22
—Creo que sí podrás subir —le había respondido su amado Goku aquella primera vez que se vieron, en cuánto ella le preguntó si acaso ella podría montar a su extraña nube dorada—. Siempre y cuando tengas un corazón puro.
—Entonces no debe haber problema —añadió con emoción la linda jovencita—. Mi corazón es tan puro y limpio como el agua de los manantiales que usamos para beber…
Y su afirmación fue cierta. Pudo montar la Nube Voladora en aquella ocasión sin ningún problema, y lo hizo igual en todas las siguientes, gracias a haber podido mantener la pureza de su corazón.
Hasta ese momento, en el que ahora se encontraba cayendo a toda velocidad y sin ningún freno de la Torre Karin, en dirección directa a tierra. Su cuerpo había traspasado la Nube Voladora como si se tratara justo de simple gas y vapor. Y eso sólo podría significar una cosa…
«¡No puede ser! ¡No puede ser!» repitió varias veces en su cabeza, incapaz de creer que eso en verdad estuviera sucediendo.
Giró su cuerpo en el aire como pudo para mirar hacia abajo. El suelo aún no se veía, pero se precipitaba con demasiada rapidez. A ese ritmo, no tardaría mucho en estrellarse, e irremediablemente terminar como una pasta de carne, sangre y huesos embarrada al pie de la torre. Y lo único que podía salvarla, la había abandonado.
Lágrimas surgieron de sus ojos, y estás volaron por el aire hacia arriba mientras caía.
Iba a morir; en verdad iba a morir, y de una forma espantosa y sin haber logrado nada. No había salvado a su hijo, no había podido vengar a su esposo, no había logrado obtener el agua… Y ahora con las cosas horribles que acababa de hacer, quizás ni siquiera se mereciera ir al cielo tras su muerte. Todo había sido para nada…
—¡No! —gritó con todas sus fuerzas como un potente rugido—. ¡Aún no! ¡Aún no!
No podía dejarse doblegar por la desesperación. Si tenía poco tiempo, tenía que usarlo para pensar en algo, hacer cualquier cosa. Con el viento golpeándole la cara, se giró en dirección a la torre que se desplazaba a su costado, y extendió inútilmente sus manos en su dirección, intentando desesperadamente agarrarse de ella. Sin embargo, se encontraba demasiado lejos.
En su desesperación agitó sus manos y pies como si quisiera nadar en el aire con tal de acercarse, pero su cuerpo no se movió ni un poco, salvo hacia abajo. Estaba tan cerca, si tan sólo pudiera estirar sus dedos unos centímetros más, o volar como lo hacían los otros, o de alguna forma impulsarse hacia adelante, sólo un poco…
Y entonces algo le cruzó la cabeza repentinamente. Una idea, y un recuerdo.
La realidad era que al estar estudiando sus lecciones con Gohan, pocas veces lograba entender por completo varios de esos textos que resultaban tan avanzados para ella. Pero había algo que se le había quedado grabado, una lección sobre física que decía: "Para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto." A eso se le llamaba "Principio de acción y reacción." El libro lo explicaba con varios ejemplos. Entre ellos, el de un hombre empujando con fuerza a otro de peso y tamaño similar, de tal forma que no sólo el hombre empujado se movía hacia atrás, sino también el que empuja siente que su cuero se mueve en la dirección contraria por impulso del mismo empujón. O cuando en una piscina te empujas con los pies contra la pared para darte impulso, o la forma en la que una aeronave se impulsaba hacia adelante por la acción de la turbina, que soltaba su energía empujando en la dirección contraria…
—Ah, como cuando atacas con ki, ¿no? —había pronunciado Goku de pronto desde el otro lado de la mesa del comedor, a medio bocado de su cena. Milk y Gohan, que repasaban la lección lado a lado en la mesa mientras éste último terminaba de comer, levantaron al mismo tiempo sus miradas del libro hacia él.
—¿Cómo dices? —preguntó Milk, un tanto destanteada. No estaba segura de que aquel comentario hubiera sido hacia ellos, pues en general Goku no solía prestar mucha atención a las lecciones de Gohan.
El guerrero terminó rápidamente su plato, lo colocó sobre la mesa y se pasó la servilleta por los labios para limpiarse los rastros de arroz y salsa.
—Es como cuando arrojo un Kame Hame Ha —añadió con entusiasmo, al tiempo que se ponía de pie. Caminó entonces hacia un área más despejada de la sala, mientras Milk y Gohan lo seguían con la mirada—. Lanzar un ataque como el Kame Hame Ha, es igual a lanzar un golpe: la energía sale disparada hacia adelante —explicó con inusual seriedad, mientras adoptaba la pose distintiva de su técnica, separando sus piernas, juntando las manos a sus costados, y luego extendiéndolas juntas hacia el frente. Aunque claro, para efectos de la demostración, sólo había hecho los movimientos más no invocado su energía—. Sin embargo, siempre siento como una fuerza parecida me empuja a mí hacia atrás. Es por eso que además de ejecutar la técnica con precisión, debes también hacer un esfuerzo para mantener tu cuerpo firme en su posición. De otra forma, éste termina siendo lanzado hacia atrás, y no siempre es lo que deseado. Aunque a veces es útil si quieres impulsarte usando esa misma fuerza. Pero no sabía que se trataba de algo científico —añadió con tono risueño, colocando una mano atrás de su cabeza.
—Sí, Goku —masculló Milk con ligero fastidio—. Todo es… científico. Pero por favor, no confundas a Gohan con…
—¡Ya entendí! —exclamó en alto de pronto el pequeño, sonriendo ampliamente—. Tiene todo el sentido. Para que una fuerza empuje en una dirección, otra igual empuja en la contraria.
—Algo así —señaló Goku, aunque indeciso—. O eso creo… ¿tú qué dices, Milk?
La mujer miró a ambos con expresión confusa. Tras un rato, suspiró y sonrió conforme. Si el ejemplo de Goku ayudaba a que Gohan entendiera, ¿quién era para quejarse?
—Sí, así es —asintió—. Es como arrojar un Kame Hame Ha…
Y eso era justo lo que necesitaba: una fuerza que pudiera empujarla hacia donde deseaba ir. Sólo tenía que usar su ki, disparar un poco de energía hacia un lado, y el impulso la acercaría a la torre. Sólo había un problema: ella nunca había hecho tal cosa. Era una de las lecciones que Goku había intentado impartirle en su momento, y lo más que había podido era generar una pequeña lucecita de energía apenas del tamaño de una luciérnaga, antes de rendirse y decidir que era una pérdida de tiempo.
Pero ahora todo era diferente. Había logrado sentir la presencia de las personas concentrándose lo suficiente, quizás ahora podría hacer un poco más. Si no lo hacía, lo único que le esperaba era la muerte segura.
Se giró rápidamente en el aire, quedando como pudo de cabeza, con su espalda hacia la torre. Extendió ambas manos al frente y se concentró, lo que más se había concentrado en toda su vida, pero nada pasó; ni siquiera la pequeña luciérnaga dorada de aquella vez se hizo presente.
«Sólo un poco… necesito… sólo un poco de impulso. Sólo un poco, ¡por favor!»
Quería concentrarse en acumular su energía en los dedos, justo como Goku le había enseñado, pero esto no resultó nada fácil. El sonido del viento, el revolotear de sus ropas y su cabello, el terror que le invadía al pensar que cada segundo que se tardaba la acercaba más y más a tierra…
«Voy a morir, voy a morir, voy a morir…» su cabeza le taladraba sin descanso, y las lágrimas resbalaban por sus ojos hasta elevarse y perderse en el aire. No podía hacerlo, no podía siquiera darle claridad a su mente, mucho menos hacer algo que nunca había hecho.
Apretó sus ojos con fuerza, presa de la frustración. No quedaba nada que hacer. Su insolencia, su debilidad, y su impaciencia la habían llevado hasta ese límite. Ahora tendría que pagar…
"Nunca lo lograrás si en lugar de enfocarte en lo que está delante de mí, tienes tu mente y tu corazón en otro lado", resonó en ese momento la voz del Maestro Karin en su cabeza, obligándola a abrir sus ojos. Eran esas palabras que acababa de decirle hace un rato, ante de su arranque de ira, y que ella no quiso escuchar. "Has enfocado toda tu atención y todo tu espíritu en lo que debes hacer a futuro, o en lo que quieres lograr al obtener el poder que deseas, en lugar de enfocarte en lo que es importante en estos momentos… Despejar tu mente, dejar tu corazón sin ningún sentimiento que lo enturbie. Sólo hasta lo logres podrás obtener el Agua Ultrasagrada y seguir adelante."
Enfocarse en lo que era importante en ese momento, y nada más. Su desliz de hace un rato, la inminente caída, el estado de su hijo y de su esposo. Nada de eso importaba ese momento; sólo invocar su ki para poder salvarse. Todo lo demás tenía que dejarlo ir…
Milk respiró profundamente, inhalando por la nariz, exhalando por la boca, y volvió a cerrar sus ojos. Pero esta vez no con desesperación o frustración, sino para intentar entrar en un estado de calma absoluta. Dejar que su mente se despeje, que sus pensamientos y preocupaciones vuelen fuera de ella como mariposas. Y deshacerse de todo eso que enturbiaba su corazón.
El sonido del aire a su alrededor ya no era algo ensordecedor, sino que incluso se había convertido en un pequeño murmullo. Y su cuerpo se sintió tan ligero como si flotara. Era un estado mental en el que no creía haber estado antes, mucho menos en una situación como esa.
Cuando se sintió lista, volvió concentrarse y enfocar su energía en sus dedos. Esta vez, sin siquiera abrir sus ojos, pudo sentir como un cosquilleo eléctrico le brotaba de las puntas de sus dedos, y una sensación cálida y agradable se iba formando en la palma de sus manos, como la misma sensación de tener el pequeño cuerpo de su bebé Gohan contra ella.
Abrió los ojos lentamente, y contempló maravillada la esfera blanquizca que se había formado entre sus palmas, del tamaño de una pelota pequeña, danzando e iluminándola como una flama. Era energía; su energía.
Podría haberse quedado ensimismada contemplándola, pero no podía darse ese lujo. Rápidamente su realidad se volvió de nuevo tangible en su mente, y se forzó a reaccionar.
«Por favor, que esto funcione…»
Extendió sus manos hacia adelante, y entonces liberó aquella energía hacia el frente, dejándola ir. La esfera salió disparada con fuerza hacia adelante, y justo como esperaba su cuerpo fue impulsado hacia atrás con la misma aceleración. Su espalda golpeó fuertemente contra la torre, provocándole un gran dolor que dejó escapar en la forma de un alarido. Sin embargo, no dejó que éste la dominara. Se giró rápidamente, extendió una mano, y sus dedos se aferraron firmemente a la primera saliente de la torre de la que se pudo agarrar. Su brazo se extendió y sintió un largo tirón de su hombro en cuanto éste tuvo que frenar abruptamente la aceleración de su cuerpo entero, tanto que pensó por un momento que se dislocaría.
Dejó escapar otro grito de dolor, aún más fuerte que el anterior. Sus dedos temblaron y amenazaron con ceder, pero los obligó a mantenerse firme. En cuanto pudo hacer que su cuerpo reaccionara, buscó a tientas con sus pies otra superficie en la cual apoyarse, y una vez que lo logró pudo también alzar su otra mano para sostenerse. Y sólo hasta ese momento su mente tuvo la claridad suficiente para entender que había dejado de caer.
—Lo logré… —susurró en voz baja, totalmente anonadada. Poco a poco, una amplia sonrisa de felicidad se apoderó de sus labios—. ¡Lo logré! —gritó con todas sus fuerzas al cielo, como el más espectacular grito de victoria.
Risas de alivio y lágrimas de alegría no tardaron en hacerse presentes. Su corazón le retumbaba en el pecho, y su cuerpo le temblaba. Pero estaba viva…
Y conforme las emociones se fueron calmando, su aliento volvía, y sentía su cuerpo otra vez, su sonrisa también fue desapareciendo. Pues conforme la conmoción inicial menguaba, la revelación y claridad de lo que acababa de hacer la bombardearon.
—Lo logré… —repitió en voz baja, ya no habiendo alegría o excitación en sus palabras, sino más bien un marcado escepticismo.
¿En verdad ella había hecho tal cosa? ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo era que no estaba muerta en esos momentos…?
Miró discretamente hacia abajo. La tierra y las montañas ya eran claramente visibles, aunque aún se encontraba bastante alto. Miró hacia arriba, y no le sorprendió ver que había caído tanto que la punta de la torre de nuevo no era apreciable.
No había duda de que estaba mucho más cerca del suelo en ese momento que de la punta. Y ahora no contaba con la Nube Voladora para que le ayudara. En ese escenario, y tras su más que evidente fracaso, lo más sensato sería bajar de nuevo a tierra firme, e irse a casa como el Maestro Karin le había indicado. Y hace algunos días, lo más seguro es que eso hubiera hecho sin pensarlo demasiado.
Pero en lugar de eso, Milk miró con decisión hacia la cima, se paró firme en las salientes, tensó sus manos, y comenzó a escalar. Paso a paso, centímetro a centímetro, volvió a elevarse por los aires con sus propias manos y pies.
Eso aún no había terminado.
