Yeyy ahora seguiremos con la perspectiva de nuestra querida Annie. Debo decir, que su punto de vista fue un poco más díficil de escribir que el de Sadie, porque Annabeth es hija de la sabiduría y se supone que siempre debe de estar un paso adelante de todos. Bueno...espero haberlo hecho bien. Entonces, por si no les quedo claro, cada capítulo será una perspectiva diferente de cada personaje, como lo hizo Rick en los libros de los Héroes del Olimpo. Les pido que le den una oportunidad al fic, porque me estoy esforzando mucho y creo que realmente vale la pena, bueno...ya ustedes dirán xd.


CAPÍTULO 2

Annabeth

Ojos azules, botas militares, y cabello rubio con mechones de colores. Annabeth sabía que en algún momento Sadie Kane reaparecería en su vida, pero nunca creyó volver a verla tan pronto, menos en ese estado o aquel lugar.

— Annabeth, que gusto volver a verte — dijo Sadie con una sonrisa.

Annabeth trató de evaluar su condición. La niña aun parecía débil. Tenía el cabello revuelto, la ropa hecha jirones y algunos cortes en las muñecas. Afortunadamente, los hijos de Apolo habían estado atendiéndola toda la mañana, por lo que la mayoría de sus heridas ya debían de estar sanando.

— Toma esto — Annabeth le acercó un poco de néctar — La última vez que te vi ayudó a sanar tus heridas, debería hacer lo mismo en esta ocasión— hecho un vistazo rápido a sus espaldas— Le pedí a los campistas que estaban dentro de la enfermería, que nos dieran un poco de privacidad. Yo…quería hablar de algunas cosas contigo.

Annabeth notó como Sadie tensaba el cuerpo, pero luego de unos segundos asintió y tomó el néctar que le había ofrecido. Dio un pequeño sorbo.

— Por supuesto— dijo Sadie —Yo también estoy un poco confundida. Es decir, ¿cómo es que terminé entre tu gente? Lo último que recuerdo es estar luchando contra ese horrible hombre-demonio con cara de caballo, y al siguiente ya estaba en este lugar. ¿Dijiste que me encontraron inconsciente? ¡Qué vergüenza! No me quiero ni imaginar lo que dirá Carter cuando se entere. Probablemente me molestará con esto por semanas.

Sadie dio otro pequeño sorbo y suspiró.

— Algunos campistas escucharon ruidos extraños hace unas horas — explicó Annabeth — parecía provenir del otro lado de límite, y fueron a investigar. Te trajeron al campamento. Supusieron que eras una semidiosa, porque pudiste cruzar la frontera con facilidad. Los chicos de la Cabaña de Apolo estuvieron revisando tus heridas, y notaron que tenías cortes muy profundos en las muñecas. Dijeron que parecía como si un monstruo te hubiera atacado, y lo hubieras derrotado, porque tu ropa estaba llena de polvo.

— ¡Así es! Fue un monstruo el que me atacó — exclamó Sadie — Aunque usualmente nuestros monstruos se transforman en arena cuando ya no pueden mantener su forma física. Fue tan extraño.

— Mitad hombre, mitad caballo— recordó Annabeth — Un Ipotane.

— Exacto — continuó Sadie — Ese era su nombre. Al principio, se veía muy ridículo con esa cabeza tan extraña, pero luego se transformó en una bestia asquerosa. Créeme, si hubieras visto lo que yo, te habrían dado ganas de vomitar.

— Los monstruos griegos se convierten en polvo cuando son heridos de gravedad.

— Y los egipcios en arena.

— Éstos son enviados al Tártaro, porque no pueden morir igual que otras criaturas —continuó Annabeth— Así que regresan una y otra vez para acabar contigo.

— Ah sí, eso fue lo que mencionó el Mino…perdón, Ipotane. Que los monstruos del Tártaro no eran nada comparado con los de la Duat, y que así también eran los semidioses y los magos. ¿Quién demonios se cree que es?

Annabeth guardó silencio y analizó la situación. Sadie había aparecido prácticamente de la nada, perseguida por un monstruo griego —no egipcio— y había terminado por casualidad en el Campamento Mestizo. No. No era una casualidad. Había pasado por demasiadas cosas los últimos años, que seguramente alguna deidad debía de estar riéndose en sus caras. Alguien había guiado a Sadie hasta ese lugar. Pero, ¿por qué? Habían tenido desacuerdos muy grandes hace poco con los romanos, pero después de la guerra con Gaia todo parecía estar bajo control. Tal vez alguien quería que se repitiera la historia, y que diferentes fuerzas místicas —que no deberían mezclarse— se conocieran para iniciar otra guerra.

La última vez que había visto a Sadie, fue cuando ella y Percy habían tratado de detener al hechicero Setne, quien quería utilizar magia griega y egipcia para volverse inmortal. Sadie y su hermano, Carter, habían llegado a ayudarlos, y juntos lograron derrotarlo. Todo había estado bien después. Nunca los habían vuelto a ver. Sin embargo, sintió que en ese momento, ella y Percy habían cruzado una línea que debería estar oculta. Magos y semidioses no deben mezclarse. Los dioses habían estado a punto de perder la cabeza cuando se enfrentaron con sus contrapartes romanas. No quería imaginar de lo que serían capaces los dioses de Egipto. Conocía los mitos que hablaban de sus deidades y monstruos, y algunos eran sumamente aterradores. Sadie y Carter parecían tener experiencia en combate cuando trataron con ellos, así que imaginó que ya se habían cruzado con alguno que otro demonio en el pasado.

Ellos estaban formando parte de algo más grande. El destino o los dioses, estaban esperando que ese encuentro significara algo. Pero no podía permitir que otra guerra mágica atacara su hogar, ¿o sí?

— Lo siento, Sadie— dijo Annabeth —Pero no puedo evitar preocuparme por esto. Contigo aquí, las cosas pueden ser peligrosas.

— Lo sé. ¿Recuerdas la última vez que nos vimos? Setne estuvo a punto de destruirlo todo— exclamó Sadie.

—Exacto. Los semidioses…

— Si, si, ya sé— la interrumpió Sadie — Magos y semidioses no deben mezclarse. Por alguna razón, la gente está en nuestra contra. Ese tal Ipotane dijo que éramos criaturas inferiores —cruzó los brazos— Yo le mostraré que mi puño no es tan inferior. Pero, sé que tienes razón. Yo no debería estar en este lugar, así que me iré. Dale las gracias a tus amigos por sanarme.

— No puedes irte en esas condiciones. Los médicos sospecharan si desapareces sin antes haber curado tus heridas.

— Estoy bien, enserio. La bebida que me diste me ayudó mucho. Tiene el mismo efecto que las galletas de mi abuela.

— Sadie— la miró fijamente —Ahora mismo estás en el Campamento Mestizo, un lugar donde habitan los semidioses. Me parece haberte contado antes de él. En fin, como cruzaste la frontera, creen que eres una de nosotros. Puedes permanecer aquí mientras sanas, no te preocupes. No puedo dejar que regreses al exterior luego del ataque del Ipotane. Era un monstruo griego. Si te guió hasta aquí, eso significa que debemos de ser parte de algo más grande, o que debes de cumplir alguna especie de destino en este lugar.

— No puedo quedarme aquí para siempre — respondió Sadie —debo volver con mi familia.

— No estoy hablando de una estancia permanente. Me gustaría que te quedes aquí y te recuperes. Tal vez en ese lapso, podamos descubrir alguna cosa, o quizá los dioses nos guíen hacia nuestro destino. Sea el caso o no, cuando te recuperes, puedes volver a tu hogar. Yo te acompañaré. Lo haremos sin que nadie se entere.

Tal vez había sido demasiado fría, porque Sadie bajó la mirada. Tenía su vista perdida en el néctar.

— Lo siento si no lo dije antes, pero…— Annabeth se acercó a ella— Me alegra que estés aquí.

Y Annabeth la abrazó. Realmente se alegraba de ver otra vez a Sadie. No podía dejar de pensar en lo que su aparición podía significar, pero mientras tanto quería pasar el mayor tiempo posible con ella. Por Atenea que no estaba segura cuánto tiempo tendría que esperar hasta volverla a ver.

— Muchas gracias— Sadie correspondió el abrazo —Desde hace tiempo he tenido ganas de verlos. ¿Percy también está aquí?

— Sí— Annabeth rompió el abrazo — Llegamos juntos hace dos días.

— ¿Cómo? ¿No viven aquí? —Annabeth rio.

—No. Yo solo pasaba mi estancia en el Campamento Mestizo durante el verano— explicó — Antes vivía con mi padre, pero ahora Percy y yo nos mudamos a la ciudad de la Nueva Roma para asistir a la universidad.

— Ya veo— dijo Sadie— ¿Y qué es la Nueva Roma? ¿Es un lugar real? Carter es mejor en geografía que yo.

— Es real. Pero es un santuario privado.

Annabeth dudó. ¿Realmente debería compartir tanta información con Sadie? Sabía que ella y Carter eran de fiar, pero no conocía a los demás magos.

— Es algo como el Campamento Media Sangre entonces — dijo Sadie.

— Mestizo — corrigió Annabeth — Pero sí. Los romanos tienen un lugar más grande que nosotros. El Campamento Júpiter es donde entrenan a los semidioses romanos, y cuando cumplen con su encomienda, se pueden retirar a vivir a la ciudad de la Nueva Roma, donde pueden descansar, ir a la universidad y tener familias.

— Que tierno — dijo Sadie — Entonces también hay semidioses romanos. ¿Quién lo diría? A este punto ya nada me sorprende. Es decir, hay magos, hijos griegos y romanos de divinidades, ¿qué sigue?, ¿semidioses nórdicos?

Annabeth palideció.

— Como sea— continuó Sadie —Tú y Percy ya cumplieron con su "deber", y por eso ya pueden vivir felices para siempre con los romanos en su ciudad, ¿verdad?

— Algo por el estilo.

— Entonces, ¿qué los hizo volver aquí?

Buena pregunta.

— Percy y yo tuvimos una pesadilla — explicó — Pensé que eran imaginaciones mías, pero Percy me contó que él también tuvo una visión muy extraña. Pudo haber sido un asunto sin importancia, pero luego de eso, recibí un mensaje de un amigo que vive aquí en el campamento, diciendo que algo extraño estaba sucediendo.

— ¿Cómo qué?

— Los dioses — dijo Annabeth — No responden.

Sadie resopló.

— Vaya. Eso mismo me dijo Walt esta mañana.

Annabeth arqueó las cejas.

— Mi novio — continuó —Comparte cuerpo con el dios Anubis, pero no ha logrado sentirlo dentro de él.

Annabeth creyó no haber escuchado eso último bien. ¿Un novio que era un dios? En fin. Decidió no preguntar.

— Me dijo que no me preocupara, pero me hizo pensar que Isis también ha estado muy silenciosa desde hace días. Claro, me ayudó en mi batalla con el caballo, pero sentí su energía… ¿Cómo explicarlo? Debilitada.

Annabeth trató de recordar su último encuentro con Sadie. La chica le había explicado que los magos no eran hijos de dioses como ellos, sino que dichas entidades les prestaban su fuerza y sus poderes, como una especie de alianza. Sadie seguía el camino de Isis, la diosa de la magia. Carter apoyaba a Horus, el dios vengador.

— ¿Qué piensas sobre ello? — dijo Sadie.

— No lo sé. Es extraño. Normalmente, nuestra magia permanece separada de la suya, pero si sus dioses y los nuestros están comportándose extraño…

— Tal vez, como dijiste, es el comienzo de algo más grande.

— Puede ser — suspiró — Por el momento, quiero que me acompañes a dar una vuelta. Te alejaré un poco. Así evitamos miradas indeseadas. No quiero que los otros campistas te noten demasiado, ¿está bien? Esperaremos un par de horas y luego podrás irte.

— De acuerdo— dijo Sadie.

Annabeth la ayudó a levantarse. Sadie tomó sus cosas, y juntas salieron de la enfermería.


El sol comenzaba a ocultarse, y todos los campistas estaban preparándose para su juego semanal de Captura la Bandera, por lo que si tenían suerte, ninguno de sus hermanos entraría en ese momento a la Cabaña de Atenea.

— Que lindo lugar — comentó Sadie.

La niña se paseaba por el interior de la cabaña, mientras Annabeth buscaba algo de ropa nueva para Sadie, ya que la suya estaba hecha jirones.

— Me recuerda a la biblioteca que tenemos en casa— continuó Sadie — Pero es dominio de Thot, no de Atenea. Y tampoco tenemos camas. Pensándolo bien, parece más la habitación de Carter que otra cosa. Es un sabelotodo.

Annabeth torció una sonrisa. Sadie parecía querer mucho a su hermano, aunque ésta lo negara.

— Toma —dijo, y le entregó una camiseta nueva de color naranja — Te mezclarás bien entre nosotros.

— Que bonito. Mi propia camiseta.

— Puedes cambiarte aquí, hay un vestidor al fondo.

— Claro. Solo dame un segundo.

Sadie tomó el báculo que habían traído de la enfermería y murmuró unas palabras. Al instante, una especie de agujero multicolor apareció frente a ellas.

— ¿Qué rayos…?

— Descuida — dijo Sadie — Es mi escondite secreto. Reservé un lugar en la Duat solo para mí — Sadie estiró el brazo y lo metió dentro del agujero — Aquí es donde guardó algunas cosas que son para emergencia: ropa, pociones, un par de audífonos…

Annabeth miró de reojo la puerta. Esperaba que nadie las viera en ese momento. No podían ver a Sadie utilizando magia.

—…Carter me dice que un libro sería más útil que una tostadora, pero ya lo conoces como es de molesto.

Sacó el brazo del agujero, y éste se cerró. Sadie tenía entre sus manos unos pantalones, que arrojó a una de las camas.

— Bien. Te dejaré para que te cambies de ropa— Annabeth se dirigió hacia la salida — Yo vigilaré la entrada.

— Por supuesto — dijo Sadie con una sonrisa.

Annabeth salió de la Cabaña 6 y permaneció cerca de la puerta. Sadie parecía estar mejor. Sus heridas parecían haberse cerrado y ya no tenía un semblante tan pálido. Se preguntó, si el néctar tendría el mismo efecto con los semidioses que con los magos. En una ocasión, Sadie le había ofrecido una poción curativa hecha por otra maga, y estuvo a punto de rechazar la bebida, pues dudaba que ésta pudiera ser efectiva. Para su sorpresa, ésta le pudo brindar nuevas fuerzas. Esperaba que el néctar hubiera hecho lo mismo con Sadie.

Miró hacia su alrededor y observó a algunos campistas colocándose sus armaduras y cascos para comenzar el juego. Todavía tenían un par de minutos más, antes de que comenzaran con el enfrentamiento. Annabeth decidió que debía sacar a Sadie durante ese tiempo, antes de que la involucraran en el juego. Todos estarían muy ocupados en ese momento, por lo que nadie notaría la partida de Sadie. Podría explicarles a los médicos de la Cabaña de Apolo y a los campistas que encontraron a la niña, que había sido una Cazadora de Artemisa perdida, y que había regresado con las demás chicas. ¿Sería una excusa creíble? Tendría que pensarlo mejor.

Pasaron unos cinco minutos, cuando Sadie salió de la cabaña con su mejor sonrisa y ropa nueva. Annabeth escudriñó alrededor de la chica.

— Descuida — dijo Sadie — Ya guardé mi báculo y varita en mi escondite secreto, al igual que mi otra ropa. Nadie notará que soy una maga — señaló su camiseta naranja — ¿Ves? Luzco igual que ustedes.

Annabeth sonrió.

— ¿Cómo te sientes? — dijo.

— Pues…mis heridas sanaron mucho antes de lo que pensé. Supongo que fue por la bebida que me diste. Es muy efectiva — dijo Sadie — ¿Qué es lo que están haciendo los otros mestizos de allá?

Sadie señaló un punto cerca de la Casa Grande, en donde un montón de campistas pintaban con una brocha, un poco de color rojo en sus armaduras.

— Están preparándose para un juego — respondió Annabeth — Se llama Captura la Bandera. Ellos son del equipo rojo. El equipo azul debe de estar en alguna parte del campamento ocultando la bandera.

— Ah, ya veo. Es como un juego en donde ocultas el objeto. ¡Increíble! Me encantaría poder jugar. Yo le hablé a Carter acerca de que deberíamos de hacer actividades más recreativas con nuestros aprendices. No todo en la vida son libros y estudio. Pero no me ha hecho caso. Dice que los juegos no les ayudarían en nada.

— En realidad, esto es parte de un entrenamiento. El juego consiste en probar nuestras habilidades y estrategias de batalla. Gana el que lidere mejor al equipo.

— Me encantaría poder probar mis habilidades con los griegos. Ya sé que soy la mejor maga de todas, pero ¿cómo sería luchar en un verdadero combate contra hijos de dioses? — Sadie se colocó la mano en la barbilla y sus ojos brillaron.

— Sadie lo mejor será que nadie en el campamento noté que estás aquí.

— Lo sé. No voy a hacer nada. Solo me preguntaba…

— ¡No puedo creerlo! — exclamó una voz a sus espaldas.

Ambas chicas dirigieron su mirada hacia aquella voz.

Drew Tanaka se acercaba a ellas, con una brocha de pintura roja en una mano, y un lápiz labial en la otra.

— ¡Sadie Kane en el campamento! ¡Por Afrodita! Que me parta un rayo, si eres una de nosotras.

— ¡¿Drew?! — contestó Sadie. Tenía los ojos como platos y la boca abierta.

Annabeth sintió como si una voz dijera en su cabeza ¡Ya está! Se acabó. Llévatela de ahí rápido. Drew la conoce. Todos la conocen. Aguarda. ¿Cómo es que la conoce?

— ¿Cómo la conoces? —le preguntó Annabeth a Sadie.

— Vamos juntas a la misma escuela —respondió Sadie — Drew es solo una pesada, que se cree mejor que todo el mundo.

Drew le apuntó con su lápiz labial a la cara.

— No me hables con ese ridículo acento, niña.

Sadie apretó los puños con fuerza. Al parecer nadie debía burlarse del acento británico.

Drew no era una de las personas favoritas de Annabeth. De hecho, Piper le había dicho que era insufrible tenerla como hermana, pero debía de mantener a Sadie con bajo perfil, así que pensó en que debía llevársela de ahí lo más pronto posible.

— Vámonos, Sadie — dijo Annabeth, y acto seguido miró a Drew, intensificando su mirada—Y tú— dijo— No puedes hablarle así a…

— ¿Sabes qué? — la interrumpió Sadie temblando de rabia — Debí imaginarme que no eras como las otras chicas. No. Eres mucho más, ¿cierto? ¿Dijiste Afrodita? ¡Por supuesto! ¿Quién más podría ser tan arrogante y desagradable como tú, si no fuera tu propia madre?

— ¡No insultes a mi madre!

— ¡Sadie no puedes insultar a una diosa! — reprendió Annabeth.

Una voz dentro de su cabeza, le recordó las innumerables veces en que ella misma había hecho comentarios bastante desagradables, hacia cierta Reina del Cielo, pero no quería arriesgar a Sadie a que los dioses tomaran recelo contra ella.

Sadie pareció escucharla y cerró la boca. Aun le temblaba el cuerpo de rabia.

Annabeth escuchó ruido a sus espaldas, y notó como otros campistas se acercaban a ellas, curiosos del alboroto.

— Da igual — continuó Drew — ¿Quién es tu madre al fin y al cabo?

Sadie palideció.

— ¿Mi…madre?

— Sí — dijo Drew — O padre. Da igual. Tienes un hermano, ¿no? ¿Acaso ambos son semidioses?

— Yo…— comenzó a decir Sadie— Yo no soy una semi…

— ¿No eres una semidiosa? —interrumpió— ¿Entonces qué haces en este lugar?

Annabeth estuvo a punto de abrir la boca. Pero una vez más, Sadie se le adelantó.

— ¡Claro que soy una semidiosa! —exclamó — Amo tanto ser una semidiosa. Y…Y mis poderes son tan… ¡Wow! No te los imaginas.

— ¿Quién es tu madre? — insistió.

— La diosa de la magia claro.

— ¿Quién? ¿Hécate?

— ¿Hé…? ¿Qué? Digo, ¡sí! Esa misma. Uf, como amo a mi madre. Una diosa de la magia. Cielos. Te imaginarás que sus regalos de cumpleaños son bastante complicados.

— ¿En serio?

— ¡Sí! Es decir, ¿cómo rayos vas a conseguir un obsequio que le guste a la diosa de la magia? ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Trucos de magia?

— Eso no — contestó Drew — ¿En serio eres una de nosotros? ¿Ya fuiste reclamada?

Sadie enmudeció.

¡Rayos! La conversación se le había escapado de las manos. No podía permitir que Sadie siguiera hablando. ¿Por qué rayos dijo esa mentira sobre Hécate? Ahora su historia de que formaba parte de las Cazadoras de Artemisa, ya no resultaría tan creíble.

Muchos campistas se encontraban alrededor observándolas, y comenzó a ponerse nerviosa. Sentía su mente trabajando a gran velocidad, tratando de idear un plan que las sacara de ahí.

— Drew— dijo — Sadie acaba de llegar al campamento y está confundida. Su madre la ha reclamado, y acaba de enfrentarse a un monstruo conocido como el Ipotane, hace poco tiempo. Cosa que tú jamás has hecho. Te sugiero entonces, que le des un poco de espacio para que cure sus heridas y vuelva con su familia. Mientras tanto, deberías de terminar de pintar la armadura de los jugadores de tu equipo. El juego está por empezar, y se les hace tarde.

Hubo un momento de silencio. Sadie la miró con impresión, mientras que Drew titubeaba. Probablemente pensando si valía la pena meterse con ambas.

— Bien— dijo Annabeth — Vayan a sus posiciones — miró a los demás — Quirón dará la señal en cualquier momento.

Los jugadores obedecieron y volvieron a las posiciones en las que se encontraban. Drew dudó un momento, pero al cabo de unos segundos, también volvió con los demás al bosque.

— Dioses — murmuró Sadie, una vez que todos ya se habían ido — Eso pudo ser peor.

Annabeth le dirigió una mirada que hizo a Sadie Kane encogerse en su lugar, y mostrarle una sonrisa nerviosa. Pero antes de que pudiera decirle algo, escuchó pasos veloces dirigiéndose hacia ellas.

— Annabeth — dijo una voz a sus espaldas — ¿Qué rayos está sucediendo?

— ¡Percy! — exclamó Sadie, cambiando su mirada asustada, a una radiante — Que alegría verte.

Percy llegó hasta ellas y fijó su vista en Sadie por unos momentos.

— Supongo…— dijo — Que esto no puede ser nada bueno.


¡Ya llegó nuestro Percy! Lo amooo. Y como adivinaran, el siguiente capítulo es desde la perspectiva de Percy. Sobre Drew Tanaka...eh, no hay mucho que pueda decir. Lo que pasa es que se me hizo curioso que ese personaje apareciera en la saga de los Kane, así que pense en que se encontraría con Sadie en algún momento.

Reviews plissssss.