-Qué habrá sido de nuestra hija, Eleonor, ¿Qué es lo que le han hecho esos demonios?

-Yo que voy a saber…ojalá supiera dónde está mi pequeña. Pero "eso" que dejamos allí, no es mi niña.-

Fue la corta respuesta de una madre desconsolada entre el llanto y la furia. La carreta, en el constante ruido de sus ejes, dejaba atrás meses de dolor y de espanto.

De un infierno.

En medio de una zona inhóspita, cerca de un antiguo lago, una criatura de naturaleza imposible era abandonada. Volteó con trabajo su cuna de mimbre y se arrastró hacía el agua.

-Sé bien que "eso" no es hijo nuestro, Eleonor. No tenemos que llorar por él.-

-Si, lo sé…

ese es un monstruo de esas malditas hadas. Mil veces malditas.


-¡Abuelo! ¡Necesito la verdad!- Exclamé con enojo pero sin gritar; no quería alertar a mi madre mientras, apoyada en mi tocador, miraba el espejo de mi cuarto con furia.

Pero solo estaba yo mirándome fijamente con el ceño fruncido.

-¡Contesta!- Insistí. Llevaba ya un rato intentando hablar con ellos, pero no daban señales de ningún tipo.

-Hace un día ni siquiera me dejaban sola para ir al baño y ahora resulta que no se quieren aparecer.- dije aún más enojada. -¡Salgan sombras cobardes!

Ante el silencio de la madrugada, solo bufé.

-¡Bien! Si no tienen nada que decir, entonces me pondré en manos de esas brujas perversas para que me hagan pruebas y me saque de encima esta duda de ser un monstruo, un niño intercambiado o ¡qué se yo! Ya que mi familia se queda callada.-

Me era imposible pensar con claridad después de todo lo que había sucedido ese día. Me quité del tocador, me dirigí a la cama y me dejé caer con fuerza.

Unas horas atrás, al llegar por la tarde de la biblioteca, mi mente era un torbellino de preguntas que me asustaban.

¿Soy un demonio realmente? ¿Qué significa serlo?

¿Somos los malos? ¿Soy un Changeling en realidad?

¿Mi mamá…lo és? ¿Y si intercambiaron a mamá?

¿Qué pecado cometieron las hadas como para ser castigados?

Ante esa bruma mental, al llegar nuevamente lo que hice fue abrazar a mi madre apenas crucé la puerta. Ella notó ese extraño aumento en el cariño demostrado.

-Bien, Hilda, esto ya es raro. Van dos días en que estás comportándote fuera de lo usual. ¿Puedes decirme que te sucede?

Ella me había tomado suavemente de los hombros. Yo le miré con tristeza.

-¿Mamá?

-Dime, cariño.- Y me acarició el rostro.

-¿Sabes lo que es un Changeling?

-¿Un qué?

-Un Changeling.

Ella lo pensó un poco llevándose una mano a la barbilla; creo que al estar preocupada por mi trató de hacer memoria. Pero no llegó a nada.

-No en realidad, Hilda. No se me viene nada a la mente. ¿Es importante? O dime que es, a lo mejor puedo ayudarte.

Inhalé con fuerza y luego sonreí. -No es nada, mamá, es solo una duda que me surgió de un juego tonto en la biblioteca.

-¿Estás segura? ¿No hay nada que a mi pequeño huracán este poniéndole triste?

-Nada, de verdad.

Entonces ella sonrió con suspicacia; justo con esa mirada que tienen las madres cuando saben que ocultas algo.

-¿No será un chico y no me quieres decir?

Que me sonrojé es poco. ¿Cómo se le ocurría? -¡Mamá! ¡Claro que no!

-¿Una chica entonces?- Dijo y me comenzó a hacer cosquillas.

-¡Qué no!- Dije entre risas. Me defendí de sus cosquillas, pataleé, y nos reímos juntas. Ya que paró, por fin pude decir. -Nada de eso, ma. ¿Cómo se te ocurre?

-No es nada que no vaya a ocurrir, Hilda; y has estado muy sospechosa estos días.

-Nada de eso. Cuando suceda, te prometo que te cuento.

Mi madre era un sol; el más grande del mundo. Si de verdad veníamos de demonios, no podíamos, de verdad, ser malos…

Por lo menos no ella. No yo.


-¡Jamás creí que las cosas se complicaran así!- Exclamó un hada.- Tú nieta es más que problemática, Phinium.

-Lo sé, pero te guste o no es el máximo logro que hemos tenido. Además, el verdadero problema son esas malditas brujas entrometidas.

Phinium y otras cinco hadas se encontraban reunidos dentro de una casa de madera ubicada en una húmeda cueva; en algún lugar del Reino de Feérico. En total eran cuatro varones y dos mujeres.

Lydia no se encontraba en ese concilio.

-Y esas brujas…-Dijo alguien más- nos juzgan como si ellas tuvieran la conciencia limpia. Quizá no se acuerdan como robaban niños en el siglo XV para despojarlos de su juventud.

-Y para cosas más diversas. Recuerda que bailaban desnudas en los bosques sin importar que nuestra especie las viera. Las más oscuras se internaban en las montañas llevándose una joven virgen con ellas, se bañaban en su sangre, ¿recuerdas?, y no dudo, Phinium, de verdad no dudo que alguna de ellas quiera recordar esos años con tu nieta.

-Viejas costumbres no mueren tan fácil, y mira que lo sabemos. - Azuzó alguien más.

-Esas brujas no tocarán a Hilda.-Contestó Phinuim con seriedad- La bruja Kaisa se ha encargado de recordarles a las mayores que se mantengan a raya. Les amenaza con su peor miedo: Arder en una hoguera hasta que solo queden sus huesos secos. Podrán ser poderosas pero la muchedumbre enardecida siempre lo es más. Sin embargo, es una realidad que perturbaron a mi nieta y ahora necesitamos un plan emergente para evitar se nos compliquen las cosas.

-Debimos responder su llamada, Phinuim, hablar con ella, ahora sospecha más de nosotros.

-¿Y decirle qué? Nos va a preguntar cuál es el pecado antinatura que marca a las hadas, ¿le vamos a decir?

Hubo un silencio incómdo. Algunos bajaron la mirada. Uno de ellos, el que se veía más viejo, habló por fin.

-Es que no entiendo, Phinuim. Que tan difícil es ponerle fin a esto y marcar el camino. Recuerda que este plan se fraguó en el acuerdo de utilizar todos los métodos disponibles para alcanzar la meta, aunque ello conllevara realizar algunas viejas prácticas; si ya estamos en esto, ¿Por qué no usar "esa" práctica de una vez y avanzar el plan?

-Es muy pronto para siquiera mencionarlo; demasiado pronto y lo sabes. Necesitamos que ella florezca; mientras esperamos ese momento, aún tenemos un par de métodos para ganar el tiempo que necesitamos.

-Pues me encantaría escucharlos.

-Dejaremos que las brujas revisen a Hilda.- Dijo Phinium y todos los presentes mostraron su consternación.

-¿Dejaras a tu nieta en manos de esas mujeres?, ¡Piénsalo Phinium!, Esas tres ancianas estuvieron en el siglo oscuro; cuando corroboren que es media hada la van a hacer una vivisección, guardarán su sangre y órganos para hechizos y rituales y qué más cosas sé yo. ¿Vamos a permitir que el hada que sacará a la raza de este infierno termine así?

-Eso no ocurrirá, créanme, son otros tiempos. Si le dañan, el pueblo las perseguirá y exterminarán. Trollberg tiene buena historia de ese tipo y solo bastaría azuzar a la gente un poco para destruirlas. Por otro lado, Hilda se enterará de que no es un monstruo ni un niño intercambiado de una fuente que no somos nosotros. Eso hará que regrese su confianza a su especie.

Si todo sale bien, nuestro único problema serán las brujas. Es seguro que vendrán a preguntarnos cómo fue que se logró la concepción de Hilda.

-¿Y qué les vamos a decir?

-La realidad: que no es su problema, que se alejen de la niña y que, si la tocan, nosotros nos encargaremos de que todo el pueblo de Trollberg recuerde que eran los mejores cazadores de brujas.


Nos encontrábamos detrás del edificio más alejado de la escuela, ese donde se guardan las cosas festivas y que solo era visitado unas veces por año. Comenzamos a ir allí recientemente, cuando queríamos platicar cosas que, de un tiempo acá, considerábamos más "serias" entre nosotros. Como las angustias de David al futuro, o los miedos de Frida al presente.

O mis miedos sobre mis orígenes, como en esta justa ocasión.

-¿De verdad vas a dejar que las brujas te revisen?- Preguntó Frida.

-Si. Mi familia de parte de hada simplemente me ignoró y no le puedo preguntar a mi mamá porque no creo que sepa nada y sinceramente no quiero alterarla diciéndole cosas que quien sabe si sean ciertas.

-¿Y a tu tía Astrid?- Intervino David.

-No por teléfono y no puedo irla a ver, así como así. Además…miren, Frida, David, hay muchas cosas en todo esto; el silencio de las hadas me hace pensar que algo ocultan, es decir, que quizá algo de lo que he leído o me han dicho puede ser verdad; y lo único que tengo a la mano para averiguar qué es verdad y qué no, es al concilio.-

Había decidido ser sincera con Frida y con David. Al final ellos sabían casi todo de mí, así como yo de ellos.

¿Qué sí confiaba en Frida a pesar de lo que me había hecho?, la verdad, sí. Sabía que Kaisa la había manipulado. Y Kaisa lo había hecho…creo que por mi bien.

-Pues si es tu decisión, Hilda, solo…-

- ¡Déjanos acompañarte! -Exclamó David.- Con nosotros allí, esas damas no se pasarán de listas.

-No creo que nos dejen entrar para empezar- Le respondió Frida.

-Si yo lo pido como condición, quizá lo hagan. ¿De verdad quieren estar?

-Claro que sí, de ser posible. - Dijo Frida, sin embargo con semblante desanimado continuó- Aunque en realidad si ellas te quisieran hacer algo realmente malo, la verdad es que no pudiéramos hacer nada para detenerlas.

-Kaisa las amenazó con algo; dijo que, si me llegaban hacer daño, las personas de la ciudad se enojarían con ellas y podrían llegar incluso a…

-Quemarlas vivas, hablas de la hoguera…- Finalizó Frida y se abrazó a sí misma. - Si, eso es algo…no bonito…cuentos de horror para brujas, que fueron verdad.

-¿Crees que si les decimos algo así, no dañarán a Hilda?- Preguntó David.

-Yo creo que lo mejor es usarlo solo si es necesario. - Mencionó Frida visiblemente incómoda. Al final, ella era aprendiz de bruja y uno de sus más grandes miedos se relacionaban con horribles pesadillas en la hoguera.

-También Kaisa estará allí y creo que está de nuestro lado. Dejémosle esa defensa a ella. Ustedes estarían más para hacerme sentirme mejor y más segura.

Frida sonrío y me abrazó -claro que sí, Hilda.- Luego David nos abrazó a ambas. -Te cuidaremos.-

-¿Vienen acá atrás a abrazarse los tres?- preguntó un chico de grado mayor que al parecer había llegado hasta allí persiguiendo un balón.

Nos separamos visiblemente ruborizados.

-N-no es lo que parece - dijo David.

-Cierto-siguió Frida.- este niño tiene novia y es la Marra, y si lo molestas ese espectro te aterrorizará.

La cara de David era todo un espectáculo, no pude contener la risa.

-¡Ella no es mi novia!

-Tiene razón, Frida, a él le gusta la bibliotecaria.

-Pues yo te vi muy a gusto con ese monstruo acuático, Hilda.- Devolvió David.

-Eso ya te lo inventaste.

-¿Si te gusta Eugene, Hilda?

-¡Claro que no, Frida! Es David que se quiere desquitar.

-Te gustan los acuáticos, yo creí que eras más de las piedras, con eso de que fuiste un troll y corrías desnuda por la montaña.

Y los tres nos reímos.

El chico de grado mayor solo nos veía, luego hizo una mueca y sacudió la cabeza. -Ustedes sí que están locos, muy locos.- dijo y se retiró del lugar.

"Y las cosas se van a poner más locas" pensé.


La duración de la revisión sería de una a dos horas máximo me informó Kaisa apenas le comenté que iba a acceder.

-Creo que es la mejor decisión, Hilda.- Me dijo.

Habíamos ido a ver a la bibliotecaria saliendo de la escuela. Iba con la idea de que el examen fuera por la tarde, pero, al final, cuando Kaisa nos dijo que las brujas nos recibirían de inmediato, decidimos regresar a nuestras casas solo a informar que iríamos a buscar insectos raros en las cercanías, preparar un refrigerio y regresar.

Al final casi siempre nos daban permiso.

De esa forma estábamos los tres, frente a Kaisa apenas una hora después de haber salido de la escuela.

-Entonces, ¿dices que quieres que ellos dos estén presentes?

-Son mi equipo de soporte.- Dije y cada uno, a mi lado, me tomó de la mano. Todos nos pusimos serios.

-Bueno, solo que estarás en mallas y en un top. La revisión es como una revisión médica, ¿si captas eso?

-No tengo problemas, es como un traje de baño ¿no? Solo que, si pretende desnudarme, es mejor que lo vayan olvidando.

-Hasta donde sé no es del todo necesario.-

La bruja media se nos quedó viendo unos momentos. Luego asintió con una sonrisa.

-Bien, pues, si ya está todo aclarado, vamos de una vez y recuerden, chicos, yo estoy con ustedes. No dejaré que a Hilda, le hagan daño alguno.-

Y Kaisa me picó la nariz. Intente morderle el dedo.

Al cruzar las grandes cortinas negras detrás del escritorio de Kaisa salimos de inmediato a una sala que no reconocí. Las paredes estaban revestidas de madera brillante color oscuro hasta tocar el techo del cual, al centro, colgaba un candelabro de ocho velas que iluminaban más que bien el lugar; especialmente el centro donde sobresalía una estructura de concreto: un cubo alargado y liso tipo cama, en la que supuse que me harían acostar. Toda la pared del fondo, de la mitad hacía arriba, estaba llena de estantes con un montón de frascos de diversos colores, etiquetados, imposibles de contar; de la mitad hacía abajo, había cajones y cajoneras de diversos tamaños. Un lavamanos de piedra sobresalía en el lado izquierdo y junto a él un carrito con ruedas con algunas cosas arriba que no alcanzaba a distinguir.

Y en una entrada del lado derecho, Melinda, Minerva y Marie, mirándonos.

Sinceramente allí si comencé a sentir temor.

Minerva era la bruja de menor estatura, falda esponjosa y negra, pequeños lentes redondos y cabello en forma de nube, donde de vez en cuando se asomaba un pajarillo. Marie era de cabello corto y lacio, dividido a raya en medio mitad en blanco y mitad caoba, la única en pantalón. Diría que la más seria de todas y con un semblante que me recuerda a los soldados.

Sus nombres nos fueron dados por Kaisa en una charla previa. Era la primera vez que los escuchaba.

Minerva y Marie se acercaron a nosotros. Melinda por su parte jaló el carrito con ruedas para colocarlo al lado de la mesa.

-Hilda- Dijo Minerva.- No te veía desde la última vez que hicieron un escándalo aquí. De verdad que eres una cajita de sorpresas.

La otra bruja por su parte se agachó y, a falta de otro adjetivo, me olfateó.

-Si, huele a hada.

-Se los dije. No sé por qué dudan de mi palabra.- Comentó molesta Melinda desde atrás, ya esperando en la mesa con el carrito. Acomodaba una tijeras y unos hojas rojas.

-Porque eres despistada, Melinda, por eso. Una vez dijiste que alguien había lanzado una maldición sobre nosotras y solo te estaba dando gripe. - Dijo Marie con dureza para luego dirigirse a mi.- Niña.

-Me llamo Hilda.

-Hilda- Dijo torciendo los ojos y arrastrando la voz. - Como primera parte de la revisión necesitamos una gota de tu sangre.

-¿Otra?

-¿Te sacaron sangre?- Preguntó David alarmado.

-Si, pero solo una gota. ¿Para qué quieren otra gota?

-De hecho, serían dos, pequeña- Intervino Minerva- Las pruebas que vamos a hacer pueden ser innecesarias si las tres no estamos de acuerdo en que, en efecto, eres un hada y no estás bajo algún hechizo o encantamiento que te transforme en una o que simplemente hayas tenido contacto "fuerte" con algún hada.

-Me niego, la última vez me dolió horrores, la mano se me entumió.

-Si, ya Melinda nos contó. Con ella fue doloroso por que opusiste resistencia. Esta vez te prometo que no causará molestia alguna.- Y Minerva sonrió suavemente.- Si te duele, se acaba la prueba.

-¿Kaisa?- Pregunté volteando a verla y ella me dijo que era cierto, ese proceso podía ser indoloro si el usuario así lo requería.

-Está bien. - Dije.

-Extiende tus manos.

-¿Las dos?

-Si.

Obedecí con algo de duda.

En el momento en que extendí mis manos, Marie me tocó el centro de mi palma izquierda con su varita (que en su caso parece un fuete), el cual brilló.

Por su parte, del cabello de Minerva bajó el pajarillo de color amarillo he hizo lo mismo con su pico en mi palma derecha. Solo sentí un poco de comezón en ambos casos.

Marie levantó su fuete y de la punta tomó una gota color escarlata con su dedo, el cual se llevó a la boca para luego cerrar los ojos. Minerva solo levantó la cabeza y abrió la boca; el ave dejó caer la gota de sangre en su boca.

Ambas se quedaron en silencio mientras movían sus labios de un lado a otro. Melinda las veía con rostro furioso.

-¿Por qué no simplemente dicen que querían saborear sangre de niña, brujas?

Para esto, ambas abrieron los ojos y me miraron intensamente. Frida se puso delante de mí y David, bien valiente, detrás. Kaisa colocó una mano en mi hombro.

Marie no paraba de pasar la lengua por sus labios. Minerva levantó la mano como deteniéndola.

-Eres un hada, de eso no hay duda, pequeña. Pero, como bien te ha explicado la hermana Melinda, no sabemos qué tipo de hada. Así que las pruebas sí serán necesarias.

-¿Cuantos tipos hay?- Preguntó Frida.

-Existen tres: un ser humano hechizado, un Changeling o un híbrido.- Respondió Marie.- Ahora, si no hay otra pregunta, ¿Les parece si damos inicio?

-Antes- Intervine. – Si resulta que, si soy realmente un híbrido, es decir un hada sin maldición. ¿Qué harán conmigo?

Las brujas nos dieron la espalda y se acercaron a la mesa de piedra mientras Minerva decía:

-A ti, pequeña magia, nada.- Luego voltearon al unísono y sus ojos se vieron furiosos.-Es a las hadas puras a quien realizaremos una visita especial; tipo diplomática para que nos den una explicación de tu existencia, en caso dado de que todo se confirme.

Volteé a ver a Frida, luego a David y por último a Kaisa. Inhalé profundo y solté el aire mientras cerraba los ojos.

-No me van a desnudar, ni a cortar, ni golpear, ni jalar el pelo, ni sacar dientes, ni uñas, ni más sangre. ¿De acuerdo?

Melinda se puso la mano en la boca disimulando una risa. Marie sonrió de forma fría y Minerva extendió su mano y su pajarillo amarillo se posó.

-¿Qué tipo de personas crees que somos para lastimar a una niña?

-Brujas con cientos de años que vivieron el oscurantismo. - Respondí.

-Historia completamente mal interpretada, cariño. - Finalizó Minerva.

Luego las tres dijeron al mismo tiempo y con voz monótona.

-¡Lo prometemos por Hécate!- Sus ojos comenzaron a brillar en verde mientras levantaban una mano hacía mí.

Me elevé por el aire mientras miraba asustada a todos lados. Kaisa me dijo que todo iba a estar bien. Frida me miraba con angustia y David con mucha preocupación.

Una fuerte luz verde me rodeó el cuerpo y sentí cosquillas mientras me dirigía lentamente por el aire a la mesa de concreto. Las brujas iban guiando mi camino con su mano levantada.

Cuando estuve completamente en la mesa la luz verde desapareció. Acostada boca arriba miraba directamente al candelabro de ocho velas. Sentí frío, volteé a ver mi cuerpo y mi ropa (toda mi ropa) y zapatos había desaparecido; solo contaba con las mallas negras y un top verde agua. Allí fue en donde pensé en que quizá Kaisa tenía razón y no debí dejar que viniera David.

Paradas a mi alrededor estaba Melinda, quien sostenía un frasco con un líquido aceitoso y ambarino en la mano, Marie quien se había colocado en la cabeza unos lentes con tres lupas de aumento y sostenía unas pequeñas pinzas, y Minerva con un otoscopio, sonrientes las tres.

A lo lejos, en donde estaban las cortinas negras, estaban Kaisa, Frida y David, con un semblante poco alentador.

Fue cuando sentí que algo apresaba mis muñecas y mis tobillos.

-Oh, por Dios…-


Creí que en este capítulo quedaba la revisión, pero no, se pasó al que sigue. Si todo sale bien con chance lo suba el sábado.

Saludos a todos.

Lobo Hibiky