CAPÍTULO 3: La cámara secreta


Ginny se sonrojó cuando vio a Harry Potter en la mesa de su familia a la hora de desayunar, soltó un chillido y salió corriendo avergonzada. No podía ser de otra manera, después de todo, toda su vida había escuchado hablar de él, Percy le llegó a leer por las noches el libro completo de Las Aventuras Del Niño Que Vivió.

Incluso, cuando era aún más pequeña, jugaba a que se casaba con él.

Esos días fueron un martirio, siempre que estaba junto a él no podía evitar cometer torpezas, Ginny solía tirar las cosas cada vez que Harry entraba en la habitación donde ella estaba una vez incluso metió el codo en la mantequilla cuando le preguntó si ella también iría a Hogwarts ese año. Y Harry siempre fingía que no lo había visto para no avergonzarla. Pero sus hermanos gemelos se burlaban de ella, y Ron tenía una sonrisa arrogante.

Se acobardaba cuando lo veía, y no podía creerlo de ella misma. Ella, que era capaz de dominar incluso a los gemelos, que por las noches se robaba las escobas y volaba a escondidas de sus padres.

Llegaron las cartas de Hogwarts y Ginny casi saltaba de la emoción al ver la suya, y abrazó a Percy llenándolo de besos.

Cuando todos juntos acudieron al callejón Diagon, sintió mucha angustia cuando por varios minutos perdieron a Harry. También se sentía tan avergonzada cada vez que entraban a una tienda y su madre sufría y escogía lo más viejo y barato para ahorrar, todo ello observado por Harry, quien no se atrevía a mirarlos a los ojos cuando eso sucedía.

Se encontraron con una chica y sus padres, quien, para el horror de Ginny, se abalanzó hacia Harry y lo abrazó. Casi quiso llorar y arrastrarla de los cabellos para alejarla de él, pero se calmó cuando vio que Harry estaba sumamente incomodo y no le correspondió, y además la chica lo soltó rápidamente y también abrazó a Ron.

Después de eso, su mamá permitió que se separaran y se llevó a Ginny sola a una tienda de ropa para su sorpresa.

–Cariño, lamento mucho que tengas que usar las túnicas y camisetas de tus hermanos, las ajustaré para que te queden perfectas. – Su mamá le dijo con tristeza y Ginny reaccionó de inmediato, ella nunca quería ver triste a su mamá.

–No preocupes mami, estoy bien con esa ropa, no me molesta. – Dijo inmediatamente, lo que provocó una sonrisa en su mamá.

–Eres una niña tan buen mi amor, de todas maneras, hay ropa que tus hermanos no pueden donarte. – La señora Weasley tomó la mano de su hija y la llevó a la sección de ropa interior. –Necesitas ropa interior adecuada, faldas para tu uniforme, unos calcetines y zapatos, aparté dinero para esto, así que no te preocupes, será nuevo, sólo revisa bien los precios cuando veas algo que te gusta.

Pasaron un gran momento juntas, comprando ropa bonita y nueva, fue uno de los mejores momentos que Ginny recordara. Estaba tan feliz, y cuando se reencontraron con sus hermanos en la librería, fue arrastrada para ver a Gilderoy Lockhart, por quien sus padres habían hecho un gran gasto en libros para la escuela, ella no quería que fuera el nuevo profesor en Hogwarts. Al analizar este pensamiento se sorprendió ¿Cómo sabía que era el nuevo profesor?

Cuando Harry entró, también fue arrastrado a la multitud, pero por el señor Lockhart, quien prácticamente lo obligó a tomarse una foto con él.

–Señoras y caballeros –dijo en voz alta, pidiendo silencio con un gesto de la mano–. ¡Éste es un gran momento! ¡El momento ideal para que les anuncie algo que he mantenido hasta ahora en secreto! Cuando el joven Harry entró hoy en Flourish y Blotts, sólo pensaba comprar mi autobiografía, que estaré muy contento de regalarle. –La multitud aplaudió de nuevo–. Él no sabía –continuó Lockhart, zarandeando a Harry de tal forma que las gafas le resbalaron hasta la punta de la nariz— que en breve iba a recibir de mí mucho más que mi libro El encantador. Harry y sus compañeros de colegio contarán con mi presencia. ¡Sí, señoras y caballeros, tengo el gran placer y el orgullo de anunciarles que este mes de septiembre seré el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el Colegio Hogwarts de Magia!

La multitud aplaudió y vitoreó al mago, y Harry fue obsequiado con las obras completas de Gilderoy Lockhart. Tambaleándose un poco bajo el peso de los libros, logró abrirse camino desde la mesa de Gilderoy, en que se centraba la atención del público, hasta el fondo de la tienda, donde Ginny aguardaba junto a su caldero nuevo.

–Tenlos tú —le farfulló Harry, metiendo los libros en el caldero—. Yo compraré los míos...

–¿A que te gusta, eh, Potter? –dijo una voz que Ginny no reconoció. Volteó y se encontró a un chico rubio que exhibía un aire despectivo –El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puedes dejar de ser el protagonista.

–¡Déjale en paz, él no lo ha buscado! —replicó Ginny, era la primera vez que hablaba delante de Harry. Estaba fulminando al mocoso con la mirada.

–¡Vaya, Potter, tienes novia! – dijo este arrastrando las palabras. Ginny se puso roja mientras Ron y Hermione se acercaban, con sendos montones de los libros de Lockhart.

–¡Ah, eres tú! –dijo Ron, mirando al rubio como se mira un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato–. ¿Te sorprende ver aquí a Harry, eh?

–No me sorprende tanto como verte a ti en una tienda, Weasley –replicó el rubio–Supongo que tus padres pasarán hambre durante un mes para pagarte esos libros.

Ron se puso tan rojo como Ginny. Dejó los libros en el caldero y se fue hacia él, pero Harry y Hermione lo agarraron de la chaqueta.

–¡Ron! –dijo papá, abriéndose camino a duras penas con Fred y George–. ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.

—Vaya, vaya..., ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!

Un hombre igual de rubio que el mocoso que la había avergonzado tomó a su, seguramente, hijo por el hombro y miraba con la misma expresión de desprecio que él.

—Lucius —dijo papá, saludándolo fríamente, ella nunca había escuchado ese tono de él..

–Mucho trabajo en el Ministerio, me han dicho – comentó el señor desagradable – Todas esas redadas... Supongo que al menos te pagarán las horas extras, ¿no? – Se acercó al caldero de Ginny y sacó de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo y estropeado de la Guía de transformación para principiantes—. Es evidente que no —rectificó—. Querido amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de mago si ni siquiera te pagan bien por ello?

—Tenemos una idea diferente de qué es lo que deshonra el nombre de mago, Malfoy —contestó papá, al menos ahora Ginny sabía su apellido y se dio cuenta de quienes eran.

—Es evidente —dijo Malfoy, mirando de reojo a los padres de Hermione, que lo miraban con aprensión—, por las compañías que frecuentas, Weasley... Creía que ya no podías caer más bajo.

Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico; papá se lanzó sobre el señor Malfoy, y éste fue a dar de espaldas contra un estante. Docenas de pesados libros de conjuros les cayeron sobre la cabeza.

Fred y George gritaban: «¡Vamos, papá!», y mamá exclamaba: «¡No, Arthur, no!» La multitud retrocedió en desbandada, derribando a su vez otros estantes.

—¡Caballeros, por favor, por favor! —gritó un empleado. Y luego, más alto que las otras voces, se oyó: —¡Basta ya, caballeros, basta ya!

Hagrid vadeaba el río de libros para acercarse a ellos. En un instante, separó a ambos hombres. El primero tenía un labio partido, y al segundo, una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado en un ojo. El señor Malfoy todavía sujetaba en la mano el viejo libro sobre transformación.

Se lo entregó a Ginny, con un extraño brillo en los ojos que ella no pudo identificar. —Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte.

Librándose de Hagrid, que lo agarraba del brazo, hizo una seña a su hijo y salieron de la librería.

Hagrid los sacó mientras mamá regañaba a papá furiosa –¡Qué buen ejemplo para tus hijos..., peleando en público! ¿Que habrá pensado Gilderoy Lockhart?

–Estaba encantado –repuso Fred—. ¿No lo escuchaste cuando salíamos de la librería? Le preguntaba al reportero ese de El Profeta si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.

Los ánimos ya se habían calmado cuando el grupo llegó a la chimenea del Caldero Chorreante, donde volvieron a La Madriguera utilizando los polvos flu. Antes se despidieron de los Granger, que abandonaron el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle que había al otro lado.

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Cuando Ginny encontró el libro negro entre sus cosas se sorprendió, era algo de buena calidad, cuero negro con grabado dorado, algo no podían permitirse comprar. Cruzó por su mente que tal vez durante la pelea se había colado por accidente en su caldera y casi se levanta para ir entregarlo a sus padres para devolverlo a la tienda.

Sin embargo, al ojearlo vio que tenía un nombre escrito en la contraportada y se dio cuenta que era algo de segunda mano, sonrió para sí misma y pensó que su mamá se lo había regalado, o tal vez Harry, pensó sonrojándose.

Comenzó a escribir;

10 de agosto de 1992

Querido diario

Soy Ginny Wealey, este año será mi primer año en Hogwarts y estoy muy emocionada…

Mientras pensaba en qué más escribir observó con asombro que la tinta desaparecía del papel, se decepcionó por un momento, le había regalado un diario descompuesto. Pero quedó sorprendida cuando comenzaron a aparecer palabras escritas con una elegante letra.

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Molly estaba tan emocionada, ese día su adorada hija cumplía 11 años, llevaba casi dos años de felicidad y paz, su pequeña era tan feliz. Se levantó temprano y comenzó a preparar el pastel para la fiesta que tendrían por su cumpleaños.

Por la tarde todos se reunieron alrededor de la mesa del comedor y felicitaron a Ginny por su cumpleaños, y ella estaba tan emocionada. Molly observó con gracia el sonrojo de su hija cuando Harry la felicitó, era tan tierna con ese flechazo por el pequeño, nunca la había visto comportarse así.

El mes restante pasó como un borrón, y vio cómo su hija florecía, brillaba de felicidad, y a veces se preguntaba por qué estaba encerrada en su cuarto todo el día mientras risas salían de allí. Pero no quiso avergonzarla, probablemente sólo estaba demasiado ilusionada con el pequeño Harry y eso le provocaba tanta felicidad. De todas maneras, se tomó un tiempo a solas con su hija para explicarle los hechos de la vida, dentro de poco sus pechos comenzarían a crecer y sangraría, y Ginny debía estar informada de todo.

Pronto llegó el día en que todos sus hijos partirían. Algo se removió dentro de ella al pensar en que nunca serían tan suyos después de ese día. Ginny partiría y la Madriguera no volvería a ser su hogar, al igual que sus hijos mayores. En el mundo mágico cuando un niño partía a Hogwarts nunca volvía realmente a casa, oh claro que regresaban en vacaciones y en los feriados largos, pero una vez completaban su educación mágica a los 18 años, comenzaban a estudiar alguna profesión y se independizaban, muchas de las chicas incluso se casaban apenas se graduaban.

Bill había partido a Egipto apenas terminó su último año en Hogwarts para estudiar cómo romper maldiciones, sólo había regresado a la Madriguera cuando hicieron el ritual. Charlie sólo pasó un par de meses con sus padres y después partió a Rumania a estudiar dragones, y sólo lo vio en Navidad del año pasado. Percy estaba en su penúltimo año, y cuando egresara probablemente regresaría a la Madriguera por unos meses, ya que seguiría una carrera en el Ministerio, pero no regresaría completamente. Y los gemelos ah, ella se conformaba con que se graduaran.

Esa mañana, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. Molly, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma.

Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y Arthur, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, Molly echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo: —Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? —Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?

Arthur arrancó el coche y salieron del patio. Apenas estaban saliendo de la propiedad, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez.

Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados. Arthur miró primero su reloj y luego a su mujer. —Molly, querida...

—No, Arthur.

—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...

—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día. Llegaron a Kings Cross a las once menos cuarto.

Arthur cruzó la calle a toda velocidad para conseguir unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación.

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El principio de año en Hogwarts fue emocionante, a pesar de que el sombrero seleccionador la había querido poner en Slytherin por alguna razón desconocida, finalmente lo convenció de dejarla en Gryffindor.

Conoció a sus compañeros de año y se amigó de inmediato con Colin Creevey, con quien compartía una gran afición por Harry Potter, él incluso le regaló una foto de Harry, lamentablemente estaba acompañado por Lockhart, pero no era nada que unas tijeras no pudieran resolver.

Y Tom… ah Tom, él era su mejor amigo, lo quería tanto. Él la entendía, la comprendía, y le enseñaba tantas cosas nuevas, incluso le enseñó un encantamiento, Muffliato, para que lo pusiera alrededor de su cama cuando platicaban y sus risas no fueran escuchadas por sus compañeras de habitación.

Podía escribirle por horas, casi se sentía enamorada.

Poco a poco Ginny fue poniéndose débil, se sentía tan cansada todo el tiempo, comenzó a tener problemas para entregar sus tareas y se la pasaba en la enfermería por resfriados y diarreas.

Todo cambió la noche del 31 de octubre, cuando la señora Norris fue petrificada y la Cámara de los Secretos fue abierta.

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen.

Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como "respirar demasiado fuerte" o "estar contento".

Ginny estaba afectada por el destino de la Señora Norris, se sentía extrañamente responsable por eso, incluso le había dicho a Tom eso. Ella no recordaba donde estuvo la noche de brujas.

–Pero si no conocías a la Señora Norris –le dijo Ron para animarla–. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. –A Ginny le tembló el labio–. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

Y todos culparon a Harry, a Ginny le angustiaba que lo pudieran llegar a expulsar ¿a dónde iría Harry si lo expulsaban de Hogwarts? ¿y sí ella lo había hecho? ¿era posible?

Un día Percy la encontró llorando por la gran culpa que sentía, y sólo pudo farfullar una excusa de que le daba miedo que expulsaran a Harry. Su hermano la abrazó consolándola, diciéndole que Harry no haría algo tan horrible y por supuesto que no sería expulsado.

Cuando Harry fue lastimado en un partido de Quidditch, ella hizo un supremo esfuerzo para ir a verlo y dejarle un chocolate sin sonrojarse. Apoyada por Colin, quien poco a poco se estaba convirtiendo en su mejor amigo.

Ese día incluso le dijo a Tom sobre él, estaba emocionada porque era su primer amigo de verdad. Y Tom la alentó y le dijo lo feliz que estaba por ella, ya que si ella era feliz él también lo sería, Ginny casi muere al leer esas palabras y su corazón latió con locura.

Casi se recuperó de su debilidad, pero lo que siguió la terminó de afectar.

La noticia de que habían atacado a Colin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por todo el colegio durante la mañana del lunes. El ambiente se llenó de rumores y sospechas. Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos, como si temieran que los atacaran si iban solos.

Ginny estaba destruida, no soportaba pensar en lo que le había pasado a Colin, sentía que era su culpa, que ella lo había hecho o provocado.

Era tan notorio lo afectada que estaba que incluso Fred y George intentaron animarla. Se turnaban para esconderse detrás de las estatuas, disfrazados con una piel, y asustarla cuando pasaba.

Pero tuvieron que parar cuando Percy se hartó y les dijo que iba a escribir a su madre para contarle que por su culpa Ginny tenía pesadillas. Mientras tanto, a escondidas de los profesores, se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y otros chismes protectores.

Lo rumores sobre Harry continuaban y aumentaron aún más cuando enfrente de toda la escuela habló en pársel. Y después sucedió de nuevo…

La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud. Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente. Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto.

La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.

Pero cuando espió a Harry, ella descubrió que estaba contento de que la mayor parte de la gente se fuera. Estaba harto de que se hicieran a un lado cuando circulaba por los pasillos, como si fueran a salirle colmillos o a escupir veneno; harto de que a su paso los demás murmuraran, le señalaran y hablaran en voz baja.

Fred y George, sin embargo, encontraban todo aquello muy divertido. Le salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando: –Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...

Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento. –No es asunto de risa –decía con frialdad.

–Quítate del camino, Percy –decía Fred–. Harry tiene prisa.

–Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente – decía George, riéndose.

Ginny tampoco lo encontraba divertido. —¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Harry a quién planeaba atacar a continuación, o cuando, al encontrarse con Harry, George hacía como que se protegía de Harry con un gran diente de ajo.

Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Ginny le pareció tranquilizador, y se alegró de quedarse sola con su familia, Harry y Hermione la torre de Gryffindor. Había preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a Egipto con sus padres ya que tenía miedo de que su mamá se diera cuenta de lo que le pasaba.

Percy solo pasaba tiempo con Ginny, mientras el resto jugaba snap explosivo dando voces y sin molestar a nadie. Su hermano ya les había dicho en tono presuntuoso que se quedaba en Navidad porque era el deber de un prefecto ayudar a los profesores durante los períodos difíciles.

Pasó Navidad y la calma se fue. Tom terminó convenciéndola que Harry fue quien abrió la cámara, justificó cada momento en blanco que ella tenía en su memoria, incluso la convenció de que la sangre que encontró en la falda de su uniforme era producto de su menstruación, a pesar de que ni siquiera le había pasado todavía.

Cuando llegó día de San Valentín, observó con horror como alguien le había mandado ese viejo poema a Harry (lo había escrito hace mucho), y se ruborizó de la ira, viejos sentimientos se removieron dentro de ella, y por fin se despertó del enamoramiento que estaba sintiendo por Tom y en un impulso arrojó el diario al suelo, mientras Harry y Draco peleaban en el pasillo y los demás los animaban.

Finalmente, Percy puso orden a todos, pero, cuando Ginny pasó cerca de Draco, para entrar en el aula, éste le gritó despechado: —¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!

Ginny se tapó la cara con las manos y entró en clase corriendo. Estaba avergonzada de sí misma.

Con el pasar de los días, vio que Harry tenía el diario. Y una ansiedad terrible se apoderó de ella, necesitaba escribir en él, llegó hasta el extremo de irrumpir en la habitación de chicos y robarlo.

Le pidió perdón a Tom y suplicó por su amor, por su cariño, por su atención. Y él se la dio y ella se permitió perderse nuevamente en esa obnubilación en la que la ponía. Incluso ya le dio igual cuando la amiga de Ron y Harry fue petrificada, seguro era como le decía Tom, y esa vaca se lo merecía.

Fue así hasta el día que las mandrágoras estaban listas para la cosecha, y todos los que estaban petrificados despertarían.

Ese día estaba en el baño de chicas de Myrtle la llorona, y se sintió más débil que nunca, vio sangre en sus manos y por primera vez escuchó la voz de Tom.

"Maldita, por qué no puedo tomar tu alma, ¿qué te está protegiendo"

Estaba aterrorizada, se cayó al piso del dolor, sentía como si algo se quisiera desagarrar por dentro, y de pronto se escucharon los gritos de agonía, parecían venir del diario que sostenía en sus manos, y también de ella misma.

"¿Quién te podría amar? Perra frígida, lo único bueno que tienes es tu sangre. Eres demasiado poca cosa para que Lord Voldemort te tome"

Ginny gritó de dolor y el diario chilló mientras un humo negro salía y se consumía dando aullidos de agonía. Sentía la mano al rojo vivo, consumiendo su carne en agonía, todo terminó y Ginny quedó tendida en el suelo, empapada, mientras sentía cómo su mente se abría y sus recuerdos se desbloqueaban.

La marca en la mano izquierda parecía un horroroso corazón sangrante dolía tanto, que apenas sintió el dolor en su abdomen cuando los cólicos comenzaron.

Y la sangre brotó por primera vez.


:D