Descargo de responsabilidad: Stephenie Meyer es dueña de Twilight. Drotuno es la mente maestra detrás de esta asombrosa historia, yo solo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Deb!

Disclaimer: Stephenie Meyer owns Twilight. Drotuno is the mastermind behind this amazing story, I'm only translating it with her permission. Thanks, Deb!


Muchas gracias, Sully por tu valiosa ayuda como prelectora. Todos los errores son míos, avísame si encuentras alguno. ¡Gracias!


Capítulo 2

.

EDWARD

.

—¡Maldición! —refunfuñé, abriendo la caja que contenía mis utensilios de cocina.

Al parecer, mi cafetera Keurig no había sobrevivido a la mudanza. Jugueteé con la bisagra agrietada y la volqué para ver que el depósito también estaba partido. Todavía estaba estudiándola cuando llamaron a mi puerta.

La abrí y vi a Tanya al otro lado. —¿Qué haces aquí?

Sonrió. —Buenos días a ti también, rayito de sol. Vine a ayudarte. Dijiste que no tenías tiempo para desempacar. Así que, acá me tienes, dispuesta a echar una mano. —Me tendió una taza de café—. Y conociéndote, esto debería domar a la bestia salvaje que hay en ti.

Resoplando, puse los ojos en blanco mientras me apartaba y le aceptaba el café. —Entra. —Cerré la puerta y dejé la cafetera, ahora destrozada, sobre la encimera—. No podemos hacer esto hoy. Tengo un nuevo caso, Tanya.

—En realidad, no necesito que estés aquí, y lo sabes. Ve a jugar a ser Sherlock Holmes, y por lo menos sacaré las cosas de las cajas —me dijo, sentándose sobre la encimera.

Sonreí, negando con la cabeza. Parecía que la conocía de toda la vida. Fuimos novios en el instituto, aunque el término parecía una tontería. En algún momento, dejamos de estar enamorados y nos hicimos amigos. No hubo grandes peleas, ni engaños, ni lágrimas. Simplemente dejamos de serlo. Sinceramente, era más cercano a ella que a algunos miembros de mi propia familia.

Tanya era hermosa, de verdad, aunque yo no la veía así. La sentía como de la familia. Era muy exigente, bulliciosa y descarada.

Me miró astutamente. —¿Has hablado con tus padres? —preguntó, insistiendo en la última palabra con sarcasmo.

—No. Tengo que hacerlo, pero no he podido. Se supone que iba a tener un largo fin de semana libre, pero ayer por la mañana encontraron asesinada a una mujer.

Arrugó la nariz. —Bueno, es mejor que perseguir a locos chiflados.

—No están locos, T, solamente están... enfermos. Y dolidos.

—No me refiero a ellos. Sino a los pendejos que venden esa mierda a gente enferma y dolida, Edward.

—Es verdad. —Asentí con facilidad, lo que me recordó que tenía que hacer una parada de camino a la estación—. Bien. Quédate si quieres. Probablemente sabes dónde va todo mejor que yo.

Su risa fue ligera y fácil. —Puede ser, pero me alegro de que tengas tu propia casa, y no es que no supieras que iba a pasar. Emmett tenía que irse a vivir con Rose. Diablos, tú propiciaste esa mierda. Y ya era hora. —Ella miró alrededor del lugar lentamente—. Me gusta este apartamento. Viejo pero grande. ¿La dueña sigue odiándote?

Se me escapó una risa amarga y áspera. —Me sorprende que aún me dejen vivir aquí.

—¡Diablos! —murmuró, llevándose la taza de café a los labios.

—La ofendí a diestra y siniestra, pero... yo no... no fue a propósito. Yo sólo... —me quedé a medias, sin saber cómo decirlo.

Tanya inclinó la cabeza hacia mí, tomando un sorbo de café. —Debe de gustarte si te sientes mal por ello.

Suspiré profundamente. ¿Me gusta? En realidad, no la conozco. Hice una mueca y dije—: No lo sé. La entrevisté hace meses cuando arresté a su hermano, medio hermano, y creo que me equivoqué con ella.

—¿Tú? —jadeó Tanya.

Asentí, mirando el reloj. —Sí. Estaba luchando mucho para mantener a su hermano fuera de problemas, así que supuse...

—¡Ay, diablos!

Me reí, hundiendo los dedos en mi pelo y agarrándolo un poco.

—Sí, claro. Sé lo que pasa cuando asumes. Yo sólo... Entonces, encuentro este sitio en Internet. Y fue su padre quien me enseñó el apartamento y aprobó mi solicitud, porque fue policía en una pequeña ciudad no muy lejos de aquí. No tenía ni idea de que Charlie Swan era el padre de Bella Swan. ¿Y lo peor? Ella es la dueña de todo el puto edificio.

Tanya se partió de risa. —¡Ay Jesús, Edward!

—Y por extraño que parezca, mi caso actual me trajo de vuelta a los compinches de su hermano y a esa cafetería de abajo —concluí, encogiéndome de hombros.

Tanya me estudió un segundo. —¿Es bonita?

—Sí. Simplemente impresionante.

Sonrió cálidamente. —Mira, siempre has sido...

—¿Un imbécil? Un torpe bast…

—Cállate. Iba a decir sin sentido. Y Edward, siempre empujas a todo el mundo lejos, muy lejos. Te quiero con locura, pero te asfixiaría con una almohada si no conociera tu verdadero yo.

—Ni siquiera mi familia conoce mi verdadero yo.

—Es verdad, pero Esme y Carlisle te aman. Hicieron todo lo posible por estar a tu lado —dijo levantando la mano—. Sé que no son tus padres. Yo estuve allí, ¿recuerdas? Pero ella es la hermana de tu madre y se esforzó mucho por cuidarte en lugar de Elizabeth.

Mis dientes se apretaron mientras mis ojos ardían, pero sólo asentí.

—Ahora, ven aquí. Deja que te arregle el cuello de la camisa para que puedas irte a trabajar. Me quedaré por aquí unas horas. Veré si al menos puedo hacer que funciones un poco.

Me acerqué a ella y me arregló el cuello de la corbata dentro de la camisa. —Gracias —susurré, sin querer realmente que me arreglara la ropa.

Cuando terminó, me acarició la cara. —Hay algo más en ti que esa cara bonita y ese cerebro endiabladamente inteligente capaz de resolver todos los enigmas y casos, Edward. Hay consideración, valor y paciencia. Si te molesta haber herido sus sentimientos, discúlpate.

Me estremecí ante la idea. —Lo... intentaré.

Tanya se rio. —Sal de mi vista, mejor amigo. Tengo cosas que hacer antes de mi cita de esta noche.

Le dediqué una media sonrisa. —¿Una segunda cita con el abogado guapo?

—La tercera. Y sí, Liam es genial.

—Bien. Cuando no lo sea, avísame. —Le alcé la ceja porque en el pasado ella había salido con unos auténticos pendejos, así que yo había tenido que aparecer para espantarlos.

—¡Fuera, Edward!

Recogí las llaves, la billetera y el teléfono, agradeciéndole de nuevo la ayuda, pero cuando abrí la puerta, Charlie estaba preparado para llamar.

—Por Dios, hijo. Me diste un susto de muerte.

—Lo siento, señor.

Levantó un filtro de aire acondicionado. —Tengo que cambiar el filtro. Estaba esperando a recibirlo. Y quería comprobar el calentador de agua. Lo cambié antes de que te mudaras. ¿Algún problema?

—No, señor —le dije, haciendo un gesto hacia Tanya, que se había unido a nosotros en la puerta—. Mi amiga me está ayudando a desempacar, pero no le estorbará.

—No. Puede hacer lo que tenga que hacer —dijo Tanya, poniéndose a trabajar en mi cocina.

—Uff —siseó—. Estaré aquí solamente cinco minutos.

Antes de que pudiera irme, me detuvo. —Edward, necesito... Lamento la actitud de Bella contigo. Ella como que me leyó el acta de motín (2) por haberte alquilado. Confía en mí para eliminar los problemas. Una vez policía, siempre policía, jubilado o no. —Hizo una pequeña mueca—. No es por ti. Ha intentado toda su vida mantener a Jasper alejado de los problemas, pero ese chico es tan terco como el más. Sinceramente, creo que ha asumido demasiada responsabilidad, pero ella también es terca.

—Lo entiendo —le dije—. Cuando se trata de la familia, no siempre podemos controlar las circunstancias, por mucho que nos preocupemos o queramos detener lo malo.

Me dio una palmada en el hombro. —Eres un buen hombre. Sólo... dale algo de tiempo, Edward. ¿De acuerdo?

—Si, señor —dije, asintiendo una vez y viéndolo entrar en el apartamento con una ligera cojera. Tenía la sensación de que a Charlie no le habían dado muchas opciones en su jubilación; estaba dispuesto a apostar a que se había lesionado estando en servicio.

Lo que me llevó de nuevo a Bella, que parecía ser el tipo de persona que ayudaba a todo el mundo. Con poner a Charlie a trabajar aquí, con Maria, con luchar por Jasper... parecía necesitar ayudar.

No la vi cuando salí del edificio. Common Ground estaba ocupado, pero no la vi dentro cuando me dirigí a mi camioneta. Tal vez debería disculparme con ella.

~oOo~

—¡Hola, Masen! —canturreó la chica detrás del mostrador de la recepción de la correccional del condado de Kings, con una sonrisa mientras sus ojos me recorrían—. ¿Traes o llevas?

—Ninguna de las dos, Charlotte. ¿Quién está a cargo del programa de rehabilitación de reclusos aquí? —le pregunté.

Levantó las cejas. —La señorita Cope. Shelly.

—¿Ella está? Me gustaría hacerle unas preguntas.

—Sí, claro. Devuélvete. Es la última puerta a la derecha. Le avisaré que vas en camino.

Llegué a la puerta que me había indicado y estaba abierta. Di un ligero golpecito con el nudillo y sonreí a la mujer mayor que estaba detrás de un escritorio bastante cargado de papeles.

—Detective. Me alegro de verlo. Por favor, siéntese. —Señaló la silla que tenía delante y, una vez sentado, preguntó—: ¿Qué puedo hacer por usted?

—Me preguntaba si podría incluir a un hombre más en su programa de rehabilitación.

Frunció las cejas, pero acercó el teclado del ordenador. —¿Quién es el preso?

—Jasper Whitlock.

Tecleó y tecleó, haciendo clic en el ratón de vez en cuando. —Esta bastante lleno, detective.

—Edward, por favor —la insté suavemente, y cuando me miró, sonreí—. Significaría mucho para su familia que pudiéramos ingresarlo. O al menos intentar que vuelva al buen camino.

—Tengo que dar de alta a alguien dentro de unos días, probablemente podría darle el cupo. ¿Está dispuesto a trasladarse?

—Creo que su familia lo ha pedido desde el principio de su condena, pero les han dicho que no hay sitio.

—No lo había hasta ahora —respondió ella, señalando su bandeja de entrada en la esquina de su escritorio—. Esas son las solicitudes que ni siquiera he leído.

Hice una mueca al ver la pesadilla de papeleo que parecía ser aquello, pero le dije—: Entiendo. Y normalmente no insistiría, pero creo que tiene suficiente apoyo fuera de este centro para mantenerse limpio una vez que salga.

Los ojos color avellana de Shelly me estudiaron y se arrugaron cuando sonrió. Finalmente asintió mientras sus dedos tecleaban con frenesí. —De acuerdo, lo más probable es que lo trasladen el viernes.

—Gracias. Se lo agradezco mucho —le dije poniéndome de pie.

Agradecí que mi palabra tuviera peso, pero el sistema era un desastre. Las peticiones y las necesidades quedaban sin respuesta o se ignoraban, de modo que la gente que realmente necesitaba ayuda o estaba dispuesta a trabajar para solucionar sus problemas se escapaba por las rendijas, sólo para acabar volviendo a salir, metiéndose de nuevo en problemas. Era la razón principal por la que quise irme de Narcóticos. Homicidios suele ser blanco o negro, y ese había sido mi objetivo cuando me incorporé a la policía de Seattle.

Al pasar junto a Charlotte, me dijo—: Nos vemos, Masen. Si alguna vez quieres tomar un café, ya sabes dónde encontrarme.

De alguna manera, la risa infernal de Garrett resonó en mi mente, pero le sonreí. —Lo tendré en cuenta, Charlotte. Que tengas un buen resto de semana.

Me esforzaba por mantener mi vida personal al margen del trabajo. Desde la oficina del fiscal hasta la cárcel, no confraternizaba con nadie. Garrett decía que yo era de los que no cagaba donde comía. Era grosero, pero era verdad.

Incluso su opinión de mí estaba sesgada por lo que le dejaba ver. Él estaba convencido de que yo era una especie de prostituto que podía tener sexo simplemente por mi apariencia, pero estaba equivocado por kilómetros. Hubo una época, hace años, en la que probablemente salía demasiado, pero unos cuantos ligues de una noche y una o dos chicas enfadadas acabaron con esa mierda.

Salí con una enfermera muy dulce del Virginia Mason, pero apenas duró un año. Tanya tenía razón; rara vez dejaba entrar a alguien. Los mantenía alejados, y las relaciones no sobrevivían cuando uno no está dispuesto a compartir.

Cuando salí a un día de llovizna, sonó mi teléfono. —Masen —contesté.

—Edward, reúnete conmigo en The Inferno. Tenemos el informe preliminar de nuestra víctima, así que tenemos que comprobar dónde fue vista por última vez.

—Voy en camino —le dije, abriendo mi camioneta.

—Ah, ¿y la cosa en su mano?

—¿Sí?

—Era una especie de joya. De oro. Creen que es una pulsera de hombre, porque es algo gruesa. Tengo fotos para mostrar en The Inferno. Quiero una reacción.

—De acuerdo. Nos vemos allá.

~oOo~

BELLA

—Isabella Marie, ¿podrías calmarte, por favor? —preguntó papá, sonando exasperado y sin paciencia.

Mis fosas nasales se encendieron, pero asentí. —Lo siento. Es que es tan...

—Voy a repetirlo, Bella. Los problemas de Jasper no son culpa del detective Masen. Lo sabes, pero tienes que dejar de echarle la culpa —afirmó suavemente, caminando hacia mí, pero pude ver que hoy le molestaba la pierna, porque su cojera era un poco más pronunciada—. No voy a desalojarlo sólo porque tu lealtad está con tu hermano. Jasper eligió juntarse con la gente equivocada. Eligió experimentar con las drogas. Pero te lo digo ahora como expolicía, Edward no tiene la culpa. Simplemente hacía su trabajo y cumplía la ley.

Suspiré profundamente. —Lo sé. Lo sé. —Empecé a caminar, pero él me detuvo, apoyando sus manos en mis hombros—. Pero él ignoró mis súplicas.

—¿Y qué podía haber hecho exactamente? Jasper fue atrapado en una venta. También se peleó con todo el mundo aquel día, así que tuvimos suerte de que no añadieran agresión a su lista de cargos. La clemencia no iba a venir del oficial que lo arrestó. Venía del juez. Tu hermano podría haber estado encerrado mucho más tiempo.

—Lo sé —gemí, frunciendo el ceño en su dirección—. Es que él es muy frío.

Mi padre puso los ojos en blanco. —No creo que le estés dando una oportunidad. Ahora, me trajiste aquí para ayudarte con este lugar después de que me retiré. Necesito que confíes en mí en esto. Edward no es tu enemigo.

Me mordí la lengua, pero volví a asentir. —Tengo tanto que hacer hoy —murmuré, ya agotada con sólo pensarlo—. Tengo que llevar a Alice al médico. Tengo que recibir el camión de suministros cuando llegue. Y tengo que programar una visita en vídeollamada con Jasper para contarle lo de Maria.

—Recibiré los suministros.

—No se atreva a levantar nada, señor. Hoy estoy notando esa cojera.

Sonrió. —Bella, si no dejas de intentar protegernos a todos, te derrumbarás. Vives para los demás.

—¿Sí? Y cuando Jasper y Alice tengan este bebé y luego decidan que drogarse es más importante, ¿a quién crees que van a acudir?

—A nosotros. A ti. Lo entiendo, pequeña —me tranquilizó—. Y si eso ocurre, lo solucionaremos. Sinceramente, estoy bastante contento con eso de ser abuelo.

Solté una carcajada. —Serás un gran abuelo. Siento que mamá se lo pierda.

—Yo también, Bells, pero ella incluso te diría que te estás excediendo. —Me acercó para abrazarme y me derretí contra él—. Necesito que dejes pasar este asunto con Edward. Ya estás lidiando con suficiente, y él no es una preocupación. Te lo prometo.

Llamaron a la puerta de papá, y la abrí para ver a una nerviosa Alice allí de pie.

—Hola, Carmen me dijo que estabas aquí —murmuró, sonriendo a papá cuando este tiró de ella para abrazarla.

—Quiero un niño porque necesito igualar todos los números de por aquí —le susurró al oído, sonriendo cuando ella soltó una risita.

Papá tenía debilidad por Alice. La trataba como si fuera hija suya, y más de una vez lo había sorprendido sermoneando a Jasper sobre cómo la maltrataba. Peor aún, arrastrándola a su mundo. Desde peleas hasta engaños y adicciones, mi hermano había arrastrado a Alice a todo.

Besando la mejilla de papá, dije—: Estaremos fuera un rato.

—Ten cuidado. Yo me encargo de ese camión —levantó la mano cuando empecé a decir algo sobre su pierna—, ya soy mayor, Bells. Puedo asegurarte que conozco mis límites.

Levantando las manos en señal de rendición, guie a Alice hacia la puerta.

~oOo~

Me senté pesadamente en la silla de mi despacho, agradecida de que sólo abriera para desayunar y almorzar. Era el final de la tarde. El café estaba cerrado, el camión facturado, y Alice estaba sana, preparada para todos los beneficios que pudiéramos darle, y me había hecho jurar que no le diría a Jasper que estaba embarazada.

Me sentía agotada, sin energía y sobrepasada. Me estaba frotando las sienes cuando Jasper apareció en la pantalla de mi portátil.

—¡Hola, B! —dijo, llamando mi atención.

—¡Hola, Jazz! Necesitaba repasar algunas cosas contigo, pero... háblame primero. Dime, ¿cómo estás?

—Estoy bien. Los extraño a papá y a ti.

—Nosotros también te extrañamos mucho.

—Tengo que darte las gracias. Me van a trasladar el viernes al centro de rehabilitación —dijo suavemente—. No sé cómo lo hiciste, pero al parecer me están haciendo un hueco.

—No me lo agradezcas. Me dijeron que no había vacantes.

—Pues algo tuviste que decir, porque fue ese polichute, Masen, el que lo gestionó con la oficina de arriba.

Mis cejas se alzaron. —Santa mierda —susurré, inclinándome más cerca—, ¿en serio?

—Sí, sí. Me enseñaron el papeleo cuando me dijeron que me habían aceptado —dijo asintiendo con la cabeza y una sonrisa triste—. Así que gracias. Yo... realmente quiero hacer esto, B. Necesito hacerlo. Aunque sólo sea por ti y por papá... y por Alice.

Suspiré, pensando que él tenía peces más grandes que freír que Charlie y yo, pero le había jurado a Alice que la dejaría contarle sus noticias. Creo que le aterrorizaba su reacción. Personalmente, pensé que le vendría bien una patada rápida de responsabilidad real.

—Quiero que trabajes duro ahí dentro, Jazz. No bromeo. Te extrañamos y te necesitamos, pero te amamos. Te necesitamos feliz, sano, limpio.

Asentía con la cabeza todo el tiempo que hablaba. —Lo entiendo. Lo entiendo. Te lo juro, B.

—Bien. —Arrugué la nariz—. Tengo noticias no tan buenas, hermano mayor. Odio tener que decírtelo de esta manera —dije, agitando una mano hacia la pantalla—, pero no tengo muchas opciones. Esto es mejor que por teléfono.

—Bueno, ¿qué pasa? ¿Charlie está bien? ¿Alice? ¡Dime!

—No, no. Estamos bien. Pero, Jazz, tienes que saber que Maria fue asesinada. La encontraron en el parque. Alguien la degolló —le expliqué con toda la delicadeza que pude.

Jasper se puso pálido, espantosamente pálido. —No, no. Estás mintiendo. Ella está...

—No miento. Yo no haría esa mierda, Jazz.

—Pero... — Se interrumpió, cerrando los ojos.

No estaba segura de lo que él sentía por Maria. Había engañado a Alice con ella más veces de las que probablemente sabía, pero siempre era problemática. Había sido su novia durante años, lo había enganchado a todas las sustancias ilegales conocidas por el hombre y lo había atraído hacia ella una y otra vez.

—Lo siento mucho, Jasper.

Mi voz pareció devolverlo al presente y volvió a mirar la pantalla. —Ella... Ella estaba jodiendo a James. Debió... Debió... No sé. Dijo que estaba intentando salir de The Inferno, pero podría haber estado mintiendo... —se interrumpió, frotándose la cara con una mano temblorosa.

—Bueno, a pesar de todo, lo siento.

—Yo también —lo dijo en voz tan baja que tuve que leerle los labios para saber que había hablado. Levantó la vista—. Mi tiempo ha terminado, B. Te amo. Por favor, cuídate. Te llamaré cuando me haya mudado al nuevo lugar.

—Sí, te amo. Yo también te amo.

La pantalla se quedó en blanco y cerré el portátil. Su reacción me preocupó, pero podía entenderlo porque Maria sólo tenía veintitantos años. Era aterrador pensar en la muerte de alguien tan joven.

Sin embargo, apenas podía hacerme a la idea de que el detective Masen se había desvivido por empujar a Jasper al programa por el que yo había estado luchando desde su sentencia. La mayor pregunta, la única pregunta, era ¿por qué?

~oOo~

(2) Charlie hace una referencia al histórico Motín del té, que fue el acto de protesta de los colonos estadounidenses contra Gran Bretaña y es considerado un precedente de la guerra de independencia de los Estados Unidos.

~oOo~

Nota de la autora: Para tu información, traté de averiguar si el Condado de King tenía un programa de rehabilitación y no tuve éxito en encontrar nada concreto. Los hay aquí en Florida, pero... ya sabes, la capital mundial de la metanfetamina y todo eso... En fin, me quedé con la versión de Florida. No es que importe en el panorama general de esta historia, pero yo sólo estaba dejando que lo supieras antes de que algún sabiondo antipático me regañe por decirlo... Como sea. El Condado de King tiene visitas a través de videollamadas que se iniciaron durante los tiempos de confinamiento por el Covid, y se siguen utilizando hasta ahora.