Crepúsculo no me pertenece.

Soy una vampiresa ¿y tú...? (Bella x Alice x Leah)

10: Visitas inesperadas.

— ¡Billy! —le llamó Charlie tan pronto como se bajó del coche.

Me volví hacia la casa y, una vez me puse debajo del porche, hice señales a Jacob para que entrase. Oí a Charlie saludarlos efusivamente a mis espaldas. —Jake, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobación.

—En la reserva conseguimos muy pronto los permisos de conducir —replicó Jacob mientras yo abría la puerta y encendía la luz del porche.

—Seguro que sí —se rió Charlie.

—De alguna manera he de dar una vuelta.

A pesar de los años transcurridos, reconocí con facilidad la voz retumbante de Billy. Su sonido me hizo sentir repentinamente más joven, una niña.

Entré en la casa, dejando abierta la puerta detrás de mí, y fui encendiendo las luces antes de colgar mi chaqueta. Luego, permanecí en la puerta, contemplando con ansiedad cómo Charlie, Leah y Jacob ayudaban a Billy a salir del coche y a sentarse en la silla de ruedas.

Me aparté del camino mientras entraban a toda prisa sacudiéndose la lluvia.

—Menuda sorpresa —estaba diciendo Charlie.

—Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confío en que no sea un mal momento —respondió Billy, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mí.

—No, es magnífico. Espero que se pudieran quedar para ver el partido.

Jacob mostró una sonrisa forzada, sus rasgos también eran forzados y yo sabía muy bien el porqué: Billy, Jacob y Leah, estaban oliendo el lobo en mí. Por Leah, yo sabía que un Cambiaformas, no podía transmitirlo a otra persona, así que, eso que a mí me atacó, fue un Hijo de la Luna, fue un Licántropo, pero nuestra unión, era más fuertes y por eso, ella seguía siendo mi otra pareja, en lugar de haberse alejado por la presencia de Alice o por mi transformación, pero eso no pasaba con todos los Cambiaformas, ni con todos los vampiros —Creo que ése es el plan... Nuestra televisión se estropeó la semana pasada.

Billy le dirigió una mueca a su hijo y añadió: —Y, por supuesto, Jacob deseaba volver a ver a Bella.

Jacob frunció el ceño y agachó la cabeza mientras yo reprimía una oleada de remordimiento. Tal vez había sido demasiado convincente en la playa. —Nos reencontramos en la playa y charlamos un poco, Billy, pero sí: Creo que quería volver a ver a Jake, ¿Tienen hambre? —pregunté mientras me dirigía hacia la cocina, deseosa de escaparme de la inquisitiva mirada de Billy.

—No, cenamos antes de venir —respondió Jacob.

— ¿Y tú, Charlie? —le pregunté de refilón, al tiempo que doblaba la esquina a toda prisa para escabullirme.

—Claro —replicó. Su voz se desplazó hacia la habitación de en frente, hacia el televisor. Oí cómo le seguía la silla de Billy. Los sándwiches de queso se estaban tostando en la sartén mientras cortaba en rodajas un tomate cuando sentí que había alguien a mis espaldas.

—Bueno, ¿Cómo te va todo? —inquirió Jacob, parándose a mi lado, con bastante nerviosismo. Su lobo estaba totalmente alborotado, aterrorizado y me preguntaba lo que había realmente en mí, ¿Era solo por ser hija de una Vigilante?, ¿O por ser más que solo una Cambiaformas? Yo misma sabía, que no era exactamente normal.

—Bastante bien —sonreí forzadamente. Ni él estaba a gusto conmigo, por ser una Nefilim y por mi lobo, ni yo estaba a gusto con él, por ser un Cambiaformas. —. ¿Y a ti? ¿Terminaste el coche?

—No —arrugó la frente—. Aún necesito piezas. Hemos pedido prestado ése. —Comentó mientras señalaba con el pulgar en dirección al patio delantero.

—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. ¿Qué es lo que estáis buscando?

—Un cilindro maestro —sonrió de oreja a oreja y de repente añadió—: ¿Hay algo que no funcione en el monovolumen?

—Ah. Me lo preguntaba, al ver que no lo conducías.

Mantuve la vista fija en la sartén mientras levantaba el extremo de un sándwich para comprobar la parte inferior. —Di un paseo con una amiga. El coche está muy bien.

—Un buen coche —comentó con admiración—, aunque no reconocí al conductor. Creía conocer a la mayoría de los chicos de por aquí.

Asentí sin comprometerme ni alzar los ojos mientras daba la vuelta a los sandwiches. —Papá parecía conocerle de alguna parte.

—Leah, ¿me puedes pasar algunos platos? Están en el armario de encima del fregadero.

—Claro. —Tomó los platos en silencio. Esperaba que dejara el asunto. — ¿Quién es? —preguntó mientras situaba dos platos sobre la encimera, cerca de mí. Suspiré derrotada.

—Alice Cullen.

Para mi sorpresa, rompió a reír. Alcé la vista hacia ella, que parecía un poco avergonzada. —Entonces, supongo que eso lo explica todo. —comentó —Me preguntaba por qué Billy se comportaba de un modo tan extraño.

—Es cierto —simulé una expresión inocente—. No le gustan los Cullen.

—Viejo supersticioso —murmuró en un susurro.

—No crees que se lo vaya a decir a Charlie, ¿verdad? —no pude evitar el preguntárselo. Las palabras, pronunciadas en voz baja, salieron precipitadamente de mis labios.

—Lo dudo —respondió finalmente—. Creo que Charlie le soltó una buena reprimenda la última vez, y desde entonces no han hablado mucho. Me parece que esta noche es una especie de reencuentro, por lo que no creo que papá lo vuelva a mencionar.

—Pobre. Yo recuerdo muy bien, tales reprimendas, ¿Sabes? —dije, intentando parecer indiferente. Me quedé en el cuarto de estar después de llevarle a Charlie la cena, fingiendo ver el partido mientras Jacob charlaba conmigo; pero, en realidad, estaba escuchando la conversación de los dos hombres, atenta a cualquier indicio de algo sospechoso y buscando la forma de detener a Billy llegado el momento.

Fue una larga noche. Tenía muchos deberes sin hacer, pero temía dejar a Billy a solas con Charlie. Finalmente, el partido terminó. — ¿Vais a regresar pronto tus amigos y tú a la playa? —preguntó Jacob mientras empujaba la silla de su padre fuera del umbral.

—No estoy segura —contesté con evasivas.

—Ha sido divertido, Charlie —dijo Billy.

—Acércate a ver el próximo partido —le animó Charlie.

—Seguro, seguro —dijo Billy—. Aquí estaremos. Que paséis una buena noche —sus ojos me enfocaron y su sonrisa desapareció al agregar con gesto serio—: Cuídate, Bella.

—Gracias —musité desviando la mirada. Me dirigí hacia las escaleras mientras Charlie se despedía con la mano desde la entrada.

—Aguarda, Bella —me pidió. Me encogí. ¿Le había dicho Billy algo antes de que me reuniera con ellos en el cuarto de estar? Pero Charlie aún seguía relajado y sonriente a causa de la inesperada visita. —No he tenido ocasión de hablar contigo esta noche. ¿Qué tal te ha ido el día?

—Bien —vacilé, con un pie en el primer escalón, en busca de detalles que pudiera compartir con él sin comprometerme—. Mi equipo de bádminton ganó los cuatro partidos.

— ¡Vaya! No sabía que supieras jugar al bádminton.

—Bueno, lo cierto es que no, pero mi compañero es realmente bueno —admití.

— ¿Quién es? —inquirió en señal de interés.

—Eh... Mike Newton —le revelé a regañadientes.

—Ah, sí. Me comentaste que eras amiga del chico de los Newton —se animó—. Una buena familia —musitó para sí durante un minuto—. ¿Por qué no le pides que te lleve al baile este fin de semana?

— ¡Papá! —gemí—. Está saliendo con mi amiga Jessica. Además, sabes que no sé bailar.

—Ah, sí—murmuró. Entonces me sonrió con un gesto de disculpa—. Bueno, supongo que es mejor que te vayas el sábado... Había planeado ir de pesca con los chicos de la comisaría. Parece que va a hacer calor de verdad, pero me puedo quedar en casa si quieres posponer tu viaje hasta que alguien te pueda acompañar. Sé que te dejo aquí sola mucho tiempo.

—Papá, lo estás haciendo fenomenal —le sonreí con la esperanza de ocultar mi alivio—. Nunca me ha preocupado estar sola, en eso me parezco mucho a ti. —Le guiñé un ojo, y al sonreírme le salieron arrugas alrededor de los ojos.

Esa noche dormí mejor porque me encontraba demasiado cansada para soñar de nuevo. Estaba de buen humor cuando el gris perla de la mañana me despertó. La tensa velada con Billy y Jacob ahora me parecía inofensiva y decidí olvidarla por completo. Me descubrí silbando mientras me recogía el pelo con un pasador. Luego, bajé las escaleras dando saltos. Charlie, que desayunaba sentado a la mesa, se dio cuenta y comentó: —Estás muy alegre esta mañana.

Me encogí de hombros. —Es viernes. —Me di mucha prisa para salir en cuanto se fuera Charlie. Había preparado la mochila, me había calzado los zapatos y cepillado los dientes, pero Alice fue más rápida a pesar de que salí disparada por la puerta en cuanto me aseguré de que Charlie se había perdido de vista. Me esperaba en su flamante coche con las ventanillas bajadas y el motor apagado.

Esta vez no vacilé en subirme al asiento del copiloto lo más rápidamente posible para verle el rostro. Me dedicó esa sonrisa traviesa y abierta que me hacía contener el aliento y me paralizaba el corazón. Pero ella me miraba con la misma intensidad y cariño. No había nada en Alice que se pudiera mejorar. — ¿Cómo has dormido? —me preguntó. ¿Sabía lo atrayente que resultaba su voz?

—Bien. ¿Qué tal tu noche?

—Placentera.

Una sonrisa divertida curvó sus labios. Me pareció que me estaba perdiendo una broma privada. — ¿Puedo preguntarte qué hiciste?

—No —volvió a sonreír—, el día de hoy sigue siendo mío. —Quería saber cosas sobre la gente, sobre Renée, sus aficiones, qué hacíamos juntas en nuestro tiempo libre, y luego sobre la única abuela a la que había conocido, mis pocos amigos del colegio y.… me puse colorada cuando me preguntó por los chicos con los que había tenido citas. Me aliviaba que en realidad nunca hubiera salido con ninguno, por lo que la conversación sobre ese tema en particular no fue demasiado larga. Pareció tan sorprendido como Jessica y Angela por mi escasa vida romántica. — ¿Nunca has conocido a nadie que te haya gustado? —me preguntó con un tono tan serio que me hizo preguntarme qué estaría pensando al respecto.

De mala gana, fui sincera: —En Phoenix, no.

Frunció los labios con fuerza. Para entonces, nos hallábamos ya en la cafetería. El día había transcurrido rápidamente en medio de ese borrón que se estaba convirtiendo en rutina. Aproveché la breve pausa para dar un mordisco a mi rosquilla. —Hoy debería haberte dejado que condujeras —anunció sin venir a cuento mientras masticaba.

— ¿Por qué? —quise saber.

—Me voy a ir con Jasper después del almuerzo.

—Vaya —parpadeé, confusa y desencantada—. Está bien, no está demasiado lejos para un paseo.

Me miró con impaciencia. Pero una sonrisa la traicionó. —No te voy a hacer ir a casa andando. Tomaremos tu coche y lo dejaremos aquí para ti.

—No llevo la llave encima —musité—. No me importa caminar, de verdad. Podría correr también y sabes que no me fatigaría —Lo que me importaba era disponer de menos tiempo en su compañía.

Negó con la cabeza. —Tu monovolumen estará aquí y la llave en el contacto, a menos que temas que alguien te lo pueda robar. —Se rió sólo de pensarlo.

—De acuerdo —acepté con los labios apretados. Estaba casi segura de que tenía la llave en el bolsillo de los vaqueros que había llevado el miércoles, debajo de una pila de ropa en el lavadero. Jamás la encontraría, aunque irrumpiera en mi casa o cualquier otra cosa que estuviera planeando. Pareció percatarse del desafío implícito en mi aceptación, pero sonrió burlón, demasiado seguro de sí mismo. — ¿A dónde vas a ir? —pregunté de la forma más natural que fui capaz.

—De caza —replicó secamente—. Si voy a estar a solas contigo mañana, voy a tomar todas las precauciones posibles —su rostro se hizo más taciturno y suplicante—. Siempre lo puedes cancelar, ya sabes.

—Quizás... debería de acercarme a la reserva, pedirles que me dejen cazar con ellos o al menos, con Leah —dije, mientras intentaba tomar una decisión. — ¿A qué hora te veré mañana? —quise saber, ya deprimida por la idea de tener que dejarle ahora.

—Eso depende... Es sábado. ¿No quieres dormir hasta tarde? —me ofreció, mientras sonreía burlona.

Me encogí de hombros. —No. —contuvo una sonrisa. —Jamás he dormido hasta tarde.

—Entonces, a la misma hora de siempre —decidió—. ¿Estará Charlie ahí?

—No, mañana se va a pescar, con amigos policías. —Sonreí abiertamente ante el recuerdo de la forma tan conveniente con que se habían solucionado las cosas.

— ¿Y qué pensará si no vuelves? —inquirió con la voz cortante, mientras se rascaba el cuello, con un gesto de confusión, ante tanta naturalidad y deseo de estar a su lado, de mi parte.

—No tengo ni idea. —repliqué con cierta frialdad, sin querer ser grosera y alejarla de mi lado —Sabe que tengo intención de hacer la colada. Tal vez crea que me he caído dentro de la lavadora. —Me miró con el ceño enfurruñado y yo hice lo mismo. Su rabia fue mucho más impresionante que la mía. — ¿Qué vas a cazar esta noche? —le pregunté cuando estuve segura de haber perdido el concurso de ceños.

—Cualquier cosa que encontremos en el parque —parecía divertido por mi informal referencia a sus actividades secretas—. No vamos a ir lejos.

— ¿Por qué vas con Jasper? —me extrañé.

—Jasper es el más joven, no sabe controlarse si ve sangre y literalmente, estamos rodeados de neveras con sangre... con patas —Lanzó una carcajada y yo, le di un golpe juguetón en el hombro.

— ¿Y los otros? —Pregunté con timidez—. ¿Cómo se lo toman?

Arrugó la frente durante unos momentos. —La mayoría con incredulidad.

Miré a hurtadillas y con rapidez a su familia. Permanecían sentados con la mirada perdida en diferentes direcciones, del mismo modo que la primera vez que los vi. Sólo que ahora eran cuatro, su hermoso hermano con pelo de bronce se sentaba frente a mí con los dorados ojos turbados. —No les gusto —supuse.

—No es eso. —disintió, pero sus ojos eran demasiado inocentes para mentir —No comprenden por qué no te puedo dejar sola. Pero saben que somos algo así como... almas gemelas y Leah está con nosotras, en este futuro que estoy viendo.

Sonreí de oreja a oreja. —Ellos tampoco me agradan, si vamos al caso.

—Te lo dije, no te ves a ti misma con ninguna claridad. No te pareces a nadie que haya conocido. Me fascinas.

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Roderick sabía lo que olió, tan pronto como escapó del manicomio y siguió el aroma.

Se encontró con Cassandra y Oliver en el camino, ellos eran nómadas y habían estado matando vampiros y humanos en Chicago. Entonces, los tres siguieron hasta Forks y allí, Roderick atacó a la chica.

El aroma de la chica...

El aroma de un Nefilim.

El sabor de la sangre y la carne de un Nefilim, causaban euforia.

Y Roderick quería más.

Era mejor cazar a la presa, si la dejabas escapar un poco de ti.