Disclaimer

Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi de su obra Ranma 1/2. Sólo los utilizo para mi propio entretenimiento y el de los que leen. No obtengo ningún beneficio monetario por ello.

[Si los personajes fueran míos, tendría a Mousse secuestrado en mi casa]


Se aceptan todos los comentarios y críticas que sean hechas con respeto. Comentarios ofensivos serán ignorados. Muchas gracias.


Luna azul

Luna azul, me viste de parado solo

Sin un sueño en mi corazón

Sin un amor propio

Luna azul, sabías para qué estaba allí

Me escuchaste rezar por

Alguien a quien realmente querer

The Marcels - Blue Moon

Cuando Ranma retornó a la sala de clases ya había pasado bastante tiempo desde el comienzo de la lección. El profesor de turno estaba enfurecido por la desfachatez de su alumno que se presentaba como si nada.

– Saotome: no sé qué clase de costumbres usted habrá adquirido en sus otras escuelas pero aquí las reglas están hechas para respetarse. Cuando el timbre suena es señal de que las clases empiezan en ese preciso momento. O, al menos, de que debe dirigirse a su salón. No quince o veinte minutos después – el profesor de Ranma estaba seriamente enfadado con él por llegar tarde a la sala, sin ninguna preocupación o vergüenza. Pero Ranma no estaba de paseo ni mucho menos: estaba ayudando a una compañera. Eso no era cualquier cosa: era una buen acción que demostraba compañerismo. El profesor debería valorar eso, al menos.

– Una chica tuvo un accidente grave – exageró – y la llevé a la enfermería. Eso es todo. No podía dejarla ahí tirada – se excusó.

– ¿Una chica? ¡Este es un colegio de hombres! ¿Qué hacia usted con una chica? – bufó encolerizado el hombre. Ranma siguió con su defensa:

– Compartimos territorio con un colegio de mujeres, por si no se acuerda – contraatacó

– Hombres y mujeres están separados. Ustedes aquí, ellas allá. Si una de las estudiantes tuvo un accidente que en su territorio lo arreglen. No es un asunto que nos importe a nosotros – replicó el profesor firme. El asunto de estar juntos con una escuela femenina podía traer consecuencias, serias. Debía cortar eso de raíz mientras estuviera a tiempo.

– Verá usted: todo pasó en este lado del patio…

El profesor no siguió adelante. Era evidente que la idea de trasladar el colegio ahí no había sido la mejor pero no había otra opción. Tendría que confiar en la discreción y buen tino de los jóvenes que ya de por sí eran escasos. Envió a Ranma a su puesto y siguió con la clase. Ahí, sus amigos lo interrogaron:

– ¿Dónde te habías metido? Tratamos de cubrirte pero fue imposible…

– Gracias Mousse, lo tendré en consideración – dijo Ranma, dudoso de lo que su amigo le decía. No agregó más de lo que le había dicho al profesor: hubo un accidente, él ayudó; la chica involucrada estaba bien. Gracias por preguntar.

– Y la chica ¿es la misma niña bonita con la que hablabas en la mañana? – insistió Mousse.

– No, es otra – respondió Ranma – pero a ella también la vi después.

– ¡¿Otra?! – gritó Mousse atrayendo la atención de su profesor quien lo envió a un puesto alejado del de Ranma. Ese grupito era lejos el peor de la clase, siempre dando problemas. Antes de irse, aprovechó de pedirle a su otro amigo que le contara a Ranma sobre la fiesta a la que habían sido invitados aquel día por la noche.

– ¿Qué fiesta, Ryoga? – preguntó Ranma extrañado.

– No sé, una chica llegó y nos dijo que estábamos invitados a una fiesta de inicio de año escolar. Nos apuntó la dirección y todo. Hay que estar ahí a las nueve aunque no sé si iré – dijo el joven con algo de indiferencia. Sólo a un loco se le podía ocurrir dar una fiesta el primer día de clases. Él estaba agotadísimo. Ranma miró entonces a Mousse quien con los dedos le indicó que él sí iría.

– No seas aburrido, Ryoga. Vamos. Si no nos gusta, nos vamos antes y ya – respondió Ranma. Ryoga le indicó entonces que, una vez cancelada la entrada, no había devolución de dinero.

– ¿Cómo es eso de devolver el dinero? ¿Qué dinero? – preguntó asombrado.

– El dinero de la entrada: 30 mil yenes – contestó Ryoga.

Era un robo. ¿Qué clase de invitación era esa?

– ¡30 mil yenes por asistir a la fiesta! – Akane se asombró de que sus amigas estuvieran dispuestas a pagar tanto por una "invitación." Y estaba segura de que los pagarían porque, según se decía, los chicos del colegio de al lado también habían sido invitados; ése era el gancho perfecto para que sus compañeras aceptaran pagar. Especialmente Ukyo y Shampoo que daban por hecho que su príncipe azul estaría presente.

– Mira Shampoo, como dije antes, yo lo vi primero. Él me conoció primero y, por lo mismo, soy yo la que tiene mayor derecho a acercarme a él. Esta fiesta es la ocasión perfecta para que él y yo nos conozcamos más – Ukyo estaba muy segura de lo que decía. Pero Shampoo era un hueso duro de roer que no se rendiría fácilmente.

– No sé. Puede que hayas hablado con él pero a mí me salvó la vida y, por lo mismo, soy más importante: tenemos una conexión especial. Además yo ya lo he besado y tú no – dijo Shampoo. Ukyo protestó: había sido sólo un beso en la mejilla. Shampoo, por su lado, decía que de no haber sido porque Ukyo los interrumpió, seguramente Ranma la hubiera besado en los labios. Y así siguieron con su tira y afloja mientras Akane las miraba pelear, una vez más. Lo más increíble de todo era que sus amigas pelearan por un chico que ella había conocido antes y que la había besado antes también. Precisamente los dos criterios que Shampoo y Ukyo imponían para sentirse con más derechos por el amor Ranma.

– Está bien: lleguemos a un acuerdo. Pelearemos limpiamente por Ranma. Que él decida a cuál de las dos quiere y la otra tendrá que respetar su decisión. ¿Estás de acuerdo? – propuso Ukyo.

– Me parece bien, aunque te advierto que yo venceré. Nunca he perdido un combate, no importa la naturaleza de éste – se jactó Shampoo. Ukyo reafirmó también su invicto y comenzaron de nuevo su pelea. Akane temió que se fueran a las manos por tan poca cosa. Un muchacho, habiendo tantos muchachos en el mundo.

– Bien, paremos con esto. Akane: tú eres testigo de nuestro compromiso. La perdedora tendrá que respetar el triunfo de la otra – impuso Shampoo. Akane suspiró. La aparición de Ranma amenazaba con trastocar la relación de sus amigas. Y la de la misma Akane con ellas. No contestó nada concreto y la llegada de Nabiki la ayudó a no comprometerse aún más en este odioso asunto.

– Y bueno ¿van a la fiesta de hoy en la noche? – preguntó la chica empresaria.

– Por supuesto que sí. Aunque el precio es elevado, tenemos buenos motivos para estar ahí – dijo Ukyo, sacando el dinero y pagando. Lo propio hizo Shampoo. Cuando Nabiki se dirigió a Akane, ésta negó con la cabeza: ella no iría. Por más que Ukyo y Shampoo insistieron, la respuesta sigo siendo la misma. Ukyo apeló incluso a un posible encuentro con "el amor de verano." Pero nada la hizo cambiar de opinión.

– Lo siento chicas. No cuenten conmigo – les dijo antes de retirarse a su hogar. Estaba cansada, había sido un día duro, quería estudiar y reflexionar sobre todo lo que le estaba pasando. Simplemente no sentía ganas de ir. Que Nabiki no insistiera porque no cambiaría de parecer.

– No se preocupen: les aseguro que Akane sí será parte de la fiesta – cerró Nabiki absolutamente segura de lo que decía.

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– No, no irás a esa fiesta esta noche. Ya sabes que a tu bisabuela y a mí no nos gusta que salgas los días de semana, menos cuando estás en clases. ¿A quién se le ocurre la brillante idea de hacer fiestas el primer día de escuela? Una descriteriada, obviamente – dijo el padre de Shampoo, mostrándose poco dado a la flexibilidad. Esos eran sus términos y no los cambiaría.

– Es una fiesta sencilla, una reunión de amigos… de amigas, quise decir – respondió Shampoo. Su padre no podía estar haciéndole esto: en esa fiesta seguramente estaría Ranma. Y, al mismo tiempo, Ukyo, al acecho. No, no podía dar esa ventaja. Tenía que ir y tomar lo que, según ella, era suyo.

– Así será, pero tú no vas – el padre de Shampoo fue inflexible. Shampoo miró a su bisabuela, tratando de obtener algún salvavidas de parte de ella pero no, la bisabuela no le dio una mano esta vez. ¿Qué podía hacer? No podía cederle el camino tan libremente a Ukyo. Ranma sería de ella, estaba segura. Y aunque Ukyo fuera su amiga, la sacaría fuera.

– Padre, por favor. No llegaré tarde, me portaré bien. Te lo prometo – Shampoo lo miró con esos ojos que se las arreglaban para obtener lo que fuera de su padre. Lamentablemente, esta vez el hombre no cayó en el embrujo. Ya era bastante con lo del colegio mixto y el peligro que la niña corría ahí, de que la pervirtieran, como para ahora dejarla ir a una fiesta, el primer día de clases en casa de quién sabe quién.

– Ve a acostarte. Mañana tienes colegio temprano – fue la última palabra. El padre de Shampoo comenzó a leer y ella sabía que cuando eso sucedía, los asuntos se daban por cerrados. Se fue refunfuñando y pataleando a su habitación, jurando que su padre no le arruinaría su encuentro con Ranma. Estaba ahí, ideando cómo hacerlo para asistir, cuando escuchó que Ukyo la llamaba desde afuera. Pudo ver el triunfo dibujado en su rostro cuando le dijo que no podría salir. Esa expresión de vencedora inflamó aun más la determinación de Shampoo de salir. Oh no, no le daría en el gusto.

Ukyo llegó radiante a la fiesta. Sabía que tendría una gran oportunidad de ver y conocer más a Ranma. Y quizás algo más. Pero, hasta ese momento, no se veía por ahí. No había mucha gente aún, quizás llegó muy temprano aunque eran ya las nueve. Para nada, le dijo Nabiki. De hecho, y considerando lo buena cocinera que era, podía ayudarla con algunas cosas.

– No veo a Akane por aquí. ¿No viene? – preguntó Ukyo mientras preparaba su receta favorita: Okonomiyaki. Si de algo tenía fama era de ser la mejor cocinera en esta especialidad.

– Ya te dije en la tarde que ella estará aquí pero se hace esperar. Le gusta hacerse notar – dijo Nabiki, tranquila.

Poco a poco empezaron a llegar los invitados que eran recibidos amablemente por Nabiki. Ukyo continuaba cocinando, impaciente al ver que llegaban y llegaban más personas y de Ranma no se veía ni la punta de la nariz. Comenzó a temer que no fuera. A esto se sumaba el hecho de que el grupo de sus enemigas, el grupo de las tontas como las llamaba Shampoo, estaban ahí, burlándose de ella por estar cocinando en vez de disfrutar de la fiesta. Eran tres: Haruko, Masako y Maiko quienes estaban adquiriendo gran protagonismo entre los muchachos del colegio vecino. Todos revoloteaban a su alrededor mientras ella seguía ahí, en la cocina. A esas alturas, a Ukyo sólo le importaba Ranma pero, de todos modos, odiaba ver como tipas tan insignificantes tuvieran tanta atención. Las ignoró simplemente.

En ese momento, llamaron a la puerta. Como siempre, Nabiki fue a abrir y Ukyo salió tras ella con la esperanza de que fuera Ranma. Estaba de suerte: era él y los dos amigos con los que lo había visto en la escuela. El brillo en los ojos de Ukyo era capaz de encandilar a cualquiera.

– Ranma ¿cómo estás? No pensé encontrarte aquí… – le dijo, mintiendo descaradamente.

– ¿Cómo estás Ukyo? Yo tampoco pensé encontrarte aquí. Mira, estos son mis amigos: Mousse, a quien creo que conoces, y Ryoga Hibiki – Ranma presentó a los jóvenes. Ukyo los saludó sin mayor interés lo que a ellos no les pareció raro ya que Ranma siempre se ganaba el amor de las chicas, eso no era nuevo para ellos. Ryoga propuso dejarlos solos y ver qué podían obtener de una fiesta a la que, originalmente, no tenía deseos de asistir.

Como era de esperar, Ukyo no se separó del lado de Ranma, disfrutando al máximo de su triunfo, mientras imaginaba a Shampoo llorando desconsolada en su casa. Rió algo maliciosamente: no era su culpa y eso la tranquilizaba. Ranma no se veía incómodo con la compañía de la joven: era simpática y muy bonita. Quizás podría pasar una buena noche con ella. Como amigos.

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Akane estaba tratando de leer pero no podía, había mucho ruido y no podía concentrarse. Intentó de todos los modos posibles: con audífonos, con meditación pero nada le dio resultado. Rendida, salió de su pieza. Al bajar la escalera de su casa, sólo escuchó la voz de Nabiki decir:

– ¡Ukyo! ¡Te dije que Akane vendría! –. Todos se dieron vuelta a mirar de quien se trataba. Akane bajaba por la escalera, vestida con ropa corriente pero aún así fue capaz de capturar la atención de Ryoga que quedó con la vista pegada en ella. ¿Quién sería esa muchacha tan sencilla pero a la vez tan hermosa?

– Claro, si estamos en nuestra casa; era imposible no venir – dijo Akane con algo de molestia. Nabiki siempre la llevaba a estas situaciones tan complejas.

– Lamentablemente debo decirte hermana que, por mucho que estemos en casa, tienes que pagar el derecho para estar aquí –. Nabiki debía estar loca si pensaba que ella pagaría 30 mil yenes por estar en su propia casa. Akane se negó: no le daría ni un mísero centavo teniendo en cuenta, por lo demás, que Nabiki debería de haberse llenado los bolsillos de dinero, por la cantidad de gente que había presente. ¿Cómo su padre permitía aquéllo? Nabiki le informó que su padre había ido a unos baños termales fuera de la ciudad con Kasumi. Sin embargo, no dejó que la conversación se desviara y siguió pidiendo a su hermana que pagara su entrada.

– Nabiki, ¡dije que no! – Akane perdió la paciencia. Nabiki no tenía límites ni pudor cuando se trataba de dinero.

– Yo puedo pagar por ella –, la voz de un chico las interrumpió. Ambas miraron a ver de quién se trataba. Era Ryoga. A Nabiki no le importaba quién pagaba, sólo quería su dinero y lo obtuvo.

– Disfruta la fiesta, hermana – dijo a Akane mientras se iba.

– Muchas gracias pero no debiste haberte molestado. No tengo deseos ni intenciones de quedarme aquí, por más que esta sea mi casa – dijo la chica secamente.

Ryoga estaba mudo. No sabía qué decir; estaba muy nervioso. Akane se dio cuenta de que quizás había sido un poco dura con el muchacho. Él sólo había tenido un gesto amable con ella; no era justo que lo tratara así.

– Por cierto, mi nombre es Akane Tendo – le dijo sonriendo.

– Yo… yo soy Ryoga Hibiki. Es un placer – Ryoga se ruborizó al presentarse.

Akane le preguntó cómo y por qué conocía a Nabiki y él explicó que, se podía decir, que iban a la misma escuela. No hablaron mucho más porque Mousse llegó protestando porque todos lo dejaban solo. Ryoga aprovechó de presentarle a Akane y le comentó que Mousse iba a la misma escuela. Mientras hablaban, Ranma apareció con Ukyo y no podía creer lo que veía: la chica que conoció en la fiesta de Kuno estaba ahí, de cuerpo presente. Quizás la estaba confundiendo. Se acercó un poco, para salir de dudas, y lo confirmó: era ella. Sin saber por qué, se puso nervioso. Akane también lo reconoció y no pudo dejar de sentir una sensación muy extraña, casi de desilusión, cuando lo vio junto a Ukyo y ver que no se veía para nada a disgusto junto a ella sino todo lo contrario.

– Akane – le dijo Ukyo – él es el chico que conocí esta mañana. Su nombre es Ranma Saotome.

Akane lo sabía; él mismo se lo había dicho hace unos días en el estanque. Sabía también que él era el objeto de afecto de sus dos amigas y sentía que esa situación le molestaba, le dolía. No podía explicarlo, tan sólo lo sentía.

– Hola, soy Akane Tendo – fue todo lo que dijo y, con una inclinación de cabeza, indicó que se retiraba. No podía permanecer ahí mientras veía que Ranma se paseaba con su amiga. Pero ¿y eso qué le importaba a ella? Los chicos le pidieron que no se fuera y, para evitarlo, Mousse la sacó al jardín a bailar. Akane estaba sorprendida por el atrevimiento del chico pero se dejó llevar mientras Ryoga los miraba entristecido: si sólo él fuera capaz de hacer lo que a Mousse le salía tan fácil.

A esa misma hora, Shampoo planeaba su huida. Si su padre creía que ella sería la única en perderse esa fiesta, estaba equivocado. Por lo mismo, y sin que se dieran cuenta, puso un relajante en el té de su padre y de su bisabuela y, una vez que estuvieron dormidos, se escapó. Tuvo que hacerlo por una ventana porque su padre había cerrado la puerta con llave, temiendo quizás que ella se atreviera a hacer lo que estaba haciendo. Una vez fuera, arregló su cabello, se calzó los zapatos y partió a la casa de los Tendo, dispuesta a ser la reina de la fiesta. Como siempre.

Así no más fue. Apenas la vieron entrar, todos se voltearon a verla. Mousse el primero quien, olvidando que bailaba con Akane, se fue directamente donde la joven amazona.

– ¡Shampoo! – exclamó feliz. Él la conocía de antes y le gustaba tanto aunque ella no le correspondiera del todo. En realidad, no correspondía a su amor para nada.

– Ah, hola Mousse – dijo Shampoo y pasó por su lado sin mirarlo. Sus ojos sólo veían a Ranma, ahí delante –: Ranma, qué alegría encontrarte aquí – dijo coqueta. Ukyo sintió que le hervía la sangre y Akane se dio cuenta de que era el momento de abandonar el lugar. Si no podía resistir ver a Ranma con Ukyo, menos podría hacerlo con Shampoo cuya belleza era admirada por todos, seguramente también por Ranma. Se fue sin hacer el menor comentario pero su ausencia no pasó desapercibida para Ryoga.

– ¿Dónde está Akane? – preguntó angustiado. No quería que ella se fuera pero, al parecer, así era.

– Estaba a mi lado hace un rato – le contestó Mousse, recapacitando sobre su reprochable actuar anterior. Ryoga le recriminó lo que le había hecho a Akane pero lo entendió: Shampoo era una mujer bellísima. De todos modos, fue un grosero.

– Shampoo ¿qué haces aquí? Se supone que no vendrías –. Ukyo le reclamó a su amiga por mentirle y, de paso, arruinar su noche.

– No mentí; por poco no vengo. Pero nadie detiene a Shampoo cuando quiere algo – y miró a Ranma directamente. Éste se sintió muy avergonzado. Aunque notaba que Ukyo sentía algo por él, ella era algo más recatada. Shampoo parecía no temerle a nada y donde ponía el ojo, ponía la bala. Al parecer su objetivo era él. Se sentía algo triste por Mousse: sabía que estaba obsesionado con una chica, que resultó ser Shampoo, y que ésta no le prestaba mayor atención. Tampoco se sentía cómodo al ver el desconcierto de Ukyo: la hubiese invitado a bailar pero no quería ilusionarla ni menos provocar a Shampoo. Notó que, por la forma en que la miraba, Ryoga se sintió atraído por Akane. Y estaba Akane, ahí, en esa fiesta. Era mucho para una sola noche.

– Vamos a bailar Ranma – le invitó Shampoo pero éste se disculpó diciendo que bailaba muy mal. A Shampoo no le importó y se lo llevó a la pista de baile. Ella era una excelente bailarina, él lo hacía pésimo. Al ver que Shampoo lucía tan feliz con Ranma, Mousse, despechado, sacó a bailar a Ukyo quien aceptó, pensando que le daría así celos a Ranma. Sólo Ryoga quedó sin pareja: la que a él le gustaba se había esfumado.

– Estás muy solo Ryoga. ¿Quieres bailar conmigo? – preguntó Nabiki. Ryoga se sorprendió con el ofrecimiento.

– ¿Cuánto me cobrarás?

– Nada. Pero si bailas mal, deberás pagar una compensación – dijo seria. Al ver la cara del muchacho, lanzó una carcajada. Era una broma.

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El baile se extendió por un largo rato. Ukyo seguía bailando con Mousse pero no le quitaba los ojos de encima a Shampoo y Ranma. Sintió mucha rabia de ver cómo Ranma no se veía disgustado con ella, es más, parecía estarlo disfrutando. Se dio cuenta de que Mousse también se sentía mal al ver a la chica que le gustaba tan feliz con otro. Tuvo una idea.

– Mousse ¿te parece si hacemos un cambio de parejas? No es que no me guste bailar contigo pero creo que es tiempo de que bailes con Shampoo –. A Mousse le pareció una excelente idea y, en un giro, Ukyo se apoderó de Ranma y Mousse de Shampoo. Ranma se sintió algo aliviado: Shampoo era algo… agresiva; Ukyo era más recatada. Shampoo estaba furiosa con el atrevimiento de Ukyo y desquitó toda su furia con Mousse.

– Mousse, no quiero bailar contigo. ¿Cómo tengo que decírtelo? ¡No quiero nada contigo! – le gritó.

– Ya verás Shampoo, cuando veas mis dotes en el baile, te olvidarás de cualquier otro hombre –. El chico estaba en las nubes. Ukyo también estaba feliz con lo que se estaba dando; ahora tenía a Ranma sólo para ella.

– Ranma, eres un gran bailarín – le dijo para halagarlo. Ranma la miró desconcertado.

– ¿Estás hablando en serio? Si lo hago pésimo. Es más: no me gusta bailar – se sinceró. El rostro de Ukyo pasó de la alegría a la decepción. Sin duda se sentía feliz pero si Ranma estaba pasándolo mal, era mejor no seguir.

– Quizás sería mejor parar y tomar algo ¿Te parece?

Ranma estuvo de acuerdo y fueron. Allá llegaron a molestarlos el grupo de las tontas.

– ¿Te aburriste de bailar con Ukyo? Cocinará muy bien pero todas sabemos que es un tronco – dijo la que se llamaba Maiko. Una mujer guapa, alta, de melodiosa voz. Ukyo sintió que la furia se apoderaba de ella pero no fue necesario hacer nada porque Ranma salió en su defensa:

– La verdad es que ella se aburrió de bailar conmigo: lo hice terrible – dijo Ranma mirando a Ukyo quien le agradeció con una sonrisa. Lo tomó como una muestra clara de que él sentía algo por ella si no, no hubiese abogado por ella.

Su alegría duró poco: Shampoo se deshizo fácilmente de Mousse y llegó donde estaban ella y Ranma y ya no se despegó de los dos.

– ¿Y cómo lo estás pasando, Ranma? Supongo que aún tienes ganas de bailar. Conmigo –. Shampoo tenía una sonrisa engatusante, era difícil no caer en su embrujo. Estaba en aprietos.

– No, gracias. Estoy muy cansado, prefiero quedarme un momento aquí, si no te molesta.

– Entonces, me quedo con ustedes – decidió.

– Oh, no te molestes. Estamos muy bien sin ti – intervino Ukyo. Shampoo respondió y comenzaron una pequeña discusión que puso muy nervioso a Ranma. Lo único que faltaba era que se pusieran a pelear ahí, como dos fieras. ¿No se supone que eran amigas? Afortunadamente, Mousse y Ryoga llegaron. También ellos necesitaban descansar.

– ¿Crees que seguirán con el baile, Ranma? – preguntó Mousse –: yo estaré feliz si Shampoo sigue bailando conmigo –. La respuesta: Shampoo lo ignoró.

– Quien lo pasó muy bien fue Ryoga. Te vi feliz con Nabiki Tendo. Y eso que no quería venir – le dijo Ranma, medio en serio, medio en broma. Ryoga se sonrojó. Lo pasó muy bien, sí, pero no era ella con quien hubiese deseado bailar. ¿Y con quién quería bailar entonces? Ryoga no lo dijo pero Ranma intuyó quién podía ser esa persona y algo extraño le sucedió. Una sensación de incomodidad y disgusto. Difícil de explicar. De todos modos ¿qué le importaba a él en quién estaba interesado Ryoga? Era mejor disfrutar de la fiesta.

Pero era imposible. Si bien Ranma estaba junto a Shampoo y Ukyo, su mente estaba puesta en Akane. ¿Dónde estaría? La había dejado de ver desde hacía bastante tiempo. El encontrarla ahí lo sorprendió y, a la vez, lo alegró. No creyó volver a verla y ahí había aparecido. Sin embargo, ahora se había esfumado. Sabía que estaba en la casa, porque ella vivía ahí, pero no entendía por qué se había marchado. ¿Sería porque lo vio con Ukyo? Claro que no ¿qué podía importarle a ella con quien él estaba? De pronto, y sin una razón clara, miró hacia arriba y, ahí, en el balcón, estaba Akane, mirando hacia el cielo. La luz de luna le otorgaba un hermoso color plateado. En un momento, miró hacia abajo y sus ojos se encontraron. Ranma creyó ver el rubor en sus mejillas: sí, lo vio. No pudo dejar de pensar que esta vez se daba la situación inversa a la primera vez que se vieron: ahora era ella quien estaba en las alturas y él la miraba embobado desde abajo.

– Ay Akane – suspiró.


Nota de la autora: Y bien, tuve tiempo y actualicé rápido. Desde ahora, no todo será tan ligero: la vida laboral mata, francamente. Pero no temáis amigos lectores. No los abandonaré.

Cosas a tener en cuenta:

1) Muchacha/os: si no le gusta la pareja o las parejas protagonistas, no lean la historia. Es simple. Es bastante estresante que lleguen a reclamarme y exigirme que las cosas no se dan así, que ciertas parejas no encajan, etc. Para la/os que no se han dado cuenta, esta historia esta etiquetada como AU (Alternate Universe) por esa razón me tomo ciertas libertades, tratando, en lo posible, de no cambiar en demasía las personalidades de los personajes.

2) Lo siguiente me parece grave: acepto todas las críticas con respecto al fic. Que no está bien escrito, que la narración no se entiende, que es aburrido, que es malo y mil cosas más. Como siempre digo, si es con respeto, todo bien. Lo agradezco. Ahora, que ciertas personas me ofendan por mi etnia-religión (religión en la que ni siquiera soy activa) ya es mucho. O sea, ubíquense. Esta es la primera y última vez que hablo del tema. Chao, gracias.

3) Si pueden comentar, háganlo. Se los agradezco de corazón.

4) Espero que disfruten el capítulo.

Con cariño,

Mizzerl.