Recomendación de hoy:
Asperger's Are Us es una docuserie que acompaña a un grupo de comedia estadounidense del mismo nombre. Son el primer grupo de comedia formado íntegramente por personas con síndrome de Asperger aunque sus programas no hacen ninguna referencia al autismo. Se puede ver en apple TV, y está disponible en YouTube para algunos países.
.
Capítulo 4 ~ Canguras y canguros bebés
.
Cuando terminamos el helado, Sebastian bosteza y se frota los ojos. Edward le ofrece otro paseo en caballito hasta el auto, y él acepta encantado. Contengo mis pasos y me deleito con la belleza de mi hijo y de este desconocido que, por culpa de un niño errante, ha dado un vuelco a mi vida.
Edward no se parece a nadie que haya conocido. No tiene miedo de lo que supone criar a un niño con autismo. Aprovechó la oportunidad de evitarle la vergüenza a Sebastian sacrificando su propio carácter. Y ahora, mientras los veo galopar despreocupadamente por el parque hacia el auto, casi me quedo sin aliento ante la alegría que brota de la boca de mi niño especial.
Cuando ambos están dentro del auto, me asomo. Seb está sentado junto a Edward y hablan de las lunas de Neptuno. No se dan cuenta de mi presencia, y me parece bien.
Edward está llenando un vacío que el padre de Sebastian ha dejado abierto de par en par y ese pensamiento hace que me salten las lágrimas. ¿Cómo puede dedicarle tanto tiempo un hombre que sólo conoce a este increíble niño desde hace tres días, cuando su propio padre no puede? Dejo escapar un suspiro frustrado y Edward se vuelve hacia mí y sonríe.
Aquí no hay lugar para la tristeza y no voy a dejar que me posea, así que le devuelvo la sonrisa.
—¿Tienes permiso para conducir, Edward? —pregunta Seb mientras nos conducen por las ajetreadas calles de Nueva York.
—Sí, la verdad es que sí.
—Entonces, ¿por qué haces que alguien lo haga? —Sebastian empieza a darle vueltas al reloj de Edward en la muñeca. Edward no se aparta ni se inmuta. Lo deja.
—No me gusta el tráfico y me frustro con facilidad. —Le dedica a Seb una sonrisa tímida.
Seb pone la mano en el hombro de Edward. —Yo también me enfado a veces. No pasa nada. Sólo eres humano. Eso es lo que me dice el señor Emmett cada vez que me enfado.
Edward asiente y coge la mano de Sebastian. —Sin embargo, he podido encontrar la manera de no enfadarme. ¿Qué tipo de cosas haces para controlarte, Seb?
Sebastian se queda pensativo un momento y sus ojos se abren de par en par. Rebusca en su bolsillo y saca una pajilla pequeña, de los que se usan en las cajitas de jugo. La acerca a la cara de Edward. —Cuando me pongo nervioso o me enfado, la saco y le doy vueltas. Antes la llevaba siempre en la mano, pero ahora sólo la uso a veces.
—¿Puedo verlo? —pregunta, y Seb lo pone vacilante en la mano de Edward.
Observo divertida cómo Edward lo hace girar un poco, me guiña un ojo y vuelve a centrar su atención en mi hijo. —Entiendo que esto te relaje.
—¿En serio? ¿No te parece raro? —pregunta nervioso.
—No, mira esto. —Edward mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca un dólar de plata.
—¡Vaya, qué genial! —grita Seb mientras frota con el dedo el metal liso.
—Cuando me estreso por el trabajo o lo que sea, lo hago rodar por mis dedos así. —Hace una demostración pasando la moneda por los dedos, y Sebastian grita de emoción.
—Es increíble, ¿puedes enseñarme a hacerlo?
—Claro. Mi padre me enseñó a hacerlo. —La desliza en la pequeña mano de Seb—. Primero empiezas con una moneda de 25 centavos y vas subiendo.
Seb sonríe ampliamente. —Entonces, ¿tendremos algo en común?
Edward asiente. —Apuesto a que tendremos más en común de lo que crees.
Le da una palmadita en la cabeza a Seb y ambos lo miramos jugar con la moneda de Edward hasta que llegamos a casa.
Edward pregunta si puede entrar y usar el baño. Mientras lo hace, yo empiezo el ritual nocturno de Sebastian. Elegimos su ropa para la mañana, se pone la pijama, se cepilla los dientes y el pelo, utiliza el sanitario y se lava las manos. Luego vuelve a su habitación, elige su cuento para la noche y yo le arropo en la cama. Me escabullo a su lado y le leo «Donde viven los monstruos».
Cuando termino, le beso las mejillas sonrosadas y le susurro «te amo», enciendo su lamparita nocturna y salgo de su habitación.
Cuando bajo, veo que Edward está esperando junto a la puerta.
—No quería irme sin decirte que he pasado una noche extraordinaria, Bella. —Respira hondo—. Sebastian tiene mucha suerte de tener una fuerte y maravillosa madre.
Me acerco a él y coloco suavemente su mano entre las mías. —Gracias, Edward, siempre es agradable oír eso, pero es innecesario. Es mi hijo y no hay nada que no haría por él.
Me dedica una tierna sonrisa. —Lo sé.
Nos quedamos en un silencio cómodo hasta que el reloj del salón da las ocho.
—¿Quieres tomar algo? —le pregunto, esperando que diga que sí—. Me encantaría hablarte del padre de Sebastian.
Sus cejas se tensan sobre sus ojos y aprieta la mandíbula. Me doy cuenta de que Edward está enfadado con el padre de Sebastian. Tengo que explicarle nuestra situación a Edward y por qué Sebastian no está seguro del amor que siente por su padre.
Asiente y nos acercamos al sofá. Sirvo una copa de vino a cada uno y nos acomodamos.
»Se llama Demetri, y no es un mal hombre, sólo que no puede soportar cómo tiene que ser la vida de Sebastian. Trabaja mucho y su trabajo lo obliga a viajar. Cuando descubrí que estaba embarazada, Demi estaba muy emocionado. Pero incluso entonces, él no estaba mucho por aquí. —Veo cómo Edward aprieta con fuerza el tallo de la copa de vino.
»Estaba en Inglaterra cuando Sebastian nació. Estaba destrozado por haberse perdido el nacimiento. Volvió a casa unos días después, y durante los primeros meses de vida de Seb fueron inseparables. Realmente sentí que Demetri sentaría cabeza y que iba a estar ahí para nuestro hijo.
—¿Están casados? —la voz de Edward es un susurro.
—No, pensé que lo haríamos en algún momento, pero a medida que Sebastian crecía empezamos a notar pequeñas cosas en él que eran diferentes. Demi no tenía tanta paciencia con él como yo. Ama mucho a Seb, pero no está hecho para esto.
Edward baja la copa con demasiada fuerza—: ¿Hecho para esto, Bella? Vaya mierda.
Me estremezco ante sus palabras; me sorprende la pasión del hombre que tengo delante. Sebastian no es más que un niño para él, y sin embargo actúa como si fuera algo más grande.
—No he dicho que esté de acuerdo. —Bajo mi copa.
—Permites su comportamiento diciéndole que es aceptable ser así. —Se inclina hacia delante y apoya los codos en las rodillas.
—¿Cuándo me has oído decir que lo acepto?
—Dices que no es un mal hombre, que simplemente está hecho así. Eso es una evasiva, una pobre excusa; tú y yo lo sabemos.
Me levanto bruscamente. —¿Por qué te importa? Para ti no es más que un niño.
La cara de Edward pasa del asombro al enfado y finalmente al dolor. —¿Sólo un niño? Es mucho más que eso. —Se levanta y se acerca.
»Para mí, es mucho más que eso. —Doy un paso atrás, pero él avanza.
»Gracias a ese niño que duerme arriba, puedo ver una vida que ojalá mi padre hubiera tenido antes. Gracias a Sebastian, he podido conocerte y he sido arrastrado a un mundo mágico que solo existe en su mente, y Dios, Bella. —Se pasa las manos por el pelo—. ¡Es un honor que me permitas verlo!
La confesión de Edward me deja sin habla. Lo miro con ojos incrédulos.
Sus ojos verdes sólo albergan sinceridad y verdad. —Edward, yo...
—No pasa nada. Siento haberme enfadado. Demetri se está perdiendo algo genial, y me gustaría poder decir que lo siento, pero no es así. Dudo que estuviera aquí si no fuera así. —Sus ojos pasan de los míos a mis labios, y sé que me estoy sonrojando.
»Lo he pasado muy bien, Bella; espero que podamos repetirlo. Eso si no te he asustado con mi comportamiento errático.
Me río entre dientes. —Estoy segura de que a Sebastian le encantaría.
Su rostro se vuelve serio y se acerca un poco más. —¿Y a su madre?
—Estoy segura de que a ella también le gustaría. —Sonrío cuando se le ilumina la cara.
Su teléfono suena y nos saca de nuestra niebla de felicidad. No aparta sus ojos de los míos mientras contesta.
—Hola, papá.
Sonrío, y el hechizo se rompe; él se desplaza hacia la izquierda, y siento frío cuando ya no está cerca de mí.
—Qué bien, te dije que le dieras una oportunidad y que te gustaría. ¿Le diste un montón de información que ella no conocía?
No sé qué le está diciendo, pero aun así me hace reír.
—¡Genial! Bien... sí, suena perfecto. Sí, dile a mamá que iré el sábado. —Se ríe bulliciosamente por algo que dice su padre—. Nunca podría faltar a la tradicional barbacoa de fin de curso de los Cullen; mamá me lastimaría.
Gira la cabeza hacia mí y parece concentrarse en algo.
»Puede que este año vaya con algunos invitados —dice, y de pronto me doy cuenta de que se refiere a mí, a nosotros.
»Bueno, genial, papá, hablamos por la mañana. Te amo.
Guarda el teléfono y se vuelve hacia mí. Me preparo para la pregunta.
»Bella, cuéntame algo.
—¿Cualquier cosa? —Me doy un golpecito en la barbilla y él sonríe juguetón—. Bien, ¿qué te parece esto? ¿Sabías que hay diecinueve tipos diferentes de sonrisas?
Niega con la cabeza. —No lo sabía, Bella.
Asiento. —Bueno, ahora ya lo sabes.
Se ríe entre dientes—: ¿Qué vas a hacer este sábado?
Me dirijo al calendario de la pared y veo que este sábado no tengo nada que hacer. Me giro bruscamente para volver con Edward, pero choco con él.
—Iba de regreso. —Suelto una risita y él se encoge de hombros.
—Entonces, ¿estás libre?
—Eso parece, ¿por qué?
—Todos los años mi madre hace una barbacoa de fin de curso. —Pone los ojos en blanco—. De todos modos, tengo que ir o me matará. ¿Les gustaría a Seb y a ti acompañarme?
—¿Tu madre está mentalmente estable? —pregunto bromeando, y él estalla en carcajadas.
—No estoy seguro —dice, aún riendo.
—Suena muy bien, nos encantaría.
Me dedica una gran sonrisa. —¡Estupendo! Te llamaré mañana con todos los detalles.
—Puedes decírmelo ahora mientras lo apunto. —No tiene sentido.
—Sí, pero ahora tengo una excusa para llamarte mañana. —Se da la vuelta y abre la puerta para salir. Antes de que se vaya, le agarro del brazo y lo detengo.
Le doy un beso rápido en la mejilla. —No necesitas una excusa, Edward.
~BoaB~
A la mañana siguiente, después de subir a Sebastian al autobús, abro mi portátil. Tengo unos cuantos mensajes de mis clientes hablándome de galas y cosas así para las que necesitan ropa.
Me aseguro de guardar la información en mi teléfono y me pongo a trabajar en eso.
Entonces veo un correo electrónico de mi jefe. El asunto dice «Nuevo cliente».
Lo abro y lo leo:
Buenos días, Bella,
Sé que me has dicho que ya no aceptas nuevos clientes debido a tu ya pesada carga de trabajo, y que necesitas el tiempo extra para Sebastian, pero este cliente preguntó específicamente por ti. Llevamos un tiempo esperando conseguirlo, ya que los círculos sociales con los que se relaciona son bastante importantes, lo que nos permite establecer una red social maravillosa.
Se llama Edward Cullen y trabaja para la Agencia Cullen-Denali. Es una agencia de publicidad, y la más popular ahora mismo. Por favor, Bella, si haces esto empezaré a buscar quién se encargue de cualquier otro cliente tuyo, sólo tienes que decirlo.
Gracias y llámame más tarde con tu respuesta.
Leí el correo electrónico unas diez veces. ¡Qué hombre tan astuto! Quiero enfadarme, pero no puedo. Se ha salido de su camino y probablemente de su zona de confort al contratar a alguien para que lo vista.
Busco mi celular y marco su número. —Agencia Cullen-Denali, ¿puedo ayudarle?
—Sí, ¿puedo hablar con Edward Cullen?
—¿Puedo preguntar quién llama?
—Soy Bella Swan.
—Espere, ha estado esperando su llamada. —Escucho la música mientras espero.
—¡Buenos días, Bella! —Suena casi insoportablemente feliz.
—Algo me dice que sabes perfectamente por qué te llamo. —No puedo evitar la sonrisa que me tira de los labios.
—Puede que sí, pero antes de contestar, escúchame. —Se aclara la garganta y yo espero—. Bien, no te estoy acosando; me di cuenta de lo que parecía después de hacerlo.
—No iba a decir eso Edward, pero ahora que lo mencionas… —Me río entre dientes.
—Bueno, ya ves que me encanta vestir bien. Soy muy particular pero mi tiempo es mínimo, y realmente me vendría bien la ayuda. Mi hermana Alice me ha ayudado en el pasado, pero suele convertirlo en un calvario nauseabundo, ¡y yo no puedo con eso!
—Estás divagando, Edward.
—Lo siento.
—¿Por qué tu hermana te viste de vez en cuando?
—Porque es mi asesora personal y confío en ella.
Dejo escapar un suspiro; lo dejo reflexionar un minuto. Sé que diré que sí.
—¿Bella? ¿Estás enfadada conmigo? —Su voz es casi infantil, sé que probablemente podría alargar esto un poco y hacerle creer que estoy molesta, pero no soy vengativa.
—Lo haré, Edward, pero tenemos que reunirnos para discutir algunas cosas relacionadas con tu estilo.
—¡SÍ! —grita, y empiezo a reírme de su teatralidad.
—Puedo pasar mañana a la hora que quieras. De hecho, voy a pasar por tu zona a dejar unos vestidos para otra cliente. ¿Te parece bien?
—Espera. —Lo oigo revolver unos papeles—. Perfecto. Estaré en la oficina hasta las dos.
—De acuerdo, haré que Norman te llame entonces. Eh, ¿puedes hablar con él para no tener problemas esta vez?
—Por supuesto. Nos vemos, Bella.
—Adiós, Edward.
~BoaB~
Mi mañana y mi tarde son agitadas. Recorro toda la ciudad, parando en casas de clientes y lugares de trabajo. El mes que viene hay un gran acto benéfico, y supongo que para conseguir el vestido o el traje perfecto hay que encargarlo con cuatro semanas de antelación.
Esta cliente mía, Victoria, es posiblemente el ser humano más horrible del planeta. No puedes complacerla, y creo que hace todo lo posible por torturarme.
—¡No quiero rosa, Bella! Queda horrible con mi pelo rojo. —Su voz es entre quejumbrosa y chillona.
—Lo sé, Vicki, llevo un año comprando para ti. —Pongo los ojos en blanco cuando no me mira.
—Quiero llamar la atención, pero no ser odiada. —Empieza a pasarme fotos de vestidos que ha recortado de revistas.
—Es imposible que seas odiada. —Intento contener el sarcasmo.
—Sí, ya lo sé. Así que nada rosa, amarillo, negro, beige o marrón. ¿Qué tal blanco o verde? —Estoy a punto de responder cuando empieza a parlotear de nuevo—. Sí, perfecto, me alegro de haberlo pensado. Elige en blanco o en verde. Haz fotos y mándamelas, y cuando decidamos el vestido, iré a probármelo.
—Como tú digas, Victoria. —Lo digo con muy poca emoción, y no pasa desapercibido.
—Sabes, una sonrisa no te mataría, Bella; quizá conseguirías una cita de vez en cuando si de verdad fingieras estar contenta. —Resopla y se va a su salón.
Pongo los ojos en blanco. Prefiero ser infeliz y fea a ser siquiera un centímetro de lo que ella es.
Después de ir a unas once tiendas y hacer foto tras foto, por fin está contenta, y puedo terminar a tiempo para encontrarme con el autobús de Sebastian.
—Hola, cariño, ¿qué tal tu día? —le pregunto mientras baja del autobús y se echa a mis brazos.
—¡Súper! —grita.
—Genial, esto merece galletas y chocolate caliente, ¿no crees?
Asiente y entramos. Se sube al banco de la cocina y habla mientras yo preparo la merienda.
—Hoy he aprendido sobre los canguros. —Lo miro mientras hojea un libro que obviamente le ha dado su profesor.
—¿Sí? Cuéntame lo que sabes. —Cojo la mezcla de cacao caliente y la sirvo en nuestras tazas a juego.
—Las canguras adultas se les llama does, flyers o jills. —Empieza a dar patadas al banco. Su entusiasmo es casi demasiado para él.
—¡Guau! Eso es supergenial.
—Lo sé, y los canguros bebé se llaman joeys. —Le pongo delante cuatro galletas de chocolate y su chocolate caliente. Me aseguro de que haya un número par de malvaviscos. Pero él los cuenta.
—La verdad es que sabía eso de las crías de canguro. —Asiento con la cabeza, casi impresionada conmigo misma.
Se ríe.—Es porque eres lista, mamá.
Me siento a su lado y mordisqueamos y bebemos en silencio. Sebastian hojea su libro y yo mi revista People.
Después de la merienda, Seb y yo repasamos sus deberes; necesita muy poca ayuda y yo casi lloro de felicidad.
Hace apenas dos años apenas entendía nada, pero estaba en una clase ordinaria en la guardería. Sacudo la cabeza desesperada por olvidar esos años horribles. Ahora está donde tiene que estar.
—Seb, hoy hablé con Edward, bueno, anoche y hoy otra vez. —Estoy divagando y sé que Seb me corregirá en cualquier momento.
—Estás divagando, mami. —Me río entre dientes.
—Lo siento, de todos modos, ¿quieres ir a una barbacoa el sábado y conocer a parte de la familia de Edward? —Golpeo nerviosamente la mesa con los dedos.
Deja de hacer los deberes y me mira. —¿Habrá mucha gente?
¡Carajo! No había pensado en eso. —En realidad, Seb, no lo sé. Sé que estarán Edward, su madre y su padre.
Sus ojos se desvían; está pensando, decidiendo. —Seb, cariño, sé sincero conmigo. No lo hagas por mí; hazlo por ti.
Él asiente. —El papá de Edward es el listo, ¿verdad?
No puedo evitar reírme. —Sí, muy listo, como tú.
Vuelve a asentir, todavía pensando. —De acuerdo, mami, podemos intentarlo. Pero ¿podemos irnos antes si es demasiado?
—Por supuesto, Seb, tú eres lo más importante. —Sonríe y continúa dibujando. Tema abandonado.
Nota de la traductora: Así que Carlisle y Sebastian se van a conocer. ¿Alguna teoría de cómo será ese encuentro?
