Crepúsculo no me pertenece.
Cap. 2: Visiones de Forks + Un Año Después.
Soy una vampiresa ¿y tú...? (Bella x Alice x Leah)
(N/A IMPORTANTE: No llamaré a Jacob y a su gente "Hombres Lobo", sino que les diré "Cambiaforma" o "Cambiaforma Lobo")
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Antes de que el clan Olimpus/Familia Cullen, fuera a vivir a Forks.
(Esme Cullen)
Hemos estado viviendo en Portland, Oregón, los últimos diez años, gracias a su cielo nublado, el cual nos ayuda a mantenernos ocultos, entre los humanos.
Los cielos nublados de Portland, evitan que comencemos a brillar, evitan que podamos ser identificados, incluso si nuestra tez pálida y nuestros rostros atemporales, nos puedan llegar a delatar. Veo a mi esposo, entrar al comedor y luciendo preocupado. Inmediatamente, me pongo de pie y me acerco a él, colocando una mano en su brazo. Carlisle me mira y creo que ha notado, mi preocupación.
La mía y la de todos nuestros hijos Edward, Emmett, Rosalie, Alice, así como los dos más jóvenes: Jasper y una chica a quien él conoció aquí mismo, en Portland: Mia Smith, quien fue transformada por un miembro del (ahora sí) extinto clan egipcio y él la trajo con nosotros, para acogerla.
—Estamos llamando la atención —dijo Carlisle y una sonrisa traicionera, escapó de mis labios, al escuchar a mis hijos, gimiendo con desdén. —Saben lo que significa.
—Sí, sí, sí. —gruñó Alice, ya conociendo la rutina, siempre protestaba, gruñía, se enfadaba, al tener que cambiar de ciudad, pero mi pequeña, sabía cuán importante era este cambio, para poder seguir conviviendo entre los humanos, como sé que le gusta a ella. —Volvemos a la escuela, entremezclarnos con los humanos, entablar una amistad con ellos y... —Yo fui la primera, en estar a su lado y agarrarla del brazo, cuando su mirada se quedó en blanco, aunque ya sabía yo, lo que estaba pasando: Tenía una premonición.
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(Alice Cullen)
Vi a una chica de unos 17 años de edad. De ojos de color chocolate, su cara es redondeada y tierna, con pómulos grandes y marcados, de tez blanca como la porcelana, de labios medio gruesos. Su cabello es largo de color café oscuro con reflejos rojos al sol. De contextura normal, aunque con pechos, caderas, muslos y trasero bastante grandes. Sus antebrazos y piernas tenían músculos, se notaba hacía ejercicio. Debía de medir quizás, unos 1.62m.
Iba en una patrulla de policía, en el asiento de adelante, junto a un policía. Pasaron junto a un letrero: «Bienvenido a Forks»
Era muy hermosa.
La vi hablando conmigo, en la mesa de un colegio.
Hubo un cambio de escena y estábamos escuchando música de su Ipod, hablábamos sobre algo, en mi habitación y ambas nos veíamos emocionadas.
La vi sonriente y abrazando a una chica de apariencia ruda, de cabello negro brillante, corto y despeinado, ojos oscuros y piel cobriza. Vestía como una marimacha: Con una camiseta de tirillas y un pantalón negro y blanqueado, después de ser lavado muchas veces. Entonces, yo aparecía junto a ellas y besaba a la chica de cabello largo chocolate.
Escuché el nombre de la castaña, pronunciado por mis propios labios del futuro: — ¿Isabella, entonces? —Pregunté sonriente. Isabella. Ese nombre, ahora sonaba hermoso, de donde fuera que viniera. — ¿No simplemente Bella?
Ella negaba suavemente con la cabeza. —No. Prefiero Isabella. —me decía la chica, mientras negaba con la cabeza —O.… si necesitas de un apodo, Izzy o Is.
Era como si la presencia de la muchacha ruda y pelinegra, no significara que yo no podía besar, a la chica central de la visión.
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Vi a mi familia, a Isabella, a la marimacha y otras personas, todos nosotros, enfrentándonos a los Volteri.
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La visión cambió y ahora, mi familia y yo, estábamos en mi habitación. Veíamos preocupados a Isabella y yo sostenía su mano, mientras mi padre, le inyectaba algo a Isabella.
Mi padre hablaba, luego de extraer la jeringuilla. —Un Cambiaforma lobo, la atacó. Ya los he enfrentado en el pasado y reconozco el tipo de marca que dejan sus garras. Isabella tomó su camioneta y...
—La camioneta quedó destrozada, luego de que ella quedara inconsciente, por la pérdida de sangre. Malditos cabrones. —dijo Jasper, haciendo una mueca, mientras que Mia le agarraba el brazo —Es un milagro, que ella esté viva.
—Es cercana a ti, Alice —decía Rosalie, colocando una mano en mi hombro.
—Lo que le he inyectado, evitará que se convierta en una Cambiaforma, —dijo mi padre — pero desconozco lo que le hará, mi cura de plata... Isabella... ella no es humana. No sé lo que esto provocará.
—Gracias por ayudarla, Papá —dije sonriente, todos salieron de mi habitación, dejándome a solas con Isabella. —Esa perra... —gruñí con rencor. —Tendré la piel de esa maldita perra de Leah. Sé que ella fue quien te atacó, Izzy y me las va a pagar.
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La visión terminó.
Les conté lo que vi, pero preferí que tuvieran contacto físico conmigo y enseñarles la visión. Pues no sabía, como poner en palabras, todo lo que acababa de ver.
—Empaquen sus cosas. —nos ordenó Papá, sonriente —Tener tu media naranja, Alice... algo así, no se ve todos los días. Tenemos que asegurarnos de que ustedes, estén justas. Pero no solo por los Volteri, sino por su relación sentimental.
Papá siempre nos ha hablado sobre cómo se beneficiaban las criaturas sobrenaturales, de tener a su media naranja y como Mamá había aceptado transformarse en una vampiresa, por Papá, para siempre estar juntos.
Lo que yo no podía creer, era que TODOS habían visto a Isabella Swan, MI pareja, pues todos fueron arrastrados a mi visión.
¡DIOS MÍO QUE PENAAAAA!
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Nos matriculamos en el nuevo colegio, en Forks. Llegamos casi un año antes de que Isabella se matriculará y mira nada más, con quien tengo que compartir clases: La puta Cambiaforma de Leah Clearwater, quien se atreverá a herir a MI pareja.
Tengo que aguantármela y no matarla, para así, no acabar en la puta cárcel.
Voy a vigilarla, voy a aprender todo lo que pueda sobre Leah: Donde vive, con quienes vive, quienes son los miembros de su manada, cada cuanto los ve y cada cuanto, deja de verlos.
Así, sabré cuando está sola y cuando podré arrancarle la cabeza, antes de que siquiera, tenga oportunidad de acercarse a Isabella y la mantendré a salvo de sus garras y colmillos.
Afortunadamente para todas las criaturas de la oscuridad, Leah y nosotros: Los Cullen, existen los olores distintivos.
Nosotros rehuimos del olor de los Cambiaforma y de los Licántropos (de los cuales, no se sabe, desde hace ya varios siglos)
Y a su vez, ellos rehúyen de nosotros, así que ¡Mira esto! La perra y yo, queremos lo mismo, tenemos un acuerdo y ni siquiera tuvimos que hablarnos. Es perfecto, para cuando llegue Isabella.
El año pasó y ella llegó. La reconocí al verla y mis hermanos igual. Su balbuceo al presentarse ante todos nosotros, su sonrojo, todo eso, me hizo verla con ternura. Emmett, me dirigió una sonrisa. Y rápidamente, vi a Rosalie, sentarse junto a Monique. Y a Josh, siendo levantado de su asiento por Jasper, cambiando de asientos. Me sonrojé: Mis hermanos estaban a punto de pasar el resto de su tarde (o quizás semana) en el salón de los maleducados, con tal de que Isabella Swan, se siente a mi lado.
¡Y LO LOGRARON!
Les agradeceré desde hoy y por los siguientes tres siglos, lo juro.
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Luego de dos clases más, todos (mi familia) fuimos al comedor e Isabella, se fue a sentar con Jessica y Ángela... ¡¿Y PORQUÉ LA PERRA DE LEAH CLEARWATER SE HA SENTADO CON ELLAS?!
—Tu chica te está mirando —me dijo Emmett telepáticamente, giré tan rápidamente para mirarla, que fácilmente, pude haberme roto el cuello, sonrojándome, al notar su mirada. —O más bien: NOS está mirando. Dice que nuestros rasgos son perfectos.
—Cállate, Emmett —gruñí mentalmente, mientras que, el siempre, impredecible Edward, lanzaba una carcajada, burlándose de mí, por defender a Isabella.
Todos prestamos atención a la conversación de las tres. O, mejor dicho: A lo que Jessica le contaba a Isabella, sobre nosotros. —Son los hijos adoptivos del Dr. Cullen, se mudaron aquí, hace poco, pero varios de ellos, ya son famosos. Como Emmett Cullen, quien está en el equipo de Rugby. O Rosalie y Jasper, quienes están en el equipo de Baseball. Alice Cullen es... la más joven y la más divertida chica del colegio, es la encargada del periódico escolar. Se dice que Rosalie y Emmett son pareja, que Jasper y Alice también lo fueron, pero Jasper dejó a Alice, luego de conocer a Mia Smith, quien estaba a punto de morir por una sobredosis de heroína o cocaína, la salvó y la ayudó a mejorar y desde entonces, son pareja.
—Me tiene como escritora de artículos. Pero no le agrado, en lo más mínimo —dijo Leah.
— ¿Por qué no le agradas? —Preguntó Isabella, preocupada por esa perra, que intenta robarme a mi alma gemela. Pues si tanto quiere estar con Isabella, que se ponga un collar y se ponga a actuar como la perra que es, mientras que yo, actuaré como su esposa.
—Nos llevamos mal, desde nuestro primer día. —mintió Clearwater, encogiéndose de hombros —A veces, vestimos igual o en una ocasión, que le derramé un líquido encima. ¡Sin intención, claro está! Desde entonces, me odia.
Cansada de Crearwater, me levanté de la silla y sentí el enlace mental, que mi hermano Emmett, estableció conmigo y luego, noté que también filtró una conexión mental entre Isabella, él y yo. Me sonrojé, cuando Isabella me describe: —Alice Cullen, es una pequeña y hermosa hada, mide alrededor de cinco tercios y pesará unas noventa libras, si estuviera empapada... su cabello juguetón que va en todas direcciones, cuenta con la gracilidad y agilidad de una bailarina, pero al mismo tiempo, evoca a algo de un caballo desbocado.
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(Isabella)
Había decidido leer Cumbres Borrascosas, la novela que estábamos estudiando actualmente en inglés, (una vez más) por diversión, y eso era lo que estaba haciendo cuando Charlie llegó a casa. Había perdido la noción del tiempo y bajé corriendo las escaleras para sacar las patatas y poner el bistec a asar.
— ¡¿Bella?! —Gritó mi padre cuando me escuchó en las escaleras.
—Oye, papá, bienvenido a casa.
—Gracias. —Colgó el cinturón de su arma y se quitó las botas mientras yo caminaba por la cocina. Hasta donde yo sabía, nunca había disparado el arma en el trabajo. Pero lo mantuvo listo. Cuando vine aquí cuando era niño, él siempre quitaba las balas tan pronto como entraba por la puerta. Supongo que ahora me consideraba lo suficientemente mayor como para no pegarme un tiro por accidente, y no lo suficientemente deprimido como para pegarme un tiro a propósito. — ¿Que hay para cenar? —Preguntó con cautela. Mi madre había sido una cocinera imaginativa y sus experimentos no siempre eran comestibles. Me sorprendió y me entristeció que pareciera recordar tan atrás.
—Filete y papas —respondí, y él pareció aliviado.
Parecía sentirse incómodo estando en la cocina sin hacer nada; Él entró pesadamente en la sala de estar para mirar televisión mientras yo trabajaba. Ambos estábamos más cómodos de esa manera. Hice una ensalada mientras se cocinaban los filetes y puse la mesa. Lo llamé cuando la cena estuvo lista y él resopló agradecido mientras entraba a la habitación. —Huele bien, Bell.
—Gracias.
Comimos en silencio durante unos minutos. No fue incómodo. A ninguno de nosotros nos molestó el silencio. En cierto modo, estábamos bien preparados para vivir juntos. —Entonces, ¿te gustó la escuela? ¿Has hecho amigos? —preguntó mientras tomaba unos segundos.
—Bueno, tengo algunas clases con una chica llamada Jessica. Me siento con sus amigas durante el almuerzo. Y está este chico, Mike, que es muy amigable. Todos parecen muy amables. —Con una excepción destacada.
—Ese debe ser Mike Newton. Buen chico, buena familia. Su padre es dueño de una tienda de artículos deportivos en las afueras de la ciudad. Se gana bien la vida con todos los mochileros que vienen por aquí.
— ¿Conoces a la familia Cullen? —Pregunté vacilante.
— ¿La familia del Dr. Cullen? Claro. El Dr. Cullen es un gran hombre. Tengo entendido, que ha adoptado a todos sus hijos y hasta hace algún tiempo, vivían fuera de la ciudad, todavía se están... aclimatando a Folks, al igual que tú. El Dr. Cullen es un cirujano brillante que probablemente podría trabajar en cualquier hospital del mundo y ganar diez veces el salario que recibe aquí. —decía mi padre —Tenemos suerte de tenerlo, suerte de que su esposa quisiera vivir en un pueblo pequeño. Él es un activo para la comunidad y todos esos niños se portan bien y son educados. Tenía mis dudas cuando se mudaron por primera vez. con todos esos adolescentes adoptados. Pensé que podríamos tener algunos problemas con ellos. Pero todos son muy maduros; no he tenido ni un solo problema con ninguno de ellos. Eso es más de lo que puedo decir de los hijos de algunas personas. que han vivido en esta ciudad durante generaciones. Y se mantienen unidos como debería hacerlo una familia: viajes de campamento cada dos fines de semana... Sólo porque son recién llegados, la gente tiene que hablar. —Fue el discurso más largo que jamás había oído pronunciar a Charlie. Debe sentir con fuerza lo que sea que diga la gente.
Di marcha atrás. —Me parecieron bastante amables. Sólo noté que se mantenían reservados. Todos son muy atractivos —agregué, tratando de ser más elogioso e intentando no hablar de Alice Cullen, ella era sumamente tierna, era hermosa. Pero no sabía, si mi padre seguiría aceptándome en su hogar, si le digo que estoy enamorada de una mujer (aunque conociéndolo, me aceptaría con los brazos abiertos y le pondría una alfombra roja, a cualquier chica que traiga a casa).
—Deberías ver al médico —dijo Charlie, riendo. —Es bueno que esté felizmente casado. Muchas enfermeras del hospital tienen dificultades para concentrarse en su trabajo cuando él está cerca. —Miré dos veces a mi padre, sus mejillas estrechas parecieron adoptar solo un ligero tono rosado. Charlie debe pensar que el Dr. Cullen también es atractivo personalmente.
Volvimos a quedarnos en silencio cuando terminamos de comer. Recogió la mesa mientras yo empezaba a lavar los platos. Volvió a ver la televisión y, cuando terminé de lavar los platos a mano (sin lavavajillas), subí de mala gana a trabajar en mi tarea de matemáticas. Podía sentir una tradición en ciernes. Esa noche finalmente todo estaba en silencio. Me quedé dormido rápidamente, exhausta.
El resto de la semana transcurrió sin incidentes. Me acostumbré a la rutina de mis clases. El viernes pude reconocer, si no nombrar, a casi todos los estudiantes de la escuela. En Gimnasio, los niños de mi equipo me pasaron el balón, pero asombrosamente, supe manejarme, como si tuviera los sentidos despiertos, soy más ágil de lo esperado...
¡Esa cosa de mi madre, esa especie de variante ángel de mi madre!
No.
Es imposible. Fue solo un sueño extraño.
Pero mi cuerpo es distinto y mejor, que en el pasado.
Entonces, noté algo a mitad de semana (el miércoles), que no noté los otros días.
Alice Cullen no regresó a la escuela.
Todos los días, observaba ansiosamente hasta que el resto de los Cullen entraban a la cafetería sin ella. Luego podría relajarme y unirme a la conversación de la hora del almuerzo. Principalmente se centró en un viaje a La Push Ocean Park en dos semanas que Mike y Leah estaban organizando. Me invitaron y acepté ir, más por cortesía que por deseo. Las playas deben ser cálidas y secas.
El viernes me sentí perfectamente cómoda entrando a mi clase de Biología, ya no me preocupaba que Alice estuviera allí. Por lo que yo sabía, había abandonado la escuela. Intenté no pensar en ella, centrarme, pero no pude reprimir por completo la preocupación de que yo fuera responsable de su continua ausencia, por ridícula que pareciera.
Mi primer fin de semana en Forks transcurrió sin incidentes. Charlie, que no estaba acostumbrado a pasar tiempo en una casa normalmente vacía, trabajó la mayor parte del fin de semana. Limpié la casa, avancé en mi tarea y le escribí a mi mamá correos electrónicos más falsamente alegres. Conduje hasta la biblioteca el sábado, pero estaba tan mal equipada que no me molesté en conseguir una tarjeta; Tendría que concertar una cita para visitar Olympia o Seattle pronto y encontrar una buena librería. Me pregunté distraídamente qué tipo de rendimiento de gasolina obtenía la camioneta... y me estremecí al pensarlo.
La lluvia permaneció suave durante el fin de semana, tranquila, así que pude dormir bien.
La gente me recibió en el estacionamiento el lunes por la mañana. No sabía todos sus nombres, pero les devolví el saludo y les sonreí a todos. Esta mañana hacía más frío, pero afortunadamente no llovía. En inglés, Mike tomó su asiento habitual a mi lado. Hicimos un examen sorpresa sobre Cumbres Borrascosas. Fue sencillo, muy fácil.
Cuando salimos de clase, el aire estaba lleno de remolinos de partículas blancas. Podía escuchar a la gente gritándose emocionada entre sí. El viento mordía mis mejillas, mi nariz. —Vaya —, dijo Leah, quien parecía haberse vuelto mi mejor amiga. O bueno: Mi mejor compañera de clases. —Está nevando.
Miré las pequeñas pelusas de algodón que se acumulaban a lo largo de la acera y se arremolinaban erráticamente frente a mi cara. —Puaj. Nieve. Ahí se fue mi buen día.
Parecía sorprendido. —¿No te gusta la nieve?
—No. Eso significa que hace demasiado frío para llover—. Obviamente. —Además, pensé que se suponía que vendría en escamas, ya sabes, cada una única y todo eso. Estos simplemente parecen los extremos de unos hisopos.
— ¿Nunca antes habías visto nevar? —preguntó con incredulidad.
—Claro que sí—. Hice una pausa y le enseñé una sonrisa. —En TV.
Mike se rió. Y entonces una bola grande y blanda de nieve goteante golpeó la nuca. Ambos nos volteamos para ver de dónde venía. Tenía mis sospechas sobre Eric, que se alejaba, de espaldas a nosotros, en la dirección equivocada para su próxima clase. Mike aparentemente tenía la misma idea. Se inclinó y empezó a juntar un montón de papilla blanca.
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Jessica tiró de mi brazo. —¿Hola? ¿Bella? ¿Qué quieres? —Miró en la misma dirección y notó que yo veía. —Alice Cullen te está mirando—, Jessica se rió en mi oído.
Miré hacia abajo; Mis oídos estaban calientes. No tenía motivos para sentirme cohibida, me recordé a mí mismo. No había hecho nada malo. —Comeré un sándwich de pavo, por favor.
Durante el resto de la hora del almuerzo mantuve la vista muy atenta en mi propia mesa. Decidí honrar el trato que había hecho conmigo mismo. Como no parecía enojada, iría a Biología. Mi estómago dio un pequeño vuelco asustado ante la idea de sentarme a su lado otra vez.
Realmente no quería caminar a clase con Mike como de costumbre; parecía ser un objetivo popular para los francotiradores de bolas de nieve, pero cuando fuimos a la puerta, todos, excepto yo, gruñeron al unísono. Estaba lloviendo y arrastrando todos los restos de nieve en cintas claras y heladas a lo largo del camino. Me puse la capucha, secretamente complacida. Sería libre de irme directamente a casa después del gimnasio.
Mike mantuvo una serie de quejas de camino al edificio cuatro.
Una vez dentro del salón de clases, vi con alivio que mi mesa todavía estaba vacía. El señor Banner caminaba por la sala, distribuyendo un microscopio y una caja de portaobjetos en cada mesa. La clase no comenzó hasta dentro de unos minutos y la sala bullía de conversación. Mantuve mis ojos alejados de la puerta, garabateando ociosamente en la portada de mi cuaderno.
Escuché muy claramente cuando la silla a mi lado se movía, pero mis ojos permanecieron cuidadosamente enfocados en el patrón que estaba dibujando.
—Hola —dijo una voz tranquila y musical. Levanté la vista, atónita de que ella me estuviera hablando. Estaba sentada tan lejos de mí como lo permitía el escritorio, pero su silla estaba inclinada hacia mí. Su cabello estaba peinado con hermosas puntas nuevamente, parecía como si acabara de llegar de un trabajo de modelo en la pasarela. Su rostro deslumbrante era amigable, abierto, con una leve sonrisa en sus labios carnosos e impecables. Pero sus ojos fueron cuidadosos. —Mi nombre es Alice Cullen—, continuó. —No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Debes ser Bella Swan.
Mi mente daba vueltas con confusión. ¿Me lo había inventado todo? Ella era perfectamente educada ahora. Tuve que hablar; ella estaba esperando. Pero no se me ocurrió nada convencional que decir. —Es... mi nombre es Isabella y.… así... es como me gusta que me llamen ¿C-cómo sabes mi apodo? Les he pedido... a mis amigos, llamarme Isabella —Tartamudeé.
—Oh, creo que todo el mundo sabe tu nombre. Todo el pueblo ha estado esperando tu llegada.
Afortunadamente, el Sr. Banner empezó la clase en ese momento. Intenté concentrarme mientras me explicaba el laboratorio que haríamos hoy. Las diapositivas de la caja estaban estropeadas. Trabajando como compañeros de laboratorio, tuvimos que separar los portaobjetos de células de la punta de la raíz de cebolla en las fases de mitosis que representaban y etiquetarlas en consecuencia. Se suponía que no debíamos usar nuestros libros. En veinte minutos, volvería para ver quién tenía razón. —Empiecen —ordenó.
— ¿Quieres ir primero? —preguntó Alice. Levanté la vista y la vi sonriendo con una sonrisa torcida tan hermosa, que mi sonrisa, parecía menos deslumbrante.
Asentí. Estaba presumiendo, sólo un poco. Ya había hecho este ejercicio de laboratorio y sabía lo que estaba buscando. Debería ser fácil. Coloqué el primer portaobjetos en su lugar debajo del microscopio y lo ajusté rápidamente al objetivo de 40X. Estudié la diapositiva brevemente. Mi evaluación fue segura, asentí para mí misma. —Profase.
— ¿Te importa si miro? —preguntó cuando comencé a quitar la diapositiva. Su mano tomó la mía para detenerme, como me pidió. Tenía los dedos helados, como si los hubiera estado sosteniendo en un ventisquero antes de clase. Pero esa no fue la razón por la que aparté mi mano tan rápidamente. Cuando me tocó, me picó la mano como si nos hubiera atravesado una corriente eléctrica. —Lo siento—, murmuró, retirando su mano inmediatamente. Sin embargo, ella continuó alcanzando el microscopio. La observé, todavía asombrado, mientras examinaba la diapositiva durante un tiempo aún más breve que el que yo había examinado. —Profase—, estuvo de acuerdo, escribiéndola claramente en el primer espacio de nuestra hoja de trabajo. Rápidamente cambió la primera diapositiva por la segunda y luego la miró superficialmente.
— ¿Diapositiva tres? —Extendí mi mano sin mirarla. Ella me lo entregó; Parecía que estaba teniendo cuidado de no volver a tocar mi piel. Di la mirada más fugaz que pude. —Interfase—. Le pasé el microscopio antes de que pudiera pedirlo. Echó un vistazo rápido y luego lo anotó. Lo habría escrito mientras ella miraba, pero su letra clara y elegante me intimidó. No quería estropear la página con mis garabatos torpes. Terminamos antes de que alguien más estuviera cerca. Pude ver a Mike y su compañero comparando dos diapositivas una y otra vez, y otro grupo tenía su libro abierto debajo de la mesa. Lo que me dejó sin nada que hacer más que intentar no mirarla... sin éxito. Levanté la vista y ella me estaba mirando, con la misma mirada inexplicable de confusión en sus ojos. De repente identifiqué esa sutil diferencia en su rostro. — ¿Conseguiste lentes de contacto? —Solté sin pensar.
Parecía desconcertada por mi inesperada pregunta. —No.
—Oh, —murmuré. —pensé que había algo diferente en tus ojos.
Ella se encogió de hombros y miró hacia otro lado, pero no sin que yo notara la forma en que las comisuras de sus labios se alzaron ligeramente. De hecho, estaba tan segura de que había algo diferente. Recordé vívidamente el color negro consumidor de sus ojos la última vez que me miró fijamente; el color resaltaba contra el fondo de su piel pálida y su cabello oscuro. Hoy, sus ojos eran de un color completamente diferente: un extraño ocre, más oscuro que el caramelo, pero con el mismo tono dorado. No entendía cómo podía ser eso, a menos que ella estuviera mintiendo por alguna razón sobre los contactos. O tal vez Forks me estaba volviendo loca en el sentido literal de la palabra. Miré hacia abajo. Sus manos estaban apretadas nuevamente en puños duros, pero pronto relajó sus manos. Ella levantó su mano y el profesor Banner se acercó a nosotras. —Terminamos el ejercicio, profesor. Bella ha identificado tres de los cinco, yo solo identifiqué dos.
El señor Banner me miró ahora; su expresión era escéptica. —¿Has hecho este ejercicio de laboratorio antes? —preguntó.
Sonreí tímidamente. —No con raíz de cebolla.
— ¿Blástula de pescado blanco?
—Sí —me atreví a asentir con la cabeza.
El señor Banner asintió. — ¿Estabas en un programa de colocación avanzada en Phoenix?
—Sí.
—Bueno, —dijo después de un momento —supongo que es bueno que ustedes dos sean compañeras de laboratorio. —Murmuró algo más mientras se alejaba. Después de que se fue, comencé a garabatear en mi cuaderno nuevamente.
—Es una lástima lo de la nieve, ¿no? —preguntó Alicia. Tuve la sensación de que se estaba obligando a entablar una pequeña charla conmigo. La paranoia me invadió de nuevo. Era como si hubiera escuchado mi conversación con Jessica durante el almuerzo y estuviera tratando de demostrar que estaba equivocado.
—Sí. A Anakin Skywalker no le gusta la arena, a mí, no me gusta la nieve. No soporto el clima frio, ¿sabes? —respondí honestamente, en lugar de fingir ser normal como todos los demás. Todavía estaba tratando de desalojar el estúpido sentimiento de sospecha y no podía concentrarme.
—No te gusta el frío. —No fue una pregunta.
—O el mojado.
—Forks debe ser un lugar difícil para vivir —reflexionó.
—No tienes idea —murmuré sombríamente.
Parecía fascinada por lo que dije, por alguna razón que no podía imaginar. Su rostro me distraía tanto que traté de no mirarlo más de lo que exigía la cortesía. — ¿Por qué viniste aquí entonces?
Nadie me había preguntado eso, no tan directamente como él, exigente. —Es complicado. —Estaba desviando la mirada hacía la ventana, sin mirarla a ella, ¿Por qué?
—Creo que puedo seguir el ritmo—, presionó.
Hice una pausa por un largo momento y luego cometí el error de mirarla a los ojos. Sus ojos dorados oscuros me confundieron y respondí sin pensar. —Mi madre se volvió a casar—, dije.
—Eso no suena tan complejo—, no estuvo de acuerdo, pero de repente se mostró comprensiva. — ¿Cuando pasó eso?
—Fue el septiembre pasado. —Mi voz sonaba triste, incluso para mí.
—¿Y no te gusta? —Supuso Alice, su tono aún amable.
—No, Phil está bien. Demasiado joven, tal vez, pero bastante agradable—.
—¿Por qué no te quedaste con ellos?
No podía comprender su interés, pero ella continuó mirándome con ojos penetrantes, como si la aburrida historia de mi vida fuera de alguna manera de vital importancia. —Phil viaja mucho. Se gana la vida jugando al béisbol—. Medio sonreí.
—¿He oído hablar de él? —preguntó, sonriendo en respuesta.
—Probablemente no. No juega bien. Estrictamente liga menor. Se mueve mucho.
—Y tu madre te envió aquí para poder viajar con él—. Lo dijo nuevamente como una suposición, no como una pregunta.
Mi barbilla se levantó una fracción. —No, ella no me envió aquí. Me envié a mí mismo.
Sus cejas se juntaron. —No entiendo, —admitió, y parecía innecesariamente frustrada por ese hecho.
Suspiré. ¿Por qué le estaba explicando esto? Ella continuó mirándome con evidente curiosidad. —Ella se quedó conmigo al principio, pero lo extrañaba. Eso la hacía infeliz... así que decidí que era hora de pasar un tiempo agradable con Charlie—. Mi voz era sombría cuando terminé.
—Pero ahora no estás contento. —señaló.
—¿Y? —La desafié.
—Eso no parece justo. —Ella se encogió de hombros, pero sus ojos seguían siendo intensos —Estás lejos de tu madre y de su esposo, eso tendría que darte un respiro al menos, ¿no lo crees?
Me reí sin humor. — ¿Nadie te lo ha dicho nunca? La vida no es justa.
—Creo que he oído eso en alguna parte antes—, asintió secamente.
—Así que eso es todo. —Insistí, preguntándome por qué ella todavía me miraba de esa manera.
Su mirada se volvió evaluadora. —Hiciste un buen espectáculo. —dijo lentamente. —Pero estaría dispuesta a apostar que estás sufriendo más de lo que nadie deja ver. —Le hice una mueca, resistiendo el impulso de sacar la lengua como un niño de cinco años, y miré hacia otro lado. —¿Me equivoco? —Intenté ignorarla. —No lo creo. —murmuró con aire de suficiencia.
—¿Por qué te importa? —Pregunté, irritada. Mantuve mis ojos apartados, observando al maestro hacer su ronda.
—Esa es una muy buena pregunta. —murmuró, en voz tan baja que me pregunté si estaba hablando sola. Sin embargo, después de unos segundos de silencio, decidí que esa era la única respuesta que iba a obtener. Suspiré, frunciendo el ceño hacia la pizarra.
— ¿Te estoy molestando? —Ella preguntó. Parecía divertida.
La miré sin pensar... y volví a decir la verdad. —No exactamente. Estoy más molesta conmigo misma. Mi cara es tan fácil de leer; mi madre siempre me llama su libro abierto. —Fruncí el ceño.
—Al contrario, me resulta muy difícil leerte. —A pesar de todo lo que había dicho y ella había adivinado, sonaba como si lo dijera en serio.
—Entonces debes ser un buen lector. —Respondí.
—Generalmente. —Ella sonrió ampliamente, mostrando una dentadura perfecta y blanca.
El Sr. Banner llamó a la clase al orden y yo me volví aliviado para escuchar. No podía creer que acabara de explicarle mi triste vida a esta extraña y hermosa chica que puede que me tenga algún tipo de extraño e inexplicable odio o no. Parecía absorta en nuestra conversación, pero ahora pude ver, por el rabillo del ojo, que se estaba alejando de mí otra vez, con las manos agarrando el borde de la mesa con inconfundible tensión.
Intenté parecer atenta mientras el señor Banner ilustraba, con transparencias en el retroproyector, lo que yo había visto sin dificultad a través del microscopio. Pero mis pensamientos eran ingobernables.
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Cuando finalmente sonó el timbre, Alice salió corriendo de la habitación con tanta rapidez y gracia como lo había hecho el lunes pasado. Y, como el lunes pasado, la miré asombrado.
Mike saltó rápidamente a mi lado y recogió mis libros. Me lo imaginé con la cola meneando. —Eso fue horrible—, gimió y se pasó las manos por la cara. —Todos lucían exactamente iguales. Tienes suerte de tener a Cullen como compañera.
—No tuve ningún problema con eso—, dije, herido por su suposición. Me arrepentí del desaire al instante. —Aunque ya hice el laboratorio antes—, agregué antes de que pudiera herir sus sentimientos.
—Cullen parecía bastante amigable hoy —comentó mientras nos poníamos nuestros impermeables. No parecía contento con eso.
Intenté parecer indiferente. —Me pregunto qué le pasó el lunes pasado. —No podía concentrarme en la charla de Mike mientras caminábamos hacia el gimnasio y RE. Tampoco hizo mucho para llamar mi atención. Mike estuvo en mi equipo hoy. Cubrió caballerosamente mi posición y la suya propia, por lo que mis dudas sólo se interrumpieron cuando llegó mi turno de servir; mi equipo sonreía cada vez que yo me levantaba.
La lluvia era sólo una neblina mientras caminaba hacia el estacionamiento, cuando me aproximé a la puerta, escuché un sonido extraño.
Era un chillido agudo y rápidamente se estaba volviendo dolorosamente fuerte. Levanté la vista, sorprendida.
Vi varias cosas simultáneamente. Nada se movía a cámara lenta, como ocurre en las películas. En cambio, la adrenalina pareció hacer que mi cerebro funcionara mucho más rápido y pude absorber con claridad y detalle varias cosas a la vez.
Alice Cullen estaba parada a cuatro autos de mí, mirándome con horror. Su rostro se destacó entre un mar de rostros, todos congelados en la misma máscara de sorpresa. Pero lo más importante era la furgoneta azul oscuro que patinaba, con las ruedas trabadas y chirriando al frenar, girando salvajemente sobre el hielo del aparcamiento. Iba a golpear la esquina trasera de mi camioneta y yo estaba parado entre ellos. Ni siquiera tuve tiempo de cerrar los ojos.
Justo antes de escuchar el crujido de la camioneta plegándose sobre la plataforma del camión, algo me golpeó, fuerte. Mi cuerpo salió despedido hacía atrás, solo unos pocos centímetros y se estrelló contra el maletero descapotado de la camioneta. La furgoneta fuera de control, seguía acercándose cada vez más a mí.
Alguien estaba conmigo y la voz era imposible no reconocerla. Dos delicadas y blancas manos se extendieron protectoramente frente a mí, y la camioneta se detuvo con un estremecimiento a un pie de mi cara, las grandes manos encajaron providencialmente en una profunda abolladura en el costado de la carrocería de la camioneta. Luego sus manos se movieron tan rápido que se volvieron borrosas. De repente uno se agarró por debajo de la carrocería de la furgoneta y algo me arrastraba, balanceando mis piernas como las de una muñeca de trapo, hasta golpear la rueda del coche color canela. Un ruido sordo metálico me lastimó los oídos y la furgoneta se detuvo, con los cristales reventando, sobre el asfalto, exactamente donde, hace un segundo, habían estado mis piernas.
—Estabas allí—, recordé de repente, mi voz estaba ahogada, pero ella me escuchó, porque su risa se detuvo en seco. —Estabas junto a tu coche.
Su expresión se volvió dura. —No, no lo estaba.
—Te vi. —A nuestro alrededor todo era caos. Podía escuchar las voces más roncas de los adultos que llegaban al lugar. Pero me aferré obstinadamente a nuestro argumento; Tenía razón y ella iba a admitirlo.
—Bella, estaba parada contigo y te saqué del camino. —Ella desató todo el poder devastador de sus ojos sobre mí, como si intentara comunicar algo crucial.
—No. —Apreté la mandíbula.
El oro en sus ojos ardió, me suplicaba algo, de forma desesperada, con su mirada. —Por favor, Bella.
— ¿Por favor, ¿qué?
Se acercó a mi oído y su voz se volvió suplicante. — "Es un secreto, no le digas a nadie, por favor... te lo contaré todo, pero... no aquí... por favor..."
Se necesitaron seis paramédicos y dos profesores (el señor Varner y el entrenador Clapp) para alejar la furgoneta lo suficiente de nosotros para traer las camillas. Alice rechazó vehementemente la suya y yo intenté hacer lo mismo, pero el traidor les dijo que yo. Me golpeé la cabeza y probablemente tuve una conmoción cerebral. Casi muero de humillación cuando me pusieron el collarín. Parecía que toda la escuela estaba allí, observando con seriedad mientras me subían a la parte trasera de la ambulancia. Alice iba delante. Fue enloquecedor.
Para empeorar las cosas, el Jefe Swan llegó antes de que pudieran sacarme a salvo. — ¡Bella! —Gritó presa del pánico cuando me reconoció en la camilla.
—Estoy completamente bien, Char... Papá. —suspiré. —No me pasa nada.
Recurrió al paramédico más cercano para obtener una segunda opinión. Lo desconecté para considerar el revoltijo de imágenes inexplicables que se agitaban caóticamente en mi cabeza. Cuando me sacaron del auto, vi la profunda abolladura en el parachoques del auto, una abolladura muy distinta que se ajustaba al contorno de los hombros de Alice... como si se hubiera apoyado contra el auto con suficiente fuerza para dañar el marco de metal...
Y luego estaba su familia, mirando desde la distancia, con expresiones que iban desde la desaprobación hasta la furia, pero sin ningún indicio de preocupación por la seguridad de su hermana.
Intenté pensar en una solución lógica que pudiera explicar lo que acababa de ver, una solución que excluyera la suposición de que estaba loca.
Naturalmente, la ambulancia fue escoltada por la policía hasta el hospital del condado. Me sentí ridículo todo el tiempo que me estuvieron descargando. Lo que empeoró las cosas fue que Alice simplemente se deslizó a través de las puertas del hospital por sus propios medios. Apreté los dientes.
Me llevaron a la sala de urgencias, una habitación larga con una hilera de camas separadas por cortinas con dibujos de colores pastel. Una enfermera me puso un manguito de presión en el brazo y un termómetro debajo de la lengua. Como nadie se molestó en correr la cortina para darme algo de privacidad, así que lo hice yo misma.
Hubo otra ráfaga de personal del hospital y trajeron otra camilla a la cama junto a mí. Reconocí a Tyler Crowley de mi clase de Gobierno debajo de las vendas manchadas de sangre que apretaban su cabeza. Tyler se veía cien veces peor de lo que yo me sentía. Pero él me miraba ansiosamente. — ¡Isabella, lo siento mucho!
"Estoy bien, Tyler. Te ves horrible, ¿estás bien?" Mientras hablábamos, las enfermeras comenzaron a desenrollar sus vendajes sucios, dejando al descubierto una miríada de cortes superficiales en toda su frente y mejilla izquierda.
Él me ignoró. "¡Pensé que te iba a matar! Iba demasiado rápido y golpeé mal el hielo..." Hizo una mueca cuando una enfermera comenzó a secarle la cara.
"No te preocupes por eso; me extrañaste, te lo agradezco y te prometo, que estoy bien".
— ¿Cómo te apartaste del camino tan rápido? Estabas allí y luego te fuiste...
—Alice me sacó del camino. —confesé una media verdad y media mentira —No sé ni cómo, ni cuando lo hizo. Pero era ella.
— ¿Cullen? No la vi... wow, fue todo muy rápido, supongo. ¿Está bien?
—Sí.
—Creo que... desarrollaré una fobia a conducir, por algunos años.
—Yo también. —le aseguré, hubiera asentido, de no ser por el collarín —O tomo el autobús o camino, hasta mi hogar.
Entonces me llevaron en silla de ruedas para hacerme una radiografía de la cabeza. Les dije que no pasaba nada y tenía razón. Ni siquiera una conmoción cerebral. Le pregunté si podía irme, pero la enfermera me dijo que primero tenía que hablar con un médico. Así que me quedé atrapada en urgencias, esperando, acosada por las constantes disculpas de Tyler y sus promesas de compensarme. No importa cuántas veces intenté convencerlo de que estaba bien, él seguía atormentándose. Finalmente, cerré los ojos y lo ignoré. Siguió murmurando arrepentido.
