No siempre he sido la persona más avispada del mundo, lo reconozco. Mis amigos suelen decir que soy algo cabezón y demasiado testarudo con algunas cosas, y les doy la razón. ¿Pero qué entrenador Pokémon no es así? ¡Tenemos que defender nuestros puntos de vista y valores con uñas y dientes! Aunque con los años aprendí que eso no significa que debamos mantener las mismas ideas hasta el fin de nuestros días. Está bien aprender; está bien cambiar y está bien mejorar. Por eso es que me gusta tanto conocer a otras personas, Pokémon y ver todo tipo de lugares, porque siempre aprendo algo nuevo cuando lo hago. Me enseñan tácticas; veo las cosas de formas que nunca antes había visto; descubro mundos que eran completamente desconocidos para mí; escucho historias fascinantes, conmovedoras, apasionantes o desgarradoras… y aprendo un poco más sobre mí mismo.
¿Qué me enseñó Alola? ¡Creo que terminaría antes si dijera qué fue lo que no aprendí aquí! Al principio llegué sin muchas expectativas más allá de ver lugares nuevos y aprender de Pokémon que no conocía ni de nombre, pero fue al encontrarme con la gente de aquí que mi camino tomó un gran desvío. A veces me pregunto qué habría cambiado si no hubiese estado sentado en aquella banca en aquel momento. Si no la hubiera conocido a ella, ¿qué tanto habría cambiado el mundo? Llegados a este punto, la respuesta me aterra como pocas cosas lo hacen. Conocerla, hablarle, hacerme su amigo y enamorarme de ella expandió mis horizontes como ningún otro viaje lo había hecho. Nunca creí que una sola persona sería capaz de voltear mi mundo por completo, pero ella lo consiguió.
¿Estoy agradecido con esta región? Por supuesto. Amo a Alola como un segundo hogar. Siento tanto cariño y pasión por esta tierra que a veces olvido que no fue la que me vio nacer. Cuando estoy aquí, todos los días son una aventura. Lo ordinario se hace extraordinario, porque las personas y Pokémon que viven aquí también lo son. Es como si yo hubiera sido hecho para Alola; me siento en contacto con ella de una forma inexplicablemente hermosa. Todo lo que me dio y todo lo que me enseñó… Creo que ni siquiera mis mejores esfuerzos por representarla serían capaces de hacerle justicia a la grandeza de esta tierra.
Pero ha llegado el momento de dejarla. Aunque amo a Alola de la misma forma que amo a Kanto, sé que allá afuera hay un mundo por explorar que me enseñará una infinidad de cosas diferentes; cosas que solo puedo aprender al salir una vez más. Volveré, por supuesto, sabes que siempre lo hago, ¡especialmente ahora que Alola cuenta conmigo como su Campeón! Aunque mis ojos ahora apunten a nuevos cielos, siempre hay lugar en mi corazón para mi hogar y las cosas que amo. Me voy, pero solo será por un tiempo, pues sé que sin duda volveremos a vernos… aunque antes de eso quiero arreglar algunas cosas, así que… ¿qué me dices, viejo amigo? ¿Nos divertimos una última vez?
¿Sí? ¡Bien, sabía que dirías eso!... ¡Ah! Lo siento, ¡olvidé saludarte!
¡Alola!
—¡Vamos, Gumshoos, no podemos bajar el paso!
Los barrios altos de ciudad Hau'oli habían sido el lugar de residencia de la familia Sotobosque por generaciones. Ellos mismos estaban ampliamente ligados a la construcción de la gran urbe que era considerado por millones como un destino turístico de primer nivel, pero esos eran asuntos demasiado importantes y complicados para una situación tan mundana como la que se estaba viviendo.
El interior de una de las grandes casonas era ahora el escenario de una escena por demás curiosa. Todo en este lugar gritaba a nuevo, siendo los gigantescos libreros lo único que parecía tener más de un año de antigüedad. La antes inhabitada vivienda era ahora la residencia del cabeza de los Sotobosque: Liam, pero un lugar tenía que sentirse como un hogar antes de que pudiera ser llamado como tal. Por suerte Ash y Gumshoos estaban ahí para ayudar con la mudanza, específicamente con la absurda cantidad de libros que Liam poseía en su haber.
La biblioteca de Liam —que también hacía de estudio— estaba repleta de Gumshoos que corrían de un lugar al otro cargando libros y más libros. Apoyando al Gumshoos de Ash estaba el de Liam, que parecía ser incapaz de producir tantas copias como su compañero de especie; tras crear sesenta lucía un gesto de agotamiento y su espalda estaba encorvada.
—¡Tú puedes hacerlo, Gumshoos! ¡No puedes rendirte todavía! —animaba Ash, que tenía entre sus manos una pila de diez libros que movía con envidiable equilibrio.
—¿Shoos? —preguntaron al unísono el Gumshoos de Ketchum y sus decenas de copias.
—¡Ah, tú no amigo, le digo al Gumshoos de Liam! —exclamó por lo alto, llegando ante uno de los libreros. Se volteó hacia Rotom—. ¿Estos iban aquí?
—Sí, súbelos al décimo estante. Recuerda acomodarlos por orden alfabético.
Mientras Ash subía las escaleras móviles que estaba pegada al librero, Rotom ascendió hasta llegar al nivel indicado. Comenzó a indicarle con gran exactitud el orden en el que debía colocar cada libro.
Liam se encontraba con la espalda pegada en contra de un librero, sus piernas retraídas para no estorbarle a los Gumshoos. Jadeaba con pesadez y, con un pañuelo, se retiraba el sudor del rostro.
—Y-ya me habían advertido que esto sería un problema… —suspiró, cerrando los ojos por un momento—. Gracias, Ash… N-no sé qué habría hecho sin tu ayuda…
—¡Ni lo menciones, amigo! —exclamó el azabache, bajando hábilmente la escalera para luego correr hacia otra pila de libros.
Liam Sotobosque había conocido a personas enérgicas en su vida, pero nunca a alguien como Ash, que parecía tener un aguante ilimitado. Se rio al ver a su fiel Gumshoos esforzarse por seguirle el ritmo al de Ash. Golpeó con suavidad sus rodillas, obligándose a ponerse de pie; ese era el efecto que Ash Ketchum tenía sobre él. Lo hacía querer esforzarse, aunque fuese, un poquito más.
—Pika pi —dijo el roedor, extendiendo hacia él una botella de agua fría.
—Gracias, Pikachu. Tú también eres de gran ayuda. —Se agachó, ya más tranquilo, para recoger la botella y acariciar la cabeza del tipo Eléctrico.
—¡Chaaa!
—¡Aquí están! ¡Galletas Honeybun! —exclamó con ojos llenos de deseo—. ¡Mira, Lillie, las encontré!
El supermercado en el que ahora se encontraban era aquel que solían frecuentar. Era normal que la gente los detuviera al hacer las compras, por lo que solían ir de incógnito. Fue por ello que la rubia casi tropezó al escuchar que su nombre era gritado con tanta fuerza. Se giró prestamente hacia Ash, descuidando por un momento su carrito de la compra.
—¡Shh, Ash! ¡Shh! —le dijo rápidamente, notando que varias miradas curiosas habían sido dirigidas hacia ellos.
Ketchum notó rápidamente el error que había cometido, quedándose quieto como una estatua. Dio pasos precavidos, como si estuviese intentando pasar desapercibido ante una cámara de seguridad.
—Lo siento, Li —murmuró, poniendo la caja de galletas en el carrito—. Se me salió…
Aether suspiró y, a paso apresurado, siguió caminando por los pasillos. Tenía el cabello recogido en un bollo, algo que no era muy habitual en ella, pero su pelo rubio destacaba bastante por lo que atarlo reducía considerablemente la atención. Iba también vestida en ropa de usar por casa, pues no muchos esperarían ver a la belleza que era Lillie Aether utilizar ese tipo de prendas en público. Ash era más de lo mismo.
—Todo sea dicho —Lillie habló una vez que entraron a un pasillo con menos gente—, estuviste buscando esa marca por como tres semanas. ¿Por qué habría tanto desabasto de pronto?
—Yo sé eso.
Rotom emergió de la mochila de Ash, sobresaltándolo a él y a Lillie.
—¡¿R-rotom?! —exclamó Aether en voz baja—. ¡¿Qué haces en la mochila de Ash?!
—Reviviendo viejos tiempos, supongo.
—¿Y quién está cuidando la casa? —interrogó Ketchum, preocupado.
—Tranquilos, Pikachu se hará cargo de todo. Pero bueno, ¿les interesa saber qué pasó o no? —interrogó, escondiéndose en el interior de la mochila al ver que alguien estaba pasando.
—Olvidé que solías hacer eso… —murmuró Lillie antes de finalmente suspirar—. Pero bueno, ¿qué fue lo que pasó?
—La compañía que produce las Honeybun dijo que recientemente han tenido una serie de accidentes en los almacenes que tienen aquí en Hau'oli —comenzó a explicar en voz baja—. Al parecer un criminal de especie desconocida está royendo los contenedores metálicos donde viene la mercancía. Al principio creyeron que eran Rattatta y Raticate, pero lo descartaron porque el producto estaba intacto.
—¿Lo único dañado eran los contenedores? —preguntó Ash, curioso.
—Sí. Cito textualmente: «Parecían roídos, casi como si los criminales buscaran comérselos».
—Qué raro… —murmuró Lillie.
—Es todavía más raro que no hayan encontrado a un culpable —añadió Rotom—. Si Lacky estuviera aquí, él resolvería el caso. Lástima que está ahora mismo en Kanto filmando su nueva película: Lacky Samurái.
—¿Esa de la que has estado hablando por semanas?
—No lo entiendes, Lillie. Esta tiene que ser la película. Es el sustituto del capítulo 84 de la serie, así que es el cierre de la trama de la sexta temporada y el preludio de la séptima.
—Ciertamente no entiendo por qué harían del capítulo 84 uno especial. Es una cifra extraña. ¿No sería mejor el noventa o el cien? ¿O al menos el 85 que es un número más… comercial?
—No es por el número, tonta, es por la fecha. Van a cumplirse diez años desde el estreno de Lacky, así que la producción quiso celebrarlo por todo lo alto.
—Ese tonta sobraba —murmuró la rubia con los ojos entrecerrados.
Ash se rio.
—Ustedes dos nunca… ¡Oh! ¡Mira eso, Li! ¡¿No es esa la edición especial de papas fritas sabor baya tamate ahumada?!
—¡¿Oh?! ¡Vamos a ver!
—Están cayendo en todas las trampas de marketing puestas por las grandes compañías… —suspiró Rotom—. ¡Oh! ¡Miren eso de ahí! ¡No sabía que Spirit había vuelto a sacar su sabor arándano! ¡Y eso que falta mucho para Navidad! ¡Tenemos que comprarlo!
—¡¿Ves algo, Decidueye?!
Los mares de Alola eran, en su mayoría, tranquilos. Sus aguas cristalinas permitían ver mucho de su flora y fauna, misma que se expandía a lo largo y ancho aprovechando la poca presencia de masa continental. Gracias a que Alola había comenzado como una región pesquera, los habitantes de las cuatro islas habían crecido en gran comunión con el agua. Incluso el más pequeño de los niños sabía cómo ponerle un sedal al carrete de una caña de pescar, por lo que la pesca era insuperable como deporte y actividad de ocio.
Tal era el caso de la Capitana Lana Saltagua. De vez en cuando le gustaba echarse a altamar valiéndose del Lapras de su Pokémontura en cortos viajes de pesca que aprovechaba para desestresarse del trabajo. A veces iba acompañada de otras personas, pero no todos podían seguirle el paso. De sus amigos de la infancia, los únicos eran Hau y Kiawe, pero había conocido a un chico en particular que era bastante buena compañía… cuando no se impacientaba.
—Los peces llegarán por sí mismos, Ash —le dijo con calma—. Apresurar la pesca no dará mejores resultados.
—¡Lo sé! —exclamó él, montado en el Lapras de su Pokémontura—. ¿Pero no sería genial encontrar un gran banco de tipo Agua? ¡Las probabilidades aumentarían un montón!
—¡Pika pikachu! —asintió el tipo Eléctrico con emoción.
—Debo de reconocer que buscar por aire debe de ser una de tus ideas más brillantes, Ash —dijo Rotom—. Si hubieras enviado a Golisopod, seguramente habrías asustado a cualquier Pokémon que se hubiera encontrado.
—Soy un genio, ¿no es así? —rio él. Lapras asintió con felicidad—. ¡Hasta Lapras lo dice!
—Tampoco te emociones.
Lana dejó salir una risita, viendo fijamente como su anzuelo se agitaba por el suave oleaje.
—En el mar, a veces menos es más —aseguró, secándose las gotitas de sudor que habían comenzado a perlar su rostro—. Por ejemplo, ¿te conté de la vez que estuve esperando veintiún horas a que un Pokémon picara el anzuelo? Después de eso capturé veintiún Magikarp variocolor en solo veintiún minutos.
—¡¿V-veintún Magikarp variocolor?! —Ash abrió los ojos con fuerza, atónito ante lo que acababa de escuchar.
—¡¿Pika?! —El pequeño tipo Eléctrico podía contar con los dedos de una pata la cantidad de variocolor que había visto en su vida, por lo que escuchar esa cifra lo dejó conmocionado (aunque tampoco sabía exactamente cuánto era).
—Vamos, eso tiene que ser mentira.
—Sí, es mentira —rio Saltagua, sacando la lengua de forma juguetona.
—¿En serio?... —suspiró Ash, decepcionado al igual que Pikachu.
Lapras se rio hasta que escucharon el ulular de Decidueye. La lechuza aterrizó en el caparazón del tipo Hielo, viendo con ferocidad hacia el agua.
—¿Qué pasa, amigo? —preguntó Ash con cierta preocupación.
Lana iba a voltear a verlos, pero justo en ese momento su anzuelo se agitó con violencia. Frunció el ceño y tiró de la caña, recogiendo el sedal con firmeza pero cautela. Apretó con fuerza los dientes, sabiendo en ese momento que ante ella había una buena captura, pues pocos eran los que lograban hacer sudar a Lana «Brazo de Titanio» Saltagua. Dio un fuerte tirón y dos peces salieron del agua.
Ante Ash apareció un Bruxfish que intentó morderlo de forma descarada, siendo repelido por el brutal Hoja aguda de Decidueye. Por el lado de Lana emergió un Feebas rosado de aletas y cresta plateadas. Saltagua, como todos los demás, abrió los ojos de par en par al ver semejante hallazgo.
—¡ES UN FEEBAS VARIO…! —La emoción de querer ver más de cerca al tipo Agua hizo que Ash resbalara y cayera del caparazón de Lapras directamente al océano.
Lana no supo muy bien que hacer, pues su atención se alternaba entre el Feebas variocolor y Ash. Suspiró aliviada cuando lo vio emerger de entre las aguas, tosiendo mientras se subía al caparazón de Lapras. Su rostro se torcía en todo tipo de muecas que hicieron carcajearse a sus Pokémon.
—¡T-tragué agua! —exclamó, sacando la lengua con asco—. ¡Está demasiado salada!
Lana Saltagua había conocido a muchas personas en su vida por obra de su oficio, pero pocas tenían la capacidad para hacerla reír de la forma en la que Ash Ketchum lo hacía. Aquel entrenador tan poderoso al que veía con un respeto del más alto nivel era, en sus tiempos libres, un chico más bien despistado y descuidado. Ella finalmente comenzó a carcajearse, pues cuando estaba junto a él podía bromear tanto como quisiera.
—¡A-ah, se escapa! ¡Se está escapando!
—¡No, no lo hará! ¡Vamos, Decidueye!
—¡Ayúdame, Primarina!
—¡Pikaaaaa…!
—¡NO!
—¡CHUUUUUUUUUUUUUU!
—No lo entiendo… ¿Estás diciendo que las plantas son como son porque tienen una especie de pared rodeando sus células?
La oscuridad de la casa de la familia Aether-Ketchum era combatida únicamente por la luz de la cocina. Apoyados contra la encimera estaban Ash y Lillie, ambos viendo uno de los libros de la rubia en el que se encontraban representados varios modelos celulares.
—Es uno de los motivos —explicó Aether a su confundido novio—. Por ejemplo, sabes que las plantas hacen fotosíntesis, ¿verdad?
—¡Claro! —exclamó, orgulloso de saber que no era un ignorante en ese sentido.
—¿Y sabes cómo?
—No… —respondió desanimado, bajando la cabeza.
—Ey, vamos, Campeón. —Lillie lo sujetó del mentón y lo hizo subir la cabeza—. Estás aprendiendo; nadie nace sabiéndolo todo. Mira, ¿ves este frijolito verde de aquí?
Ash vio atentamente el dibujo en el libro de Lillie y asintió.
—Lo veo.
—Bien, esto es un cloroplasto. Digamos que son un órgano muy importante de las células vegetales que las células animales no tienen —explicó lentamente, asegurándose de que Ash la siguiera—. Los cloroplastos absorben la luz del sol gracias a varias moléculas, mismas que la convierten en energía que las plantas usan para vivir. —Sonrió ampliamente—. De hecho, seguro que te suena este nombre: clorofila.
—¡¿La habilidad?! —preguntó con emoción—. ¡La velocidad del Pokémon se duplica bajo los efectos de un sol ardiente!
Lillie se rio, enternecida por la velocidad con la que Ash había respondido.
—Sí y no. El nombre de la habilidad tiene origen en una de esas moléculas que te digo. Esta molécula, llamada mismamente clorofila, es una de las más importantes para las plantas. —Se le ocurrió un ejemplo con el que Ash lo entendería mucho mejor—. De hecho, ella es la que le da el color verde a las plantas y a muchos de los Pokémon tipo Planta como Decidueye o Sceptile.
El cerebro de Ketchum comenzó a trabajar a toda velocidad, relacionando un concepto con otro hasta que llegó a una conclusión sorprendente.
—¡¿Por eso solo los tipo Planta pueden utilizar Síntesis?! ¡¿Por qué solo ellos tienen clorofila?! —interrogó con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Bingo, mi amor! —exclamó Aether, aplaudiendo con orgullo—. Hay algunas excepciones como la línea evolutiva de Flabébé o Comfey, pero eso es porque las plantas son importantísimas para sus organismos aunque no sean de ese tipo.
Ash apretó un puño, feliz por haberlo podido entender.
—Como siempre, es muy fácil aprender cuando eres tú quién me enseña, Li —dijo, riéndose.
La boca de la rubia se torció en una gran sonrisa y, con un poquito de brusquedad, pellizcó las mejillas de Ash. Esa era la curiosa manera en la que Lillie le expresaba su satisfacción en el ámbito académico. El azabache no hizo nada más que reírse ante el gesto.
—¡Vamos, vamos, Lycanroc!
—¡Tú puedes, Arcanine!
El Rancho Ohana, propiedad de la familia Wela, era un lugar ajetreado durante todo el día. Sacar a pastorear el ganado, alimentarlos, asearlos, cargar las herramientas de un lado a otro y un largo etcétera que sería imposible de completar sin ayuda de los trabajadores. Entre tanto trabajo, sin embargo, siempre había momentos para relajarse y para un poco de competición sana. Por ese motivo el Lycanroc de Ash y el Arcanine de Kiawe estaban corriendo en círculos alrededor de un gran circuito ovalado repleto de rocas de tamaños variados.
—¡Sube el paso con Roca veloz!
—¡Destruye todo con Velocidad extrema!
Una peña gigantesca apareció ante ambos Pokémon, cuyos ceños se fruncieron. No era la primera vez que la hacían añicos, así que no dudaron al cargar de frente contra ella. Sus embates tuvieron el poder suficiente para hacer saltar por los aires los fragmentos de roca, que cayeron sobre la tierra como una lluvia de metralla. Aunque lo habían logrado, pronto el cansancio se acumuló y tuvieron que frenar el paso. Se detuvieron entre jadeos, indicándoles así a sus entrenadores que no daban más de sí.
—¡Lycanroc gana! —exclamó Rotom, mostrando una serie de estadísticas en su pantalla que nadie realmente leyó.
Se quedaron con el hecho de que el tipo Roca estaba casi diez metros por delante de Arcanine. Ash y Pikachu saltaron en celebración, mientras que Kiawe dejó salir un pequeño suspiro.
—Sabíamos que competir en velocidad contra Lycanroc sería un trabajo difícil, pero veo que nuestras estimaciones se quedaron cortas —dijo Wela, extendiendo una mano hacia Ash.
—¡Eso fue muy divertido, Kiawe! —aseguró el azabache—. Hace tiempo que Lycanroc no tenía una carrera tan desafiante.
El lobo aulló en asentimiento, dejándose caer sobre la tierra para reposar; Arcanine se colocó a su lado con una sonrisa satisfecha.
—Dieciocho vueltas completas —contó Rotom—. Superó las quince del año pasado.
—¿Ya pasó un año entero? —preguntó Kiawe con los ojos abiertos como platos—. Por el Volcán de Akala, se siente como si hubiera sido ayer…
—¡Eso quiere decir que tenemos que hacer esto más seguido, amigo! —rio Ketchum, quitándose la gorra para ventilarse el rostro.
—¡Pika pikachu! —asintió el roedor con mirada desafiante.
—Pikachu dice que le gustaría competir en una próxima ocasión —tradujo Rotom.
—¡Oh! ¡Yo estaría encantado! —exclamó Wela con una sonrisa de oreja a oreja—. Arcanine y yo entrenaremos mucho para estar a la altura de tu velocidad, Pikachu.
—¡Pikachu!
—Dice que lo estará esperando.
Antes de que pudieran decir otra cosa, una voz los llamó desde las alturas.
—¡Kiawe, Ash!
Levantaron la mirada, cubriéndose con las manos del sol que brillaba en las alturas, y pudieron distinguir la figura de un Charizard descendiendo hacia ellos. Hicieron espacio para que el tipo Fuego pudiera aterrizar, dándose cuenta de que había alguien montado en la silla sobre su lomo. Hoshi Wela, vestida con el traje reglamentario de la Pokémontura, bajó de un salto; sostenía un pequeño vaso lleno de helado en una mano.
—¡Hoshi! —exclamó Kiawe con emoción—. ¿Viniste a verme?
—No realmente —admitió ella, caminando directamente hacia Ash—. ¡Ten! Te lo mandan papá y mamá.
—¡¿En serio?! —Los ojos de Ash brillaron ante la vista del cremoso helado de vainilla—. ¡Gracias, Hoshi! ¡Gracias también a tus padres, por supuesto!
La preadolescente rio por la forma en la que Ash comía. De cuando en cuando, Pikachu recibía pequeñas dosis que lamía directamente del dorso de la mano de su entrenador.
—P-por cierto, Ash… —Con un pequeño sonrojo en el rostro, la niña llamó la atención de Ketchum—. Verás… esto puede sonar algo desconsiderado de mi parte, pero… ¿crees que pueda pedirte un favor?
—¡Claro! —asintió el azabache rápidamente.
—No, no, primero pregunta de qué se trata… —regañó Rotom, dándole un corte de palma sobre la cabeza.
—¿Y-y no puedo ayudarte yo con ese favor? —preguntó Kiawe, nervioso y ligeramente desesperado.
—¡Qué no, hermano! ¡Solo puede ser Ash! —exclamó Hoshi, frunciendo levemente el ceño. Su gesto de molestia desapareció cuando volvió a ver al azabache—. Bueno… unas amigas mías vinieron a visitarme y pensé… que tal vez sería lindo de tu parte si las dejaras tomarse una foto contigo.
—¿Oh? ¿Solo eso? —Ash sonrió—. ¡No hay problema!
—¡¿En serio?! ¡Bien! —Hoshi dio un saltito—. ¡Estoy segura de que adorarán a Pikachu y le harán muchos mimos!
Eso llamó la atención del roedor. Si eran caricias gentiles, entonces estaba más que dispuesto a tomarse una foto con quien fuera.
—¡Sígueme, sígueme! —dijo Hoshi, volviendo a montar en el Charizard del Buscamontura.
Ash también sacó el suyo, pero antes de eso se giró hacia Lycanroc.
—¡Regreso en un momento, amigo! —exclamó en voz alta, montándose en el sillín de Charizard junto a Pikachu.
Lycanroc dejó salir un aullido leve en señal de asentimiento.
—¡¿Y no quieren que vaya yo también?! —gritó Kiawe, viéndolos elevarse en el aire.
—¡Será rápido, Kiawe! —aseguró Hoshi—. ¡Lo regreso enseguida!
—¡Ya vengo! —gritó Ash.
Al final, Wela solo se quedó viendo como su hermana y Ash se alejaban volando a la distancia. Dejó salir un largo suspiro mientras encorvaba la espalda. Sintió un golpecito en el hombro.
—¿No fuiste, Rotom?
—No. Me diste penita, Kiawe.
Volvió a suspirar.
—Pero ey, no te desanimes. Hay más cosas que puedes hacer mientras los esperamos. —Un gesto de complicidad apareció en la pantalla de Rotom—. Después de todo, aquí tenemos a uno de los Pokémon de Ash.
Kiawe levantó la mirada, interesado por las implicaciones de las palabras de Rotom. Sonrió.
—¡Lycanroc, Arcanine, ¿no quieren tener un pequeño combate de calentamiento?!
Esas palabras parecieron activar de inmediato a ambos Pokémon, que rugieron de manera afirmativa al tiempo que se ponían de pie. Kiawe corrió hacia ellos con emoción.
—¡De eso estoy hablando, muchachos! ¡Un espíritu ardiente como el del Volcán de Akala! —gritó, dando un salto enérgico.
Mientras crecía, Kiawe nunca había tenido muchos amigos que pudieran seguirle el paso en sus aventuras o hobbies. Lana y Hau, los que más dispuestos estaban a seguirlo, eran menores que él por lo que terminaban cansándose más rápido. Por ese motivo, Kiawe sintió que había encontrado al compañero y rival que siempre había querido cuando conoció a Ash; un hombre con un espíritu tan ardiente que era capaz de resonar con la llamada del suyo.
—¡Empecemos con esto! ¡Lanzallamas contra Roca afilada!
—Buenos días…
—Buenos días, Li.
El bostezo de Aether resonó en toda la sala de la casa. Se había quedado estudiando hasta bien entrada la noche aprovechando el fin de semana, por lo que había despertado más tarde de lo usual. Aunque ya había desenmarañado su cabello, todavía seguía en pijama. Caminaba a paso perezoso hacia la mesa del comedor, rascándose el vientre.
—Te despertaste en el momento justo; hice de desayunar —dijo Ash, alzando la mirada. Se encontraba detrás de la encimera de la cocina, una sartén en la mano—. Siéntate, siéntate.
Ella sonrió pese a la somnolencia.
—¿En serio? —preguntó mientras tomaba asiento—. ¿Qué tenemos hoy en el… —Bostezó— menú, chef?
—Nada muy complejo —rio Ash, poniendo un plato frente a ella—. Tostadas y huevo con tomate.
—Huele delicioso —aseguró la rubia. Le hizo una seña con la mano para que se acercara y, cuando lo hizo, le dio un beso en la mejilla—. Gracias, Campeón.
Halagado, Ash se rio.
—No es nada, Li.
Dicho eso, Ketchum también se sentó a la mesa. Ambos comenzaron a comer en un silencio tranquilo y ameno. Solo tras dos minutos Lillie se dio cuenta de que faltaban unas personitas… o Pokémon.
—¿Pikachu y Rotom? —preguntó, buscándolos con la mirada.
—Comieron hace una hora y fueron a ver al profesor. Al parecer Rotom quiere preguntarle algo —contesto Ash tras tragar parte de su tostada.
—¿Hace una hora?... Arceus, realmente dormí demasiado… —Sujetó la mano derecha de Ash, viéndolo con preocupación—. Lo siento, debiste haber estado hambriento.
—Para nada —respondió él con una risita—. Y aunque fuera el caso, comer contigo hace que todo sepa más rico.
—Aw… Gracias, Ash.
—De verdad, no es nada, Li —dijo, acariciándole la cabeza. Se puso de pie repentinamente—. ¡A-ah, lo siento, olvidé servirnos algo de tomar! ¿Quieres agua? ¿Jugo?
—Mmm… Yogurt.
—Realmente te gusta el yogurt —rio Ketchum, acercándose a la nevera.
—Sí, creo que sí. —Se talló un ojo, divertida—. Por cierto… ¿crees que para la próxima puedas hacer arroz? Solo como petición. La otra vez te quedó bastante bien.
—¡Seguro! Aunque tendríamos que ir a comprar.
—¿Ya no tenemos arroz? Santo cielo… Creo que hicimos demasiado curry…
—Bueno, invitamos a todos a cenar. ¡Y Gladio se quedó con ganas de más! —se carcajeó Ash.
—Oh, ¿tú también te diste cuenta? —Lillie se cubrió la boca con una mano y, con la otra, tomó la botella de yogurt que Ash le había dado—. Gracias.
—De nada —respondió el azabache—. Pero sí, lo vi. Lucía muy triste cuando dijiste que ya se había acabado todo.
La risa hizo que el sueño comenzara a desvanecerse.
—¡¿Verdad?! ¡Y luego el profesor…!
Continuaron desayunando mientras charlaban y reían. Un almuerzo más bien típico en el seno de la familia Aether-Ketchum.
—¿Está rico, Naganadel?
El Comedor Aina se jactaba de su amplio servicio al cliente; humanos o Pokémon, ellos servían por igual de forma que se adaptaban al paladar de cada comensal. La más comprometida con este objetivo era la hija menor de la familia: Mallow Aina. Aunque actualmente era Capitana de Akala, ella nunca había descuidado su verdadera vocación y, ahora, tenía un sujeto de pruebas que abría un mundo infinito de posibilidades para ella.
Habían tenido que salir al patio trasero del restaurante, pues Naganadel era tan grande que no cabía en el interior. Ahí, Mallow le había servido en un tazón una mezcla especial de bayas y trocitos de carne caramelizados. El Ultraente de Ash se había llevado el plato a la boca, comiéndose casi todo su contenido de una sentada. Terminó de masticar, tragó y llegó la emoción.
—¡Nagayo! —exclamó con un gesto de placer antes de terminarse el resto de la comida.
—¡Le gustó mucho! ¡Nunca había visto a Naganadel comer tan rápido! —exclamó Ash, volteando a ver a Mallow con emoción.
—¡¿En serio?! —Los ojos de Aina brillaron como gemas—. ¡Genial! Al ver sus mandíbulas, supuse que tendría una dieta carnívora, pero como se parece tanto a una abeja quise intentar probar con algo dulce.
—Pues fue una idea sorprendentemente buena —dijo Rotom, analizando el comportamiento de Naganadel—. Se le ve contento.
—¡Pikachu! —asintió el roedor. Se le había hecho agua en la boca.
—¡Preparé más! —exclamó la morena, girándose hacia el interior del restaurante—. ¡Le traeré a cada uno!
Ash, Pikachu y Naganadel celebraron impetuosamente. La espera fue mucho más corta de lo que sus estómagos les hicieron creer, pues Mallow regresó ni siquiera dos minutos después. Colocó dos tazones en el suelo para Pikachu y Naganadel, mientras que le dio a Ash un plato con una cuchara.
—Provecho —dijo, mirando fijamente a Ketchum con expectación.
—¡Provecho! —exclamó también el azabache, tomando una cucharada del plato y llevándose a la boca en un santiamén.
El sonrojo en el rostro de Ketchum y la expresión de satisfacción que liberó al mismo tiempo que sus compañeros se lo dijo todo a Mallow. La peliverde entonces se giró hacia Rotom, luciendo una expresión de absoluto orgullo.
—¡También te serví, Rotom! —dijo, extendiendo un tazón extra hacia él.
El tipo Eléctrico estuvo a punto de negarse, pues no tenía particulares ganas de salir de la Pokédex, pero se lo replanteó cuando vio los rostros de sus amigos. Al final suspiró, abrió la mochila de Ash y dejó caer en su interior su carcasa. Ahora carente de voz, comenzó a comer directamente del tazón. Abrió los ojos con fuerza, pues el sabor era delicioso. Le asintió a Mallow, dándole el visto bueno.
—¿Puedo repetir? —preguntó Ash, relamiéndose los labios. Lucía saciado, pero no lo suficiente—- ¡Está tan rico que siento que podría comerme dieciséis seguidos!
Mallow asintió enérgicamente antes de tomar el plato de sus manos.
—¡Un plato extra saliendo! —exclamó, poniendo rumbo al interior del restaurante.
—¡Eres la mejor, Mallow!
—¡Pikachu!
—¡Nagayo!
—Bzzt zzt bzzt.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Aina puso rumbo a la cocina. En el camino se encontró con su padre y hermano, que rieron al verla volver a llenar el plato.
—Parece que fue un éxito —dijo su padre.
—Ash tiene buen diente, eso no se puede negar —rio Ulu. Su Lickitung le dio la razón.
"Buen diente" se quedaba corto. El estómago de Ash y sus Pokémon parecía ser un pozo sin fondo; capaces de comer una porción tras otra hasta el final de los tiempos. Esa era la cualidad que Mallow había estado buscando por años en un catador, pues a ella le gustaba crear una gran variedad de platillos y que opinaran sobre ellos. Cocinaba tanto que llegaba un momento en el que sus comensales habituales —las Saltagua y los Aina— ya no podían comer más, pero Ash no tenía ese problema. Mallow tenía la teoría de que de ahí provenía la energía ilimitada del joven de Paleta; un estómago insaciable… Un verdadero milagro que la hacía querer cocinar hasta quedarse sin ingredientes.
Cuando salió al patio trasero se encontró con una escena curiosa, pues tanto Ash como sus Pokémon estaban riendo a carcajadas. Alzó ambas cejas al ver que su madre estaba ahí con ellos.
—… pero no solo era torpe con la carne. ¿Te he contado de la vez que quiso cocinar baba de Shellos? Déjame adelantarte que no terminó bien para nuestras cacerolas.
—¡M-mamá, ¿qué le estás diciendo a Ash?! —interrogó Mallow, avergonzada. Avanzó hacia ellos con rápidas zancadas, poniendo el plato en manos de Ash y metiéndole una cucharada llena de comida en la boca para hacerlo callar.
—¿Qué tiene de malo, cariño? Solo le estoy contando algunas historias divertidas de tu infancia —rio la señora Aina con una mano en la mejilla.
—¡C-cómo sea, vuelve adentro, mamá! ¡Vas a distraerlos de la cata! —exclamó, dándole pequeños empujoncitos para hacerla regresar al interior del restaurante.
—¡Te seguiré contando después, Ash! —exclamó la mujer, despidiéndose con una mano.
—¡Lo estaré esperando, señora Aina!
—¡No lo esperes!
—Acerola me recomendó bastante esta película, pero…
El televisor de la sala estaba encendido, en él mostrándose los créditos de una película de superhéroes que habían estado viendo por la pasada hora y media. Tenían una opinión con respecto a la película, y su rostro dejaba ver que no era muy buena… o al menos la de Lillie y Rotom.
—Lo he estado pensando, pero creo que Acerola genuinamente tiene un mal gusto para esto del cine —dijo Rotom—. Fácilmente entra en las peores cinco películas que he visto en mi vida.
—No lo sé, chicos. A mí me gustó la escena en la que dijo: «Es hora de morbosear» y luego morboseó a todos los tipos malos —admitió Ketchum, riéndose—. ¡Las escenas de acción estaban geniales!
—¡Pika! —exclamó el tipo Eléctrico, imitando con sus gestos a un vampiro.
—Pues tendrás mal los ojos, porque el CGI estuvo horrible.
—Vamos, tampoco es para tanto…
—Coincido con Rotom en esto —dijo Lillie, soltando un suspiro—. Quiero decir, al menos yo no pagaría por ver esta película… y mira que ya la compramos…
—Deberíamos poder devolverla. Pagar aunque sea cien pokédolares ya es un timo de por sí —se quejó la Pokédex—. Debieron dejar que la bajara de internet.
—Tal vez sí debimos —asintió Lillie, arrellanándose en el sofá.
—¡Vamos, al menos nos reímos un rato! —Ash abrazó a Lillie por la cintura, acercándola a él—. Pero si todavía tienen un mal sabor de boca, podríamos ver esa que tanto te gusta, Rotom.
—¿Cuál de todas? —interrogó la Pokédex con curiosidad.
—Esa del hombre pequeño que tiene un anillo mágico y amigos que lo ayudan a destruirlo.
—¿En serio? ¿No te quedaste dormido la última vez, Ash? —preguntó Lillie, insegura de que el resultado fuese distinto esta vez.
—Por eso mismo me quedé con muchas preguntas cuando vimos la última —respondió, frunciendo el ceño con determinación—. ¡Esta vez no importa qué tan larga sea, estoy seguro de que podré terminarla! ¡Ahora soy el Campeón de Alola!
—¡Pika pikachu! —asintió el tipo Eléctrico.
—Tú también te quedaste dormido, Pikachu…
El roedor se encogió, avergonzado, ante las palabras de Lillie.
—¡Bueno, nadie tiene que convencerme para volver a ver El Señor de los Anillos, así que por mí bien! —exclamó con emoción la Pokédex, comenzando a manipular la televisión mediante el control remoto.
—¿Estás completamente seguro de que no te vas a quedar dormido? —preguntó Lillie con los ojos entrecerrados en una mirada acusatoria.
—¡Completamente! Ten un poco de confianza en mí, Li —pidió mientras reía.
—Digo, sí te tuve confianza en un momento —dijo la rubia. Arqueó una ceja—, pero como que te la perdí después de la décima vez que te quedaste dormido en el cine.
Ash no se pudo defender ante semejante argumento.
—L-lo siento… —murmuró abatido, bajando la cabeza.
—No pasa nada —rio ella—. Al menos sabemos que no tienes problemas con películas que duren menos de dos horas. Píkachu tampoco.
Entrenador y Pokémon rieron, apenados.
—Al menos sabemos eso…
—¡Shhh! ¡Ya va a empezar! —dijo Rotom, acomodándose al lado de Ash. En su rostro se hizo notoria la insatisfacción—. ¡Agh! ¡No! ¡No puedo ver El Señor de los Anillos sin algo rico para comer! ¡Voy a pedir unas pizzas!
—Oh, ¿quieres que te dé…?
—No, voy a usar mi mesada. Por hoy yo invito —dijo, haciendo rápidamente una llamada.
—¡Vaya! ¡Un verdadero milagro! —rio Lillie, acurrucándose contra Ash.
—Incluso más extraño que verlo salir de la Pokédex. —Ash soltó una carcajada, pero Lillie le tapó la boca al ver que ya le habían respondido a Rotom.
La pareja volteó a verse entre sí, ambos riéndose.
—C-creo que es un poco más a la derecha, Incineroar…
El Observatorio de Hokulani destacaba por ser uno de los mayores destinos turísticos de toda Alola. El cielo de la región, casi impoluto, daba unas vistas nocturnas que otras regiones solo tenían en lugares sin civilización; la altura del Monte Hokulani solo facilitaba la observación de los astros a la par que embellecía el paisaje. No era raro, entonces, que decenas de fanáticos de la astronomía visitaran el observatorio en fechas específicas para observar ciertos fenómenos espaciales. En aquella noche la gente se había reunido para presenciar una lluvia de estrellas y los Hokulani eran los encargados de organizarlo todo.
Chris, como Capitán del Monte Hokulani, era quien dirigía todo el asunto. Se encargaba de la logística y coordinación, pero por supuesto que había trabajadores y voluntarios ayudando; Ash era parte del último grupo. Junto a Incineroar, el azabache estaba moviendo hacia el exterior un gran y costoso telescopio que el observatorio cobraba una pequeña tarifa por usar.
—Solo dos pasos más —dijo Rotom, coordinándolos gracias a su precisión milimétrica—. 47 centímetros… 47 centímetros…
Pikachu se encargaba de dispersar a los curiosos que trataban de acercarse a Ash para pedirle una foto. Los despachaba después de permitirles acariciarlo y tomarse una foto con él.
Finalmente, tras un buen rato cargando el telescopio, lograron colocarlo en la posición perfecta. Ambos, Ash e Incineroar, dejaron salir un suspiro.
—Buen trabajo, chicos —dijo Chris, acercándose a ambos y dándoles unos caramelos—. Luego les daré algo más, pero por el momento acepten esto como mi forma de darles las gracias.
—¡Wohoo! —Ash rápidamente desenvolvió el dulce, echándoselo a la boca—. ¡Oh, qué rico! Gracias, Chris.
Incineroar también se comió el suyo. Se sorprendió por lo sabroso que estaba. Le levantó un pulgar al pelirrojo en señal de gratitud.
—No, no, gracias a ustedes. Fue por eso que les di los dulces…
—¿Y bien? ¿Hay algo más que podamos hacer para ayudarte? —Ketchum golpeó con suavidad el bíceps derecho de Incineroar—. Todavía estamos muy lejos de estar cansados, ¿no es así, grandote?
—¡Roar! —asintió con una sonrisa.
—B-bueno, todavía tenemos que sacar algunas sillas del almacén, pero…
—¡Entonces eso haremos! ¡Vamos, chicos!
—¡Espera!
Ash, Pikachu, Incineroar y Rotom frenaron en seco. Voltearon a ver a Chris con confusión.
—¿Qué pasa, Chris? —preguntó Ash, girando para volver a encararlo—. ¿Tenemos que tener cuidado con algo?
—No es eso, solo no me parece que estés trabajando tanto… Eres un invitado, Ash, deberías disfrutar del espectáculo —dijo, su orgullo como anfitrión herido.
—Te preocupas demasiado, Chris. —Puso los brazos en jarra mientras sonreía—. Después de todo, no podíamos quedarnos sentados mientras tú lo pasabas mal. Te falta personal, ¿no es así?
Hokulani no pudo negarlo.
—Desafortunadamente… —murmuró.
—Para nadie es molesto ayudar a un amigo. Es solo lo natural, ¿cierto? —rio, volviendo a darse la vuelta—. ¡Esas sillas no serán problema para nosotros! ¡Andando, muchachos!
Pikachu e Incineroar dieron gritos de guerra que hicieron aplaudir a más de uno, volviéndose el foco de varias cámaras. Rotom se rio, siguiendo de cerca a sus amigos.
Chris siempre se había posicionado en la perspectiva del vaso medio vacío. Él creía que el ser humano, en su mayoría era incapaz de salirse de su camino o de abandonar su confort simplemente para ayudar a alguien más, pero el único motivo por el que seguía creyendo en el mundo era porque había conocido a la minoría que era capaz de entregarlo todo por los demás. Había crecido rodeado de personas excepcionales que siempre estaban dispuestos a echarle una mano al más necesitado y Ash Ketchum era una de esas personas. Era capaz de sacrificar su tiempo y energías simplemente para que alguien más pudiera tener las cosas un poco más fáciles, siempre con una sonrisa en el rostro. Antaño Chris había creído que Superman era un héroe irreal, pues nadie podía ser tan bueno… pero Ash le había demostrado que el Hombre de Acero no era un concepto tan imposible como creía.
—¿Con estas está bien, Chris? —preguntó Ketchum al cabo de un rato.
—Sí, gracias, A… ¡WOAH! ¡S-son demasiadas! ¡Trajiste demasiadas, Ash!
—Se los dije, pero ni él ni Incineroar quisieron escucharme.
—Roar…
—Pikachu…
—De vez en cuando madrugar tampoco está tan mal —dijo Lillie mientras daba una zancada hacia el frente, calentando sus piernas.
—Sí, pagaría por ver el amanecer de Alola —asintió Ash, golpeándose los glúteos con los talones en un trote que no lo movió de su lugar. Le sonrió a su novia—. A decir verdad, echaba un poco de menos que me acompañaras a entrenar.
—Lo siento, Ash. La universidad me ha tenido ocupada, sin mencionar las pruebas que Rotom y yo hacemos con las herramientas de Darius —explicó ella.
—Está bien, Lillie —rio—. Solo digo que me hace feliz que estés aquí conmigo.
—Entonces aprovechemos la ocasión —respondió con una sonrisita mientras se ajustaba la coleta.
—¿Lista?
—Lista.
Empezaron a trotar. Ciudad Hau'oli no era particularmente silenciosa a las cinco de la mañana, pues ya a esa hora la gente salía de sus hogares a empezar la rutina por lo que no era raro escuchar el sonido de los automóviles, la maquinaria o de los Pokémon; eso era en el centro de la ciudad principalmente, pues un barrio residencial como en el que vivían Ash y Lillie era mucho más tranquilo a esas horas.
Recorrieron las vacías calles con un trote suave pero constante, viendo como el cielo sobre sus cabezas se volvía pardo con cada segundo que pasaba. Entre los tonos anaranjados del firmamento podían distinguirse todavía las estrellas y la luna, las cuales lentamente fueron perdiendo su intensidad. Aunque Alola era una región cálida, no estaba exenta del frío. Tan cerca del invierno como estaban, a veces era necesario utilizar una sudadera para protegerse de los vientos helados que cortaban el rostro.
Al correr de esa manera, solo ellos dos, sentían una fuerte nostalgia que los transportaba a la época en la que todavía viajaban por Alola. En aquellos días entrenaban por su cuenta mientras dejaban que los Pokémon calentaran. Se había hecho rutina para ellos levantarse particularmente temprano, haciendo tiempo para ejercitarse un poco cada día. Lillie no se rio solamente porque estaba cuidando el ritmo de su respiración, pero perfectamente pudo haberlo hecho. Recordaba lo difícil que era despertar a Ash al inicio, pero también lo sorprendida que se sentía cada vez que él se levantaba más temprano que ella. La memoria se había agriado un poco cuando se enteró de que, a partir de cierto punto, su novio se levantaba por culpa de las pesadillas —cosa que todavía no terminaba de perdonarle a Tapu Fini—.
Se vieron de reojo, sonriéndose en el proceso, y siguieron corriendo. Lillie notó que se encontraba ligeramente fuera de forma, pues se encontró a sí misma esforzándose de más para seguirle el paso a Ash. No le gustó, pues si algo le había dejado el entrenamiento en el Cañón de Poni era la resistencia necesaria como para acompañarlo por varios kilómetros sin reducir el paso. Ketchum pareció notar que estaba teniendo cada vez más complicaciones para mantener el ritmo, por lo que se detuvieron en un parque que se encontraba a poco más de nueve kilómetros de su casa. El sol ya había comenzado a salir.
—¿Quieres agua, Li? —preguntó Ash, señalando una máquina expendedora cercana.
—No, estoy bien… —respondió, acompasando la respiración. Dejó salir un profundo suspiro mientras se secaba el sudor—. Intentaré venir más seguido…
—¿En serio? —preguntó Ash, emocionado.
—Sí… no me gusta la idea de perder condición —dijo, colocando el talón a la altura de su glúteo para luego tirar de su pie. Volteó a verlo con una sonrisa pícara—. Luego no podré seguirte el ritmo por las noches.
Ash se sonrojó levemente, riendo apenado.
—Eso no sería bueno.
—Con lo que me costó acostumbrarme al inicio…
—¿S-sabes algo? Creo que yo si quiero agua —dijo, encaminándose hacia la máquina expendedora.
Rio victoriosa. Todavía podía ponerlo nervioso y le gustaba hacerlo. Era un buen contraste con el Ash Ketchum genial que no parecía temerle a nada. Vio a su novio comprando una botella de agua que luego comenzó a beberse, y sonrió. Hacía mucho tiempo que había descubierto que su pareja no era inmune al miedo; no era un superhombre por mucho que la gente quisiera creerlo. Ash Ketchum era un alma gentil y vulnerable, con sus inseguridades, temores y dudas. Al convivir con él día tras día había visto hasta la capa más profunda de la leyenda viviente, una tan íntima y preciosa que se le saltaban las lágrimas con solo pensar en ello.
Ash volteó a verla y le sonrió ampliamente antes de comenzar a caminar hacia ella. Le correspondió el gesto, una cariñosa mirada en el rostro.
Qué hermosa manera de comenzar un día.
—¡Peke, Ataque rápido!
Ciudad Malíe no era una ciudad completamente tranquila. Los barrios más pobres de la ciudad tenían un alto índice de criminalidad, bajo para estándares de otras regiones, pero lo suficiente como para ser un gran problema para la seguridad de la gente de Alola. No era infrecuente que la policía hiciera redadas para desmantelar redes de contrabando que estaban naciendo, apresando en el proceso a criminales nativos de la región y a otros que provenían del extranjero creyendo que Alola era tierra virgen para echar sus raíces podridas. La gente de bien, sin embargo, dormía tranquila sabiendo que ningún criminal peligroso podía succionarles la sangre y quedar impune.
—¡Mier…! —El grito de un hombre delgaducho, de cabello rapado y ropa andrajosa, fue interrumpido cuando cayó de cara al suelo por culpa de la embestida de la Ninetales variocolor.
Aquel delincuente llevaba entre las manos una gran jaula que salió volando al él ser derribado. Ash se lanzó prestamente, evitando que la jaula se estrellara contra el suelo y recibiendo él el impacto.
—¡Lo tenemos, Acerola! —gritó Ash, entrecerrando un ojo por la sacudida.
La tenienta Malíe estaba casi quince metros por detrás de ellos. El sospechoso había partido con bastante ventaja, pero no contaba con la velocidad de Ash ni Peke.
—¡Gracias, Ash! —exclamó Malíe, frenando de golpe para luego lanzar una Poké Ball—. ¡Ahora, Gengar! ¡Hipnosis!
La cápsula se abrió, emergiendo el tipo Fantasma. Gengar voló a toda prisa hacia el traficante, que intentaba ponerse de pie pese a la presión que Peke ejercía sobre él, y lo vio directo a los ojos. La mirada fluorescente del fantasma hizo caer los parpados del criminal hasta que finalmente dejó de oponer resistencia. Quedó profundamente dormido.
Ash pudo respirar tranquilo al saber que ya no había posibilidad de que escaparan. Dirigió la mirada hacia la jaula en sus manos, sintiendo su corazón ser estrujado al ver el deplorable estado en el que se encontraban los cuatro Pokémon que se encontraban en su interior: un Togepi, un Teddiursa, un Budew y un Pokémon que nunca antes había visto. Era una especie de pequeña lagartija morada, siendo su pelvis y cola de un tono más claro, lo que daba la imagen de ser el pañal de un bebé.
—Tranquilos, chicos, ya están a salvo —dijo, sonriéndoles afectuosamente con intención de mostrarles una cara amiga—. Nadie volverá a lastimarlos nunca más, se los juro.
Peke se le acercó, pegando el hocico a los barrotes de la jaula con una sonrisa serena en el rostro. Comenzó a hablar con ellos y, poco después, se le unió Gengar. Los pequeños se vieron visiblemente más tranquilos, pero por lo mismo rompieron en un desconsolado llanto.
Acerola, mientras ponía unas esposas sobre el detenido, veía el ceño fuertemente fruncido de Ash. La mirada en su rostro era aterradora, pues comunicaba unas intenciones que jamás diría en palabras. Con lo sensible que ella era a las emociones ajenas, esperaba nunca ser el objetivo de aquellos ojos.
—Aquí la tenienta Malíe —dijo después de pulsar el botón de la radio que tenía en el hombro—. Detuve al sospechoso, solicito una patrulla que se encargue del transporte.
—Recibido, tenienta Malíe. Dennos su ubicación —respondieron a través de la radio.
—Me encuentro entre Kisshioin y Shima, a la altura de una ferretería.
—Entendido, tenienta. Una patrulla va en camino.
—Estaré esperando.
Se puso de pie, dejando salir un suspiro. Se rascó la nuca al darse cuenta de que habían llamado demasiado la atención.
—Lo siento, Ash, se suponía que era una patrulla de rutina… —murmuró apenada.
—No hay forma de que pueda quedarme de brazos cruzados cuando hay ante mí personas que se benefician a costa del sufrimiento de otros —aseguró con solemnidad, pero sin voltearla a ver. Sus ojos estaban apuntando hacia otro lugar, como si buscaran algo que finalmente encontró—. ¡Pikachu, Rotom!
Al verlos llegar, Acerola, Peke y Gengar suspiraron con alivio. Malíe se acercó a ambos.
—¿Pudieron seguirle la pista? —preguntó con seriedad, recibiendo un doble asentimiento que casi la hizo sonreír—. En ese caso…
—Espera, Acerola —dijo Rotom con firmeza—. Vamos a necesitar refuerzos. Perseguimos al sujeto casi cinco kilómetros hacia el sureste, y puedo decir con total seguridad que encontramos su base. Por lo que Pikachu y yo pudimos ver y oír, eran fácilmente más de diez personas.
—Diez personas… Una redada. —Frunció el ceño y activó la radio de su hombro, dándose la vuelta.
—Buen trabajo, Pikachu, Rotom —dijo Ash con una sonrisa—. También tú, Peke.
—Se hace lo que debe hacerse —respondió la Pokédex con neutralidad.
—Pika pi —asintió el tipo Eléctrico.
—Kou —Peke le echó una mirada al hombre esposado y frunció el ceño. Comenzó a golpear el suelo con su pata.
—Lo sé, amiga… Lo sé.
Esperaron hasta que Acerola terminó de hablar por la radio, lo que tardó cerca de cinco minutos. La tenienta volvió a encararlos, su rostro indicando malas noticias.
—Lo siento, Ash, pero tendré que pedirte un enorme favor…
—Iremos —dijo con firmeza—. Necesitan la ubicación, ¿no es así? En ese caso iremos, pero no solo como mapa. Queremos ayudar.
—Pedirte eso sería…
—Está bien, Acerola. Soy el Campeón de Alola, ¿recuerdas? Si no defiendo a su gente y Pokémon, ¿entonces para qué sirvo? —preguntó con una sonrisita en el rostro.
Sí, el Campeón de Alola tenía permiso para colaborar con la policía de la región de forma más cercana, pero… Vio que no podría hacerlo cambiar de opinión por mucho que lo intentara, lo supo por aquella espesa aura de determinación que brotaba de cada uno de sus poros. Suspiró una vez más, algo raro en ella.
—En nombre del Departamento de Policía de Alola y ciudad Malíe, le doy las gracias, Campeón —dijo, reverenciándose ante él—. Estaremos contando con usted.
—Lo mismo digo, tenienta Malíe.
Mientras crecía, las únicas personas con las que tuvo contacto frecuento fueron su padre y el padre de su ahora novio. Aquellos dos hombres eran fieles a sus creencias, pero por sobre todo eran justos. Sus corazones tenían una fuerte brújula moral que los impulsaba a ayudar al inocente y a perseguir al malhechor. Había crecido creyendo que las personas eran así, por lo que se llevó una fea sorpresa cuando descubrió que no era el caso. No todo el mundo tenía el sentido de la justicia de su padre o de Hal, pero había individuos que excedían las expectativas. Ash Ketchum era una de esas personas; un hombre con una predilección al bien y una aversión completa por el mal. Al conocer sus hazañas, los deseos que tenía por esforzarse por ser oficial de policía se vieron incrementados en un doscientos por ciento. Si un civil había hecho todo aquello solo porque era lo correcto, ¿cómo podía ella ser menos? Quiso imitar el ejemplo que se le había dado.
Un coche patrulla llegó pocos minutos después, subiendo al criminal dormido y haciéndose cargo de la jaula con los Pokémon que éste tenía entre sus manos. Solo entonces se movilizaron. Regresaron sobre sus pasos, subiendo ambos a la motocicleta de Acerola. Rotom se escondió en la mochila de Ash junto a Pikachu; Peke y Gengar los siguieron de cerca.
—¿Hacia dónde, Rotom? —preguntó Acerola en un tono elevado para hacerse oír por encima del viento.
—¡En Hashimoto! ¡Calle 45!
—¿Hashimoto? ¡Debí imaginarlo! ¡Sujétense, muchachos!
Aceleraron.
—¡Vamos, Lillie! ¡Prometiste que me la darías!
—Sí, pero cambié de opinión.
La casa que Ash y Lillie compartían en ciudad Hau'oli muchas veces era el escenario para situaciones de lo más movidas. La sala, específicamente, era un lugar bastante ajetreado cuando ellos dos se lo proponían. Ambos estaban en lados opuestos del sillón, Ash intentando alcanzarla y Lillie haciendo de todo para que eso no sucediera. En la mano de la rubia había un paquete de galletas con solo una en su interior; su sonrisa era una ligeramente bravucona.
—Ya están de nuevo… —suspiró Rotom, negando.
Pikachu, desde la encimera de la cocina, simplemente se rio. Era interesante cuando las cosas se ponían así.
Ash se movió en una dirección y Lillie lo hizo en la opuesta. Intentó hacer un amago para desconcertarla, pero no funcionó. Corrió a toda velocidad alrededor del sofá, pero tampoco fue lo suficientemente rápido como para atraparla.
—¡Dijiste que me ibas a dar la galleta si barría cuando era tu turno! —le recordó, intentando atraparla.
—Bueno, bueno, te la voy a dar… ¡Pero primero tendrás que atraparme! —rio ella con una sonrisa desafiante.
—¡Oh, tú…!
Para sorpresa de Lillie, Ash dio un salto que lo hizo pasar por encima del sofá. La rubia se movió a toda prisa, evitando que su novio la atrapara con ese movimiento prohibido. Ketchum rodó por la alfombra antes de levantarse de un salto. Iba a volver a perseguir a Lillie, pero vio algo en la mesa que llamó más su atención. Con una sonrisa ganadora en el rostro tomó el libro que ahí se encontraba, lo que conmocionó a Aether.
—Puedes quedarte la galleta, Lillie —dijo con aire victorioso—. A cambio yo me quedaré con «Em… ¿briología? y biología del desarrollo».
—¡A-ah, tiempo fuera, Ash, tiempo fuera! ¡Tengo que hacer un reporte para mañana y el profesor quiere que citemos el libro! —exclamó, extendiendo un brazo hacia el frente—. Mira, aquí está la galleta. Te la doy, ¿sí?
—Mmm… ¡Nope! Creo que me lo voy a quedar. Tengo rato queriendo aprender algo sobre embri… embriología y biología del desarrollo —dijo con una risita burlona.
—¡Vamos, Ash, devuélvemelo! ¡Te voy a pedir disculpas, ¿sí?!
—¡El tiempo de las disculpas ya pasó, Li! ¡Es la hora de la venganza!
—¡Ash!
Vieron como esta vez era Lillie quien comenzaba a perseguir a Ash, lo que era mucho más complicado que huir de él. Aether volteó a ver a Pikachu y Rotom.
—¡Ayúdenme, muchachos! —suplicó.
—¡Eso es trampa! —exclamó Ash, señalando a los tipo Eléctrico—. ¡No lo hagan!
—¡Si me ayudan les compro esas pelucas de Lacky que vieron por internet!
—¡Eso es chantaje!
—¡No, es soborno!
Pokédex y roedor intercambiaron miradas. Con gestos solemnes voltearon a ver a Ash.
—Lo sentimos.
—Pikachu.
—¡Traidores! ¡Me traicionan por una peluca de Lacky! —Retrocedió con desconfianza, abrazando con fuerza el libro.
—Me gasté lo último de mi mesada con las pizzas y las pelucas son de edición limitada. Las necesitamos.
—Pika pi.
Lillie rio triunfalmente antes de señalar a Ash.
—¡A él! —gritó, corriendo en su contra junto a Pikachu y Rotom.
Ash gritó, tratando de huir al correr alrededor del sofá. Peleó duro, pero desde el inicio era una batalla que estaba destinado a perder. Al final quedó hecho un ovillo mientras los otros tres intentaban levantarle el ánimo.
Lo contentaron con una hamburguesa.
—Eso se ve bien, Golisopod.
—Sopod.
Los atardeceres de Alola eran preciosos, pero Poni se llevaba la corona por mucho. Al ser la isla que se encontraba más al oeste del archipiélago, era la que mejores vistas tenía al precioso atardecer que pintaba el cielo con los colores del otoño. Desde los muelles de la aldea Marina, el agua relucía con brillo esmeralda y las nubes parecían teñidas en sangre. Era el lugar perfecto para hacer un cuadro, o al menos eso les había dicho Mina.
Estaban sentados sobre banquitos, cada uno con un caballete frente a ellos sobre el que había un lienzo. La Capitana Mina Kauai les había proporcionado a cada uno una paleta con los colores necesarios para que pintaran los que les naciera del alma. Golisopod había sido el primero del grupo de Ash en terminar su cuadro, lo que llamó la atención de Mina.
—Veamos… —murmuró, acercándose con curiosidad para nerviosismo del isópodo.
El tamaño del tipo Agua había hecho de su trabajo uno torpe y brusco, pero Mina pudo detectar sensibilidad y cuidado en cada uno de sus trazos. Aunque sus nubes eran manchas blancas sobre pintura naranja, el mar que había pintado capturaba a la perfección la esencia de la madre creadora. Le gustó especialmente la forma en la que había retratado la espuma marina, dándole una textura bien conseguida que la impresionó en demasía.
—Precioso —dijo finalmente, haciendo sonreír al samurái—. Tienes mucho potencial, Golisopod.
—¡Ohhhh! ¡¿Escuchaste eso, amigo?! ¡Tienes potencial para esto de ser artista! —exclamó Ash con emoción.
Pikachu le aplaudió, maravillado por la valoración que Mina había dado. Rotom no dijo nada, pues estaba demasiado centrado en su propio trabajo. Halagado por los elogios recibidos, Golisopod se rascó la coraza mientras reía nerviosamente. Mina sonrió.
—¡Pika pikachu! —exclamó el tipo Eléctrico, llamando la atención de la Capitana.
—¿Tú también terminaste? Veamos cómo lo hiciste…
Mina entonces notó que Pikachu había obviado por completo el objetivo del cuadro. Lo que había en el lienzo no era el atardecer de Alola, sino… una botella de kétchup. Una simple botella de kétchup —que chorreaba por el exceso de capas de pintura— sobre un fondo blanco. Mina volteó a ver a Pikachu y Pikachu la vio con expectación. Le puso una mano en la cabeza.
—Al menos eres honesto —dijo, asintiéndole—. Bien hecho.
—Chaaa. —Complacido, el tipo Eléctrico admiró su obra de arte.
—¿Ustedes? —preguntó Mina volteando hacia Ash y Rotom—. ¿Ya terminaron?
—Eso creo… —respondió Rotom al cabo de unos segundos.
Mina sintió cierta emoción que era usual cuando se trataba de Rotom. Caminó hacia su lienzo esperando ver en él una dúplica realista del mar ante ellos, pero lo que vio la sorprendió. Era un dibujo del atardecer, tal como ella había solicitado, pero no estaba ni cerca de ser perfecto. Pintura había sido aplicada para cubrir errores de trazo; la profundidad y perspectiva eran más bien las de un amateur y cada pincelada se veía excesivamente pensada, casi como si fuese dada con miedo. Uno pensaría que un resultado tan indigno de Rotom decepcionaría a Mina, pero ese no era el caso. Ella sonrió, y sonrió ampliamente.
—Yo… no quise usar mi inteligencia artificial para esto —explicó, viendo con vergüenza el resultado final.
—¿Por qué? —interrogó Mina con genuina curiosidad.
—Porque ninguna máquina sería capaz de imitar el arte hecha por un alma —respondió en un murmuro—. Ninguna máquina podría haber dirigido El Señor de los Anillos como Peter Jackson; ninguna máquina habría sido capaz de escribir la colección «63 líneas y puntos» de Samuel Oak… y ninguna máquina podría pintar como tú pintas.
Los ojos de Kauai se enternecieron y, con la palma izquierda, acarició la coraza de Rotom.
—La composición de colores es hermosa.
—Me alegro de que al menos eso haya quedado bien —dijo, sonriendo.
—¡Terminé! —exclamó Ash, subiendo ambos brazos al aire. Tenía una expresión de satisfacción en el rostro; analizaba a detalle su obra.
Mina entonces caminó hacia donde estaba él. Inclinó ligeramente el torso para ver mejor la pintura sobre su lienzo y vio cada pequeña parte con la mayor de las atenciones. El cuadro brillaba por la ausencia de técnica; era equiparable a lo que podría hacer un niño de primaria con unas acuarelas, solo que sin el efecto acuoso. No había un buen uso de las dimensiones, de la profundidad o la perspectiva; los colores se habían mezclado torpemente, siendo tonalidades demasiado chillonas para un atardecer; la composición era francamente caótica y no en el mejor de los sentidos. Aquel cuadro sería catalogado por cualquier aficionado al arte como una obra desastrosa, pero aquel que verdaderamente supiera de lo que estaba hablando sería capaz de ver más allá de lo que lucía a simple vista. Podrían ver los trazos enérgicos pero gentiles con los que se había pintado al sol y sus rayos; los movimientos ondulantes y serenos que conformaban el simple oleaje, y la mano despreocupada con la que se dibujaron las nubes en el cielo. Apreciarían la pintura que intentaba imitar el brillo esmeralda que a veces era emitido por el sol, pues era un detalle que muchos solían pasar por alto.
Para Mina, las técnicas en el arte eran importantes, pero palidecían en importancia cuando eran comparadas a la esencia de la misma: el alma. Una obra que era capaz de transmitirte los sentimientos de su artista con solo un vistazo era millones de veces más valiosa que aquella que respetaba al pie de la letra todas las normas establecidas. El arte aburrido no era arte; el arte sin alma no era arte. Se necesitaba corazón, y eso era algo de lo que Ash Ketchum sabía demasiado.
Pocas veces en su vida Mina había visto a alguien con un corazón tan grande en el pecho como el de Ash Ketchum. Un corazón con la capacidad de amar tanto; de sentir tanto. Era raro conocer a alguien como él, que no dudaba en expresar sus emociones y que no temía afrontarlas. Eran las personas tan honestas y bondadosas como el joven de pueblo Paleta los que protagonizaban los cuentos que su madre le leía cuando niña para dormir; hombres y mujeres que te hacían apoyarlos desde el primer momento, pues querías que todo les saliera bien precisamente porque eran demasiado gentiles como para que algo malo les ocurriera. El corazón de Ash Ketchum maravillaba a Mina cada vez que podía presenciar sus manifestaciones y, cada vez que eso ocurría, sentía la imperiosa necesidad de ponerse a trabajar.
—Es precioso.
—¡Gracias!
Mucha gente creía que Alola era un paraíso completamente virgen cuya superficie estaba poblada en su inmensa mayoría por naturaleza. No se equivocaban, pero solían obviar la inmensidad de sus ciudades. Hau'oli no era una ciudad Trigal, por supuesto, pero estaba muy lejos de ser pequeña. A veces incluso los residentes de Alola lo olvidaban y eran esas vistas las que los ayudaban a recordarlo.
En el penúltimo piso de la torre comercial más grande de Hau'oli había un restaurante; uno por el que mucha gente peleaba a la hora de hacer reservación. El estilo moderno del lugar —con muebles cuadrados y variaciones de los colores blanco, negro y marrón— ayudaba a crear una imagen de que se pertenecía a cierta élite simplemente por estar ahí. Mientras caminaba por entre las mesas, sintiendo las miradas sobre ella y su acompañante, no podía apartar los ojos de los enormes ventanales que ofrecían una inmaculada panorámica de Hau'oli.
—Su mesa, señores —dijo el mesero, señalando sus asientos.
La mesa estaba cubierta por un elegante mantel color hueso por encima de otro morado de un tamaño mayor. Sus sillas estaban hechas de madera de ébano con cojines de un color grisáceo oscuro que se sentían cómodos al tacto. Ash, ataviado con una camisa de vestir azul rey fajada en el interior de unos pantalones rectos negros, sacó la silla para que ella pudiera sentarse. Le dio las gracias y esperó a que él tomara asiento.
—En un segundo les traigo sus menús —dijo el mesero, retirándose con paso tranquilo.
Lo vio alejarse y solo entonces se giró hacia él.
—Cuando me dijiste que me vistiera elegante, no me imaginé que era porque me ibas a traer aquí —dijo, perpleja—. ¿Cómo conseguiste una reservación para este lugar?
—¿Cómo? —Ash alzó ambas cejas—. Bueno… llamé, les pedí una reservación, me pidieron mi nombre, se los di y ellos dijeron que había un espacio. Normal, ¿no?
Lillie rio, nerviosa. Lo de ser Campeón de Alola ya empezaba a traer ventajas de las que Ash ni siquiera era consciente.
—Por cierto, ya te lo dije antes, pero te ves preciosa —dijo Ketchum, tomando su mano.
Ella se había puesto una blusa de vestir blanca que dejaba expuestos sus hombros; la había fajado en una falda negra tipo lápiz con un corte que permitía a su pierna derecha una mejor movilidad. El cabello se lo recogió en un bollo trenzado que le había tomado bastante tiempo terminar de hacerse. Gracias a Burnet había aprendido lo básico para hacerse un maquillaje ligero que luciera bien.
—Gracias, Ash —dijo, apretando su mano—. Y sé que ya te lo dije, pero te ves guapísimo. Me gusta el mechón, por cierto.
Ketchum dejó salir una risita.
—Traté de peinarme lo mejor que pude, pero este chico malo no quiso cooperar —dijo, dándole un golpecito a un mechón que colgaba al lado de su ojo derecho.
Ambos se rieron por el movimiento oscilante del cabello de Ash. Antes de que pudieran decir algo más, el mesero regresó con los menús.
—¿Puedo ofrecerles algo de beber mientras decidimos la orden? —preguntó, sacando una libreta de su mandil.
Ash y Lillie intercambiaron una mirada. Fue Ketchum quien alzó la voz.
—Una jarra de limonada, por favor.
—¿Dos vasos?
—Sí, señor.
—A la orden.
Y el mesero volvió a irse.
—Qué formal —dijo Lillie, risueña. Comenzó a ojear el menú y casi tragó saliva al ver los precios.
—¿Tan mal está? —rio Ash por su reacción, abriendo también el menú. Sus ojos se abrieron como platos—. Con lo que cuesta uno solo de estos platillos, mamá, Red y yo habríamos comido dos semanas…
—Supongo que esto es una ocasión especial, ¿no es así? —rio ella, apartando un poco la mirada del menú.
—Podrías decir que sí —asintió Ash, deteniéndose en la sección de carnes.
—También supongo que todavía no me vas a decir qué festejamos, ¿cierto?
—También podrías decir eso —rio Ketchum, habiendo hecho su elección.
Lillie, con una sonrisa en el rostro, negó. Cuando se lo proponía, Ash podía ser un tipo realmente misterioso. Recordaba que hacía tiempo, cuando apenas estaba conociéndolo, le resultaba la persona más enigmática del mundo. Alguien como él, que había visto y vivido tanto, no podía ser una persona como la que era. Tenía sus excentricidades, sí, pero ninguna de ellas parecía dar testimonio de su habilidad y experiencia. Aprendió, con el pasar de los días, que ese tipo de cosas no solo se encontraban en las rarezas del carácter, sino también en los gestos más sutiles. Sus callosas manos, suaves únicamente en las palmas, eran un ejemplo de ello; la muestra implícita de que por años había utilizado guantes sin dedos. Eran ese tipo de pequeñeces las que Ash tenía por todos lados, por lo que contarlas era casi imposible. Algún día, con más tiempo, se esmeraría por enlistarlas todas.
El mesero regresó al cabo de un tiempo con la limonada y luego les tomó la orden. Ash había pedido un filete término medio, mientras que Lillie apostó por un risotto de mariscos. Por sugerencia del mesero, Ash pidió una copa de vino tinto.
—¿De verdad vas a tomártelo? —preguntó Lillie una vez que se fue el mesero, intrigada pero divertida al mismo tiempo.
—¿Quién sabe, Lillie? Podría ser mi inicio como catador de vinos —respondió él con un gesto travieso.
—Ash Ketchum, ¿qué diría tu madre? —Fingió un gesto de decepción.
—Bueno, tendremos que asegurarnos de que no lo sepa, ¿cierto? —dijo con una mirada de complicidad.
—Aunque buena suerte ocultándoselo a Rotom. No tendrá un súper sentido del olfato, pero nada se le pasa.
—Uy, es cierto… Bueno, esperemos que esté dormido para cuando regresemos.
Lillie se vio ligeramente consternada.
—Voy a admitir que me preocupa un poco… ¿Y si alguien intenta irrumpir en la casa? —preguntó, nerviosa.
—¿Con Pikachu adentro? —Ash reprimió una carcajada—. Hasta sentiría lástima por el invasor.
Aether se cubrió la boca, dejando salir una risita.
—Bueno, en eso tienes razón. Imagina entrar a robar una casa y encontrarte de frente con el Pikachu del Campeón de Alola. —La imagen mental prolongó su risa y se la contagió a Ash.
—Me lanzaría por la ventana, incluso si fuera un quinto piso. Me iría mejor —bromeó, haciendo que Lillie volviera a reírse.
Lillie suspiró al cabo de unos segundos, pasándose una servilleta por los lagrimales. Sacó un pequeño espejo de su bolso negro para asegurarse de que no se le hubiera corrido el maquillaje. Cuando todo estuvo bien, volvió a ver a Ash.
—Lo siento por haber sacado un tema tan aguafiestas en un momento como este. A veces pienso y me preocupo demasiado —dijo, dándole un pequeño trago a su vaso de limonada.
—Tranquila, yo me encargo de no pensar por los dos —rio, señalándose con un pulgar.
—Oh, créeme, eres el mejor en eso. —Le dio un toquecito al reverso de su mano.
—Lo voy a tomar como un cumplido.
—Lo es, créeme que lo es.
Ambos se sonrieron antes de que Ash diera un trago de su limonada. Bajó el vaso con una mirada inquisitiva y una sonrisa juguetona en el rostro.
—Oye, Li, ¿crees que tú y yo nos habríamos llevado bien de niños? —preguntó, recargando los brazos sobre la mesa.
Aether parpadeó varias veces, sorprendida por la pregunta. Comenzó a pensarlo, entrecerrando un ojo.
—No lo sé, ¿qué tan niños? —Quiso saber, dándose unos toquecitos en el mentón con el índice derecho.
—Digamos… a los diez años —respondió Ash, ampliando su sonrisa—. Yo tengo diez años recién cumplidos.
—Entonces yo todavía tengo nueve… —Comenzó a reflexionar su respuesta y, al final, se rio—. Con lo que me han contado, estoy segura de que al principio me habrías parecido molesto.
—¿Ehhh? ¿En serio? —preguntó, divertido—. ¿Y eso por qué?
—Bueno, todos tus amigos y familiares me han dicho que eras bastante explosivo —respondió, rememorando los testimonios que había recabado—. Nunca me ha gustado la gente temperamental.
—Era temperamental, no te lo voy a negar —asintió Ash, rascándose una mejilla—. Cuando era niño tuve que pelearme bastante contra otros chicos porque creí que era la única manera de evitar que se burlaran de mí o de Red.
—Creo que habría podido ver eso —dijo Lillie, recargando un codo sobre la mesa y la cabeza sobre la palma—. No de inmediato, por supuesto, pero sé que habría podido ver las bondades de tu corazón tras convivir un buen rato contigo.
—¿Cómo en la escuela?
—Esa es una pregunta estupenda —aseguró la rubia, señalándolo con un dedo—. ¿Cómo crees que habríamos sido como compañeros de clase?
Ash se rascó la nuca, apenado.
—Estoy segurísimo de que te habría pedido que fuéramos equipo para que me ayudaras con mis tareas.
—Mmm… —Lillie subió levemente la mirada, visualizando un escenario específico—. Puedo verlo. Sé que no habría podido decirte que no, así que seguramente nos habríamos terminado haciendo amigos con el pasar de las semanas. También estoy segura de que me habrías arrastrado contigo en las actividades deportivas y excursiones.
Ketchum dejó salir una carcajada.
—¡Eso sin duda! Sería mi forma de agradecerte por ayudarme a estudiar. Si hubiéramos ido a la escuela juntos en pueblo Paleta, te habría llevado a ver mis lugares favoritos o a molestar al profesor Oak para que nos dejara jugar con los Pokémon.
—¿Y si los dos hubiéramos estudiado juntos aquí en Hau'oli? ¿En la escuela de entrenadores? —preguntó ella con una sonrisa.
Ash entrecerró levemente los ojos, una mirada soñadora en ellos. Aquella era una respuesta que otra vida se había encargado de brindarle, pero no era la respuesta que habría tenido lugar en la suya.
—Bueno, seguramente tú estarías en la subdivisión de investigadores y yo en la de entrenadores —contestó finalmente—. Aunque seguramente escucharía hablar de ti porque serías la más inteligente del curso.
—Y yo te puedo asegurar que nos terminaríamos conociendo gracias a mi hermano —dijo ella con una sonrisa, fantaseando con aquel escenario—. Habrías ido a retarlo o él te retaría a ti. Se harían amigos e irías a visitarnos a casa y yo te conocería ahí.
—¿Y pensarías que era molesto? —preguntó, risueño.
—Sí, seguramente sí —rio ella—. Pero también estoy convencida de que nos habríamos hecho amigos. Me habrías enseñado tu peculiar manera de relacionarte con los Pokémon y seguramente viviríamos un montón de periplos por el camino. Nos juntaríamos en la escuela y todo el mundo señalaría lo diferentes que seríamos, pero nos llevaríamos bien precisamente por esas diferencias. Y, al final del día… —Volteó a verlo directamente a los ojos—. Sí, me enamoraría de ti.
La mirada de Ash se enterneció.
—Serías mi primer gran amor. Estoy segura de eso —dijo, cerrando los ojos pero sin dejar de sonreír—. Me guardaría el sentimiento unos cuatro años hasta darme cuenta de que pronto se separarían nuestros caminos y entonces te lo diría.
—Y yo solo me daría cuenta de tus sentimientos después de que me los dijeras —aseguró Ketchum, riéndose.
—Entonces te pediría acompañarte en tu Recorrido Insular, porque no querría separarme de ti.
—Y yo te diría que sí.
—Viajaríamos por toda Alola, superando innumerables desafíos cada uno más difícil que el anterior.
—Veríamos muchos Pokémon de otras islas y paisajes de los que solo leímos en libros. Conseguiríamos grandes amigos en el camino y nos haríamos de rivales formidables. Entonces volveríamos a Melemele…
—Y al final del día…
—Me enamoraría de ti —dijo Ash con convicción—. Sin duda alguna.
Las mejillas de Lillie se colorearon levemente, una tierna sonrisa en su rostro.
—Sí, lo sé.
Iban a decir algo más, pero en eso llegó el mesero con sus órdenes. Colocó ante Ash el filete junto a las guarniciones y la copa de vino, mientras que a Lillie le dio su risotto. Le agradecieron y pronto se retiró. Ash juntó ambas manos, agradeciendo por la comida, y Lillie lo imitó. Ambos comenzaron a degustar sus platillos. Ketchum se maravilló por la jugosidad y suavidad de la carne, mientras que Lillie quedó fascinada por la frescura y variedad de los sabores de su platillo. Intercambiaron el uno con el otro y, finalmente, llegó el gran momento.
—Haz los honores, Campeón —rio Lillie, señalando la copa de vino tinto.
—¿Cómo lo hago? ¿Tomo mientras tengo la carne en la boca? —preguntó Ash con curiosidad.
—No lo sé, ¿primero te comes la carne y luego la pasas con el vino? —sugirió Lillie, no muy convencida.
—Me gusta más tu idea, así que… ¡A ello!
Se llevó un trozo de carne a la boca, la masticó bien y, cuando se la estaba tragando, dio un sorbo de la copa. Entrecerró un ojo y sacó levemente la lengua.
—Sabe cómo a tierra —dijo, claramente insatisfecho.
—¿En serio? Déjame probar. —Lillie tomó la copa de manos de Ash y le dio un pequeño sorbito. Frunció levemente el ceño pero se rio—. Definitivamente sabe raro.
—¡Lillie Aether! —exclamó Ash, fingiendo decepción—. ¿Qué diría tu padre de esto?
Ella le dio una sonrisa de complicidad, recargando el mentón sobre ambas palmas.
—Supongo que de nosotros depende que no se entere.
Se rieron al mismo tiempo antes de volver a comer. Entre los dos se acabaron la copa de vino y no sintieron ganas de repetir. Pidieron un postre, que eran pequeñas rebanadas de pastel —fresas con crema el de Ash; manzana el de Lillie— que apenas llenaron sus estómagos pero que eso sí, estaban tremendamente ricos.
—Eso estuvo delicioso —admitió Ash, limpiándose la boca con una servilleta—, pero no quiero ni mirar la cuenta.
Lillie se rio. Ella tampoco quería verla, así que se centró en un paisaje mucho más esperanzador. Vio con lujo de detalle las intrincadas calles de ciudad Hau'oli, sus edificios y parques. Se planteó cuántas vidas habría viviendo en el lugar, cada una con una historia propia; con un pasado, presente y futuro distintos. Aquella gigantesca ciudad, de alguna manera, se las había arreglado para reunirlo con el hombre que ahora estaba ante él: el amor de su vida.
—Felicidades, Lillie —dijo entonces Ash, poniendo sobre la mesa una pequeña cajita que llamó la atención de la rubia.
—¿Y esto? —preguntó ella, curiosa y entretenida por igual.
—Un regalo, por volver a ser la número uno de tu generación —respondió, acercándole el obsequio.
Lillie sonrió y abrió la cajita. Se sorprendió al ver en el interior un par de aretes carmesí, muy parecidos a los que tenía su hermano. Vio a Ash, pero no pudo hablar antes que él.
—También… —Sujetó con firmeza sus manos— feliz cumpleaños, Lillie.
Se fijó en el reloj que colgaba en el centro de la estancia, notando que las manecillas marcaban la media noche. Volteó a ver a Ash y, sin mediar palabra, se inclinó un poco hacia el frente para darle un beso en los labios. Volvió a tomar asiento, apretando las manos de su pareja.
—Gracias, Ash. Por todo.
Ketchum negó.
—Gracias a ti, Lillie.
—¿Por qué?
—Por haber nacido.
La media noche del dieciocho de noviembre del 2015, Lillie Aether cumplía diecinueve años. No era la única, por supuesto, pero aquel momento y lugar era exclusivo para dos personas: ella y él. Ya luego celebrarían con todos sus seres queridos, pero por el momento se deleitarían únicamente con la compañía del otro.
—¡Feliz cumpleaños, Gladio y Lillie! —exclamaron todos con fuerza.
La residencia Aether-Ketchum había sido elegida como el punto de reunión para la fiesta que se estaba llevando a cabo. Como era un día miércoles, sus amigos de otras islas no habían podido asistir, pero eso no quería decir que hubiese poca gente. La lista de invitados incluía a los Sorba; los Mahalo; los Asutoro; Liam; Mohn; Wicke; Louis, el amigo de Gladio, y los amigos universitarios de Lillie.
Ante ellos había un gran pastel de vainilla, elegido especialmente para adaptarse al paladar de Gladio. Sobre él había pequeños montículos de crema batida y sobre cada uno había una fresa. Escrito con chocolate estaban los nombres de los hermanos Aether.
—¡Pidan un deseo, chicos! —dijo Mohn, apuntando hacia ellos con una cámara. La emoción era visible en su rostro, pues era la primera vez que podía celebrar el cumpleaños de sus hijos junto con ambos.
—¿Crees que podamos decirnos nuestros deseos? —le preguntó Lillie a Gladio con una sonrisita en el rostro.
—Intentémoslo —asintió el rubio, correspondiéndole el gesto.
Se acercaron al oído del otro antes de murmurar en voz baja.
—Que siempre seas feliz —dijeron al unísono. Retrocedieron, sorprendidos, antes de finalmente volver a sonreírse.
—¿Qué pidieron? —preguntó Rotom—. Dígannos.
—No seas tonto, Rotom. Si lo dicen, no se va a cumplir. —Ash negó con la cabeza ante lo que, para él, era una total carencia de sentido.
Gladio y Lillie entonces soplaron las dos velas que había sobre el pastel, que eran un dos y un cero: la edad intermedia entre ambos. El fuego se apagó por obra del aliento de los Aether, que voltearon a verse y se unieron en un estrecho abrazo ante el aplauso de todos los presentes. Cuando se separaron, Lillie se estaba limpiando una pequeña lágrima del rostro. Gladio le dio un beso en la frente mientras acariciaba su cabeza, haciéndola reír como una niña pequeña.
No tenías que ser un genio para notar el amor absurdo que había entre los hermanos Aether. Era infrecuente ver a unos hermanos capaces de profesarse tales niveles de cariño sin dudar o avergonzarse aunque fuese un poco. Cuando estaban juntos, Gladio parecía un padre orgulloso de ver hasta el más mínimo paso que su pequeña daba; Lillie, por su lado, parecía una niña que constantemente veía de reojo a su padre para saber si la estaba observando o no, deseosa de su aprobación. El trauma había unido a los hermanos Aether, pero el tiempo fue el encargado de solidificar esa relación.
Cortaron el pastel juntos, pero en lugar de hacerlo por la mitad prefirieron partir primero una rebanada que sirvieron en el plato de Lillie. La segunda, una más pequeña, fue para el plato de Gladio, y el resto se repartió entre los demás invitados. El cremoso y sutil gusto de la vainilla, acompañada de la ligera acidez de las fresas que había entre el pan, hizo de la cata una experiencia genuinamente deliciosa.
—Está delicioso, Gladio —dijo Burnet, cubriéndose la boca con una mano mientras seguía masticando.
—Tiene un gran sabor —asintió Kukui., quitándole el betún de la nariz a Lei—. ¿Dónde lo compraste?
—Una vecina mía tiene una repostería —respondió el rubio—. Supo que era nuestro cumpleaños y nos hizo el regalo.
—Los pasteles de Glory no fallan —dijo Lillie, sonrojada por el sabor del dulce.
Hau tuvo un déjà vú, pero no le dio importancia.
Le celebración avanzó sin problemas hasta que se hicieron las ocho de la noche. Ese fue el momento en el que los hermanos Aether se reunieron para abrir los regalos que les habían hecho.
La lista de regalos de Lillie era la siguiente: ropa por parte de Burnet, Selene, Wicke, Malvácea y los señores Asutoro; unos zapatos cortesía de todos sus amigos universitarios; una tableta del lado de Kukui; Louis le regaló un bolso; Liam y Gladio unas enciclopedias; Hau, Elio y Mohn le obsequiaron productos de cuidado para los Pokémon como jabones y cepillos. El último regalo fue un microscopio comprado por Ash, Rotom y Pikachu —éste solo por nombre—.
Los regalos de Gladio eran bastante menos variados, pues casi todo lo que le habían obsequiado tenía relación con el entrenamiento Pokémon y los viajes. Juguetes para sus compañeros; vitaminas y suplementos; una mochila nueva con compartimientos dentro de más compartimientos; unas deportivas y un estuche para medallas. Los regalos más sobresalientes fueron por parte de Ash, que le regaló varias MT's; de Hau, que le obsequió un Lizastal Z y el de Kukui, que le hizo entrega de un aparato muy parecido a un teléfono celular.
—¿Esto es…?
—Un nuevo prototipo que he estado desarrollando —explicó con una sonrisa—. Una Pokédex tan fácil de usar como un teléfono celular. Eso sí, debido a su diseño carece de algunas de las funciones que tiene la RotomDex. He pensado en llamarlo SmartRotom.
—¿SmartRotom? ¿Eso quiere decir que… puede albergar un Rotom en su interior? —preguntó, alzando ambas cejas.
—Sí, pero no podrá hacer la misma cantidad de cosas que nuestra Pokédex favorita —rio Kukui, viendo de reojo a RotomDex.
—Nadie puede igualarme, eso se sabe —dijo con orgullo.
Gladio se rio al igual que los demás presentes y, con cuidado, inició el dispositivo. Se sorprendió al ver que la interfaz era considerablemente superior al de su teléfono actual… aunque no sabía cuánto mérito tenía exactamente, considerando que lo había comprado con la idea de que se le terminaría rompiendo en unas pocas semanas. Le sonrió a Kukui.
—Gracias, profesor. Me encargaré de darle un buen uso.
—Esperaré ansioso tus comentarios, Gladio. ¡Cualquier optimización será una mejora para la ciencia!
—Oficialmente eres un beta tester —dijo Rotom, acercándose al dispositivo con curiosidad—. También mantenme informado; necesito saber sobre la competencia.
—Eso haré.
Conforme la noche pasaba, las personas comenzaban a esparcirse por la sala, creando grupitos de conversación con temas completamente variados. Mientras Lillie charlaba animadamente con los Sorba y los Mahalo, Gladio se había convertido en el centro de atención de un grupo. A su alrededor estaban los amigos universitarios de Lillie, todos ellos viéndolo con expresiones ligeramente nerviosas.
—P-por eso nos preguntábamos si podíamos tener un autógrafo —pidió Loo en voz considerablemente baja—. Ta-tal vez puede ser grosero, y está completamente bien si no quiere…
La imagen le causó gracia. Había oído hablar de ellos por parte de Lillie y sabían quién era quién simplemente por sus características. En ese momento Loo era como el representante de un grupo de niños temerosos, elegido únicamente porque era el que lucía más intimidante.
—Lillie me ha hablado mucho de ustedes, y por lo que sé, han cuidado bien de ella —dijo con una sonrisa amable—. Un autógrafo, una foto; lo que ustedes quieran está bien.
No dejaba de sorprenderle que un detalle tan pequeño como ese fuera capaz de iluminar el rostro de otras personas, casi como si fuera el nacimiento de un hijo o algo parecido. Lo rodearon con cuidado y fue Loo el encargado de tomar la selfi; luego se tomaron fotos individuales.
—Lillie también nos ha contado mucho de usted, señor —dijo Maley cuando terminaron de tomarse la foto.
—No hay necesidad del «señor». Gladio es suficiente —aseguró con serenidad, viendo al resto para hacerles saber que el mensaje iba para todos ellos.
Aquel gesto fue otro que amplió las sonrisas de los jóvenes universitarios.
—S-solo quiero decir que… —Maley carraspeó para recuperar la compostura—. Lillie te estima demasiado. Cada vez que habla de ti, los ojos le brillan y sonríe sin darse cuenta de que lo hace. E-en la entrevista antes de la final dijiste que querías hacerla sentir orgullosa… y yo creo que ella lo está desde hace mucho.
Volteó a ver a su hermana menor de reojo, conmoviéndose por la sonrisa tan genuina en su rostro. Comparaba a la Lillie actual con aquella que había visto mientras crecían, y la única semejanza que podía sacar era en el físico. Se giró de nuevo hacia los amigos de su hermana.
—Gracias. Maley, ¿verdad?
—¡S-sí! ¡Soy Maley! —exclamó con una sonrisa de oreja a oreja. Técnicamente era un apodo, pero era uno que solo sus amigos usaban… no tenía problema si quien se lo decía era el Campeón Plateado.
—Espero que sigan siendo amigos por mucho tiempo más. Lillie es una chica un poco tímida, pero cuando toma confianza se convierte en alguien que te cubrirá las espaldas sin importar el costo.
Los cinco chicos voltearon a verse y se rieron. Maa se rascó la nuca. Aquello sin duda era un déjà vú.
—Cuidaremos de ella, Gladio. ¡Jurado! —exclamó Bee con una sonrisa llena de convicción que Aether asoció con Ash.
—Como amigos y como rivales —asintió B.K.
—Algunos más capaces que otros —rio Loo, viendo a Maa de forma burlesca.
—Nadie se rio, grandote —refunfuñó Makana, rodando los ojos.
Gladio los escuchó reírse y él sonrió por inercia. ¿Rivales?... Sí. No había nada mejor para cultivar a una persona que la rivalidad. Un rival te impulsaba a crecer a pasos de gigante; obligaba a no dormirse en los laureles. Si los cinco frente a él podían ser eso para Lillie, entonces les estaría por siempre agradecido.
Siguieron charlando un poco más. Comentaron sobre la gran final, preguntaron temerosamente sobre sus planes a futuro y se reservaron algunas cuantas preguntas que no formularon por aparente nerviosismo. Se retiraron luego de un par de minutos, pues según ellos le estaban haciendo perder el tiempo. Antes de que siquiera pudiera girarse, sintió un golpecito en el antebrazo; Selene estaba a su lado.
—Hola, compañero —dijo con una sonrisita.
—Hola, compañera —respondió él al cabo de unos segundos, sonriéndole de vuelta.
—¿Te lo estás pasando bien? —preguntó curiosa, plantándose frente a él.
—Bastante. Poder comer pastel ya es ganancia.
Selene dejó salir una risita.
—Bien, me alegra escuchar eso. —Su mirada amable cambió por una mucho más proactiva y emocionada—. Y bueno, solo quería preguntar… ¿tenemos fecha estimada para partir?
Gladio alzó ambas cejas, sorprendido por una pregunta que ciertamente era razonable. Volteó a ver de reojo a su padre y se llevó una mano al mentón.
—Papá dijo que quería ir una vez que Lillie saliera de vacaciones, por lo que se irían… el 28 de noviembre y regresarían… ¿el siete de diciembre? —calculó, frunciendo levemente el ceño.
Selene siseó, rascándose la cabeza.
—Ya que estamos, creo que sería mejor quedarnos durante las fiestas, ¿no?
Él asintió.
—Estaba pensando lo mismo. Podríamos partir durante la primera semana de enero —respondió, cruzándose de brazos.
Selene rio cual niña pequeña.
—¡Bien! Podremos entrenar contigo y con el jefe hasta que el día llegue. ¡Eso era todo! ¡Te veo luego! —Agitó una mano, alejándose del lugar para acercarse a donde estaban Elio y Liam.
Gladio se sintió… ligeramente vacío. Podía sentir una distancia entre él y Selene que había nacido a partir de lo de la otra ocasión, pero también sentía como ambos trabajaban con todo su ser para repararlo. Ya había pasado un mes, por lo que las cosas tarde o temprano volverían a la normalidad. Esperaba que fuera lo más pronto posible.
—Te veo conflictuado, Gladio.
—Louis… Disculpa por dejarte desatendido —le dijo a su viejo amigo—. Espero que te estés divirtiendo.
—¿Bromeas? ¿En qué otro lugar podría hablar con los héroes más legendarios que el mundo ha conocido? —preguntó risueño.
Gladio se rio ante el comentario.
—En ese caso me quedo tranquilo —dijo, cruzándose de brazos. Alzó las cejas al ver la forma tan fija en la que Louis lo miraba, por lo que se preocupó un poco—. ¿Pasa algo?
—No —Negó con la cabeza— es solo que… has crecido mucho, Gladio. Ya no eres aquel muchachito de quince años.
—Tú tampoco te has hecho más joven, amigo. ¿24 ya? —preguntó, haciendo reír al hombre.
—Estoy en la flor de la vida —respondió burlón—. Ya lo entenderás cuando crezcas un poco más.
Ambos soltaron una carcajada.
Tal vez era así. Era joven, por lo que había muchas cosas de las que seguramente todavía no sabía. En unos cuantos años, ¿qué cosas nuevas averiguaría? ¿Cómo cambiaría su vida? No lo sabía, pero se sentía ansioso por averiguarlo.
Casi suspiró, pero no lo hizo para no alertar a Louis. Louis y él sabían que aquel día no era únicamente su cumpleaños y el de Lillie, sino que también era el aniversario luctuoso de Amapola. Cinco años habían pasado desde aquel día y, con cada día que pasaba, la herida parecía sanar un poco más. Sabía que, si ella estaba viéndolo, seguramente estaría sonriendo; eso era lo que siempre había querido para él y por fin, tras tanto tiempo, podía verlo.
La fiesta había terminado y era hora de regresar a casa. Se despidieron en la entrada de la residencia, cada uno con grandes sonrisas en el rostro. Gladio esperaba a unos pocos metros de la casa, esperando a que Mohn terminara de despedirse de Lillie para finalmente poder irse. Alguien aprovechó ese momento para acercársele.
—Espero que hayas disfrutado del día, Gladio —dijo Wicke con una sonrisa—. Un día tan especial como este es, obviamente, especial.
—Fue divertido —asintió Aether—. ¿Tú te lo pasaste bien?
—Por supuesto —respondió con una sonrisa cortés—. Aunque me habría gustado hablar un poco más contigo.
Sonrió, apenado.
—Lo siento, creo que mi atención estuvo demasiado dispersa durante toda la velada —dijo, moviendo levemente la cabeza en señal de disculpas.
—Oh, pero estoy segura de que podríamos remediarlo —dijo ella, llamando su atención—. Verás… Me estoy hospedando en un hotel a unas manzanas de tu casa. Si quieres, podríamos ir y discutir sobre algunos asuntos. Podríamos hablar sobre el estado actual de la Fundación, obviamente, si tú quieres.
Gladio sabía lo que implicaban las palabras de Wicke y, por un momento, se sintió tremendamente tentado. Los últimos días habían sido tan confusos que lo único que quería era refugiarse en la calidez de otra persona para aclarar las ideas. Sabía que con Wicke, todo era sin compromiso, por lo que sería el desahogo perfecto tanto para él como para ella. Abrió la boca, tal vez con la intención de aceptar la invitación, pero no pudo hacerlo.
¡Es solo que… me gustas mucho, Gladio!
No supo por qué, pero la imagen de Selene y sus lágrimas llegaron a su cerebro solo para irse con la misma rapidez. Frunció los labios antes de dejar salir un pequeño suspiro. Vio a Wicke con amabilidad.
—Lo siento —dijo de la mejor forma posible—. Será otro día, Wicke.
Los párpados de la Directora de sucursal cayeron levemente, pero fue solo por un segundo. Vio a Gladio con una sonrisa comprensiva.
—Está bien, Gladio. Pero en serio, sería lindo ir a comer un día de estos. Hay algunas cosas de las que me gustaría hablar contigo y con Lillie.
—Eso me encantaría —dijo con total sinceridad.
Wicke entonces se paró de puntillas y, con cuidado, le dio un beso en la mejilla. Se apartó de él con una sonrisita que él correspondió y luego agitó la mano.
—Nos vemos, Gladio.
—Hasta pronto, Wicke.
En algún otro momento y lugar, si las cosas hubieran sido diferentes, ellos pudieron haber estado juntos de otra manera. Sin embargo, las personas que eran ya no existían. El amor que alguna vez había sentido por ella seguía siendo un recuerdo preciado en su corazón y por siempre atesoraría el haber compartido lecho con ella… pero no había romance en su relación. Sentía que, si a futuro querían seguir llevándose bien, debían de mantener lo que alguna vez había sido enterrado bajo capas y capas de tierra.
Era lo mejor.
Se retorció entre sueños, intranquila. ¿Cuántas veces había tenido esa pesadilla recurrente? Lo único que sabía era que, aparte de ese sueño, todo lo demás era una oscuridad absoluta. Sí, de vez en cuando escuchaba voces lejanas que trataban de hablarle y en ocasiones sentía calidez en sus manos o rostro, una tan tierna y humana que sentía que no la merecía… pero solo eso. El resto era aquella pesadilla.
Cada centímetro de su cuerpo era recorrido por babosos tentáculos, que la recubrían en una ponzoña ácida y corrosiva. La sensación era tan agónica que deseaba que sus brazos se movieran para así poder arrancarse la piel. Quería patalear, berrear y gimotear, pero ni sus ojos producían lágrimas ni su garganta emitía el menor ruido. Era prisionera de su propia carne; víctima de un ser que insistía en arruinar su vida aun después de muerta.
Recordaba el amor que alguna vez lo había profesado, incluso si solo era como una espectadora de sus nefatas acciones. La devoción y sacrificio que le había retirado a quienes de verdad la necesitaban se lo había dedicado a un asqueroso parásito al que odiaba más con cada día que pasaba. ¿Lo peor de todo? Aun, en lo profundo de su ser, anhelaba escuchar de nuevo su voz.
«Eres la mejor».
«El mundo es tuyo».
«Nadie te comprende como yo».
«Estás haciendo lo correcto».
«Ellos no lo entienden».
«Solo me necesitas a mí».
«Te amo más de lo que nadie más lo hace».
Cállate, quería gritarle. Eran esas dulces palabras susurradas en su oído las que habían hecho que el mundo entero la repudiara. Su control e influencia la había hecho traicionar a su propia especie en favor de un lord nefasto. Había sido la peona de un peón; había abandonado lo que más amaba en el mundo porque aquel ser repugnante decidió, en su egoísmo y devoción, usarla como una herramienta para su beneficio. El control de su propio ser le había sido arrebatado por aquellos tentáculos que podía sentir retorciéndose en su cerebro, inyectándole un veneno que esclavizó su voluntad.
«Ayúdanos».
«Te recompensaremos».
«Eres la única digna».
«Camina junto a nosotros».
«Adóralo».
«Ellos no importan. Míranos a nosotros».
«Ámanos».
Su boca no podía moverse, pero sintió sus labios fruncirse con ira. ¿Cómo podía desearle la muerte a quién ya había muerto? ¿Rezaba? ¿Rezaba porque su alma fuera presa de un tormento interminable? ¿Debía simplemente conformarse con la idea de que jamás encontraría descanso por lo que le había hecho? No lo sabía, pues eran pensamientos demasiado complejos para la única idea que quería expresar. Hizo fuerza en las cuerdas vocales y entonces, gritó:
—¡CÁLLATE!
Sus ojos se abrieron de golpe y su espalda se irguió. Parpadeó, desconcertada, viendo su entorno. No era la primera vez que estaba entre esas cuatro paredes, ni debajo de ese techo o encima de esa cama. Su cerebro tenía recuerdos de aquella habitación y de los aparatos que se encontraban a su lado. ¿Pero de dónde?... Aunque el cuarto lo había visto antes, estaba segura de que no era exactamente igual. Había diferencias sutiles pero perceptibles, como la manta que la cubría o la bata que cubría su desnudez. La luna que se asomaba por su ventana también era nueva, pues ella recordaba claramente el brillante sol. Sintió su garganta seca y, entonces, escuchó un lamento. Vio al pie de la cama y ahí se encontró a un conmocionado Absol. Cuando sus esmeraldas se encontraron con los rubíes del Pokémon, todo volvió a su mente.
Las manos le temblaron incontrolablemente por la debilidad y la emoción. Se cubrió el rostro, palpando las incesantes lágrimas que formaban cascadas en sus mejillas. Finalmente, tras tanto tiempo encerrada en su propia mente, había despertado… y solo quería hacer una cosa.
Quería verlos.
Apretó los ojos con fuerza, molesta por el vibrante ruido de su teléfono. Le dolía todo el cuerpo y sentía que apenas había dormido, por lo que estuvo muy tentada a apagar el dispositivo pero no lo hizo. Ash, a su lado, también se despertó de mala gana por el tono de llamada.
—¿Quién es?... —preguntó con voz rasposa y los ojos casi completamente cerrados.
Ni ella misma lo sabía. Tomó su teléfono de la mesita de noche que tenía en su lado de la cama y leyó el nombre que aparecía en la pantalla principal. ¿Wicke? Se sintió más despierta, pues ella nunca la llamaba a no ser que fuera una emergencia relacionada con la Fundación Aether. Tomó la llamada y se llevó el teléfono a la oreja.
—¿Buen…?
—L-Lillie… Lillie, ella…
La voz frenética y temblorosa de Wicke hizo que el sueño abandonara por completo a Lillie. Se irguió, permitiendo que la sábana cayera hacia sus muslos y frunció levemente el ceño. Ash notó su seriedad, pues él también se levantó con una mirada inquisitiva en el rostro.
—¿Qué sucede, Wicke? ¿Está todo bien? I-intenta calmarte, ¿sí?
Escuchó su agitada respiración a través de la línea. Pasaron unos segundos hasta que se relajó lo suficiente como para poder articular una oración. Solo entonces lo dijo.
Lillie abrió los ojos con fuerza y, lentamente, volteó a ver a Ash. Ketchum pudo ver que algo no iba bien en cuanto el labio inferior de la rubia comenzó a temblar. Estuvo a punto de preguntarle qué ocurría, pero ella se le adelantó.
—Mamá… despertó…
La sorpresa demostró ser una emoción contagiosa.
En la puerta principal del Hospital General de Hau'oli se veían cuatro personas acompañadas por dos Pokémon. Burnet y Kukui, acompañados por su hijo, fueron los últimos en llegar. Bajaron del automóvil con prisa, Kukui sosteniendo a Leí para que Burnet pudiera correr hacia Lillie y Gladio.
La profesora vio los gestos conflictuados de ambos rubios, pero supo que ellos no eran los únicos que tenían sentimientos encontrados en ese momento. Centró su mirada en Mohn, que tenía un rostro de desconcierto. Lo primero que hizo fue preguntarse cómo reaccionaría Lusamine al ver qué Mohn estaba vivo… y que la recordaba.
—Pase lo que pase, saben que estamos aquí para ustedes —dijo, sosteniendo las manos de los hermanos Aether y viendo a Mohn a los ojos—. Para los tres.
—G-gracias, profesora… —murmuró Lillie, su mentón gacho.
Ash tomó la mano que su pareja tenía libre y la apretó firme pero gentilmente. Lillie le asintió con cierta aflicción.
—Hay que entrar —dijo Kukui, siendo la voz de la razón. De entre todos, era claro que él era el más compuesto—. Ella… debe de querer verlos.
—Sí —asintió Gladio, dándose la vuelta hacia la entrada—. Vamos.
Llegaron a la recepción y pidieron verla. El personal los reconoció de inmediato, por lo que los guiaron sin hacer preguntas. Mientras caminaban silenciosamente a través de los pasillos del hospital, ninguno pudo evitar sentir que toda la atención estaba centrada en Mohn. En esa situación, ¿qué era lo correcto? No sabían si el estado de Lusamine le permitiría soportar un impacto semejante. Por eso, cuando subieron al ascensor, Kukui fue el que hizo la pregunta.
—Disculpe, doctor, ¿cuántas personas pueden entrar a verla? —interrogó, dándole voz a quienes no la habían encontrado.
El médico se vio ligeramente conflictuado, pero respondió más bien rápido.
—Sería preferible que por el momento ingresarán únicamente los hijos y el marido.
Vieron de reojo a Mohn, cuyo gesto decía claramente: «Cierto, yo soy el marido». Kukui asintió con sosiego y, al cabo de unos segundos, bajaron del elevador en el piso correspondiente. No vieron a Wicke esperándolos afuera como la otra vez, sino que el doctor tuvo que tocar la puerta para que ella saliera. La Directora de sucursal tenía los ojos rojos y, al ver al resto de los Aether, lágrimas volvieron a brotar. Los abrazó a los tres y ellos le correspondieron el abrazo.
—Wicke —llamó finalmente Gladio—, ¿ella…? ¿Ella sabe que…?
Ally negó con la cabeza y con ese gesto se lo dijo todo. Los hermanos Aether lucieron expresiones dunitativas antes de girarse hacia su padre.
—Yo… creo que sería mejor sí… —Lillie no encontró la forma de decirlo.
—Sería mejor que entráramos primero para allanar el terreno —dijo Gladio con firmeza.
Y aunque nadie más lo dijo, sabían que ese seguramente sería el mejor plan de acción. Mohn, en completo silencio, aceptó la propuesta de sus hijos. Retrocedió un par de pasos y tomó asiento en las sillas que estaban pegadas a la pared. El nerviosismo de su rostro era tan notable como la estrella polar en el cielo nocturno.
—Si pasa algo, lo que sea…
—Lo sabemos, Ash. —Lillie sujetó a su novio por los antebrazos—. Ambos te lo agradecemos.
Ketchum asintió antes de darle un beso a Lillie en la frente. Se notaba preocupado, pero sabía que era necesario. Aether lo dejó ir.
—Suerte.
—Pikachu…
Tras oír las palabras de Rotom y Pikachu, abrieron la puerta. Sintieron un inmediato déjà vú al verla sobre aquella cama, pero esta vez no estaba sentada, sino que estaba recostada. Era normal, pensaron, pues había estado en coma por casi dos años. Gladio cerró la puerta detrás de él y fue el pequeño golpe el que terminó por llamar la atención de aquella mujer. Los hermanos sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos al ver cómo el pálido rostro que tantas veces habían visto por fin les devolvía la mirada. Los ojos de Lusamine, que acariciaba sosegadamente a Absol, se llenaron de lágrimas al instante.
—Había… preparado tantas cosas para decirles en cuanto los viera… —murmuró, sus labios temblando—. Pero creo… que no hay nada más importante que esto: Feliz cumpleaños, Gladio; Lillie…
Entrecerraron los ojos, visiblemente conflictuados, antes de avanzar hacia ella. Se plantaron frente a su cama y entonces Lillie sujetó su mano. La sorpresa en el rostro de Lusamine comunicó muchas cosas, la enorme mayoría positivas.
—Lillie…
—Han pasado… muchas cosas en el tiempo que estuviste en coma —habló Gladio con cierta dificultad—. Matamos a Necrozma; la Unidad Ultra se alió con Alola; Ash es Campeón de Alola y Hau es Kahuna de Melemele…
Lusamine procesó todo lo dicho, pues todos eran sucesos en extremo importantes. Se principalmente en la muerte de Necrozma, misma que Wicke ya le había comentado de pasada. Quiso preguntar por más detalles, pero Gladio volvió a hablar.
—La Unidad Ultra… ellos no tenían forma de sacarte del coma porque no han sido capaces de desarrollar una cura para el veneno de Nihilego —Sus cejas temblaron al igual que su mano izquierda—, pero sí pruebas para determinar cuándo alguien está bajo el control de uno…
Lusamine entreabrió la boca.
—Entonces…
—Sí, te hicieron pruebas, muchas veces —Lillie por fin habló, sus ojos llenándose de lágrimas—, y todas salieron positivas… Determinaron la fecha exacta de tu contagio y… coincide…
Los ojos de Lusamine se abrieron como platos. Por su estado casi daba la ilusión de que en cualquier momento sus globos oculares saldrían disparados fuera de sus cuencas.
—Sabemos que hiciste lo que hiciste por culpa de él. —Gladio abrió la boca, pero la volvió a cerrar.
Luchó con todas sus fuerzas para borrar el recuerdo de aquella mujer de su memoria. Quién tanto daño le había hecho ya hacía tiempo había muerto y, ante él, estaba quien siempre debió haber sido. Se esmeró por recuperar aquellas viejas memorias que parecían pertenecer a una vida diferente; por recobrar aquello que alguna vez esa mujer le hizo sentir… y entonces abrió la boca.
—Te creemos, mamá.
El cuerpo de Lusamine comenzó a temblar y sus ojos liberaron lágrimas a borbotones. Rompió en un llanto desgarrador, tan fuerte que el doctor abrió la puerta para ver qué sucedía; se retiró cuando vio que la paciente sujetaba con desesperación las manos de sus hijos. Al verla en aquel estado, los hermanos Aether no sintieron más que una profunda tristeza y empatía. Aunque aquel era el rostro que los había perseguido en sus pesadillas, quién estaba detrás de él era, tras tanto tiempo, la persona real. Recordaron la sonrisa cálida, las palabras de amor, los abrazos, las caricias, los cuentos antes de dormir, las cenas en familia, el consuelo… Durante la mayor parte de sus vidas se habían visto como las únicas víctimas de Nihilego, pero sabían que la que más había sufrido por sus acciones, y que todavía lo hacía, era Lusamine. Aquella mujer cariñosa, llena de bondad y amor, había visto con total impotencia como su vida era destruida pedazo a pedazo. Fue por ello que Lillie rompió en llanto y Gladio apretó los ojos con frustración e impotencia. La madre que tanto habían adorado cuando niños por fin estaba de regreso, casi como si hubiese vuelto de entre los muertos.
El llanto de Lusamine no parecía querer cesar, pero nada era eterno. Cuando el sol comenzó a salir por el horizonte, las lágrimas empezaron a dejar de salir y su agitada respiración a acompasarse. Cómo el de Lusamine, el rostro de Lillie estaba levemente hinchado y enrojecido. Todavía podían escucharse los sollozos de ambas.
—Ustedes… ¿me creen? ¿De verdad… me creen? —preguntó Lusamine, todavía perpleja.
—Te creemos —asintió Gladio—. Fue… difícil al principio. Todo lo que Nihilego nos hizo a través de tu cuerpo; el trauma… fue difícil ver más allá de eso. Olvidarlo; perdonarlo…
—P-pero… nos dimos cuenta de que tú no tenías la culpa… Como nosotros, fuiste herida por él. —Lillie apretó ligeramente sus manos—. Tú… no eres eso. No eres él. Eres Lusamine Aether… eres nuestra madre.
El gesto de Lusamine se descompuso y pareció querer romper en llanto una vez más. Volteó a ver a Gladio y sintió su corazón llenarse de un regocijo enorme cuando lo vio asentir.
—Mis niños… —gimoteó, volviendo a llorar—. Oh, mis niños… Lo siento tanto… lamento haber sido tan débil; no pelear lo suficiente… Fue mi culpa… debí oponerme más… debí…
—No fue tu culpa —dijo Gladio, acariciándole la palma—. No hay forma de que haya sido tu culpa. Nihilego… se aprovechó de ti; forzó su voluntad sobre la tuya y… se apoderó de ti.
—G-Gladio tiene razón —asintió Lillie, sorbiendo por la nariz—. Estabas desesperada; retorció y manipuló a su gusto tu cerebro aprovechándose de eso. No tenías control de tus acciones.
—Pero… yo… —Su rostro se deformó por el llanto que trataba de contener desesperadamente.
—Está bien. —Gladio la miró fijamente a los ojos—. Ya todo está bien, mamá.
Volver a escuchar a Gladio llamarla así la hizo sentirse tan feliz que no podía concebir la idea de que siguiera viva. Después de todo el daño que Nihilego había hecho usando su cuerpo, creyó que nunca más volvería a verlo, mucho menos a poder hablar con él. Vio a Lillie y la gentileza con la que la miraba la hizo sentirse como una pequeña desamparada que por fin ha recibido comfort. Por mucho tiempo los había visto a través de ojos ajenos, pero hoy por fin…
—Mi Litten… mi princesa… —Puso sus palmas sobre las mejillas de ambos—. Están tan grandes… tan guapos…
—En cambio tú no has envejecido ni un día, mamá. —Lillie trató de reírse, pero los sollozos de su garganta no le facilitaron la labor.
—Hay… muchas cosas de las que debemos ponernos al corriente. —Gladio sonrió—. Espero que tengamos tiempo.
—No hay nada en el mundo que quiera más que eso —aseguró Lusamine, ofreciéndole su mejor sonrisa.
Pero Lillie y Gladio no estaban del todo seguros. Intercambiaron una mirada que Lusamine pareció no notar. Lillie se armó de valor para ser la primera en hablar.
—M-mamá… Hay algo que debemos de decirte… —dijo con la boca fruncida.
Lusamine inmediatamente pensó lo peor.
—Supongo… que no estoy muy bien de salud, ¿cierto?... —murmuró notablemente abatida. Era como si tuviera el miedo de volver a caer en coma una vez más.
—No es eso —respondió Gladio, negando con la cabeza—. Esto es… tan importante como inesperado. Queremos que mantengas la calma lo más que puedas y que… mantengas las esperanzas bajas, ¿de acuerdo?
—¿Qué es?... M-me… están poniendo algo nerviosa —dijo, intentando reir.
Pero Gladio no le respondió. En su lugar caminó hacia la puerta. Lillie se quedó a su lado, viendo expectantemente el andar de su hermano. Lusamine intentó ver lo mejor posible, confundida por lo que estaba pasando.
—Pasa —dijo Gladio, hablándole a alguien que se encontraba en el exterior del cuarto.
¿Qué era? ¿Acaso… Ash había empeorado por las heridas inflingidas por aquella batalla? ¿Tal vez…? ¿Faba?... Se le heló la sangre al pensar en volver a ver a aquel hombre, pues no sabía lo que le haría. No fue ninguna de esas cosas. Sintió el alma caersele a los pies y su mente cortocircuitar cuando, por el umbral, pasó un hombre al que había visto por última vez hacía más de diez años. Sus ojos se ensancharon y la mandíbula le colgó, inerte por la conmoción.
—¿Mo… hn? —Trató de levantarse pero Lillie no se lo permitió—. No… estoy soñando… Lo… lo sabía… Esto era demasiado bueno… —Sus ojos se llenaron de un pánico incontrolable y, con la respiración agitada, se llevó las manos a la cabeza—. Sigo en coma… todo esto es solo… No, no, por favor… ¡Oh, Arceus, no! ¡A-ALGUIEN…!
—¡Tranquilízate, mamá! —gritó Lillie, sujetándola con cuidado por los hombres—. ¡Es papá! ¡De verdad es él!
—No… ¡No, no!... ¡NO, NO, NO! ¡Mohn… MOHN ESTÁ…!
—Justo aquí.
Escuchar su voz fue como oír el repiqueteo de una campana. Un sonido capaz de evocar los recuerdos más lejanos y de calmar el espíritu. No la había olvidado, ¿cómo podría? Aquella voz era, sin lugar a dudas, la de su marido fallecido… pero precisamente le costó tanto creerlo: porque él había muerto. Vio con absoluta incredulidad como aquel hombre se acercaba a su cama con pasó lento y expresión afligida.
—Pero… ¿cómo?...
—Te debo explicaciones, Lusamine. —Mohn tomó un suspiro—. Pero… no sé si lo que voy a decir te gustará…
Lusamine estaba tan perpleja que no pudo articular palabra. Parecía estar embelesada por la imagen y voz de Mohn, pues en su mente nada de eso se sentía real. Lo único que pudo hacer fue verlo con los ojos como platos. Su cerebro era incapaz de procesar lo que estaba sucediendo y lo que Mohn dijo solo añadió más peso a su carga.
—Querrás saber dónde estuve todos estos años y la respuesta es… muy compleja —dijo con pesar en el rostro—. Cuando fui absorbido por el Ultraumbral, éste me teletransportó a un pequeño archipiélago al noreste de Akala. Y… —Tomó aliento, pero también valor— yo olvidé todo. Olvidé mi nombre, mi edad, mi lugar de nacimiento… y los olvidé a todos ustedes.
El desconcierto en los ojos de Lusamine incrementó, pero a ellos se añadieron dos nuevas emociones: miedo y esperanza. El shock, sin embargo, no le permitió expresar nada de eso. Parecía demasiado concentrada pensando en las implicaciones de las palabras de Mohn… demasiado ocupada viéndolo.
—Durante la guerra contra Necrozma, mientras los Ultraentes atacaban mi archipiélago… yo recordé a Gladio. —Volteó a ver a su hijo no solo para señalar su punto, sino para buscar apoyo emocional en ese momento. Gladio se lo dio al ponerle una mano en el hombro—. Pero… solo eso. Solo pude recordar a Gladio. Ni a mis padres, ni a Lillie… —Esta vez miró a su hija, que le asintió con la cabeza— ni a ti, Lusamine.
La esperanza se convirtió en desconsuelo y el miedo en horror. Su rostro se deformó en una expresión desoladora. Una vez más las lágrimas brotaron por sus ya irritadas mejillas, goteando sobre la manta que cubría su cuerpo. Mohn se arrodilló frente a ella, tomándola gentilmente de las manos.
—Lo siento, Lusamine… No soy el hombre que recuerdas; ni al que buscaste por tanto tiempo… Yo… ni siquiera sé quién soy —murmuró, los párpados caídos por el desasosiego—. Cuando recuperé los recuerdos relacionados con Gladio, me sentí como un intruso en mi propio cuerpo… como si fuera un usurpador y hubiera tomado la vida de alguien más. Nuestros hijos me contaron todo lo que hiciste por encontrarme, pero yo… no sé si pueda darte lo que quieres… no sé si sea el hombre que buscabas…
Sintió pavor al verla soltar sus manos y éste creció cuando Lusamine las dirigió hacia su rostro. Quiso cerrar los ojos, pero se obligó a sí mismo a aceptar cualquier consecuencia con el mentón en alto. Recibiría cualquier castigo por los actos de su yo pasado… pero no hubo castigo. En su lugar, Lusamine tomó su rostro entre ambas manos y lo observó detenidamente.
—No lo entiendo… —murmuró Lusamine con voz trémula—. No entiendo nada de esto… pero… —Hizo el mayor esfuerzo posible por sonreír, lo que rompió el corazón de los demás rubios— estás vivo, Mohn… ¡Estás…! ¡Estás vivo!... ¡Oh, Arceus…!
Solo entonces la felicidad llegó. Comenzó a palparle la cara a Mohn, como si quisiera convencerse de una vez por todas que lo que había ante ella era real y, mientras lo hacía, rompió en un llanto que sacudió el alma de los demás presentes.
—¡Arceus, gracias!... ¡Gracias, Arceus! ¡Gracias, gracias, gracias! —repitió constantemente entre balbuceos, cada lágrima derramada siendo un agradecimiento dado desde el fondo del corazón.
Lillie se apartó un poco para darles espacio a sus padres y, apenas se puso de pie, rompió en llanto. Abrazó con fuerza a Gladio, que no dudó en envolverla con sus brazos. El primogénito era el que recordaba las cenas familiares; los juegos conjuntos; las risas y la hora del cuento. Fue al ver a sus padres reunidos una vez más que su corazón se desbordó. Abrazó a Lillie, pero no para consolarla, sino para buscar consuelo en ella… y se quebró. Ambos lloraron a moco tendido, conscientes de que la vida acababa de cambiar para ellos… y de que había sido para bien.
Había, en la cabeza de Mohn, muchas líneas de pensamiento que no podía seguir. La mujer frente a él… ¿ella de verdad se había casado con él? ¿Una mujer tan bondadosa y bella? ¿Cómo? ¿Por qué? Aunque supo que la noticia la había desgarrado, en ella solamente podía ver un regocijo inconmensurable ocasionado por el simple hecho de que… él estaba vivo. La vio, vio a sus hijos y se vio a él. Era su culpa… todo lo que había sucedido era su culpa. Rompió en llanto mientras sujetaba las manos de Lusamine.
—Lo siento… Si no hubiera hecho aquella prueba, nada de esto habría pasado… Pude… pude haberles ahorrado todos estos años de sufrimiento, a ti y a nuestros hijos —dijo, inconsolable—. Yo lo sé… sé que ninguna disculpa reparará el daño que le hice a la familia… pero necesito que sepas… por favor, necesito que sepas que lo siento muchísimo. No puedo… no puedo empezar a decir cuánto me arrepiento… Lo lamento tanto, Lusamine, fue mi culpa… todo esto fue mi culpa…
Ella lo abrazó y él, por puro reflejo, también lo hizo. Posiblemente él ya no era la persona a la que Lusamine había amado y, salvo lo que le habían contado, él no la conocía a ella… pero en ese momento y lugar, se sentía como lo correcto por hacer. Las cosas solo mejoraron cuando al abrazo se integraron sus hijos, aquellos que habían pagado por el simple hecho de haber nacido… quienes los habían perdonado pese a sus errores.
La mañana del diecinueve de noviembre del 2015, la familia Aether, rota en el 2002, volvió a reunirse.
—¿Faba… está muerto?
El rostro de Lusamine mostraba su desconcierto. Esa era una noticia que no esperaba recibir junto a todo el contexto que venía tras él. Sabía que el príncipe Hal había desaparecido muchos años atrás en circunstancias misteriosas, pero nunca se habría imaginado que Faba era cómplice directo del hecho.
Mohn solo había escuchado de Faba por parte de sus hijos, de Wicke y Hobbes. Según lo que le habían dicho, antaño Faba había sido su subordinado más leal y estaba obsesionado con replicar lo que él había conseguido; fue eso mismo lo que puso en peligro la vida de Lillie. Nunca lo perdonaría, ni aun estando muerto.
—Podrías definirlo como justicia poética —dijo Gladio, sentando en un taburete al igual que su padre y hermana—. Desafortunadamente su muerte… Hau ha tenido que lidiar con ello.
—Hau… —repitió Lusamine—. Cuando lo vi era un muchachito… ¿de verdad es el Kahuna de Melemele?
—Desde hace casi un mes, sí —respondió Lillie. Buscó una imagen en su teléfono y se la mostró a su mamá—. Así se ve ahora.
La fotografía era una grupal. En ella estaban los miembros del equipo S&M al completo. Lusamine vio fijamente a Hau, dándose cuenta de que su rostro ya no era el de un adolescente, sino el de un hombre. Vio fijamente al resto de personas en la foto, reconociendo únicamente a Hapu y Ash. Hubo algo en éste último que llamó la atención de Lusamine y era la forma en la que Lillie lo sujetaba del brazo. Volteó a ver a su hija con las cejas levemente alzadas.
—Nosotros… —El rostro de Lusamine se iluminó al voltear a ver a Mohn, que sonreía levemente—. Bueno, creo que sería mejor si Lillie te lo dijera.
Con un leve sonrojo en el rostro y una sonrisa de oreja a oreja, Lillie hizo el símbolo de paz.
—Tengo novio.
Lusamine abrió la boca, sorprendida. La conmoción se convirtió en felicidad cuando su mente recordó aquella feroz batalla. No podría olvidar, ni aunque lo quisiera, el fervor con el que Ash Ketchum había defendido a sus hijos, a Lillie, de las palabras de Nihilego. Recordó también la última vez que se habían visto; la forma en la que había sido un apoyo para Lillie y Gladio. Quiso expresar su alegría, pero no lo consiguió. Lo único que pudo sentir fue una profunda sensación de vacío, pues sabía que se había perdido una etapa vital en el desarrollo de sus hijos. Nunca podría tener lo que muchas otras madres habían tenido. Debieron notar su tristeza, pues Lillie la llamó.
—Mamá… —murmuró la menor, afligida.
«Mamá»… La estaba llamando «mamá» con tanta naturalidad… Las cosas nunca habían sido normales para su familia, pero eso no quería decir que no pudieran empezar de nuevo. Aun había muchas cosas; demasiado en la vida de sus niños que no quería ni pensar en perderse. Los logros personales; las bodas; los nietos… Tal vez… con suerte… ella y Mohn podrían volver a conocerse. Su familia estaba ahí. Toda.
—Lo siento, Lillie —dijo, alejando los sentimientos negativos y abrazando con fuerza la positividad de su alma—. Yo… estoy genuinamente feliz por ti. La vida no ha sido fácil para ninguno de nosotros… pero confío en que tu camino se volverá un poco más sencillo con alguien de confianza a tu lado. Lo sé por experiencia.
—Gracias, mamá. —Lillie le sonrió, tomándola de las manos—. A mí… me gustaría presentártelo formalmente. A él y a muchas otras personas que me ayudaron y cambiaron mi vida.
—Iré a buscarlos —dijo Gladio, poniéndose de pie—. Al menos podríamos informarles que todo está bien.
Mohn también se puso de pie.
—Quédate con tu madre, Lillie —le pidió—. Le diremos a los profesores y Ash que entren. —Vio a Lusamine, sonriéndole—. Volveremos. Yo… todavía tengo mucho de lo que quiero hablar.
Lusamine le devolvió la sonrisa, la suya enternecida. Todavía, por más que quisiera, no podía evitar ver a su esposo que había vuelto de entre los muertos. Sabía que Mohn seguramente había cambiado mucho por la pérdida de memoria, pero… ¿quién podía culparla?
Gladio y Mohn salieron de la habitación. Al cabo de un minuto la puerta volvió a abrirse, entrando tres caras conocidas para Lusamine; dos de ellas únicamente mediante los ojos de Nihilego. Eran Burnet, Kukui y Ash. Los tres la vieron con cierto desconcierto, pero avanzaron hacia la cama.
—Burnet, Kukui… —murmuró, sorprendida por verlos ahí.
Los Sorba se notaron inmediatamente sorprendidos. Intercambiaron una mirada antes de volver a verla.
—¿Nos… recuerdas?... —preguntó Burnet.
—Sí. Recuerdo que éramos socias y… recuerdo haber intercambiado correos con Kukui en más de una ocasión —dijo, haciendo memoria—. Lo siento… Aquella persona que conocieron… no podría decir realmente que era yo. Aunque lo recuerdo todo, no… yo no participé en ninguna de esas interacciones.
—Lo sabemos —asintió Kukui—. Era Nihilego hablando a través de ti.
Lusamine asintió débilmente. Sentía que usaba ese hecho como excusa universal, y aunque era verdad, no podía evitar sentir que ella también había tenido la culpa. No quiso pensar en ello, por lo que volteó a ver a la tercera persona.
—Ash.
Ketchum vio a Lillie y ella le sonrió. Se acercó a su novia antes de abrir la boca.
—Yo… le debo una disculpa… —murmuró, apenado—. Aquella vez en el mundo de Nihilego… debí haber tenido más cuidado… Y lamento lo que le dije la última vez que nos vimos. Debió… debió haberlo pasado muy mal…
Perpleja era la palabra adecuada para describir su sentir en ese momento. Vio el gesto de cachorro regañado en el rostro de Ash, por lo que sonrió al cabo de un rato.
—Qué niño tan bueno —dijo, riendo levemente—. Soy yo quien debería disculparse, Ash. Y… darte las gracias. Por todo lo que has hecho por mis hijos.
Ketchum negó.
—Lillie y Gladio son mi familia —respondió gentil pero firmemente—. No hay nada que agradecer.
—Precisamente por eso es que hay más motivos por los que darte las gracias —aseguró Lusamine—. Gracias por darle una familia a mis niños cuando ellos habían perdido la suya; gracias por darles un hombro en el que apoyarse… Gracias por hacer feliz a Lillie.
—Gracias a usted por haberlos traído al mundo —respondió Ash, sacándole una risita a Lusamine.
—Siempre tienes que tener la última palabra, ¿cierto?
Lillie se rio y Ash se rascó la nuca, apenado. La joven rubia entonces se volteó hacia su madre.
—Pero Ash no fue el único que nos dio cobijo cuando más lo necesitábamos —dijo, poniéndose entre los profesores—. Cuando estaba perdida y sin rumbo, ellos dos me acogieron… me dieron un lugar al que pertenecer y me trataron como si fuera su hija.
Kukui y Burnet sintieron sus gargantas cerrarse, conmovidos.
—Te… los presentaré, mamá. —Con una mano señaló a Ash—. Él es mi novio, Ash Ketchum, y estos… estos son mis segundos padres.
Había algo en esas palabras que siempre hacía a los Sorba temblar hasta la médula. Burnet comenzó a llorar, mientras que a Kukui se le aguaron los ojos. Ese simple gesto le bastó a Lusamine para ver cuánto amaban esas personas a su hija y, por ello, en su corazón siempre habría un lugar especialmente reservado para ellos. Les sonrió.
—En ese caso, gracias… Gracias, Burnet, Kukui… por proteger a mi hija cuando yo misma no fui capaz. Gracias por darle normalidad a su vida… y gracias por quererla.
Burnet no pudo hablar por los sollozos, pero Kukui sí.
—Pensamos lo mismo que Ash. Para nosotros ha sido un honor y una alegría tener a Lillie en nuestra familia —dijo con seguridad—. Ella… nos hizo plantearnos cuestiones que nunca nos habíamos planteado y nos hizo sentir orgullo con cada paso que daba.
—El novio de mi hija y sus segundos padres… —Lusamine se pasó una mano por los ojos—. Hoy, más que nunca… creo que estoy realmente feliz de estar viva.
Aquella declaración puso una sonrisa en el rostro de todos.
Las manos de Elio y Selene estaban puestas sobre la espalda de Gladio. Ambos Asutoro lo veían con preocupación; la menor le sujetó el antebrazo.
—Nosotros… estamos aquí para lo que sea que necesiten, Gladio, señor Mohn. —Volteó a ver al adulto—. Lo que sea.
—Si necesitan comida, llámennos. Si necesitan una manta, llámennos. Si quieren ir a casa a dormir, llámennos —dijo Elio con firmeza—. Haremos lo que haga falta.
—Gracias, muchachos. —Mohn les sonrió—. Son ustedes muy amables.
—Demasiado —asintió Gladio y no pudo contenerse. Abrazó a los Asutoro, sintiendo que quería volver a llorar—. Gracias…
Ambos correspondieron su abrazo en silencio y solo lo soltaron cuando él lo hizo.
Escucharon pasos apresurados en el pasillo, por lo que los Aether, los Asutoro, Pikachu, Rotom y Wicke —que cargaba a Lei— voltearon a ver al dueño de los mismos. Hau llegaba al lugar a toda prisa y, sin mediar palabra, abrazó a Gladio. El rubio se vio sorprendido por un momento, pero finalmente correspondió el gesto. Hau lo sujetó de los hombros al cabo de un rato, viéndolo directamente a los ojos.
—Nadie, y juro que nadie, va a molestarlos en este momento de necesidad —aseguró con una férrea convicción en la mirada—. Voy a hacer todo lo que esté en mis manos para que ningún alma se atreva a vulnerar su privacidad, eso te lo puedo jurar, mi amigo.
Gladio apretó los antebrazos de Hau en un gesto de aprecio y, con el ceño fruncido por las ganas de llorar, asintió.
—Gracias, Hau…
Mahalo le dio una pequeña sonrisa y entonces se volteó hacia Mohn.
—Señor Mohn, por favor, cualquier cosa que necesite para facilitar su estancia en Melemele, le aseguro que se la proporcionaré —dijo, también mirándolo a los ojos.
—No, Hau, yo no podría…
—Tonterías, señor Mohn. Transporte, alimento; lo que sea, me encargaré de conseguirlo.
No era un «quizás» o un «podría». Era directamente un «voy a hacerlo». Era impresionante la manera en la que, tan solo un mes después de su coronación, Hau Mahalo había ganado la dignidad y seguridad de un verdadero rey. El príncipe que había en su mirada había desaparecido para darle paso al monarca que demostró tener la capacidad de ser.
El Kahuna de Melemele entonces volvió a ver a Gladio. Su mirada abandonó todo decoro real para volver a ser la de siempre. Ya no hablaba desde su faceta como Rey, sino puramente como un amigo.
—¿Estás bien, Gladio?...
En ese lugar todos sabían que Gladio Aether había sido la persona que más castigo había recibido por el control mental de Lusamine y, por lo mismo, debía de ser quien más sentimientos encontrados tuviera. Casi suspiraron con alivio al verlo sonreír.
—Yo… creo que por fin… todo ha quedado atrás.
La Escuela de Entrenadores Pokémon de Hau'oli era reconocida por ser la mayor institución educativa para menores de edad en Alola. Contaba con dos ramas: la subdivisión de entrenadores y la subdivisión de investigación; cada una de ellas contaba con un plan educativo diferente en el que orientaban a los niños a desarrollar habilidades que los potenciaran en el campo en el que querían desempeñarse. Aunque había asignaturas de tronco común, no era muy frecuente que las clases se mezclaran, por lo que tampoco era normal que niños de diferentes subdivisiones se conocieran entre sí. En años anteriores eso había creado cierta rivalidad entre ambas facciones de la escuela, pero las cosas habían cambiado con la llegada de un director que reformó por completo el plan educativo: Gabriel Oak.
Gabriel era un hombre de muchísimos talentos. Era un hombre versado en las letras; las matemáticas; administración; docencia; combate; historia e investigación. Había sacado adelante múltiples proyectos de investigación que brillaban por su excelencia, como aquel que le había valido varios premios el último año: «La adaptación Pokémon: Diferencias climáticas y ambientales entre Kanto y Alola». Ese era uno de los motivos por los que su oficina era ahora ocupada por Ash Ketchum, pues él había sido parte fundamental de la investigación al proveerle los Pokémon que necesitaba para su trabajo. El segundo motivo tenía que ver con la otra persona que también se encontraba en su oficina: Kahili Hanohano. Como la persona polímita que era, muchas veces le pedían que hiciera de testigo para tal o cual acuerdo y esta vez no era una excepción.
—Me sorprendí cuando recibí una llamada del mismísimo Campeón de Alola —dijo Kahili, su semblante compuesto—. Especialmente tras recibir una petición tan… escandalosa.
Ash, sentado en el sofá opuesto al de Kahili, se rio un poco.
—Lamento haberte hecho venir hasta Melemele.
—No hay problema. ¿Cómo podría dejar pasar una oportunidad semejante? —preguntó, esta vez dibujando una sonrisita en su rostro.
—¿Eso quiere decir que has pensado en mi propuesta? —preguntó Ketchum con emoción.
Ante la mirada de Gabriel y Ash, Kahili suspiró, arrellanándose en su asiento.
—Muchísimo. No pude dormir nada en la noche, ¿sabes?
—Lo siento…
—De nuevo, no hay problema. —Golpeó sus muslos con las palmas—. Ahora, sobre la propuesta… Bueno, por mucho que me gustaría responder rápidamente para no hacerles perder tiempo ni a ti ni al director…
—No te preocupes por mí, Kahili —rio Gabriel.
La golfista le sonrió antes de volver a ver a Ash.
—Me gustaría hacerte una pregunta.
Ketchum, que ya se hacía una idea de cuál sería, se mostró solemne.
—Por supuesto, Kahili.
—Bien… —Lo miró directamente a los ojos, como si con ese gesto lo estuviese obligando a decirle la verdad—. ¿Por qué yo?
En efecto, era justo la pregunta que Ash se estaba esperando. Sonrió.
—He luchado contra ti, y sé que tienes la fuerza necesaria para el trabajo. Durante el tiempo que entrenamos juntos también pude ver tu carácter y sé que eres una persona competitiva que da todo de sí en cualquier actividad que realice. —No había terminado—. Eres una especialista en Movimientos Z, por lo que representas bien a Alola y, por sobre todo… me gusta tu forma de ser.
—¿Es una declaración? —preguntó ella, burlona.
Ash también se rio.
—Lo siento, pero tengo novia.
—Lo sé. —dijo, manteniendo la sonrisa. Subió la mirada al techo, sopesando lo que había escuchado y, tras unos segundos, volvió a ver a Ash—. Antes de conocerte, me parecía algo molesto que todo el mundo hablara tanto de ti.
—Lo siento…
—Pero cuando nos encontramos aquella vez… ¿Cómo decirlo?... —Los ojos le brillaron—. Creo que entendí por qué se te tenía en tan alta estima. Decir que te admiro sería quedarse cortos.
Una gran sonrisa apareció en el rostro de Ash.
—¿Entonces…?
—Sí, acepto. Has encontrado a tu segundo miembro del Alto Mando, Campeón —dijo, tendiéndole una mano.
Ash se apresuró a estrecharla.
—¡Gracias, Kahili! ¡De verdad gracias! ¡Sé que juntos podremos hacer grandes cosas para Alola!
—Estaré contando contigo.
Ketchum entonces sacó una carpeta de su mochila, dentro de la cual había unos papeles.
—Esto es un acuerdo previo. Después de esto podemos organizarnos para ver a un abogado de la Asociación y hacer oficial tu cargo —dijo, tendiéndole los papeles.
—Entonces me pondré a leer. —Kahili abrió la carpeta y sacó los documentos. Los ojeó en silencio.
—Gracias por prestarme su tiempo y oficina, director Oak —dijo Ash en voz baja, volteando a verlo.
—No te preocupes, muchacho —respondió Gabriel—. Me vino bien que pidieras verme. Hay algunas cosas que quiero darte.
Ash vio con curiosidad la carpeta que Gabriel sacó de un cajón de su escritorio. Cuando los abrió vio que eran varios certificados con su nombre, cosa que lo dejó confundido.
—Dado que figuras como colaborador vital en mi investigación, diversas organizaciones como la A.C.P. e institutos diversos como la propia Universidad Autónoma de Hau'oli quisieron hacerte llegar reconocimientos por tu labor —contó antes de sacar algo más de su escritorio—. Por supuesto que eso no es todo: aquí hay una parte de la recompensa monetaria obtenida.
—¿Dinero?... —Ash lucía claramente indeciso. Dinero ya tenía de sobra…
—¿Oh? ¿Es demasiado poco?
Ketchum de inmediato negó con la cabeza.
—No es eso, para nada. Es solo que… —Una idea le llegó a la mente—. Director, ¿cree que sea posible becar a algún estudiante con esa cantidad?
Una gran sonrisa apareció en el rostro de Gabriel.
—Pero por supuesto, Ash. Aunque, ¿estás seguro?
—Al cien por ciento —respondió Ketchum, levantándole un pulgar—. Si es por el futuro de Alola, cualquier cantidad es poco.
Gabriel asintió, complacido.
—Con cada día que te conozco entiendo más y más por qué Samuel te tenía tanta estima, Ash.
El azabache rio, ligeramente conmovido.
—Gracias, director.
—Entonces… —dijo Gabriel al cabo de unos segundos— Con respecto a lo de las becas, ¿te importaría si formulo un pequeño documento?
Ketchum rio, nervioso. En ese momento se maldecía internamente por haber mandado a Rotom y Pikachu a jugar fuera.
Tendría que empezar a amistarse con los contratos.
—Ahora, pasando a nuestra siguiente sección, el día de hoy estamos muy emocionados por poder presentarles en exclusiva a un invitado tan especial como popular. ¡Por favor denle un fuerte aplauso a Ash Ketchum, Campeón de Alola!
Un telón se abrió, dejando pasar al mencionado. Entre aplausos y gritos de emoción, Ash, con una sonrisa tímida en el rostro, entró al plató y tomó asiento en el largo sofá que se encontraba al lado derecho del escritorio de madera del presentador. Apenas tomó asiento fue recibido con un apretón de manos.
—Es tan emocionante tenerte aquí, Ash.
—No… eh, digo… ¡Gracias por recibirme! —exclamó Ketchum, nervioso.
Risas se escucharon.
—Veo que no estás muy acostumbrado a esto —dijo el conductor, también riéndose.
Ash rio como mejor pudo, rascándose la nuca.
—Es la primera vez que me invitan a una entrevista que dura más de cinco minutos.
—Entonces me encargaré de hacer esto lo más entretenido que pueda. ¡Lo último que queremos es que nuestro Campeón se abrume! —El presentador rio junto al público y, esta vez, Ash también soltó una risita.
—Por favor cuida de mí, Jimmel —pidió, reverenciándose levemente.
—¡Ahí está! La famosa cortesía kantonesa. —Jimmel dio una palmada mientras reía—. Sé honesto conmigo, Ash, ¿dirías que te sale sin quererlo?
—Bueno… Existe el dicho de que puedes sacar al hombre de Kanto, pero jamás podrás sacar a Kanto del hombre —respondió risueño.
El público, al igual que Jimmel, se rio, lo que puso una sonrisa un poco más grande en el rostro de Ash. Las voces siguieron escuchándose, pero todo lo demás se volvió completamente oscuro.
Lillie movió la cabeza de un lado a otro, intentando ver el televisor a través de Ash. Frunció ligeramente el ceño y volteó a ver a su novio.
—¡Cielos, no me dejas ver! —exclamó, haciendo un puchero.
—¡E-es vergonzoso si lo ves tantas veces! —exclamó Ketchum, cubriendo la TV con su cuerpo.
—¡Fue tu primera entrevista en solitario, Ash! ¡Por supuesto que voy a verla más de una vez!
—¡Pero cinco en dos días ya es demasiado!
Peke y Shiron voltearon a verse, ambas riéndose.
Es sorprendente lo vergonzoso que puede llegar a ser Ash, dijo Shiron.
Ey, Ash no da vergüenza, contestó Peke, el ceño levemente fruncido.
Quiero decir que se avergüenza fácilmente, explicó la Ninetales de Alola, suspirando. Normalmente lo ves gritando y corriendo, pero en ocasiones se pone así.
Peke entonces lo entendió. Se vio ella misma apenada por haber malinterpretado las palabras de Shiron.
—¡Pikachu, ¿has visto las galletas que guardé en la cajonera?! —preguntó Rotom en un grito, saliendo de la habitación que compartía con el roedor.
El tipo Eléctrico, subido en la encimera de la cocina, volteó a ver a la Pokédex y simplemente negó con la cabeza. Se defendió de la mirada acusatoria de su compañero de cuarto.
En serio, no las he visto. Sabes que nunca te he robado comida, Rotom, dijo con seguridad.
—Cierto… Pero alguien definitivamente las movió de su lugar… —Sus ojos se entrecerraron y, en un procedimiento que nadie vio, activó su súper oído. Su "ceño" se frunció con fuerza—. ¡Tú!
Abrió una de las alacenas de la cocina y, en su interior, se encontró con Gumshoos. La mangosta estaba hecha un ovillo, un paquete de galletas entre las patas, mientras comía.
Se toca antes de entrar-Shoos.
—¡Tú… mangosta descarada! —Rotom se giró hacia donde estaban los humanos—. ¡Lillie, Gumshoos me robó mis galletas! ¡Dile algo!
—¡Gumshoos, ¿le robaste sus galletas a Rotom?!
—Shoos.
—¡Mentiroso! ¡Las tienes ahí en la mano! ¡Lillie, castígalo!
Pikachu y las Ninetales se rieron.
—Es un placer conocer por fin a la mamá de Lillie y Gladio.
Mallow, junto a Lana y Kiawe, rodeaban a Lusamine. La rubia estaba sentada en una silla de ruedas que era sujetada fuertemente por Mohn. La rehabilitación tras el coma llevaría bastante tiempo, pero no le habían prohibido abandonar el hospital. Mientras se le tratara con cuidado, podía salir a lugares que no estuvieran demasiado lejos de Hau'oli. Afortunadamente, Iki estaba al tirar de un canto.
—Los Capitanes de Akala. —Lusamine les dio una sonrisa un poco débil, pero su rostro lucía mucho más brillante que el que había tenido el día de su despertar—. Mis hijos me han hablado mucho de ustedes. —Se dirigió hacia las chicas—. Lillie constantemente habla de lo bien que se la pasa cuando está con ustedes —Luego vio a Kiawe— y Gladio me mostró la batalla que tuvieron. Fue realmente apasionante.
Los Capitanes sonrieron. Al principio se habían sentido ligeramente nerviosos por lo que habían escuchado de Lusamine, pero sabían de antemano lo que había sucedido por lo que iban con una mente abierta. Era muchísimo más agradable de lo que esperaban. Por eso mismo es que comenzaron a charlar con ella.
La noche de Navidad por fin había llegado y, como era tradición para las Familias Fundadoras de Alola, se reunieron en la casa más grande: la residencia Mahalo. Este año se les había unido no solo Lusamine, sino también la familia Ketchum que habían volado hasta Alola para pasar las fiestas con Ash. Por supuesto que era la matriarca Aether quien se llevaba gran parte de la atención, pero eso solo era para los adultos. Los más jóvenes —como el heredero de los Umbría, las hermanas de Lana y Hoshi— estaban demasiado centrados en los bebés, es decir, Amber y Lei… quienes a su vez parecían competir por la atención de Ash.
—¿Ya olvidaste a Lei, Amber? ¡Pero si se vieron hace apenas dos meses! —dijo, con su sobrina cargada en un brazo. Volteó hacia su brazo izquierdo, con el que cargaba al hijo de los Sorba—. Tú si recuerdas a Amber, ¿verdad, Lei?
El bebé, en lugar de responder con un sí o un no, liberó un balbuceo y luego le apretó la nariz a Ash. Amber saltó de inmediato.
—¡No, bebé! —Lo regañó con el ceño fuertemente fruncido—. ¡No!
—¡Ah, Lei, no hagas eso! —Kukui rápidamente corrió hacia su hijo, obligándolo a soltar la nariz de Ash. Lo tomó en brazos—. Santo cielo… ¿Por qué te gusta tanto pellizcarle la nariz a tu hermano?
Ash se carcajeó, pero se detuvo cuando Amber comenzó a acariciarle la nariz.
—¿Duele? —preguntó ella con preocupación y tristeza en la mirada.
Ketchum le sonrió a su sobrina.
—¡Nope! Para nada. Tu tío es muy fuerte, ¿sabías?
—¡Ash fuerte!
—¡El más fuerte de todos! —rio el azabache.
—¡No! ¡Papi más fuerte!
—Oye…
—Te veo más contento de lo usual, Elio. —Hapu, sentada a la mesa con una jarra en la mano, vio de soslayo a su pareja.
—¿Puedes culparme? —Elio le dio una gran y sincera sonrisa—. Es nuestra primera navidad juntos.
Hapu se sonrojó un poco, pero sonrió y asintió.
—Al menos como novios —corrigió, dando un trago a su bebida—. Aunque si te soy sincera, no creí que fueras a quedarte para estas fechas.
—Bueno, al principio pensé en volar hacia alguna región lejana, pero luego… Creo que quiero imitar un poco al jefe —dijo, viendo hacia donde estaba Ash.
—Entrenar en un lugar fijo por un año. —Hapu lo vio con un poco más de seriedad—. Aunque no puedo evitar preguntarme si estás seguro. Mi cuñada parece dispuesta a zarpar hacia nuevos cielos.
Elio dejó pasar la gran alegría que sintió por la forma en la que se refirió a Selene. Rápidamente se encogió de hombros.
—Llegaría el momento en el que Selene y yo partieramos caminos. No ibamos a estar juntos para siempre.
—Lo dices tan tranquilo, pero estoy segura de que te costó trabajo aceptarlo. —Sonrió risueña, pues lo conocía bien.
Elio suspiró y cerró los ojos.
—¿Qué caso tendría mentirte?
El ceño de Hapu, entonces, se frunció levemente.
—Ey, mozuelo… imagino que no influyó en tu decisión el hecho de que hayamos empezado a salir. —Sintió que debía explicarse mejor cuando vio a Elio alzar una ceja en confusión—. Quiero decir que no te estás quedando aquí solo por estar conmigo.
—Por supuesto que no —respondió Elio—. Aunque no puedo negar que es un plus increíble.
Honua lo vio fijamente y Elio, sabiendo lo que significaba esa mirada, le apretó las mejillas.
—¿Qué motivo tengo para mentirte? Todos mis pensamientos son tuyos, Hapu.
La Kahuna se sonrojó levemente ante lo repentino del comentario y, en un acto reflejo, mordió suavemente la mano de Elio.
—¡Auch! ¡Violenta! —exclamó, sacudiendo la mano.
—L-lo siento —dijo Hapu rápidamente, su rostro preocupado—. ¿Te lastimé? Déjame ver.
Elio permitió que Hapu le examinara la palma, pero rápidamente negó.
—Solo estaba bromeando. Perdón por asustarte, Hapu —dijo, apenado.
Honua suspiró con alivio y luego su gesto se frunció levemente.
—¡Eres un exagerado! ¡Incluso el bebito de los Sorba aguantaría más que eso! —dijo, soltando una carcajada y dándole un fuerte golpe en la espalda.
Elio también se rió porque sabía que aquello era una broma. Así era el amor de Hapu: un poco rudo en ocasiones. La vio reírse y no pudo evitar sonreír. Se acercó a su oído y le murmuró:
—Te amo.
Hapu se sobresaltó y su sonrojo le llegó hasta las orejas. Volteó a ver a Elio con ojos llenos de incredulidad y timidez muy raros de ver en ella. Balbuceó un par de cosas antes de ponerse tan firme como pudo.
—Yo… también te amo…
Elio entonces sonrió de forma burlona. Se acercó un poco más a ella.
—Perdón, no entendí lo que dijiste, ¿puedes repetirlo?
El ceño de la Kahuna volvió a fruncirse. Cuando Elio creyó que iba a golpearlo en la espalda, en su lugar ella le dio un beso en la mejilla que lo tomó con la guardia baja. Esta vez fue su turno de sonrojarse y sorprenderse.
—Dije que te amo. Puedo gritarlo si quieres —respondió, cruzándose de brazos y cerrando los ojos en un gesto de indiferencia.
—N-no… así… así está bien… —murmuró Asutoro, todavía presa del desconcierto.
Hapu rio victoriosa.
—La decoración te quedó increíble, HauHau. —Acerola veía con asombro los adornos de papel que había en las paredes y sobre las puertas.
—Ah, eso…
—¡Esas las hice yo, Acerola! —gritó Malvácea, asomándose desde la cocina—. ¡Las de Hau están por allá!
Malíe vio en la dirección señalada, encontrándose unas decoraciones mucho más… austeras… y torpes. Se rio.
—Las caras son muy lindas —dijo, volteando a ver a su novio.
—Fue en lo que más me esforcé —contó Hau, apenado.
—Siendo un hombre de tantos talentos, no creí que las manualidades te darían problemas —confesó Acerola, acercándose un poco más a ver el muñeco de nieve hecho. Los recortes, a simple vista, se notaban torpes.
—Bueno, me ocupé tanto con el asunto del banquete, el acomodo de la casa y ayudando a mamá con la cocina que… —Suspiró, sonriendo levemente—. No sé cómo el abuelo podía hacer esto todos los años.
—Debió ser la práctica. —Malie abrazó el brazo de Hau—. Una que construiremos a futuro.
Mahalo no pudo evitar sonreír. Apretó su nariz de forma juguetona.
—Entonces el próximo año tendrás que venir a ayudarme —dijo antes de voltear hacia atrás—. También nos servirían las manos del tío Nanu.
—Dame un descanso, chico, estoy lisiado… —Nanu suspiró.
—Precisamente por eso es que tus manos serían útiles. ¡No empieces a flojear con un año de anticipación, papá!
—Oh, ¿el tío Nanu también va a ayudarnos a decorar el año que viene? —preguntó Malvácea. Había salido de la cocina con una bandeja que ahora ponía sobre la mesa—. Tengo los trabajos perfectos para él.
—Arceus… —murmuró Nanu, pellizcándose el puente de la nariz.
Acerola, Hau y Malvácea se carcajearon juntos.
—Solo imagina este escenario. —Selene levantó los cinco dedos de la mano derecha—. Por un lado hay cinco tipos —Levantó el dedo índice de la mano izquierda— y por el otro estás tú. Ahora imagina que esos cinco tipos te atacan a la vez, pero tú tienes un arma capaz de dormirlos al instante. ¿A quién le dispararías primero?
Gladio alzó una ceja.
—Bueno, mucho depende de sus perfiles —respondió, curioso.
—Sí, cierto. —Selene rápidamente le echó una pensada—. Así está la cosa: un sujeto delgado y bajito; un hombre alto y fornido; un hombre común pero con Poké Balls en su cinturón; una mujer fuertota y… un anciano con muchas cicatrices.
—¿Puedo usar a mis Pokémon?
—No, ellos te emboscaron de la nada mientras dabas un paseo.
—¿Y casualmente llevaba conmigo una pistola que duerme gente pero no a mis Pokémon?
—Exacto.
Gladio se carcajeó y entonces reflexionó.
—Bueno… creo que primero dormiría al hombre con las Poké Balls en el cinturón. Lo último que querría es tener más enemigos de los que preocuparme —respondió mientras visualizaba el escenario en su cabeza.
—Inteligente decisión, sí señor. ¿Y luego?
—Luego… al anciano con cicatrices. Todas esas heridas en alguien de su edad me dejan en claro que es alguien experimentado. Lidiar contra él podría ser muy peligroso aunque fuese en un mano a mano.
Selene asintió, satisfecha.
—Sí, es lógico. ¿Después?
—A la mujer fuertota. Desde mi experiencia, he tenido más problemas lidiando con mujeres fuertes que contra hombres fuertes. Suelen compensar la diferencia de fuerza con una técnica mucho más pulida —explicó antes de cerrar los ojos—. Sé una que otra cosa de defenderme, pero todavía tengo problemas con las personas que saben artes marciales.
Selene se vio sorprendida.
—¿Has tenido que enfrentarte a mujeres fuertotas?
—Una que otra vez. Demasiado único como para olvidarlo.
—Vaya… ¿Eran lindas? —preguntó con tanta curiosidad como inocencia.
Gladio se quedó en blanco por un momento.
—No sé… qué considerarías tú como lindo —respondió, arqueando una ceja.
—Bueno, más o menos como yo —contestó con seguridad y una sonrisa.
Aether se lo pensó detenidamente.
—Entonces creo que no —respondió, acariciándole la cabeza.
Selene se rió, su rostro brillando como una fogata, y Gladio se preguntó si había dicho lo correcto… pero ella se veía tan feliz que no lo pensó más.
—Entonces imagino que luego dormirías al hombre fornido y finalmente al delgaducho —dijo Selene cuando Gladio le quitó la mano de encima.
—Correcto.
Los ojos de la Asutoro brillaron de forma traviesa y chasqueó los dedos.
—¡Pues ahí es donde fallaste, porque el hombre delgaducho tenía una navaja con él! —exclamó, pasándose el índice por la yugular—. Llegó hasta ti y ahora estás muerto. ¡Mejor suerte para la próxima!
Gladio alzó ambas cejas.
—Nunca dijiste que tenía una navaja.
—Bueno, eso es porque la tenía escondida y no pude verla, duh.
Gladio quiso argumentar, pero no pudo. Al final sonrió.
—Ese es un punto muy válido. Trataré de ser de mente más abierta la próxima vez.
—La próxima vez no te la dejaré tan fácil —aseguró Selene.
Ambos empezaron a reírse con tanta naturalidad como siempre lo habían hecho. Aunque sentían que todavía faltaba un poco antes de que las cosas volvieran a la normalidad, tampoco estaban por la labor de quejarse. La compañía del otro era lo suficientemente divertida como para que valiera la pena un poco de incomodidad.
—Es para mí un honor y privilegio enorme el poder tenerlos aquí reunidos el día de hoy. —Hau, a la cabeza de la mesa, estaba de pie con una copa en la mano. Veía a todos los presentes con una sonrisa en el rostro—. El presente año dejó muchas cosas buenas para muchos de los aquí presentes. Este es también el año en el que tengo el placer de ser, por primera vez, el organizador de esta costumbre tradicional mediante la cual fortalecemos los lazos de nuestras familias. Familias Fundadoras, Aether, Ketchum o Asutoro. En esta mesa todos somos uno solo. Y me encantaría seguir charlando sobre esto, pero… ¡¿A quién quiero engañar?! ¡Todos queremos abrir los regalos!
La casa resonó por un solo grito entonado mediante las voces de decenas. Desocuparon la mesa, saliendo como una estampida hacia el patio trasero donde los esperaban todos los regalos. La gente rápidamente ubicó los que les pertenecían a cada uno y comenzaron a abrirlos prestamente.
Lusamine veía con una sonrisa en el rostro el escenario. Los gestos felices y las expresiones de jovialidad… todo cosas que creía haber olvidado hacía mucho tiempo. Pensó que nunca tendría la oportunidad de volver a ver una navidad tan cálida como aquella y, al mismo tiempo, no pudo evitar sentirse algo fuera de lugar. Era como si ella desentonara con toda aquella alegría. Volteó a ver a Mohn.
—Lo siento si estoy deteniendote, Mohn —dijo con una sonrisita que intentaba ocultar su soledad.
Él le devolvió la sonrisa, siendo la suya comprensiva y cariñosa. Negó con la cabeza.
—Para nada, Lusamine. La noche todavía es muy joven, ya habrá tiempo para todo.
Ella asintió tímidamente. El mes anterior, al tiempo que asistía a la rehabilitación, fue dándose cuenta y acostumbrándose a su nueva normalidad. Gladio ya no era un niño pequeño e hiperactivo, pero tampoco era aquel joven lleno de odio que había visto la última vez; Lillie ya no era la niña brusca y torpe de aquellos años, ni la jovencita llorona y nerviosa que había sido por años…. Mohn, por supuesto, tampoco era el mismo. El Mohn que había conocido era más reservado, muchas veces llegando a ensimismarse en sus pensamientos y genio, pero también era un hombre firme y gentil de diligencia y resiliencia intachables. El nuevo Mohn era todo lo anterior, pero había cambiado el apartado intelectual por uno mucho más emocional. Era abierto y brillante como un sol, siempre comunicativo y pasional. No era el mismo… pero tampoco era tan diferente como ella había creído en un primer momento.
Durante toda la rehabilitación sus hijos habían estado yendo a verla, Lillie sacando tiempo de entre sus clases y Gladio desatendiendo sus entrenamientos, pero el que más tiempo había pasado con ella era Mohn. No sabía si lo hacía como una forma de compensación o porque de verdad lo deseara, pero en ese tiempo que habían estado juntos habían llegado a conocerse mucho mejor. Si Lusamine pudiera destacar una cosa por encima de todas las demás, esa sin duda sería su nuevo sentido del humor.
—La última navidad —dijo Mohn de pronto, llamando su atención— la pasamos aquí también. Lillie y yo nos sentíamos algo solos, pero nos las ingeniamos para llenar el vacío que Gladio nos dejó al hacer intercambios de regalos con Malvácea y los Asutoro.
—¿En serio? —preguntó ella, poniéndole suma atención.
—Sí, pero decidimos hacerlo más interesante. —Se rio—. Eran regalos de broma. Yo, por ejemplo, compré una bolsa llena de sobres de kétchup y mayonesa.
Lusamine dejó salir una risita y, sin ella saberlo, una sonrisa se quedó plasmada en su rostro.
—¿Y quién recibió tu regalo?
Mohn soltó una carcajada.
—Esa es la parte más graciosa —aseguró, apuntando con la cabeza hacia donde estaban sus hijos—. Se lo di a Ash. Puede que no lo sepas, pero a Pikachu le encanta el kétchup, así que aquella noche él fue quién salió ganando.
Lusamine vio al pequeño roedor, que lucía entusiasmado al ver cómo su entrenador abría sus regalos. Soltó una risotada que sorprendió a Mohn.
—Un Pikachu que ama el kétchup —dijo entre risas—. Ellos dos de verdad son excéntricos.
Mohn también se rio.
—Es lo que los hace tan especiales.
—¿Y qué te regalaron a ti? —preguntó Lusamine una vez que dejó de reírse.
—Quien me hizo el regalo fue Tsukishima. Eran unos calcetines para dedos —respondió, divertido.
—¿Calce…? ¿No son guantes? —preguntó. Se hizo una idea, pero sonaba demasiado tonto.
—No. Son como pequeños calcetines del tamaño de dedos. —Mohn volvió a reírse.
—No lo entiendo, ¿cuál sería la finalidad de regalar algo así? —interrogó con una ceja alzada, claramente confundida.
—Bueno, eran regalos de broma. —Mohn la miró con sosiego—. ¡Que te haya confundido demuestra que el objetivo se cumplió!
Lusamine procesó la idea y, casi de inmediato, se sonrojó.
—T-tienes razón, lo siento… Nunca había oído hablar de algo parecido, así que… —farfulló, sintiéndose tonta. La fuerte risotada de Mohn la calmó.
—Está bien, está bien. Siempre hay una primera vez para todo, ¿no es así? El año que viene podríamos hacer algo así —dijo, sus ojos mostrando emoción.
Lusamine trató de hablar, pero titubeó. La felicidad que sintió al escuchar que habría una próxima vez la enmudeció. Abrió la boca, pero alguien más habló.
—¿De qué están hablando? —preguntó Lillie con una gran sonrisa en el rostro. Detrás de ella estaba Gladio.
—Le estaba contando a tu madre sobre el intercambio de regalos de broma del año pasado —respondió Mohn con su habitual buen humor.
—¡Oh! —Lillie se carcajeó—. ¿Le contaste sobre el regalo que le diste a Ash?
—A mí no me contaron sobre eso —interrumpió Gladio, en su rostro una sonrisa.
—¿De verdad no lo hicimos? —Mohn se rio—. Verás…
Lusamine vio como su familia reía, intercambiando chistes y comentarios que hacían alusión a eventos pasados. Se sintió fuera de lugar, sí, pero era lo normal. Ella era, después de todo, la recién llegada. Aquellos rostros sonrientes llenos de jovialidad y cariño habían sabido sobrellevar el peso de un pasado oscuro; la carga del trauma y ella, desde el fondo de su corazón, quería ser igual a ellos. Su risa interrumpió la conversación de Mohn y sus hijos, quienes voltearon a verla casi de inmediato con grandes sonrisas en los rostros.
—Hablando de regalos —Lillie sacó de su bolsillo una USB que le puso en la mano a Lusamine—, feliz navidad, mamá.
Gladio, del bolsillo de su chaqueta, extrajo una caja en cuyo interior había un reloj.
—Feliz navidad, mamá.
Y finalmente Mohn, del bolso que colgaba de la silla de ruedas de Lusamine, sacó una caja de perfume.
—Feliz navidad, Lusamine.
Con los tres regalos entre sus brazos, Lusamine no supo qué responder. Su primera reacción fue lagrimear, la segunda cuestionarse su felicidad, la tercera rechazar el cuestionamiento y, por último…
—Muchísimas gracias a todos —dijo con la más grande de sus sonrisas.
Los Aether se vieron satisfechos por la reacción.
—Espero que no le moleste si yo también le obsequio algo. —Delia había llegado al lugar con una caja entre sus manos.
—¿Señora Ketchum? No debió…
—Por favor, solo Delia —pidió con una gentil sonrisa—. A cambio permítame llamarla Lusamine.
—¡P-por supuesto! —Asintió rápidamente y, todavía incrédula, tomó el regalo de manos de Delia mientras ponía los otros tres en su regazo.
—Rotom me ayudó un poco a hacer este presente. —Delia se dirigió a Mohn, Lillie y Gladio—. Espero que no les moleste mi elección.
Los Aether escucharon con curiosidad las palabras de la señora Ketchum e, intrigados, vieron como Lusamine abría la caja. Ahí había tres marcos, todos con una fotografía; uno era más grande que los otros dos. En los pequeños había una fotografía de Lillie, de la época en la que estaba viajando por Alola, en el fondo pudiéndose ver los Jardínes de Melemele; en el otro marco pequeño había una fotografía de Gladio, de los días previos a su partida hacia Johto, pues estaba sentado en el sofá de su casa. La última fotografía, en el marco más grande, era de Mohn, Lillie y Gladio, del día en el que éste último se había ido de Alola.
—Si algo me ha demostrado la vida es que nada importa más que nuestra familia —dijo Delia con una sonrisita— y que nunca es tarde para volver a empezar.
Lusamine vio las fotografías y sonrió. Las lágrimas cayeron sobre las cubiertas de cristal; como el resto de su familia, volteó a ver a Delia.
—Se lo agradezco muchísimo.
—Para algo están las consuegras, ¿no es así?
—¿Bill? —Ash contuvo un suspiro—. Hace tanto que no escuchaba ese nombre…
—La Unidad Ultra y la Fundación Aether llegaron a la conclusión de que era la persona ideal para solucionar este asunto —explicó Gladio—. Dado que la genética de los Ultraentes es parecida a la de los Pokémon, supusieron que una eminencia de la división celular como Bill sería el más adecuado para hacer algo así.
—Aún recuerdo aquel extraño experimento que hizo. Llegué a contárselos, ¿cierto?
Lillie y Gladio asintieron.
—¿Qué se fusionó con un Clefairy? O bueno, que unió sus conciencias. —Lillie se corrigió de inmediato y Ash asintió.
—Cuando Brock, Misty, Pikachu y yo llegamos a aquel faro, creímos que estaba muerto —repitió, rememorando el horror que habían sentido en aquella ocasión—. Su cuerpo estaba completamente quieto y pálido, pero nos sorprendió todavía más cuando aquel Clefairy empezó a hablar.
—Con Meowth rondando por ahí, ¿les sorprendió tanto lo de un Clefairy que pudiera hablar? —preguntó Gladio, riéndose.
—Bueno, es que creíamos que Meowth era una excepción y, llegado cierto punto, lo empezamos a ver como lo normal —explicó, también riéndose.
—Recuerdo que me dijiste que tuvieron que pasar por toda una odisea para regresar la conciencia de Bill a su cuerpo —dijo Lillie con una sonrisa—. De hecho, es justo por esa experiencia que lo contactaron. Le explicaron todos los detalles y accedió trabajar aquí en Alola.
—¿Bill va a vivir en Alola? —interrogó Ash, sorprendido—. Parecía muy enamorado de su faro.
—Wicke dijo que les dio miedo que los rechazara, pues tiene fama de ermitaño, pero al parecer no pudo resistirse a lo que él llamó «un desafío» —contestó Gladio—. Mientras pueda curar de una vez por todas a mamá, nosotros estaremos satisfechos.
—Las… —Ash se esforzó por recordar la palabra— neurotóxinas de Nihilego ya expiraron, ¿cierto?
—Sí. Su veneno actúa como un parásito que responde directamente a la voluntad de Nihilego. Una vez que éste muere, los de la Unidad Ultra dijeron que las toxinas se mantenían por sí solas durante un periodo de tres a cinco años, por eso el caso de mamá los sorprendió tanto —contó Lillie para luego soltar un suspiro—. Sin embargo, aunque las toxinas ya se hayan degradado, no sería bueno dejar que el sistema inmune de mamá combata solo a los remanentes. Con lo frágil que está, podría ser extremadamente peligroso.
—Hacer que todo lo que hay en el cuerpo de mamá sea producido por mamá. Esa es la tarea de Bill —añadió Gladio—. Además, si logra un buen progreso, podría acelerar la recuperación del Clefable de mamá.
Ash por fin lo comprendió todo. Se arrellanó en su asiento.
A las afueras de la casa de Kukui había tres sillas playeras en las que estaban sentados los hermanos Aether y Ash. Sobre ellos se encontraba el oscuro firmamento, que se aclaraba segundo a segundo. Las estrellas brillaban al igual que la luna, pero su resplandor no era el suficiente para aclarar del todo las oscuras aguas del mar de Alola. Lillie, que se encontraba en medio de Ash y Gladio, vio a sus acompañantes con una sonrisa. Dejó salir un suspiro y sonrió.
—¿Saben algo? Hace mucho tiempo —empezó a decir, llamando la atención de los hombres—, cuando restauramos las fuerzas de Solgaleo, tuve una… visión. Era como un sueño realmente vívido que se quedó atascado en mi cabeza durante semanas y meses.
—¿Una visión? —preguntó Ash con curiosidad.
—¿En qué momento pasó eso? —interrogó Gladio, inquisitivo.
—Fue… Creo que justo después de que Solgaleo resurgiera —respondió, haciendo memoria.
Ash y Gladio entonces supieron que no habían sido los únicos. Ambos recordaban haber tenido fugaces visiones de un momento que nunca había sido; invenciones de sus propias mentes. No dijeron nada al respecto.
—¿Y qué había en tu visión? —Gladio volvió a preguntar.
—En mi visión estábamos nosotros tres —dijo Lillie con una gran sonrisa en el rostro—. Simplemente… estábamos juntos. Yo los tenía a mí lado, charlando y riendo, sin importarnos la hora… y entonces amanecía.
Justo cuando Lillie dijo eso, en el este pudieron ver el sol naciente. Los primeros rayos hicieron convirtieron el púrpura en azules y naranjas. El mar emitió un resplandor que comenzó a devolverle su color cerúleo de siempre. Notaron entonces la espuma marina, blanca como las perlas, extenderse por una arena conformada por millones de pequeños granos dorados. A lo lejos los Wingull comenzaron a graznar y los Pikipek a cantar. Mientras el sol ascendía, irradiando a medio mundo con su poderosa presencia, los barcos que navegaban a la lejanía se hicieron más y más visibles. Cardúmenes de Pokémon nadaban, algunos de ellos saltando, otros simplemente flotando en las aguas. Vieron con fascinación a una familia de Lapras, quienes se alejaban cada vez más de la costa conforme los segundos pasaron.
Fue tras casi tres minutos que escucharon pisadas en la arena.
—No me puedo creer que sigan despiertos —dijo Kukui con una sonrisa en el rostro—. Si los dejamos ayer por la noche.
—Estos niños… —Burnet bostezó con fuerza; Lei estaba en sus brazos, envuelto en una manta— con tanta energía.
—El tiempo se nos fue volando —rio Ketchum, parándose de su asiento al igual que sus acompañantes—. Imagino que Pikachu y Rotom siguen dormidos.
—Parecen piedras —rio Kukui—. No me sorprendería que usaran Ronquido en cualquier momento.
—Lástima, pero supongo que podremos decírselos después —dijo Lillie, caminando hacia los Sorba—. En todo caso…
Burnet, Kukui, Ash, Lillie y Gladio se unieron en un estrecho abrazo, los cinco sonriendo ampliamente. Lei, ajeno a todo el alboroto, seguía durmiendo con toda la tranquilidad del mundo. El astro rey iluminó sus expresiones con luz cálida y reconfortante; la ideal para los nuevos inicios.
—¡Feliz año nuevo!
Con un abrazo recibieron el primer amanecer del año 2016, dejando atrás todo lo que el 2015 les había dado y aceptando todo lo que llegaría. Era en ese primer día del año que el futuro lucía incierto como las profundidades oceánicas o la vida después de la muerte, pero como las anteriores, el futuro también era fascinante.
Solo debían aprender a escribirlo.
En medio de la oscuridad del dormitorio, había alguien que no podía dormir. Por más que rodaba en la cama y trataba de conciliar el sueño, no parecía posible. Frunció el ceño con fuerza antes de rendirse. Supo que no podría dormirse hasta que hablara con él, aunque fuese un poco más.
—Ash…
Él respondió con un perezoso «mhm» que le hizo saber que apenas se estaba quedando dormido. Aprovechó el momento para acariciar su desnuda espalda.
—Yo… me he estado preguntando… ¿todavía le temes a la oscuridad?
Entonces volteó a verla. Ketchum, con unos ojos mucho más despiertos de lo que imaginaba, se acomodó para que estuvieran al mismo nivel. Sujetó uno de sus largos mechones dorados entre los dedos.
—¿Por qué preguntas, Li?
—Es solo que… —No pudo ser honesta. No pudo decirle lo que quería— tengo curiosidad. A veces dejas una lucecita encendida, a veces no. Por eso es que… bueno, eso. No sé si todavía le temes a la oscuridad.
—Es… raro —admitió Ash—. Ya no es tanto que me dé miedo, sino que me siento… intranquilo. Aunque si afuera hay mucha luz, no me pasa nada. Es solo la oscuridad demasiado intensa, y ya no es como antes.
—Es como… ¿la ligera opresión que se siente cuando estás en un espacio demasiado estrecho por mucho tiempo? —preguntó de forma inquisitiva.
—Exacto, mejor dicho imposible —asintió Ketchum con una sonrisa.
—Ya veo… —Los párpados de Lillie cayeron por la aflicción que sentía—. Entonces nunca te recuperaste del todo…
—Parece ser el caso —dijo Ash. Liberó una risita que intentaba calmar la atmósfera—. Pero he aprendido a convivir con ello. Llegados a este punto, ya ni siquiera recuerdo cómo era la vida antes de la nictofobia.
Lillie asintió, decaída. ¿Era justo que alguien como Ash tuviera que sufrir toda su vida de una condición semejante? No, porque sabía que nadie lo merecía. Supo que, desafortunadamente, las incógnitas de la mente eran demasiado profundas como para que pudiesen ser resueltas con pensamientos positivos o esfuerzo. Había cosas contra las que no siempre se podía pelear, pero eso no quería dejar que debieran dejarse vencer. Ash le había dejado bien en claro que, sin importar las dificultades, él siempre encontraría la forma de arreglárselas.
—Entonces… ¿estarás bien mañana? —preguntó ella, viéndolo directamente a los ojos—. Yo… no podré estar ahí para ti, pero…
Ash le tocó con gentileza una mejilla y asintió.
—Voy a estar bien, Lillie —respondió con una sonrisa que tenía la intención de tranquilizarla—. Nunca me rindo, tú lo sabes.
Aether volvió a asentir y, esta vez, sus labios se fruncieron. El despertar de su madre había retrasado lo inevitable por unas semanas, pero no lo haría para siempre. Aunque quería pedírselo no lo hizo, pues sabía que no podía detenerlo. Él era suyo, pero eso no le daba el derecho de cortar sus alas. Luchó contra su propio egoísmo, el cual le exigía que rompiera en llanto, y ganó. Mantuvo su gesto compuesto antes de darle una sonrisa.
—Lo sé, Ash.
Ketchum entonces le dio un beso en los labios y la abrazó. Pegada contra el pecho de Ash, Lillie frunció el ceño con fuerza e intentó dormir.
El siguiente sería un día agitado.
—¿Tienes todo?
Ash se metió las manos en los bolsillos, abrió su mochila y revolvió su contenido tres veces seguidas. Inspeccionó con atención su riñonera antes de palparse la muñeca izquierda para notar que, efectivamente, ahí se encontraba su Pulsera Z. Sonrió.
—¡Lo tengo todo! —exclamó.
Lillie entonces miró a Rotom y Pikachu. Ambos Pokémon se encontraban saliendo de su habitación.
—¿Todo en orden?
—Todo en orden —asintió Rotom—. Las herramientas y aparatos estarán en los lugares de siempre. Te dejé todas las contraseñas para acceder a la terminal en un bloc de notas que está sobre la cama de Pikachu, pero por si acaso te envié una copia digital.
—Bien. Te iré informando si descubro cosas nuevas.
Rotom asintió.
—No dudes en usar nuestro cuarto como mejor te parezca —dijo mientras se acercaba a Ash.
—Lo haré. Gracias, chicos —sonrió Aether, tomando un bolso del sofá de la sala—. Entonces, ¿estamos listos?
Ash, Pikachu y Rotom asintieron con fuerza.
—¡Listos para partir!
—Es hora.
—¡Pika pikachu!
Solo entonces voltearon a ver a los demás presentes. Decidueye, Lycanroc, Gumshoos, Peke, Incineroar, Golisopod y Naganadel —los dos últimos hechos un ovillo para caber en el interior de la casa— los veían con grandes sonrisas y ojos llorosos. Ash caminó hacia ellos y abrió la boca con intención de decirles algo, pero negó.
—Lo siento, Rotom, ¿crees que me podrías prestar tu traductor? —preguntó, volteando a ver a la Pokédex.
—Por supuesto. —De su compartimiento trasero cayeron unos audífonos.
Ketchum se puso los audífonos y, entonces, tomó aire. Los vio a todos con ojos llenos de un brillo plateado y una sonrisa que iluminaba más que una pluma arcoíris.
—Se quedarán con Lillie, chicos. Sé que ella cuidará muy bien de ustedes, así que quiero que ustedes cuiden bien de ella. —Acarició el flequillo de Peke, que fue la primera en acercársele—. No le den demasiados problemas, ¿de acuerdo?
¡No lo haremos, Ash!, exclamó Peke, sus gañidos convirtiéndose en una voz sintética por el traductor de Rotom. ¡Cuidaremos de nuestro hogar aunque tú no estés!
—Gracias, Peke. —Con ternura le acarició el mentón—. Me quedo más tranquilo sabiéndose eso.
Los ojos de la Ninetales dejaron salir unas pocas lágrimas, pero las evaporó casi al instante. Vio a su entrenador directamente a los ojos, diciéndole a su manera que todo estaría bien.
Seguiremos fortaleciéndonos aunque no estés para guiarnos, Ash, Lycanroc dio un paso al frente. No descuidaremos el entrenamiento en caso de que nos necesites.
—¡Ten por seguro que los llamaré, amigo! —Ash se acuclilló para acariciarle el pelaje al can, mismo que le restregó las piedras de su collarín en el rostro—. ¡Auch, auch!
Lycanroc y Ash se rieron antes de que el primero le diera al segundo un lametazo en la cara. Su mirada esmeralda transmitía confianza y seguridad.
No nos reconocerás, Ash, Gumshoos se le acercó con una sonrisa en el rostro. Nadie nos derrotará hasta que regreses, es una promesa-Shoos.
—¡Y yo confío en ella, Gumshoos! —Chocó los cinco con la mangosta antes de ponerle una mano en la cabeza.
Estaremos atentos a tus noticias, Ash, dijo Incineroar, acuclillándose para estar a la altura de su hermano y de su entrenador. Aunque conociéndote, sabemos que pronto escucharemos hablar de ti.
—Me aseguraré de hacer muchísimo ruido, Incineroar. —De forma juguetona le golpeó el bíceps, recibiendo un gesto similar solo que en el brazo opuesto—. Así que ustedes también háganlo aquí, ¿de acuerdo?
De acuerdo, dijeron los hermanos al unísono.
Ash… esperaremos ansiosos tu regresar, Naganadel se esforzó por darse a entender, pero su voz se escuchaba rara en el traductor. Ketchum se dio cuenta de que era Rotom quien se estaba esforzando por transmitir el mensaje de la forma más limpia posible.
—Nos veremos de nuevo antes de que siquiera se den cuenta —aseguró, abriéndose paso entre sus Pokémon para sujetar el rostro de Naganadel con ambas manos—. Hasta entonces, sigue practicando tu lenguaje aunque Rotom no esté aquí, ¿de acuerdo?
Practicaré mucho y aprenderé mucho, asintió el Ultraente, risueño.
—Eso estoy deseando verlo.
¡Ash!
Se giró ante el repentino grito de Golisopod. El samurái lo veía con expresión nerviosa, pero se obligó a sí mismo a ser fuerte… aunque no pudo contener sus propias lágrimas. Frunció el ceño y sonrió, lleno de convicción.
Gracias, Ash. Yo… siento que nunca te he agradecido lo suficiente por haber cambiado mi vida, dijo e inclinó la cabeza en una reverencia. Gracias por darme un hogar al cual pertenecer… y una familia a la que querer.
Ketchum caminó hacia el gran tipo Agua y lo envolvió en un afectuoso abrazo.
—Fue el destino el que te hizo saltar a mi bolsillo aquella vez, Golisopod. Gracias por haberte esforzado tanto… y gracias por seguir esforzándote.
S-sí…, respondió con un sollozo.
Ash se separó del tipo Bicho solo para darse cuenta de que sus demás Pokémon lo veían con lágrimas en los ojos. Tuvo que secarse la suya propia antes de que alguien más se le acercara.
Ve, Ash, Decidueye, también gruesos lagrimones cayendo por su rostro, lo veía con una determinación envidiable. Conquista el mundo.
En el rostro de Ketchum apareció una sonrisa que no hizo más que ensancharse. Abrazó con fuerza a su Pokémon antes de asentir con fuerza. Se separaron al cabo de unos segundos y, con el mismo brío que Decidueye le había mostrado, lo miró.
—El mundo entero será nuestro, amigo.
Como siempre debió serlo, dijo la lechuza con una sonrisa.
Ash caminó hacia la puerta, los audífonos de Rotom todavía en sus orejas. Sujetó la mochila que había dejado en el suelo y se la puso con un rápido y virtuoso movimiento. Tomó el pomo de la puerta, lo giró y la abrió. Antes de poner un pie afuera, se dio la vuelta.
—No tengan miedo de las cosas que nunca han visto o hecho —dijo, viendo con una gran sonrisa a su entrenador—. Aprendan hasta cansarse y jueguen hasta que oscurezca. Sean mejores día a día, chicos, porque yo definitivamente lo seré.
Sus siete Pokémon lo vieron desde la sala con gestos llenos de esperanza. Aunque ahora eran un equipo de campeones, antaño habían sido muy distintos. Geniales pero torpes; débiles y con poca disposición a rendirse. La inexperiencia los delataba y, aun así, había una chispa de fuego en aquellos ojos que no había desaparecido en ningún momento. Eran su equipo y, más importante todavía, su familia.
—¡Me voy yendo!
¡Qué te vaya bien!, exclamaron al unísono.
—¿Partes ya?
—Sí, atrapé a los Pokémon que quería. ¡Fue un rotundo éxito!
Se escuchó una risa al otro lado del teléfono.
—Has mejorado bastante desde que iniciaste, Go. Sigue así y pronto habrás cumplido tu sueño —dijo el profesor Sakuragi con una sonrisa.
Go le sonrió ampliamente a su empleador mientras se recargaba contra el barandal del enorme barco en el que ahora estaba montado.
—¡Por supuesto! ¡Después de todo, el futuro está en la palma de mi mano! —exclamó con convicción.
Sakuragi asintió repetidamente, complacido por el espíritu de su asociado investigador. Recordó el principal motivo por el que había llamado a Go.
—Por cierto, Go, recuerda visitar a la profesora Magnolia cuando llegues. Te estará esperando para guiarte hacia las zonas de contacto —explicó rápida y concisamente.
—Seguro. —Sus ojos se entrecerraron un poco—. Espero que esta vez podamos darle identidad a esas lecturas.
—Si corremos con suerte, lo lograremos, Go. Y si no, recuerda divertirte. Seguramente habrá algún Pokémon que quieras atrapar en Galar.
—Justamente hay unos chicos a los que les he puesto la mirada encima —respondió con mejor humor. La ensordecedora bocina del barco que retumbó por cielo, mar y tierra lo hizo sobresaltarse, casi cayéndosele el teléfono al mar. Se paró recto—. E-en cualquier caso, lo contactaré luego, profesor.
—Ten cuidado, Go. Estaremos esperando noticias tuyas. ¡Ah, por cierto…!
La voz de Sakuragi fue silenciada por la bocina del barco. Go entrecerró un ojo y se tapó uno de los oídos con una de las manos que tenía disponibles. No escuchó nada de lo que Cerise le había dicho, por lo que simplemente asintió, aturdido.
—¡Nos vemos, profesor! —exclamó, colgando la llamada.
Suspiró, recargando todo su peso contra el barandal mientras veía la inmensidad de Hau'oli extenderse frente a él. Le esperaba un viaje largo. Justo cuando iba a ponerse a ojear su teléfono, vio algo por el rabillo del ojo que llamó su atención. Alzó ambas cejas, pues habría jurado ver algo moverse en el casco del barco.
Martes doce de enero del 2016.
El puerto de ciudad Hau'oli estaba especialmente abarrotado aquel día, principalmente por los pasajeros que abandonaban la región en rumbo a nuevos destinos. Una de esas personas la conocemos bien. Había arribado a la región un martes 17 de septiembre del 2013, creyendo que sería un viaje rápido, pero la vida lo sorprendió de una grata manera. Su nombre es Ash Ketchum, y para él, tras tanto tiempo, por fin había llegado el momento del hasta luego.
Reunidos a su alrededor, llamando considerablemente la atención, estaban las personas más cercanas a Ketchum, quienes habían ido hasta el lugar para despedirlo. La bocina del barco resonó con fuerza, casi como si estuviese gritándole a los pasajeros que subieran a bordo o se quedaran atrás. Supieron, entonces, que era la hora.
—Arceus, nunca creí que este día llegaría… —dijo Kukui con una leve sonrisa en el rostro—. Estábamos tan acostumbrados a tenerte por aquí que, por un momento, olvidamos quién eras.
Ash se rio ante el comentario del profesor.
—Si le digo la verdad, yo tampoco creí que nada de esto sucedería —respondió, tendiéndole una mano—. Pero estoy feliz de que lo hubiera hecho. No me arrepiento, profesor Kukui, de nada… y todo fue gracias a usted.
Sorba, halagado, estrechó la mano de Ketchum.
—En ese caso…
El repentino abrazo de Ash lo hizo callar. Se sorprendió por el gesto, pero lo correspondió. El halago se convirtió en enternecimiento.
—Gracias por todo, profesor Kukui.
—No… —Le devolvió el abrazo con firmeza— Gracias a ti, Ash.
Se separaron y se miraron a los ojos. Reafirmaron su apretón de manos una vez más antes de sonreírse. Ash entonces pasó a la siguiente persona. Con cuidado y cariño, cargó a Lei.
—Voy a extrañarlos, profesora Burnet, Lei —admitió, tocando las suaves mejillas del bebé—. Yo… me sentía muy feliz cuando iban a visitarnos.
—Y nosotros… estábamos felices de ir a verlos, Ash —respondió Burnet, sus ojos comenzando a lagrimar—. T-te… enviaré muchas fotos de Lei, ¿sí?
—Eso sería fantástico, profesora —aseguró, una radiante sonrisa en su rostro. Lei le pasó una mano por la mejilla, esta vez con sorprendente gentileza.
Burnet dejó salir un sollozo y, con fuerza, abrazó a Ash.
—Cuídate mucho, Ash.
—Ustedes también, profesora.
Una vez que se separaron, Burnet tomó a Lei en brazos, pero el bebé no quiso soltar a Ash. Consiguieron que volviera con su madre tras un poco de insistencia, pero en su rostro se veía que aquello no lo había dejado ni un poco contento. Burnet rio, tratando de contentar a su niño.
—Entonces es la despedida, Campeón. —Hapu dio un paso al frente cuando nadie más parecía querer darlo. Extendió una mano hacia Ash, que rápidamente la aceptó.
—Es un hasta pronto, Hapu —aseguró Ketchum con convicción—. Volveré.
—¡Y más te vale, zagal! Tienes un trono que proteger. —Su ceño se frunció levemente, su gesto lleno de brío—. Así que sal ahí afuera y llena la boca del mundo con el nombre de nuestra amada Alola.
—¡Puedes contar con ello! —exclamó, asintiendo con fuerza.
La mirada de Hapu se suavizó un poco y su gesto se volvió más sosegado.
—Has crecido desde que te conocí… pero es genial que tu sonrisa no haya cambiado.
—Digo lo mismo, Hapu. —Ash hizo exactamente eso: sonreír, solo que esta vez de forma mucho más íntima.
Honua soltó la mano de Ash y, con la misma con la que antes la sujetaba, apuntó a su espalda. El paletiano se encogió, esperando un fuerte golpe que no llegó; en su lugar sintió una palmadita.
—Ve por ellos, Ash.
Sintió como su determinación incrementaba por aquellas palabras.
Hapu se retiró, dando paso al siguiente. Acerola llegó con una vueltita ante él; Mimikins volaba a su lado.
—¡La tenienta Malíe presentándose! —exclamó, poniéndose firme.
—¡El Campeón de Alola presentándose! —respondió Ash, imitándola.
Ambos rieron. Acerola entonces abrazó a Ketchum.
—Creo que haberte conocido hizo que diera el primer paso para volverme la persona que soy ahora —dijo con una sonrisa—. Gracias por haber sido amable conmigo.
En el rostro de Ketchum se dibujó una pequeña sonrisa.
—La gente solo necesitaba conocerte, Acerola. Tarde o temprano se darían cuenta de quién eres. —Le devolvió el abrazo.
Malíe se secó una pequeña lágrima y luego, tras darle unas palmaditas a Ash, se separó de él. Le ofreció su mejor sonrisa.
—Espero verte aquí para cuando me coronen como Kahuna —dijo, risueña.
—Definitivamente vendré. ¡Yo espero que mantengas un ojo en Malíe en caso de que aparezca alguien poderoso! Mi Alto Mando todavía está reclutando gente, ¿recuerdas?
—¡Te lo haré saber si encuentro alguno tan fuerte como yo!
Se sonrieron antes de que Acerola se apartara. Elio y Selene, con expresiones conflictuadas, se pararon frente a su ídolo. Los gemelos intercambiaron miradas dubitativas antes de finalmente llenarse de convicción. Vieron a Ash con tanta firmeza que éste se sorprendió por un segundo.
—¡Estaremos rezando por tu bienestar, Ash! —exclamaron al unísono.
Ketchum se quedó boquiabierto por un segundo, pero sonrió con ternura.
—¿Saben algo? Creo que se han puesto más bronceados desde que los conocí.
Entonces empezaron a llorar. Él los abrazó sin dudarlo.
—¡N-nosotros… estaremos atentos a cada paso que dé, jefe! —aseguró Elio, frunciendo el ceño con fuerza.
—A-así que… por favor, hasta que estemos listos… siga mirándonos —pidió Selene, los ojos cerrados.
—Ustedes, Elio y Selene, están listos desde hace mucho tiempo —dijo Ash, acariciando sus cabezas—. Mis amigos, nacieron listos. La pasión, determinación y dedicación que poseen; todo eso los impulsará hasta que se vuelvan mejores y mejores, así que… aspiren a eso. No a estar listos, sino a mejorar.
—¡Entonces mejoraremos, jefe! —exclamó Elio, viéndolo a los ojos incluso a través de las lágrimas—. ¡Mejoraremos y volveremos a pelear!
—¡Esta vez… las cosas serán diferentes! —sentenció Selene, sus ojos demostrando la voluntad que había decretado.
Ash los sujetó por los hombros, agitándolos un poco.
—Siempre estaré esperando por ustedes.
Los gemelos Asutoro sintieron que habían nacido para ese momento. Todas las decisiones de su vida los habían llevado a donde estaban, acompañados de un poco de suerte. Todo lo que habían aprendido y todo lo que se les había dado, así como todo por lo que habían trabajado, se asegurarían de aprovecharlo. En un futuro, finalmente tendrían la fuerza suficiente para hacerlo pelear con todo y, entonces, lo derrotarían. Ash Ketchum, más que ser su ídolo, era el objetivo que anhelaban alcanzar.
Y lo harían.
—¡Nos veremos, jefe! —dijeron al mismo tiempo, haciendo el mejor esfuerzo por reprimir el llanto.
—Nos veremos, chicos.
Elio y Selene se apartaron casi a regañadientes, pues sabían que el tiempo era escaso y que ellos no eran los únicos esperando. Fue el turno, por tanto, de otra gran celebridad de la región. Hau Mahalo, el Kahuna de Melemele, puso ambas manos sobre los hombros de Ash.
—Mi amigo; mi hermano —dijo, sonriéndole.
—Mi hermano —dijo también Ash, devolviéndole la sonrisa.
—Una vez, Ash, te dije que eras mi objetivo. Desde aquel entonces, mis metas han cambiado y mi ambición también, pero quiero que sepas que no planeo quedarme atrás. —Sus ojos mostraban la presencia regia de un auténtico Kahuna—. Aunque mi vida no esté en el camino del entrenador, como rey y protector, seré tan fuerte que no perderé contra nadie.
—Si hay alguien que puede hacerlo, ese eres tú, Hau —aseguró Ketchum con total convicción.
Mahalo cerró los ojos por un momento y, cuando los volvió a abrir, éstos se encontraban vidriosos.
—Nuestra amistad y rivalidad ha significado el mundo para mí. El viaje que hicimos juntos; las pruebas que superamos y todo lo que vivimos… Nunca olvidaré nada de eso. Ahora eres parte de mi alma y por siempre te llevaré en mi corazón, mi más querido amigo.
Los ojos de Ash también se pusieron vidriosos. Sujetó el antebrazo de Hau en un gesto que indicaba intimidad.
—Melemele y Alola están en buenas manos. Sé, y siempre he sabido, que en el mundo no hay nadie más apto para el puesto que tú. Así que ilumínalos con tu luz, Hau, porque te necesitan… y porque yo te necesito. —Tomó aire—. Alola tiene la mayor de las suertes porque la dirige un gran rey; yo la tengo porque te conocí.
No necesitaron más palabras. El lazo que se había forjado con una simple malasada los había llevado a lo que eran ahora. Se abrazaron, sabiendo que lo que muchos podrían considerar como una amistad infantil y pasajera se había convertido en una hermandad tan fuerte como la que poseían aquellos que poseían sangre conjunta. Sus caminos habían sido separados, pero no por ello significaba que jamás volverían a encontrarse. Eso era lo esperanzador del futuro.
Cuando Hau se apartó de Ash, esta vez fue el turno de Gladio. El rubio se paró con firmeza y vio fijamente a Ketchum por un par de segundos antes de sonreírle. Levantó una mano de modo que el azabache hizo lo mismo, uniéndolas en un estruendoso choque de palmas que culminó en un apretón.
—Cumpliste con lo que dijiste aquella vez que me fui.
—Al igual que tú, viejo amigo. Aquel combate; a ti… ten por seguro que nunca podré olvidarlos. Me diste la mejor Liga Pokémon de mi vida, Gladio —aseguró con una sonrisa—. Me alegro… de que hayas sido tú.
Aquellas palabras conmovieron profundamente a Aether, cuya sonrisa se ensanchó.
—Te digo lo mismo. Perdí, pero fue contra el mejor. No hubiera querido que fuese nadie más.
Ash inhaló y liberó todo el aire en un suspiro.
—Estoy realmente feliz de que seamos amigos, Gladio —aseguró, viéndolo a los ojos.
Gladio dejó salir una risita antes de soltar su mano. Puso los brazos en jarra.
—Llegados a este punto, Ash, llámame hermano.
Una brillante sonrisa, a juego con la luz de sus ojos, apareció en el rostro de Ketchum.
—¡Por supuesto, hermano!
El rubio asintió, pues le gustaba como sonaba aquello. Su mirada dejó toda seriedad o solemnidad para expresarle su cariño a Ash.
—El mundo parece vasto, pero es realmente pequeño —dijo, haciendo que en Ash resonara un fuerte déjà vú—. Mientras nuestros caminos estén conectados por la misma meta, nos volveremos a encontrar. Y cuando eso pase…
El ceño de Ash se frunció y una sonrisa competitiva apareció en su rostro.
—¡Sí! Definitivamente tendremos una batalla.
No hubo abrazo, pero porque no fue necesario. Todo lo que pudieron haber comunicado con aquel gesto lo expresaron mediante sus ojos y sonrisas. Estaban unidos por una fuerza extraña que se había asegurado de cruzar sus caminos, pero no siempre se habían llevado bien. Aunque la vida los había puesto en el mismo carril, ellos mismos se habían encargado de colaborar para recorrerlo. Su amistad había nacido a raíz de malentendidos, discusiones y comprensión… y su hermandad gracias a un amor conjunto. Eran guerreros, y esa era su vida.
Justo cuando Ash y Gladio soltaron sus manos, la bocina del barco sonó una vez más. Se escuchaba como el llamado final, pues la duración había sido bastante superior a cualquier otro bocinazo. Cuando el ruido cesó, alguien gritó su nombre.
—¡Ash, date prisa! ¡El barco va a zarpar! —exclamó Alphonse desde la cubierta. A su lado estaban su madre, Pikachu y Rotom. Los dos tipo Eléctrico bajaron a toda velocidad.
—Te está tomando una eternidad despedirte —dijo la Pokédex, viéndolo con el ceño levemente fruncido—. ¡Tenemos que irnos!
—¡Pika pi! —exclamó Pikachu con apuro.
—S-solo…
—Solo un momento más.
Voltearon hacia Lillie, quien los veía con una sonrisita en el rostro. Aether se plantó ante ellos, viéndolos a los tres con ternura. Sujetó el rostro de Ash con ambas manos.
—Cuídate, Lillie —pidió Ash, rodeándola por la cintura—. Tú y los chicos, cuídense mucho.
—Lo haremos. Mantendremos arriba el fuerte mientras tú no estés —aseguró, pegando su frente contra la de él. Volteó a ver a los tipo Eléctrico—. Rotom, Pikachu… Ustedes también…
Se le quebró la voz. Vieron con tristeza cómo Lillie se encorvaba levemente y, en silencio, la abrazaron. Ella los rodeó en un estrecho abrazo mientras sollozaba.
—Voy a extrañarlos tanto… La casa estará tan silenciosa sin ustedes tres —aseguró, acercándolos más a ella. Quería grabarse a fuego la sensación de sus cuerpos. Vio a Pikachu—. Protégelos y ponles algo de sentido común en la cabeza de vez en cuando, ¿sí? Sé que les encanta ponerse en peligro, pero… traten de ser cuidadosos. No hay… nadie en quien confíe más para esta tarea que en ti, Pikachu…
—P-pika… —murmuró el roedor, sus ojos lagrimosos. Lamió con delicadeza el rostro de Lillie, intentando quitarle las lágrimas que caían.
—Rotom… —Sus ojos casi se cerraron, pero ella de alguna forma se las arregló para mantenerlos abiertos—. Explora, diviértete y aprende. Cuando el día llegue… muéstrame todo lo que has visto, ¿sí?
De la Pokédex comenzó a gotear líquido a montones. Su pantalla se llenó de estática.
—Te mostraré… el mundo entero, Lillie.
—N-no espero menos de ti. —Acarició la carcasa con cariño y gentileza, volviendo a acercarlo en un abrazo—. Cuídate mucho, mi pequeña Pokédex bocona…
Cuando fue el objetivo de su mirada, Ash no pudo evitar empezar a lagrimear. Se cubrió los ojos con la visera de su gorra y agitó levemente la cabeza en un intento de recobrar la compostura. Lillie entonces le dio un beso, uno cálido y amoroso que lo hizo flotar a la deriva por un instante. Los sollozos entonces fueron interrumpidos por risitas.
—Mi Campeón… Las lágrimas que ahora ocultas con tu gorra… ten por seguro que el sol las secará —murmuró Lillie, acariciándole una mejilla—. Te llevas contigo mi corazón, mis pensamientos y mi amor. —Le dio otro beso, esta vez mucho más corto—. Yo… siempre supe que llegaría el día en el que querrías ver más allá de Alola, y hoy ese día ha llegado, pero, sin importar lo lejos que vayas, tengo la absoluta certeza de que volverás a mí sano y salvo.
Ash no pudo hablar, por lo que en su lugar asintió. Lo haría; sin importar qué.
—Dime, Ash… —Lillie lo miró directamente a los ojos e, inesperadamente, sonrió con una picardía trémula— ¿he hecho… que tu corazón se acelere?
—Sí… —respondió, sujetándola del rostro—. Sí. Sí, sí, sí… Eres la única, por siempre y para siempre… Solo tú, Lillie…
—Gracias, Ash —murmuró ella, su voz volviendo a quebrarse—. Porque te conocí… es que pude cambiar… Tú me enseñaste… la importancia de decir mis sueños en voz alta; de avanzar sin huir… Por ayudarme y amarme… gracias…
Ketchum negó repetida y desesperadamente.
—Gracias a ti, Lillie —dijo, apenas conteniendo el llanto—. Gracias por permitirme vivir… Gracias por ser mi compañera, mi amiga… y gracias por quererme…
No dijeron nada más, sino que se dieron un beso cargado con las mismas emociones que las lágrimas que ahora caían por sus mentones. Se habían conocido en circunstancias fatídicas, pero habían hecho germinar juntos un pequeño brote que regaron con tiempo, paciencia y cariño. Pasaron tantas cosas juntos que podrían escribir una saga entera de libros relatando sus aventuras y experiencias; tanto había sido su tiempo juntos que la cantidad real se sentía como una fracción del que había pasado para ellos. De desconocidos pasaron a compañeros de viaje y el compañerismo de convirtió en amistad, misma que se transformó en un amor tan puro y fuerte que por sí solo fue capaz de atravesar el mayor de los obstáculos. Se habían dado fuerzas cuando creían no tenerlas; coraje cuando se creían cobardes y alas cuando parecían estar enjaulados; habían reído en los tiempos amargos y llorado en los momentos felices. El viaje había sido uno largo… pero tan divertido que hubieran deseado que jamás terminara. Sabían, sin embargo, que no era el final. No era un adiós, sino un hasta luego, porque sabían que tarde o temprano volverían a verse. Sus destinos ahora estaban por siempre entrelazados y sus vidas eran una sola.
—Vuelve a mí, Ash —dijo finalmente Lillie— y tengamos aquel viaje que prometimos.
—Sí… Nuestra travesía apenas comenzó, Lillie —murmuró, viéndola con una pequeña sonrisa.
Se unieron en un último abrazo y ella dijo una última cosa.
—Me dieron la aventura de mi vida —aseguró con una sonrisa llena de amor en el rostro—. Los amo.
Al mismo tiempo, con diferentes idiomas, pronunciaciones y tonos, ellos respondieron:
—También te amamos.
—¡TODOS A BORDOOOOOO!
Escucharon el grito del mozo del barco y supieron que tenían que separarse.
—Ahora ve, héroe. —Le dijo Lillie, haciéndolo girarse antes de darle un empujoncito en la espalda—. Corre y que el viento guíe tus pasos.
Ash, avanzó a paso torpe. Se dio la vuelta para darle, junto a Rotom y Pikachu, sus mejores sonrisas a los que se habían reunido para despedirlos. Secaron sus lágrimas antes de correr hacia la rampa que conectaba el suelo con la cubierta.
—¡ALOLA, CHICOS! ¡NOS VEREMOS PRONTO! —gritó Ash una vez que había subido, recargándose contra el barandal.
—¡PIKA PIIIIII!
—¡Alola! —exclamó Rotom, agitando una protuberancia.
—¡ALOLA! —gritaron mientras el barco comenzaba a alejarse.
Todos vieron con enormes sonrisas como el hombre que había salvado el mundo y cambiado sus vidas partía una vez más en búsqueda de nuevos cielos. Sabían que lo volverían a ver y que, sin duda alguna, regresaría diferente. Más fuerte, con nuevos Pokémon, historias nuevas… no lo sabían, pero estaban convencidos de que algo cambiaría.
Y cambiaría para bien.
Lillie vio el barco zarpar a la distancia y, sin saber por qué, tuvo un extraño recuerdo. Recordó el nombre falso que había usado muchas veces para alejar a las personas con las que no le interesaba relacionarse. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo había utilizado que casi lo había olvidado a él y a su significado.
Aurelia: "la dorada". Sí… Tras conocerlo, ese nombre había dejado de ser algo que utilizaba porque sonaba bien y había cobrado verdadero sentido.
El día doce de enero del 2016, tras 847 días o dos años, tres meses y 26 días, Ash Ketchum abandonó Alola.
Reflectores se encendieron, irradiando con su luz a la persona que estaba parada sobre el escenario. Los espectadores ahogaron un suspiro al verlo aparecer. Aquella persona se dio la vuelta, una Poké Ball rebotando en su mano. Pasó la mirada por la audiencia con una expresión solemne antes de llenar el auditorio con su voz.
—Hola y bienvenidos al asombroso mundo Pokémon. Mi nombre es Oak, pero la gente me llama «profesor Pokémon». —Oak tomó la cápsula con firmeza antes de abrirla. Un Eevee apareció, saltando rápidamente a su hombro—. Este mundo está habitado por criaturas llamadas Pokémon que conviven con nosotros en perfecta armonía. Algunos los usan como mascota, otros los usan para luchar, mientras que yo los estudio como profesión. —Sonrió y entonces dejó salir un suspiro—. Pero eso era algo que le gustaba decir a mi abuelo. Mi nombre es Gary Oak y hoy tengo el privilegio de introducirlos a todos ustedes al fascinante mundo exterior.
Los niños y adolescentes que estaban reunidos en el lugar, así como los adultos que organizaron la ponencia, se llenaron de emoción al ver la repentina pasión que cubrió el rostro de Gary.
—Los Pokémon son seres fascinantes, de misteriosos poderes que nos hemos encargado de estudiar por años. Los humanos descubrimos hace siglos que éramos mucho mejores con ellos como nuestros aliados, por lo que desde hace generaciones hemos establecido amistad con miles de especies y cada día se descubren más. —Encendió una pantalla en la que aparecieron tantas siluetas que contarlas fue imposible, cada una distinta a las demás—. Los investigadores como yo nos encargamos de estudiar a estas especies, pero hay ciertos límites para lo que podemos hacer por nuestra cuenta. Voy a hacerles una pregunta y me gustaría que respondieran. —Paseó la mirada por el auditorio—. ¿Alguien sabe por qué se ha perdido la oportunidad de conseguir mucho conocimiento valioso relacionado con los Pokémon?
Las manos se alzaron y Gary eligió una al azar.
—¿Porque no hay herramientas?
—Cierto, las limitaciones tecnológicas existen, pero esa no es la respuesta. ¿Alguien más? —Señaló a un chico que se encontraba a varias filas de distancia—. Tú.
—¡Porque todavía faltan especies por descubrir!
—Eso también es parcialmente correcto, pero no la respuesta que estamos buscando. ¿Alguien? —Entonces vio a una niña de mirada tímida en la primera fila, su mano alzándose de forma dubitativa. Sonrió—. La de ahí, adelante.
—Porque… ¿los Pokémon no son tan fuertes?
Gary chasqueó los dedos y su sonrisa se ensanchó.
—¡Bingo, eso es! Los investigadores nos hemos perdido de sujetos de prueba muy interesantes porque nos hemos dedicado a estudiar, la enorme mayoría de las veces, a los Pokémon en su estado natural. Se tiene la creencia de que un Pokémon sin intervención humana es el mejor sujeto de observación, lo que muchas veces nos hace olvidar que un Pokémon fortalecido mediante el entrenamiento es capaz de alcanzar límites que jamás alcanzaría por sí solo: límites naturales. Los Pokémon están hechos para llegar a esos niveles de fuerza, pero sin los humanos muchas veces no lo logran. —Unió los dedos de ambas manos—. Eso es simbiosis, y el entrenamiento Pokémon; las batallas, son el medio a través del cual la relación entre nuestras especies alcanza su verdadero potencial. Los Pokémon y sus acciones varían en función de una diversidad de elementos…
—… como por ejemplo las intenciones del entrenador. Un Pokémon puede ser entrenado para hacer cosas que nosotros consideraríamos proezas o veríamos como imposibles.
El paso del vulgar delincuente fue obstruido por el encapuchado que cayó desde la cornisa. Aquel asustadizo hombre chilló al ver a la persona frente a él, tratando de retroceder. El ondeo del manto del vigilante lo engrandecía, mezclando su presencia con la oscuridad del callejón que tras de él lucía como un abismo sin fin. Dio un paso atrás, pero eso fue todo. Un Lucario se encontraba a sus espaldas y, con un golpe en el punto donde se unían cuello y hombro, lo mandó a dormir. El encapuchado y el Lucario se agacharon para observar al criminal, pero se levantaron de inmediato al escuchar el sonido de enemigos aproximándose.
El vigilante lanzó un rápido golpe con la mano abierta hacia sus espaldas, mismo que fue detenido en el acto. Era más fuerte que su oponente, eso lo sabía, pero de alguna manera éste se las ingenió para sujetarlo en una llave que amenazaba con romperle el brazo. Lanzó una rápida patada que obligó al enemigo a alejarse.
Lucario, por su parte, disparó una Esfera aural hacia el oponente que se abalanzaba en picada contra él. Su ataque atravesó por completo al ave, misma que aterrizó antes de dirigir un contundente Hoja aguda contra su rostro. Reaccionó lanzando un gancho alto con Puño meteoro, mismo que detuvo a solo un centímetro del mentón del contrincante. Vio fijamente al Decidueye frente a él, suspirando. Ambos Pokémon bajaron la guardia.
—¿Selene? —preguntó el vigilante en un murmuro.
—¿El Caballero Luna acostumbra ventilar el nombre de sus camaradas? —respondió la otra persona, cubierta por un velo, su voz siendo claramente femenina.
—¿Qué haces aquí?
—Entrenando para las grandes ligas. Si esta va a ser mi vida a partir del próximo mes, mejor prepararme.
El Caballero Luna supo que no tenía caso discutir con su recién descubierta aliada, antes al contrario: estaba de acuerdo. Se puso de cuclillas, dándole la vuelta al hombre que se encontraba inconsciente en el suelo.
—Primera lección: nunca le des oportunidad al enemigo de contraatacar.
—Entiendo. ¿Y la segunda lección?
—Siempre trae una cuerda contigo. —respondió, comenzando a rodear al criminal con la soga.
—Otras personas entrenan a sus Pokémon para actividades más cotidianas, pero no por ello menos útiles.
—¡Oh! Ese es un buen rábano, Incineroar.
Elio y su tipo Fuego veían con asombro el vegetal que habían sacado de la tierra. Aquel rábano era casi tan grande como la cabeza del propio Asutoro. Ambos, humano y Pokémon, se voltearon a ver con emoción.
—Hapu va adorar esto —dijo el azabache, recibiendo un asentimiento por parte de su Incineroar—. ¡Vamos a mostrárselo, amigo!
—¡Roar!
Corrieron hacia la entrada de la residencia Honua, Incineroar con el rábano entre las patas y por encima de su cabeza. Justo antes de que pudieran abrir la puerta, ésta se abrió por obra de la Kahuna de Poni.
—¡Oh! ¡Ese es un rábanote! —exclamó Hapu, los ojos bien abiertos.
—¡¿Verdad?! ¡Incineroar y yo sabíamos que te sorprendería! —dijo Elio con una sonrisa de oreja a oreja.
—Roar.
—Pues sorprenderme me sorprendió —asintió la reina antes de girarse hacia el resto del campo. Ahí, Mudsdale sacaba vegetales por montones gracias a cordeles que estaban atados a su cuerpo y los tallos—. ¿Tú le hiciste los nudos, Elio?
—Quedaron bien, ¿cierto? —rio Asutoro, pasándose el dedo índice por debajo de la nariz.
—Pues lo cierto es que sí. —Hapu le sonrió, un pequeño sonrojo en su rostro—. Buen trabajo, novio mío.
—¡G…! ¡Muchas gracias!
Incineroar, como Hapu, se rio.
—Los Pokémon pueden acompañar a los humanos en las tareas más extraordinarias…
—¡Kahuna Hau, yo tengo una pregunta!
—Adelante.
Subido en un escenario estaba Hau Mahalo, a su lado encontrándose su siempre confiable Primarina. Montones de cámaras lo apuntaban y, ante él, había un mar de periodistas.
—¡Sobre el proyecto de colaboración con la Unidad Ultra, ¿qué nos puede decir al respecto?! —interrogó una periodista, alzando bien la voz para hacerse oír entre los demás.
Hau puso las manos sobre el estrado. Cerró los ojos por un momento, pues estar ante tantas cámaras a veces era un poco agobiante, ese siendo el motivo por el que Primarina estaba con él; siempre lo ayudaba a calmarse. Separó los párpados con renovada convicción.
—Estamos trabajando en una propuesta con los altos mandos de la Unidad Ultra que tiene como objetivo crear un flujo constante de información que beneficie a nuestras dimensiones. Tenemos la intención de crear una relación basada en la confianza, integridad y, por sobre todo, la seguridad de que nuestras sociedades pueden coexistir y apoyarse mutuamente.
—¡Kahuna Hau, ¿tiene alguna fecha para que esa propuesta se saque adelante? ¡¿Cuáles serán los primeros pasos?!
—Las fechas son todas tentativas. Junto a las Kahunas Honua y Konikoni estamos planeando una visita a Ultrópolis en la que uno de nosotros tres asistirá como embajador de nuestra dimensión, pero los detalles todavía están por concretarse.
—¡Kahuna Hau, Kahuna Hau!
Vio las manos elevarse por decenas y retuvo el suspiro que estaba guardando. Percibió la sonrisita de Primarina de reojo, sabiendo en qué pensaba ella. Como imaginaban, la vida de Kahuna era bastante más que solo hacer Pulseras Z y Grandes Pruebas.
—… o en actividades tan cotidianas que hasta nos pueden parecer tediosas.
—Aquí le dejo estos papeles, tenienta Malíe —dijo un oficial de policía tras golpear suavemente el escritorio en el que ella estaba sentada.
Frente a Acerola apareció una pila de informes y demás papeleo burocrático referente a los criminales que habían capturado la semana pasada. Los altos mandos habían tardado bastante en recolectar la información necesaria, por lo que se había acumulado toda de golpe. Malíe, con ojeras en los ojos, sí que suspiró.
—Gracias, capitán —dijo, abriendo una de las carpetas.
El capitán, un hombre de pelo cano y bigote poblado, le dio una sonrisa.
—Ánimo, tenienta. Esto será su pan de cada día en el futuro.
Acerola lo vio alejarse de ella y volvió a suspirar. Gengar entonces asomó la cabeza a través de su escritorio, viéndola con preocupación.
—¿Gengar gen?
—Estoy bien, Gengar —dijo Acerola, sonriendo como mejor pudo—. Todo es por Alola.
—¡Gengar! —dijo el tipo Fantasma, contento por ver que su entrenadora mantenía el espíritu.
Aunque era laborioso y, en ocasiones, un fastidio, sabía que lo que hacía importaba. Todo era con la finalidad de, en un futuro, ser la jefa de policía. Cuando tuviera el poder entonces se encargaría de arreglar todo cuanto estuviera roto.
—Muchas personas resuelven sus asperezas mediante un combate Pokémon, pues está demostrado que la claridad post combate contribuye positivamente a resolución de conflictos.
—¡Hidroariete!
—¡Tajo cruzado!
—¡Rayo!
Golisopod apartó bruscamente a Incineroar antes de esquivar el Rayo de Magnezone con un raudo Acua jet. El isópodo aterrizó pesadamente y, sin pensarlo dos veces, lanzó una gran cantidad de veneno en contra del tipo Fuego. Puya nociva fue recibida de frente por el ferroso cuerpo de Magnezone, que no dudó en utilizar un poderoso chirrido que hizo a Golisopod retorcerse por la intensidad del ruido.
—¡Lanzallamas! —gritó entonces Kukui.
—¡Hidroariete! —respondió Guzma.
—¡Apoya a Incineroar con Foco resplandor! —ordenó Lario.
Ambos movimientos especiales fueron dirigidos hacia el ronin, que desenfundó una gigantesca katana de agua con la que detuvo ambos ataques por un par de segundos. Su espada se rompió, pues la presión ejercida contra su filo fue demasiada como para aguantar, y los ataques le golpearon. Una explosión envolvió al tipo Agua, misma de la que éste salió con Acua jet. El veloz movimiento no le dio tiempo a Kukui de reaccionar, por lo que Incineroar retrocedió violentamente. Magnezone tuvo que salvarlo al utilizar un poderoso Rayo que Golisopod no podía darse el lujo de recibir de frente.
Bajo la lluvia de pueblo Po, tres hombres combatían. Aunque parecía ser una lucha sin cuartel, lo cierto era que, si uno se fijaba bien, podía notar incipientes sonrisas en los rostros de los involucrados.
—También está comprobado que tener a un Pokémon a tu lado reduce los niveles de estrés, lo que los convierte en excelentes compañeros para la vida diaria.
—… el microARN… post-transcripcional… desarrollo embrionario… —Lillie repasaba sus notas a tal velocidad que de sus oraciones solo podía sacarse en claro una de cada cinco palabras.
—Wow, chica, te ves fatal.
Parpadeó varias veces, levantando la cabeza. Estaba sentada en una mesa apartada de la biblioteca, misma a la cual se sentaban ahora cinco chicos. Se había centrado tanto en el estudio que había perdido la noción del tiempo, lo notó cuando vio el reloj en la pared y a Ribombee dormido sobre uno de los tantos libros que había tomado prestados como referencia.
—¿Estás estudiando para el examen de miss Helili? —preguntó Loo, tomando uno de los libros de encima de la mesa. Comenzó a hojearlo.
—Ugh, odio a esa mujer —dijo Bee con un rostro lleno de molestia—. ¿Cuál es su problema conmigo? Les juro que está buscando cualquier excusa para reprobarme.
—Estoy segura de que no ayudó que te escuchara hablar mal del peluquín de su esposo. —B.K. desvió la atención de su propia lectura por un momento.
—Aunque normalmente nunca le doy la razón, esta vez estoy con Bee. —Maa se arrellanó en su asiento—. Ese peluquín está para reírse de él por diez años, descansar, y luego reírse otros diez años más.
—Lo siento, ¿te estamos interrumpiendo? —preguntó Maley con una sonrisa nerviosa pero considerada.
Lillie vio a Ribombee rodar en su improvisada cama y luego a sus amigos. Sonrió.
—No, justo acabo de terminar.
—¡¿En serio?! ¡Porque queríamos invitarte a…!
—¡Shhhh!
—L-lo siento…
Tratando de guardar el mayor silencio posible, se rieron. Ribombee entonces despertó.
—Sin embargo, uno de los mayores fenómenos que investigadores Pokémon y antropólogos investigan, es la facilidad que las personas tienen para volverse amigas cuando los Pokémon están involucrados. Se ha demostrado que, cuando dos personas se conocen con un Pokémon de por medio, la probabilidad de que su amistad exceda los diez años se incrementa en un 33 por ciento.
—Deberíamos ir al comedor. Al dice que ellos ya están ahí.
—Podemos esperar un poco más, Rotom —dijo Ash, recargado contra el barandal—. El viento en la cara… ¿No quieres disfrutar de esta sensación un poco más?
—Bueno, estoy bastante acostumbrado a ella. Vivimos en Alola, ¿recuerdas? —La Pokédex "arqueó" una ceja.
—Sí, es cierto, pero este no es el mar de Alola —respondió Ketchum con una sonrisa en el rostro—. Este es un mar por el que nunca hemos pasado. El mar de Galar…
—Pika pi… —asintió el roedor, su expresión siendo la misma que la de su entrenador.
—Aunque todavía nos faltan algunos días antes de llegar a Galar —suspiró Rotom, pero supuso que no tenía caso discutir. Se les unió—. Si te soy sincero, creí que lo primero que haríamos con trabajadores del profesor Sakuragi sería conocer nuestro nuevo lugar de trabajo, no que nos despacharan de inmediato a otra región.
—Es lo que tiene, amigo. Si nos hubiéramos ido en la fecha que teníamos prevista, ya estaríamos instalados desde hace un buen rato, pero como no lo hicimos… —Ash dejó salir un suspiro, maravillado por la brisa.
—Cierto, pero… ¿Mhm?
Al escuchar la voz de Rotom cortarse y una sensación viscosa en la mano, Ketchum abrió los ojos. Vio hacia donde estaban sus dedos, encontrándose sobre ellos una criatura extraña cuyo cuerpo era una plasta de gelatina plateada; tenía una tuerca por cabeza, en medio de la cual flotaba una pequeña esfera, y su cola parecía ser un cable pelado. Era un ser que nunca había visto… aunque en realidad sí lo había hecho. Sus ojos se abrieron de par en par y, antes de poder pronunciar palabra, escuchó un grito.
—¡AHÍ ESTÁ! ¡No… dejes… que se escape!
Giró la cabeza hacia quien había proferido aquel grito, encontrándose con una persona que también había visto antes, solo que… no como tal. La fuerte voz del joven que ahora corría hacia él pareció espantar a la criatura metálica, pues ésta emitió un chillido y salió disparada hacia la dirección opuesta. Ash trató de alcanzarla con una mano, pero no fue lo suficientemente rápido. Vio con desconcierto el lugar por el que aquel pequeño se había ido y luego se giró al escuchar los jadeos del chico a su costado.
Era un joven moreno, de erizado pelo azabache y ojos azules. A su lado había un Pokémon que reconocía de su otra vida y por combates de Leon: un Cinderace. El chico tenía la respiración agitada y el rostro casi morado. Se apoyó en el barandal, pues las piernas le fallaron y cayó al suelo.
—Ey, ¿estás bien? —preguntó Rotom, curioso—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué era ese Pokémon?
—Pikachu. —El roedor comenzó a darle palmaditas en la espalda imitando al Cinderace.
—Ese… Pokémon… ha estado… causando estra… —Le faltó el aliento. Luchó por recuperarlo— estragos… Si no lo atrapamos… todos… vamos… a acabar… en el… fondo… del… mar… Necesito… que me…
Se interrumpió, no por falta de aire, sino porque vio quién era la persona frente a él. Su rostro dejó de ser morado para pasar a volverse blanco como el hueso. Con torpeza se alejó, señalándolo.
—T-tú e-eres… tú eres…
—Ah, sí, ¿dónde estarán nuestros modales? Un placer, yo soy el Proyecto RotomDex, creado por el profesor Kukui y otros científicos de poca importancia. —La Pokédex entonces señaló hacia el roedor—. Ese chico de ahí es Pikachu.
—¡Pika pika! —saludó el ratón.
—Y este de aquí, el de los ojos brillantes y sonrisa cómicamente grande… —suspiró antes de reírse—. Bueno, su nombre es Ash.
—¡Alola!
—Al final, la relación entre humanos y Pokémon sigue siendo una rama de estudio tan extensa como el infinito mismo. Es mediante el conocimiento que mejoramos nuestra relación simbiótica y, al mismo tiempo, avanzamos como especie. ¿Llegará un punto en el que humanos y Pokémon seamos lo mismo? Eso nadie tiene forma de saberlo, por mucho que se teorice y comente.
Ves como el profesor Oak acciona un botón del control remoto que tiene en la mano, lo que hace cambiar la imagen en el enorme monitor. Todo se vuelve negro a tu alrededor y, casi al mismo tiempo, las luces que apuntan al profesor se apagan. Miras hacia todos lados en busca de una respuesta hasta que finalmente lo escuchas hablar.
—Pero, ¿por qué enfocarnos en lo que no sabemos cuándo podemos analizar lo que sí?
Entonces regresa el color. La pantalla emite un brillante resplandor blanquecino que te ciega por un segundo, pero logras recuperarte del shock inicial. Tus ojos se vuelven a acostumbrar a la intensa luz y finalmente puedes ver el vídeo que se está reproduciendo. Un Nidorino y un Gengar, ambos batiéndose a duelo, son los protagonistas del material que el profesor Oak quiere que veas. Te sientes fascinado al ver a semejantes criaturas desenvolverse mano a mano con sus entrenadores, uniendo fuerzas para lograr un mismo objetivo. Notas como el profesor se aparta un poco para que todos puedan ver bien la pantalla, pero entonces te percatas de algo extraño… Sientes como si él te estuviera viendo a ti directamente a los ojos. Él sonríe… ¿pero a quién? Es… ¿a ti?
—Pocket Monster, por su abreviación «Pokémon». Seres tan fascinantes como misteriosos que con el potencial para ser amigos, oponentes y familia. Este es nuestro mundo; uno que compartimos y que compartiremos por muchos años más. Siendo ese el caso… ¿te animas a aprender un poco más sobre ellos?
Bueno, quería dejar la parte de arriba un poco limpia para que entraran directamente a leer el capítulo, así que responderé las reviews aquí. En caso de que no las vean, no se preocupen, me encargaré de enviarles la respuesta por DM a los usuarios con cuenta :D
¡Aquí vamos!
Anidear: ¡Por Dios, casi hasta te lo ruego, haz un one shot! No sé si lo vas a hacer específicamente mi Gladio y mi Selene, pero NECESITO ver más de ellos. Muchas gracias por haberme seguido por tanto tiempo, anidear, y me alegra muchísimo saber que mi historia ha podido ayudarte. ¡Espero verte la semana que viene para el cierre de esta larguísima historia! ¡Gracias a ti por haberme leído! ¡Nos vemos!
Josezcri: Aunque muchos de ustedes han elogiado mis batallas, créeme que lo que me mantuvo luchando al borde del teclado fueron esas interacciones entre personajes, por lo que significa el mundo para mí saber que éstas te gustaron tanto. LLDH es una historia extremadamente larga, así que de corazón espero que pueda acompañarte incluso cuando su viaje haya terminado. ¡Felicidades a ti también, Josezcri, pues ya casi hemos llegado al final! ¡Gracias!
CCSakuraforever: ¡Espero que te haya gustado también este capítulo, Sakura! :D
Ultimate blazer: ¡Gracias a ti por leer, Ultimate! Aunque el futuro de estos personajes lo podremos ver un poco más en el siguiente capítulo, espero que tengas la seguridad de que las cosas saldrán bien para ellos. Los hemos visto crecer durante mucho tiempo, ¿no es así? ¡Tenemos fe en ellos!
Red dexholders: ¡QUE VIVA EL REY HAU MAHALO! Ahí poco a poco el camino de nuestros héroes se va esclareciendo mientras las responsabilidades van juntándose. ¡Gracias a ti por leer, Red! ¡Nos leemos! :D
Genesis 581: ¡Gracias por el apoyo en la recta final, Genesis! ¡Solo una semanita más y terminamos con esto! :D
XtracJester68: Cada vez más cerca del final, Xtrac. ¿Quién diría que llegaría el día en el que pudiéramos decir que sería la próxima semana? ¡Muchísimas gracias por destacar la escena que tuvo con Tapu Koko! Me gustó bastante como quedó y me alegra muchísimo que la elogiaras. Quise darles a los Rocket el final feliz que tanto necesitaban y pues sí, han encontrado en Alola un nuevo hogar de la misma forma que Ash lo hizo. Creo que Rotom sería capaz de aportar bastantes datos que a veces pasamos por alto desde su POV XD. ¡Tú ten fe y verás que las cosas saldrán bien para Gladio y Selene! ¡Con un poquito más de esfuerzo y cariño, las cosas caerán por sí mismas! ¡Ese es un gran punto, Xtrac! La colaboración entre Ultrópolis y Alola podría, a todas luces, cambiar el mundo Pokémon como lo conocemos. ¡El futuro es brillante! ¡Espero que hayas disfrutado del capítulo y nos vemos para el epílogo la siguiente semana! :D
DeepaVII: ¡Me alegra que te gustara, Deepa! ¡Espero que, para cuando llegues a este punto, sientas lo mismo con respecto al resto de la historia! Créeme cuando te digo que tus palabras significan mucho. ¡Gracias por leer!
Ahora sí, pasando a mis pensamientos como autor…
…
Terminé. 3:06 a.m. del 21 de febrero del 2024. En este día y hora exacta, quiero que sepan, que terminé de escribir el último capítulo de esta historia… aunque la idea me causa conflicto. Yo… no sé muy bien cómo sentirme en este momento. Sí, este capítulo es "oficialmente", el último, pues en teoría la lectura del epilogo va a ser algo más secundario e incluso opcional, pero… esto de alguna forma no se siente como el final, pues todavía no puedo cambiar el estatus de la historia.
Hay un motivo por el que quería subir esto un día 22 de febrero (además de porque así pasaría una semana exacta antes del epílogo) y es porque este día será el cumpleaños de mi muy buena amiga Tragikly. La conocí gracias a la historia y desde entonces hemos entablado una muy linda amistad que se ha convertido en una de las cosas que más aprecio a día de hoy. ¡Así que sí! ¡Muy feliz cumpleaños, Tragikly! ¡Lo mejor para ti en tu vida, hoy y siempre!
En cualquier caso, así es como cierra esto, damas y caballeros. No sé si dar las palabras de agradecimiento ya o esperar hasta el 29, pero… Sí, de momento solo diré que ha sido un viaje largo. ¿Quieres considerar esto como el final? Está perfectamente bien, yo también lo hago, pero… ¿por qué no quedarnos juntos para ver a nuestros chicos una última vez?
Mis muy queridos amigos… de verdad estoy sin palabras. Ha sido un largo camino y ustedes lo han aguantado como auténticos campeones. Quiero que se den a sí mismos un aplauso, pero uno chiquito pues el grandote va a ser en el epílogo ya que les haga su carta de despedida y llore como una nena frente al teclado.
Pero… sí. Creo que si ahora mismo cayera muerto, al menos podrían considerar que tuvieron un cierre… En todo caso, sería mejor dejarles la fecha de finalización oficial de esta historia, ¿no?
Pues bueno, como ya llevo repitiendo desde hace unas semanas, LLDH cambia su estatus de "En progreso" a "Completada" el día 29 de febrero del 2024. Los estaré esperando ese día, chicos.
Y claro, necesito decirles el título del siguiente capítulo… Aunque la verdad, creo que mejor lo dejaré como una sorpresa jeje.
En todo caso, chicos, yo me despido por el momento. Nos vemos la próxima semana con el epílogo. ¡Nos leemos y Alola!
