C. 8 La tienda de empeños

Draco abre la puerta de la sastrería y se acerca al dependiente, que ya de entrada ni se molesta en disimular su desagrado al verle.

"Buenos días, venía a devolver este traje."

"¿Trae el resguardo?" Pregunta el señor secamente.

"Si, aquí tiene."

Lo observa durante más tiempo del necesario. Se va a su libro a comprobar los datos, también sin prisa. Draco mira su reloj con discreción. Levanta una ceja y espera. Coloca el traje en el mostrador.

"De acuerdo, veamos" dice finalmente el dependiente.

Saca el traje de la funda con un movimiento de la varita y lo deja suspendido en el aire.

Si ha estado 10 minutos mirando el justificante…

Y efectivamente. Con varios movimientos de varita lo va moviendo, cambiando de posición y finalmente se detiene en la manga de la chaqueta.

"Aquí tiene un agujero" dice mirando la tela muy de cerca.

"¿Qué? Es imposible, tuve todo el cuidado del mundo."

El sastre le mira. "Pues el agujero está aquí igualmente." Dice con tono de 'y a mi qué me cuentas?'

"En cualquier caso, es un traje de alquiler, ese tipo de cosas pasan. Se repara y punto."

"¿Cree que es tan sencillo? Porque ya le informo de que no. Una reparación en una prenda de estas calidades no debe tomarse a la ligera. Este tejido tiene un tratamiento especial que solo pueden llevar a cabo profesionales. Y desgraciadamente eso conlleva un coste que debe pagar usted."

A Draco se le va el poco color que le queda en la cara. "Qué?! A mi? ¡Es su mercancía!"

"Y usted la ha dañado."

Draco resopla, harto de estar ahí aguantando a ese tipo. "De acuerdo, ¿cuánto es?"

"Hmmm, mínimo quinientos galeones." Dice el dependiente con ojo crítico.

"Está usted loco!? ¡Ni siquiera uno nuevo cuesta quinientos galeones!"

"¿De verdad? Pues vaya y consígalo. Compre uno nuevo y cambielo por este."

Draco mira el traje desesperado. Dónde va a conseguir ahora un traje así? ¡Igual! Y sin tener ni veinte galeones en el bolsillo ahora mismo.

"Esto es una locura." Dice Draco preparándose para sacar la varita y echarle cualquier maldición a ese estúpido timador. Pero en ese momento la puerta de la tienda se abre.

"Buenos días." Dice la voz grave y firme de Harry.