Final imaginario del siglo XIX

En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.

OOOOO

-¿C-Cómo es posible? - cuestionó Bak, aturdido. - Según los registros de Bookman, Neah y Mana Walker fueron asesinados por Tyki Mikk, Lulubell y el Conde del milenio.

-Nuestros conocimientos en conjuros nos permitió separar nuestras almas en varios fragmentos. - explicó Allen, teniendo, al igual que Megumi, sus ojos de color ámbar.

Komui y Bak supieron de inmediato que se trataba de Neah Walker.

-Dos de ellos, los colocamos en dos cubos negros, combinándolos con dos trozos de inocencia. Esos trozos, fueron colocados en los corazones de Megumi y Allen. - hizo una pausa. - Gracias a eso, nosotros podemos volver al mundo físico cuando queramos.

-Estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para asegurar la victoria de la orden oscura, y vengarnos del Conde del milenio. - agregó Mana, a través de los labios de Megumi. - Ustedes háganlo también.

-¡Por favor, señor Komui! - gritó Allen de pronto, moviéndose como gusano sobre el colchón de la cama. - ¡Nos morimos de hambre!

-¡Por favor! - suplicó Megumi, dando patadas y derramando lágrimas en forma de cascada.

Los adultos intercambiaron unas miradas pálidas, asombrados por haberse comunicado con dos personas muertas.

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Después de darse un gran festín en la cafetería; cortesía de Jessica, los ladrones, Komui y Bak, se encaminaron a la habitación de Lenalee.

Kagome se cubrió el rostro con sus manos, al verla conectada a una máquina que le medía el pulso. InuYasha y Allen también se quedaron helados con su imagen de bella durmiente.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que la vieron sonreír, sosteniendo una bandeja con tazas de café?

Pero, sin duda, quien se llevó la peor parte, fue Komui. Arrastrando los pies hasta la orilla derecha de la cama, para desplomarse de rodillas y agachar la cabeza.

Sabía que su querida hermanita se había arriesgado demasiado, al permitir que algo tan misterioso, como un objeto hecho de cristal, se fusionara con su corazón.

Megumi lo vio compungida. ¿Así se veía Susan cuando se enteró que estaba en coma?

Apartando ese pensamiento, se acercó al líder de los ladrones y lo reconfortó, poniendo su mano izquierda en su hombro derecho.

Bak hizo lo mismo, completamente arrepentido de no haber hecho más. De no haber sido, el hechicero líder del clan Chang que se supone debía ser.

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Bookman dejó a Reever y a los demás; conversando sobre Suman, para dirigirse a la enfermería. Al abrir la puerta, vio a su nieto, con la cabeza apoyada en el respaldo de la silla.

Luego de una noche tan larga y agotadora como lo era esa, comprendía porque se había quedado dormido. Acercándose y zarandeándolo de su pierna derecha, lo despertó, haciendo que se inclinara hacia adelante y estirara los brazos.

-¿Cuánto tiempo ha pasado? - cuestionó, volteando hacia Umiko, acostada y dormida en la cama frente a él.

-Unos minutos. - respondió el anciano. - Cuando se fueron, ocurrió un milagro. La señorita Megumi y Allen Walker regresaron.

Lavi lo vio atónito.

-Tenían puestas unas capas extrañas, como si sus poderes hubieran evolucionado. Pero eso no me corresponde decirlo a mí. Sino a Hevlaska.

En eso, escucharon un quejido. La joven de largo cabello violeta despertó, observando a sus acompañantes con ojos tristes y apagados.

-Lavi... - lo llamó, angustiada. - ¿Lo que vimos fue una pesadilla?

FFFFF

-¡Les encargo a mi hermana!

FFFFF

-Bruno. Mi hermano... está bien, ¿Verdad? - hizo una pausa, apretando los puños. - No fue asesinado por Tyki Mikk. - una lágrima se escapó de su ojo derecho, rompiendo más el corazón del pelirrojo. - Ese tonto... - se inclinó hacia adelante y sollozó. - ...siempre se sacrificaba por mí. Lo hizo en el hospital, lo hizo cuando escapamos... ¡Y ahora...!

Sin soportarlo más, Umiko comenzó a llorar de nuevo. Lavi se sentó en la orilla derecha de la cama y la refugió en sus brazos y en su pecho, apoyando su mentón en su cabeza.

-Abuelo... - lo llamó en sus pensamientos, abrazando con más fuerza a la menor. - ...las cruces que han dejado esta guerra santa, se han vuelto muy pesadas de llevar.

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Transcurrida media hora, Megumi abrió un nuevo portal hacia la orden oscura. Kanda y Sesshomaru irían con ellos, mientras que la cazadora Hitomiko; encargándole la tarea a la guardiana, de devolverle el trozo de inocencia que llevaba consigo a Hevlaska, se quedaría unos días más, acompañando a Komui.

Reever, al enterarse de eso, por una llamada que Bak realizó desde la sede fantasma, comenzó a quejarse, al mismo tiempo que Tap y Russell lo felicitaban, dándole palmadas en la espalda que lo hacían enojarse más.

Johnny intentaba sonreír. Pero con la noticia de Suman, tan reciente en su memoria, le costaba trabajo. Allen fue el único que se percató de ello, sintiéndose mal, aun si escuchaba las fuertes risas de sus amigos y compañeros.

Después de cruzar el portal, Megumi se encaminó de inmediato a la parte subterránea de la torre, rezando para sus adentros, que el resto de la noche todos pudieran descansar.

De pronto, sintió una mano sujetarle la muñeca izquierda, haciéndola voltear. Allen la miraba con tristeza y... como si quisiera pedirle un favor. Ella, entendiéndolo a pesar de su silencio, lo tomó de su mano.

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-Bienvenidos. - los saludó la guardiana de la inocencia, viéndolos parados en el elevador triangular, después de salir de la oscuridad.

Megumi le extendió el trozo de inocencia hallado por la cazadora Hitomiko, por lo que acercó sus brillantes zarcillos y lo guardó en su interior.

-Con este, ya son 101.

Los menores asintieron, teniendo la intención de accionar la palanca que los llevaría de vuelta a los pisos superiores. Megumi moría por dormir en su cama y Allen deseaba perderse un rato en los pasillos. No obstante...

-Esperen, por favor. - ...Hevlaska los detuvo, confundiéndolos. - Si me lo permiten, quisiera examinarlos.

-C-Claro... - musitó la joven.

Los zarcillos de la guardiana de la inocencia se aproximaron a la plataforma, envolviendo con cuidado a los chicos.

-El destructor del tiempo y la selladora de la muerte han nacido. - concluyó Hevlaska, dejándolos de nuevo en el suelo del elevador.

-¿A qué te refieres? - cuestionó Allen.

-Neah y Mana Walker creían tanto en la leyenda de estas dos entidades, que decidieron darles vida, a través de ustedes. - impresionados por sus palabras, intercambiaron una mirada. - Los cristales que guardan en sus corazones, le devolverán la luz a este mundo, al terminar con la era de oscuridad hecha por el Conde del milenio y la familia de Noé.

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En una habitación oscura, varios Esqueletos; hechiceros con poderes oscuros que trabajan para el Conde del milenio y la familia de Noé, se encontraban tirados en el piso. La mayoría estaban muertos, teniendo agujeros en sus cráneos azules o en sus trajes negros. Uno de ellos arrastraba a otro, el cual, estaba en la delicada línea entre la vida y la muerte, siendo incapaz de defenderse, contratacar o pedir ayuda a sus superiores.

-¿Q-Qué pretendes? - le preguntó.

El Esqueleto que lo arrastraba no respondió. Llegando a una gran pantalla, acompañada por un tablero de control, presionó unos botones; con símbolos de hechicería oscura, abriendo varias puertas escondidas en las paredes. De una de ellas, salió Timcanpy, volando hacia el Esqueleto de pie y posándose en su hombro izquierdo.

-Bruno está muerto, he...

El Esqueleto moribundo se carcajeó.

-¡Finalmente el amo Tyki entró en razón y se deshizo de esa escoria!

Al escuchar aquello, el Esqueleto de pie le disparó tres veces con una pistola. Lo arrojó al suelo y presionó con fuerza un último botón en el tablero.

-Lamento que nuestro encuentro sea tan corto, Tim. - el Esqueleto lo sostuvo en la palma de su mano izquierda. - Pero es necesario que vuelvas con mis estúpidos aprendices.

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-3 días después-.

-¡Señor Russell!

Alguien tocó la puerta de su desordenada oficina, dedicándole una sonrisa.

-¡Ah, Megumi! - exclamó, devolviéndole el gesto, mientras cargaba una caja en sus manos.

Dejándola sobre una mesa cercana, volteó de un lado a otro, buscando un sobre de gran importancia. Cuando lo encontró, se lo entregó a la joven, quien le dio las gracias con una reverencia, antes de correr por el pasillo.

Llegando al vestíbulo, se encontró con Umiko. Apoyando su espalda en la pared, parada, miraba seriamente el techo. Sus ojos violetas eran protegidos por sus enormes anteojos circulares. Y en su brazo derecho, reposaba su brazalete durmiente. Su gabardina negra la tenía colocada en los hombros.

Notando su presencia, se separó de la pared y la reverenció con una pequeña sonrisa. Megumi le devolvió el saludo, pidiéndole que la siguiera al exterior. El día era soleado. Con muchas nubes en un cielo que, por momentos, pasaba de ser azul a gris brillante.

Internándose en un campo abierto, caminaron hacia un gran árbol. Umiko lo reconoció al instante, ya que se trataba del sitio donde Megumi había colocado dos cruces, a la memoria de su hermana menor y al prometido de esta.

Arrodillándose frente a ellos, la guardiana le entregó el sobre en sus manos. Lo abrió con temor y dudas, empezando a temblar, una vez que vio los detalles impecables, tallados en la cruz.

Sollozó. Abrazó un momento el objeto y luego, lo puso junto a la cruz que le correspondía a Alan, moviendo la tierra con sus manos.

Se quedaron en silencio por un rato, observando las dedicatorias a sus seres queridos y sintiendo el viento que pasaba a su alrededor.

-Toda su vida se la pasó protegiéndome. - habló Umiko de pronto, aferrándose a su abrigo negro. - Y yo... aunque siempre quise devolverle esos favores, jamás lo conseguí.

Megumi la vio con tristeza. Había escuchado por parte de Komui y Bak, que, tanto ella como Bruno, su hermano mayor, fueron víctimas de los experimentos de la familia de Noé, luego de quedarse huérfanos por culpa de un Akuma. Al enterarse de eso, no pudo evitar hacer una conexión, entre su pasado con el de Kanda. Apretó los puños sobre su regazo y volteó hacia las cruces hechas por el pequeño Jean.

-Puedes hacerlo ahora. - dijo seriamente, llamando su atención. - Viviendo por él, por tus padres... - del interior de su gabardina, sacó una cruz, un poco más grande que las de Susan, Alan y Bruno, y la enterró detrás, juntándola con las raíces del gran árbol. - ...por todos esos niños que la orden oscura y la familia de Noé, han matado durante estos últimos 50 años. - regresando a su lugar, parpadeó y agachó la cabeza. - Es difícil, pero no imposible.

Umiko suavizó más su expresión, guardando pequeñas lágrimas en sus ojos violetas. Cuando se tranquilizó en la enfermería, Bookman le contó cómo fue que Megumi se había convertido en la guardiana dimensional.

Por el sacrificio de su padre.

Sabía, tanto como ella, el dolor de perder a un ser querido en esas circunstancias. Con el peligro acechando y, siendo alguien insignificante, no poder hacer nada, más que esconderse, huir, llorar.

O, desaparecer y jamás volver.

Derramando una lágrima, volteó la mirada de la joven hacia las cruces.

-Gracias.

Esa palabra, saliendo de sus labios, la sorprendió tanto que no dudó en girar hacia ella.

-Por la cruz para mi hermano y... - sonrió un poco, aunque las lágrimas siguieran saliendo de sus ojos. - ...por hacerme compañía.

Megumi asintió, permaneciendo seria. No podía sonreír. Ni siquiera para consolarla. Un sacrificio no se toma tan a la ligera. Estaba muy consciente de eso, no solo por Neah, sino también por ella misma, al haber arriesgado su vida, y la de Shippo, para que el Conde del milenio no renaciera.

Dejarlo sellado, fue la voluntad de su padre y así tenía que quedarse, hasta encontrar la manera de destruirlo y librar al mundo de la oscuridad. Pero ahora no lo haría sola. Contaba con el apoyo de Allen, de InuYasha y de las demás personas que formaban parte de la orden oscura.

De pronto, escucharon un estruendo fuerte, seguido por una explosión. Al instante, se levantaron y corrieron hacia la entrada de la gran torre. InuYasha, Allen y Kanda apuntaban con sus armas a un Akuma.

-¡N-NO ME LASTIMEN! - exclamó la gran criatura amarilla y blanca, con sus manos a la altura de su cabeza. - ¡VENGO EN SON DE PAZ!

-¡Si, como no! - dijo InuYasha, moviendo su espada hacia arriba.

El Akuma tembló y lloró, cubriéndose con sus brazos para recibir el golpe. Sin embargo, este nunca llegó, moviéndose con cautela. Los ladrones, asombrados, observaban algo que se había colocado en su cabeza.

-¿Tim? - musitó Megumi, confundida.

Fin del capítulo.