Discleimer: El mundo Harry Potter es de su autora. Sólo son míos Lennah y algunos personajes más, así como el fic en sí

Agradecimientos: a ti: mi editora, mi Slytherin y mi contable. GRACIAS


Miraba el libro de Newt a la vez que mágicamente transcribía sus anotaciones a un pergamino oficial. Los Centauros eran seres mágicos extraordinarios y que el Ministerio no los quisiera tratar de la misma manera que ella los veía, le parecía del todo indignante. ¡Bestias! ¿Cómo pueden ser bestias? Newt debería… Perdió el hilo de sus pensamientos, y de lo que transcribía la pluma, al oír un grito agonizante en el pasillo de delante de su despacho.

Salió corriendo y la imagen de Filius Flitwick con las manos ensangrentadas la hizo parar en seco.

- ¿Pero… Qué…? - Reaccionó al ver correr por el mismo pasillo a McGonagall y, detrás de ella, a Madame Pomfrey. - Filius, profesor, padre. - Interceptó al semiduende que parecía no ver ni oír los gritos de las mujeres que le seguían. La miró aterrorizado, pero luego pareció verla: reconocerla. Su mandíbula se relajó e hizo una mueca parecida a una sonrisa.

- Profesora Holden. - No supo en ningún momento si fue un saludo, un reconocimiento o algo parecido a lo que hacía el profesor con sus alumnos y acababa de pasar lista con ella, pero en cuanto la nombró, su compañero de trabajo se desplomó.

No entendió nada, pero sus rodillas se doblaron inmediatamente y comprobó las constantes de Filius, en el mismo momento que McGonagall y la enfermera aterrizaron a su lado.

- ¿Qué ha pasado? - las preguntas de ambas profesoras se entremezclaron a la vez que se miraron con el miedo instalado en los ojos.

- Yo… no lo sé, le oí gritar y al salir… me ha visto y al reconocerme se ha desmayado. - Lennah habló rápido, alternando la mirada hacia el profesor atendido por la enfermera y la jefa de la casa Gryffindor. - ¿Qué ha pasado? Preguntar si está bien, me parece absurdo… tiene sangre en las palmas de las manos… - Podría haber seguido enumerando los motivos por los cuales era evidente que Flitwick no estaba bien, pero le parecía absurdo y una pérdida de tiempo, considerando que las dos mujeres le estaban viendo y una de ellas le estaba atendiendo.

- Está estable. - La voz de Madame Pomfrey hizo que las dos profesoras dejaran ir un pequeño suspiro. - Me lo llevo a la enfermería. - McGonagall asintió mientras Holden se levantaba ayudando a la enfermera a ponerse en pié.

- Profesora… - Seguía imponiendo un respeto difícil de describir. Solo tres años antes había sido su profesora, su jefa de casa y era realmente extraño ese tuteo de compañerismo que surgió al volver a pisar la escuela.

- Minerva está bien. - Sonrió ella dentro de su propia tensión. - ¿Por qué no me acompañas? - Miró la puerta de su despacho y su trabajo a medias, pero asintió a su compañera. Cerró la puerta con un hechizo y acompañó a la Jefa de Gryffindor hasta su propio despacho.

Fue evidente que ella era la jefa de una de las casas de Hogwarts y Holden no, también jugaba a su favor ser la subdirectora, pero el despacho era, como mínimo, el triple de grande que el suyo. Además todo él estaba repleto de objetos, fotografías y libros que le recordaban el tiempo que llevaba trabajando en ese lugar era más del doble que el que ella hubiera podido recordar.

A diferencia de lo que hacía con sus alumnos, Minerva se sentó en una de las sillas que hubieran enfrentado al maestro y esperó a que ella tomara asiento. Lo hizo y esperó, con las manos en sus rodillas, que ella hablara.

- Albus me dijo que habías vivido estos últimos años apartada del mundo mágico. - Fue el turno de Lennah de asentir. Por alguna razón sabía que no debía interrumpir y que si lo hacía se perdería matices o explicaciones por impaciente. - No obstante, en tu último año académico ya debiste ver o intuir que algo… algo estaba yendo mal en nuestro mundo. - Mi último año…. Merlín… Han pasado tantas cosas … y de su último año, solo podía recordar una cosa: LA pelea. Suspiró. Asintió e intentó recordar más allá de LA pelea. Habían sido tiempos intensos y llenos de tiranteces por todos lados, no solamente en su vida amorosa y en sus amistades, sino el ambiente en general había sido tenso. Al menos no fueron imaginaciones mías… - En ese momento se empezaba a incubar lo que ahora tenemos entre manos: una guerra. - Minerva se detuvo un par de segundos para que la palabra formara sentido o más bien tomara todo su sentido para luego proseguir. - Filius hoy ha ido a ver a unos compañeros magos, unos de ascendencia mixta y se ha visto envuelto en un ataque sin precedentes. Seguro que mañana en el Profeta se va a hablar…. - Parecía que la jefa de Gryffindor se auto reprendió y continuó con la explicación. - Filius ha podido dar aviso y han llegado los aurores, pero eran más en número y … Bueno… Él venía de San Mugo, de atender al único superviviente y… La tensión le habrá dejado exhausto.

No respiraba desde hacía un buen rato. Analizaba cada expresión de su compañera e intentaba entender y comprender qué le acababan de explicar: ¿ la Primera Guerra mágica? ¿Dónde me has escondido Albert? ¿Cuántas cosas no he vivido? ¿Cuántos amigos habré perdido? Y ahí apareció un miedo indescriptible: ¡¿Lily?!

Se despertó por octava vez. En cada uno de sus anteriores despertares había recordado retazos de sus sueños… o mejor dicho pesadillas. Su imaginación inventaba maneras de que Lily, la que una vez fue su mejor amiga, moría a manos de un mago distinto. En realidad, nunca se veía al mago, solo la mano ejecutora.

Este despertar era distinto. Había soñado con Albert. Él era quien moría en este nuevo sueño.

Se sentó en la cama, dejó colgando sus pies y acercó el vaso de agua de la mesita a sus labios: ¿Pesadilla o deseo? No pudo evitar sonreír.

Miró por la ventana: clareaba.

- Será mejor tomar mucho café.

- En serio, Lennah, no entiendo como te puede gustar eso….

- ¡Y sin azúcar! - La pelirroja, que estaba sentada justo delante de ella acababa de hacer la puntualización a la crítica que Remus había iniciado.

- Pues yo sigo sin entender lo del zumo de calabaza…. o peor, el te.

- ¿Acaso no eres inglesa? - Petter parecía absorto en su plato repleto de dulces, pero no había dejado de estar atento a la conversación y, era obvio que hacía tiempo que quería preguntarle eso. Ella notaba que siempre quedaba callado en su presencia, pero aun no podía saber si era porque le intimidaba o porque le gustaba.

- Lo soy. - Dijo tomando un sorbo del café. - Pero Florencia me cambió. - Todo Gryffindor sabía de su viaje a Florencia. No había dejado de hablar de él durante casi todo un año. - Además, insisto: es mejor que el té. - Sonrió al ver la cara de Lily.

- Im-po-si-ble. - Ella también tomó un sorbo de su té y de repente llegó el torbellino.

- ¡Mierda, mierda, mierda! - El chico de gafas llegaba corriendo. Él y su mejor amigo parecían no haber reparado mucho en cómo se vestían y parecía que ambos acababan de salir de un tornado. Sus camisas desarregladas, fuera del pantalón, el jersey en la mano y las corbatas a medio poner.

- ¿Se puede saber porque no nos despertaste Moony? - Peter, Lily y yo nos giramos hacía Remus, que había llegado con nosotras al desayuno.

- ¡Claro que lo hice! ¡Os desperté hace como una hora! Me tirasteis los cojines y me dijisteis que ya estabais despiertos.

- ¡Obviamente no lo estábamos! - Sirius se sentó al lado de Peter colocandose bien el jersey y a posterior la corbata.

- ¿Y cómo se supone que yo iba a saber esto?

- ¡Porque llevas siete años siendo nuestro despertador! - James dió un beso en la coronilla a Lily y se sentó tras colocarse bien la camisa dentro del pantalón.

- No os acomodeis. Tenemos Pociones en 10 minutos. - Dije yo levantándome y recogiendo los libros.

- ¿En serio? ¿Sin desayuno? - Dijo Sirius mirando con pena el plato de Peter que aún tenía restos de magdalenas.

- Si quieres llegar tarde, no. - Lily se puso de pie y empezamos a caminar hacia las mazmorras, mientras su novio y el resto de Merodeadores se quedaban rezagados en el comedor.

Hacía mucho que no recordaba esa época. Fue una buena época. ¿La echaba de menos? Quizás.

Se vistió, como de costumbre, con un vestido camisero. Esta vez, y porque era octubre y empezaba a refrescar, era de manga larga, de cuadros azules y blancos con un cinturón blanco. Se calzó unos zapatos planos y azul marino y vió como su pelo seguía tan corto, que seguía sin poderse hacer una cola. Se puso una pinza para recoger los cabellos que caían sobre sus ojos y se pintó ligeramente los labios, tal y como hacía siempre.

Se vió reflejada en el espejo y se dió cuenta que la noche de terrores había acentuado las ojeras que hacía un par de meses que arrastraba. Sus ojos negros se veian horribles.

Suspiró.

Seguramente, en algún Corazón de Bruja habría un hechizo para rebajar esas ojeras, pero hacía tanto tiempo que no compraba esa revista…

Una de las ventajas de ser profesor, es que para llegar al Gran Comedor, podías hacerlo prácticamente de forma directa desde la habitación y eso, aunque no lo admitiría nunca, era algo que le gustaba. Era una manera que, antes del primer café, nadie hablara.

Se sentó en su sitió, prácticamente a la derecha del todo y sólo con un asiento más a su lado, el del Guardabosques. Tomó un largo sorbo de su café y suspiró.

- Buenos días. - A su lado Hagrid arrastró el asiento y su plato se llenó inmediatamente.

- Buenos días, Hagrid, es extraño verte por aquí. - Siempre o casi siempre Hagrid realizaba las comidas en su casa exterior.

- Si, yo…bueno… Quería verla, profesora. - Levantó la cabeza para ver los ojos del semigigante. Ella sólo medía 1,60 por lo que Hagrid parecía mucho más alto a su lado.

- ¿Y a qué debo el placer? - Sonrió. Le caía bien. Muy bien.

- Y-yo… - parecía buscar las palabras adecuadas en su enorme cabeza, pero ella esperó pacientemente a que estas se auto-ordenarán. - Me preguntaba si… usted, profesora…

- Nada de profesora, Hagrid, nos conocemos desde hace mucho. Tutéame, por favor. - Asintió.

- Pues, eso… yo… me preguntaba si podrías…

- ¿Si?

- Hay un Thestral, en el bosque, que está en cinta. Creo que algo no está bien y… Bueno, me preguntaba si podrías echarle un ojo. - Ni lo dudó.

- ¿Cuándo quieres ir? - Hagrid sonrió agradecido.

- Al atardecer es cuando está más tranquila. Si te parece bien - Añadió rápidamente.

- Perfecto. Te veré en tu cabaña a esa hora. - Sin prácticamente tocar su desayuno, Hagrid se levantó y sacudió de nuevo las gracias y se fue entre las mesas de los estudiantes.