Aquella mañana la princesa Zelda caminaba por los pasillos del castillo de Hyrule en dirección hacia la sala del consejo del reino. En ese lugar, se encontraban esperándola, los miembros de aquel concilio, loa cuales eran conocidos como los diez nobles del reino solo por pertenecer a la alta alcurnia y por haber sido escogidos por el padre de la chica.

A la joven nunca le agradaron esos vejiestorios pero no podía cambiarlos hasta que fuese coronada reina, sin embargo, la pobre no podria obtener la corona de su fallecida madre a menos de que se case con algún noble que tuviese un título de conde, marqués, duque, príncipe o rey viudo.

Pero lamentablemente todos los pretendientes que habían llegado ante su persona para cortejiarla habían sido rechazados. Dado que la princesa buscaba a un compañero que le importara más el reino que su bolsillo y no encontró a nadie.

Zelda ingresa en el sitio, camina hasta a su asiento y se sienta para mirar a los hombres quienes le hacen una reverencia falsa. La joven tiene que hacer uso se todo su autocontrol para no matarlos a todos.

- Los he mandado a llamar, porque he tomado una decisión- seria.

- la miran ansiosos- ¿Cuál sería su alteza?

- Dejaremos el asunto de los pretendientes en pausa por tres meses si en ese tiempo no encuentro a la persona adecuada para que tome el lugar de rey, me casaré con el candidato que vosotros escogeis- sin mirarlos.

- sorepndidos- ¿Estais segura de ello?

- Si, además haré un viaje lejos del reino durante ese periodo, el primer ministro aquí presente se hará cargo del reino durante mi ausencia- informa.

Uno estuvo a punto de ir en contra de la chica pero al ver la mirada de hielo de la soberana prefiero morderse la lengua y quedarse callado.

- resiginados- Como vos querais alteza.

- Bien, la sesión ha concluido - se levanta.

La dama se retira, se dirige a sus aposentos y manda a llamar a una de sus sirvientas.

- ¿En que puedo serviros my lady? - hace una reverencia

- Traedme una vestimentas sencillas, preparad una alforja con lo necesario para viajar, ensillar a mi caballo y que las puertas estén abiertas para mí partida - ordena.

- A sus ordenes mi señora - se retira.

Tiempo después llega con las ropas, ayuda a Zelda a cambiarse para pasar de una princesa a una chica humilde. Al terminar la joven, toma su alforja, va hacia la caballeriza, se monta en su corcel, cabalga hacia la salida del castillo, sale de la ciudadela y llega a la hermosa llanura de Hyrule.

Continuará...