Seducción
Guesta
El baile que se realizaba en conmemoración de una de las festividades religiosas había sido… diferente de lo que esperaba.
Para empezar, conoció a un hombre con unos músculos monstruosos y un rostro angelical que se presentó como el Gran Sabio Zaicin. El tipo realizó un baile ridículo frente a ella, llamando su atención. Lo habría hecho salir de inmediato, escoltado por los guardias si no le hubiese llegado más temprano una nota solicitando asilo para un hombre demasiado importante de la iglesia que necesitaba refugiarse dentro de su harem. Las señas correspondían.
Apenas la música terminó, Latil fue a hablar con el bailarín, el cual le recitó la primera parte del mensaje antes de apelar a la voluntad divina de que necesitaba mantenerse oculto en el lugar menos obvio luego de que lo hubieran descubierto en su antiguo escondite.
El extraño Zaicin prometió darle más detalles un par de días después, cuando llegaran los sacerdotes que podrían dar fé de su identidad, de modo que Latil anunció que se había "enamorado" de este hombre encantador, pensando que nadie que tuviera un ligero ápice de instinto de autopreservación fingiría ser alguien que no era con ella. Teniendo entre sus consortes al Rey de los Mercenarios, cualquiera que intentara engañarla bien podría darse por muerto apenas se descubriera el engaño.
Esa noche, luego de asegurarse de que Zaicin había sido instalado de manera adecuada, se quedó un momento en el centro del enorme edificio circular que era el harem.
Sería divertido pasar la noche con Tasir, seguro que tenía algún juego descarado que mostrarle.
Por otro lado, Ranamun podría tener alguna idea interesante sobre como pasar la noche.
Klein podría agasajarla con dulces y alcohol antes de hacerla pasar un buen rato.
Por otro lado, Carlein podría ayudarla a relajarse por completo, de eso estaba segura.
Incluso podría molestar un poco a Sonnaught para que se colara en su habitación esa noche… y entonces lo notó… no había estado aun con el más tímido de sus hombres.
–Esto de tener un harem es más difícil de lo que pensé –se quejó por lo bajo tomando una decisión–. Tal vez tomar otro concubino no ha sido la mejor decisión de todas… bueno, Zaicin tendrá que esperar. Me gustaría conocerlo más antes de hacer otra cosa con él. Si de hecho es el Gran Sabio, debería dejarlo en paz para que pueda esconderse. En cuanto a Guesta…
Mentiría si dijera que no se sentía un poco culpable ahora.
Latil sacudió un poco su cabeza, como si con eso se quitara de encima cualquier duda, poniéndose de pie justo después de recordar que, en efecto, había tomado su anticonceptivo esa mañana.
Sonrió sin más. ¿Qué mejor manera de terminar las festividades que sonrojando un poco a su lindo Guesta?
.
—¿Majestad?
Una sonrisa floreció en ese momento en su rostro.
Guesta, a pesar de ser un hombre adulto, era una verdadera ternura.
Su cabello cobrizo todavía húmedo por el baño reciente. Sus pómulos sonrojados por la timidez. Esos hermosos ojos llenos de inocencia que le rehuían y la buscaban al mismo tiempo. Su postura un poco encorvada, con las manos juntas como si fuera a romperse por una brisa suave, todo enfundado en un pantalón holgado de algodón verde a juego con una camisa también de algodón. Debía ser la pijama de Guesta. Una pena que él no tuviera una muñeca para dormir como Klein, habría sido lindo verlo abrazando con fuerza una muñeca o un animal de peluche como un niño asustado.
—Hola Guesta. Me preguntaba si podía pasar la noche aquí contigo.
—S, sí. Claro, majestad.
Latil se agachó un poco, solo lo suficiente para notar como las comisuras de los labios de Guesta se levantaban poco a poco en una sonrisa pequeña y adorable.
Sintiendo como si debiera proteger a Guesta, se acercó para tomarlo de las manos con suavidad, sosteniéndole la mirada cuando los ojos de aquel hombre con aire de niño se levantaron para mirar los suyos. Luego lo guio despacio, como quien guía un animal asustado a un lugar seguro.
—Tu ropa parece muy cómoda, Guesta. Aunque, es probable que no vayas a usarla mucho hoy.
—¿A, no?
El tono dulce y confundido la hicieron sonreír. En definitiva, pasar la noche con Guesta parecía ser lo que necesitaba en ese momento.
—No. Creo que he pospuesto suficiente consumar nuestra relación.
Decidió no seguir, sonriendo mientras ambos se sentaban despacio en la cama, observando como el rostro de Guesta pasaba de la confusión a la sorpresa y luego a un adorable sonrojo.
—Yo... ahm... nada, me haría más feliz. Trataré de complacerla...
—Oh, no te preocupes por eso, Guesta. Creo que sería encantador aprender juntos.
El rostro de su concubino se iluminó de inmediato. Latil supuso que Guesta pensaba que ella no había consumado todavía con nadie o simplemente estaba feliz de que no le hecharan en cara su falta de experiencia, dejándola en una encrucijada.
Por un lado, podría tomárselo con calma y dejar que Guesta descubriera poco a poco qué le gustaba, con ella dándole algunas pistas sobre qué hacer o donde tocarla... Por otro lado, la idea de robarle la inocencia era algo demasiado tentador. Ver ese rostro dulce e inocente cubierto de carmín conforme ella le pasaba las manos por todo el cuerpo, poniendo en práctica lo que había aprendido con sus otros amantes para llevarlo hasta el final y luego enseñarle que hacer con ella conforme el chico recuperaba su energía.
'¿Cómo debería hacer esto?'
De pronto la idea de que sus ancestros, todos hombres, todos haciendo uso de ese mismo harem con mujeres jóvenes y hermosas la hizo empatizar de pronto con ellos. Estaba más que segura de que varios de sus antecesores habían tomado algún tipo de predilección por tomar la inocencia de jóvenes dulces y hermosas porque en verdad se sentía deseosa de ser eso... la ladrona de la inocencia y no la maestra que guía despacio.
—Guesta, querido, ¿me quitarías la ropa?
Una pequeña sonrisa asomó al rostro del hombre que no paraba de mirarla de soslayo una y otra vez, jugueteando con nerviosismo con la tela bajo su palma. Latil sonrió entonces. Guesta era de verdad adorable.
—Por cada prenda que me retires, te quitaré una yo... y te dejaré besarme en cualquier lugar que quieras.
Los ojos del joven se abrieron con asombro y algo más. Había una cierta añoranza en él cuando la miró a los ojos además de incredulidad, cómo si el chico no pudiera creerse lo que estaba sucediendo ahora.
—¿Está... segura, Majestad?
—¡Adelante!
Incapaz de esperar, la emperatriz tomó las manos de su consorte para guiarlo hasta los botones que mantenían su blusa en su lugar, ayudándolo a desabrochar el primer botón y dejándolo proseguir por su cuenta en tanto ella se conformaba con acariciar un muslo todavía oculto por aquel pantalón verde y holgado, sorprendiéndose de repente.
'¿Guesta siempre ha tenido las piernas así de... fuertes?'
Había esperado encontrarse con muslos suaves y blanditos, quizás incluso delgados como los que ella solía tener cuando era muy pequeña, sin embargo las piernas de Guesta se parecían más a las de su mercader y jefe de espías, lo cual parecía una locura. Estaba por preguntarle a Guesta cuando se ejercitaba si siempre estaba encerrado en su habitación u oculto en la biblioteca, notando apenas en ese momento que su blusa estaba del todo abierta y que las manos gentiles de Guesta habían comenzado a abrirla más.
Sus manos, suaves y amables no tardaron en acariciarle los hombros y los brazos conforme la iba despojando de la ropa. La pregunta quedó relegada al olvido al mirar el precioso sonrojo que cruzaba el rostro de Guesta de una oreja a la otra o la forma en que el chico pasaba saliva, provocando que su manzana de Adán se moviera en su garganta, recordándole que este era un joven bastante tímido y además primerizo. Sería el tercer concubino que le entregaba su primera vez, Carlein y Tassir tenían bastante experiencia previa, eso le había quedado más que claro luego de permitirles tocarla y penetrarla durante ese año.
El pensamiento se perdió junto con la prenda de ropa. El rostro de Guesta se acercó entonces a ella como si se tratara de un conejo asustado, olfateando en busca de peligro antes de acercarse un poco más.
—¿De verdad... puedo besarla... Alteza?
Un suspiro escapó de ella y su mano ociosa se perdió entre los hermosos cabellos del muchacho agachado frente a su nariz, robándole una sonrisa en tanto lo confortaba como a un niño pequeño.
—Jamás te mentiría, Guesta... y... llamame Latil al menos cuando estemos haciendo esto, ¿está bien?
—S, si... Latil.
Un escalofrío placentero la recorrió de pronto. Su nombre en los labios de Guesta era una palaba por completo distinta. El la había llamado con veneración, como si dijera el nombre de una diosa a la cual hubiera dedicado sus plegarias con fe absoluta y fervor irrompible cada noche. Cómo si se tratara de una brisa de primavera, cálida y cargada de un afecto profundo y milenario, provocando que el contacto de los labios de Guesta contra su mejilla la sobresaltara por un segundo.
Aquellos labios suaves y cálidos permanecieron sobre su piel por un tiempo considerable, como si Guesta estuviera saboreando el momento y temiera alejarse otra vez.
En cuanto el chico volvió atrás, Latil se encargó de sonreírle y asentir ante sus acciones, asegurándose de pasear la mano en su cabello por el cuello, el hombro y el pecho de Guesta con calma hasta tomar el bajo de su camisa de algodón carente de botones, listones o cualquier adorno.
'Parece que no se trata solo de sus piernas. ¿En qué momento y donde ha estado ejercitándose?'
Tuvo que morderse el interior de la mejilla para tratar de calmar sus ansias de desvestirlo e inspeccionarlo a profundidad. No quería espantarlo. Por alguna razón, sentía que si era brusca con él, Guesta gritaría como una niña pequeña, se cubriría y saldría huyendo, lejos de ella y de sus lujuriosas intensiones.
—¿Levantarías los brazos para mí, por favor?
Guesta obedeció de inmediato y pronto Latil lo hubo despojado de esa prenda, encontrándose con una playera blanca, delgada y de mangas holgadas debajo. Se sentía un poco decepcionada, al menos hasta recordar que ella también portaba una pequeña blusa interior de tirantes.
Aprovechando que estaba en pie, sonriendo por lo que estaba a punto de hacer, Latil se apoyó con suavidad en los hombros de Guesta, sintiendo como se tensaban de inmediato, poniéndose duros como una roca, desconcertándola un poco sin evitar que ella siguiera agachándose hasta dejar su escote a la altura de los ojos de Guesta y su boca cerca de uno de sus oídos.
—¿Te gustaría continuar? Pareces algo tenso y dubitativo.
Cómo si no confiara en su propia voz, Guesta asintió de inmediato, posando las manos en las de ella y recorriendo sus brazos con las yemas de los dedos con tanto cuidado, que resultaba más que placentero, llevando a Latil a sentarse de nuevo al lado del joven que estaba por volverse, en verdad, en su amante.
Despacio, como si la noche no fuera a terminarse nunca, Guesta paseó las puntas de sus índices por un lado de los tirantes cubriendo los hombros de su emperatriz, tocando apenas y de forma casi fantasmal la tela cubriendo los senos hasta alcanzar la línea del escote donde comenzó a desabrochar una nueva fila de botones algo más pequeños y delgados que los anteriores.
Muerta de curiosidad, Latil se dedicó a estudiar lo que alcanzaba a ver por el amplio cuello de aquella prenda masculina que ,aun tenía el cuerpo de Guesta fuera de su vista. Sus clavículas se veían bien, no sobresalían demasiado y su piel estaba tan blanca como la de su rostro... claro que también podía apreciar el modo en que se marcaban los músculos del pecho de Guesta. No eran tan marcados como los de Carlein o Sonnaught, pero parecían más trabajados que los del hermoso Ranamun... casi como los de Tassir...
—Majes... Latil, yo... ¿de verdad puedo...?
—¡Por supuesto! retira mi ropa y besa donde quieras.
Su blusa interior fue retirada, las manos de Guesta la tocaron con timidez en la cintura, acariciándola conforme la iba acercando más y pronto se encontró envuelta en un abrazo gentil mientras sentía como un sentimiento de adoración absoluta se filtraba en el contacto entre la boca de Guesta y su hombro.
—Abre tu boca un poco, Guesta. El beso se sentirá mejor de ese modo.
El muchacho pareció dudar por un momento, levantando la cabeza para mirarla a los ojos. Ella le sonrió, acunando una de sus mejillas para acercarse al rostro de su hombre y besarlo en la mejilla, abriendo apenas un poco y dando una leve succión, sintiéndolo estremecerse cuando pasó su lengua apenas un momento sobre aquella piel.
—¿Ves cómo es agradable, Guesta?
El joven la miró casi sin aliento, asintiendo despacio y con los ojos bastante abiertos antes de cerrarlos otra vez, respirando como si estuviera endureciendo su determinación y volviendo a posar sus labios en su hombro, siguiendo sus indicaciones e imitándola, dejando que un escalofrío de lo más placentero y embriagador la recorriera sin reparos.
Latil se apresuró a retirar la camisa interior de Guesta en cuanto él la soltó y su aliento se perdió en el aire de la habitación. Guesta ya no era solo la imagen pura de la inocencia y la timidez, su cuerpo era una verdadera tentación, con sus músculos marcados y firmes sin llegar a exagerar, recubiertos por una piel tersa, pálida y un poco sonrosada en algunas zonas.
Mordiéndose el labio inferior y tragando con dificultad luego de aquella sorpresa, Latil se puso en pie, colocándose frente a Guesta y dándole la espalda antes de sonreírle con coquetería, mirándolo por encima del hombro y sintiendo en sus manos la necesidad de tocarlo hasta la saciedad.
—¿Continuamos entonces?
Guesta asintió, todavía sonrojado y tratando de suprimir un ligero temblor en sus manos. Latil podía sentir los dedos del castaño danzando con algo de torpeza sobre su cintura, como delineando también la falda que llevaba ese día, hasta posarse en el listón esponjoso que escondía los botones en la parte de atrás.
—Latil... ¿está, bien si, termino antes que tú? ¿con la ropa?
—Si es lo que deseas...
No pudo continuar. Los dedos de Guesta parecieron apresurarse a deshacer el nudo y luego los botones, bajando despacio su falda y acercándola a él. Pudo sentirlo besando su espalda con afecto y lentitud, abriendo su boca y enviándole de nuevo esas sensaciones placenteras.
Las manos de Guesta se colaron entonces bajo el fondo blanco en que estaban enfundadas sus piernas, delineando sus caderas, sus muslos y sus rodillas antes de que los labios del muchacho reclamaran una parte de su cintura, arrancándole un suspiro.
La emperatriz estaba a nada de voltear para ayudarle a Guesta con el resto de su ropa cuando lo sintió bajándole la ropa interior con una cierta reverencia al tiempo que lo sentía besando y succionando en uno de sus glúteos, arrancándole un gemido de sorpresa y excitación.
Sorprendida por el pequeño cambio en la confianza de su concubino, Latil estaba a punto de voltear cuando sintió las manos del joven rodeando una de sus piernas para comenzar a desatar sus botas en tanto su boca pasaba ahora a su otro glúteo, aplicando el mismo tratamiento como si fuera lo más natural del mundo.
Las manos de Guesta comenzaron a bajarle la larga calceta que había estado atada a su ropa interior por medio de botones cuando sintió la lengua del chico pasearse por en medio de sus asentaderas, alcanzando uno de los dos hoyuelos que portaba ahí cerca al tiempo que sentía la mano de Guesta pasando a su otra pierna. El joven debió terminar de abrir su otra bota porque su mano ya estaba comenzando a bajarle la otra media cuando comenzó a besarla en la parte de atrás de aquel muslo sin mucho reparo, pintándole una cadena de pequeños besos húmedos que no tardó en alcanzar su rodilla, dejándola temblando, con la respiración superficial y su entrepierna húmeda por las sensaciones recién experimentadas.
Con cuidado, Guesta se movió hacia el suelo, arrodillándose frente a ella y mirándola como uno de los fieles a una imagen de iglesia en medio de una ferviente plegaria para tomarle las manos y guiarlas hasta sus hombros, entonces notó que su amante intentaba ayudarla a quitarse del todo las botas y las medias, dejándolas en el olvido junto a su falda y su ropa. Todavía arrodillado, Guesta la miró de nuevo, sonriendo como un niño feliz y orgulloso por llevar a cabo una tarea nueva.
—Lo has hecho muy bien, por favor, levántate para que pueda ayudarte yo ahora.
—No, no es necesario que usted...
—¿No quieres que te ayude a desvestirte?
El rostro consternado y luego lleno de pánico el castaño casi la hace reír a carcajadas. Fue imposible no llevar una de sus manos al rostro de Guesta para acunar su mejilla y revolverle un poco el cabello, antes de agacharse e incitarlo a ponerse el pie al tomarlo de las manos y jalar todavía divertida y enternecida a partes iguales. La idea de hacerle una travesura demasiado presente en su mente ahora que estaba a nada de despojarlo del resto de su ropa y constatar si lo que tocó hacía un rato era cierto.
—Vamos, Guesta querido. No seas tímido. Estarás más cómodo sin tanta ropa.
El aludido asintió y la pecaminosa sensación de estar pervirtiendo a un pobre inocente la hizo sonreír con demasiado descaro. ¿Debería enseñarle a Guesta lo que había experimentado con los otros? ¿Cuánto aguantaría este hombre? ¿Volvería a mostrarse así de tímido la próxima vez o arruinaría a su lindo y dulce amante si le robaba de golpe todo rastro de inocencia e ingenuidad?
Tratando de dejar de pensar entodo ello, Latil se arrodilló frente a Guesta para comenzar a descalzarlo, demasiado ocupada en mirar lo que estaba haciendo cmoo para voltear arriba y ver la expresión en su rostro.
—¿Está bien si dejo mis besos todos juntos para cuando esté por terminar?
No escuchó la respuesta, así que volteó. Los ojos siempre ingenuos y amables la miraban ahora de un modo turbio y extraño. Su mente le gritaba que era peligrosa la manera hambrienta y para nada infantil en que Guesta la estaba observando... aunque solo duró un segundo o dos, haciéndola dudar cuando Guesta sonrió con nerviosismo, cerrando los ojos, todavía encorvado y tratando de cubrirse el pecho.
—S, si es es, lo que desea... Latil...
Parecía como si el muchacho no se decidiera a decir la última parte de lo que estaba pensando pero a ella no le importó, tan solo sonrió complacida y prosiguió con su tarea, tomando una de las manos de Guesta para colocarla en su hombro como había hecho él, apresurándose a bajarle los pantalones e indicándole que subiera primero una pierna y luego la otra para sacar del camino los zapatos, los calcetines y el pantalón verde holgado de algodón, dejándolo de inmediato en solo su pantaloncillo interior... el cual parecía algo más pequeño de lo que esperaba... y que albergaba un bulto mucho más grande y prominente que no tenía idea como no había notado antes.
—¿Guesta? —dijo Latil todavía sorprendida antes de mirar arriba.
El chico tenía cubierta la mitad de su rostro con una mano, dejándole admirar solo el sonrojo en la punta de sus orejas y la mirada cargada de deseo y anticipación en los ojos de su amante en turno. Esa, en definitiva, no era la mirada de una tímida y dulce virgen, sino la de un hombre a la expectativa, un cazador listo para saltar a la menor oportunidad sobre su presa.
—... Voy... voy a continuar... por favor avísame si no te gusta o si te lastimo.
Guesta asintió, sus párpados bajaron un poco dándole un aire calculador un segundo antes de volver a ser el tierno e inocente Guesta de mirada asustada y rostro un poco aturdido.
Latil se concentró en la tarea a mano. Comenzó bajando los calzoncillos blancos con el mismo cuidado y parsimonia con que él la había desnudado para darse tiempo a procesar lo que estaba viendo, usando una de sus manos para jalar la zona recién desanudada y liberar aquel miembro que resultó ser el segundo más grande entre todo su harem, dejándola anonadada cuando observó aquello moverse de forma invitante ante sus ojos.
Una vez que Latil fue capaz de terminar de retirar esa última prenda, tomó el falo cálido y grueso en su mano, notando de pronto las piernas fuertes y algo marcadas de Guesta a ambos lados, haciéndola dudar si estaba por entregarse a un niño dulce al que estaba por convertir en hombre o si en realidad se había equivocado, entrando a la recámara de su jefe de espías. Un temblor demasiado visible en las piernas de Guesta ante el contacto la hizo mirar arriba una vez más. Guesta estaba demasiado sonrojado, con los ojos apretados y un gesto que la hizo sentirse más tranquila. Su dulce e inocente Guesta estaba frente a ella y no un farsante.
—¿Estás listo? Voy a comenzar a besarte ahora.
—Mhm —dejó escapar Guesta con esa voz un poco más aguda que la del resto de sus hombres, asintiendo rápido como un pequeño asustado a punto de experimentar algo nuevo que le provocaba un poco de miedo. La hizo recordar la primera vez que montó un caballo adulto y sonrió.
Latil procedió entonces besar y succionar cada uno de los sacos colgando debajo de la virilidad de Guesta, sintiéndolo temblar entre sus manos y escuchándolo tragar con fuerza. Luego paseó su lengua por la base y el tronco de aquel miembro enmarcado por gruesos y oscuros rizos castaños antes de bajar el capuchón de piel tersa y sonrosada, encontrándose con la cabeza de un rojo furioso oculta ahí debajo.
'¿Era así de grande esto de aquí? Parecía más pequeño y fino hace un momento.'
Estaba a punto de voltear cuando una mano se posó en su cabeza, enredándole los cabellos con afecto, seguida muy pronto por una segunda mano que había comenzado a pellizcar y sobar la punta de una de sus orejas con afecto. Latil decidió seguir adelante, abriendo su boca para tomar a su concubino y probar su sabor, escuchándolo soltar un gemido agudo y cargado de sorpresa que la hizo sonreír.
Divertida y más confiada, soltó el pene de Guesta, besando la piel debajo de su ombligo y decidiendo si debía estimularlo un poco más cuando sintió como las manos de Guesta la aferraban con fuerza del cabello.
—¡¿Guesta...?!
No pudo mirar arriba ni preguntar más. El muchacho aprovechó que tenía la boca abierta para introducirse en ella de nuevo e introducirse hasta casi asfixiarla un par de veces, soltándola de pronto y saliendo también, haciéndola toser de inmediato.
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, majestad! ¡Se sintió tan bien, que yo...! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!
Sus ojos lagrimeaban y todavía tosía un poco por la súbita y violenta intromisión. Latil sentía que había sido obligada a tomar más de lo que podía sin previo aviso. ¿Dónde había quedado la dulzura y timidez de su consorte un momento atrás? Quizás si no pudiera escuchar la preocupación y el arrepentimiento en el tono de voz con que el muchacho no paraba de disculparse una y otra vez, se habría enfadado, en cambio, solo levantó una mano antes de ponerse en pie y tomar aire, dejando de toser al fin.
—Está bien, Guesta, no te preocupes... Debí esperar que te gustaría demasiado la sensación.
Lo miró a la cara luego de limpiarse las lágrimas, encontrándose con un rostro pálido cuya mirada le rehuía con vergüenza y arrepentimiento, enterneciéndola, llevándola a abrazarlo en un intento de consolar al pobre chico al que había tomado sin aviso suficiente.
—Ya pasó, ¡estoy bien! No estoy molesta contigo, Guesta, aunque, la próxima vez dime que quieres que siga o que vaya más profundo, ¿sí?
Cómo un niño regañado, ojos llorosos y todo, Guesta asintió en silencio, haciéndole doler el corazón a Latil al notar las comisuras que miraban al suelo y la fina línea en que los amorosos labios de su consorte se habían tornado.
—Bien, muy bien. Ahora sé un buen niño y siéntate en la cama para mí, ¿sí?
El muchacho obedeció sin rechistar y ella sonrió al tener de nuevo el control de la situación.
Guesta estaba ahora desnudo, sentado en la cama con una húmeda y enorme erección entre sus piernas a la vez que su cuerpo se encorvaba como si intentara hacerse pequeño y desaparecer. Era una imagen de lo más contradictoria. Latil quería consolarlo como a un niño y cogérselo como a una bestia ahora... sin saber muy bien a cual de sus dos impulsos escuchar. Optó por tomar aire y sentarse en el suelo frente a él para tratar de quedar a la misma altura del muchacho, tomándolo de las manos con cuidado para llamar su atención, sonriendo al notarlo levantar la mirada.
—Guesta, ¿te gustó lo que hice hace un rato?
Lo observó sonrojarse, apretar los labios con aflicción y asentir despacio, como si no estuviera seguro de querer responder.
—A mí me gustaría que me hicieras algo similar, si estas de acuerdo.
Él asintió de inmediato, su mirada esperanzada y sus manos envolviendo las de ella con fervor. Latil le sonrió entonces y él pareció calmarse de inmediato.
Soltando un suspiro, Latil se sentó en la cama, dejando un poco de distancia entre ambos y acomodándose tan adentro como pudo sin que sus pies dejaran de sentir el suelo, antes de palmearse los muslo.
—Ven entonces, coloca tu cabeza en mis piernas y acuéstate en la cama.
El chico obedeció y Latil no dudó nada en sonreírle con afecto, disfrutando el enorme sonrojo de Guesta al notar lo que tenía justo frente a su rostro. Inclinándose un poco, acariciándole el cabello con afecto, Latil no tardó en dejar que sus senos se recargaran en el sorprendido rostro de Guesta mientras su otra mano comenzaba a acariciarlo poco a poco con la intención de alcanzar su virilidad.
—Guesta, abre la boca. Quiero que me beses aquí como hiciste con el resto de mí.
El chico estaba tan colorado que ella no pudo evitar reírse un poco, enredando ambas manos en los cabellos castaños del muchacho.
—¿De, v,verdad, quiere eso, Majes... Latil?
—Si. Esta parte de mi es, especialmente sensible.
Cómo si intentara demostrar su punto, Latil tomó una de las manos de Guesta y la llevó a uno de sus senos, guiándolo para que comprendiera como tocarla y amasarla, usando los dedos de él para acariciarle en puntos específicos, soltándolo cuando lo notó interesado en jalar la punta sonrosada y soltarla despacio, deleitándose en el asombro reflejado en el rostro de su consorte a notar las reacciones en ella.
—Bésame, juega un poco conmigo, solo no seas muy brusco, ¿de acuerdo? —mencionó lo último en broma, sonriendo divertida al notar el sonrojo y la expresión de Guesta quien parecía estar a punto de decir que sería incapaz de lastimarla o ser brusco con ella.
Latil no lo dejó, solo se acomodó mejor para darle más acceso a sus senos antes de llevar a su boca la mano con que estaba acariciando el pubis de Guesta y humedecer un poco su palma para luego estirar su brazo y alcanzar aquella hombría que tanta curiosidad le estaba causando. De verdad no esperaba que aquel chico frágil y encantador resultara ser tan grande.
Ambos habían comenzado a jadear por el placer que se estaban brindando. Ambas manos de Guesta estaban ahora en su cuerpo mientras la boca del joven la besaba, succionaba y mordía de forma avariciosa y desesperada entre un jadeo y otro a la par que Latil no dejaba de acariciarle el cabello y masajear su falo cada vez más rápido, al menos, hasta que sintió al muchacho temblando con fuerza en tanto un líquido viscoso y blanquecino era expulsado por el juguete que Latil tenía en su mano, llamando su atención de inmediato y haciéndola sonrojar al notar algunas gotas perezosas saliendo y colgando por un momento hasta alcanzar el ombligo de Guesta, dejando su vientre algo sucio a causa de su liberación.
Latil miró divertida el rostro de Guesta. El castaño tenía la mirada nublada de placer y sus pómulos y orejas sonrojados de una forma adorable, enmarcando la pequeña y laxa sonrisa que acababa de aparecer. Al menos, hasta el muchacho pareció comprender lo que acababa de pasar y frente a quien porque Latil lo notó abrir mucho los ojos y palidecer, mirándola avergonzado un par de segundos antes de empujarla con fuerza a un lado y levantarse con demasiada agilidad.
Divertida por aquella inesperada reacción, Latil no le dio mucha importancia a la fuerza con que fue enviada al colchón, aunque sí que puso atención a los movimientos torpes con que el chico comenzó a buscar con desesperación algo en uno de los armarios hasta dar con ello y llevarlo a su vientre, limpiando de manera afanosa antes de mirarla con el rostro pintado entero de carmín para luego salir huyendo al cuarto de aseo.
Latil se sentó de nuevo, tratando de calmar la risa que amenazaba con salir para poder llamar a su consorte.
–¿Todo bien, Guesta querido?
No hubo respuesta por un minuto o dos, no al menos hasta que Guesta volvió a salir mucho más encorvado y tímido de lo usual, dudando si salir del todo o no.
–Ven aquí. No estoy molesta contigo.
–Pero, yo... debo complacer a su Majestad y no...
El chico se notaba tan arrepentido y preocupado que despertó su instinto maternal.
Latil se levantó y casi corrió hasta Guesta, abrazándolo y llenándole el cabello de besos sin dejar de sonreír.
–Guesta, ¿quieres darte por vencido o prefieres otra oportunidad?
La pelinegra notó a la perfección como el hombre de apariencia frágil dejaba de respirar entre sus brazos, moviéndose muy despacio para mirarla a la cara con reticencia.
–¿De verdad... puedo intentarlo de nuevo?
Ella asintió sin dejar de sonreírle, depositando un beso en su frente y guiándolo de nuevo al lecho donde lo obligó a sentarse una vez más para colocarse a horcajadas sobre él.
–¿Qué te parece si nos besamos hasta que estés listo? Puedes... tocarme... justo aquí mientras tanto.
La mano que estaba guiando temblaba entre su mano y su intimidad. Latil se agachó un poco y comenzó a besar a Guesta en los labios con dulzura y afecto, mostrándole como estimularla, como penetrarla luego de un rato y a qué ritmo mover su mano dentro de ella.
Para cuando dejó de guiarlo, decidió deslizar la mano jugueteando con el cabello de Guesta a su amplia espalda y pasar la que había estado guiando la mano inexperta al miembro medio dormido y colgando entre las piernas de su amante.
Guesta jadeó dentro de su boca y Latil aprovechó para meter su lengua y profundizar el beso, disfrutando demasiado cuando dos de los dedos de Guesta comenzaron a jugar en su interior en lo que la otra mano del hombre le acaricia a desde el hombro hasta las asentaderas, repentinamente confiado y tranquilo, como si se hubiera permitido disfrutar con aquel juego.
Los dedos de Guesta comenzaron a penetrarla cada vez más y más rápido en tanto una parte de su mano se movía con torpeza sobre la zona más sensible de todas. Latil dejó de besar a Guesta, dejando escapar un gemido entrecortado, disfrutando de la sensación que acababa de explotar en su interior. Estaba disfrutando la relajación que se apoderaba de sus músculos justo cuando notó que Guesta estaba listo.
Mirando al hombre con cara de niño feliz, Latil lo guío a sus profundidades, disfrutando la sensación de aquel miembro entrando más y más hasta golpear con algo en su interior que le arrancó un gemido sordo por la sorpresa.
–¿Es, estás bien, Latil?
La preocupación en la voz de Guesta la hizo sonreír conmovida, acariciándole el cabello de nuevo antes de aferrarse a él.
–Lo estoy. ¿Y tú?
El castaño se sonrojó como respuesta, evadiendo su mirada un momento con una sonrisa estúpida e infantil en los labios.
Soltando un suspiro de apreciación, Latil se abrazó a Guesta luego de observar la espalda un tanto fornida, preguntándose por un segundo como era posible que este hombre siempre luciera tan frágil con un cuerpo como ese. Entonces comenzó a moverse, sintiendo que los cálidos brazos de su amante la rodeaban y una boca hambrienta y devota comenzaba a besarla ahí donde podía con tanto amor como le era posible, porque eso era lo que estaba sintiendo justo ahora sobre su piel.
Las caderas de Latil comenzaron a moverse cada vez más rápido y con más fuerza. Las manos de Guesta dejaron de estar inmóviles, sujetándose a las caderas de ella como si fuera su ancla y empezaron a explorarla con descaro, haciéndola sonreír.
Pronto sintió los dedos del castaño explorando un poco más allá, colándose entre sus piernas y entre sus nalgas, explorando con las yemas el lugar donde ambos cuerpos se unían, así como el otro lugar donde uno de sus otros hombres ya había introducido sus dedos, esos últimos toques mucho más tímidos, como un niño travieso acercándose cada vez más a la puerta de la cocina y a un frasco de galletas, dudando y volviendo sobre sus pasos cada vez que se acercaba más.
Notando de pronto su intención, Latil pensó que la vez anterior no había sido tan malo en realidad, solo se había sorprendido.
–Guesta, dame, una de tus manos.
El chico la miró con algo de miedo, quedando inmóvil bajo de ella antes de asentir y entregarle su mano sin que ella dejara de cabalgarlo con calma.
Latil le sonrió, obligándolo a cerrar los dedos con excepción del índice y llevándolo a su boca para succionar, rodeándolo con su lengua conforme lo iba sacando antes de meterlo de nuevo hasta el fondo y abrir un poco sus labios, sonriéndole como si ambos fueran cómplices de una travesura.
–Explora cuanto quieras, no voy a, molestarme.
Disfrutando el sonrojo y la sorpresa en el rostro de Guesta, Latil aceleró un poco en sus movimientos conforme una mirada de determinación aparecía en el rostro de su consorte, quién comenzó a besarle el cuello antes de acercar su dedo a esa área que debería estar prohibida, acariciando y estimulando antes de introducir la punta de su dedo de forma tentativa un par de veces para luego introducir más y más.
Guesta comenzó a jadear conforme ella gemía. La sensación en ambas zonas la estaba enloqueciendo.
El dedo de Guesta entró por completo, haciéndola estallar de placer, orillándola a apretarse aún más contra él de forma ruidosa ante una sensación tan fuerte, que por poco se pierde el temblor en el cuerpo entero del castaño o el gruñido gutural y bajo que pareció escapar de él en el mismo instante que lo sintió sacar su miembro con apuro.
Latil planeaba dejarlo hasta ahí. Ya había alcanzado el clímax dos veces y disfrutado del más tímido y gentil de sus consortes. Quería dejarlo descansar ahora. Estaba pensando en ponerse de pie cuando sintió que el dedo dentro de ella comenzaba a moverse de nuevo en tanto ella era abrazada con fuerza de una manera bastante posesiva. La respiración de Guesta le hacía cosquillas en el cuello a la par que la sensación de algo encogiéndose y resbala do entre sus piernas la hacía demasiado consciente de que seguía muy sensible.
–Gracias... por no olvidarse de mí –murmuró Guesta con el rostro todavía escondido, enterneciéndola al instante y llevándola a abrazarlo con fuerza un par de segundos sin dejar de sonreír.
–Jamás podría olvidarme de ti, Guesta.
Lo sintió frotar el rostro contra su piel, dudando un momento sin que su dedo dejara de estimularla despacio, todavía en su interior.
–¿Majestad?
–Latil.
–... sé... que no soy el primero... o el segundo... y yo...
A la emperatriz se le escapó un suspiro sin dejar de acariciar el cabello del castaño. Si no contaba al sacerdote, era cierto que había dejado a Guesta para el último por alguna razón que ahora no comprendía. Por cuestiones políticas no había querido tomarlo a él primero, aún así, terminó dejándolo al último y él parecía haberlo notado. Lo último que Latil deseaba era romperle el corazón o hacerlo sentir menos importante que los otros.
'Tener un harem en serio es más problemático de lo que parece.' Pensó la mujer con otro pequeño suspiro.
–...¿puedo ser el primero... aquí?
Ese último murmullo la descolocó un momento.
–¿Guesta?
El hombre se separó de ella, mirándolo de forma suplicante y a la vez cargada de demasiadas emociones.
Miedo, lujuria, angustia, esperanza... eran demasiadas para reconocerlas todas.
–Latil está más apretada aquí y yo... si... si no es posible, lo comprenderé, pero...
El dedo que se negaba a abandonarla pareció moverse en su interior con más insistencia, cómo para hacerla notar que ella no estaba cerrada a ser estimulada justo ahí, haciéndola sonrojar de manera furiosa.
¿Sería prudente?
Un segundo dedo se introdujo entonces, arrancándole un gemido de placer como para demostrarle que ella podía recibirlo y disfrutarlo. La mirada suplicante y el sonrojo bajo aquellos hermosos ojos, mucho más oscuros de lo normal, parecían estar a punto de romperla y hacerla aceptar, sin embargo, fue notar a Guesta morderse el labio, bajando los ojos con decepción y sentir de pronto el vacío dejado por sus dedos que Latil se cubrió el rostro sin poder creer lo que estaba por hacer.
–Si eso te hace feliz...
Quizás porque se estaba cubriendo los ojos fue que el joven la tomó desprevenida.
Guesta no tardó nada en derribarla boca abajo en la orilla de la cama, sujetándola primero de la caderas y luego de los glúteos antes de sentir su aliento cálido y demasiado rápido ahí donde aquel par de dedos traviesos la estuvieron estimulando segundos atrás.
–¡Gracias, Majestad! –casi gritó Guesta eufórico, con la voz un poco más ronca y baja de lo que estaba acostumbrada, sintiendo de pronto algo húmedo y cálido acariciarla alrededor del anillo entre sus nalgas – Le juro que lo va a disfrutar.
Esa voz no parecía para nada la de su dulce, inocente y tierno Guesta, a pesar de todo, no pudo ni voltear para constatar que él había sido quien pronunciara ese juramento, ni analizar más la cosa. El objeto que acababa de acariciarla entre el acalorado gracias y la desconcertante promesa la tocó de nuevo ahí. Al menos de una cosa estaba segura. Guesta estaba besando y lamiendo un lugar que ninguno de sus otros hombres se había atrevido a besar o penetrar aún... y se sentía demasiado bien.
Soltando un gemido repentino, Latil se dejó hacer, disfrutando la mano masajeando uno de sus senos, la mano acariciando su clítoris y la entrada a su intimidad, y la boca que no paraba de estimularla por detrás con desesperación.
La sensación de la lengua de Guesta arrastrándose de forma lenta y decidida sobre su trasero justo antes de volverse a introducir, o el sonido /plap/ que producía cada vez que alejaba su cara de ella la tenían hirviendo en una fiebre insana y pecaminosa.
En algún punto, la mano amasando sus senos abandonó su tarea y Latil volvió a sentir como era llenada con un dedo y luego con dos por detrás. La emperatriz notaba a la perfección como entraban hasta la última falange en ella de manera lenta y deliciosa, separándose conforme se arrastraban hasta casi salir para luego volver a ser empujados.
Las manos de Guesta la abandonaron de improviso por un momento. Latil estaba por voltear y quejarse cuando sintió que sus piernas eran agarradas con fuerza, obligadas a abrirse más y plantarse de nuevo en el suelo en tanto sus caderas eran levantadas.
La sensación de que algo líquido comenzaba a resbalar por su piel hasta introducirse en su ano abierto la hizo temblar, luego sintió que algo demasiado grande se colaba por entre sus piernas y se enderezó lo suficiente sobre sus brazos para ver cómo Guesta se sentaba en el suelo, de espaldas a la cama, contemplando su sexo al tiempo que acomodaba sus brazos para rodearle la cadera con uno y dejar el otro entre sus piernas.
Asombrada, porque este no parecía su Guesta tímido e ingenuo, Latil miró el momento exacto en qué el rostro de Guesta se pegaba a ella, con su boca tomando dentro con descaro la entrada a su cuerpo, el mismo momento en que dos dedos se introducían en su ano una vez más.
Guesta succionó con gentileza antes de meter su lengua ahí donde su miembro había estado atendiéndola y Latil se dio cuenta de que el muchacho debió terminar fuera de ella antes, olvidándose de ello cuando lo sintió estimularla cada vez más y más rápido por ambos lados.
Era una bendición que nadie fuera a entrar en ese momento o se moriría de vergüenza sabiéndose en una posición tan vulgar, moviendo las caderas con desesperación para conseguir más estimulación de los dedos y la boca de Guesta mientras una de sus manos se esforzaba por pellizcar y acariciar con insistencia uno de sus pezones, dejando el rostro escondido entre las desordenadas cobijas para poder gemir con fuerza ante la incesante oleada de sensaciones placenteras que no tardó en llevarla a un tercer orgasmo.
Guesta pareció notarlo porque lo sintió despegarse de ella con calma en cuanto logró recuperarse.
Latil estaba expectante y nerviosa por su segundo desfloramiento, sintiéndose desconcertada al notar que Guesta se sentaba a su lado en la cama.
'¿Eso va a ser todo?'
Estaba sonriendo, complacida con lo que ya había sentido, lista para enderezarse, besar y felicitar a su adorable Guesta cuando una mano demandante la tomó del brazo, obligándola a enderezarse y mantener el equilibrio con una mano en la cama y las dos piernas temblorosas todavía abiertas.
–¿Majes...Latil?
Estaba desconcertada, pero imaginó que el reciente despliegue de cuánto había disfrutado esa última parte acababan de dotar a Guesta de una cierta confianza hasta entonces desconocida en él.
La emperatriz sonrió con ganas, orgullosa de mirar esa faceta de él por primera vez.
–¿Si, Guesta?
–¿Podría ayudarme, por favor? En verdad, no quiero lastimarla.
'¿Eh?'
Sintiéndose aturdida por el rostro de gesto infantil y sonrisa afable en contraste con la implicación de aquella petición la obligaron a mirarlo con más atención, notando que el miembro de Guesta estaba de nuevo erguido en toda su gloria, completamente a la vista y dándole la impresión de que estaba más grande que cuando recién lo miró.
–¿Guesta?
–Latil dijo que podía tomarla por atrás. Estuvo de acuerdo en darme su virginidad ahí... ¿o acaso... acaba de arrepentirse?
Que el rostro sonriente e inocente pasara de pronto a uno compungido y preocupado llevó su corazón a saltarse un latido. En realidad, por alguna inexplicable razón, Latil había esperado que Guesta solo se pondría en pie y la penetraría despacio, pero... al parecer, su dulce Guesta de verdad estaba preocupado... quizás demasiado consciente de su tamaño.
–Vaya, solo... me tomaste por sorpresa, no, no pongas esa cara, por favor.
Sin perder más tiempo y sintiéndose más nerviosa que cuando se entregó a Sonnaught por primera vez, Latil besó a Guesta en los labios una sola vez antes de voltear para sentarse sobre él, aferrando con fuerza el falo palpitante y cálido con que, parecía, iba a ensartarse ella misma.
Las manos de Guesta no tardaron en rodearla, acariciándola con afecto justo después de haberle hecho el cabello a un lado.
Los labios de Guesta tocaron la piel de su espalda al mismo tiempo que Latil hacía contacto consigo misma, moviendo el miembro varonil entre sus manos despacio, dubitativa entre cumplir con su palabra o introducirlo por la entrada usual, al menos, hasta que la mano de Guesta se encargó de cubrir su intimidad y llenarla con dos de sus dedos.
–Gracias, Latil –Susurró Guesta cerca de su oído –. Aprecio mucho, que me entregues esto.
'¡Oh, Guesta! ¿Te diste cuenta de que estoy dudando o solo estás demasiado agradecido porque tenga un lugar todavía virgen que reclamar?'
Sin atreverse a decir aquello en voz alta, Latil comenzó a descender tratando de calmar sus nervios y entregándose a las caricias y los besos en el resto de su cuerpo, sorprendiéndose al notar como el miembro de Guesta iba resbalando poco a poco dentro de ella hasta que no hubo nada más que introducir.
Con un gemido de alivio por parte de ambos, Latil disfrutó la sensación de estar llena por completo, dejando caer su cabeza hacia atrás sobre el hombro de su amante, el cual no dudó en besarle en el cuello y mordisquear el lóbulo de su oreja sin dejar de mover las manos que no dejaban de estimularla con calma.
–Latil.
Escuchar su nombre pronunciado de esa forma entre suplicante y hambrienta, en un tono tan bajo que bien pudo haber salido de la garganta de otro hombre, la emperatriz comenzó a moverse despacio, de manera tentativa.
Estaba tomando confianza, disfrutando más de lo esperado con la posición y la estimulación completa cuando sintió la mano entre sus piernas abandonar su cuerpo al igual que la mano en sus senos, recogiendo sus piernas al minuto siguiente para dejarla sentada antes de que Guesta se pusiera en pie.
Los jadeos pronto se volvieron gemidos y gruñidos. Los brazos de Latil volaron tras su cabeza para aferrarse al hombre a su espalda, entonces comenzaron a moverse aún más.
Guesta usaba sus brazos para mecerla mientras caminaba hasta quedar de pie frente a un espejo de cuerpo completo, haciendo que Latil se sonrojara al observarse ahí, abierta por completo, aferrándose a él y siendo penetrada sin descanso... o la mirada llena de júbilo y realización que le estaba dedicando el hombre besando su cuello y lamiendo su oreja.
Guesta no parecía él mismo. Sus ojos, que la contemplaban desde el otro lado del espejo, habían perdido todo rastro de dulzura e inocencia. La certeza de que estaba teniendo sexo con un hombre peligroso y no con su dulce Guesta le chocó por un segundo o dos. Estaba demasiado embriagada en placer como para tratar de pelear o huir.
–¿No te ves hermosa recibiendo TODO ese afecto, Latrassil?
Algo en la forma en que pronunció su nombre la llevó al éxtasis, o tal vez era que comenzó a mecerla con más rapidez, alternando con sus propias embestidas, o que la imagen de lo que estaba pasando era demasiado lasciva para ignorarlo.
El hombre con el rostro de Guesta la miraba extasiado desde detrás de su hombro, abriendo la boca apenas notarla observando y mordiéndola al tiempo que juntaba un poco sus piernas, lo suficiente para sostenerlas con una sola mano y así poder volar la otra de nuevo, introduciendo tres de sus dedos en la abertura que había quedado vacía con su extraña intrusión.
–¿Guesta?
–Todavía puedo, aguantar un poco más –le ronroneo aquella voz seductora y demasiado varonil al oído, arrancándole un gemido cuando lo sintió salir casi por completo para volver a entrar con fuerza en ella–, solo dilo. Ordénalo. Te tomaré como a una verdadera puta, hasta que grites de placer y no puedas más.
Era tan bizarro que se sorprendió de sentirse encantada. Había pasado de estar sometiendo a Guesta, jugando con él, tentándolo como a un dulce niño con dulces y juguetes nuevos a ser sometida por él como si fuera un auténtico matón, provocándole escalofríos por la mera perversidad de aquella perspectiva.
–Pon mis pies en el suelo, Guesta... ¡Llévame al éxtasis!
Una sonrisa sardónica apareció en el rostro del hombre en el espejo sin que Latil supiera si eso era real o solo una ilusión. Estaba tratando de procesar si Guesta sería capaz de poner una expresión como aquella cuando sus pies tocaron el suelo, la mano entre sus piernas la abrazó con fuerza de la cintura y la que jugaba con sus senos la obligó a doblarse, empujándola hasta que tuvo que sostenerse de la pared, a ambos lados del espejo para no caerse por la fuerza de aquel impulso.
El fuerte sonido de una nalgada junto con el leve ardor en una de sus asentaderas y Latil levantó el rostro para ver por el espejo cómo Guesta la miraba con un gesto de lo más vicioso, nalgueándola de nuevo antes de empezar a moverse de verdad, con tanta fuerza que parecía estarla castigando por dejarlo a él para el último a la par que la deleitaba sin cesar.
Pronto Latil se sorprendió a sí misma exigiendo más... más rápido, más fuerte... y Guesta acatando sus mandatos, penetrándola de un modo enloquecedor y febril.
–Latil... Latil... te esperé tanto...
La voz que parecía llamarla con devoción no podía ser la de su dulce Guesta, pero eso había dejado de importarle. Estaba gimiendo tan fuerte, que estaba segura de que los guardias apostados afuera podían escucharla con claridad, pero aquello no podía importarle menos. Cualquiera de sus ministros o de sus consortes podría entrar a cerciorarse de que no la estaban matando y ella los ignoraría. Está sensación nueva y apabullante era en cierto modo similar a batirse a muerte con un oponente fuerte y mortal, tan embriagadora, tan adictiva.
–¡Más fuerte, Guesta! ¡Más rápido, maldición!
Lo sintió nalguearla con fuerza está vez. El dolor mezclándose con el éxtasis súbito que acababa de sentir y el hombre a su espalda la obedeció sin rechistar, aferrando algunos mechones de su cabello negro con fuerza, llevándola a mirar la escena en el espejo.
Latil estaba sonrojada y llorosa ahora, sus ojos velados por un deseo insano que debería ser un pecado mortal. Tras ella un Guesta endiablado, erguido en la totalidad de su estatura y tan feroz como un dios de la guerra no dejaba de embestirla con una mirada malsana y una sonrisa que acabaría con la voluntad y la tranquilidad de cualquiera, al menos, hasta que lo vio gruñir y gemir luego de una embestida feroz, llevándolo a echar la cabeza hacia atrás, provocándole algo a Latil que la hizo terminar con un tremendo gemido de satisfacción como si jamás hubiera tenido un orgasmo tan intenso en toda su vida.
Exhausta y sudorosa, Latil se dejó caer al suelo en cuanto Guesta la liberó de su agarre y ya no supo más. Su cuerpo estaba tan relajado que no tardó nada en dormirse en la extraña posición en el frío y duro suelo de aquella habitación de su harem.
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No estaba muy segura de si era la luz del sol o de dónde, pero había un brillo dando directo en sus ojos llevándola a girarse y darse cuenta de que había estado durmiendo abrazando una almohada enorme y algo dura... o eso pensó al inicio conforme abría los ojos para levantarse, estirándose de un modo perezoso.
Apenas sentarse del todo en la cama, Latil se dio cuenta de dos cosas: estaba desnuda y esa no era su habitación.
Los recuerdos de la noche pasada comenzaron a inundarla poco a poco, dejándola más y más despierta, haciéndola abrir los ojos sorprendida por lo último que recordaba, volteando a su lado y encontrando a Guesta ahí, mirándola con una mueca cargada de preocupación y sus manos sujetando la sábana como si fuera un escudo detrás del cual se estaba resguardando.
–¿Guesta?
–Lo... lo lamento mucho, Majestad. A, anoche yo... no, no debí... ¡Lo siento! ¡Lo siento! Me, me dejé llevar y...
El recuerdo de una mirada malévola y peligrosa cargada de lujuria contemplándola desde un espejo parpadeó un momento en su mente. El hombre seguro de sí mismo que la había nalgueado e insultando al reclamar la única parte más o menos pura en su cuerpo, sonriéndole con arrogancia y algo desafiante contrastaba demasiado con el chico tímido y atemorizado por la vergüenza junto al cual había despertado.
'¿Era Guesta o el placer me enloqueció?'
Cuando notó que el chico temblaba de manera apenas perceptible tomó aire, como si con eso pudiera barrer las dudas y el dudoso recuerdo fuera de su sistema, adoptando de nuevo un aire tranquilo y confiable para calmar a su temeroso consorte.
–Guesta, está bien. No me lastimaste de ningún modo –dijo Latil, ignorando la ligera pulsación dentro de ella en una zona poco ortodoxa, prefiriendo tragarse la ligera incomodidad–. Lo, lo disfruté mucho.
–¿No está, mo, molesta conmigo?
La emperatriz solo le sonrió, revolviéndole el cabello antes de ponerse en pie y comenzar a buscar su ropa.
Un poco más tarde, mientras Latil era escoltada por su capitán de la guardia, notó que éste parecía más silencioso de lo usual.
–¿Algo te molesta, Sonnaught?
–¡No!
El tono frío y cortante la hizo dudar de inmediato, deteniéndose en medio del pasillo al aire libre que debían atravesar ahora.
Latil volteó, notando la mirada enfurruñada en el rostro estoico de su mejor amigo.
–¡Sonnaught!
El hombre bufó un momento, mirando a otro lado y apretando tanto la mandíbula que le dolió a Latil.
–Te dije que no quería enterarme de lo que hicieras con los otros –masculló el otro entre dientes.
–¿Eh? no recuerdo haberte contado nada... no, nada en absoluto.
Esta vez pudo notar el semblante molesto de forma más que abierta y la mirada irritada en los ojos del pelirrojo.
–Anoche estabas gritando y haciendo tanto ruido, que uno de tus guardias fue a buscarme a mi habitación. Estaba a punto de entrar a la recámara de tu estúpido y mimado concubino cuando te escuché suplicando por más... ¿tienes idea de lo incómodos que estaban tus guardias?...
Estaba segura de que quería decir algo más, pero el hombre seguro se lo tragó. Una táctica para mantener un poco de su orgullo probablemente.
–¿Quieres que les pida a mis hombres que me amordacen si me ven disfrutando demasiado?... ¿O solo quieres ser el siguiente y probar a ver si me hacer gritar y suplicar también?
El capitán se sonrojó tanto cómo su propio cabello, desviando la mirada y tensándose de inmediato. Latil sonrió divertida.
Jamás fue su intención que su capitán la escuchara mientras hacía uso de su harem, en verdad no deseaba causarle celos al hombre. Una cosa era que él estuviera consciente de que ella se acostaba con cinco hombres distintos de manera legal y otra era obligarlo a escuchar si disfrutaba o no recibiendo placer de la competencia. Después de todo, Sonnaught prefería seguir siendo su capitán y protegerla a ser encerrado en el harem.
–Entiendo –suspiró Latil de inmediato, cruzándose de brazos y acercándose dos pasos a su guardaespaldas–. Buscaré un modo de no hacer tanto ruido la próxima vez y tú me vas a ayudar con eso.
Sonnaught la miró con sorpresa, luego con fastidio y ella le devolvió una sonrisa socarrona antes relajarse sobre un lado antes de darle la espalda, moviendo un poco de más su cadera al avanzar un par de pasos antes de girarse a verlo con cara de desafío.
–Medianoche en mi habitación. Espero que pienses diferentes formas de hacerme gritar y suplicar además de formas de que no me oigan desde afuera. Si nada funciona, me vas a tener saltando encima tuyo el resto de la semana.
Sonnaught le devolvió la misma sonrisa socarrona mientras ambos comenzaban a caminar, quedando el hombre apenas un paso por detrás.
–¿Y si pasa la semana entera sin que encontremos una forma de callarla, Majestad?
–Bueno, si eso sucede... tal vez le pida a Tassir o a Carlein ayuda con este asunto. Puede que Ranamun o Clein también tengan alguna idea de cómo atacar este problema.
Los pasos detrás de ella se detuvieron de inmediato y Latil solo se sonrió, mirando atrás bastante divertida.
–Solo bromeaba. Mañana necesito dormir toda la noche y es posible que pasado mañana también, sabes tan bien como yo que hoy es el único otro día que puedo desvelarme esta semana.
–¡Latrassil Valentine Tarium! –siseó Sir Sonnaught luego de asegurarse de que no había nadie cerca, caminando hasta ella con demasiada fuerza y tomándola de los hombros antes de acercarse a su oído–, vuelve a hacerme una broma de tan mal gusto y te juro que encontraré un modo de dejar a todos tus hombres incapacitados para complacerte, no importa cuántos miembros, lenguas o dedos tenga que extirpar.
La emperatriz se volteó todavía sonriendo, divertida por haber sacado de sus casillas al siempre compuesto capitán de la guardia.
–Oh, hazlo y tal vez te case con una linda muchacha del servicio, no sé, quizás una de mis damas de compañía. ¿Seguirías tratando de complacerme si tuvieras una esposa que me atiende en la misma habitación que nos deshonras a ambas?
Él no respondió y ella siguió andando como si nada, sintiendo como los dedos del hombre se escurrían lejos de ella antes de que sus pasos volvieran a sonar tan acompasados como si fueran una sola persona.
En realidad, ella jamás casaría a Sonnaught por la fuerza y estaba segura de que él no cumpliría semejante amenaza sin que ella aceptara primero. De hecho, algo le decía que el celoso capitán preferiría unirse al harem para tomarla sin culpa a la vista de todos antes que hacer algo en contra de la voluntad de ella.
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Notas de la Autora:
Antes que nada, ¡LAMENTO MUCHO HACERLES ESPERAR TAAAAAAANTO POR ESTE CAPÍTULO!... pero es que Guesta me parece un personaje dificil.
¿Tiene doble personalidad? ¿Tiene alguna clase de bipolaridad extraña que hace que de repente sea un chico dulce, tímido e introvertido y en otras una persona capaz de matar a sangre fría y desaparecer de modo misterioso? ¡¿ESTÁ POSEÍDO?!... por más que busqué, busqué y rebusqué... bueno... llegué a la conclusión de que el verdadero Guesta es el personaje conocido como Zorro, mientras que el Guesta que vemos por lo general es solo una fachada para pasar desapercibido y manipular a otros para conseguir lo que desea y salir indemne. ¿Quién fue el responsable de que drogaran a Ranamun buscando que dejaran impotente a Clein? No por nada Tasir disfruta tanto observando a este singular personaje y yo sufrí y sufrí y sufrí escribiendo y reescribiendo y cambiando lo que estaba poniendo porque no estaba muy convencida... de hecho sigo sin estar del todo convencida, casi creo que me extra limité con la última parte de la noche de consumación entre Guesta y Latil, pero... En serio, espero sus comentarios para saber si logré captar o no a este chamaco malcriado y mustio... y que no dejé a nadie más pervertido de lo que ya estaba, estoy bastante segura de que marqué con la advertencia de que esta historia es para mayores de edad cuando comencé a subirla.
Sin más por el momento y tomando la firme desición de hacer lo posible por escribir pronto el siguiente... que aun no me decido sobre si será el capítulo de nuestro consorte religioso o el trío, me despido.
Por cierto, si alguien está deseando leer una historia con mucha aventura, dragones, romance, poliamor, combates mágicos y magia, mi última novela, Xul Itzbeh, ya está a la venta en Amazon y Amazon México en español, versión tapa blanda (físico) y libro electrónico.
SARABA
