El receso en Lehigh (la universidad de Vasilissa, donde intentaba estudiar algo con Ciencias Políticas, con una obligada y aburrida Rose) llegó finalmente y los Dragomir decidieron tomarse el descanso; muy lejos de la corte (y de sus incontables chismes).

Como guardiana de Lissa, se vería obligada a ir, pero surgió... un inconveniente.

El coordinador de los guardianes de los Dragomir había tomado residencia en la casa de descanso.

Y eso implicaba que había un guardián que no era necesario.

Y Rose... ofreció sacrificarse.

¡Claaaaaaro!.

Se quedaría en la corte, y cubriría varios turnos del aburrido trabajo de oficina; para permitir que otros guardianes pudieran tomar sus vacaciones.


"¿Seguro que no quieres venir, Rose?", insistió Vasilissa, metiendo y sacando cosas de su maleta.

¿Qué tan difícil era decidir qué llevar?, ¡si no iba a Downton Abbey!.

De seguro, no habría interminables fiestas y cosas así, ¿cierto?.

"No, ese sería un problema para Ryan, que ya tiene todo coordinado. No puedo hacerle algo así, Siempre fue muy bueno conmigo".

"Ryan está envejeciendo , Rose. Tarde o temprano, deberá retirarse, ¿cierto?, no podrá seguir como el otro guardián de mi padre, por demasiado tiempo... ¿recuerdas que fue asignado a mi abuelo, al graduarse?".

"Y... sip. Eso sonó cruel. Y nop, no caeré en ese juego. El tipo es fuerte como un roble. Esa fue una falta de respeto, Vasilissa".

"Estás sensible hoy. ¿ya andas en tus días?, ¡puaj!, los odio. Pero a las moroi nada nos resulta, para bloquearlo. ¡Pero tú aún eres parte humana!, ¿acaso tu implante ya se venció?, ¡aprovecha y ve a cambiarlo!, seguro que tu Capitán no notará tu ausencia. Andas imposible, Rose. Totalmente incombustible, ¡duh!".

"Si, puede ser. Aprovecharé éstos días", y así la contentó.

Aprovechó, eso sí, el viaje de ida de los Dragomir; para conseguir que la dejaran en el mall más cercano.

Cosas femeninas, insinuó.

No más preguntas.

¡Y sí que lo eran!.

Había una tienda nueva.

Llamada París.

Cuya lencería era de infarto.

Compró varios set.

Por las moscas (y más por los moscos, claro).

Así que, para poder usarle (la lencería, no a los moscos que le caerían si la vieran con eso puesto), acudió a un centro de estética (con la tarjeta de papi, que no dejaba huellas); y pidió todo el servicio (total. Pagaba papi. Y no se refería a un sugar daddy. Sino a su papi moroi, el que dejó embarazada a su madre. Claro. A ese papi me refiero).

Debía quedar... deliciosa.

Era la hora de que saltara su liebre.

Estando en Celo o no, era hora de pasarlo realmente bien.


En la última cita en el café (llevaban varios días de cafecitos, después del trabajo de Rose en el edificio de la administración); Rose le comentó casualmente que, al día siguiente; tendría el último turno, previo al anochecer (moroi. O sea, el alba, para los mortales y humanos y no para los chupasangre).

Si él respondía a la indirecta, entonces... ¡la liebre saltaría!.

No saldría de allí... entero.

"Tendré el último turno de noche, mañana", le susurró (ronroneó, realmente) "Pero nunca tengo sueño, cuando ya es el alba, ¿y tú, sí?"

"Entonces iré por tí, ¿sí, Roza?", le sonrió y terminó su café. "Hasta... el alba. Hermosa".

Y le dio un beso ¡al fin, y qué fuegos artificiales hubo!, que cerró ese trato.


Ese día, Rose se observó por todos los ángulos, tras remojarse, y exfoliarse a conciencia.

Era lo que había.

Su cuerpo estaba en excelente forma, su piel brillaba, y los ejercicios... de la liebre, la tenían apretadita.

Casi (casi) nuevita.

Así que se ajustó bien el escote que le armaba el sostén de encaje -uno de los regalitos que se hizo en la tienda París, para cuándo... Saltara su liebre (pero de gozo)-, y terminó de vestirse, para salir a su último turno... de soltería.

¡Y, a la porra, las reglas no escritas!.


Rose suspiró, pero no podía concentrarse en su trabajo, esos momentos.

Su temperatura estaba por las nubes, húmeda de cada roce; y jadeante con sólo la fricción de la ropa...

Sip, eso sonaba -y se sentía-, como la entrada al celo.

¡Justo a tiempo!

Y su trabajo lo hacía peor.

¡Y se parecía tanto a las Ciencias Políticas!, papeleo y blablabá.

Y más papeleo.

Y nada -nadísimo- en concreto.

Su jefe directo -el Capitán Croft (¿obra de su madre?, seguramente)-, finalmente se fue; sin notar lo nerviosa que estaba ese día.

"Sin horas extras, recuerda". él le dijo, como cada vez que ocurría que alguno tenía el turno de cierre.

Porque No. Habían. Fondos. Para. Eso.

Y había que decirlo, claro.

Ella sonrió, muy nerviosa.

"Eh, no, me vienen a buscar hoy", a lo que su jefe frunció el ceño, luego sonrió y se fue.

Si Janine no se enteraba, él no diría nada, claro.

Así que ese era el día.

Y, ¡al fin estaba sola!


Subió a prepararse un café (al segundo piso, en donde estaba el lounge de los guardianes, ya vacío a esa hora, jeje).

Luego, se quitó la chaqueta, se soltó varios botones de su blusa (que parecía querer reventar con el nuevo modelo de sostén), y bajó con él (el café, obvio), y las otras carpetas que aún debía archivar, y ¿por qué, en tiempos modernos, había tanto papeleo?.


Él ya estaba allí, en la oficina vacía; con una caja de donuts, y dos humeantes vasos de chocolate caliente..

Se sonrieron, sólo un poco incómodos.

Los ojos de Dimitri la devoraron, de arriba a abajo.

Y sus ojos mostraban algo más.

Estaban como carbones ardientes, de lo encendidos que estaban.

Eso implicaba que... ¡También estaba en celo!.

¡Grrrrr!

El tampoco se veía mal, con pantalones slim fit y una camisa que, también; parecía querer estallar.

"Iré a Archivar esto o Croft tendrá un soponcio, ¿si?, ponte... cómodo. Ésta" -señaló todo el lugar, lleno de cubículos vacíos- "es mi oficina".

Sonrió.

Caminó presurosa al archivo y dejó la carpeta en el kárdex marcado Dragomir.

Otro de los líos de falda de André, solucionado bajo la alfombra; claro.

Suspiró.

Aún le quedaba cerca de una hora antes del cambio de guardia y la llegada del Guardián del nuevo turno.

¡Y la iba a usar todita!.

Ya había terminado su trabajo, horas (o minutos), atrás.

Salió del archivo algo nerviosa.

¡Ese era el Cuartel de Guardianes!

La regla no escrita (una que sí respetaría, por el bien de los siguientes turnos de noche, jeje) era que no podían dejar demasiado ADN, porque los laboratorios estaban puertas más allá.

¡Y sabrían de quiénes eran!.

Aceleraría un poco la situación, invitándolo al lounge; para disfrutar su café, los chocolates calientes y las donuts.

Sí. Eso.

"Anita, llega como en una hora más...al primer turno nocturno" -o sea, en la madrugada, ya que día es noche en la corte y noche es día. Sí. Confuso" , le dijo.

Un poco a modo de explicación, de que no pudieran irse aún.

"Debo... esperarla... pero estoy lista, así que... ¿vamos al lounge?, es menos... visible, arriba"

Y él abrió los ojos como platos, ante la sugerencia.

"Ok". dijo él, siguiéndola escaleras arriba, al segundo piso.


Se acomodaron en un sofá, con una mesita para el café; y ella abrió una ventana para respirar el aire del amanecer.

El aire se sentía fresco y joven, pero en nada enfriaba su cuerpo ardiente.

¡Y por el reflejo del vidrio, vio como él se acercaba y la besaba intempestivamente!, alterando su respiración, mientras Dimitri le decía que tenía ganas de hacer algo.

"¿Qué?", casi ladró.

De desesperación.

¿A qué ocultarlo?.

"Quiero abrazarte por detrás"

Y Rose sintió cómo la abrazaba suavemente por la espalda, besando su cuello.

Y comenzó a besarla.

A tocarla, a abrazarla.

A desabrochar su blusa, y su propia camisa, en el proceso.

Tenían una hora.

Y estaban total y absolutamente en celo.

Ya no era un secreto... ni menos para ellos.

Ambos emitían un fuerte olor a sexo e impregnaban todo el lugar,


La giró hacia él (quedando Rose frente a su boca) y desabrochó los pantalones de Rose -¡los reglamentarios en su uniforme!-, y metió suavemente una mano bajo su ropa, hasta alcanzar su vagina (cerrada, gracias a los ejercicios, obviamente) .

La rodeó por los labios (y no de la boca), para buscar su clítoris, para regalarle un orgasmo.

Se fue apegando a ella y a su boca (la que esta en la cara, bajo la nariz); al sentirla gemir y agitarse, para absorber sus sonidos preorgásmicos.

Y, finalmente ella estalló suavemente, vaciándose sobre su mano, ardiente y juguetona.

La giró para ponerla de espaldas a él, y bajó totalmente sus pantalones y sus pantaletas, bajó el cierre de su propio pantalón y lo empujó al suelo (¡iba totalmente comando!, grrr); y puso su pene duro entre sus nalgas tibias, ella inclinada hacia delante afirmada en la ventana.

Presionaba suavemente hacia ellas, ella cerrando los ojos para sentir sólo la caricia en su cuerpo… sintiendo como el pene buscaba encontrar su vagina y entrar suavemente.

Pero no haciéndolo... Sólo tentándola.

¡Oh, no!, ¿tanto por nada?.

¡Así que tiró sus manos hacia atrás, y lo tiró hacia ella!.

Y él, que era inteligente, comprendió.

De un empujón, entró brutalmente, sacándole todo el aire.

Los ojos de Rose se abrieron, como platos.

Y comenzó a babear, a la par de cada embiste..

"¡Sí!", aulló su liebre.

O sea, ella.

O sea. Rose, claro.

"No era aquí, o en ese momento, en que quería tomar todo lo que quisieras darme", le susurró.

"Lo sé. Pero hagámoslo que valga la pena".

Y se fueron al sofá.

Abandonaron sus ropas en el suelo y se enroscaron como pulpos, en el otro.

"¡Quiero arriba, yo llegué primero!", exigió Rose, y él la ayudó a montarlo.

¡Y qué espécimen era!.

Los gemidos resonaban por todo el lugar.

Pero no como en peli porno, porque podían haber oídos sensibles.

"¡Más, Dimitri!, ¡más, yo no soy de cristal!", exigía.

"Déjame estar un momento arriba, ¡y te mostraré de qué estoy hecho!".

"¡Hecho!", y se giraron, para que él pusiera power a su cuerpo.

Pero Rose quería más.

Y aventuró su dedito travieso... muy dentro de él, y presionó su próstata.

¡Y ese sí fue el botón turbo!.

Sip, y él olía totalmente a un celo... muy intenso.

Ambos.

Y coordinados.

¡Oh, eso sería épico! para ambos... claro.


Era muy cerca del término del turno de Rose (en el lounge, claro), cuando lograron despegarse.

Él la ayudó a vestirse.

Muy amorosamente, le puso el sostén en sus generosos pechos, y le cubrió la liebre ronroneante con el pantalón, porque se guardó la pantaleta llena de sus jugos, en el bolsillo de su pantalón.

Eso también era parte del ritual de paso, al parecer.

Porque las Guardianas olían exquisito cuándo estaban en Celo.

Y era una presea conseguir esa ropa interior fresquita; olorosa de esos jugos íntimos.

Y, mientras Rose arreglaba el lugar para que pareciera... normal, él se vistió a sí mismo y se tomaron el café, ya frío.

Y luego, otro más, caliente.

El café, digo.

Eran la viva imagen de una charla banal y poco importante.

Por las moscas.

Que ya estaban saciadas.

Un ruido los alertó casi hasta quedar paralizados.

Una voz femenina la hizo saltar.


¡Anita!", le susurró Rose a Dimitri, y le señaló una puerta.

Él asintió.

Rose se acercó a la escalera y habló en voz alta, para hacerse notar.

"¡Anita!, soy Rose. Estoy en mi último café... y ya archivé todo".

"Voy al baño, que me meo. Ya puedes irte, Rose. Vuelves el lunes, ¿cierto?, ¡que suerte que tu cargo saldrá de la corte en la próxima semana!, ¿Las Vegas, cierto?".

"Sí. ¡Pero no a casarse!, ¡ya apareció otro Usuario!".

"¡Lastima, eso es tan romántico!, ¡aprovecha y cásate tú, Rose!", y se fue, riendo.

Y Dimitri paró la oreja.

¿Las Vegas?, ¿matrimonio?

Estaban en celo, así que todo podía ser.


Ni que decir que ellos salieron a toda velocidad de las oficinas.

A ella le vino un ataque de risa, rumbo a comer algo.

La actividad sexual de los guardianes quemaba más calorías que una jornada de entrenamiento, así que tenían hambre.

Y no sólo de comida.

Conversaron animadamente mientras despachaban sus gigantescos platos; con todo y cuanta cosa hubiera en el menú que le pudieran poner.

Él quería dar rienda a los besos y a las caricias -idealmente en sus hermosos pezones, que parecían querer arrancar-; y su pene, exigía la mejor parte.

Pero no en público.

Y... Nunca... tan en público.

Así que se ocultaron en una callecita aún oscura, mentiras el amanecer galopaba a pasos rápidos; y si algo no había en la corte, era moteles parejeros (aclaremos, para que las parejas retozaran).

Intercambiaron algunos besos, uno que otro suave orgasmo gracias a esos hermosos pezones oscuros y al pajarito cantor, y finalmente; ya frente al alojamiento de Rose -en el pabellón de Guardianas (por nada se quería hospedar en el piso frufrú de Vasilissa, en la casa de sus padres; todo Barbie y Frutillita, ¿puaj!)-, y se despidieron con un Hasta Muy Pronto.

Al día siguiente en el café de siempre, claro.