Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es MeilleurCafe, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to MeilleurCafe. I'm only translating with her permission.


Capítulo 4

—¿Cuántas camisetas de los Knicks tienes, de todos modos? —preguntó Bella.

—¿Retiradas, o de servicio?

—En total. Cada una que alguna vez ha estado de servicio.

—Mmm… —Edward se mantuvo en silencio por un momento, meciéndose mientras el metro avanzaba por las vías. Él lucía sumido en sus pensamientos—. Mi mamá diría cientas, pero tiene una tendencia a exagerar. Diría que alrededor de cincuenta.

Bella lo miró de soslayo.

—¿Eso es todo?

—Sí… no. Probablemente sean casi setenta y cinco. He estado coleccionándolas desde que era un niño. Guardé las que ya no me quedan. Se encuentran en el sótano de mis padres.

—¿No ocupan mucho espacio?

—Eso depende de a quién le preguntes. Las camisetas ocupan quizás un pequeño rincón. Junto con otras cosas —enmendró—. Al hablar con mi mamá, uno pensaría que administro un depósito allí abajo.

—Una cosa resalta de lo que dijiste —notó Bella—. ¿Qué son las otras cosas?

—No muchas cosas. Algunos libros. Los álbumes menos importantes de mi colección de vinilos que no necesito conmigo en mi apartamento, pero jamás, jamás deberían ser desechados, no importa la cantidad de veces que Ma me recuerda que puedo conseguirlos en iTunes y tengo que decirle que ese no es el punto. Tienes que guardar un vinilo.

—¿Y?

—Eso es prácticamente todo. Oh, y mis videocasetes. Los voy a convertir; tengo varias cosas increíbles grabadas. Además, mi viejo juego de baloncesto, el cual llevaré a mi apartamento ni bien tenga la oportunidad.

—Ajá.

—¿Ajá, qué?

—Parece que son más que solo unas camisetas.

—¿Mi mamá te incitó a hacer esto? —Ellos habían salido de la estación en la octava avenida y se dirigían hacia los embarcaderos. El barrio de Meatpacking District se encontraba bastante tranquilo en esos momentos; la hora pico se había calmado, y la vida nocturna aún no se había puesto en marcha.

—Ni siquiera conozco a tu madre.

—Sí, y necesitamos cambiar eso. —Edward jaló de su mano para dejar de caminar—. He querido preguntarte. Mis padres tendrán una fiesta este fin de semana por el Cuatro de Julio. Mi prima Kate, ella es la hija de mi tía Maggie, también se irá a estudiar a Irlanda por un año. Así que es una barbacoa por la festividad y una fiesta de despedida. —Él inhaló—. Ven conmigo. Me encantaría que estuvieras allí.

—¿En serio? —Bella parecía muy emocionada por la invitación que Edward sintió su corazón volar.

—En serio. No que mi mamá me esté insistiendo que te llevara o algo. —Él puso los ojos en blanco—. De verdad, quiero que te conozcan. —Entonces, vaciló y frunció sus labios—. Aunque no estoy muy seguro de si quieres conocerlos.

Edward estaba imaginando a Bella en medio de alrededor de cincuenta de sus familiares más cercanos, los cuales casi todos eran extremadamente extrovertidos. Mucha sangre irlandesa en ambas partes creaba una maravillosa hospitalidad, pero también un gregarismo uniforme que podría ser abrumador para alguien tan tímida. Él tendría que asegurarse de que nadie la hiciera sentir incómoda, lo cual quería decir que debía mantenerla a su lado por casi toda la fiesta. Eso no era exactamente una carga.

—¡Por supuesto que quiero conocerlos! —Bella sentía curiosidad con su familia. Ella había estado esperando que la invitara pronto, a pesar que solo habían estado saliendo por un par de semanas. Se sentía natural dar ese siguiente paso ahora.

Justo en los talones de su felicidad se encontraba una preocupación familiar y molesta, del tipo que ella solía tener todo el tiempo.

—¿Qué pasa? —Edward la miraba con detenimiento. Él había visto el repentino ceño fruncido ensombrecer su expresión.

—Nada.

—Eso no es nada. Luces alterada, o algo.

Ella puso una cara, incapaz de admitir lo que había en su mente.

—Estoy preocupada de que no les agrade.

—Por supuesto que sí.

Esperaba una respuesta diferente aquí.

—Eso no ayuda, Edward.

—Isabella. —Él dejó caer el balón entre sus pies y la sostuvo de los hombros—. No lo quise decir así. Supuse que te sentirías un poco cohibida. Así que, primero, no te preocupes, porque mis padres te van a amar.

»—Y segundo, tienes la idea equivocada sobre ti. Esa voz que te dice que esa mierda te está dando mala información. No, peor… te está mintiendo. Y sigues escuchando. Tienes que parar.

Él inclinó la cabeza y la miró con cuidado, como si estuviera tratando de comunicar algo cuando las palabras no eran suficientes.

—Es imposible que no le agrades a alguien. Sabía eso antes de que siquiera nos conociéramos, lo escuché de nuestros amigos. Y entonces lo vi por mí mismo. Te importan las personas. Eres inteligente, pero no el tipo de inteligente que es molesto y lo usas en contra de todos los demás todo el tiempo. —Él bajó la voz a un susurro contundente—. Eres buena. Ya es hora que creas eso sobre ti misma.

Bella sintió la ansiedad en su vientre desarmarse y aflojarse.

—Bueno, me vendría bien que alguien me lo recordara. ¿Quieres el trabajo? —preguntó, sonriendo un poco.

Él besó su frente.

—Creía que nunca lo pedirías. —Entonces, más seriamente—. Nena, ¿por qué crees que eres menos? Porque, honestamente, puedo pensar en muchas personas que tienen muy buena estima sobre sí mismos, quienes no deberían. No puedo pensar en alguien que merezca ser la reina del baile más que tú, pero tú estás segura que nadie te pedirá ir.

Estaban caminando por la calle 14 Oeste, abriéndose camino hacia el río Hudson. Dos mujeres jóvenes con faldas cortas y estampado animal pasaron por su lado en la acera, más cerca de Edward de lo necesario. Él educadamente giró a un costado e ignoró sus miradas insinuantes.

—Siempre me he sentido como el tipo de chica que nunca causa una buena impresión en nadie —confesó Bella.

Edward la detuvo de nuevo.

—Oye. Has causado una buena impresión en —dijo firmemente—. Y por mucho que me gustaría decirte que es suficiente y que nadie más importa ahora, porque ¿quién podría ser más importante que yo…? —Él llevó una mano sobre su pecho en un gesto dramático, y Bella rio. Cuando él bromeaba, su acento neoyorquino se soltaba mucho—. Ambos sabemos que eso no es verdad.

Su tono se suavizó de nuevo.

—Tienes mucho qué ofrecer. Si nadie más ve eso, es su problema. —Él llevó un mechón de su cabello por detrás de su hombro—. Sé que creer eso es más fácil decirlo que hacerlo.

Sus ojos verdes estaban brillando intensamente. Bella sentía que él sabía cómo se sentía ella; era como si él percibía su mezcla de inseguridad e independencia, y era la razón por la que ella estaba sintiéndose más cómoda con él cada vez que estaban juntos. Ser un libro abierto con él no la hacía sentirse amenazada. Ella se sentía segura—protegida incluso.

Por supuesto, ella seguía preocupada por la impresión que ella dejaría en su familia. Edward probablemente nunca tendría problemas si —cuando— llegara su momento de conocer a los Swan. Bella sabía que si ella inesperadamente llegaba a su casa en Forks mañana con Edward a su lado, él encantaría a Charlie y a Renée hasta la luna y de regreso. Ellos lo adorarían.

Bella creía que la simpatía de Edward simplemente venía naturalmente para él. Ella amaba que él fuera tan relajado con todos. Él finalmente había conocido a Angela esa noche cuando pasó a recoger a Bella por el apartamento. Edward llegó luciendo dulcemente tímido, pero una vez que se enteró que el novio de Angela vivía del otro lado del Hudson en Hoboken, comenzó a contar una historia sobre pasar un largo día de San Patricio paseando de bar en bar a lo largo de la calle Washington con amigos. Angela conocía casi todos los lugares que él mencionó, y ella y Edward se rieron de cómo Hoboken atraía a los bebedores menos experimentados en una de las noches más grandes para beber del año.

Mientras ella y Edward se retiraban, Angela le dio a Bella una enorme sonrisa y un pulgar arriba con entusiasmo a espaldas de él. Déjaselo a él para que ganara inmediatamente a Angela y la tuviera hablando como si se hubieran conocido por años.

Bella supuso que ella debió haber estado ausente el día que el don de la charla casual fue entregado. Ella prefería una conversación con más profundidad, aunque para poder llegar allí, tenías que comenzar con una charla casual. Bella podía ir por lo casual cuando se trataba de ropa o comida, pero no interacciones. Ella gravitaba hacia las personas que entendían eso de ella.

Ella sonrió para sí misma mientras Edward mantenía la puerta abierta para el centro deportivo. Sería divertido hablar con Angela sobre Edward desde ahora. El novio de Angela, Ben, pasaba mucho tiempo en su apartamento, y cuando él no estaba allí, Angela a menudo hablaba de él. Bella tenía ganas de regocijarse ahora que finalmente tenía algo —alguien— suyo para contribuir a la conversación. Pero más que eso, que Angela aprobara a significaba mucho para ella.

Iban un poco tarde cuando llegaron, y Emmett y Jasper estaban precalentando con otros tres hombres de su bufete de abogados. Jasper driblaba el balón lentamente e hizo un espectáculo al inclinarse frente a Edward como si fuera realeza de la cancha.

—¡Consigue un reloj despertador, imbécil! —gritó Emmett.

—Sí, sí —respondió Edward, riendo. Jaló a Bella cerca de él para besarla, y un coro de silbidos se escuchó por la cancha. Él tomó el balón que había traído y se lo lanzó al pecho de Emmett—. Vamos a usar este —dijo con un tono que invitaba a no discutir.

—Buena suerte —dijo Bella con una sonrisa, y entonces miró la escena mientras él se alejaba.

Alice y Rose ya se encontraban en los asientos de las gradas.

—Bueno, hola, señorita Bella —dijo Rose—. ¿Disfrutando la noche?

—Creo que es hora de que sea incluso mejor —contestó Bella con una sonrisa. Edward se desvistió hasta quedar en una camiseta sin mangas y shorts.

—Vaya —masculló Alice con aprobación.

Bella sentía una verdadera diferencia en el tono del partido de esta noche comparado con la primera vez que había venido aquí. Había muchas charlas amigables entre los Tres Amigos y los oponentes, y el humor era muy relajado.

La naturaleza competitiva de Edward aún así salía a jugar. Él no era agresivo, pero tampoco permitía que nadie lo pasara. Bella sabía que él nunca cedería terreno cuando se trataba del baloncesto. A ella le encantaba verlo así, tan rápido, elegante, y físico.

Él atrapó un pase de Emmett y giró para enfrentar la canasta al costado izquierdo. Observando a su defensor, Edward embistió su pie izquierdo hacia adelante, fingiendo un lanzamiento hacia la canasta. Su oponente se reclinó sobre sus talones, y esa era toda la oportunidad que Edward necesitaba. Saltó en el aire para lanzar, los músculos en su brazo prominentes mientras el balón se arqueaba hacia el aro con un efecto cortado de manual. Bella podía ver su sonrisa enorme desde su lugar en las gradas. Él movió la cabeza de costado a costado, estirando su cuello, mientras la defensa se reagrupaba.

—Entonces, ¿irás a la fiesta de sus padres este sábado, cierto? —preguntó Rose.

Bella volteó hacia ella rápidamente en sorpresa.

—Sí. Me acaba de invitar. ¿Ustedes irán?

—Fuimos el año pasado —comentó Alice—. Él nos volvió a invitar a los cuatro. Es un evento anual —añadió, enfatizando las últimas palabras.

—¿A qué te refieres? —preguntó Bella.

—Oh, por Dios, es una fiesta enorme. Es como la cosa más grande en Brooklyn Heights de todo el verano —dijo Alice, inclinándose hacia Bella, sus ojos brillantes—. Todos en el vecindario estarán allí.

Una imagen pasó por la mente de Bella, rápida y temerosa, de llegar a la casa Cullen en jeans y una camiseta mientras todos los demás estaban vestidos con estilo East Side chic. ¿Voy a necesitar un estilista para esto? Comenzaba a entrar en pánico.

—Es mayormente la familia de Edward —respondió Rosalie, dándole una mirada de advertencia a Alice—. Y todos son increíbles, justo como uno esperaría. —Le dio un codazo a Bella, que estaba sentada entre ella y Alice—. Te van a amar.

—Eso es lo que dijo Edward —respondió Bella pensativamente. Ella ya estaba nerviosa al respecto, y ahora tenía toda otra capa de ansiedad.

—Deja de preocuparte. Estarás bien —dijo Rose, frunciendo el ceño con fingida molestia—. Veamos el partido.

El oponente de Edward salió disparado por la cancha. El compañero del oponente lanzó un pase largo con un brazo, tratando de realizar un golpe fácil; y Emmett volvió a su amor secundario por el fútbol e interceptó el pase como un profesional. Cuando Edward corrió rápidamente de vuelta a la canasta, Emmett se unió a él con un pase con rebote, sus poderosos brazos tensándose con el esfuerzo.

Edward se acercó a la canasta por el lado izquierdo, sus largas piernas trabajando en un ágil trote mientras pasaba junto al oponente glacialmente lento de Emmett. Expertamente lanzó el balón hacia el lado derecho del tablero, sus dedos largos hábilmente soltándolo con un giro. Bella observó mientras el balón obedientemente chocó contra el tablero y pasó por el aro. Edward se dio la vuelta y señaló a Emmett con una mirada engreída de victoria.

—De nada, Ricky Rubio. —Emmett sonrió—. Solo recuerda que pasarla es parte del juego también.

Edward soltó unas risitas y dijo, «Solo prepárate para el balón».

El aire acondicionado en el enorme gimnasio no era rival para la noche de verano sofocante, y pronto, cada jugador tenía una capa fina de sudor. Edward frecuentemente levantaba su camiseta para secarse el rostro, exponiendo su vientre: plano, firme, e invitante, con una fina zona de vello por encima de su cintura.

Esos vistazos eran demasiado cortos. Bella sentía su propio sudor acumularse sobre todo su cuerpo. Qué dulce tortura…

Después de una hora, los chicos se tomaron un corto descanso, y Edward sacó la botella de agua de su bolso, y la guardó después de varios sorbos.

—No estás bebiendo suficiente —dijo Bella, incapaz de mantener la preocupación lejos de su voz.

Una sonrisa lenta se asomó en su rostro.

—¿Estás preocupada por mí ahora?

Ella arqueó una ceja.

—¿A ti qué te importa?

Él rio ante su pobre imitación de su acento de Brooklyn, y entonces se inclinó para besarla.

—Te falta mucho para sonar como yo.

—¡Oye! ¿Estamos jugando o buscando un cuarto? Vamos, bonito. —Emmett jugaba con el balón con impaciencia.

Edward trotó de regreso a la cancha donde todos los demás habían regresado a sus posiciones. Jasper dio unos pasos hacia atrás, y entonces avanzó hacia adelante, driblando el balón. Se detuvo, giró sobre su pierna y miró a Edward, que había cerrado la distancia antes de que su defensor siquiera supiera que ya no estaba. Emmett retuvo a su propio oponente mientras Edward atrapaba el pase de Jasper con su mano izquierda, y entonces movía el balón a su derecha para otro lanzamiento. Atravesó el aro como un cuchillo a la mantequilla.

Emmett comenzó a aplaudir lentamente mientras Edward regresaba a él con sus manos extendidas.

—Feliz Navidad. —Chocaron sus palmas.

Uno de los hombres del equipo contrario estaba inclinado, sus manos apoyadas en sus rodillas, riendo.

—He tenido suficiente —finalmente dijo—. Ustedes me están matando.

—¿Damos por terminada la noche? —preguntó Jasper.

—Creo que sí.

—Jugaron un buen partido. Qué lástima que tu joven inexperiencia les jugó en contra —dijo Edward, chocando su puño.

—Así que algún día seré como ustedes, pero hay una posibilidad de que sea mejor. Buena compensación —respondió el tipo, riendo.

—Vejez y traición siempre le ganará a la juventud y habilidad. —Edward se dispuso a buscar el balón hacia donde había rodado por el suelo, casualmente quitándose la camiseta mientras caminaba.

Los ojos de Bella se agrandaron involuntariamente. El torso de Edward, amplio y delgado, aún brillaba con sudor bajo las luces brillantes. Su pecho era fuerte pero no excesivamente definido, equilibrando su altura. En su pectoral izquierdo había un pequeño tatuaje de un trébol verde.

Cuando Edward volteó para tomar el balón, ella vio otro tatuaje en su omóplato izquierdo que parecía ser las pequeñas alas de un ángel. Su espalda y sus brazos se flexionaron mientras él se inclinaba, enfatizando cada músculo con tersura. Bella se preguntaba si podía salirse con la suya al insistir en que él nunca volviera a usar una camiseta. La única cosa mejor que Edward en uniforme era Edward sin este, y un cierto hambre se despertó dentro de ella, repentina y demandante.

Él dejó caer el balón al suelo junto a las gradas y tomó su bolso deportivo.

—Ya regreso —dijo, apuntando su pulgar hacia el vestuario. Él notó la mirada silenciosa de Bella—. ¿Qué?

—Te ves… Te ves increíble —soltó.

Los ojos de Edward brillaban como luces navideñas mientras su sonrisa se agrandaba.

—Qué bueno que lo creas. —Le guiñó el ojo, y entonces se dirigió a las duchas.

Rose resopló.

—Los dos tienen una clave adorable.

Alice rio.

—Déjala en paz, Rose. La chica está teniendo una reacción normal, y ya era hora. —Echó un vistazo a Bella—. Para los dos.

Eran pasadas las 8 p.m. cuando finalmente se fueron de los embarcaderos para dirigirse al bar. Bella no podía ver el horizonte desde su lugar en las calles de Manhattan, pero ella sabía que el sol estaba poniéndose ya que dejaba su marca en Midtown, a cuadras de distancia. Torres de oficinas metálicas resplandecían de color naranja y amarillo, reflejando los últimos rayos del día en un canto de cisne deslumbrante. Ella inclinó la cabeza hacia atrás para observar la cima de los rascacielos, y el brazo extendido de Edward se intensificó alrededor de sus hombros, acercándola más a su costado.

En minutos, los seis llegaron al bar y tomaron la misma mesa larga de antes. Edward se ubicó a su lado en el banco. Aún olía tan limpio de su ducha, como un set de sábanas cómodo en el que ella quería acurrucarse por muchas noches.

—¿IPA Brooklyn Blast, hamburguesa con queso, término medio, sin cebollas? —preguntó él.

Bella sonrió.

—Lo recuerdas.

Edward dejó de buscar en su bolso deportivo y la miró, su expresión momentáneamente seria.

—Jamás lo olvidaré. Esa fue una buena noche. —Se reclinó y llamó a la camarera.

Emmett y Jasper estaban hablando sobre problemas con el programa del bufet, mientras que Rose y Alice discutían la próxima visita de Alice a su familia. Bella aprovechó su distracción para hablar en privado con Edward.

—Tienes tatuajes —dijo en voz baja.

Edward sonrió.

—Así es. —Él bebió un sorbo de su cerveza—. ¿Eso te molesta?

—No, para nada. Tengo curiosidad sobre qué significan.

—Este —Y señaló a su pecho donde se encontraba el trébol—, significa que deberías renunciar cuando estás en lo alto en el día de San Patricio, antes que tus llamados amigos comiencen a desafiarte. —Él rápidamente levantó su camiseta, y Bella tuvo un vistazo del trébol verde que bailaba cada vez que él flexionaba.

—¿Cuándo te lo hiciste?

—Hace unos años. Estábamos bebiendo en Brooklyn. —Se encogió de hombros—. Supongo que podría haber sido peor. Ciertamente he visto a las personas hacer cosas más locas el día de San Patricio.

—Me gusta.

Edward le dio un suave codazo.

—Bien. Quizás me haga varios más.

—¿Cuál es el otro?

—Las alas de ángel —dijo. Serio ahora, estiró su mano derecha sobre su hombro izquierdo y levantó el borde de su camisa así la parte superior de su espalda estaba expuesta. Las alas se extendían alrededor de quince centímetros sobre la parte más ancha del omóplato de Edward. Plumas color blanco marfil se integraban en un tono celeste en la base de cada pluma; el contorno de las alas eran en fina tinta negra. Bella no podría haber visto esto desde donde se sentaba en las gradas, pero abajo, escrito en caligrafía, se encontraba el nombre Garrett.

Ella tocó su mano con la cálida piel de su espalda, y entonces trazó la forma del tatuaje, pasando por las plumas en suaves círculos. Bajo las yemas de sus dedos, sintió a Edward suspirar, y entonces relajarse.

—Es hermoso, Edward. —Bella sintió su corazón romperse un poco. Ella sabía lo que esto significaba.

—Es otra manera de mantenerlo conmigo. Quería algo en mí, algo como eso, pero no estaba seguro que podría mirarlo todo el tiempo, ¿sabes? —Frunció el ceño un poco.

—Creo que sí. Aún sabes que él siempre está allí. Y que cuida tu espalda.

Edward sonrió con apreciación y llevó su mano hacia el rostro de ella.

—Exactamente. —Se inclinó hacia adelante y la besó.

—Chicos, chicos. Estamos comiendo aquí, ¿eh? —Emmett levantó sus manos en cada costado como una pregunta.

Edward enrolló una servilleta y se la lanzó, quedando cortó por unos treinta centímetros.

Emmett resopló.

—Qué bueno que esperaste hasta ahora para fallar.

Después de haber terminado sus hamburguesas, Edward notó que Bella revisaba su reloj varias veces. Él levantó su mirada de manera interrogativa, sabiendo que algo debía estar distrayéndole. Ella se encogió de hombros apologéticamente. Lo último que quería era que él creyera que estaba ansiosa por irse pronto, a pesar que ella tenía que hacerlo.

—Está bien. Es una noche de escuela, ¿cierto? —Él giró una papa frita en ketchup, y entonces se la ofreció.

—Tengo una reunión importante con mi supervisora mañana sobre esa iniciativa de asistencia médica en la que he estado trabajando. No puedo estar quedándome dormida justo en la mitad de ello —dijo ella, sintiéndose triste por cortar la noche y sabiendo lo que le esperaba en la mañana.

—¿Estás nerviosa?

—Sí, un poco.

Él jaló de su meñique, y entonces levantó su mano y la besó.

—Estarás bien. Eres como la base en todo este proyecto, ¿cierto?

—Prácticamente.

—Entonces, nadie sabe más al respecto que tú. Le dirás a tu jefe todo lo que necesita saber, y ella verá el trabajo increíble que estás haciendo.

—Eso espero.

—Eso lo sé —dijo él, como si eso sellaba el trato.

Bella esperaba que fuera así de fácil.

Ella deseaba que tuvieran más tiempo esta noche, pero Edward lo desestimó. Él podía ver su tensión aumentar; ella estaba estresada por el trabajo del día siguiente. Llegados a este punto, él no siempre sabía las palabras correctas para decir que pudieran calmar sus nervios en una situación como esta, aunque sabía que el humor usualmente ayudaba. Quizás lo mejor para hacer era simplemente mantenerse en silencio—no siempre su rasgo más fuerte, pero por Bella, lo intentaría.

Nerviosa y queriendo besar a Edward, pero insegura de si ella debería buscarlo primero, Bella se obsesionó con encontrar las llaves en su cartera antes de voltear hacia él. Él le sonrió con cariño, y entonces se puso serio.

No había mucho espacio entre ellos, y Edward cerró incluso esa distancia al curvar sus dedos índices alrededor de las trabillas de su short de jean y jalarla hacia él. Sus manos se encontraban justo allí, tan cerca de donde a ella le gustaría tenerlos por mucho más que este breve momento de despedirse por la noche. Él desenganchó sus dedos y deslizó sus palmas por la cintura de ella, observando sus propias manos mientras acariciaban la tela de su blusa.

—Te sientes tan bien justo aquí —masculló—. Tan dulce. —La miró a los ojos, su mirada intensa y emocional—. Me gusta.

me gustas.

—Eso es bueno. Vamos por más que eso. —Besó su mejilla, su mandíbula; entonces apartó su cabello de su cuello, besándola bajo su oreja.

—Canasta de tres puntos —susurró ella, y él rio suavemente, su aliento calentando su piel.

Ella jaló impacientemente del frente de su camisa, y él movió su boca a la suya, sus labios suaves al principio, luego firmes mientras la sujetaba contra su pecho. Valentía y lujuria la inundaban en cantidades iguales. Lamió sus labios, sonriendo un poco cuando él gimió. La boca de él presionó contra la suya más fuerte, y el beso era suave, dulce, profundo, húmedo… por lo que ella se hundió más contra él, amando el sabor y la sensación de su boca. Sus besos la satisfacían incluso aunque la dejaban deseando más.

A regañadientes, Bella se apartó, y Edward plantó tres besos en sus labios. Él cerró los ojos y soltó un pesado suspiro mientras suspiraba suavemente.

—Hermosa.

Ella lo abrazó con fuerza mientras mascullaba contra su pecho, «Odio tener que irme».

—Yo también. Pronto estaremos juntos de nuevo —prometió. Edward dio un paso atrás, llevando su dedo índice y dedos del medio a sus labios y los extendió hacia ella en el último beso de la noche.

Temprano a la mañana siguiente, Bella esperaba en la sala de reuniones con varias carpetas sobre la mesa frente a ella y una taza de café en sus manos. Sus nervios incrementaban con cada minuto que Victoria llegaba tarde. No había nada que pudiera hacer por el retraso ya que Victoria era la jefa, pero estaba molesta de que su propio tiempo parecía menos valioso. La sala no tenía ventanas, lo cual le hacía sentirse incluso más asfixiada, casi atrapada.

A Victoria le gustaban las novedades rápidas, así que hablaban frecuentemente sobre el proyecto de Dakota de manera informal. Pero ella también requería sesiones informativas para saber de los estados de los reportes, así que Bella se encontraba en una reunión que había sido programada hace una semana, luchando con los nervios y la fatiga después de una noche afuera.

La puerta se abrió y Victoria entró, alta e imponente con un traje blanco que resaltaba su cabello color rojo fuego. Le dio a Bella una sonrisa cálida y estrechó su mano.

—Buenos días, Isabella. Lamento llegar tarde. He estado ansiando hablar más contigo sobre este proyecto.

Este es un buen comienzo.

—Gracias. Sé que es una iniciativa importante para Valetudo, pero realmente significa mucho para mí personalmente también. Creo firmemente en lo que estamos haciendo aquí.

Victoria asintió con la cabeza en aprobación.

—Bien. Eso ciertamente ayuda. —Ella abrió su carpeta y rápidamente echó un vistazo a los papeles dentro—. Parece que tus partes interesadas han cumplido con sus responsabilidades muy bien. El reporte que evalúa las necesidades de la comunidad coincide con el alcance propuesto del proyecto. Hablemos más sobre lo que sigue.

Durante la siguiente hora, Bella resumió su progreso en ayudar a la asociación sin fines de lucro de Dakota a encontrar un plan estratégico para usar la subvención de Valetudo como influencia para atraer más financiación. Ella informó los resultados de numerosas teleconferencias para discutir la concientización pública que traería pacientes a la clínica.

Victoria estaba muy interesada en la relación de la fundación con la División de Salud Indígena del Servicio de Salud Pública federal, la cual estaba a cargo de los programas médicos en las reservas de Dakota. Esta era una parte del proyecto que le preocupaba más. El Servicio de Salud buscaba sociedades para apuntalar las grietas en sus propios programas, pero a menudo se encontraba reacia a ceder mucho control. Bella explicó cómo ella había establecido conexiones con los empleados de la División y se había asegurado de que los empleados allí se mantuvieran informados.

—¿Qué tan a menudo hablas con ellos? —preguntó Victoria.

—Al menos una vez por semana, pero más si es necesario. He hecho un contacto allí con el que ha sido genial trabajar. Él comprende nuestros objetivos, y ha sido muy bueno consiguiendo respuestas para mí cuando las necesito.

Victoria asintió con aprobación.

—Fantástico. Eso es exactamente lo que necesitas hacer.

Bella observó cómo las uñas rojas de Victoria rápidamente buscaba las figuras en una hoja de cálculo. Ella asintió de nuevo y le tendió los papeles de vuelta a Bella.

—Estás haciendo un trabajo impresionante aquí. Creo que te has ganado un puesto más alto. Voy a recomendar que te hagamos directora de proyecto senior. —Victoria sonrió de nuevo—. Finalmente tendrás el título que va con la responsabilidad. Y esto te pondrá en un rango de salario más alto, así que viene con un aumento.

Bella se encontró momentáneamente asombrada mientras las palabras de Victoria hacían eco por la sala. Una sucesión de emociones pasaron por su interior como tarjetas: orgullo, satisfacción, entonces miedo y preocupación. Puedo con esto… no, ¿y si no puedo? Es un proyecto enorme. Pero ya lo he llevado a cabo desde el comienzo… Entonces, escuchó a Edward decirle anoche: Esa voz que te dice esa mierda te da mala información. No, peor… Te está mintiendo.

Quizás ella debería haberlo creído por sí misma hace mucho tiempo. Podía cambiar eso ahora. Bella tuvo una visión rápida del miedo como una pila de polvo negro la cual podía hacer desaparecer con el susurro de unas palabras.

—Gracias, Victoria. Realmente aprecio el reconocimiento. He trabajado duro en esto, y deseo llevarlo a cabo por completo.

—Confía en mí; no te ascendería si no te lo merecieras. —Victoria se puso de pie—. Estoy muy satisfecha con tu compromiso, pero lo que también es importante es que realmente tengas muy buen juicio. Me gusta saber que no tengo que preocuparme por nada. Sigue con el buen trabajo. Hablaremos de nuevo pronto.

Bella caminó lentamente de vuelta a su oficina, su entusiasmo creciendo cada vez más. La reunión fue mejor de lo que había esperado. Incluso tendría un ascenso.

¡Santo cielo, un ascenso!

Había una persona a la que deseaba desesperadamente contárselo más que a nadie, pero no tenía idea dónde encontrarlo si salía corriendo afuera —como estaba tentada a hacer— y no sabía si él tendría su teléfono con él. ¿Podían los policías aceptar llamadas personales mientras estaban de guardia? ¿Y si ella llamaba y él se encontraba en medio de un arresto y el criminal se escapaba?

¿Hay alguien tan tonto como yo que se preocupe por cosas como estas?

Dejó las carpetas en su escritorio y corrió hacia Recursos Humanos para encontrar la mejor alternativa después de Edward, en ese momento.

Rose levantó la mirada de una pila de papeles en su escritorio, enarcando una ceja.

—A menos que tengas café, no quiero saber de ti.

Bella ignoró la advertencia irritable de su amiga y tomó las manos de Rose, sacándola de su silla.

—¡Voy a tener un ascenso! —medio susurró, medio gritó—. ¡Victoria acaba de decírmelo!

—¡Aw, cielo, felicitaciones! —Rose la envolvió en un abrazo fuerte—. ¡Te lo mereces! Has dedicado muchas horas, deberían bautizar un ala de su hospital con tu nombre. —Ella dio un paso atrás y preguntó—. ¿Ya se lo contaste a Edward?

—No. De verdad quiero llamarlo, pero ¿no estoy segura si está bien que reciba llamadas mientras se encuentra de guardia? —Bella miró inquisitivamente a Rose.

Ella agitó su mano para restarle importancia.

—Hazlo. Él querrá saberlo. —Rose miró a Bella con una expresión un poco severa—. ¿Acaso no sabes que él estaría feliz de saber de ti en cualquier momento?

Bella se encogió de hombros.

—No quiero molestarlo.

—No lo harás. Si él no puede hablar, te lo dirá. Y si te dice eso, no es por ti, es su trabajo. ¿Entendido?

—Sí, mamá. —Bella le dio otro abrazo a Rose—. Tú y Emmett irán el sábado, ¿cierto?

—Oh, sí. No nos lo perderíamos. Espera a que veas la comida. Y el alcohol. Es una fiesta realmente increíble. —Le dio a Bella una sonrisa satisfecha de despedida—. Sabía que él te invitaría a ir. De verdad quiere que conozcas a sus padres, pero está nervioso al respecto. La fiesta es una excusa genial.

—¿Edward? ¿Nervioso? ¿Estás bromeando? —Bella estaba asombrada.

—Por supuesto que lo está. Sus padres son personas increíbles, sin dudas. Pero tú significas mucho para él —añadió Rose—. No está acostumbrado a hacer esto. Ha pasado un tiempo. Es algo importante para él.

Con eso, el buen humor de Bella por su promoción se redujo un poco.

—¿Qué tan importante… para él? Y… ¿cuánto tiempo? ¿Quién fue la última?

Rose, que se enorgullecía de decir lo correcto bajo las circunstancias más difíciles, sabía que había revelado demasiado. Se daba cuenta ahora que Edward y Bella no habían hablado mucho sobre el pasado de Edward con las mujeres. Y ahora parecía que había alertado a Bella sobre la existencia de la ex.

—Eso es algo de lo que deberías hablar con él —dijo Rose, un poco avergonzada—. Pero no ahora, si lo llamas. —Ella vio confusión, y entonces preocupación, pasar por el rostro de Bella e improbablemente esperaba que ella no hubiera arruinado el día de su amiga—. Quiero decir, él te lo contará. Sé que lo hará. Pero, ¿quién quiere hablar sobre una ex por teléfono? —Se encogió de hombros tan casualmente como podía.

Bella tuvo un repentino y horrible pensamiento.

—Espera un minuto. No van a haber muchas exnovias en esta fiesta, ¿cierto?

Rose frotó sus hombros.

—No, cielo, no lo habrán. Pregúntale a Edward esto. Sé que te lo contará. Él tendrá preguntas para ti también. —Le frunció el ceño a Bella—. No puedo creer que no hayan tenido La Charla aún.

Bella alzó sus cejas.

—Supongo que simplemente no hemos tenido oportunidad para hacerlo. —Sus pensamientos volaron al trozo de madera redonda en su oficina que Edward le había dado hace más de una semana. Supuso que lo iba a usar de nuevo.

Ella decidió dejar a un lado esta nueva preocupación para un momento donde ella y Edward estuvieran solos juntos. Por ahora, había que lidiar con una fiesta.

—¿Cómo debería vestirme? —le preguntó a Edward por teléfono el viernes por la noche.

—No lo sé. ¿Con ropa?

—Qué gran ayuda —resopló ella—. ¿Puedes ser un poco más específico?

—Soy hombre —dijo él, como si ella necesitara ser recordada de eso—. Y uso un uniforme todo el día, así que realmente no pienso en qué vestir. —Él se mantuvo en silencio por un momento—. Creo que siempre te ves bien. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo?

—Solo dime esto, ¿está bien unos jeans?

—Sí, los jeans están bien. Es prácticamente una barbacoa.

Bella salió tarde de su apartamento la tarde siguiente, esperando que Edward no se hubiera equivocado y le hubiera dado la información incorrecta. Ella se decidió por un par de jeans, una blusa floral que era sutil y no demasiado reveladora, y un par de tacones que eran bonitos pero no peligrosos.

Edward sugirió que ella se encontrara con él en su apartamento y él los llevaría a la casa de sus padres en su coche. Ella tenía una impresión de Google, así podía encontrar la ubicación en la calle Franklin sin problemas. Bella salió de la estación en Avenida Greenpoint, donde se encontraba el centro, marchando hacia las casas rojas de estilo victoriano que adornaban las calles. En alguna parte de aquí se encontraba el apartamento de Edward.

Estiró su cuello para echar un vistazo a la cuadra. Las fachadas de las casas eran casi todas las mismas, y no todos los edificios tenían números en ellos. En el peor de los casos, ella simplemente podía llamarlo y pedir su piedad. Con una sonrisa, ella se dio cuenta que nunca él le dejaría olvidarlo si lo hacía.

Varios de los edificios tenían pequeños porches cerrados por arcos de ladrillo. Le era incluso más difícil saber cuál era el de Edward. Tendría que caminar todos los escalones para tratar de encontrar una dirección, y eso llevaría mucho tiempo. Resignada, estaba a punto de sacar el teléfono de su cartera cuando escuchó su nombre.

Del otro lado de la calle, Edward se encontraba en un porche a mitad de la cuadra. Él levantó su mano en saludo, e incluso a esta distancia, Bella podía ver la sonrisa entusiasmada en su rostro. Ella esbozó una sonrisa y agitó su mano con emoción antes de apresurarse a cruzar la calle.

Edward dejó su cerveza en el escalón y saltó por encima del resto para llegar a ella. Se rio con sorpresa cuando ella saltó a sus brazos.

—¡Hola! —dijo mientras rodeaba su cintura con sus brazos. Él la alzó del suelo, girando para descansar su cabeza contra su cuello.

—Qué increíble verte —masculló Bella contra su hombro. Uno pensaría que habían pasado años desde que te vi—. Te extrañé.

—Sí, también te extrañé. —La abrazó incluso más fuerte—. Es una lástima que te tenga que arrestar.

Bella se apartó de él.

—¿Qué?

—Cruzaste en rojo, chica. Va en contra de la ley. —Señaló a la calle—. Y podría añadir que apenas miraste a ambos lados.

Bella señaló a la botella en su escalera.

—Esa es una botella de cerveza abierta, ¿cierto? ¿No va en contra de la ley también?

—En realidad, no. No estaba caminando por la calle con ella, así que no me arrestarían si hubiera un policía patrullando.

Ella suspiró con derrota. Extendiendo sus brazos, sus manos juntas, dijo, «Lléveme, oficial».

—También quieres las esposas, ¿eh? —Edward se carcajeó al ver el sonrojo que se asomaba en las mejillas de ella. A veces, ella era demasiado fácil de burlar.

Él deslizó un brazo alrededor de sus hombros.

—Vamos. Deja que te muestre mi apartamento antes de irnos.