Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 23
Edward me hace reír hasta que el estómago me duele.
Es un hombre divertido, su carácter desenfadado es lo que me agrada, aunque es pésimo en la cocina. No puedo enojarme por su torpeza al picar los vegetales.
La cebolla y el tomate tienen el tamaño suficiente para obstruir la garganta de cualquiera.
―¿Lo hice mal? ―Muestra una cara inocente.
Es domingo. Estamos preparando una lasaña, se ha vuelto nuestro platillo favorito, así que estamos uniendo esfuerzo para que nuestra cena quede deliciosa.
―Es que te pedí que hicieras la salsa de tomate, no que partieras los vegetales ―explico, señalando el procesador de alimentos― ese aparato que ves ahí, es para eso.
Rueda los ojos.
―¿Por qué no hacerlo en la licuadora?
―El procesador es más versátil.
―¿Por eso te empeñaste en tener uno?
―Por eso mismo ―acepto.
Hace semanas tuvimos una pequeña discusión, él quería pagar y yo no acepté. Con mi primer sueldo compré un procesador de alimentos, el camión de Amazon lo trajo al día siguiente a la puerta. Edward ahora está entendiendo mi compra, probablemente se hizo ideas que nunca la usaría.
―Bella, ¿nunca has pensado en abrir un restaurante? Cocinas muy bien, creo que he subido de peso desde que vivimos juntos.
Tenemos un mes compartiendo bajo el mismo techo. Nos hemos acoplado de una forma fácil, distribuimos las tareas de casa y funcionamos bien.
Cada día me siento a gusto. Entre nosotros hay más confianza y podemos dialogar de cualquier tema. Edward me hace sentir en libertad, pero a la vez me protege y me da ese impulso para ser independiente.
―Nunca lo había pensado ―confieso.
Es lo que digo, él me impulsa a crecer, a pensar más allá de lo que puedo imaginar. Me hace sentir que soy apta para dar más de lo que yo misma creo.
―¿No te gusta la idea? Yo puedo ser un commis.
Rio a la vez que vierto la mezcla de tomates y albahacas sobre la lasaña.
―Un commis es un asistente profesional, cuando mucho serás un pinche.
―Ah, te estás burlando de mí ―sus dedos hacen cosquillas en mi panza, me retuerzo y mi risa se vuelve carcajada.
Edward prácticamente cubre mi cuerpo con el suyo, está encima de mí sin dejar de atormentarme con sus dedos en mis costillas.
―Detente… me haré pis ―digo entre risas ahogadas, mi cuerpo está doblado hacia enfrente―. Basta, Edward, me haré pipí y no será por culpa de tu hijo.
Sus dedos se detienen. Las risas se desvanecen; su rostro está tan cerca del mío que nuestras respiraciones se mezclan.
Tengo un cosquilleo en mi vientre. Tengo doce semanas de gestación y sé que no es a causa de mi bebé.
Su cercanía me pone nerviosa, su tacto me inquieta y mi corazón no deja de martillar dentro de mi pecho cuando me mira de esta forma.
Tengan paciencia, estoy segura que amarán este romance, pero aun no es su momento. Vamos paso a paso, por lo pronto este se va dando lento, ellos tienen un mes viviendo juntos. ¿Qué opinas? Les agradezco mucho su apoyo, besos.
Ustedes deciden si quieren otro*
Gracias totales por leer ✨
