Hola de nuevo, chicas!

Lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo. Gracias de nuevo, por los comentarios y los privados que muchas me mandáis. Se agradece tanto cariño, de verdad.

A la cuestión… por fin, nos vamos de vacaciones, y sé que muchas lo esperabais. Vamos a ver ese desembarco en Forks. Advierto que las vacaciones están divididas en dos capítulos, por lo que, si echáis de menos alguna escena o conversación, seguro que está en el siguiente ;)

Verónica, Ginger, Noelia, poppy … gracias por los comentarios. Como no puedo contestaros, al menos, daros las gracias por aquí.

Paisanica… para ti. Disfrútalo.

Nos leemos abajo ;)

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DISCLAIMER: los personajes son propiedad de la estimada señora Meyer, yo sólo juego con ellos. Personajes que no pertenecen a la saga, cosecha propia.

Excepto Forks, lugares y localizaciones reales.

Canción del capítulo: "My guitar lies bleeding in my arms" de Bon Jovi .

www. youtube /3O4iFddCsZA

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Capítulo 35: Forks, parte I

Por fin había llegado el viernes por la mañana. Arrancaban las vacaciones de primavera, y el primer viaje en familia, de muchos. Nada más aterrizar de vuelta en Los Ángeles, el grupo se despidió en el mismo aeropuerto, deseándose unas buenas vacaciones y tomando cada uno rumbo a sus respectivos hogares. Después de recoger a Amy de casa de sus abuelos, la pareja se despidió también de ellos, alegando que, si no había novedad, les llamarían cuando ya estuvieran en Forks.

El jueves Edward y Bella dejaron a la pequeña en el colegio; afortunadamente, parecía que estaba totalmente recuperada de su dolor de cabeza, y con muchas ganas de terminar las clases, aunque solo fuera una semana de descanso. La pareja se dedicó a hacer unas gestiones y compras de última hora, y a disfrutar de una comida para dos, antes de recoger a la niña, regresar a casa y ponerse a hacer maletas.

A las siete de la mañana, los dos ya estaban perfectamente duchados y vestidos; Bella se quedó a preparar el desayuno, mientras que Edward sacaba a Báxter a su habitual paseo matutino. Una vez regresó, despertaron a Amy, y los tres desayunaron y recogieron la cocina, antes de empezar a cargar el coche. Carmen acudiría al mediodía, para sacar el lavavajillas y terminar de recoger y cerrar la casa.

—¿Lo tenemos todo?— preguntó el cantante, después de conseguir encajar el tetris en el que se convirtió el equipaje en el inmenso maletero, colocar los abrigos y la bolsa con los cuencos y la comida de Báxter.

—Yo creo que sí— musitó Bella —la mochila con las botellas de agua y los snacks para el camino las llevamos con nosotros— le recordó —y los termos de café están ya en el posavasos— le indicó, con un gesto de la mano.

—¿Llevas todo, Amy?— le preguntó el cantante a su hija. La niña cargaba con una pequeña mochila, en la que había metido varias de sus muñecas Barbie, Floppy, que no era otro que el pequeño peluche con el que siempre dormía, el libro de lectura y los pocos deberes que les habían mandado en el colegio —¿has ido al baño?

—Sí— afirmó la pequeña, quitándose la mochila. Llevaba unas mallas grises largas, con una de las sudaderas que habían comprado el sábado pasado. La niña tomó asiento en el cojín elevador, abrochándose el cinturón y quitándose las deportivas.

—En marcha, entonces— anunció Edward —vamos, colega— le hizo un pequeño gesto a Báxter, que rápidamente subió al asiento trasero, acomodándose al lado de la pequeña, en un mullido cojín. Mientras su dueño aseguraba el arnés del animal, Bella dejó una manta al lado de Amy, por si tenía frío o si se dormía y quería taparse, junto con un botellín de agua.

—¿Vamos sobre la hora prevista?— interrogó divertida Bella a su novio, acomodándose en el asiento del copiloto, y dejando su bolso y la mochila con la comida en el suelo, a sus pies.

—Las ocho y media— refutó, con una sonrisa satisfecha, a la vez que se abrochaba el cinturón de seguridad —dado que es viernes y todavía hay clases, no creo que pillemos el atasco de la salida por vacaciones— le explicó —¿preparada para volver a casa?

—Lista— afirmó —y tú, ¿preparado para conocer al jefe Swan?

—Más o menos— respondió —espero caerle bien— murmuró, casi para él mismo, pero su novia le oyó perfectamente.

—No te va a comer— rodó los ojos, suspirando con paciencia.

—Después de los sucesos de los últimos días, no estoy tan seguro de eso— resopló.

—Ya verás como todo va a ir bien— le intentó animar su novia, mirándole; ambos vestían ropa cómoda: ella con unas mallas y una camiseta amplia, al igual que la niña, y el cobrizo con una camiseta, un pantalón de chándal negro y unas deportivas —¿te has cambiado los pendientes?— le preguntó, frunciendo el ceño —no me lo puedo creer— sonrió divertida —¿es parte del nuevo look?

—Es parte del plan quiero caerle bien a mi suegro— se pasó una mano por el pelo; ayer fue a cortárselo, ya que lo llevaba muy largo; aunque el revoltijo de mechones seguía ahí, ahora eran más cortos, y no le molestaban en los ojos, y por la parte de atrás también se notaba el corte. Bella observaba divertida, como en vez de los aros dorados, ahora llevaba unos pendientes muy parecidos a los que Emmett lucía desde hacía una semana. Eran de tipo botón, pero a diferencia de los del batería, los de Edward eran negros. En el lóbulo derecho, dónde tenía los dos agujeros, llevaba también un pequeño aro plateado, que apenas colgaba. Eran mucho más discretos que los que solía llevar.

—Nunca te los había visto— musitó, tocando uno con sus dedos.

—Son los que me puse cuando Amy era pequeña— le contó —me rasgó el lóbulo una vez, tirando de los otros, y te aseguro que me hizo una buena herida.

—Son bonitos— admitió —es curioso que sean negros; los de Emmett son color blanco, como la mayoría que llevan ahora los chicos.

—Son diamantes negros— le explicó, disimulando una sonrisa.

—Vaya— exclamó —¿por qué todos los pendientes te quedan bien?— protestó de manera graciosa, ante las risas de la niña.

—Es lo que tiene cuando uno tiene buena presencia— sonrió con suficiencia.

—Creído— le golpeó el hombro su novia, suavemente —¿los otros los has dejado aquí?

—Los llevo en el neceser— le reveló —en verdad, me siento un poco raro sin ellos, aunque sean un poco grandes

—Estoy acostumbrada a verte con los otros, pero admito que estos me gustan mucho— le dijo.

—Y espero que le gusten a tu padre— murmuró, casi para él solo —¿preparadas?— decidió dejar el debate de los pendientes para otro momento.

—¡Vámonos!— exclamó alegre la pequeña, a la vez que encendía la pantalla del DVD que iba apoyado en el respaldo de Bella, y se ponía los cascos, para ver una película.

Por fin, el coche arrancó y salieron del garaje; esperaron un minuto a que la cancela se cerrara, para enfilar la avenida principal de la urbanización. Atravesaron la ciudad rumbo norte para coger la autopista interestatal 5; hasta Sacramento tenían unas cinco horas de camino, para luego desviarse hacia el Lago Tahoe.

Aunque encontraron algo de atasco a la salida de la ciudad, por suerte, no fue demasiado, por lo que apenas se notaron los minutos que estuvieron parados. Bella observaba a su novio, con las gafas de sol puestas, al igual que ella, y dando pequeños sorbos a su termo de café. Sonreía y estaba relajado; le encantaba conducir, y ella lo sabía.

—Edward— llamó su atención, a la vez que ella también tomaba su bebida. Hacía ya un buen rato que habían tomado la autopista, disfrutando de la música que ponían en la radio.

—Dime, calabacita— contestó éste, mirándola un segundo, para después volver su vista hacia la carretera.

—¿Qué opinas, acerca de lo que propusieron Alice y Nessie en San Francisco?— aludió al dichoso asunto de la prensa —¿crees que es buena idea conceder esa entrevista?

—En parte, sí —miró por el espejo retrovisor un segundo, para asegurarse de que Amy seguía con los auriculares puestos, sumergida en la película —tal y como ésta planteada, no me parece mal del todo.

—A mí tampoco me disgusta— le confesó Bella, quedándose en silencio un minuto —quiero decir, es un alivio, no tener que ir a un plató de televisión.

—Es algo que ya nos plantearon hace unos años, pero al final no se hizo— le contó. Lo que las publicistas habían propuesto era un reportaje, grabado en el mismo estudio del matrimonio Whitlock, hablando de su trabajo, y dejando que se hicieran preguntas algo más personales y, sobre todo, defendiéndose de las palabras que Emily les había dedicado —al hablar del trabajo, y al ser mi pareja, vas a salir— le recordó —ahora casi eres nuestra agente, más que Alice— le dijo, con una sonrisa satisfecha.

—Nos deja a la pelirroja y a mí al mando; vas a tener que obedecerme.

—Ya lo hago; soy un niño bueno— replicó, con una sonrisa angelical —en parte, me esperaba que cuando naciera el niño, se retirara un tiempo, por así decirlo— en San Francisco, Alice les dijo que cuando diera a luz al bebé, previsto para finales de junio, tenía pensado tomarse, al menos, un año sabático, para dedicarse a su ya numerosa familia. Y aunque permanecería en las sombras sin desaparecer del todo, por así decirlo, iba a delegar casi la totalidad del trabajo en sus compañeras y amigas.

—Al menos, hay que admitir que va a coincidir casi con el final de la gira y vuestro periodo de descanso; incluso me dijo que una vez acabemos en octubre, podría trabajar muchos días desde casa, al igual que le dijo a Nessie; y que con pisar las oficinas del estudio un día a la semana sería suficiente.

—Lo que me recuerda que vamos a tener que hacer algunas remodelaciones— Bella frunció el ceño —no vas a trabajar toda la vida en la isla de la cocina— arqueó una ceja su chico —tenemos que ver dónde instalamos un pequeño despacho, o un espacio en el que puedas trabajar cómoda.

—¿Harías eso?— murmuró, con una pequeña sonrisa. —pare ser sincera, me siento mal cada vez que invado la cocina con tropecientos papeles, el ordenador…— enumeró.

—Claro que sí, cariño— el cantante tomó su pequeña mano, posándola en su regazo —ahora es tu casa, también— le recordó, sonriendo —o hacemos eso… o compramos una casa más grande— le ofreció, conteniendo una sonrisa divertida.

—La casa es inmensa— negó Bella con la cabeza.

—No te creas— le contradijo el cobrizo, encogiéndose de hombros —aparte de mi pequeño estudio, del cuarto de Amy y el nuestro, hay tres dormitorios más, y dos cuartos de baño extra— le recordó —en cuanto tengamos visitas, la casa se llenará. Si vienen tus padres, y espero que lo hagan pronto, o Ángela y Ben.

—O si tenemos niños— susurró la castaña en voz muy baja, pero el cantante la escuchó perfectamente.

—¿Qué has dicho?— le preguntó su novio, frunciendo el ceño.

—Nada— negó ella con la cabeza —pero son tres dormitorios, y uno podemos convertirlo en mi despacho, y…— cambió de tema, pero no le sirvió de nada.

—¿Quieres tener hijos?— le preguntó, de manera directa —nunca hemos hablado del tema, excepto cuando tuvimos esa pequeña charla con Amy— aludió al día que le explicaron que Bella era su novia, y la mala reacción que tuvo al principio —¿no recuerdas que pidió un hermanito de regalo de navidades?

—Claro que me acuerdo— suspiró, mirando a la carretera —supongo que no me lo había planteado, pero creo que es porque no había encontrado a la persona indicada para eso. Me gustan los niños, mucho— admitió, sonriendo.

—A mí también, creo que es obvio— le dijo, también sonriendo —no me importaría, tener una o dos pequeñas calabacitas— bromeó, pero a la vez apretando con cariño su mano. Claro que quería tener hijos con ella, pero sabía que su novia necesitaba tiempo para ir digiriendo los cambios en su vida.

—¿Y si salen chicos?— arqueó una ceja —ni pienses que los vas a llamar calabacitos, o algo así— le previno, ante la sonrisa divertida del cantante.

—Estoy acostumbrado a las niñas— le dijo, sonriendo —bien; convertiremos uno de los dormitorios extra en tu despacho— cambió de tema, para no agobiarla —de momento, nos las apañaremos así.

—Me parece bien; será un alivio, no tener los papeles pululando de un lado para otro— suspiró satisfecha.

—En cuanto a la entrevista— volvió Edward al tema inicial —¿te parece bien?— le volvió a sondear —aunque ya le he advertido a Alice que el tema de tu hermano no se toque, en la medida de lo posible.

—Me gustaría que sólo hablaras tú, siendo sincera — le explicó —pero a la vez, entiendo que es algo que nos ha afectado a todos. Rosalie también va a tener que salir; y Sam, a darle la réplica a Emily. ¿Me prometes que me ayudarás?; nunca me he enfrentado a una cosa así, y me da muchísimo apuro— su mano se cerró aún más en la de su chico.

—Eso no tienes que pedirlo— negó él con la cabeza —y tal y como le dije también a Alice, espero que esto sea algo excepcional, y que no se convierta en una costumbre.

—Esperemos— suspiró ella también. Giró un momento su cabeza, para ver cómo estaban los ocupantes de los asientos traseros.

—Están los dos dormidos— le dijo a su novio. Báxter dormitaba plácidamente en el cojín, y Amy se había quedado dormida, con los cascos puestos.

—Pararemos un momento, así la acomodamos— le dijo el cantante.

—¿Me dejas conducir?— le pidió.

—Claro— asintió; llevaban casi dos horas de viaje

Pararon en una pequeña área de servicio; como no necesitaban, de momento, echar gasolina, estacionaron en una zona despejada del aparcamiento y alejada de la entrada de la cafetería. Mientras Bella quitaba los auriculares a Amy, y la tapaba con la manta, Edward sacó unos minutos a Báxter, para que el animal estirase las piernas y darle un poco de agua, a la vez que aprovechó para encenderse un cigarrillo.

Intercambiando sus lugares, Bella se puso al volante del enorme todoterreno, a la vez que su chico se apoyaba en el reposacabezas del asiento del copiloto, cruzando los brazos y quedándose dormido también, prácticamente en cuestión de minutos.

El viaje transcurría con una calma pasmosa; Bella iba conduciendo muy tranquila, aunque había que reconocer que la autopista ayudaba, y el cambio automático del coche era una maravilla. Puso el volumen de la radio muy bajo, sonriendo ampliamente cuando escuchó una canción de los chicos en una emisora; mirando de reojo a su novio, para comprobar que estaba totalmente fuera de juego, no pudo evitar ponerse a cantar…

"A la miseria le gusta la compañía.

Me gusta como suena eso.

He estado intentando encontrar el significado,

para ponerlo por escrito…"

A pesar de que esta canción no formaba parte del recopilatorio, era increíble como ahora las emisoras ponían cualquier canción de los Slave Heart, aparte de los recién estrenados éxitos; sabía que esta canción la había escrito Jake, era una de las varias que había compuesto, en honor a su madre.

"Te canto esta canción desde

dónde quiera que estés,

mientras mi guitarra descansa,

sangrando en mis brazos…"

Condujo casi tres horas, hasta que Amy despertó, prácticamente a la entrada de Sacramento.

—Hola, cielo— la saludó, con una pequeña sonrisa —has dormido un buen rato— le dijo.

—¿Qué hora es?— preguntó la pequeña, ahogando un bostezo.

—Casi las dos de la tarde— le dijo —estamos llegando a Sacramento— le contó.

—¿Podemos parar?— le pidió la niña —necesito ir al baño.

—Tenemos que parar para comer— le explicó —así que lo haremos enseguida— el cantante también abrió los ojos, desperezándose lentamente.

—Buenos días, bello durmiente— le saludó su calabacita, cosa que hizo reír a la pequeña.

—¿Dónde estamos?— le preguntó, a la vez que tomaba una botella de agua de la mochila, y le daba un pequeño sorbo; su novia le hizo un pequeño gesto con la mano, pidiéndole la botella de agua, para beber ella también.

—A diez kilómetros de Sacramento— le informó.

—Me he dormido casi todo el camino— murmuró, poniéndose de nuevo las gafas de sol —¿ha ido todo bien?; podrías haberme despertado— le recordó —al menos, para darte conversación y hacerte algo de compañía.

—Iba muy tranquila, y me has hecho compañía— el cantante arrugó el ceño, sin entender nada —en la radio han puesto "Bed of roses", "Lie to me" dos veces, y "My guitar lies bleending in my arms"— le contó, mientras Edward sonreía —además, nosotros nos hemos levantado antes de las seis, por lo que también necesitabas dormir; desde Sacramento hasta el lago es cosa tuya— le recordó.

—Ese era el trato— afirmó, sonriendo —bien, ¿qué os apetece comer?— interrogó.

—Por mí, cualquier cosa rápida—se encogió de hombros su calabacita.

—¿Amy?— el cantante giró la cabeza, mirando a su hija, que ahora había sacado dos de sus muñecas Barbie de su pequeña mochila.

—Me da igual— se encogió de hombros —¿puedes darme algo de comer, hasta que lleguemos?— su padre rebuscó en el interior, para luego tenderle una galleta.

—¿Sólo una?— se quejó, frunciendo el ceño —tengo mucha hambre.

—Vamos a comer en unos minutos— negó el cantante con la cabeza, ante la mirada preocupada de Bella —aguanta un poco— le dijo.

Por suerte, diez minutos después, encontraron un restaurante de comida rápida, que tenía mesas exteriores. Bella y la niña entraron, para ir al baño y pedir la comida. El cantante se quedó fuera, en la mesa exterior más apartada que había, con la gorra cubriéndole los ojos y las gafas de sol, sujetando la correa de Baáxter.

La comida transcurrió relajada, y el día soleado acompañaba; después de una hora de parada, y de que todos hicieran una vista rápida al baño de nuevo, Edward se puso al volante, para encarar el tramo final del viaje. Encendiendo ahora el navegador, pronto dejaron la interestatal 5, para tomar la autopista secundaria 80, rumbo hacia la ruta norte de los lagos.

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El trayecto desde Sacramento al lago les llevo unas tres horas; la castaña estaba maravillada, admirando el paisaje de la Sierra Norte de California, nunca lo habría imaginado así. Montañas, lagos bucólicos rodeados de praderas y árboles… le parecían unos parajes de ensueño.

Al igual que el hotel dónde el cantante había reservado la habitación para pasar la noche. Una suite con todo lujo de detalles, dos camas de matrimonio inmensas, unida a una zona de estar con dos sillones y chimenea, un baño con una ducha en la que cabían perfectamente más de seis personas, y una terraza privada, con mesa, sillas y una tumbona enorme, con vistas al lago.

Cuando llegaron y se acomodaron en la habitación, decidieron abrigarse bien y aprovechar lo que quedaba de luz diurna, para salir a dar un paseo por la zona. Parecía que se habían adentrado en otro mundo, ya que el clima era totalmente invernal, y las montañas que rodeaban el lago estaban cubiertas por un manto blanco de nieve.

La pareja y la niña, acompañados de Báxter, disfrutaron de un agradable paseo, a pesar de las bajas temperaturas. Volvieron al hotel casi a las ocho de la tarde; Amy estaba agotada, y para poder pasar desapercibidos ante el resto de los huéspedes, decidieron pedir la cena al servicio de habitaciones. Una vez dieron cuenta de la comida, la pequeña cayó pronto en la cama, rendida por el intenso día. Báxter se había tumbado tranquilamente, cerca de la chimenea, por lo que Bella decidió salir a la terraza, con una taza de té en sus manos, donde se encontraba Edward.

—¿No tienes frío?— interrogó a su novio, tumbado en la inmensa hamaca, bebiendo café y fumando.

—Estoy abrigado— le dijo, sonriendo, a la vez que señalaba la chaqueta que llevaba puesta, y el cuello de lana —aunque estaría mejor contigo al lado, ¿no sabes que el mejor calor es el de piel con piel?— le sugirió, arqueando ambas cejas.

—Pervertido— rio su novia de manera suave —hazme un hueco, anda— le pidió. El cantante negó con la cabeza, a la vez que tomaba una de sus manos y hacía que ella se sentara entre sus piernas, apoyando la espalda en su pecho, y suspirando satisfecha. Apagando su cigarro y dejando la taza de café en el suelo, tomó una manta que había dejado antes encima de una silla, para taparse ambos con ella —esto es precioso— le dijo.

—Es un sitio muy bonito— le dio la razón su novio, rodeando su cintura con sus brazos —me da pena que solo hayamos pasado unas horas aquí, hay mucho que ver— le explicó —aunque la temporada que más me gusta para venir aquí es el verano. Pero quería que Amy tú lo vierais.

—Tenemos que volver— le dio la razón su calabacita —y gracias por todo esto— Bella giró su cabeza, para mirarle directamente —el paisaje, el hotel es espectacular…— enumeró, ante la sonrisa del cantante, que dejó un pequeño beso en su frente —¿puedo hacerte una pregunta?

—Sabes que sí— afirmó Edward con la cabeza, mirándola muy interesado.

—¿Cómo es que no tienes una casa, para escaparte de vez en cuándo?— Edward sonrió —Jake tiene una en Montana, Alice y Jasper el rancho de Dallas…— empezó a relatar.

—Rosalie y Emmett tienen una casa en Old Saybrook— siguió su novio —en Connecticut, con unas vistas impresionantes, a orillas del rio y muy cerca de South Cove.

—Vaya, no lo sabía— musitó, sorprendida.

—Aunque Emmett nació en Los Ángeles, sus padres son de Bridgeport— Bella asintió, ya que era unas de las poblaciones más conocidas del estado de Connecticut —tiene mucha familia allí, y se escapan muchas veces. Pero este año, entre la gira, la boda y los compromisos de Rosalie, no han ido mucho.

—¿Y Sam?

—Que yo sepa, hasta la fecha, no tiene ningún refugio para escaparse, al igual que yo.

—Pensaba que todos los famosos tenían varias casas— le dijo ella, conteniendo una sonrisa divertida.

—Todos no— se encogió el cobrizo de hombros —cuando estaba casado con Tanya, y Amy era un bebé, sí que pensé en comprar una segunda residencia. Pero ella nunca quiso, alegando que las vacaciones se pasan en los hoteles— le explicó —luego nos divorciamos, y nunca más pensé en ello, ni se dio la ocasión.

—Comprendo— contestó su calabacita, apurando su té, para luego darle la taza a Edward, que la posó en el suelo, junto a la suya. La pareja permaneció unos minutos en silencio, disfrutando del paisaje nocturno del lago.

—Me encanta la tranquilidad, y el silencio de estos lugares— le dijo él —y relajarme y descansar. Es un buen cambio, después del ajetreo de Los Ángeles.

—Eso es cierto— le dio la razón su novia, agarrando una de sus manos, por debajo de la manta —¿cómo les estará yendo a Jake y Nessie?

—A saber— medio rio el cantante —y menos mal que ella se ha lanzado— le contó, divertido por la situación —si tiene que ser Jake el que tenga que pedirle una cita, podemos esperar todos sentados.

—Eso es cierto— contestó ella, sonriendo divertida también.

—De todas formas, me enteraré muy pronto— le dijo, encogiéndose de hombros —Jake, Sam y yo nos lo contamos prácticamente todo— le recordó —son mis mejores amigos; cómo Ángela y tú.

—Lo sé; es bonito, mantener una amistad así, a través de los años— el cantante asintió con la cabeza —y tener a alguien con quien desahogarse, de vez en cuándo —¿y Emmett y Jasper?— le preguntó ella.

—También son buenos amigos, por supuesto— le aclaró —pero conozco a Jake desde que íbamos al instituto, y por él conocí a Sam, aunque fuera dos cursos por encima nuestro. Emmett me cae muy bien, aunque a veces sus bromas y comentarios sean un poco pesados; además, desde que Rose y tú os habéis conocido, admito ahora tengo más confianza con él, me refiero para temas serios.

—Ella se ha convertido en un apoyo para mí desde que llegué a Los Ángeles— le confesó —Ángela está lejos, y a veces hay cosas que hay que hablarlas en persona.

—Rose es el equilibrio perfecto para Em, te lo aseguro— afirmó su novio —y me alegra que tengas una amiga con la que puedas salir, en la que ahora es tu ciudad. Rosalie es sensata, y muy cabal.

—¿Y Alice y Jasper?

—Aunque no te lo creas, hablo mucho con Jasper— le confesó —es una de las personas más sensatas que conozco; y es muy buena persona, humilde y discreta.

—Eso es cierto— le dio la razón Bella.

—Y aparte de eso… es el único del grupo que, junto conmigo, es padre; cuando me divorcié de Tanya, y tenía preocupaciones y dudas, él supo escucharme, apoyarme y aconsejarme con muchas cosas, acerca de Amy.

—No lo sabía— negó Bella, con la cabeza —pero en parte, es lógico.

—Y aunque ahora comparta todo eso contigo, sé que siempre estará ahí.

—¿Y la pequeña duende?

—Bueno…— se pasó una mano por su pelo, meditando las palabras —aunque choquemos mucho, por así decirlo— su novia le miraba fijamente —obviamente, le tengo mucho cariño; la conozco desde hace muchos años. Admito que ha sabido llevar la representación del grupo como nadie. Y en parte, agradezco que tuviera mucha paciencia conmigo, cuándo tuve mi época rebelde, por llamarla de alguna manera.

—He aprendido mucho de ella— le confesó su novia.

—Eso es cierto, lo haces muy bien— admitió el cantante, dejando un beso en su mejilla —¿tú no te llevas bien con ella?

—Me llevo muy bien, tanto con Nessie como con ella— le explicó —pero al ser mi jefa, y siempre lo será, aunque vaya a tomarse un periodo de descanso, supongo que guardo esa distancia de respeto, por así decirlo —Edward asintió en silencio —simplemente, con Rose cogí más confianza, desde el principio. Ella también me animó a conocerte realmente.

—Lo sé; Emmett me lo ha contado alguna vez— le confesó. Su novia volvió sus ojos al frente, para disfrutar del silencio y de la tranquilidad del lago. Permanecieron unos minutos en silencio, ambos con los ojos cerrados, hasta que una vocecita hizo que los abrieran de nuevo.

—¿Papá?— la pareja giró la cabeza, para encontrase con una adormilada Amy, en zapatillas y en pijama, al lado de la tumbona.

—Cariño— el cantante y su novia se incorporaron —pensábamos que estabas dormida— le dijo su padre, poniéndose de pie y tomándola en brazos.

—He ido a hacer pis, y me he despertado— le explicó su hija, a la vez que bostezaba y apoyaba la cabeza en su hombro.

—Vamos dentro, te vas a helar— les dijo Bella. El cantante se adentró en la habitación con su hija, mientras Bella tomaba las dos tazas y la manta, para seguirlos en unos segundos.

Edward dejó a la niña en su cama, después de volver a arroparla y besar su mejilla. Fue al baño, para ponerse el pijama, a la vez que Bella se sentaba un momento al lado de Amy, peinando su largo pelo con los dedos; la pequeña suspiró satisfecha, cerrando los ojos de nuevo, y cayendo otra vez dormida. Y así seguía cuando el cantante emergió de baño, observando en silencio la interacción de su chica con su hija, sonriendo cuando Bella le dio un pequeño beso, antes de levantar su vista y mirarle.

—Se ha dormido de nuevo— le dijo.

—Tiene que estar agotada— afirmó Edward —y tú también; yo he dormido mientras conducías, pero tú no has pegado ojo— le recordó.

—Fuera me estaba quedando dormida— le confesó, ahogando un bostezo —voy a cambiarme.

Ya con el pijama puesto, y en la cama de al lado, los brazos de Edward rodearon con cuidado a su novia; apagaron la luz, quedándose dormidos ambos en cuestión de segundos.

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A la mañana siguiente, decidieron madrugar, para afrontar el resto del camino. Querían llegar a Forks a la hora de cenar, pero eran conscientes de que con Amy y Báxter tendrían que parar varias veces. Desayunaron temprano en el comedor del hotel, teniendo incluso Edward sacarse una foto con varios de los camareros y las recepcionistas.

Deshicieron de nuevo el camino por la ruta norte de los lagos, para volver a la interestatal 5, la inmensa autopista que conectaba casi toda la costa oeste del país. Turnándose para conducir, dejaron atrás el estado de California, para atravesar Oregón, y adentrarse por fin en el estado de Washington. Abandonaron la interestatal 5 para tomar varias carreteras secundarias.

Después de casi un día entero de viaje, con varias pausas, por fin, el letrero de Forks, apareció frente a sus ojos; con las indicaciones de Bella enseguida aparcaron el coche frente a la casa blanca que Edward conocía perfectamente, gracias a fotografías.

—Por fin— musitó Bella, apoyándose contra el asiento.

—Hemos llegado— le dijo su novio, desabrochándose el cinturón, y apagando el motor del coche.

—¿Esta es tu casa, Bella?— interrogó Amy, mirando por la ventanilla.

—La casa de mis padres, dónde crecí— le dijo —¿recuerdas que una vez viste una foto de ella?— la pequeña asintió enérgica con la cabeza. Justo en ese momento, el matrimonio Swan apareció en el marco de la puerta. La castaña bajó enseguida del coche, abrazándose a sus padres.

—¿Son los papás de Bella?— preguntó Amy al cantante.

—Sí— le confirmó —vamos, ponte las deportivas y la chaqueta, para bajar.

El cobrizo y su hija dieron espacio a la familia, mientras se saludaban y abrazaban; escuchó a Charlie llamarla calabacita, y no pudo evitar sonreír. Una vez el matrimonio Swan soltó a su hija de su abrazo, Bella se volvió hacia el cantante y la niña.

—Mamá, papá; él es Edward— les presentó, a la vez que agarraba del brazo a su novio.

—Por fin— exclamó Renée, abrazándole —estaba un poco harta de verte solo en la tele, o en las revistas.

—Es un placer conocerla en persona— contestó Edward, sonriendo.

—Oh, no nos llames de usted, por favor; no somos tan viejos— tal y cómo le dijo Bella, era una persona alegre y vivaz, a pesar de los acontecimientos que vivieron los últimos años. Tomando aire, el cobrizo se giró, para encarar al padre de su novia, que lo observaba detenidamente, con mucha curiosidad.

—Jefe Swan— le tendió la mano, que Charlie aceptó de inmediato.

—Edward— asintió con la cabeza —por fin te conozco; es un placer.

—También lo es para mí— contestó éste, abrazando a su novia por la cintura —tenía muchas ganas de conoceros.

—Eres muy alto— seguía diciendo el padre de Bella —y es un alivio poder ver que eres de carne y hueso. Estás muy cambiado desde la primera vez que te vi, en el póster.

—Bue… bueno— el cantante se rascó la nuca, ante la sonrisa contenida de su chica —ahí era muy joven, era justo cuando empezamos a cantar— le relató, un poco incómodo y avergonzado —ya han pasado algunos años.

—¿No te falta algo?— musitó el jefe Swan, cruzándose de brazos —siempre llevas unos pendientes más grandes— dijo, con verdadera curiosidad. El cantante quería que se lo tragara la tierra, y Bella fulminó a su padre con la mirada.

—Charlie, no avergüences al chico— le reprendió su mujer, para después volverse a la pequeña —y tú eres Amy— la niña asintió enérgica con la cabeza, a la vez que se ponía frente a la pareja —oh, cielo, eres guapísima— Renée la abrazó con suavidad.

—Sí que lo es— confirmó el jefe Swan, abrazándola también.

—Gracias— respondió la pequeña, sonriendo.

—¿No le habéis traído?— Charlie miraba hacia el coche. La pareja se miró un segundo, con el ceño fruncido, hasta que el ruido de algo golpeando el cristal del automóvil hizo que todos se volvieran en esa dirección —¡ahí está!— exclamó, apresurándose y abriendo la puerta. Él mismo le liberó del arnés, y el animal salió de un salto, dando vueltas a su alrededor y moviendo la cola, contento.

—Es Báxter— le dijo la niña a Renée, que miraba a su marido con una mueca de paciencia, y las sonrisas poco disimuladas de Edward y Bella.

—Buen chico— le decía Charlie, a la vez que el animal se tumbaba con la tripa hacia arriba, para que le hiciera cosquillas y lo acariciara —vamos, amigo— el animal se puso de pie de un salto, siguiendo al jefe Swan hacia el interior de la casa, meneando la cola y sin mirar a nadie más. La madre de Bella tomó a la niña por los hombros, siguiéndoles, a la vez que la pareja observaba la situación.

—Es mi imaginación… ¿o le cae mejor el perro que yo?— murmuró el cantante, con cara de circunstancias; la castaña ya no pudo contener la carcajada, a la vez que rodeaba su cuello con sus brazos.

—Te dije que le encantaban los perros— le advirtió; sintió los brazos de Edward rodear su cintura —y te puedo asegurar que no ha ido tan mal— le dijo.

—¿Tú crees?— el cobrizo no las tenía todas consigo.

—Dale unas horas; estoy segura de que os llevaréis muy bien— le aseguró.

—Eso espero— suspiró —¿feliz de estar en casa?

—Tenía muchas ganas de verlos— suspiró, apoyando su frente en su pecho —y creo que ellos me han visto ya en persona, y han respirado tranquilos. Mi madre no hacía más que revisarme la cara, por el golpe.

—Me he dado cuenta— afirmó su novio —ya apenas se nota— murmuró, aliviado.

—¿Crees que nos toparemos con la prensa por aquí?— musitó ella, preocupada.

—Espero que no, cariño— resopló —y si no tenemos tanta suerte y nos encuentran, habrá que seguir manteniendo las formas y no dar el espectáculo. No quiero que nos molesten, y mucho menos a tus padres.

—Lo sé— levantó la cabeza, para dejar un pequeño beso en la boca de su novio, gesto que el cantante correspondió sin protestar; estaban tan sumergidos en la tarea, que no se dieron cuenta de que Charlie había vuelto a salir; tuvo que carraspear, para que la pareja se separara.

—Vengo a ayudaros con el equipaje— les dijo, divertido ante la cara de circunstancias de la pareja —si quieres, puedes guardar el coche en el garaje— le ofreció a Edward.

—Será lo mejor— asintió Bella —gracias, papá— después de descargar las maletas en la puerta, Charlie le indicó para entrar en el garaje lateral, ya que era un rincón muy oscuro.

—Buen coche— musitó, mientras Edward le daba al mando para cerrarlo.

—Es muy cómodo y amplio— le explicó.

—¿Habéis hecho bien el viaje?; ¿qué ruta habéis seguido?

—Prácticamente casi toda la interestatal 5 hasta Portland, y luego varias carreteras secundarias hasta aquí; nos desviamos ayer, e hicimos noche en el Lago Tahoe.

—Qué maravilla— musitó Charlie —me encanta la naturaleza, y poder ver esos sitios debe ser increíble.

—Cuándo queráis, os esperamos en California— le ofreció el cantante con cautela —tiene zonas increíbles.

—Lo sé, y puede que te tome la palabra— afirmó su suegro, sonriendo —me encantaría conocer el Parque Nacional de las Secuoyas.

—Y Yosemite es increíble, también— le dijo el cantante, contento de que, al fin, no le mirara de manera inquisitoria. Hablando de los parajes californianos, salieron a la puerta principal, dónde esperaba Bella con las maletas.

—Mamá y yo hemos pensado que la niña duerma en tu habitación— le dijo su padre —y Edward y tú en el cuarto de Riley. Tiene una cama de matrimonio, estaréis más cómodos.

—¿Seguro que no te importa?— frunció el ceño su hija; Edward también estaba extrañado por el ofrecimiento. Sabía por su novia que el cuarto de Riley era un lugar sagrado para su padre.

—En absoluto— les tranquilizó Charlie —tu madre me hizo pintar las paredes la semana pasada; la verdad que lo necesitaban. Era eso, o mandaros a un hotel— sonrió, divertido.

—Gracias— musitó, sorprendida, a la vez que tomaba una de las maletas.

Los tres se adentraron en la casa; Edward echó un vistazo a su alrededor; el hogar de los padres de su calabacita le recordó al instante a la casa de su abuela Elizabeth, en Anaheim, donde el pasó su infancia y el principio de la adolescencia. Sin muchos lujos y nada ostentosa, pero cálida y acogedora.

Dejaron las maletas un momento en el recibidor, y entraron en el salón, con un sofá enorme y un televisor de plasma que lo presidía. Edward se acercó un momento a la repisa de la chimenea, admirando las fotografías familiares; sonrió al ver una de su novia, en la que no tendría más de ocho años, con una sonrisa desdentada y dos graciosas coletas. Justo al lado, otra imagen de un joven de unos dieciocho años, más rubio que Bella, pero con sus mismos ojos y facciones. Él había visto las pocas fotos de Riley que su calabacita tenía en su portátil, y en verdad se parecían.

—Aquí os parecéis mucho— Bella se había acercado a él, mirando la foto con una sonrisa melancólica.

—Tenemos los ojos de mi padre— le confirmó ella, tomando el marco, y pasando un dedo por la cara de su hermano —y aunque en la forma de la cara también nos parecemos, yo salgo más a mi padre, y él a mi madre— le contó, dejando escapar un pequeño suspiro. El cantante dejó un pequeño beso en su sien, a la vez que la atrajo hacia su costado.

La niña, despojada ya de su chaqueta y con un par de galletas en la mano, también se acercó a ellos. Amy abrió la boca para preguntar algo, pero su padre se llevó la mano a sus labios, negando con la cabeza. La pequeña asintió en silencio.

—La cena estará en unos minutos— se acercó Renée a ellos, observando lo que su hija tenía en sus manos —¿por qué no vais arriba, a dejar el equipaje?

—Os ayudo— Charlie se dirigió al vestíbulo, para tomar la maleta de la niña.

—¿Vamos, calabacita?— sondeó en cantante, en voz baja.

Bella despertó de su ensoñación, y dejando la foto en su sitio, afirmó lentamente con la cabeza. Después de cargar con las maletas y abrigos, los adultos y la niña subieron las escaleras, para acceder al piso superior. Charlie se adentró un momento en el cuarto de Bella, dejando la maleta de la niña, mientras que su hija le indicaba al cantante cuál iba a ser su habitación. Edward echó un vistazo a su alrededor, al igual que su novia. La habitación que había pertenecido a Riley era la de cualquier adolescente americano.

—Ahora es más luminosa— le dijo Bella, ya que su padre la había pintado de color blanco —la cama está igual, y el armario y el escritorio— le contó —mira— le señaló la pared en la que estaba apoyada la mesa.

—No lo ha quitado— sonrió el cantante, para acercarse a observar el ya famoso póster —le doy la razón a tu padre, salgo con cara de malas pulgas— resopló, estudiándose a sí mismo.

—Un poco— se burló Bella, acercándose también —mira la melena de Emmett— meneó la cabeza, divertida.

—Y Sam y Jake— le dijo, señalando las melenas negras, y totalmente lisas —ahí que si parecen auténticos indios nativos; Jasper es el que menos ha cambiado— musitó.

—Estás muy jovencito— le dijo su chica, dándole un codazo.

—No tendría más de veinte años— le contó, con una pequeña sonrisa —recuerdo cuando nos sacaron la foto— siguió relatando —creo que, más que cara de malas pulgas, tenía una resaca enorme— le confesó.

—Todavía recuerdo cuando Riley lo compró— murmuró ella, con una pequeña sonrisa —vino emocionado de la papelería, y me acuerdo que me tuvo rebuscando chinchetas toda la tarde; no quería ponerle cinta adhesiva porque no se pegaba a la pared— meneó la cabeza. Apartándose un momento, abrió el armario, rebuscando en uno de los cajones. Bella se dio cuenta de que la ropa de Riley que estaba colgada en perchas había desaparecido, pero no la de los cajones —mira— le mostró una camiseta negra, con el nombre y el anagrama del grupo en color dorado.

—Es de las primeras que sacaron— Edward se acercó a ella, tomándola —creo que esta no la tengo ni yo— musitó en voz baja, poniéndosela por encima, y viendo que era de su tamaño, más o menos.

—¿Quieres llevártela?— le ofreció ella, con una pequeña sonrisa.

—¿Tus padres no se molestarán?— sondeó, con precaución.

—En absoluto— le tranquilizó —tenía muchas más, pero cuando se fue de casa, se las llevó casi todas— le contó, con un pequeño suspiro. Dejando la camiseta encima de la cama, la atrajo hacia él, abrazándola.

—Muchos recuerdos, ¿verdad?— susurró en voz baja, acariciando con cuidado su espalda.

—Sí— afirmó ella, con una sonrisa triste —aunque empieza a ser bonito, recordar los momentos felices.

—Y es con lo que te tienes que quedar— le dijo él, besando el tope de su cabeza —espero que estos días me cuentes cosas y situaciones divertidas, que vivisteis los dos— le pidió. Desde que retomaron su relación, no habían hablado mucho acerca de su hermano, y el cantante quería que ella recordara con una sonrisa, compartiéndolo con él.

—Te lo prometo— susurró su calabacita, dejando un beso en sus labios —vamos a ver a Amy.

Cuando entraron a la habitación de la castaña, se encontraron a Charlie y a la niña sentados encima de la cama, charlando animadamente, y con el peluche de Bella entre sus manos. El cantante observó el silencio a su alrededor; las pareces de color lila suave, la cama con la colcha del mismo color, el viejo ordenador de Bella sobre su escritorio, el corcho en la pared, cubierto de fotos…

—Vaya, has encontrado a Nana— Bella se acercó a la niña, tomando su conejita rosa de peluche y sentándose al lado de la niña —siempre dormía con ella— le confesó.

—Muy cierto— afirmó el jefe Swan —aún recuerdo el día que te peleaste con tu hermano, y la escondió— resopló de manera graciosa —tardamos dos días en encontrarla— Edward y su hija rieron suavemente.

—Fue culpa de Riley— musitó, negando con la cabeza, pero sonriendo suavemente.

—¿Puedo llevármela a Los Ángeles?— le pidió Amy.

—Hija…— negaba el cantante con la cabeza, pero el propio Charlie le cortó.

—Si su dueña te da permiso— señaló a la castaña con la cabeza —voy a bajar a ayudar a tu madre, a poner la mesa —¿quieres ayudarnos?— la niña asintió enérgica con la cabeza.

—Pero antes, ponte el pijama— le dijo su padre —estarás más cómoda.

El jefe Swan los dejó un momento a solas, mientras que Edward tomaba la maleta y la posaba encima de la cama. Después de rebuscar, dio con el pijama y las zapatillas de estar por casa de la pequeña.

Su novia tardó muy poco en ordenar la ropa de la niña en su armario, viendo que su madre también había hecho sitio en él. Una vez que estuvo lista, se acercó al escritorio, mientras la pareja hablaba.

—Parece que se llevan bien; me refiero a tu padre y Amy.

—Mi padre es muy niñero— contestó ella, con una sonrisa —siempre se le han dado bien; mucho mejor que a mi madre.

—No me imaginaba así al duro jefe Swan— musitó él, sonriendo divertido, haciendo que su chica riera suavemente.

—Era sólo una fachada, para su trabajo— le explicó —al igual que tu lado divo— bromeó, dándole un codazo.

—Admito que es necesario— se encogió el cantante de hombros —así que esta es tu habitación— le dijo, mirando a su alrededor.

—Aquí pasé muchos ratos estudiando, cotilleando con Ángela, escuchando música…— sonrió, afirmando con la cabeza.

—¿Tú no tienes posters en las paredes?

—¿Esperabas encontrarte uno tuyo?— le devolvió la pregunta, acercándose a él.

—Puede— se encogió de hombros, a la vez la miraba con una sonrisa angelical.

—Pero aquí sí que estás— ambos se giraron a la voz de Amy, que tenía en sus manos la carpeta en las que guardaba sus apuntes en el instituto. La pareja se acercó, y efectivamente, había una foto recortada del cantante.

—¿Por qué la foto de Johnny Deep es más grande que la mía?— protesto de manera graciosa, arrugando el ceño, y tomando él mismo la carpeta. Bella, a su lado, estaba roja como la grana.

—Porque es la única que pude encontrar en ese momento— se excusó —pero si le das la vuelta…— la propia Bella giró la carpeta, donde se encontraba una foto de tamaño folio, de todos los Slave Heart.

—¿Y los corazoncitos alrededor?— le picó su novio, observando a su novia divertido.

—Tampoco era para tanto— respondió, con suficiencia y cruzándose de brazos.

—¿Ah, no?— Edward la atrajo de nuevo hacia su cuerpo, rodeando su cintura.

—Si alguien, en esos años, me dice que iba a tenerte así de cerca, me habría reído— admitió ella, mordiéndose el labio —a veces, todavía me parece surrealista— Edward no dijo nada, simplemente besó sus labios.

—Yo también quiero hacer esto en mi archivador de clase— ambos se giraron hacia la voz de la pequeña

—¿Quieres poner una foto de papá?— le sondeó Bella, conteniendo una sonrisa, pero la niña negó con la cabeza; su padre frunció el ceño.

—Eres muy pequeña para eso— le dijo Edward.

—Voy a cumplir diez años en mayo— le recordó su hija, cruzándose de brazos —Sally tiene una foto de Justin Bieber— le explicó la niña —es guapo— musitó. La castaña no pudo ahogar la carcajada, ante la cara de póker de su novio. Sin decir una palabra más, la niña salió de la habitación, para ayudar a Charlie y Renée a preparar la mesa.

—¿En serio?— exclamó su padre, mosqueado y cruzándose de brazos —¿Bieber?— repitió, anonadado —pensaba que la había educado mejor, musicalmente hablando— refunfuñó.

—Edward, son niñas— rodó los ojos Bella —además, sólo ha dicho que es guapo; no ha dicho nada de sus canciones— objetó, sonriendo divertida.

—Peor me lo pones— seguía protestando el cantante.

—Anda, vamos a cenar— le tomó del brazo, tirando de él hacia las escaleras —"Baby, baby, baby…"— empezó a tararear, para luego explotar en carcajadas, ante el mosqueo de su novio.

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Después de una cena amena y tranquila, la pareja y la niña se retiraron pronto a descansar, ya que después de un día entero de viaje estaban agotados. No madrugaron mucho, y a eso de las diez Edward y Bella aparecieron por la cocina, duchados y vestidos, para encontrarse a Renée y Amy, todavía en pijama, en la cocina, charlando.

—Buenos días— exclamó la madre de Bella —¿habéis descansado?

—Lo necesitábamos— respondió el cantante, a la vez que se acercaba a su hija —¿por qué no nos has llamado, cariño?— le preguntó, dejando un beso en su frente.

—Me la he cruzado por el pasillo, intentando encontrar el baño— le explicó Renée —sobre las nueve; así que le dije que os dejara dormir, y hemos bajado las dos a desayunar, ¿verdad, cielo?

—Sí— respondió la pequeña, con una sonrisa —le he ayudado a preparar tostadas— le explicó.

—Huelen de maravilla— alabó Bella, acercándose también a la pequeña —¿has dormido bien?— le preguntó, a la vez que cogía una, y le tendía otra a Edward.

—Muy bien— le dijo —con Floppy y Nana— aludió a sus, ahora, dos peluches para dormir.

—¿Y Báxter?— preguntó Edward, mirando por la habitación.

—Charlie se ha ido a dar un paseo con él, a las ocho de la mañana— le informó la madre de su novia, sonriendo —creo que están los dos en el cobertizo del jardín— les dijo. Bella negó divertida con la cabeza, mientras Edward le tendía una taza de café, y luego se ponía otra para él.

—Nosotras vamos arriba, para que te duches y que te cambies; bajamos enseguida— les dijo, sosteniendo su taza con una mano, y tomando a la niña con la otra.

Edward observó como las dos salían de la cocina, compartiendo confidencias. Volvió su vista, para encontrarse con una sonrisa en la cara de Renée.

—Se llevan muy bien— le dijo ella, posando la sartén en el fregadero.

—Demasiado bien; a veces se alían las dos en contra mía— le explicó, con una pequeña sonrisa, cosa que la hizo reír en voz baja.

—Tu pequeña es encantadora, Edward— siguió hablando ésta —simpática, educada— enumeró —curiosa…

—Eso último lo puedo afirmar— contestó, antes de darle un sorbo a su café —intento hacerlo lo mejor que puedo; ahora con la gira, no estamos mucho en casa, pero intento pasar con ella todo el tiempo posible.

—Es comprensible, pero es tu trabajo— le dijo Renée —cierto que es un trabajo fuera de lo normal, al igual que el de su madre— el cobrizo asintió —no debes sentirte culpable por eso.

—No es fácil, pero intento hacerlo lo mejor posible.

—Eso se ve— contestó —la niña me ha contado que la última vez que fuiste a buscarla, a casa de tu exmujer, fuiste con Bella.

—Sí, fuimos los dos— le confirmó —creo que era algo que, tarde o temprano tenía que pasar— se rascó la nuca —al fin y al cabo…— Renée lo interrumpió.

—Es la novia de su padre; y por lo que veo, la cosa es bastante seria —sonrió con comprensión, al igual que el cantante —hacéis muy buena pareja.

—Gracias— contestó Edward.

—Vosotros no podéis veros a vosotros mismos— le siguió explicando la madre de su novia —pero os buscáis inconscientemente; sea con la mirada, para abrazaros, para reíros juntos… es bonito, tener esa complicidad, y esa confianza; y sobre todo, ese apoyo del uno en el otro. Y cómo le dije a mi hija cuando estuvo aquí en navidades, eres el chico que le pega. Rockero; con pinta de malote, pero a la vez tierno y cariñoso.

—Me voy a sonrojar— intentó bromear Edward, ligeramente incómodo.

—Siendo sinceros; cuando nos lo dijo fue un shock en toda regla— siguió hablando Renée —nos preocupaba mucho el asunto de la fama y todo eso; yo sí que sigo los cotilleos de la prensa del corazón, y estabas constantemente en boca de los periodistas.

—Eso está ahí, y no puedo borrarlo— carraspeó, avergonzado.

—Edward, tranquilo; no te estoy sometiendo a un tercer grado— le intentó calmar —sé que desde que estás con ella, no has estado con ninguna otra mujer; ella misma es la primera que no toleraría eso.

—Ni he vuelto a consumir— aludió al tema por el que se separaron.

—Lo sé— le tranquilizó de vuelta —y también sé que, desde que ella te contó lo que le pasó a Riley, no lo has vuelto a hacer.

—Desde esa vez en Acción de Gracias, no— le confirmó, muy serio —no niego que, en los comienzos del grupo, todos probáramos eso alguna que otra vez— explicó —pero yo nunca…— de nuevo Renée lo interrumpió.

—No eres un drogadicto, como lo era mi hijo— musitó ella, cerrando un momento los ojos —Riley era lo que era, y luego pasó el accidente— le dijo, pesarosa, y con una mirada de melancolía —nos está costando un esfuerzo sobrehumano, superarlo. Y cuando vimos que a nuestra hija le asediaban los periodistas, preguntándole acerca del tema… fue duro revivirlo, por así decirlo.

—Me hago cargo— le dijo el cantante —en parte, creo que ella sacrifica demasiado— la mujer lo miró, sin entender —mi profesión conlleva una cara buena, y otra mala. Y la prensa no es precisamente la mejor cara.

—Pero para ella, ese sacrificio merece la pena, porque te quiere, y mucho— Edward sonrió —tú eres la persona que ha elegido, y contigo es feliz— le explicó ella —y eso es lo más importante para Charlie y para mí. Si algo hemos aprendido en esta familia es que hay vivir el momento, porque nunca sabes lo que puede depararte el mañana.

—Lo sé; yo también la quiero, mucho.

—Eso se ve, no soy ciega— bromeó —¿qué vais a hacer hoy?

—Creo que vamos a ir a dar un paseo— le contó el cantante —sabemos que Ángela y Ben están por aquí.

—Llegaron el viernes por la noche— le confirmó Renée.

Siguieron conversando unos minutos, hasta que de nuevo Bella y Amy entraron en la cocina, preparadas para salir a la calle, y con la chaqueta y el cuello de lana del cantante. Fueron a despedirse de Charlie y de Báxter, asegurando a la pareja que se lo quería quedar ese rato, para salir a disfrutar de su primer paseo por Forks.

Por una vez, el cantante prescindió de las gorras y capuchas, poniéndose sólo las gafas de sol y su pequeña bufanda; tal y como le explicó a su chica, era una tontería esconderse, ya que en cuanto los vieran juntos le iban a reconocer. Las chicas también iban abrigadas, con los gorros, guantes y bufandas que habían comprado. Afortunadamente el día había amanecido soleado, pero muy frío.

De la mano de su novia, Edward atendía a las explicaciones que le iba dando, a la vez que llegaban a los diferentes lugares del pueblo. Pasaron por la antigua escuela primaria de Bella, al igual que por la calle principal de la localidad, dónde estaban los bancos, negocios y el ayuntamiento. Era una población muy pequeña y tranquila.

Muchos vecinos se sorprendieron al ver a la pareja, ya que a excepción del matrimonio Swan y Ángela y Ben, nadie sabía nada acerca de la visita. Un poco azorada, pero manteniendo la compostura, Bella les presentaba a su novio y a la niña. Eran, sobre todo, amigos de sus padres, y lo raro es que no se hubieran cruzado todavía con ningún compañero de instituto.

A pesar de las constantes paradas, consiguieron llegar a la entrada del antiguo instituto de Bella, desierto por las vacaciones. Una sonrisa nostálgica apareció en el rostro de la castaña.

—¿Este era tu instituto?— le preguntó la niña, agarrando su mano.

—Es el único que hay en Forks— le contó Bella.

—Es grande—observó Edward, echando un vistazo alrededor.

—Vienen muchos chicos de las localidades cercanas; es uno de los más grandes de la zona— le contó —yo solía aparcar ahí mi vieja furgoneta— señaló un sitio, justo al lado de las escaleras de la entrada.

—¿Tenías una furgoneta?— interrogó Edward, con curiosidad.

—Una Chevrolet del 53, roja… y que se caía a trozos— le explicó, ante la mueca divertida de su novio —pero a mí me encantaba; recuerdo que el aparcamiento era el epicentro del instituto— le relató —muchas veces, incluso, sacábamos aquí el almuerzo, y lo comíamos sentados en las escaleras. Sobre todo, los días de sol.

—En el mío era el comedor, era el centro de todos los cotilleos— le relató el cantante —más que nada, porque había aire acondicionado— bromeó, arrancando una sonrisa a su novia. Se quedó un minuto en silencio, apoyando su cabeza en su hombro, mientras la niña curioseaba por los alrededores.

—Parece mentira que ya hayan pasado casi nueve años desde que terminé— musitó, pensativa —es increíble como pasa el tiempo— su novio acarició con cuidado su espalda.

—Oh… madre mía— exclamó una voz que reconocería entre miles. Giró su cabeza, sonriendo ampliamente.

Ángela les miraba con una sonrisa inmensa, mientras que Ben agarraba la silla donde iba el pequeño Kyle, y seguía con la misma expresión patidifusa que siempre ponía cuando veía al cantante.

—¡Ang!— Bella soltó a su novio, para apresurarse y abrazar a su amiga, que correspondió efusiva al saludo, mientras que el cantante las miraba con una sonrisa complacida.

—¡Belly!; de todos los sitios, tenía que encontrarte en el aparcamiento del instituto— negó divertida con la cabeza.

—Era nuestra segunda casa— se encogió la castaña de hombros —estás estupenda.

—Y tú, veo que muy recuperada— observó.

—¿Y cómo está mi hombrecito?— se agachó frente a la silla, observando al hijo de sus amigos —madre mía, ha crecido muchísimo— exclamó, acariciando su mejilla.

—Demasiado— suspiró Ángela, para luego enforcar al cantante —tengo que darle la razón a mi marido; ¿sabes que en persona, intimidas?— Edward negó divertido con la cabeza, para después darle un pequeño abrazo; aparte del concierto de Seattle, nunca más habían coincidido en persona.

—No es para tanto— le quitó importancia al asunto —¿cómo estás?

—Bien; entre el trabajo y los niños, no me aburro— miró a su marido, con una sonrisa burlona. El cobrizo reprimió una carcajada, antes de tender su mano a Ben.

—Me alegra verte de nuevo— le saludó.

—Es increíble que estés aquí— musitó sin parpadear, y correspondiendo al saludo.

—Ya te dije que te ibas a tener que acostumbrar a verme a menudo— le recordó, para después, agacharse y observar al pequeño de cerca —es igual que tú— le dijo, haciéndole cosquillas en la tripa, gesto que el pequeño aceptó encantado, tendiéndole los brazos para que lo cogiera —¿puedo?

—Claro— asintió Ángela; Bella observó como su chico tomaba al niño en brazos, que, alucinado por la altura de Edward, miraba hacia abajo asombrado, ante las risas de los adultos.

—Le queda muy bien un niño pequeño en brazos— susurró Ángela a su amiga, conteniendo una mueca divertida. La castaña le dio un pequeño codazo, antes de rodar los ojos. Kyle miraba con detenimiento al cantante, llevando su dedito a la oreja, y toquiteando los pendientes.

—¿Ves cómo era mejor quitarme los otros?— le dijo a su novia.

—Es verdad, no llevas los habituales— contestó Ángela —pero… ¿a qué te los has quitado por el jefe Swan?— adivinó, sonriendo, y sin que Ben pudiera disimular la carcajada.

—En parte, sí; lo admito— resopló, incómodo. Justo en ese momento la niña se acercó, dando saltitos.

—Hola— saludó, de manera alegre.

—Cielo, ella es mi amiga Ángela, y su marido Ben— le explicó Bella, rodeándole los hombros —fuimos todos juntos al colegio; nos conocemos prácticamente desde que éramos pequeños.

—Es un placer conocerte, Amy— saludó Ángela, agachándose a su altura, cosa a la que su marido asintió —¿te gusta Forks?

—Es muy tranquilo, pero muy pequeño— le explicó —no se parece a Los Ángeles.

—Eso es muy cierto— le dio la razón Ben, algo más relajado

—¿Es tu hijo?— levantó la vista, observando al pequeño.

—Se llama Kyle, y tiene dos años— le explicó su madre.

—¿Recuerdas que lo viste en foto, una vez?— la pequeña asintió con la cabeza a la pregunta de Bella. El cantante lo posó en el suelo, ya que no había coches a la vista. La niña lo tomó de la mano, dirigiéndose al césped, donde algo había llamado la atención del pequeño.

—Alguien necesita un hermanito— Edward reprimió una sonrisa ante el comentario de Ben, y una azorada Bella.

—Muy graciosos— siseó la castaña, mirando con fastidio a sus amigos.

—¿Por qué no vamos a tomar un café?— ofreció el cantante, también divertido ante la vergüenza de Bella.

—Me parece estupendo— le dio la razón Ben.

Llamaron a los niños, que estaban correteando por el césped. Ben volvió a sentar a Kyle en el carro, a pesar de las protestas del pequeño, y una vez estuvo acomodado, la propia Amy lo tomó, llevándolo ella misma. Ben y Edward iban pegados a ellos, charlando sin parar.

—No puedo creerlo, todavía— negaba Ángela con la cabeza —Edward Cullen en Forks— musitó, ajustándose las gafas.

—¿Quién babea ahora?— la picó Bella, cruzándose de brazos —luego dices de Ben— rodó los ojos de manera cómica.

—Deja que mi vista disfrute un poco— le pidió, tomándole del brazo —imagino que tienes mucho que contarme.

—Mucho— le dio la razón Bella, caminando por detrás de los chicos, rumbo de nuevo al centro de Forks, y empezando a charlar.

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Nada más poner un pie en la cafetería más concurrida del pueblo, todos los ojos se volvieron hacia Bella y Ángela, ya que los chicos se habían quedado por detrás, hablando de mil asuntos. La castaña suspiró con paciencia. Conocían el establecimiento demasiado bien; los dueños eran los padres de Jessica Stanley, y habían pasado muchas horas de su adolescencia sentadas allí. Pero en Forks apenas había opciones para tomarse un café decente.

—¡Ángela!— la madre de Jessica se acercó las chicas, saliendo del mostrador y secándose las manos —¿Bella?— susurró, sorprendida —no sabía que veníais estos días; Jess no me ha dicho nada— se adelantó para saludarlas.

—Decisiones de última hora, supongo— mintió Ángela de forma inocente, encogiéndose de hombros. Bella fingió una sonrisa; las tres eran amigas desde la escuela primaria, aunque en el instituto su relación pasó por altibajos, y se distanciaron.

—¿Cómo está, señora Stanley?— saludó ahora la castaña, de manera amable. A pesar de la relación de ambas con Jessica, sus padres eran buenas personas.

—Estamos bien; por aquí, nada ha cambiado— les contó —aunque a ti, últimamente, te hemos visto mucho por la televisión— Bella resopló por lo bajo, aunque sabía que el comentario de la mujer no era malintencionado —el otro día me crucé con tu madre, y le pregunté cómo estabas.

—Mucho mejor, gracias— respondió, de forma educada.

—Jessica se va a alegrar de veros, voy a llamarla— sin más, desapareció al interior del establecimiento.

—Desde que nació Kyle, no he vuelto a hablar con ella— murmuró Ángela en voz baja, con una mueca de fastidio.

—Yo tampoco sé nada de ella desde hace mucho tiempo— contestó su amiga de vuelta —¿no estaba trabajando en Boston, o algo así?

—Eso pensaba yo— sus comentarios se vieron interrumpidos por la que alguna vez fue su amiga, que se acercaba a ellas, sonriendo con suficiencia.

—¡Chicas!— exclamó, dedicándoles una sonrisa demasiado forzada —¿disfrutando de las vacaciones?— no se abrazaron, ni se dieron dos besos, como era la costumbre desde hacía mucho tiempo entre ellas.

—Lo mismo que tú, supongo— respondió Ángela, cruzándose de brazos.

—Te hacíamos en Boston— habló ahora Bella.

—Volví hace menos de un mes— les contó —dejé el trabajo; y mientras busco algo de lo mío por aquí, he decidido echar una mano a mis padres.

—Eso está muy bien— contestó la castaña.

—¿Cómo están las cosas por Los Ángeles?— se cruzó de brazos, mirándola divertida —te has convertido en la celebridad de Forks.

—Jessica— le reprendió Ángela, mirándola enfadada —fue muy desagradable.

—Era una broma— rodó los ojos —sé que las preguntas fueron incómodas— se puso seria.

—No fue un buen trago, Jess— siseó entre dientes Bella, ligeramente molesta.

—¿Queréis una mesa para dos?— cambió de tema, sonriendo de manera inocente.

—Para cinco— corrigió Bella.

—Con una de tres os sobra; me imagino que Ben estará al llegar— hizo un pequeño gesto con la mano —¿o acaso tu famoso novio ha ven…?— se quedó con la palabra en la boca cuando vio a la persona que entraba junto a Ben. Ángela tuvo que disimular la carcajada, carraspeando —dios mío… es cierto— miró a Bella, para después enfocar de nuevo a Edward, que se acercaba a ellas, a la vez que muchos pares de ojos observaban la escena.

—¿Ya tenemos mesa?— inquirió el cantante, rodeando la cintura de su novia.

—Jessica nos iba a dar una para…— dejó la frase sin terminar, mirándola con una sonrisa maliciosa.

—¡Cinco!— exclamó, volviéndose y mirando alrededor, nerviosa —cinco personas, sí— musitaba —seguidme— les indicó. Una vez se quitaron las chaquetas y se sentaron, dejando a Kyle en la sillita, ya que se había dormido, se dispuso a tomarles nota —por cierto, yo soy Jessica, amiga de Ángela y Bella— se auto presentó —seguro que te ha hablado de mí; fui al instituto con ellas— parloteaba, a la vez que posaba una mano en su hombro.

—La verdad es que no— contestó el cobrizo serio, mirándola con una ceja arqueada —¿te importa quitarme la mano del hombro?— le pidió. Ben se lo estaba pasando de lo lindo, observando la situación con los brazos cruzados y sonriendo como nunca.

—Disculpa— musitó Jessica, incómoda. Bella reprimió una sonrisa, al igual que su amiga.

—¿Tu madre ha hecho tarta de manzana?— le preguntó ahora Bella, de manera amable.

—Sí, está recién hecha— afirmó Jessica, intentando mantener la compostura.

—Yo quiero un trozo, y un café con leche— le dijo la castaña —la tarta de manzana de la señora Stanley es la mejor del mundo— le aconsejó a su novio.

—Probémosla— exclamó entonces —lo mismo para mí— le dijo.

—Y para mí— añadió también Ángela.

—Yo también café con leche, pero yo quiero un rollito de canela, de esos que tenéis en el mostrador— señaló Ben con el dedo.

—¿Y la niña?— preguntó Jessica, dirigiéndose a Amy —¿qué vas a tomar?

—¿Tienes galletas de chocolate?— interrogó la pequeña, cómodamente apoyada en Bella.

—Creo que me quedan un par de cookies con pepitas de chocolate— miró un segundo al mostrador.

—Pues eso, junto con un vaso de leche caliente— ordenó el cantante.

—Ahora mismo os lo sirven— les dijo, para después alejarse.

—¿Has visto su cara?— murmuró Ángela a su amiga —sabía que tenía que tomarme unos días libres, y venir.

—Lo que no entiendo es por qué me ha preguntado si era cierto— rodó los ojos Bella —una cosa es que no hagamos declaraciones, pero no nos escondemos.

—Vete a saber que película tendría montada en su cabeza— siseó, hastiada —ya la conocemos, Belly…

Los cuchicheos de las chicas llamaron la atención del cantante, y aprovechando que su hija estaba entretenida, le hizo un gesto a Ben, para que se acercara.

—¿Puedes explicarme algo de lo que ha pasado con esa chica… Jessica?— Ben sonrió, haciéndole un gesto con la mano, para que se agachara a su altura.

—Jessica era de nuestro grupo de amigos— le empezó a relatar —pero en el penúltimo año de instituto, las cosas cambiaron. Creo que tuvo algo que ver con Mike, no sé si Bella te ha hablado de él— el cantante asintió en silencio, a la mención del exnovio de su calabacita —a partir de ahí, el grupo se dividió, por así decirlo, y la relación no volvió a ser la misma.

—Comprendo.

—Jessica siempre anduvo detrás de Mike, cual perrito faldero— le seguía contando Ben —pero él nunca mostro el más mínimo interés. Acabó el instituto, y nos fuimos a la universidad, y ahí nos dispersamos.

—Es lógico— contestó Edward.

—Y creo que también tiene que ver el hecho de que Jessica no vino al funeral de su hermano; ni siquiera le dio el pésame— suspiró —la relación ya no era la misma;pero creo que una simple llamada de teléfono, para decir lo siento, no habría estado mal.

—Pues no habría estado de más— le dio la razón el cantante, entiendo la actitud de su novia. Justo en ese momento, un camarero y la propia Jessica trajeron todo lo que habían pedido.

—Teníais razón— exclamo Edward, después de saborear el primer bocado— la tarta está de muerte.

—La señora Stanley tiene mano para la repostería, hay que admitirlo— le dio la razón Ángela, saboreando también su trozo —siempre que vuelvo a casa, vengo a comerme un trozo.

—¿Me das un poco, para probar?— le pidió la niña a Bella.

—Si tú me das un trozo de galleta— negoció con ella; ambas intercambiaron sus dulces, ante la mirada divertida del resto —¿te gusta?

—Está buena— aprobó la niña —pero prefiero el chocolate— se encogió de hombros.

—¿Cómo va la gira?— preguntó Ángela a la pareja.

—Ahora estamos de descanso, por así decirlo; y nos hemos dedicado a la promoción de lo nuevo— le empezó a contar Edward —la retomamos a principios de abril.

—Queda la parte europea, y luego algunos conciertos, pero sin salir del continente.

—¿Seguro que no necesitáis una ayudante?— resopló Ángela, con una mueca de envidia, cosa que hizo sonreír a Edward.

—¿Ya no paráis hasta que finalice?— interrogó ahora Ben.

—En agosto no hay conciertos— les contó la castaña, saboreando el café —son malas fechas, ya que casi todo el mundo está fuera de su ciudad; aparte de que el equipo también se merece vacaciones en época estival.

—Y es cuando los niños no tienen colegio— les señaló con la cabeza a su hija —al resto del grupo no le importaría, pero a Jasper y a mí, sí— les aclaró.

—¿Cuándo tienes vacaciones este año?— preguntó Bella a su amiga.

—Una semana en julio, no sé todavía cuál de ellas— le explicó —y el resto, este año, tenemos que dejarlas para octubre— les relató —Ben tiene dos congresos importantes en agosto; y ya sabes que septiembre siempre es un mes de caos en el bufete. No nos hace gracia cogerlas tan tarde, pero es el único año que podremos hacerlo, ya que es el último de guardería de Kyle, antes de que empiece preescolar.

—Podríais veniros a Los Ángeles unos días— les ofreció el cantante.

—Así conocéis su casa— sonrió Bella —quiero decir, nuestra casa— corrigió, mirando a su chico, que asintió contento.

—¿En serio?— preguntó Ángela, alucinada —me muero de ganas de pasear por Rodeo Drive, aunque solo sea para mirar los escaparates.

—Y de paso, al concierto que cierra la gira; esta vez acabamos en casa— añadió el cobrizo, dando un sorbo a su café.

—El 3 de octubre, en el SoFi Stadium— les confirmó ahora Bella.

—¡Sí!— exclamó Ben, feliz cual niño pequeño —el SoFi Stadium… que pasada— murmuró —tenemos que ir, Angie— le suplicó a su mujer, que meneaba la cabeza, suspirando con paciencia.

—Entonces os mandaré los pases— les dijo Bella.

—¿Y yo podré ir?— la pregunta de Amy hizo que su padre volviera su vista, mirándola con una pequeña sonrisa —Akane y yo casi nunca vamos a veros.

—Creo que es sábado— musitó Bella.

—Si es sábado, no veo porque no— le dijo su padre.

—¿Y si estoy con mamá?— siguió preguntando.

—Eso lo puedo hablar con ella— la tranquilizó, a lo que la pequeña contestó con una sonrisa.

—¿Puedo tomar otra galleta?— se giró ahora hacia Bella.

—Cielo, las que te has comido eran muy grandes— le contestó, mirando a Edward, que puso una mueca de preocupación.

—Además, estoy segura de que Renée está preparando el almuerzo en casa— añadió Ángela, en un intento por ayudar.

—Vale, me aguantaré el hambre— protestó, cruzándose de brazos.

—Amy— le advirtió su padre, mirándola serio.

—No he dicho nada malo— replicó la niña, molesta —voy al baño— sin decir una sola palabra más se levantó, dejando a los adultos con la palabra en la boca.

—Disculpad, chicos— se excusó Edward.

—Tranquilo, son niños— le restó importancia Ángela —bastante bien se porta.

El cantante y su novia se miraron, preocupados, sin saber cómo reaccionar. Amy no era una niña de rabietas, y esa salida de tono tampoco era normal en ella. Justo en ese momento, una voz conocida para Bella y sus amigos, hizo que todos levantaran la vista.

—¡Tyler!— exclamó Ben— levantándose y dándole un abrazo —¿cómo estás?

—No tan bien como tú— le devolvió el saludo —no sabía que veníais estos días.

—Es Tyler Crowley— le contó Bella a su novio —junto con Ben, era uno de los mejores amigos de Mike— el cantante asintió. El joven vestía uniforme de policía. Después de saludar a Ángela, se volvió hacia ella —menos mal que mi padre ya está jubilado; sino, te haría la vida imposible en comisaría— bromeó, con una mueca divertida.

—No me lo recuerdes— siseó, con una mueca incómoda —todavía recuerdo cuando nos desalojó de la fiesta que dio Lauren en su casa. No nos llevó al calabozo a todos de milagro, y te recuerdo que estabas incluida en el lote.

—Sí, y ya me pasé un mes castigada por eso— Edward sonrió para sus adentros.

—¿Cómo estás?— la abrazó con suavidad —¿y el jefe, cómo sigue?— le preguntó con amabilidad.

—Todo está bien, Tyler; mi padre va poco a poco— le contó, para luego fijar la vista en su novio —él es Edward.

—Madre mía— musitó alucinado, y tomando la mano que el cantante le ofrecía —al igual que Ben, soy fiel seguidor del grupo; es un placer conocerte.

—También es un placer, y gracias por lo que me toca— contestó afable.

El grupo conversó unos minutos, hasta que Tyler recogió lo que había pedido, para volver al trabajo, no sin antes sacarse una foto con todos ellos. Una vez que la niña volvió del baño, ya más calmada, Ángela y Ben se despidieron, ya que se acercaba la hora de comer del pequeño, pero quedando en que se verían de nuevo, y planearían el día que saldrían a cenar.

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Gracias a todas las chicas que seguís en este maravilloso mundo que es Fanfiction; a las que retomáis la historia, a las que os sumáis a ella, a las que leen, a las que habéis opinado y las que opináis ahora…

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Sara, Cris… lo prometido es deuda.

Un besazo y nos vemos en el siguiente!