Dimitri sabía del intercambio entre usuarios de Espíritu.

¡Él también iría a ese viaje, junto a Adrián!.

Era su guardián.

Obvio (¡duh!).

Una idea se afianzó de pronto.

Sí, podía regalarle un orgasmo... ¡obvio!, pero otras cosas también y ¡lo haría en ese viaje!

"También voy a ese viaje, Roza", le susurró, al día siguiente. "Y ellos siempre duermen de día, ¿sí?, habrá una rotativa de Guardianes... ¿y si nos arrancamos… ?".

"¡Sí!", respondió sin pensar. Y muy excitada ante lo que vendría.

"Tengo cosas planeadas para nosotros, y sólo se requiere de que quieras".

"Contigo iría a dónde sea, Mitya", le susurró.

¿Significaba eso lo que creyó que escuchó?.


"¡Rose, mira, es el hotel!, ¡ya llegamos a Las Vegas!". Y Vasilissa la tironeaba, como si fuera una muñeca de trapo.

¿Por qué Vasilissa siempre parecía de 15 años ante un lugar nuevo?, ¡de seguro ya pensaba en la tonelada de cosas que quería comprar.

Y, de seguro, la arrastraría por todas partes, comprando todo lo que ya había... en muchas otras partes.

Y, como eran las únicas mujeres del grupo...

"Busquemos nuestros alojamientos... ¿Vasilissa, quieres compartir habitación conmigo, o...?", Rose la miró.

Dubitativa.

Y al resto, expectante.

Adrián, Dimitri, Cristián y el Guardián Eddie Castile (un compañero de clases de Rose -en la Academia-, que ahora era el guardián de Cristián Ozera, el noviecito oficial de Vasilissa) formaban duplas.

Si Lissa quería con Cristian, deberían armar nuevas organizaciones para dormir.

"Si... no te incomoda -es decir, todos ellos son chicos-, y yo ¡quiero con Cristian, obvio!", risitas tontas.

No medias tontas. ¡Totalmente tontas!.

Todos sonrieron, algo incómodos.

"Yo conozco a Eddie, ¡pero ronca!, ¿y tú, Camarada Belikov?, ¿roncas en la cama?".

Y él se atragantó, pero sacó la voz, de alguna forma, y se envalentonó.

Pero Adrián se adelantó.

"Más bien roca", masculló Adrian, "Rosie, tal vez tú y yo..."

"Dedo encima. Dedo roto", le dijo, severamente.

No estaba allí por él.

Y lo había estado, ¿ok?.

¡Y él compelió a la Reina!, para sugerir el matrimonio entre ambos.

"Ojo encima, ojo morado... Tronco encima... tronco podado" y Adrián palideció, llevándose ambas manos a la ubicación de su alicaída... ramita.

"Yo... me quedo con Castile. Al menos, sé que no le gusto, ¿eh, Castile?".

Y Eddie se sonrojó. ¿Era vergüenza, o acaso...?

"No quiero volver a ver desnudo a mi primo, aquí presente, así que... Rosie, ¡es todo tuyo!. Cuidado con ella, si la despiertas, ¡seguro te pateará sin compasión en tu...!, bueno", y miró hacia abajo, con todos.

Al impresionante paquete y todos levantaron la vista.

Más autoconscientes que nunca.


El usuario de Espíritu era viejo.

Se llamaba Robert Darú.

Robert era el único hijo sobreviviente (y nunca fue reconocido) del viejo Príncipe Roderik Dashkov, y estaba casi desequilibrado.

Era el hermano mayor -por 20 años-, del difunto Víktor Dashkov (de triste y pisoteada memoria en los círculos del infierno) ... sip.

Aquel que fue drenado por su propia hija en ese confuso incidente del intento de secuestro de Vasilissa, antes de que iniciara su gira por las academias.

A Darú aún le quedaba algo de magia -muy descontrolada tras la muerte de varios Shadow Kissed-, cosa que preocupaba a Lissa.

Porque ese día del secuestro, Rose cayó bajo el ataque -y fue casi drenada-, por Natalie Dashkov.

Lissa fue todo el camino haciéndole CPR.

Lo que no sabía.. era que la estaba -literalmente-, reviviendo.

Trayéndola de entre los muertos.

Haciéndola su Shadow Kissed.


La conversación rozó por varios mitos y muchas leyendas, pero con gran trasfondo de verdad. Estaban atadas de por vida.

Y la muerte de una u otra desequilabraría a la que sobreviviera.

Habían formas.

Pero al final... la magia de Espíritu y oscuridad las mataría.

Y Él no conocía otras formas.


"Si me lo perrmiten", habló Dimitri. "En Baia hay... una parreja similar. Ella es la usuarria. Marrk es su enlazado, y su guarrdián", omitió que estaban casados, porque podía darles ideas a Adrián.

Ideas que quería para sí mismo, obviamente.

"¡Iremos a Baia!", saltó Lissa. "¿Dónde está Baia?".

Plop.

Realmente sutil, Lissa.

"Rusia, Vasilissa", explicó Rose, perdiendo la paciencia, "porque eres de allá. ¿St. Basil. cierto?"

"Si, ".

"¡Nosotras estuvimos en St. Basil!", saltó Vasilissa, "eso es Siberia, ¿cierto?, ¿nos encontramos allí?", dudó.

"Quizás coincidierron con mi herrmana, Viktoria".

"¿Qué Viktoria?, no recuerdo a nadie con ese nombre", dudó Vasilissa.

"¡Vika!, Claro. Viktoria Belikova. ¿No la recuerdas, Vasilissa?"

"Ni idea de quién hablas. ¿Quién es esa Vika?, había una niña llamada así, ustedes dos eran taaan amiguis":

"Viktoria, es la hermana de... del Guardián Belikov, Vasilissa".

"¿Tu amiga, era la hermana de...?, oh, claro", lo miró y se sonrojó, "es que ella era dhampir".

"Y él, también, Vasilissa. Y yo".

"¡Obvio!, es que, todo eso del Master Ivashkov me confunde, a veces, ¿a tí, no?, claro que no. Tu padre es commoner".

"A las Diosas, gracias", susurró Rose, moviendo la cabeza ante la incapacidad emocional y de tacto de Vasilissa.


Dimitri salió a mapear la zona, solo.

A buscar Capillas, más bien.

A comprar el anillo para Rose.

¡Porque quería que se casaran!, ella era lo más maravilloso que había pasado en su vida.

Y no merecía menos.

Sus vidas podían terminar ese mismo día.

Y había que vivir un poco.

Y si seguían vivos -como para programar el viaje a Baia-, entonces la convencería de celebrar el matrimonio en el Rito Ruso.

El solo imaginarla allí, llevando un vestido de novia y una tiara rusa de boda; le llenaba el corazón.

En ningún momento creía que eso sería efímero.

Con sus cargos en movimiento, no estarían siempre juntos y el tiempo que se vieran, ¡Habrían fuegos artificiales!.

Una vez hecho oficial, podría pedir cambio de cargo... o hacerlo Rose, claro.

O ambos.

De preferencia, con ningún moroi que los conociera.


Era difícil coordinar horarios con el mundo de los humanos.

Así que los morois tomaban el desayuno en el hotel a las 7AM -era su cena, en realidad-, y se iban a dormir.

Y despertaban en la tarde, para seguir estudiando sobre el Espíritu.

Para los guardianes que hacían la rotativa, no era mejor.

Se les había sumado uno adicional -para Robert-, así que dividían los turnos entre ellos 4.

Dimitri, de nivel BM7; era el Guardián Senior del grupo.

Porque Adrian era el moroi de mayor rango del grupo, y eso hacía a su guardián, el de mayor rango..

Rose, recién llegada al Full Red Moon; le seguía en rango (por Vasilissa) y Eddie Castile aún era Full Blue Moon.

El otro guardián asignado era Full White Moon.

Así que Dimitri era quien armaba las rotativas, poniendo a Rose y a sí mismo lo más cerca posible del otro.

Y, curiosamente... Rose y él... tendrían libre el mismo día.

Que conveniente.

Y para ese día, tendría todo listo.

No sería difícil.

Era Las Vegas.

Y ella dijo que iría dónde sea con él, ¿cierto?.


"¿Roza?, ¿rrecuerdas que me dijiste que... irrías a dónde sea, conmigo? ¿estás rrealmente dispuesta a... arriesgarte por mí?", le susurró el día previo, más nervioso que cuando besó por primera vez a una chica, en los lejanos días de St. Basil.

"¿Arriesgarme?. ¿Más que ahora...?, cuéntame qué pasa por tu mente, ¿sí?".

"Mañana es nuestrro día librre...y ¿Te casarrías conmigo?", y, poniéndose de rodillas, abrió la sencilla caja con el anillo eternidad de plata (sabía lo importante que era que fuera de plata, tras las conversaciones de los usuarios de Espíritu).

En el centro tenía una única piedra, en forma de rosa roja.

Y Rose, que odiaba los temas de rosas, sencillamente, ¡lo amó!.

"No tengo mucho que ofrrecerrte, perro quierro que sea todo para tí... Hace muchos años que te vi por prrimerra vez... estabas en tu viaje con Vasilissa en St. Basil. Iván -mi anterior car go-, las señaló. ¡Erras tan herrmosa, aún tan joven!, la luz se posaba sobrre tu pelo y parrecía de un rojo fuego...aún siendo tan oscurro. Rreías y me enamorré un poco de tu rrisa tan crristalina, ese día... Han sido pocas las ocasiones en que he podido estar cerrca tuyo... Y cuándo supe que... salías con mi prrimo... crreía que...y entonces él rrequirrió a un guarrdián. Iván es mi amigo, perro... se rrelacionó con Natasha y yo querría alejarme. Así que fui a la Corrte y jugué mi carrta".

"Pediste a Adrrian. ¡No fuiste asignado a él!l".

"Exacto. Esperraba... que tarrde o temprrano... que nuestrros caminos al final se encontrrarran... el tener una chance contigo... y ¿entonces?".

"¡Si!, pero no tengo nada blanco como tal", susurró, con lágrimas en los ojos. "Espera, ¿y la licencia?".

Y él sonrió y asintió.

¡Al fin alguien que la amaba por lo que era!.

"OK, entonces... voy a rebuscar. Espérame, ¿sí?", y comenzó a escarbar su maleta, tirando cosas por doquier.

Y, entonces... se le ocurrió una idea.

"Voy abajo, flash. Si Vasilissa llama, que lo dudo. Fui abajo. Si es Adrdián, estoy consiguiendo cuchillos para castrdarlo. Así, tal cual. ¡Ya vengo!"

Y, bajó a todo escape a la recepción del hotel.


"Quiero hablar con el curador de la exhibición de Downton Abbey, por favor", pidió a la recepcionista.

"Es de Jane Austen, señorita".

"Esa misma. ¡Por fi, es urgente!".

Y el curador bajó, a los pocos minutos.

"Soy Rose Mazur. Creo que usted no me conoce, ¿tal vez oyó de mi padre?", y sacó la tarjeta, "necesito un vestido blanco o similar y que me quede. Lo que salga, ¿sí?. Es urgente, ¡por fi!"

"Lamentablemente, los de la exhibición..."

"¿Y, fuera de ella?, con que me quede, su vestuarista puede ajustarlo y se lo pago, sin ver el precio. Es en serio".

"Llamaré a Miss Morris, un momento".

Al poco rato, la hacían pasar a un salón, con los vestidos de reserva.

Venían de todas las películas hechas en base a los libros de Jane Austen.

¡Algo debería servirle!.

"No hay mucho de su talla, a menos que use corsé", dijo la vestuarista, "pero hay un par en blanco puro y tres con detalles, veamos cuál le puede quedar" y miró su mano, y casi gritó, como colegiala "¡haberlo dicho antes, va a fugarse a casarse!"

"De hecho, sí".

"Jefe, ¿y el de encaje?, ese que no quisimos sacar... ¡se vería preciosa en él, con esa piel!".

"Lo que cueste. Vaya y cárgalo a la tarjeta, ¿sí?. Es en serio", y el curador salió, con la tarjeta.

Volvió, a los pocos minutos, con una sonrisa de oreja a oreja.

"Todo lo que la señorita quiera. La tarjeta no sólo es válida. Su padre es el dueño de las empresas que nos auspician en la gira":

"Cóbrelo igual. Mi padre odia las cosas gratis, ¿sí?. De seguro, lo compraron a alguna productora o a algún revendedor. O peor, está prestado".

Minutos más tarde, subía con el vestido en una funda, y una sonrisa que la partía en dos.

Se lo pondría, apenas los moroi se fueran a dormir.