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As see we it (Serie de TV): Jack, Harrison y Violet, tres compañeros de cuarto que padecen autismo, se esfuerzan por conseguir y mantener sus trabajos, hacer amigos y enamorarse en un mundo que los elude. Disponible en Prime Video.
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Capítulo 5 ~ Quioscos y gomitas
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Esta mañana, cuando mi padre me llama, suena muy nervioso, y no puedo evitar preocuparme. A lo largo de los años, ha dominado sus emociones, y sólo en circunstancias extremas no puede controlarlas.
—¿Qué pasa, papá?
—Vi a la doctora Young el otro día, ¿te acuerdas?
Me acuerdo, y ahora me siento fatal por no haberle preguntado ayer cómo fue. ¿Es esta la razón por la que está molesto?
—¿Cómo te fue? —Me pongo los zapatos y me siento en el sofá. No me importa llegar tarde al trabajo; mi padre me necesita y por eso voy a estar aquí.
—Me preguntó si quería participar en un estudio. La verdad es que no quiero, pero dice que puede ayudar a otros adultos con Asperger. —Suspira, y me doy cuenta de que sus pensamientos están en una batalla encarnizada dentro de su mente brillante.
—¿Qué dice mamá? —Me sorprende que no me lo haya dicho por correo electrónico o mensaje de texto.
—Dijo lo de siempre, que hiciera lo que me pareciera más cómodo. Entiende la importancia de un estudio, pero ya sabes cómo es.
—Déjame adivinar, ¿dijo que durante toda tu vida estabas viviendo una vida que otros querían que vivieras, y que ahora era el momento de que vivieras por ti mismo?
Se ríe un poco ante mi pobre imitación de mi madre. —Más o menos, palabra por palabra, Edward.
—Tengo una idea.
—¿La tienes? —Su voz se anima un poco y espero que mi idea acabe con la tristeza que siente.
—Creo que tú, mamá y yo tenemos que sentarnos con la doctora Young y obtener más información. Quiero saber en qué consiste el estudio. Ver cuánto dura y qué tipo de pruebas se realizan. —Me paso los dedos por el pelo, nervioso.
A veces mis ideas lo ayudan y otras lo empeoran.
—Puedo pedirle a tu madre que concierte una cita si crees que esto ayudará, Edward. —Sigue teniendo una actitud derrotista, pero espero que después de que obtengamos más información se sienta mejor con cualquier decisión que tome.
—Estupendo, hazlo y dime dónde y cuándo, y allí estaré.
—¿Le pido a Alice que venga? —Mi hermana ama a mi padre, pero no lo entiende. Cada vez que ella asiste a alguna cita de él, la cosa se calienta. Cuando mi padre tuvo un dolor de estómago el año pasado que duró una semana, fue a hacerse una ecografía. A Alice no le gustó la forma en que el técnico le habló a mi padre y le aplicó una llave en la cabeza.
Hubo seguridad involucrada y más tarde una orden de restricción.
—No, no creo que sea conveniente. Puedo hablar con ella más tarde.
—De acuerdo, hijo, me parece una buena idea. Hagámoslo. —Suena mejor, pero no perfecto. Necesito oír su felicidad.
—Dime algo, papá.
—Hmm, déjame pensar. —Tararea suavemente mientras piensa. No reconozco la canción, así que debe de ser una inventada por él.
—¡Ya lo tengo! —grita emocionado—, el otro día vi un programa en la PBS y me enteré de que originalmente el algodón no sólo se cultivaba en blanco, sino también en otros colores, como marrón, óxido y morado claro.
—Vaya, eso es genial, papá.
—La verdad es que sí. Pero después de que se introdujera el procesamiento mecánico, era más fácil mantener la consistencia del color utilizando solo plantas de fibra blanca. —Me doy cuenta de que cuanto más habla, más contento se pone, y eso me alivia.
—Gracias, papá, por contármelo, en serio, nunca lo habría sabido de otro modo.
—De nada. Bueno, tengo que irme, Edward. Que tengas un buen día en el trabajo. Hablaré contigo más tarde, y luego podré verte mañana. Es sábado, ¿recuerdas?
—Sí, papá, lo sé, la barbacoa. No lo olvido, y recuerda, Bella y Sebastian irán conmigo. Los adorarás. —Realmente espero tener razón.
—Ya veremos, Edward. No soy bueno con la gente nueva.
—Bella es increíble y muy paciente. Su hijo se llama Sebastian y es muy inteligente. También tiene autismo, papá. —Lo digo despacio y en voz algo baja. Quiero que sepa lo de Seb, pero no quiero que se sienta incómodo por ello.
—Debería haber sabido que Sebastian era un niño. Quiero decir, piénsalo, si estabas en una cita con una mujer, ¿por qué habrías traído a otro hombre contigo? —Suspira—. ¿Cuántos años tiene?
—Seis, pero sinceramente, actúa como si fuera mucho mayor. Le encantan los hechos y le encanta educar a cualquiera que lo escuche.
—Es pequeño. ¿Es desordenado? —Su voz no tiene emoción. Retiene la información como si estuviera leyendo un libro. Necesita los hechos antes de decidir cómo funcionaría esto para él.
—No, en realidad, es increíblemente ordenado. Lleva trajes pequeños. Si no lleva eso, lleva algo limpio. Lleva el pelo impecable y, por lo que me ha dicho su madre, se lo lava cada dos noches y se lava las manos unas cincuenta veces al día. —Casi parece que estoy intentando venderle a Sebastian. Y en cierto modo es lo que estoy haciendo.
—Bueno, eso es bueno, al menos. Odio a los niños desordenados. Alice y tú nunca fueron desordenados.
—Lo recuerdo, y menos mal que nos criaste así. —Respiro profundo, intentando desesperadamente disipar mi nerviosismo. Me importa que a mis padres les gusten Sebastian y Bella. Pero sé que, si el sábado no resulta bien, eso pondrá una tensión enorme en cualquier relación que espero tener con Bella.
—Papá, por favor, dale una oportunidad.
—Claro que lo haré, Edward. Es sólo un niño. Si no me gusta, te lo diré. —No pretende ser insultante; su filtro no funciona como el de los demás y, por suerte, lo sé.
—Gracias, papá.
—De nada, bueno, luego hablamos, que tengas un buen día.
—Igualmente, te amo.
—Yo también te amo. —Y cuelga.
~BoaB~
Estoy sentado en mi escritorio, ocupado con el papeleo cuando Lauren me llama. —¿Sí? —Más o menos lo gruñí.
—Hay una Bella Swan en el vestíbulo; dice que tiene una cita contigo, pero no veo ninguna en la agenda.
Maldición, estaba tan absorto en mi trabajo que no me di cuenta de la hora. —Sí, hazla subir, Lauren.
—Lo haré, señor.
Rápidamente intento organizar mi escritorio, pero está claro que soy lento porque lo que parecen solo segundos después Lauren está entrando con Bella.
—Buenas tardes, Edward. —Bella lleva un sencillo traje de pantalón, pero igualmente está radiante.
—Hola, Bella, ¿cómo estás? Por favor, siéntate. —Lauren nos deja y Bella toma asiento en el sofá junto a la ventana.
—Estoy muy bien, gracias. Ahora ven y siéntate; tenemos que repasar tu perfil. —Me da una palmadita en el asiento de al lado y, en perfecta obediencia, me apresuro a sentarme.
—Normalmente les doy a mis clientes este cuestionario. —Me entrega un paquete. Lo hojeo y veo que hay más de cien preguntas.
—Esto me va a llevar una eternidad; no tengo tiempo para esto. —Sonríe y toma nuevamente el paquete.
—Me lo imaginaba, así que dime qué te gusta y qué odias. También necesito saber si eres alérgico a algún tipo de tejido o a algún producto de limpieza. —Abre un bloc de notas y me mira. Está esperando.
—¿Te apetece un café?
Niega con la cabeza. —Normalmente, me tomaría el café y charlaría contigo, pero tengo que cruzar la ciudad dentro hora y media. Así que, dese prisa, Sr. Cullen, soy una mujer ocupada. —Sonríe y juguetonamente golpea su bolígrafo en el bloc.
—De acuerdo. —Levanto las manos en señal de rendición—. No soy alérgico a nada, fin.
Se ríe entre dientes. —Bueno, eso ha sido fácil. ¿Tienes algún diseñador favorito, o al menos uno que odies?
—Me encanta Armani, pero ¿qué hombre que se precie no lo hace? Sin embargo, soy flexible. Estoy seguro de que, con sólo observarme, puedes decir que me gustan los pantalones a la altura de las caderas, no a las rodillas. Si puedes con eso, entonces estamos bien. —Le sonrío mientras me mira perpleja.
—¿Por qué me estás contratando? No te ofendas, Edward, pero lo que necesitas es sencillo. —Deja el bloc y se sienta con los brazos cruzados.
—Tiempo, no tengo tiempo. —Acerco mi cuerpo un poco más a ella.
—Pero mira esto. —Agita las manos—. Ahora mismo estamos ocupando un tiempo precioso. —Vuelve a reírse.
—Cierto, pero me gusta dedicarte tiempo. —Mi dedo roza la parte superior de su mano y ella se estremece ligeramente—. Me gustas mucho, Bella. Tienes buen gusto y ojo para los detalles. Eres perfecta para este trabajo.
Baja la mirada hacia mi mano, que descansa sobre la suya, y luego vuelve a mirar la mía. —Tú también me gustas, Edward, y te agradezco el trabajo. Solo porque para poder aceptarte pude librarme de un cliente insoportable. Pero quiero asegurarme de que realmente me contratas por mi talento y no por otras razones.
—Admitiré que no es sólo tu agudo sentido de la moda lo que me atrajo de ti para el trabajo. —Se sienta más derecha mientras continúo—. Mi tiempo es limitado y, por tanto, muy valioso para mí. Si voy a tener que probarme un traje, o subirme a un auto para reunirme contigo en algún sitio para recoger una camisa o lo que sea, entonces merecerá la pena. Conviertes los momentos libres en experiencias maravillosas y disfruto de tu compañía.
Abre mucho los ojos y se queda boquiabierta. Me alegra poder aturdirla tanto como para que guarde silencio, pero también estoy ansioso por escuchar sus pensamientos.
—Yo... Uhh... Gracias, Edward. —Es simple y extremadamente vago. Pero, tomaré lo que pueda conseguir.
—Con gusto.
Termino de responder a las preguntas de Bella y una hora más tarde se pone en camino. Le digo que la recogeré a ella y a Sebastian mañana a las diez de la mañana. Sonríe y responde que estarán listos.
~BoaB~
No dormí bien. Estuve dando vueltas en la cama toda la noche pensando en Bella. ¿La habré asustado al admitir que básicamente estoy tirando de ella en cada minuto libre que tengo? Sólo puedo esperar que no se sienta forzada a nada ni asustada de ninguna manera.
A las cinco decido levantarme y empezar a prepararme. Me doy una larga y estimulante ducha caliente, luego me visto con un polo blanco con pantalón caqui y el único par de zapatos deportivos que tengo.
A las nueve, Félix me recoge y vamos a casa de Bella. Me sorprende verla a ella y a Sebastian en su jardín. Cuando Felix entra en el estacionamiento, salgo del auto y los saludo con la mano.
—¡Hola!, ¿están listos para una comida increíble y mucha diversión? —Empiezo a caminar y veo que la cara de Sebastian se ilumina.
—¡Edward! —Grita y corre hacia mí. Me agacho y lo recojo cuando choca contra mí.
—Hola, amigo. Espero que estés de humor para divertirte.
Asiente emocionado. Me giro hacia Bella y me alivia ver una enorme sonrisa plantada en su cara.
—Buenos días, Bella, ¿lista para divertirte?
—Por supuesto, y he preparado algo. —Abre una nevera portátil y saca una tarta gigante.
—Dios mío, Bella, es enorme. —Me río por el tamaño de la cosa.
—Lo sé, no tenía que ser tan grande. Añadí demasiada agua al principio, así que necesité más mezcla para pasteles. Luego estaba demasiado seco, así que añadí más agua. Y luego así continuó el ciclo y el resultado fue esta tarta de fresa de cuatro capas. —Se encoge de hombros y ya no puedo contener la risa.
Vuelve a guardar la tarta, me da un manotazo juguetón en el brazo y se dirige al auto.
Con Sebastian abrazado a mi cuello, subimos al auto tras ella y nos dirigimos a casa de mis padres.
~BoaB~
Como mi padre desprecia el ruido y los grandes grupos de gente, compraron un terreno a las afueras de la ciudad y construyeron allí una casa. Es grande y está a un kilómetro, aproximadamente, de la autopista, en un barrio bastante tranquilo.
Me encanta ir a casa. Los únicos cambios que se hacen son flores nuevas, una mano de pintura en la casa y, recientemente, un nuevo quiosco que diseñó mi padre.
Es extraordinario; tiene una forma de cerrarse para que puedas sentarte allí por la noche y no te ataquen los bichos. Naturalmente, la iluminación interior funciona con energía solar. Es el quiosco más extravagante que he visto nunca.
Sebastian sólo sale del auto cuando Bella y yo nos alejamos. Se aferra a su madre como a un salvavidas, y enseguida me preocupa que haya sido una mala idea.
Se abre la puerta principal y mi madre sale con una gran sonrisa y saltando los escalones.
—Hola, mamá —le digo mientras la abrazo. Me besa la mejilla, pero la noto distraída. Está mirando a Sebastian, que va medio detrás de Bella.
—Hola, cariño. —Da un paso hacia ellos y se pone de rodillas—. Me llamo Esme, pero puedes llamarme como te sientas más cómodo. —Mira a Bella e intercambian una cálida sonrisa.
»Mi hijo Edward me ha dicho que te llamas Sebastian. ¿Sabías que tu nombre significa honrado? —Eso le llama la atención y se asoma por detrás de la espalda de Bella.
Mi madre vuelve a sonreír y le tiende la mano. —¿Quieres darme la mano?
Seb mira de la mano a la cara y luego a Bella. —Adelante, Seb. —Bella intenta animarlo.
Él sale lentamente y a paso de tortuga camina hacia mi madre. Ella mantiene todo el tiempo la mano tendida.
Finalmente, después de una eternidad, él desliza su pequeña mano en la de ella. —Hola —susurra.
—Ya nos conocemos, ¿y sabes qué significa eso? —pregunta mi madre en tono jovial.
Él niega con la cabeza.
—Significa que eres libre de ir y venir cuando quieras. Mi casa está abierta para ti, Sebastian. Así que diviértete y siéntete como en tu casa.
Sebastian le dedica una sonrisa de felicidad a mi madre y procede a tirar de Bella hacia la casa.
—Gracias, mamá —le susurro al oído y le beso la mejilla.
Mientras entramos, miro a mi alrededor en busca de mi padre.
»¿Dónde está papá? —Mi madre señala fuera.
—En el quiosco.
Debería haber sabido que se escondería de una nueva compañía. Asiento con la cabeza y salgo. Está encorvado sobre una mata de crisantemos. —¡Hola, papá!
Se gira y su cara pasa de la concentración al terror. —No te preocupes, Bella y Sebastian están adentro. ¿Qué haces?
—Hola, Edward, estoy plantando estos crisantemos para tu madre. —Se ríe por el humor de la afirmación—. Alice llegará pronto y quería que viera el jardín terminado. —Vuelve a centrar su atención en la tarea que tiene entre manos.
Me acerco y me siento a su lado. —¿Sabes?, mamá estaría bien si esperaras hasta mañana.
Se encoge de hombros. —Tal vez.
—Esto es evasión, simple y llanamente. —Le pongo suavemente la mano en el hombro y él se vuelve hacia mí.
—No soy bueno con la gente, Edward. No les caigo bien y entonces me siento estúpido y me duele el estómago. Es mejor para todos que me dedique a lo mío. —Su voz se quiebra, y el dolor en sus ojos es evidente.
—Sebastian también tiene miedo de conocerte. Mamá tuvo que hacer todo lo posible para apartarlo de Bella. ¿Y Bella? Es increíble; tienes que intentar confiar en mí. —Le aprieto el hombro.
Sus ojos se detienen en las fragantes flores. Las mueve un poco más y al final las deja en el suelo. —Muy bien, Edward, sólo espero no avergonzarte.
—Nunca me avergüenzas, papá, y Bella y Seb no te verán como los demás. ¿De verdad crees que traería aquí a alguien que te haría sentir estúpido?
Sacude la cabeza.
—Bien, porque eres el hombre más increíble que he conocido. Eres brillante y el mejor padre que cualquier hijo podría pedir.
Deja caer la cabeza y respira hondo antes de envolverme en un abrazo enorme. Casi me deja sin aliento. Cuando se separa, sonríe y sigue hacia la casa.
Mi padre y yo nos quedamos en la puerta de la cocina, viendo cómo Bella y Sebastian ayudan a mi madre a preparar la comida para los invitados que faltan.
Bella está cortando zanahorias y poniéndolas en la ensalada. Sebastian está decorando un pastel, que mi madre horneó, con una habilidad y una precisión asombrosas, y mi madre está poniendo con cuidado la guarnición de su famosa ensalada de macarrones. Miro a mi padre y me doy cuenta de que observa atentamente lo que tiene delante.
Bella y Seb son nuevos, y él no está seguro de cómo se siente al respecto. —¿Quieres ir a saludar? —le susurro.
Asiente y entra con cuidado. Esme lo ve primero y le dirige a mi padre una mirada alentadora. Luego Bella se gira y lo ve, pero le presta poca atención. Entiende muy bien cómo se siente. Preocuparse por él empeoraría toda esta transición. Me mira y yo le guiño un ojo. Suelta una risita y se sonroja.
Sebastian no se da cuenta de lo que le rodea. Está demasiado ocupado colocando gomitas en la tarta con perfección. Carlisle se pone prácticamente de puntillas hacia él. Está medio detrás de él y medio a su lado. Sebastian se gira un poco y se fija en mi padre.
Sonríe rápidamente, pero vuelve a su decoración. Mi padre lo observa un poco más.
Un minuto después, se sienta en la silla junto a Sebastian y se queda mirando en silencio.
Los dos están concentrados en la tarta y no el uno en el otro. —Las gomitas son mis favoritas —dice mi padre sobre todo para sí mismo.
—Las rojas son las mejores —responde Sebastián, pero ninguno de los dos se mira.
—Yo prefiero las moradas. —Mi padre coge una gomita de la tarta y se la mete en la boca. Mis ojos se abren de par en par, pensando que Sebastian se va a volver loco, pero se limita a recolocar el caramelo como si no hubiera pasado nada.
—Al menos sé que no te comerás las rojas, entonces. —Sebastian se mete una roja en la boca y Carlisle se ríe.
—No he dicho que no me gusten las rojas, sólo que prefiero las moradas. —Se mete otra en la boca.
Sebastian se encoge de hombros. —Sí, es verdad, eso es lo que dijiste.
En ese momento, mi madre, Bella y yo estamos absortos en el espectáculo que tenemos ante nosotros. Nadie habla, excepto Sebastian y Carlisle.
—Es una tarta de limón. —Sebastian empieza a limpiar los bordes del plato con una toalla de papel.
—Lo sé, Esme siempre me la hace, es mi favorita. —Mi padre coge una gomita verde de un lado del plato y canturrea mientras se la come.
Sebastián suelta una risita. —Te gustan mucho, ¿eh? Bueno, la decoré yo; ¿te gusta? —Se la acerca a mi padre.
Carlisle la mira de cerca; Sebastian se le queda mirando, esperando. —Está perfectamente decorada.
—Sí. Cada gomita tiene un centímetro de separación; así, cuando lo cortes, todos recibirán la misma cantidad de gomitas, y nadie se peleará por ellas. —Sebastián sonríe, y mi papá se la devuelve.
—Muy listo, debes de ser un gran estudiante en el colegio. —Aparta el pastel de sí y continúa hablando con Seb.
—Oh, lo soy, soy el más listo. —Seb pone las manos delante y presta toda su atención a mi padre.
—¿De verdad? Sabes, cuando estaba en el colegio, yo también era el más listo.
—Vaya, eso fue hace mucho tiempo. ¿Sacabas sobresalientes y 100 y esas cosas? —Seb empieza a sacudir el pie en la silla.
—Sí, y me encantaba hacer los créditos extras porque normalmente eran sobre cualquier cosa que yo quisiera.
—Eso es genial; yo no tengo créditos extras todavía, pero tal vez algún día cuando ya no esté en una escuela especial.
—¿Una escuela especial? —pregunta mi padre, que parece inmensamente interesado en este chico asombroso que está sentado ante él.
—Sí, es un lugar donde hay niños como yo.
—¿Niños como tú?, ¿cómo es eso?
—Mamá dice que soy especial porque tengo Asperger; significa que soy más que increíble. ¿Sabes lo que es el Asperger?
Mi padre asiente. —La verdad es que sí, porque yo también tengo Asperger.
Sebastian abre los ojos y se queda boquiabierto. —Vaya, ¿eres tan increíble como yo?
Mi padre se ríe y se encoge de hombros. —Supongo, ¿crees que lo soy?
Sebastián asiente. —Sí, porque te gustan las gomitas y el limón. Son lo mejor. Seguro que solo a la gente como nosotros le gustan esas cosas.
Bella se tapa la boca con la mano para acallar un gemido, pero la solitaria lágrima que resbala por su mejilla no pasa desapercibida. Me acerco a ella y la rodeo con el brazo. Ella inclina la cabeza y la apoya en mi pecho.
Tengo la sensación de que hoy va a ser un buen día.
~BoaB~
Nota de la autora: Solo una pequeña nota para los curiosos. No hay dos personas dentro del espectro autista completamente iguales. Sebastian tiene seis años. Cumplirá siete la semana que viene, en Halloween. Es inteligente, artístico y académicamente avanzado. Sin embargo, socialmente tiene muchas carencias.
Sólo quiero repetir que Seb es idéntico a mi propio hijo. Escribir sobre él es una alegría porque puedo acercarlos a mi hijo.
Nota de la traductora: Mi hijo también está diagnosticado con Asperger, o como lo llama ahora la OMS: Trastorno del Espectro Autista (TEA) en donde cada persona tiene su propia clasificación, porque como lo dice la autora en su nota, nadie es igual a otro.
