ese día no tenía clases y eso le venía más que bien. Primero porque se le había roto la cámara el día que se reencontró con Seiya. Cosa que no le había dicho a sus padres, no quería que se pongan en gastos. Y por otro lado porque le había dado tiempo para rememorar por cuarta vez en el día, la plática que había tenido noches atrás, después la discusión con Luna.
Serena temblaba con el teléfono en su mano y todavía le costaba respirar con tranquilidad. Del otro lado de la línea, el tono sonó cuatro veces y nadie contestó. Iba a desistir más por miedo, que, por otra cosa, cuando una voz atendió.
—¿Serena?
—Hola… Lo siento… Pero necesitaba hablar con alguien.
—Estaba esperando que llamaras… Más tarde o más temprano.
Serena se limpió las lágrimas que corrían libres por su rostro. —-No sé qué hacer…
La voz suspiró y dijo con un tono dulce. —Pensé que tenías todo muy claro.
—Yo… —La rubia se relajó en el respaldo de la silla y cerró. Respiro profundo y dijo —Quise decir que no se como seguir.
—Eso ya es otra cosa. —- La voz no continuó durante unos segundos. —Las dos estuvimos pensando…
—Michiru… Yo no reaccione muy bien…
—Ninguna lo hizo Serena… Tu decisión, talvez te traiga dolor. ¿Aún así estas dispuesta a seguir?
—Es lo que quiero. —Pudo escuchar un cuchicheo que no pudo descifrar y por un momento tuvo miedo de tener que pelear contra ellas. No quería tener que llegar a eso.
—¿Cabeza de Bombón?
—¡Haruka! —Serena chilló y casi soltó el movil de la sorpresa.
—No cambias más… —Del otro lado del celular la mujer sonreía.
—Yo… Lo siento…
—No te disculpes. Nosotras siempre pensamos que tú y el príncipe estarían juntos, por, sobre todo.
—Lo sé, y por eso me disculpo. Pero ustedes saben la verdad… Jamás podría estar con Darien, cuando amo a otra persona. Además, eso tampoco sería justo para él.
Haruka soltó una carcajada socarrona —La verdad es relativa ¿no?
Serena iba a preguntarle a que se refería cuando el recuerdo de la figura de Seiya se le apareció como un pensamiento fuerte y palpitante. —¿Como…? —Su boca se secó y no pudo seguir.
Esas palabras fueron necesarias para que Haruka confirmara su teoría. —Así que está de nuevo aquí.
—¡Por favor, no le hagas nada!
-—¿Ya lo viste?
—Si… Él no quiere alarmar a nadie… Haruka, por favor…
La rubia carraspeo al otro lado del teléfono, y como si le costara articular las palabras, dijo algo cortante —Cuando lo viste, ¿te sentiste feliz?
Serena sonrió ampliamente y respondió con sinceridad. —Más de lo que te puedes imaginar.
—Entonces no tienes de que preocuparte.
Ahora, recordaba con algo de vergüenza, que después de cortar la llamada, había esperado intranquila algún movimiento de parte de las dos mujeres, pero ninguna había vuelto contactarla. Tampoco había notado algún cambio de actitud en Seiya, aunque lo cierto es que no habían podido verse, pero si habían tomdado la costumbre de hablarse dos veces por día, y él no había mencionado nada extraño, por lo que pensaba, por el momento, podía confiar en Haruka.
No quería rememorar esos todo el día. Así que paso las horas ordenando sus cosas y ayudando a su madre. Discutió con Samy, conversó con su padre sobre su carrera y sobre Darien, ya que lo notaba algo preocupado por eso. Si bien tuvo la oportunidad de contarle el accidente que tuvo con la cámara, volvió a acobardarse al pensar en el precio de una maquina nueva. Por lo que se limitó a mostrarle el nuevo proyecto que estaba realizando, y a escuchar sus consejos.
Estaba terminando de arreglar unas fotos en la computadora cuando su mamá la llamó. —Tienes teléfono. Es Mina.
Atendió en su cuarto, después de sentarse en el escritorio. Se mordió los labios con nervios, pero se obligó a respirar para controlarse, ella no sabía de Seiya, con un poco más de confianza, contesto: —Hola.
—Hola Serena… —Ninguna sabía cómo continuar. Pero Mina había decidido dar ese paso —Necesito hablar contigo. ¿Te parece bien juntarnos a comer algo?
Serena miro el calendario que colgaba en uno de los estantes del escritorio —No habría problema.
—¿Te parece en media hora, en la vieja cafetería?
—Lo siento, pero hoy me es imposible. ¿Te parece mañana? —Cuando el silencio supero los cinco segundos, pregunto: —¿Mina?
Mina estaba jugando con la punta de sus cabellos, enroscándolo en sus dedos, pensaba en Serena y lo que Luna les había contado. —Lo siento. Esta bien. Dime a qué hora.
—Serena pudo notar un leve cambió en la voz de la rubia, pero continuó sin pensar mucho. —Tengo clases hasta la una, ¿nos vemos luego?
—Bien, nos vemos mañana. Adiós.
Serena corto mirando el teléfono inalámbrico en su mano. Una maraña de sensaciones la aturdía. Una parte de ella estaba feliz de volver a verla, extrañaba mucho a su amiga, pero no sabía que quería con ella. Respiro y se relajó en la silla. Mañana será un día muy interesante.
