Qué tal si…

Uchiha Misato observo satisfecho el resultado, tal vez aún no era capaz de entender por completo el alcance del poder en su sangre, sus estudios apenas cubrían una pequeña parte de las promesas que podía ver en los secretos de sus capacidades y desarrollar las maravillas de ese poder le llevaría años de entrenamiento, pero al menos ahora ya había dado el primer paso y había logrado exitosamente su experimento. Misato no era más que un muchacho de diecisiete años cuya técnica había logrado lo imposible, había traído de vuelta al mundo de los vivos al hombre de cabello largo y negro que se retorcía atado a la roca que había sido su tumba.

Haberlo hecho volver no había sido nada comparado con la meta que esperaba conseguir con su presencia, este hombre que había osado cometer traición en su vida anterior, sería ahora su viajero, pero además, el guardián de su familia como castigo por sus crímenes y la sentencia que le ataría a los viejos Uchiha y a las nuevas generaciones por el resto de la eternidad.

-Lamentó ser yo quien te castigue de esta forma, tío – decía Misato acercándose al desnudo e indefenso hombre- pero esto es necesario – se agacho a su altura - solo espero te quede el consuelo de saber que gracias a ti, seré capaz de perfeccionar mi técnica

-Detente … – suplicaba Itachi casi sin aliento, su sufrimiento se había prolongado y ahora su único deseo era el de seguir muerto

-Tal vez puedas aprender de todo esto tío Itachi – hablo el muchacho colocando una mano en la frente del hermano de su padre – estoy seguro que de todo lo que veas y escuches, te quedarás con lo que mejor le convenga a nuestra familia - terminó el chico al mismo tiempo colocando ropas negras y una máscara del mismo color en el regazo del mayor, sus ojos grises entonces comenzaron a brillar en tonos púrpura y pronto el salón se lleno con los gritos de dolor del primogénito de Fugaku, sus viajes, lo deseará o no, habían comenzado.