Sinopsis: El terreno común o comprensión mutua: la capacidad de encontrar un acontecimiento, un sentimiento o una mentalidad compartidos. El detective Edward Masen rara vez se preocupaba por encontrar puntos en común con nadie, pero puede que se dé cuenta de que no tiene elección cuando se trata de resolver su actual caso de homicidio. AH/ExB. Está clasificada M por todo: lenguaje, temas oscuros, drogas/adicción, muerte. Etiquetada como misterio/romance/hurt-comfort/crimen/acción.


Descargo de responsabilidad: Stephenie Meyer es dueña de Twilight. Drotuno es la mente maestra detrás de esta asombrosa historia, yo solo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Deb!

Disclaimer: Stephenie Meyer owns Twilight. Drotuno is the mastermind behind this amazing story, I'm only translating it with her permission. Thanks, Deb!

Lizzie Paige es la artista que diseñó la maravillosa portada que acompaña esta historia. Thank you, Lizzie!


Muchas gracias, Sully por tu valiosa ayuda como prelectora. Todos los errores son míos, avísame si encuentras alguno. ¡Gracias!


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COMMON GROUND (1)

por drotuno

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Capítulo 1

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EDWARD

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El timbre de mi teléfono me sacó de un sueño profundo. Aún no había salido el sol cuando abrí un ojo. Por un momento, no supe dónde estaba, pero mis músculos adoloridos me recordaron que ayer me había mudado a mi nuevo apartamento.

El timbre se detuvo, pero volvió a sonar. Buscándolo a tropezones, lo tiré al suelo desde donde lo había dejado cargando sobre una pila de cajas.

—Mierda —refunfuñé, lo cogí, pasé el pulgar por la pantalla y me lo acerqué a la oreja—. Masen.

—Edward, sé que tenías el fin de semana libre para mudarte, pero nos han asignado un nuevo caso y te necesito —Garrett declaró a través de la línea.

—Bien, mándame un mensaje con la dirección. Nos vemos allá —dije entre gemidos mientras me incorporaba.

—Gracias, amigo —dijo a través de la línea—. Cuando acabemos en el lugar, te invito a desayunar.

Solté una carcajada. —Sí, sí, pero nada de Waffle House. Necesito comida de verdad.

—Qué pena —se burló—. Te la tiene jurada, Masen.

—No, gracias. Estoy bien. —Puse los ojos en blanco ante su risa, porque la camarera a la que se refería rozaba los cincuenta, tenía tres nietos y me miraba como si quisiera comerme cada vez que entrábamos allí.

—Apuesto a que sí. Con una cara como la tuya... —Se interrumpió con una risita—. Nos vemos en el parque de la calle Primera.

—Entendido —le dije, terminando la llamada.

Me abrí paso entre cajas, bolsas y muebles aleatorios hasta el cuarto de baño. Me había limitado a descargar el camión de la mudanza para meter las cosas en el apartamento antes de desplomarme sobre el colchón en el suelo. Había supuesto que tendría al menos el fin de semana para poner mi apartamento en funcionamiento.

Tras una ducha rápida y vestirme sin afeitarme, me puse la placa en el cinturón y la pistola en la funda antes de ponerme la chaqueta. Suspiré profundamente cuando llegué a la cocina porque le pegaría un tiro a alguien por una taza de café, pero no había nada preparado y probablemente no tenía tiempo para joder con eso ahora. Una vez hube bajado los tres tramos de escaleras hasta la acera, el olor a café y a algo dulce horneándose me golpeó en la cara.

Había una cafetería en el mismo edificio, y una campana tintineó cuando entré, inhalando profundamente. Aún era temprano, y una mañana lluviosa, así que sólo había unas pocas personas dentro. Sin embargo, detrás del mostrador había una señora mayor con una sonrisa dulce y el pelo oscuro que se mezclaba con las canas.

Su delantal tenía bordado «Common Ground» en la parte delantera, junto con su nombre, Carmen.

—Bienvenido. ¿Qué desea? —preguntó en voz baja. Su tono era un poco áspero, con un toque de acento hispano.

—Café, por favor. Solo.

Mi teléfono pitó mientras me preparaba la taza, y lo saqué para ver que Garrett ya estaba en la escena del crimen, enviándome fotos. Parecía un cuerpo tirado al borde de un pequeño estanque, boca abajo en la tierra. Mujer, de unos veinte años, pelo oscuro, degollada. Por las fotos, no pude ver otras heridas o marcas identificativas.

—Yo me encargo, Carmen. —Oí delante de mí, y levanté la vista para ver a alguien a quien apenas reconocí. Hacía un puñado de meses que había entrevistado a la despampanante castaña que tenía delante.

Isabella Swan, hermanastra de Jasper Whitlock, a quien había arrestado por posesión con intención de venta. Estaba drogadísimo y se había peleado con casi todos los agentes presentes. Ella le había rogado que buscara ayuda, no la cárcel. Juró que se había metido con la gente equivocada. Pero sus actividades eran profundas en el mundo de las drogas de Seattle. Sabíamos que trabajaba para James Hunt, pero Whitlock se había mantenido hermético al respecto, por lo que terminó condenado a once meses en la cárcel del condado.

—Detective —me dijo, sus ojos de fuego oscuro y llenos de desdén hacia mí—. No entiendo por qué está aquí. Atrapó al delincuente, ¿verdad?

Arrugué la nariz y asentí. —Su hermano se dejó atrapar, señorita Swan.

—Medio hermano. —Ella hizo una mueca, que se fue rápidamente—. Sí, lo sé. Jasper es sólo...

—Un adicto —dije sin mucha emoción, lo que hizo que me mirara con odio.

—Sí, y actualmente encarcelado durante los próximos meses, así que ¿por qué está aquí? —preguntó, empujándome la taza de café cuando Carmen se la entregó—. Ya he dicho que no sé nada más que lo que ya dije.

—Café. Y me acabo de mudar arriba.

—Ah, Cristo. ¿Es el polichute al que Charlie le alquiló el 3B? Eso es fantástico —murmuró las tres últimas palabras.

—Me temo que sí, señorita Swan. Parecía pensar que Jasper era responsable de sus propios problemas y no culpaba al detective que lo arrestó —dije, dándome golpecitos en el pecho mientras mi teléfono volvía a pitar—. Si la hace sentir mejor, ya no trabajo en Narcóticos.

—¿Violencia doméstica? —preguntó irónica, y yo resoplé ante su actitud sarcástica, pasándome una mano por el pelo aún húmedo de la ducha.

—No. Homicidios.

—Perfecto para su personalidad, detective Masen. Sus víctimas no podrán quejarse de su actitud.

Sonriendo, asentí. —Puede que tenga razón en eso, y mi compañero estaría de acuerdo con usted.

Se resistió a sonreír, y negué con la cabeza al ver lo diferente que era de su hermano. Polos opuestos, en realidad. Él era rubio, de ojos azules y carcomido por dentro por la ansiedad, las adicciones y una juventud problemática. Ella tenía los ojos marrones, el pelo castaño, era inteligente y algo normal. Hace seis meses, me centré en la detención, no en sus opiniones suplicantes sobre su familia. Y frente mí, intenté no fijarme en que los vaqueros que llevaba le quedaban pecaminosos.

Levanté el vaso alto de papel y le pregunté—: ¿Cuánto le debo?

—Nada. —Suspiró, haciéndome un gesto con la mirada—. Guarde eso. La casa invita, ya que es nuevo en mi edificio.

Levanté las cejas. —¿Su edificio? —Saqué el teléfono cuando empezó a sonar.

—Sí. Se lo explicaré otro día. Sólo sea puntual con el pago del alquiler, no haga ruido, y nada de huéspedes durante más de una semana sin avisarme. ¿De acuerdo?

De repente parecía como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros. Y apenas eran las seis y media de la mañana.

—De acuerdo. —Pasé el pulgar por la pantalla y respondí—: Masen.

—Realmente te necesito aquí, amigo.

—Dame un puto respiro, Gare. Ni siquiera he deshecho la maleta. ¿Cómo carajos se supone que iba a encontrar algo? —pregunté retóricamente, saliendo de Common Ground hacia mi camioneta estacionada calle abajo.

Se rio entre dientes. —Bien.

—Ya voy en camino —le dije, desactivando el seguro de mi camioneta.

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El sol intentaba asomarse a través de la llovizna matinal de Seattle mientras me dirigía al parque. Acerqué mi camioneta a la furgoneta de la Unidad de Escena del Crimen y metí la mano en la consola para sacar unos guantes de goma.

Garrett estaba junto a mi puerta cuando la abrí.

—¿A quién tenemos? —le pregunté, poniéndome los guantes.

—Maria Navarro. Originaria de Texas. Veintisiete años. Le cortaron la garganta, así que se desangró.

—¿Aquí?

—Eso parece.

Asintiendo, le hice un gesto para que me guiara. Su antiguo compañero se había jubilado hacía seis meses, y yo había pasado de Narcóticos a Homicidios. Garrett Spears era unos años mayor que yo. Alto, delgado y tan relajado como alguien que se ha fumado un porro, aunque lo suyo era natural. Su mujer, Kate, esperaba su primer hijo para el verano, y él se alegraba enormemente de ello.

Me agaché bajo la cinta de la escena del crimen, ignorando a los medios de comunicación y esperando a que el forense terminara de hacer una evaluación. Cuando se levantó, me acerqué al cadáver.

No tenía más heridas que el corte en el cuello. El suelo bajo ella estaba saturado de sangre, así que murió en el lugar.

—La conozco —dije, mirando a Garrett por encima del hombro.

—Sí, es de tu antigua división, supongo. —Señaló las marcas de agujas en el interior de los brazos y probablemente entre los dedos de los pies si le quitábamos los zapatos.

—Ajá, era bailarina en The Inferno, pero tenía muchas actividades extracurriculares: entretenimiento adulto online, prostituta a tiempo parcial y traficante de drogas. Hábito de drogas desagradable, heroína. Todo bajo la atenta mirada de James Hunt.

—Que me jodan —siseó Garrett.

Volví a mirar a la víctima y saqué un bolígrafo del bolsillo para moverle un poco la mano. —Está sujetando algo —dije, haciendo señas a uno de los técnicos del CSI—. Puede que quieran embolsarle las manos. Tiene algo agarrado.

—Lo haré, Masen —dijo la joven, haciendo unas cuantas fotos antes de sacar una bolsa para cubrir las manos de Maria. Me miró nerviosa—. Estamos a punto de terminar el procesamiento, lo que significa que pronto la trasladaremos.

Asintiendo, me levanté y recorrí toda la escena. A medida que la mañana se hacía más clara, pude ver que habían elegido el lugar perfecto para matarla. Estaba en la orilla de un pequeño estanque, de difícil acceso desde el sendero del parque. El lugar era conocido por el tráfico de drogas, nada importante, sólo hierba y un poco de coca. Al mirar a mi alrededor, vi a un hombre de mediana edad que sujetaba la correa de un labrador negro.

—Déjame adivinar. El perro encontró el cuerpo —le pregunté.

Sonrió. —Buena suposición. Fue él quien llamó al 911. Dijo que su perro fue tras un pato, y bueno, ahí lo tienes. —Señaló el cuerpo—. Está empapada, y el rigor ya se ha instalado, así que lleva aquí varias horas. Toda la noche, tal vez.

—Gracias...

—Jessica.

—Gracias, Jessica. ¿Puedes avisarme cuando hayas procesado las pruebas? ¿Y un informe toxicológico también?

—Sí, sí. Por supuesto.

Garrett se acercó mientras Jessica empezaba a darle la vuelta al cuerpo para documentar más imágenes.

—¿No te molesta que todas las mujeres del puto cuerpo policial sepan tu nombre, y sin embargo tú le prestas cero atención a esa mierda?

Enarcando una ceja, me encogí de hombros. —¿Por qué iba a importarme una mierda?

Entrecerró los ojos. —Puedes echar un polvo cuando quieras, ¿no? Todo lo que tienes que hacer es aparecer con esa cara. —Cuando empecé a alejarme de él, me alcanzó—. Vamos, déjame vivir indirectamente a través de tu buena apariencia y soltería.

—Eres un mentiroso. Tú eres el que tienes la buena vida, Garrett. Cállate.

Estaba ridículamente enamorado de Kate, que era una mujer muy bonita y dulce. Llevaba el matrimonio como una insignia de honor. Envidiaba su felicidad y su relación. Se amaban de verdad.

Sonrió ampliamente. —¿Sí? ¿Cómo está Tanya?

Riendo amargamente, negué con la cabeza. —No vayas por ahí.

Me burlé de su expresión cursi, sacando mi teléfono para comprobar la hora. Hablando de Tanya, necesitaba llamarla, pero aún era demasiado temprano.

—Masen —me llamó Jessica desde el otro lado de la escena—, puede que quieras ver esto.

—¿Y yo no? —Garrett refunfuñó, poniendo los ojos en blanco—. He sido reducido a la prima fea de Fulanito contigo como mi compañero.

Lo ignoré como de costumbre. Jessica había dado la vuelta a Maria, preparándola para el transporte, pero inmediatamente mis ojos se fijaron en la camiseta de la víctima.

Common Ground. Suspiré, guardándome eso para mí durante un minuto.

—Esto estaba debajo de ella —dijo Jessica, señalando el suelo.

Arrodillándome, me agaché para recoger el objeto al que se refería. Era una bolsita de plástico y dentro había un poco de polvo blanco.

—Heroína —la voz de Garrett ya no era burlona—, parece que tenemos un vínculo entre este caso y tu antigua división.

Me levanté, moviendo la barbilla hacia la camisa de Maria. —Sí, bueno, todavía me debes el desayuno, y ya sé a dónde vamos ahora.

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BELLA

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Tiene una llamada de un preso de la Correccional del condado de King. Pulse uno para aceptar.

Suspiré, señalando mi teléfono a Carmen. —Ahora vuelvo —le dije.

—Salúdalo de mi parte —contestó ella sin levantar la vista de su trabajo. Teníamos unos cuantos clientes, pero nada que ella no pudiera manejar sola con Eleazar trabajando en la parrilla. Salí por la puerta trasera de la cocina.

Pulsé uno en mi teléfono, estremeciéndome por el ruido de fondo.

—Jazz, ¿estás bien? —le pregunté.

—Hola, Bells. Necesito dinero para la despensa. Dijiste...

—Lo sé, lo sé. He estado ocupada. Lo siento mucho. Dame treinta minutos y recargo tu cuenta —le supliqué—. Sé que ayuda con los antojos. ¿Se sabe algo del programa de rehabilitación?

—No, B, están llenos. Pero podrías llamar. Suplica por una plaza para mí.

Suspirando, dije—: Ya lo he hecho. Me dijeron que esperáramos a que hubiera una vacante.

—De acuerdo.

Realmente lo necesitaba en rehabilitación más de lo que él necesitaba estar en la cárcel, que era lo que le había dicho a todo el mundo, incluido el detective Masen, cuando se produjo toda la redada contra mi hermano. Jasper, tres años mayor que yo, era en muchos sentidos un niño. Mi madre lo había tenido con su primer marido, y luego a mí cuando se volvió a casar con mi padre, Charlie. El padre de Jasper era un imbécil maltratador, que se cebó claramente con mi madre y mi hermano, incluso después del divorcio. Todo terminó cuando Jasper, de catorce años, volvió a casa con un ojo morado y el labio partido luego de pasar un fin de semana en casa de Phil.

Mi padre, que era jefe de policía jubilado, fue con dos agentes y le explicó a Phil que la próxima vez que Jasper volviera a casa de una forma distinta a como se había ido, Phil recibiría un balazo en la frente.

Con el tiempo, Phil dejó de acudir a las visitas. Lo último que había oído era que se había mudado a Boston. Jasper no lo echaba de menos, pero el daño ya estaba hecho, por mucho que Charlie amara a mi hermano.

Jasper se ahogaba en cualquier cosa que pudiera quitarle el aguijón a la vida: hierba, alcohol, cocaína y, finalmente, mierda que requería agujas.

Levanté la vista cuando una cara conocida asomó por la puerta, una cara que no había visto en meses, no desde que había pagado la fianza de mi hermano tras su arresto inicial. Ella había ido conmigo a buscarlo. También había estado allí el día que lo llevamos al juzgado, lo que le valió una condena de once meses en la cárcel del condado.

—Hola, Jazz, Ali está aquí. ¿Quieres saludar? —le pregunté.

—Eh... no. Se me acabó el tiempo, B. Por favor, recárgame. ¿Bien?

Mi corazón se rompió porque esos dos estaban nuevamente alejados. Y me dolía verlos. Ninguno de los dos era un santo, especialmente mi hermano, pero cuando estaban bien, eran realmente buenos.

La llamada terminó antes de que pudiera responder y me sentí derrotado. Miré a Alice, que tenía lágrimas en sus bonitos ojos azules.

—Lo siento —susurré, haciendo una mueca. Cuando soltó un feo sollozo, me puse en acción y la abracé—. Lo conseguirá, lo prometo.

Fue entonces cuando lo sentí y me aparté, mirándola boquiabierta.

—¡Lo sé! —Alice sollozó, apartando la mirada de mí.

—Es...

—¡Claro que es suyo! ¡Yo no soy de las que engaña! —prácticamente me gruñó.

—¿Cuándo?

—Cuando estuvo en libertad bajo fianza. Antes de su cita en el juzgado.

—Por Dios, Alice —dije con un suspiro cansado, y de repente eché de menos a mi madre con un dolor que me consumía. Ella habría sabido exactamente qué hacer, qué decir, y probablemente se habría alegrado de que nuestra pequeña familia disfuncional estuviera a punto de hacerse un poco más grande—. Será mejor que estés limpia como una jodida patena, Ali. No bromeo.

Ella asintió con vehemencia. —Sí, lo sé. No soy sólo yo.

Levantando una ceja, le pregunté: —¿Has ido a una clínica?

Negó con la cabeza.

—Pues adivina a dónde iremos mañana —le dije, sin darle tiempo a discutir—. ¿Has comido? ¿Quieres algo? Café no. Leche, jugo o agua.

Ella sonrió suavemente a través de más lágrimas, que ahora podía imaginar que eran las hormonas jodiendo con ella. —Sí, sería genial.

—Vamos —susurré, guiándola de vuelta a Carmen—. ¿Podrías traerle lo que quiera comer? Yo invito.

—Claro, señorita Bella —canturreó Carmen, observando ese pequeño bulto tan prominente en el diminuto cuerpo de Alice—. ¡Ay!, santo cielo... —murmuró eso para sí misma, pero sí, estaba sintiendo esa misma mierda.

Estaba a punto de ser tía, y eso me hizo sacudir un poco la cabeza porque si esos dos no podían resolver sus mierdas, sería yo la que tendría que resolverlas. Estaba a punto de dirigirme al apartamento de Charlie, pero el sonido del timbre en la puerta me hizo levantar la mirada.

—Mierda, dos veces en un día —murmuré, frunciendo el ceño al ver a mi nuevo inquilino y frío cabrón que arrestó a mi hermano. Y esta vez no estaba solo.

El otro detective que lo acompañaba era tan ridículamente guapo como su compañero, aunque parecía un poco mayor, y se desenvolvía con mucha más soltura que el detective Masen.

No era estúpida; era plenamente consciente de que Jasper se había metido en una situación que había hecho que lo detuvieran. Le había dicho una y otra vez que James era una mala influencia. Por eso había dejado The Inferno, porque estaba plagado de drogas, prostitución, armas y pendejadas. En ese momento, necesitaba el dinero.

Me preparé para la falta de emoción de Masen y me acerqué a la mesa en la que se habían sentado él y su compañero.

—El café de aquí es bueno, detective, pero... —dije sarcásticamente, mirando a su compañero, que se rio un poco.

—Señorita Swan —saludó Masen—, tenemos que preguntarle...

Mis fosas nasales se encendieron y mis ojos se entrecerraron en su cara, pero su compañero lo interrumpió.

—Tenemos que pedir comida, Edward. Luego podrás cautivarla con tu ingenio y personalidad deslumbrantes.

No pude evitar la carcajada que se me escapó mientras miraba al otro hombre. —Usted me agrada. Bienvenido a Common Ground. ¿Qué le sirvo?

—¡Sí! Por una vez, la chica más bonita de la sala no está cegada por ti —le dijo el compañero a un Masen que no paraba de reír—. Me llamo Garrett.

—Detective. Bella Swan —saludé, asintiendo una vez y esperando su orden.

—Ah, maldita sea —dijo entre suspiros, mirando entre su compañero y yo.

Una vez que habían pedido su desayuno y le pasé el pedido a Eleazar, comprobé cómo estaba Alice. Estaba mirando con desprecio a los policías de la esquina.

—Tranquila. Y sí, es él.

—Para ser tan guapo, es un imbécil.

Sonriendo, asentí. —Ignóralos. Creo que están aquí por mí. Necesito saber si tienes un lugar dónde quedarte, Ali.

—Estoy bien. Me quedo con mi hermana, Cynthia —respondió, dando un bocado a los panqueques empapados en sirope y mantequilla—. Por ahora, estoy bien.

—Bien, pero quiero que vuelvas aquí mañana. Te llevaré al médico.

Asintió, tomando un sorbo de leche. —Te escucho. Estaré aquí.

Eleazar avisó que la comida estaba lista y fui por ella, llevándosela a los detectives.

—Gracias, Bella —exclamó Garrett, señalando la silla frente a ellos—. ¿Puedes unirte a nosotros? Tenemos que hacerte unas preguntas.

Asintiendo, me alejé para servirme una taza de café, añadiendo rápidamente nata y azúcar. Tomé asiento frente a los dos.

—¿Qué más podrían necesitar saber? —les pregunté en voz baja—. Miren, intento no traer las idioteces de mi hermano a este lugar, pero hoy parece que me han invadido. ¿Y ahora qué pasa?

Masen arrugó la nariz y dio un sorbo a su café. —En realidad no se trata de tu hermano. ¿Conoces a una Maria Navarro?

Mis cejas se alzaron. —¿La ex de Jasper? Bueno, ex pero complicada. —Hice un gesto con la mano—. Sí, la conozco. Trabajé con ella en The Inferno. Ella es un basurero de problemas. Intenté darle un trabajo una vez, pero después de su primer día de pago, nunca volvió a aparecer.

—¿Cuánto hace de eso? —Garrett preguntó antes de tomar un bocado de su tostada.

—Hace un par de semanas.

Los dos compartieron una mirada, pero Masen hizo una mueca. —La encontraron esta mañana, muerta en el parque de la calle Primera.

Me quedé con la boca abierta. —¿Qué? ¿Cómo?

—La degollaron —dijo Garrett en voz baja—. Llevaba una camiseta de aquí.

Tragando grueso, ahora entendía por qué estaban aquí. —Sinceramente, no supe nada de ella desde su último turno. Puedo conseguirles las grabaciones, pero...

—No, eso no es necesario, por ahora.

—También tenía heroína.

—Eso no es ninguna sorpresa. Ella fue la que enganchó a Jazz —les dije, mirando a Masen—. Intenté decírselo entonces.

—Lo sé, señorita Swan… —empezó Edward, frunciendo el ceño en la mesa.

—Llámame Bella.

—Lo sé, Bella, pero tienes que entender lo metido que estaba tu hermano en todo esto —me dijo—. Sé que crees que Jasper es una víctima.

—No creo que sea una maldita víctima. Creo que necesita ayuda. He intentado repetidamente meterlo en el programa de rehabilitación de la cárcel, pero recibo negativas continuamente.

—Esta es la cuestión, Bella —murmuró Masen, limpiándose la boca con una servilleta y sentándose hacia delante—. La detención de Jasper echó por tierra las ventas de James Hunt. Es el mayor distribuidor de drogas duras de Seattle. Ese día perdió su producto y su dinero.

—Jazz era sólo un traficante de poca monta —siseé a su comentario—. No es este... capo que crees que es. Es un adicto, pero también es un chico roto.

Garrett suspiró. —Lo entendemos. Sólo estábamos comprobando una pista, la camisa.

—¿Cuánto tiempo trabajaste en The Inferno? —preguntó Masen, entrecerrando los ojos hacia mí.

—Demasiado tiempo. Tres años. —Incliné la cabeza hacia él—. No fui stripper, aunque parece que intentas imaginártelo. Era camarera. —Hice un gesto alrededor de mi tienda—. Traje ese conocimiento aquí, sin las drogas ni la violación ni el desagradable dueño.

—No quise decir... —Masen se pasó una mano por el pelo, y este simplemente volvió a caer en el mismo sitio con algunos mechones sobresaliendo por todas partes.

Era extraordinariamente guapo, pero tenía la personalidad de una cucharilla. O tal vez le guardaba rencor por no ayudarme con Jasper. Lo veía todo tan blanco y negro. O tal vez me emocioné demasiado. Sus profundos ojos verdes parecieron arrepentidos durante un breve segundo.

—Mira, lo entiendo. Mi hermano es problemático. Demonios, puede que siempre sea problemático, y tú crees por asociación que todos los que él conoce son basura. Menos que eso. Pero te puedo asegurar que no soy menos que nada.

—Bella, nadie dijo... —Masen empezó, pero lo interrumpí.

—No tenías que decirlo, detective. Fue cómo me entrevistaste entonces, cómo hiciste caso omiso de todo lo que intenté decirte, y es cómo has asumido mi vida ahora mismo. Créame, he trabajado duro para llegar hasta aquí y mantener unida a mi familia después de todo tipo de mierdas. —Me levanté, arrancando su factura de mi libreta y tirándola sobre la mesa—. Esta no la pago yo. ¿Hemos terminado?

Ambos asintieron y me alejé.

—Maldita sea, sí que sabes cabrear a algunas personas —oí a Garrett burlarse de su compañero.

—Sí, sólo que es a mi nueva casera a la que he cabreado.

Entré en la cocina al oír la risa de Garrett, cerrando la puerta de mi despacho tras de mí.

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(1) Common Ground: La palabra "Ground" puede traducirse de muchas formas, pero dos de las traducciones que más se apegan a esta historia son las que están en el resumen: terreno común o comprensión mutua. Hay una tercera acepción que se usará más adelante. Cuando sea el caso se las diré.

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Nota de la traductora:
¡Hola! Bienvenidos a esta nueva traducción. ¿Ya identificaron al detective Masen? Deb se inspiró en 'Neil', el personaje de Robert Pattinson en Tenet, así que ya sabes. 😉
Esta historia tiene treinta y un capítulos, incluyendo epílogo, los cuales ya tengo traducidos en su totalidad y será actualizada dos o tres veces a la semana porque tendré varias traducciones a la vez.

En mi grupo de Facebook (Agencia de traducciones de EriCastelo) estaré avisando cualquier novedad.
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