A la mañana siguiente, llega un mensaje a casa de los Kirkland para Lord Kirkland.

—¿Quién ha enviado esto? —despega un poco la mirada del periódico mientras desayuna, tomando el papelito que le ofrece el mayordomo de un platito de plata, mirando su nombre escrito en él.

—El parlamento, mylord —Parker recoge la bandeja poniéndosela bajo el brazo de manera suave y sencilla una vez ya ha retirado el sobre.

—Ohh… —lo abre, bajando del todo el periódico y dejándolo junto a su plato. En la nota le indican que el embajador de Luxemburgo finalmente llegó anoche a la ciudad.

—¿Qué dice la nota, padre? —pregunta Wallace todo estirado, sentado frente a él en la mesa fingiendo revisar unos documentos en los que tiene escondido un libro.

Mr. Jones le mira de reojo mientras desayuna con ellos, ya que ayer decidieron quedarse después del incidente con Lady Kirkland que acabaron en el hospital.

—Ha llegado el embajador de Luxemburgo, al fin —Germán le anuncia a su hijo.

—Oh, no sabía que iban a recibirle, ¿le estaban esperando? —pregunta Mr. Jones.

—Sí, pero tuvo un par de contratiempos y atrasó el viaje en dos ocasiones.

—¿Y tienen que ir a recibirlo? Esperaba poder hablar con usted hoy...

—Ohh… Sí, sí que tendría que ir a recibirle —Lord Kirkland se pasa una mano por la barbilla, valorando sus opciones, porque maldita sea con la coincidencia.

—Quizás podría hacerlo yo, padre —se ofrece Wallace un poco desinteresadamente, escondiendo el libro y cerrando los documentos.

—Ah, ¡qué buena idea del muchacho! —exclama Mr. Jones sonriendo ampliamente—. Todo solucionado entonces.

—¿Tú solo, Wallace? —Lord Kirkland vacila un poco, no muy convencido, porque le parece que esta es demasiada responsabilidad.

—Sí, padre. Puedo perfectamente bien manejar al embajador yo solo sin ningún problema, te lo aseguro —sonríe un poquito porque en realidad esta es una buena oportunidad de conseguirse alguna conexión importante él mismo a pesar de su padre.

—¿Ve? Confíe en el chico, Lord Kirkland —presiona Mr. Jones también.

—No lo lleves a ningún sitio raro —advierte Lord Kirkland señalándole con el dedo y suspira un poco.

—Quizás podríamos ir con ellos a la hora de comer, creo que quisiera conocerle —valora el americano.

—Es un buen contacto, hay bastante dinero ahí —asiente Lord Kirkland.

—Vas a tener que traérnoslo bien predispuesto, ¿eh? —bromea Mr. Jones para Wallace, riéndose.

—Ah… Sí, sí, así lo haré —asegura Wallace que diría que sí a cualquier cosa en el universo con tal de que se verdad su padre le deje ir a recibir a un EMBAJADOR.

Mr. Jones sonríe tan complacido.

—Bien, Wallace, igualmente… Sé sensato y ten cuidado —advierte su padre otra vez. Wallace le mira y frunce un poquito el ceño con eso.

—Y haznos mandar un mensaje para saber dónde encontrarnos —añade Mr. Jones. Wallace asiente, todo nervioso.

—Más bien, llévale a comer al Rules como habíamos dicho. Y ¿tienes la lista de lugares que visitar, verdad? Nada de irte toda la mañana a la biblioteca o algo así —sigue su padre, porque no se fía ni un pelo.

—Creo que… me voy a ir a cambiar la ropa y a organizar a los choferes—igualmente Wallace asiente a todo eso, muy solicito.

Lord Kirkland hace los ojos en blanco y asiente, tomando otra vez su periódico.

—¿Cómo está su esposa entonces? Ayer realmente nos quedamos muy preocupados... —empieza Mr. Jones de nuevo.

—Está bien... parece haber tenido un ataque de histeria —explica Lord Kirkland, mirándole por encima del diario—. Eso me han dicho en el hospital.

—¿Entiendo que volverá a casa hoy?

—Sí, me ha dicho el médico que saldrá alrededor del mediodía— asiente con la cabeza—. Está su doncella con ella. La verdad, a mí me parece que estaba... exagerando un poco —añade desinteresadamente.

Entretanto, Wallace se baña, viste con su mejor traje y pasa al despacho de su padre, muy nervioso, buscando los datos sobre dónde recoger al dichoso embajador y donde llevarle y todos los protocolos a seguir, pensando que seguro es un viejito aburrido pero quiere ver si POR FIN lo hace bien y su tonto padre considera al fin que… puede soltarle cosas a él y dejarle ser su estúpida mano derecha. Su… "padre".

Se va a cruzar con Arthur sacando la cabeza de su cuarto y mirando alrededor para la preparación del ya habitual paseíto de la vergüenza.

—Ohhh… —Wallace levanta las cejas con eso.

Arthur se mete al cuarto de golpe cerrando la puerta fingiendo no haberle visto.

—Te he visto igual, Arthur —Ojos en blanco con la larva idiota.

—Get Lost, Wallace! —grita desde dentro.

—¡Te he visto igual! —insiste—. La verdad, seguiría hablando contigo de ti y tus tonterías pero tengo que ir a recoger al embajador de Luxemburgo.

—¡A nadie le importa! —vuelve a replicar.

—No es una tontería. Me ha enviado… Me ha… Es una cosa oficial —asegura tan orgulloso.

Arthur saca la cabeza y solo la cabeza de nuevo.

—Bien, pásatelo bien como chofer, es un trabajo a tu altura —le pica, expresamente.

—¡No es de chofer! Es un trabajo diplomático —replica, picándose.

—De niñera, digno de alguien de tu alcurnia —sonríe de ladito, burlón—. No se te olviden tus lecciones de francés...

—¡No es de niñera! —vuelve a protestar y Arthur sonríe, porque le está molestando—. ¿Y tú? ¿Qué tal tu sastre?

El menor mira dentro del cuarto y cierra la puerta de golpe pensando en si le habrá visto.

—Cobarde —Wallace levanta una ceja. Arthur no vuelve a salir, pero se oye el pestillo—. A nadie le interesa entrar a tu cuarto, sí sabes ¿verdad?

No hay respuesta en lo que se vuelve a la cama.

Ooooojos en blanco y el mayor se va.

Hay bastante revuelo en el parlamento cuando llega, porque aunque ya habían quedado en que Lord Kirkland se encargaría de recibir al embajador, en realidad siempre existe la posibilidad de que algún otro Lord le caiga simpático al susodicho y lo prefiera como niñera... aprovechando para hacer negocios personales como buitres.

Wallace Kirkland levanta la barbilla caminando por los pasillos del parlamento y rápidamente se le acera alguien a preguntarle dónde está su padre.

—Mi padre no pudo venir, pero estoy aquí en su representación y nombre —explica fingiendo toda la seguridad que puede reunir.

—No es así como funciona, si él no puede se encargará el correspondiente Lord en jerarquía —le responde el Lord en cuestión, desde ahora ya yéndose a organizarlo y sin que le interese más este chico.

—No es necesario que se encargue nadie más, como digo, estoy aquí representándole oficialmente —le persigue, un poco nervioso, porque es que como realmente no le dejen…

—No puede mandar un emisario, es una falta de respeto para el embajador —replica el Lord, sin siquiera mirarle, consultando unos libros a ver a quién le encargan esto.

—Mi padre se reunirá con él para comer—insiste, mirando el libro de protocolo de reojo y deseando que no haya alguien más a quien encomendarle eso—. Y no ha mandado a cualquier emisario, me ha enviado a mí, su hijo.

—Habrá que discutirlo con los demás que si están aquí. Acompáñeme —decide mejor tomar el libro e irse a donde están todos.

Wallace aprieta los labios pero asiente, pensando que le digan lo que le digan él tiene que imponerse o su padre no le respetará jamás.

Van a una de las salas del parlamento donde hay un montón de Lores de los que claramente Lord Kirkland padre es de los más jóvenes y probablemente ese fuera el motivo de escogerlo para esto.

Wallace se muerde el labio pensando que… es que un embajador viejito SEGURO va a preferir irse con cualquier otro de estos ancianitos que con él.

Los lores empiezan a hablar de ello a susurros y de manera completamente desorganizada, pensando que todos ellos deberían ser el elegido para la tarea. Así que todos vuelven a proponerse a sí mismos, sembrando el caos.

Wallace aprieta los ojos preguntándole a alguno en que momento llegara el embajador.

—Ya está aquí, está en las salas de refrigerio tomando un desayuno —comenta este distraídamente para que no perderse el debate.

Wallace se humedece los labios y decide hacer un movimiento arriesgado escabulléndose por la puerta de servicio a ir a… buscarle.

Te van a MATAR, pero ahí están tomando el desayuno, un señor mayor, canoso y gordo, de unos setenta años, como tú preveías, junto a un chico rubio, más joven y enjuto, que parece su secretario. Ambos parecen vestir ropa cara y tener modales refinados.

Good morning —saluda Wallace entrando al cuarto, sombrero en mano, mirando al hombre mayor primero.

Bon jour —saludan ambos.

La oportunidad de su vida para utilizar su francés tal como Arthur había predicho.

—Bienvenidos al parlamento de Londres. ¿Qué tal el desayuno? —pregunta sonriendo, nervioso, mirando a la puerta esperando que en un segundo alguien venga a echarle.

Tres bien, merci beacoup —sonríe el chico joven.

—Me presento, soy Wallace Kirkland. Mi padre es Lord Kirkland y seremos las personas que les acompañaremos en su visita —se acerca a ellos mirando a uno y luego al otro.

—Oh —el hombre mayor levanta las cejas—. No vamos a ir juntos.

—Oh, ¿No? Disculpe, embajador, yo pensé. Dígame, ¿cuál es el plan? —pregunta Wallace parpadeando un poco, descolocado.

El hombre mira al chico joven.

—Necesitamos dos tours diferentes por la ciudad —explica el joven señalando al hombre—. El embajador prefiere un tour más sencillo, pero yo quiero conocer toda la ciudad —sigue.

Wallace mira a uno y luego al otro y piensa… Uff, es que pasear al embajador contra pasear a un chico joven. Pero… su padre…

—Me parece que sus compañeros estaban hablando de ello —responde el hombre mayor, porque Wallace parece un poco perdido en general, en la vida.

—Ah, sí, sí… Les dejo terminar de desayunar y voy a ir a ver qué concluimos —asiente ceremoniosamente con la cabeza, fingiendo una sonrisa y dirigiéndose a la puerta.

—Ah, pensaba que ya estaba decidido —el chico mira al hombre a ver si él ha entendido lo mismo.

Wallace les mira nerviosito pero les sonríe.

—Bien, estaremos aquí, merci —responde el hombre, entendiendo que eso es un sí.

—¿E-Entonces necesitan dos paseos diferentes? U-Uno para el embajador y otro para… usted. Supongo que… ¿usted quiere ver más de la ciudad? —repite Wallace, solo para asegurarse.

—Así es —asiente el hombre joven amablemente y en un tono cordial, a pesar de que debe ser como a la tercera o cuarta persona que se lo explica hoy.

—Bien. Bien —se aclara la garganta, asintiendo, aun visiblemente nervioso—. ¿Y tienen alguna preferencia sobre quién…? E-Es decir, yo debería llevar al embajador y alguno de mis compañeros, con los que habló un rato atrás, llevarle a usted.

—No vamos a entrometernos en cómo quieren organizar su recepción —asegura encogiéndose de hombros, mientras come un poco más

—Entiendo, entiendo… —asiente con la cabeza haciendo pequeñas reverencias un poco pomposas—. Denme un minuto y… vendré.

Ambos asienten.

Wallace sale de ahí apretando los ojos y pensando que si acaso le dan algo que hacer, será seguramente pasear al chico joven que quiere verlo todo y no al maldito embajador que es a quien quiere pasear él.

Exacto.

Y su padre va a MATARLE.

Sí.

—Uuugh —protesta caminando hacia donde están los demás apresuradamente de nuevo.

Ellos han conseguido solamente decidir votar de nuevo... Muy organizados. Más vale que te apresures porque están presentando las candidaturas.

—¡Yo! Pónganme a mí, al hijo de Lord Kirkland ahí! —intenta gritar por encima del resto de las voces como intentan todos, levantando el brazo como si se supiera la respuesta de la maestra.

—Hemos decidido que usted quedará fuera de las opciones —le informa alguien a su lado.

—No, ¡eso no es justo! —exclama horrorizado.

—Usted ni siquiera es Lord —le explica otro, encogiéndose de hombros como si fuera obvio y ya no hubiera nada que apelar.

—No necesitan a un Lord para pasear a dos personas por la ciudad, ¡Necesitan a alguien que la conozca bien! —sigue defendiéndose, frunciendo el ceño.

—¡Es el protocolo!

—¿Para mostrarle la Ciudad a alguien tienes que ser Lord? —pregunta sarcásticamente.

—Para tener el privilegio de tratar a dos políticos extranjeros, sí —le corrigen.

—¡Necesitan a alguien joven para seguirle el paso al joven que viene con el embajador! —insiste pensando que ninguno de ellos en realidad podrá hacer esa parte.

—Es un cónsul muy importante, sigue siendo mucha responsabilidad —niega con la cabeza, mirándole fijamente.

—Lo comprendo, pero es bastante joven y si ha pedido ir por separado del embajador es que realmente quiere hacer actividades interesantes —explica intentando razonar de manera calmada y asertiva.

Los lores se miran unos a otros porque sí les habían dicho que necesitarían a alguien joven para esto y por eso habían acabado eligiendo a Lord Kirkland.

Además, pues... solo es un cónsul secundario, no el embajador, después de algo de discusión le permiten a Wallace Kirkland hacerse cargo del asunto.

Wallace sonríe un poquito por la victoria aunque aún piensa que su padre… querría que paseara al embajador no a un cónsul secundario. Aun así, se estira la camisa y se arregla la pajarita, levantando la nariz y esperando.

Se tardan un rato en decidir quién será el que paseara al embajador y prepárate porque es alguien a quien Lord Kirkland no soporta.

Uuuugh. Wallace suspira, pensando… aún que su padre va a matarlo, pero sin poder hacer mucho más al respecto que asegurarle que no le han dejado más opción que está. Además… no ha sido ni siquiera su idea, ¡fue Mr. jones!

Seguro, seguro.

Wallace entra nuevamente al lugar donde estaban desayunando, aún sumido en sus pensamientos y ahí están ambos hablando, se callan de golpe cuando entra.

—Oh, disculpen —levanta las cejas con eso .

Allò? —le preguntan de manera un poco incómoda.

—¡Hola! Vengo… a explicarles el plan —saluda sonriendo, levantando una mano.

—¿Y cuál es? —sonríe el cónsul.

—Bueno, ustedes van a… el embajador va a ir con Lord Achey y, ehm, usted irá conmigo —señala a uno y luego al otro.

—Menos mal —el chico sonríe complacido y se levanta, limpiándose la boca con la servilleta.

—Oh... ¿Te lo parece?

—Indiscutiblemente —asiente este de manera taxativa.

—Podemos… irnos en cuanto quieras —Wallace se ríe un poquito.

—Entonces... —hace un gesto para que vaya delante.

—Venga. Iremos con mi chofer —hace un gesto para que le siga.

—¿No hay un chofer del gobierno? —Levanta una ceja

—Ahh… sí. Sí, claro. Sí, probablemente sería lo mejor… —Wallace vacila un poco porque… es que nunca ha tenido una responsabilidad tan importante y parece estarlo haciendo brutalmente mal de manera inicial—. Ven por acá… vamos a buscar el coche del gobierno —que en realidad, es más un ven acá a que vaya improvisando—. ¿C-Cómo te llamas?

—Luc Dubois —le tiende la mano, siguiéndole.

—Luc. Yo soy Wallace. Es un gusto conocerte… ¿Me das un minuto en lo que voy a preguntar algo y debemos poder irnos?

Luc levanta las cejas con el asunto de hablarle de tú, pero asiente... y eso que no conoces a los demás británicos. Este es uno de los refinados.

Ahí vuelve Wallace un rato más tarde pareciendo aliviado.

—Ya tengo un coche y chofer para nosotros declara como si fuera un gran logro.

Tres bien! —le sonríe.

—Tengo varias preguntas para ti, referentes a qué quieres hacer hoy —explica mirándole todo serio.

—¿Yo? ¿Cómo voy a saberlo? —parpadea.

—Oh… no lo sé. Pensé que habrías leído sobre la ciudad y querrías conocer sitios específicos —sonríe un poquito culpable por pensarlo, sonrojándose.

—Yo pensé que tenían un plan para nosotros —sigue, un poco incómodo.

—Bueno, sí, me han dado una lista de sitios que ver pero… ¿de verdad quieres que veamos esos sitios nada más? —le mira de reojo arrugando un poco la nariz.

—Pues... veamos cuales son esos sitios, no pueden ser tan terribles —se encoge de hombros.

—Nah, no lo son —le hace un gesto para que suba al coche que acaba de estacionarse delante de ellos—. Lo que pasa es que… bueno. Como sabes, técnicamente mi padre debía pasearles y como yo trabajo muy de cerca con él sí que habíamos visto que lugares visitar.

—¿Tenía que venir su padre? —pregunta una vez sobre el carro.

—Pues supuestamente era mi padre, Lord Kirkland, quien le pasearía —suspira—. También creo que…

—Así que no tengo al Kirkland correcto... —le mira de reojo.

—Pues tienes al Kirkland correcto para divertirte si… la diversión convencional no es lo tuyo —sentencia sonriendo un poco con su propio chiste malo.

—¿Cuál es la diversión no convencional? —le mira, sin entender.

—¿Ir a un salón a hablar de… economía? —propone encogiéndose de hombros.

Luc parpadea un poco con eso y le mira con los ojos entrecerrados.

—Es broma, es broma —Wallace se ríe.

—Perdón, el humor inglés me resulta difícil —de todos modos sonríe diplomáticamente.

—Habló de actividades un poco menos… pues las actividades obvias. A ver, por ahora igualmente, estamos yendo a Trafalgar Square —le señala en la ventana.

—En realidad, sí me gusta hablar de economía —confiesa sonriendo de ladito.

—¿Quieres ir a una tertulia? —levanta las cejas.

—¿A Oxford? No me molestaría —se encoge de hombros.

—Conozco a varias personas en Oxford —asiente un poco impresionado de que sea esto lo que quiere.

—Supongo que... ¿fue donde estudió usted? —le sonríe.

—Sí… extraordinaria universidad —asiente de nuevo, orgulloso.

—Tal vez más adelante, si pudiera usted organizarla —propone suavemente, con su sonrisa diplomática para no pedirlo de manera evidente.

—Sí, sí, lo haré —asiente—. Háblame de tú.

—¿De mí? —parpadea.

—No, de tú. Menos formal —se ríe un poco de la confusión.

—Ah, se me hace raro eso —aprieta los ojos un poco, disculpándose.

—Oh… ¿sí? —inclina la cabeza.

—Supongo que puedo intentarlo —se encoge de hombros.

—Quizás deberías —le sonríe.

—¿Es algo cultural inglés? —intenta preguntar educadamente.

—Hace tiempo no se usa el usted —se encoge de hombros.

—Está bien, todo sea por la modernidad —suspira derrotado—. ¿Qué hay en Trafalgar Square?

—La plaza, vas a verla y te vas a caer de espaldas —le sonríe.

—¿Por? —levanta las cejas.

—Las fuentes, la columna… Mira, ahora estamos llegando —hace un gesto para que se asome.

Luc abre un poco la cortinilla y creo que es el lado incorrecto.

—Es por acá… —abre las cortinillas de su lado.

—Oh... con... permiso —se disculpa, haciendo un gesto para indicar que planea exharsele un poco encima.

Wallace se repega su asiento para dejarle mirar. Luc le mira de reojo y se acerca intentando no tocarle.

—Mira, ahí arriba está Nelson —le señala un poco sin tocarle tampoco.

—Oh —levanta la cabeza y sin poder evitarlo, acaba teniendo que sujetarse en su pierna.

Wallace le siente y se tensa un poquitín, sin moverse ni nada pero tensándose con el tacto.

—Y-Y puedes ver las fuentes —sigue hablando por rellenar el silencio.

Luc se echa para atrás ipso facto, soltándole.

—Disculpe. ¿Tal vez podríamos detener el carro? —pregunta sin mirarle, un poco incomodo.

—Sí, sí… ahora se detendrá aquí y bajaremos. Chofer! Por favor pare cuando pueda —le toca con el bastón.

—Merci —sonríe complacido.

Y ahí detienen el carro solo un poco más adelante. Wallace abre la puerta y baja delante de Luc, que se baja detrás.

—¿La ves? Es bonita… las fuentes, y… la National Gallery —gesticula un poco—. ¿Te gustan los museos?

Asiente un poco con la boca abierta.

—Caminemos un poco mientras te explico. El museo lo fundaron a mediados del siglo pasado, hay una colección importante de obra pictórica. Podríamos entrar si te gusta —hace un gesto con la mano señalando la puerta.

—¿Nos dará tiempo? —pregunta no muy convencido, porque prefería ver la ciudad primero antes que encerrarse en un museo.

—A verlo completo, no, pero sería un desperdicio estar aquí y no ver al menos un par de salas —explica Wallace—. He leído en los periódicos que adquirieron recientemente la "Cricifixion mond" de Rafael y están haciendo una exhibición especial—se hace el muy sabelotodo, aunque realmente lo vieron él y su padre hace varias semanas y habían acordado juntos llevarle.

—Ah, cuadros religiosos... uhm... ¿tal vez más adelante? —le sonríe intentando no ofenderle por la negativa.

Wallace parpadea un poco un segundo y él le sonríe.

—Vale, vale —sonríe de vuelta —. ¿Te importa caminar?

—No —Luc le sonríe.

—Espero traigas zapatos cómodos —los señala.

—Uhm... pues no para ir al campo —se los muestra y Wallace se ríe—. Quoi? No son...

—El campo está bastante lejos de aquí… y tus zapatos parecen sacados de la más lujosa de las tiendas. Lo que temo es que tampoco sirvan mucho para la lluvia —le asegura, sonriendo.

—Esperemos que no llueva entonces —hace un gesto con la cabeza y luego mira el cielo nublado valorándolo y pensando que es poco probable que no lo haga.

—Eso en London…es un poco difícil. ¿Qué tanta suerte sueles tener? —pregunta porque hablar del clima es el tema favorito de todos los ingleses.

—Digamos que... ¿no mucha? —le mira de reojo porque esa pregunta no se la esperaba.

—Entonces SEGURO llueve —hace un gesto taxativo y teatral con la mano.

—Entonces aceptaré ir al museo —aprieta los ojos y Wallace se ríe otra vez.

—Vale, mira… vamos a caminar un poco porque ahora mismo no parece estar terrible el clima y necesitas conocer la ciudad. Si vemos que empieza… me comprometo a llevarte a encerrar a un museo —propone, conciliador.

Merci —asiente con la cabeza, agradecido.

—¿Cómo…? —empieza y luego vacila un poco, guiando igualmente su andar. Luc le mira, andando a su lado—. Tengo curiosidad desde el momento que te vi. ¿Puedo preguntarte algo?

—Lo peor que puede pasar es que no le conteste.

—Suena justo —Wallace sonríe—. ¿Cómo lograste tener un puesto tan importante a tan corta edad?

—La verdad es que... Luxemburgo es un país muy pequeño con muy pocas personas y por supuesto, esta no es mi primera embajada.

—¡¿No?! ¿De verdad? Uff como quisiera ser de ahí —suspira riéndose.

—¿Por? ¿Te interesaría ser embajador? —le mira de reojo.

—¿Y salir de aquí? ¡Desde luego! —sonríe.

—No es tan divertido al principio... —no le mira.

—¿Por? Es que… aquí no… es muy difícil cualquier puesto así —suspira pasándose una mano por el pelo.

—Se echa de menos la familia y las cosas de casa —explica como si se estuviera riñendo a si mismo.

—Ufff… no creo que yo echara mucho de menos a nadie aquí —sentencia tan seguro de eso.

—¿No tiene familia? —le mira de reojo.

—Sí que tengo —Wallace suspira.

—¿Entonces? Antes me hablaba de su padre, por ejemplo —hace un gesto con la mano.

—Mientras mi padre viva, no tendré ningún puesto importante —le explica, con un tinte de resentimiento.

—Tal vez sí podría intentar hacer carrera en el extranjero, entonces —propone encogiéndose de hombros.

—El problema es que… para ser diplomático de este país también requiero que mi padre no viva —explica y le sonríe otra vez porque suena fatal cuando lo dice—. Y que mi odiosa mujer quiera venir conmigo.

—Bueno, yo fui embajador en Turquía por bastante tiempo y mi padre está vivo —le cuenta como un ejemplo.

—¡¿En Turquía?! ¿Es en serio? —levanta las cejas—. No podría tenerte más envidiaaaa. Pero tu padre se dedica a otra cosa, seguro.

—Oui. Y lo que pasa en Luxemburgo es que nadie quiere ir a Turquía.

—Aquí tendría que ir a… Botsuana o algo así, para que nadie quisiera ir y no sé si… No sé si sobreviviera solo en un lugar así —admite.

—Bueno, podría llevarse a su esposa —propone como si eso fuera algún consuelo en su caso.

—Si hay un sitio al que sé que… mi esposa no me acompañaría DEFINITIVAMENTE es a Botsuana. Lo cual hace tentador el viaje —añade, bromeando.

—¿Para qué se casó con alguien que no iría con usted? —pregunta inseguro, porque no quiere sonar metomentodo.

—Me casaron —Wallace suspira—. Pero sospecho que esa es una historia que le aburriría…

—No quisiera ser indiscreto —le disculpa por si acaso prefiere no hablar de ello.

—Nah, no es por indiscreción. En realidad todo mundo sabe que… —niega con la cabeza—. Bueno, que no me acompañaría

—Mi esposa vendrá conmigo una vez esto sea más definitivo —explica Luc.

—¿Estás felizmente casado? —pregunta sonriendo un poco.

—¿Insinúas que podría no estarlo? —levanta las cejas—. Hace veinte minutos que le conozco, Lord Kirkland, me parece excesivamente pronto para estar compartiendo sobre mi vida matrimonial.

—No, no… no. No insinúo nada. Disculpa —Wallace se sonroja y aprieta los ojos.

—Supongo que es una cuestión cultural —comenta a modo de disculpa—. Había leído que los ingleses eran bastante cerrados, pero me recuerda usted a los españoles, ¿no tendrá ancestros...?

Whaaaat? No! —Menos mal que Wallace no estaba tomando té que soltaría todo como suele hacerlo Arthur.

—¿Está seguro? Supongo que lo de ser reservados no es más que un estereotipo —propone buscando una explicación.

—Sí, sí, sí que estoy seguro —replica, muy firme, pensando en el asunto del sastre—. Y no es que no esté siendo reservado, ¡no le estoy contando ningún detalle!

—De acuerdo, de acuerdo —levanta las manos porque no esperaba una reacción tan pasional.

—Creo que a su esposa podría gustarle vivir aquí, si le gusta el bullicio y la vida rápida de una ciudad grande —intenta cambiar de tema.

—A ella le... gusta mucho el lujo y relacionarse con la alta sociedad —asiente.

—Está ciudad es perfecta para ello. Te llevare a Rules a comer y verás cómo quizás puedas llevarla ahí —propone porque es un lugar bonito y caro.

—Perfecto —sonríe.