Outtake: El juicio
Estado de Washington contra Edward Cullen
Día 1
—Edward Cullen, a nombre del Tribunal de Distrito del Condado de King, es mi deber informar que usted ha sido formalmente acusado con el cargo de asesinato en primer grado por la muerte prematura de la señorita Tanya Denali, el martes, del noveno día de marzo del año 2010. El cual es considerado ofensa máxima y la Fiscalía ha recomendado que el castigo aplicable por este delito sea la pena de muerte. ¿Entiende usted las acusaciones tal como se han leído, señor Cullen?
—Sí, —solté. Desconcertado aún por el curso que ha tomado mi vida a través de las últimas dos semanas.
—Bien, —responde el juez antes de remover sus lentes de lectura, —Retomaremos en la corte a las nueve de la mañana y la oficina Fiscal llamará su primer testigo.
Cuando salgo del edificio, rodeado de un grupo de oficiales de policía, por supuesto, bajo la cabeza y evito mirar a la gente. Las luces de la cobertura mediática son cegadoras. Me pregunto si mañana me dejarán usar gafas.
Día 2
—En su declaración escrita, reconoció que había escuchado al Sr. Cullen y la Sra. Denali discutiendo en los días previos a la muerte de la Sra. Denali, ¿es correcto, Sra. Webber?— el fiscal, Aro Vincent, pregunta mientras se desliza por la sala con su traje caro.
Es la línea de preguntas que me ayudará o me destrozará, o eso dice mi abogado.
Los doce pares de ojos del jurado están pegados a la débil anciana sentada en el estrado de los testigos. Con indiferencia, frota el hilo de perlas que cuelga de su cuello entre las puntas de sus dedos arrugados antes de asentir afirmativamente.
—Sí, eso es correcto.
—Y para que conste, ¿pudo entender todo lo que se decía?— Nuevamente, la Sra. Webber asiente.
Es gracioso. Ella nunca entendió una palabra de lo que dije cuando cortésmente le pedí que dejara de abrir nuestro correo cuando estuvo metido en su buzón por error.
—Desafortunadamente, — le dice a la corte, tristemente. —El señor Cullen y la señorita Denali habían estado gritando mucho. La noche antes de que ella fuera asesinada, el Sr. Cullen la llamó 'mentirosa' y le dijo que no valía la pena el aire que respiraba. —La jurado número seis, una mujer de veintitantos años, niega con la cabeza antes de anotar algunas cosas sobre la información de la Sra. Webber. No tengo dudas de que está lista para meter la aguja en mi brazo.
—Y el día de la muerte de la Sra. Denali, ¿vio u oyó a alguien que no fuera el Sr. Cullen entrar en el departamento que compartieron los dos?— La Sra. Webber suspira dramáticamente. Ella toma el pañuelo que convenientemente tiene el Sr. Vincent en el bolsillo del pecho y sopla su nariz con él.
—No, nadie más que el señor Cullen, —confirma ella.
—¿Está usted completamente segura de esto? —pregunta Aro, posicionando sus manos sobre sus caderas.
—Completamente.
Mis hombros se hunden y dejo caer mi cabeza caer hacia adelante. No puedo creer esto.
Día 3
—Por favor, diga su nombre para el registro.
—Laurent Becerill. —su acento francés es evidente; su adicción obvia en las escleróticas de sus ojos. Él no está mejor de lo que ella estaba.
—Y ¿Cómo conoció a la señorita Denali? —pregunta Aro, mientras rebusca en un folder manila.
—Yo era un asociado de la Sra. Denali en Yorktown Records and Music Management. Ella me había confiado justo dos días antes de su muerte que temía por su vida y estaba preocupada de que el Sr. Cullen la lastimara de alguna manera.
—¿Y la señorita Denali mencionó por qué le tenía miedo al señor Cullen?— Laurent asiente con la cabeza, tomando un sorbo de su vaso de agua de cortesía antes de continuar.
—Ella lo hizo. Dijo que le había dicho al Sr. Cullen que había querido terminar y que no se había tomado las noticias muy bien.
Mentiras. Todas son mentiras.
¿Quién demonios es este hombre? Estoy seguro que jamás lo he visto. ¿Y esa estupidez de que Tanya quería terminar? Yo era quién estaba harto de ella y la mierda que me lanzaba a diario.
Día 4
—¿Entonces lo que estás diciendo es que las únicas huellas dactilares que el Laboratorio del Delito de Seattle pudo encontrar en el departamento, dónde el cuerpo de la señorita Denali fue descubierto, pertenecían a la señorita Denali y a Edward Cullen?— Aro pregunta.
—Eso es correcto, —testifica con certeza el jefe médico forense, Peter Clarke. Aro sacude la cabeza con disgusto y cruza de un lado a otro frente al jurado.
—¿Y cuánto tiempo dice usted que trabaja en el Laboratorio del Delito de Seattle? —ruedo los ojos. Que ridículo.
—Veinticinco años, señor.
Uno de los guardias me coloca un par de Ray-Bans* en el puente de mi nariz, mientras salimos del lugar para enfrentarnos a la cegadora luz del sol y los implacables fotógrafos. L gente se había multiplicado en los últimos cuatro días y ahora estaba de pie alrededor con posters proclamando sus pensamientos sobre mi futuro.
"¡Los músicos se llevan las malas 'rimas'!" leía uno de los carteles. Le hubiese chocado los cinco al tonto que lo sostenía si no estuviese usando las esposas alrededor de mis muñecas.
—¡Edward! ¡Edward! —llamaban por mi nombre una y otra vez, a la espera de que levantase la Mirada. No lo hice. Aprendí desde el principio que sólo hace las cosas peores. Los medios son despiadados. Sólo está buscando su "toma de oro". Y no voy a dárselas.
Continuo ignorándoles mientras sigo mi largo camino de vuelta hasta la furgoneta de espera que me llevará de nuevo a mi celda, suspirando pesadamente.
Día 5
Los argumentos de cierre son presentados con pasión por ambos lados, mientras recapitulan la percepción que tienen de mi caso.
—Si ninguna parte tiene algún otro testigo, dejaré que el jurado delibere. —El juez observa a las dos mesas de abogados y luego al jurado. —Nos veremos aquí nuevamente una vez que la decisión esté tomada.
No me siento demasiado cómodo con la deliberación. A pesar de saber la verdad, incluso yo me cuestiono que pasó; el caso del fiscal es sólido… o al menos eso parece.
Las cosas no lucen nada bien para mí.
Día 13
Estoy jodidamente muerto.
Seis días.
Han sido seis días que les ha tomado a los jurados deliberar acerca de la mierda que les habían dicho de mí en el juicio. Seis exhaustivos y terribles días. Seis. Días.
—¿Por qué les ha tomado tanto? —cuestiono a mi abogado mientras el jurado se dirige al estrado. El suspira y me dice que este tipo de cosas toma tiempo y que intente ser positivo.
—¿El jurado tiene un veredicto? —pregunta el juez, revisando el papeleo que le ha entregado el oficial legal.
—Lo tenemos.
—¿Y cómo declara el jurado al Señor Cullen con respecto al cargo de asesinato en primer grado por la muerte de la señorita Tanya Denali?
—Culpable.
Mis rodillas están temblando y mi cabeza da muchas vueltas.
—¿Y qué castigo recomienda el jurado para el acusado?
Hace calor. Me voy a desmayar.
—Muerte por la inyección letal.
No oigo ningún otro sonido mientras caigo al suelo de la corte.
Mi vida está acabada.
Muchísimas gracias a las que aún están esperando actus por aquí. Estoy segura que voy a volver dentro de nada. Por lo pronto, Feliz Año 2018! Las adoro.
