La princesa infernal dormía abrazada al cuerpo de Alastor. Él estaba despierto, sentado con su espalda recargada al respaldo de su cama mientras que con una de sus manos acariciaba la espalda desnuda de Charlie. Tenía noches sin poder conciliar el sueño, Charlotte ocupaba todos sus pensamientos, eso no sería un motivo de molestia de no ser porque los pensamientos sobre ella eran acerca del futuro, daba lo mismo si era cercano o lejano, la cuestión era la misma: Charlie estaba obligada a, en algún momento de su existencia, desposar a un demonio original y continuar con el linaje Magne.
Eso lo molestaba bastante.
Más que molestarle, le frustraba, porque era plenamente consciente que sus poderes no eran suficientes para cambiar eso. Él era un alma humana, un simple pecador, por más poder que acumulara nunca sería un demonio original.
Lo que más le estaba dando vueltas en su mente era que Charlotte sabía perfectamente eso y parecía no importarle. Ella siempre mencionaba palabras como "para siempre" y "nunca", dando a entender que ellos estarían juntos por la eternidad. De principio le parecía algo ridículo, comprendía que los humanos dijeran esas palabras en la Tierra, su esperanza de vida era mucho menor a la de un demonio en el infierno, en el infierno eran prácticamente eran inmortales, más si, como él, acumulaban poder. Lo que más le incomodaba sobre aquello era que él disfrutaba de escuchar esas palabras.
Él quería que fuera así.
—Estúpido —se insultó en voz baja llevando su mano libre hasta su frente, tirando un poco del mechón de cabello que caía sobre su rostro, con frustración.
Todo sería tan fácil si hubiese seguido su plan original para llegar al trono del infierno y no es que aún desease eso, a él no le importaba si Lucifer es el eterno monarca o no, él solo quería llegar al trono por la diversión que obtendría durante la travesía, no le interesaba el título o el poder… todo eso le parecía vano.
Títulos, poder… él podría darse un título de rey, obtener más poder e iniciar un nuevo reino dentro del mismo infierno, ganar seguidores, rebelarse a Lucifer… todo era tan sencillo, solo era cuestión que alguien iniciara la chispa para incendiar toda la pradera… y eso Lucifer lo debía saber muy bien: así fue como él obtuvo su reino.
—¿Al? —Llamó adormilada Charlie —¿no puedes dormir? —preguntó mientras se sentaba y cubría su cuerpo con la sábana, más por frío que por pudor.
—¿Te desperté, querida? Discúlpame —dijo atrayendo a Charlie con su brazo para poder abrazarla y recostarse con ella.
Charlie se acomodó dándole la espalda, pegando su cuerpo por completo al torso de él, Alastor hundió su rostro en la cabellera rubia de la princesa infernal y aspiro profundo, le encanta su aroma. Cada vez le era más complicado tener un comportamiento adecuado con ella cuando estaban a solas, prueba de ello era que todas las noches compartían cama y tenían sexo, y, en momentos como en ese, solo deseaba sumergirse en ella otra vez.
Llevó ambas vamos a los montes de la rubia y ella comenzó a suspirar, sorprendida por el proceder del Demonio Radio, llevó su mano hacia la hombría del demonio carmesí, la cual ya se encontraba despierta y comenzó a estimularla con cuidado, pues no estaba viendo lo que hacía, Alastor soltó un sonido gutural justo en su oreja y eso la excitó de sobremanera.
—¿Quieres hacerlo? —Preguntó Charlie en medio de sus jadeos, Alastor asintió en repetidas ocasiones antes de llevar sus labios al níveo cuello de la rubia, Charlie sonrió gustosa por las atenciones y caricias que le daba. —Tenemos que ser cuidadosos, Al… Todo el hotel está en silencio y nos pueden escuchar —dijo mientras soltaba el miembro del Demonio Radio y se giraba para poder quedar de frente a él, Alastor solo asintió dócilmente antes de besar a la princesa infernal.
El encuentro había sido parecido a los primeros que tuvieron, cuando Alastor no tenía mucha idea de qué hacer, con la diferencia que ahora Alastor sabía perfectamente qué y cómo hacerlo, haciendo que la princesa infernal pidiera más de su toque y sus atenciones, le encantaba el hecho que Alastor se preocupaba mucho por hacerla sentir bien y en esa ocasión, quizá por el caso que tenían que ser silenciosos, las acciones y toques del demonio ciervo se sentían mucho más intensas.
—Al… Al… te quiero… te quiero… —decía haciendo uso de todo su autocontrol para no alzar la voz mientras Alastor la embestía y, al igual que ella, hacía uso de todo su autocontrol para no dejarse dominar por sus instintos.
Le encantaba sentir las suaves y delicadas manos de Charlie aferrarse a su espalda, así como ver su angelical rostro con esa expresión erótica que lo volvía loco mientras escuchaba su melodiosa voz decir su nombre y esas bellas palabras para él, continuo sus embistes aumentando un poco la intensidad al sentir que estaba por acabar. En el momento que terminó bajó su rostro para poder besar a la rubia quien se aferró al cuello del Demonio Radio para profundizar más el beso.
Cuando se separaron, Charlie pegó sus frentes y sonrió con ternura, Alastor besó su mejilla y se recostó a su lado para poder abrazarla nuevamente, Charlie se aferró a él y soltó un suspiro de satisfacción.
—Te quiero, Alastor.
Alastor besó su frente y pellizcó una de sus mejillas con cariño. Charlie rio un poco y suspiró.
—Te quiero, Charlotte. —Dijo Alastor apretando más a la rubia contra sí de manera inconsciente.
Unas pocas horas después, el Hellphone de Charlie comenzó a sonar, anunciando que era hora de salir de la cama, Alastor chasqueó los dedos antes de que Charlie se despertara. La princesa infernal dormía plácidamente en su lado de la cama, recostada de lado en dirección a él, la sábana la cubría hasta apenas por encima de su senos, dejando al descubierto su brazo y hombros, su cabellera rubia y alborotada cubría parte de su rostro, se veía tan linda.
Umbra, en compañía de la aun inexperta sombra de Charlie se materializaron frente a la cama, Alastor ordenó a ambas que se retiraran, lo que hicieron al momento, Umbra por obediencia hacia su amo y la sombra de Charlie por temor al Demonio Radio. Alastor se quedó recostado de lado, observando a la chica dormir.
No sabía por qué estaba actuando así.
En realidad, sí lo sabía.
—Estoy enamorado de ti, Charlie —dijo más como un pensamiento al aire, sin embargo, la princesa infernal soltó una pequeña risa.
—Y yo de ti —dijo Charlie abriendo sus ojos adormilados y llevando una mano a la mejilla del Demonio Radio —Haz estado actuando más cariñoso que de costumbre, ¿qué pasa, Al?
—He estado pensando algo, Charlotte —Dijo Alastor al tiempo que peinaba los rebeldes cabellos que cubrían el rostro de Charlie.
—¿Qué te está robando el sueño, mi venadito? —Preguntó Charlie con voz dulce, mientras subía su mano para poder acariciar una de sus astas y orejas.
Mi venadito… Resonó en la mente del demonio ciervo y, aunque no le molestaba en absoluto que Charlie le llamara con ese ridículo apodo, cortesía de Angel, sus recientes pensamientos acerca del futuro con Charlotte hacían que de algún modo ahora se activara una especie de alerta dentro de él con solo escucharlo.
Jamás pensó que esa sensación volvería, algo dentro de él le gritaba que estaba en peligro inminente, que Charlie lo estaba llevando a un punto de no retorno, ¿había algo que no estaba viendo?
Un error, un simple error fue lo que provocó su prematura muerte. ¿Acaso su instinto le decía que estaba por cometer otro error o es que acaso ya lo había cometido? Era tan confuso todo, estaba ahí, frente a la persona que de una manera u otra le estaba robando el sueño: por un lado quería más de ella y por otro comenzaba a creer que ya era más que suficiente, que si daba un paso más se arrepentiría.
Un ciervo… un cervatillo. Más de la mitad de su vida estuvo observándolos, analizando su comportamiento. Parecían animales sociales, sus grupos eran grandes y aun así se las arreglaban para estar a una distancia prudente de sus compañeros. Los machos eran completamente egoístas, las hembras eran más afables: siempre cuidaban de sus crías, los cervatillos, los venaditos…
Cervatillos, seres tan inocentes e indefensos, ni siquiera podían coordinar sus pasos y siempre ponían en peligro a sus madres por estarles protegiendo. Solo los cazadores ineptos se aprovechaban de eso, un cazador con un mínimo de honor sabía que nunca se debía cazar a las hembras a menos que ya se viera en edad avanzada o enferma y mucho menos se debía cazar a los cervatillos.
Para su vergüenza, todo lo relacionado con el futuro de él y Charlotte lo hacía sentir como un cervatillo: confundido, no lograba hilar una sola línea de pensamiento.
¿Qué hará él? ¿Qué hará ella? Ella dice quererlo y él la quiere… en verdad la quiere ¿Ella se atrevería a ir en contra de su destino? ¿Renunciaría a su reino por él? Él podría crear un nuevo reino para ella. Él estaba dispuesto a hacerlo solo por ella, se enfrentaría a Lucifer no por el reino, sino por ella, haría lo que fuera para mantenerla a su lado… estaba seguro de eso pero, ¿debería?
Charlie le dio un beso con un ligero mordisco en el labio inferior del Demonio Radio que lo hizo salir de su ensimismamiento.
—¿Tan importante es que te pierdes, Al? —Dijo cuándo se separó de él, regalándole una sonrisa divertida, Alastor parpadeó un par de veces y sonrió amable.
—Solo me preguntaba si te gustaría ir conmigo a revisar mi hogar en Villa Caníbal —mintió. No estaba seguro si debía confesar su verdadera preocupación.
—¿Solo revisar? Es decir, ¿entrada por salida o —dijo llevando su mano a la nuca del demonio ciervo, tomándola de manera firme, acercando más sus rostros —te gustaría que nos quedáramos allá un par de días? —enunció rozando sus labios a los del demonio carmesí juguetona y seductoramente.
Alastor no resistió la tentación de los labios de Charlotte y la besó con fiereza, abrazándola con ambos brazos por la cintura y girando su cuerpo para él quedar recostado boca arriba con ella encima de él. No necesitaron hacer nada más para que el deseo de ambos se encendiera de nuevo. Charlie comenzó a mover su cadera de manera insinuante, sintiendo la hombría de Alastor rozar con su intimidad. Cuando separaron sus labios, Alastor la tomó de su cadera mientras miraba maravillado. Le encantaba el cuerpo de Charlie, lo volvía loco, era tan contrastante ese cuerpo incitante a la lujuria en comparación al rostro tan inocente y, literalmente, angelical de Charlie.
—¿Debo interpretar eso como un sí? —cuestionó Charlie acariciando con su dedo índice desde el centro de los pectorales del Demonio Radio hasta llegar a su ombligo, mientras mordía su labio inferior viendo fijamente los ojos rubíes del demonio ciervo.
Alastor no respondió y de un movimiento rápido alineó su sexo para poder hundirse en la rubia, causando un sonoro gemido de ella por la sorpresa.
—¿Te queda alguna duda, darling? —Preguntó osado mientras comenzaba a embestirla y la tomaba con fuerza de la cadera para él ir guiando el ritmo.
Charlie solo atinó a recostarse sobre él mientras trataba de controlar sus jadeos y gemidos y estiraba su brazo para alcanzar su Hellphone. Lo alcanzó y, con mucha dificultad logró encontrar el número de Angel y llamó.
—Hola princesita~ —Saludó Angel al otro lado de la línea.
—A…Angel… —dijo tratando de controlar su voz, Alastor estaba tan concentrado en lo que hacía que no había notado lo que Charlie había estado haciendo con ese aparato por lo que escuchar el nombre del demonio araña llamó su atención, de mala manera. —¿Puedes… ah… avisar que Alastor y yo no bajaremos a desayunar? —Alastor había incrementado la intensidad de sus embistes, a modo de venganza, contra la rubia por tener el atrevimiento de hacer una llamada en esos momentos.
Angel, en su cuarto, pasó de tener cara de póker por entender en qué situación se encontraba la princesa, a una risa entre burla y orgullo.
—Descuida princesita… provechito~ —Fue todo lo que dijo antes de finalizar la llamada.
Apenas Angel colgó, Charlie arrojó su Hellphone a cualquier parte de la habitación, decidida aprovechar con su novio ese tiempo "extra" de la mañana.
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En la mansión de Stolas, Octavia buscaba el mejor outfit que tenía para usar ese día. Lo había estado planeando desde semanas atrás, apoyada por su papá. Terminó de vestirse, y tomó su mochila, bajó al comedor, sus padres ya estaban ahí.
—Buenos días —saludó neutral, aunque Stolas podía notar una cierta chispa en los ojos de su hija.
—Buenos días, ¿lista? —Preguntó Stolas.
—Sí. En mi mochila está todo lo que necesito — dijo señalando con su pulgar por encima de su hombro la mochila que había colgado al respaldo de su silla.
—Excelente. —Aprobó Stolas.
—Me parece una estupidez —habló la madre de la adolescente —no entiendo cómo es que permites esto, Stolas. Octavia no tiene necesidad de involucrarse con esa ridícula princesa y su hotel.
—Es deseo de Octavia y me parece buena idea que tenga algo qué hacer en su día a día.
—¡Perfecto! Que busque algo en la mansión Magne o con los Von Eldritch si no quiere involucrarse en tus asuntos, pero no en ese lugar. —Dijo con desagrado.
Octavia rodó los ojos y decidió irse de una vez. Tomó su mochila y se encaminó a la salida del comedor.
—Pero, no haz desayunado, hija. —Dijo afligido Stolas, dando una mirada desaprobatoria a su esposa.
—Veré si compro algo en el camino o si puedo comprar algo en el hotel. Además, el transporte que pedí está por llegar —Dijo Octavia mientras caminaba a la salida del comedor —Te mandaré un mensaje cuando sepa si me aceptan, papá. Nos vemos. —Se despidió.
Una vez fuera de la mansión, esperó un par de minutos el transporte que había solicitado mientras escuchaba música con los audífonos puestos, tratando de despejar su mente.
Luego de haber dejado evidente ante su padre su enamoramiento por el Demonio Radio, ella había estado buscando de qué manera podría acercarse a él. Sabía que tenía bajo su dominio la Zona Norte de Ciudad Pentagrama, así como su hogar en Villa Caníbal pero, desde que se había involucrado en el Hazbin Hotel residía ahí, por lo que era prácticamente imposible socializar con él fuera del hotel.
No podía hospedarse en el lugar porque ella era una demonio original, no era un alma humana que pudiera buscar la redención, así que esa opción estaba descartada. Tampoco podía pedirle a su padre que se asociara con Charlotte Magne, pues eso rompería con la petición de Stolas de no intervenir en ese asunto que solo le competía a ella. Y estaba de acuerdo, su padre tenía un buen punto, además, creía que sería más digna del afecto del Demonio Radio si ella lograba sortear los obstáculos que se presentaban en su travesía para llegar a él.
Estuvo varios días pensando y pensando de qué manera podía entrar como staff del hotel. Por lo que había visto, había poco personal de confianza y los demás eran las famosas sombras del demonio carmesí, así que era bastante seguro que los puestos importantes ya estuviesen ocupados por lo tanto debía pensar en un área de oportunidad.
Fue en una de las incontables ocasiones en las que se encontraba bocetando sus situaciones imaginarias con el Demonio Radio que encontró la respuesta ante sus ojos: ella era buena dibujando y haciendo pinturas, eso realmente la llenaba y lo disfrutaba ¿qué tal si proponía un taller "extracurricular" de pintura para los huéspedes y, por qué no, para el staff, a modo de relajación? Debía ser estresante estar intentando lograr algo como la redención.
Así que, a partir de ese día, se recluyó en la biblioteca de su padre en busca de libros de arte y dibujo, para no pasar la vergüenza de mostrarse como solo una aficionada. Desconocía si Alastor entendía de pintura y dibujo en general, pero definitivamente no se iba a arriesgar, ella era buena en la práctica más nunca se había adentrado en la teoría. Luego de unos días, su padre le preguntó la razón de su encierro en la biblioteca y ella le confesó sus intenciones, temiendo que su padre le abriera los ojos y le dijera que su idea era ridícula, sin embargo, Stolas demostró ser el mejor padre que le pudo haber tocado en un sitio como el infierno ya que le entregó los mejores libros que ella no había encontrado y además de eso, fue su "alumno" durante unos días para poder aconsejarle sobre sus métodos de enseñanza.
La chica sonrió ante eso. Su padre podría ser un excéntrico e infiel, porque ¿para qué negarlo? Lo era pero, cualquier defecto que pudiera encontrarle era nada en comparación al gran padre que era.
Su transporte llegó y ella abordó.
Esperaba que ser bien recibida en el Hazbin Hotel.
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Más tarde ese día, en la mansión Von Eldritch, Seviathan se debatía entre ir de nuevo al hotel de Charlie o no. Ya habían pasado un par de semanas de su visita y no había recibido noticia alguna por parte de la princesa. Sabía que las cosas no serían sencillas, pero eso estaba poniendo a prueba su paciencia.
No tenía idea de cómo acercarse además de un tema relacionado con el hotel, el problema era que el hotel le valía un comino y no estaba enterado de absolutamente nada de él. A juzgar por el hecho de seguir en funcionamiento, entendía que estaba dando un poco de resultados, había escuchado algo de haber enviado algún redimido al cielo y que durante el exterminio había sido una zona segura, pero más allá de eso, nada.
Además, estaba el hecho que el Demonio Radio estaba involucrado, por mucho que lo odiara, debía admitir que era uno de los demonios más poderosos en el infierno, eso era algo de admirar tomando en cuenta que era un alma humana, seguramente cualquier problema que se le presentaba a Charlotte en el hotel era resuelto por él fue entonces que recordó la manera en que se había interpuesto el Demonio Radio entre él y Charlie las dos veces que se había presentado en el hotel.
Bastante curioso. Pensó.
¿Qué ganaba el Demonio Radio apoyando el proyecto de Charlotte? ¿Dinero? Estaba seguro que eso era lo que menos le importaba, el malnacido era dueño de toda la Zona Norte de Ciudad Pentagrama y era una clase de gobernante de Villa Caníbal, estaba seguro que eso era más que suficiente para poder vivir cómodamente por el resto de su existencia.
¿Poder? Charlie era la princesa infernal, sí, pero ese título no le da nada más que status social, en teoría Charlie debería ser el demonio más poderoso, técnicamente ella era la demonio original: hija del primer ángel caído pero, su forma de ser tan bondadosa, tierna y empática la había alejado de querer aprender a usar sus poderes de manera correcta, si apenas y sabía cambiar de su forma neutra a su forma demoniaca a conciencia y algunos otros trucos que le facilitan las cosas.
¿Acaso Alastor buscaba ganarse la confianza de Lucifer a través de su hija? Eso era absurdo. Lucifer no confiaba ni en su propia sombra, a pesar de la imagen relajada que pudiera mostrar. Estaba seguro que Lucifer Magne no confiaba incluso en su familia, los Von Eldritch, a pesar de ser los descendientes directos de uno de sus seguidores más fieles: Leviatán, de hecho, por ese ángel toda su existencia le han restregado que su nombre era en honor a ese ángel caído, el cual, no se había visto por el infierno desde hacía ya varios años.
¿Qué demonios buscas, Alastor?
Necesitaba respuestas.
Alastor no había llegado al hotel de Charlie por nada. No.
Ese demonio no había llegado a ser lo que era solo por casualidad, Alastor siempre mantenía sus intenciones ocultas y, si él descubría que era lo que estaba buscando, podría desenmascararlo frente a los Magne y así ganar la gracia de Charlie otra vez.
Tenía que volver a ver Charlotte y ver qué diablos hace Alastor en el hotel. Estaba decidido, tenía que actuar, de un modo u otro tenía que recuperar a Charlie y, si para eso tenía que fingir que su proyecto altruista le importaba, lo haría.
Quizá de ese modo podría encontrar también la manera de poder despojar al Demonio Radio de sus territorios en Ciudad Pentagrama. Aún estaba molesto por el fracaso del ataque anterior.
Volvería al Hazbin Hotel.
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Charlie había llegado justo a tiempo para sus talleres de redención. Angel la estaba esperando en el pasillo de los salones. Su cabello estaba húmedo y llevaba su chaqueta colgada en uno de sus brazos, señal que había salido con prisas.
—Muy buenos días, princesita —saludó Angel.
—Buenos días. —Saludó Charlie agitada, comenzando a colocarse su saco rosa.
—Así que, tocó desayuno en la cama —dijo tratando de sacarle información.
—Sí. Y no diré nada más que eso —Sentenció Charlie encaminándose al salón donde tocaba dar el primer taller.
—Pero, ¡Charls! —Llamó Angel, desesperado por tener jugosa información de la intimidad de su pareja favorita.
—¡Muy buenos días a todos! —Saludó Charlie a su primer grupo del día.
—Juro que te sacaré toda la información y con lujo de detalles, Charlotte Magne —masculló Angel a su lado.
—Nop. No te diré nada —respondió Charlie comenzando a escribir en el pizarrón, cual maestra en salón de clases.
En la barra de la cocina, Alastor se había preparado una taza de café la cual estaba acompañando con unas galletas que le había proporcionado Niffty. Estaba agotado. Satisfactoriamente agotado. Rio por la ironía de aquello.
—¿Por fin dejaste a la niña en paz, hijo de puta? —Escuchó la voz de Husk tras su espalda, Alastor miró sobre su hombro y lo saludó con una sonrisa dentada y alzando un poco su taza humeante —Nunca creí que te vería, así. —Respondió Husk mientras se dirigía a la estufa.
—¿A qué te refieres, Husker? —Preguntó antes de dar un trago a su humeante café.
—Enamorado… —Alastor escupió su café —Huh, aun te cuesta escucharlo de otros, ¿no? —agregó con burla.
—Es… complicado. —Admitió, sorprendiendo al demonio felino por no haber reaccionado de manera violenta.
—Cuando hice el trato contigo, te burlaste de mí diciendo algo que nunca olvidaré: "la gente inteligente simplemente no se enamora." —Dijo Husk sentándose a su lado mientras le robaba un poco de café que había quedado en la cafetera.
—Es imposible ser inteligente toda la vida, mi querido Husk. —Dijo juguetonamente, inclinando la cabeza hacia donde se encontraba Husk.
—Lo que más me molesta de eso, es que tuviste razón. No valió la pena venderte mi alma por ello. —Dijo Husk bajando la mirada con dolor. Alastor lo miró de soslayo, conocía la trágica historia del demonio felino. —Supongo que no eres tas listo como en vida. Te fijaste en la único demonio que no debías.
—Te equivocas, Husk. Mi nivel de intelecto se mantiene exactamente igual… —Respondió girando su tronco para poder ver de frente al demonio felino —el asunto es que, aparentemente, tengo la mala costumbre de fiarme de lo que supongo sé de mí mismo.
—¿Qué? ¿Quieres decir que en vida te enamoraste? —Preguntó elevando una ceja Husk.
—No… en absoluto —respondió seguro, sin embargo, tenía la sensación de estar mintiendo, lo que hizo que frunciera el ceño, confundido.
—No te estoy entendiendo una mierda —se quejó Husk.
—HA… No eres el único —respondió volviendo su vista al frente y bebiendo el resto de su café —¡Bien! Daré una vuelta por el hotel. Últimamente mis sombras están siendo distraídas y no me informan de inmediato los sucesos del día. —Dijo desapareciendo la taza y poniéndose de pie de manera animada —Te veré en la comida, Husker —se despidió alzando una mano sin voltear a ver al demonio felino.
—Seguro. —respondió monótono Husk, mirando el contenido de su taza —El hijo de puta seguramente solo ha cometido un error en toda su maldita existencia y luego estoy yo, que siempre he sido un estúpido. —Se dijo a sí mismo antes de beber su café.
Estaba dejando la taza sucia en el fregadero cuando llamaron a la puerta principal del hotel. Como era costumbre, a esa hora Niffty, sus ayudantes y la mayoría de las sombras de Alastor estaban en los pisos superiores haciendo limpieza a las habitaciones de los huéspedes mientras estos de encontraban en los salones de abajo participando en los talleres de redención, por lo que no tuvo más remedio que ir a abrir.
Al abrir, se encontró con una demonio búho.
—¿Vienes por información o vienes a quedarte? —dijo viendo la mochila que cargaba en uno de sus hombros.
—En realidad vine buscando a Alastor —Husk elevó una ceja —o a Charlie. Es importante. —Dijo Octavia ocultando lo nerviosa que se encontraba.
—¿Ellos te esperan, niña?
—No pero me conocen, vine hace un par de meses, con mi padre, Stolas.
Husk la miró con detenimiento y en efecto comprobó el parecido con el Overlord excéntrico. La invitó a pasar y a tomar asiento en uno de los sillones del lobby, Octavia tomó asiento y miró expectante al demonio gato.
—La princesa está en dando los talleres de redención y Alastor acaba de irse de aquí, no sé en qué parte del hotel se encuentre, si no te molesta esperar puedo ir a buscar a la rubia para ver si te puede atender ahora y si no, ver si puedo encontrar al hij… a Alastor —se corrigió para no dar una mala impresión del hotel —así que espera aquí, niña.
—Está bien, no hay problema. Yo espero —respondió Octavia mientras se acomodaba de mejor manera en el sillón y tomaba los audífonos, lista para colocárselos.
—Antes de irme, y porque no sé cuánto tardaré, ¿quieres algo de beber?
—De hecho un refresco estaría bien —respondió Octavia antes de ponerse sus audífonos y comenzar a revisar su Hellphone.
Husk fue por el refresco al bar y regresó para entregárselo luego se dirigió a los salones para buscar a la princesa infernal, cuando llegó a la puerta del salón donde estaba la chica, Husk llamó, Charlie estaba ocupada consolando a un demonio que se había quebrado a mitad de la sesión por lo que Angel fue quien lo atendió.
—Necesito a la niña, no a ti —Dijo malhumorado, como de costumbre.
—Oh, ya me había emocionado porque creí que habías venido a buscarme, gatito —Respondió Angel inclinándose hacia el rostro del demonio felino, apoyándose con el marco de la puerta y la puerta que mantenía lo suficientemente cerrada para evitar romper con la privacidad del grupo —Charls está muy ocupada, así que dime qué es lo que necesitas y yo se lo diré —dijo con voz coqueta.
—Una amiga de la niña la está buscando, a ella o al hijo de puta de Alastor pero, creo que será que busque al malnacido —respondió Husk mientras se apartaba de la puerta, dispuesto a ir a buscar a Alastor.
—Ven a buscarme cuando quieras, Husky —se despidió Angel haciendo un guiño y sonriendo coqueto.
—Vete a joder —respondió fastidiado.
—Solo si vienes conmigo, cariño~ —respondió antes de cerrar la puerta del salón.
—Estúpido afeminado —marmoteó, alejándose de los salones.
Salió del pasillo de los salones y salió al jardín, solo estaban los guardianes de Charlie, junto con el cerdo mascota de Angel y un par de sombras: la sombra de Alastor en compañía de la sombra de la rubia. Tenía ya varios días viendo a esas… cosas… creaciones de Alastor por el hotel. Eran prácticamente un reflejo de sus amos.
La sombra de Alastor parecía estar enseñando a la sombra de la rubia, siempre alrededor de ella, guiándola, protegiéndola. Niffty se la pasaba haciendo dibujos sobre ellos, le era más sencillo dibujar un par de sombras que dibujar a los demonios dueños de estas.
"Son adorables." Repetía la ciclope cada vez que los veía.
Quizá tenía razón, quizá si no estuviera amargado podría compartir ese pensamiento, quizá si ese maldito par de sombras no le parecieran una representación de su estupidez...
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20 de Abril de 1908, Svitavy, Checoslovaquia (actualmente Svitavy, Chequia).
Hijo de Hans Prázdný (propietario de un casino) y Franziska Prázdný, nace Oskar Prázdný, un niño de ojos dorados, cabello azabache y piel blanca.
Oskar vivió una infancia tranquila, a la edad de 7 años se convirtió en hermano mayor cuando, en 1915 nació su hermana, Elfriede. Una vez terminó su educación secundaria, Oskar se matriculó a en una escuela técnica, de la cual fue expulsado por falsificar su boleta de calificaciones. Se graduó tiempo más tarde más no ingresó a la universidad y en lugar de eso cursó estudios de formación profesional en la ciudad de Brno, Chequia y también trabajó junto a su padre durante tres años. Desde siempre le apasionaron las motos por lo cual se compró una moto Guzzi de carreras, con la que compitió en varias pruebas en los siguientes años.
Oskar adoraba a su hermana y por ella, ya que el casino no era un lugar apropiado para una niña, él aprendió los trucos de magia que durante toda su infancia y su actual adolescencia había presenciado en los espectáculos que ofrecía el casino, sus favoritos eran los que involucran cartas, porque combinaba los elementos que más lo maravillaban: magia y cartas. Al ser el hijo de un propietario de casino, Oskar desarrolló un enorme gusto por los juegos de cartas, su juego favorito sin lugar a dudas era el póker, le encantaba descifrar las expresiones de sus rivales, obviamente por ser un menor sus juegos nunca incluían una apuesta de por medio, pero, agradecía que su padre y sus amigos le dieran la oportunidad de poder convivir con ellos y aprender a ser un buen jugador.
A la edad de 19 años, conoció a Emilie Hálátlan, la asistente de 18 años del mago que se presentó en la temporada de verano de 1927. Emilie era una joven hermosa: cabello rubia, piel blanca como la nieve, de aura inocente, pero cuerpo de diosa griega, pequeña, en comparación a él, quien podía presumir de su 1.85 m de altura en comparación a la chica quien media 1.60 m.
Durante la temporada de verano, Oskar se desvivió por conquistar a la rubia, asistiendo a todas las presentaciones, esperándola al final del espectáculo para invitarla a cenar o a salir a divertirse en algún otro lugar. A veces corría con suerte, otras veces no, pues la joven argumentaba que tenía presentaciones especiales en otros sitios de la ciudad y obviamente tenía que acompañar a su jefe. Sin embargo, los esfuerzos de Oskar dieron frutos, pues antes de terminar la temporada de verano, la joven aceptó ser su novia, meses después, en Marzo 1928, Oskar y Emilie contrajeron matrimonio.
Oskar, al ser un joven que aún vivía en casa y que, a pesar de recibir su paga integra por su trabajo en el casino de su padre, no tenía manera de ofrecerle un hogar a Emilie, por lo que ambos se instalaron en el segundo piso de los señores Prázdný en el cual permanecieron durante los siguientes siete años. Al principio Emilie mostró paciencia y sobretodo, amor hacia Oskar, sin embargo, poco a poco la ilusión y felicidad de haber contraído matrimonio con Oskar se fue disolviendo al notar que el joven no tenía la madurez suficiente como para poder llevar un hogar.
Poco después de casarse, Oskar dejó de trabajar con su padre, argumentando que no quería depender de él ya que los dejaba vivir en el segundo piso de su casa sin querer recibir alguna remuneración por ello y comenzó a probar suerte en diferentes empleos, entre ellos en una empresa electrotécnica de Moravia, Chequia, sin embargo, a los pocos meses tuvo que abandonar su empleo para cumplir con su servicio militar. Pasó dieciocho meses en el ejército, tiempo que aprovechó para aprender un nuevo idioma: el alemán. Luego de haber cumplido con su servicio militar, regresó a la empresa de electrotécnica hasta que esta quebró poco después. En esa misma época también cerró el casino de su padre, por lo que Oskar estuvo sin trabajar durante todo un año.
Eran tres años, tres años en los que Oskar no había podido proveer a su hogar con Emilie, por lo que, muy a pesar del joven tuvo que aceptar que su ahora esposa regresara a trabajar siendo la asistente del mago, quien ese año, 1931, había regresado a la ciudad para establecer su show, el cual había prosperado de ser solo presentaciones en negocios ajenos a ser un espectáculo per se.
Cuando Emilie regresó a trabajar, comenzaron los problemas maritales, entre la impotencia que sentía Oskar al no haber sido capaz de proveer de lo más básico a su hermosa esposa y los reclamos de la misma, al ver que podría haber prosperado mucho más de haber seguido en la compañía del mago en lugar de haber renunciado a su trabajo para casarse con él. Oskar comenzó a refugiarse en el alcohol, se las ingeniaba para beber gratis gracias a sus habilidades en los juegos de cartas, en ocasiones ganaba algo de dinero así y lo gastaba en regalos algo caros para su esposa, tratando de ganarse su respeto de nuevo, joyas, vestidos y zapatos, los cuales ella agradecía, en ocasiones, regalándole una noche de sus atenciones como esposa, afortunadamente, antes de terminar el año de 1931, Oskar consiguió empleo en el Banco Simek de Praga, por lo que Oskar decidió rentar un sitio en Praga para él y dejar a Emilie en casa de sus padres para que ella pudiera seguir con su trabajo como asistente del mago en lo que él podía ahorrar algo de dinero para comprar una casa en Praga y llevarse a Emilie con él. Oskar regresaba a Svitavy dos veces por mes, tiempo que aprovechaba para estar con su esposa y jurarle que las cosas iban a cambiar pronto ya que estaba buscando la casa adecuada en Praga, un hogar digno de ella.
Sin embargo, la espera se hizo más larga de lo que esperaba, pues pasó el primer año y él todavía no ahorraba lo suficiente para poder dar el enganche de una casa promedio en Praga y Emilie se notaba bastante molesta por ello, por lo cual, el joven Oskar, comenzó a ahogar su profunda decepción de sí mismo y la añoranza de tener a su querida Emilie a su lado con alcohol, razón por la que fue detenido en varias ocasiones por embriaguez pública.
Aun con los problemas y el distanciamiento cada vez más evidente de Emilie, en 1933 nació Emily. Tiempo en el cual Emilie tuvo que dejar su trabajo cuando su embrazo se hizo notorio y cuando su hija nació, razón por la que Oskar aminoró su cuota de ahorro para poder enviar más dinero a su esposa e hija, haciendo que el sueño de la casa en Praga se hiciera más lejano.
Su trabajo en el banco de Praga y su necesidad de mantener su mente ocupada además de querer obtener mejor paga, lo animó a dominar otro idioma, esta vez el ruso, dado que con el tiempo se dio cuenta que era frecuente que se acercaran clientes de nacionalidad soviética y ellos necesitaban de un traductor interpreto, lo que costaba dinero extra gastado por el banco, pensaba que, al igual que con el alemán, podría hacerse de una paga extra al ser el único capacitado para atenderlos, no obstante, el sueño de la casa en Praga se prolongó un par de años más, tiempo en el que, en 1935, nació su segundo hijo: Oskar. El nacimiento de su hijo lo hizo inmensamente feliz, pero sabía que eso significaba un gasto más pesado y las cosas con Emilie parecían ir empeorando con sus reclamos:
—Claro, solo vienes a dejarme hijos para que no tenga la oportunidad de rehacer mi vida, ¿qué hombre que se respete se va a involucrar con la mujer de un fracasado, incapaz de darle un hogar digno a ella y a sus hijos? ¿Qué hombre que se respete se va a hacer cargo de los hijos de otro?
Ese mismo año, con la esperanza de una vida mejor para él y su familia, aunado a su ya notorio problema con la bebida y las deudas que adquirió cuando sus ahorros se fueron después del nacimiento de su hijo, Oskar se afilió al Partido Alemán de los Sudetes y, aunque era ciudadano de Checoslovaquia, en 1936 ingresó al servicio de inteligencia de la Alemania Nazi y fue asignado al AII Comando VII en Breslau, Polonia por lo que, respaldado por su nuevo sueldo de espía, se llevó a su familia con él. Sus tareas dentro de la AII era conseguir información sobre vías férreas, instalaciones militares y movimiento de tropas, así como reclutar otros espías checoslovacos en preparación de la invasión del país por parte de Alemania. Fue arrestado por el gobierno Checo por espionaje en 1938, pero lo liberaron poco después como preso político bajos los términos de los ADM, mediante los cuales, Alemania se anexionó la región Checa de los Sudetes (de donde él era originario) a partir de Octubre de ese año. Oskar solicitó su afiliación al Partido Nazi en Noviembre de ese año y fue aceptado al año siguiente.
Luego de un tiempo, ascendió al puesto de segundo al mando dentro de su unidad y en Enero de 1939 se trasladó junto con su familia a Ostrava, en la frontera entre Checoslovaquia y Polonia. En los siguientes meses realizó tareas de espionaje en el marco de los preparativos que condujeron a que Hitler se hiciera del control del resto de Checoslovaquia en Marzo. Emilie lo apoyó ocultando documentos de su unidad en su (por fin) propio apartamento. Oskar siguió trabajando para la AII hasta otoño de 1940, cuando lo enviaron a Turquía para que investigara la corrupción entre varios oficiales de los servicios de inteligencia asignados a la embajada alemana en aquel país.
En Noviembre de 1940, Oskar compró un apartamento en Cracovia, Emilie y sus hijos permanecieron en Ostrava, aunque visitaban a Oskar una vez por semana. Ese mismo mes, contactó a una decoradora para su nuevo apartamento y conoció al hijo de ella, Leopold, quien pronto se convirtió en uno de sus contactos en el mercado negro y con el paso del tiempo, en un amigo para toda la vida. También conoció a Itzhak Stern, contable judío de un compañero suyo en la AII, Josef Aue, a quien Stern había dejado en fideicomiso su antiguo negocio. Todas las posesiones de los judíos polacos fueron arrebatadas por las fuerzas alemanas nada más producirse la invasión del país y los ciudadanos de religión hebrea perdieron sus derechos civiles. Oskar le mostró a Stern el saldo de una empresa que estaba pensando adquirir, una fábrica que pertenecía a un consorcio de empresarios judíos que se había declarado en bancarrota a comienzos de ese año. Stern le aconsejó comprarlo en lugar de hacerse cargo de él como fideicomiso para tener mayor libertad sobre él y no depender de los dictados nazis. Eso le permitiría emplear más judíos que, para ese entonces, ya era mano de obra barata.
Sus contactos en la AII y en la inspección de armamento de la Wehrmacht le ayudaron a conseguir contratos para producir utensilios de cocina para las fuerzas alemanas. Estas mismas conexiones le permitieron proteger, más tarde, a sus empleados judíos de la deportación y la muerte. Con el paso del tiempo se vio obligado a sobornar a oficiales nazis con regalos cada vez más caros obtenidos del mercado negro para poder salvaguardar a sus empleados. Su fábrica pronto fue apodada como "Emalia" en honor a su esposa e hija. En 1941 su familia su mudó con él a Cracovia.
Aunque al principio Oskar estaba más preocupado por la rentabilidad de su negocio para poder darle la vida de lujos que siempre soñó para su familia, en especial para su esposa (esa era la razón por la que contrataba judíos), con el paso del tiempo comenzó a protegerlos sin tener en cuenta el costo, siempre que sus empleados judíos eran amenazados con la deportación, él alegaba algún tipo de exención para evitarlo: todos, hombres, mujeres, niños, personas con discapacidad, eran necesarias para el funcionamiento de la fábrica. En una ocasión la Gestapo le exigió que le entregara una familia con documentos falsos, Oskar emborrachó a los oficiales y los dejó sin los documentos incriminatorios de la familia.
Continuó salvando y defendiendo a sus trabajadores judíos, hasta que en 1943, conoció a Amon Göth, un hombre brutal y sádico, conocido por disparar a los presos al azar, Emilie le decía que Amon "era el hombre más despreciable que jamás había conocido." Oskar se extrañó por la expresión de su esposa, pero suponía que por el tiempo que ella le había estado ayudando en su trabajo de espionaje la había llevado a estar bastante informada sobre los nombres importantes del régimen nazi.
El tiempo pasó y entre Octubre de 1944 y Enero de 1945 salvó a una gran cantidad de judíos del Holocausto. Después de la guerra y, al haber sido miembro del partido nazi y espía de la AII, Oskar estuvo en serio peligro de ser arrestado como criminal de guerra, sin embargo, sus amigos judíos prepararon una declaración que él pudiera presentar a los estadounidenses atestiguando sus esfuerzos en la salvación de vidas judías. Cuando llegó el final de la guerra, Oskar había gastado toda su fortuna en sobornos y suministros para sus trabajadores, vivió brevemente en Ratisbona y después en Múnich, pero no logró prosperar en la Alemania post guerra.
Secretamente, en 1945, comenzó a recibir ayuda de organizaciones judías, en agradecimiento por sus esfuerzos, recibió los pagos en secreto de su familia, pensando en guardarlo como la herencia que le dejaría a su esposa e hijos. En 1948 recibió 15,000 dlls de parte del CCDJE. Con ese dinero emigró a Argentina en 1949, luego de probar suerte en diferentes ciudades y países de Europa. Ahí estableció un negocio de cría de pollos y nutrias, pero este quebró en 1958. Eso fue la gota que derramó el vaso para Emilie, quien cortó toda relación marital con él.
Ella no le perdonaba haber gastado toda la fortuna que por fin había logrado hacerse, luego de años y años de haber sido un fracasado, para salvar personas que no conocía dejándola a ella y a sus hijos con un futuro incierto. Sobre todo a ella y ahora más al encontrarse lejos de su país de origen. Ese mismo año, ella y sus hijos volvieron a Europa, a escondidas de Oskar, él sintiéndose derrotado y fracasado, como siempre se lo repitió Emilie, no los siguió y se quedó en Argentina, tratando de mantener contacto con sus hijos a través de cartas, las cuales dejaron de ser respondidas con el paso del tiempo. Así pasaron los años, hasta que en 1974 decidió regresar a Europa, con el objetivo de recuperar a sus hijos y heredarles en vida el dinero que había estado guardando celosamente para ellos durante más de 20 años.
Sin embargo, su deseo no fue cumplido.
Al llegar a Svitavy, supo que su aún esposa estaba radicando en Praga, la ciudad que él siempre soñó fuera el hogar de su familia, sus dos hijos ya se habían casado e incluso ya tenía nietos, Emily se había casado con un alemán y Oskar Jr. se había movido a Budapest, de donde su mujer era originaria. Oskar sintió su corazón romperse al enterarse que se había perdido acontecimientos tan importantes en la vida de su familia, esperaba que lo pudieran perdonar por haber sido un fracaso como esposo y como padre.
Al llegar a Praga, buscó la dirección aproximada que sus conocidos de Svitavy le habían dado en razón a su aun adorada Emilie. Cuando dio con la casa, en la entraba pudo reconocer a Amon Göth, quien estaba tratando de forzar la puerta de entrada.
Amon Göth fue su enemigo jurado en el tiempo que estuvo salvando vidas judías, lo estuvo esquivando durante años y estaba seguro que debía odiarlo por ello. Le sorprendía que siguiera con vida, luego de los crímenes de guerra que había cometido, pero eso no importaba ahora, el desgraciado estaba buscando lastimar a su mujer y eso no lo iba permitir.
Oskar, armado solo con una navaja suiza se lanzó contra él. Como buen soldado nazi, Amon supo defenderse del ataque sorpresa de su antiguo enemigo, Oskar terminó soltando su navaja y ambos terminaron peleando a puño limpio, Amon buscaba la manera de poder hacerse de su pistola, pero los ataques de Oskar no cedían, apenas pudo, se hizo de su navaja de nuevo, ambos estuvieron forcejeando hasta que Oskar logró herir mortalmente a Göth y un disparo se escuchó, ambos hombres dirigieron la mirada al origen del sonido y en la entrada de la casa en la que Amon había intentado entrar, se encontraba Emilie, sosteniendo un arma con expresión aterrorizada, fue entonces que Oskar se dio cuenta que había sido él quien había recibido el disparo.
—Emil… —
No pudo terminar de nombrarla, pues la sangre comenzó a brotar por su boca en grandes cantidades. Cayó de rodillas frente a Amon quien había caído de espaldas, desangrándose a mitad de la calle, y se inclinó sobre su abdomen. La bala había ingresado por un costado y estaba más que claro que había dañado demasiados órganos internos. Oskar intentó levantar la mirada para volver a ver a Emilie, para tratar de decirle que no se sintiera culpable, que él sabía que había sido un error. Pudo escuchar el murmullo de la gente que había salido a la calle por el ruido de la trifulca.
—Mató a su esposo… lo mató…
Se escuchaba. Él quería gritar que todo había sido un error, que no le hicieran nada, pero sentía que su vida se escurría, literalmente, en sus manos. No había podido decirle nada, no le había podido pedir perdón por los años que no la buscó, no había podido volver a sus hijos ni había tenido la oportunidad de conocer a sus nietos, no le había dicho del capital que había acumulado gracias a las donaciones de los grupos judíos, no pudo… ya no pudo decir nada…
Despertó en un sitio extraño. El cielo, o lo que él creía que era el cielo, pues este estaba teñido de rojo, ¿o estaba inconsciente y estaba teniendo una regresión y estaba reviviendo los peores momentos de la guerra? Cuando el cielo era teñido por la sangre, la pólvora y el humo de los enfrentamientos más feroces.
Sin embargo, al momento se dio cuenta que no era un sueño o una regresión pues apenas sus sentidos se agudizaron, pudo escuchar el barullo de una ciudad, personas (o lo que fuera que esas criaturas fueran) yendo de un lado a otro. Todo era bastante extraño, el lugar era diferente pero al mismo tiempo le recordaba las distintas ciudades en las que vivió.
—Viví…
¿Estaba muerto? ¿Había muerto? Alzó su vista al cielo y pudo ver una enorme Luna con un pentagrama que resaltaba en ella. ¿Qué significaba eso? ¿A dónde había llegado? ¿Acaso ese lugar era…
—¡Muévete, estúpido! —uno de los seres extraños que caminaban en esa extraña ciudad lo había empujado y había caído de rodillas frente a un charco de agua, ahí, Oskar dio un respingo al ver su reflejo y cayó de lleno sobre su trasero, lastimando una extremidad que nunca en su vida había lastimado, porque no la tenía.
Era un gato, una versión antropomorfa de un gato, por lo menos.
—¿Qué significa esto?
Se puso de pie y salió corriendo de ese lugar, necesitaba llegar a un lugar donde pudiera estar a solas y poder poner en orden sus pensamientos. Encontró un callejón y se adentró en él. Veía carteles de advertencia pegados por todos lados.
"NO HAGAS TRATOS."
"EL DEMONIO RADIO VIVE EN LAS SOMBRAS."
"NO INTENTES JODER A ALASTOR."
"CUIDADO CON ALASTOR."
—¿Alastor? ¿Quién mierdas es Alastor? —Preguntó en voz alta.
—La pregunta tal vez sea, ¿quién eres tú, mi felino amigo? —escuchó una voz que parecía provenir de una radio antigua.
Al girar su vista, pudo ver que entre las sombras se materializó otro de esos seres extraños. El tipo se veía normal, a excepción de la piel grisácea y ojos de rojo brillante. Sin embargo, al observarlo mejor, pudo ver que parte de lo que él creía que era su cabello eran unas orejas de animal.
—Entonces —volvió a hablar el tipo frente a él —¿sabes quién eres? —preguntó entrecerrando los ojos y mostrando una enorme sonrisa dentada, dejando al descubierto su amarillenta dentadura que constaba única y exclusivamente de dientes afilados mientras, tras él, una sombra se asomaba y parecía reír burlonamente.
Oskar lo pensó unos momentos, no tenía ni idea de lo que estaba pasando y odiaba admitirlo pero estaba aterrado de todos y todo en ese lugar y aun así necesitaba respuestas y ese tipo extraño parecía estar dispuesto a dárselas.
—Oskar —Respondió secamente.
—¿Oskar? —El tipo elevó una de sus cejas y esbozó una sonrisa extraña —¡HA! ¡Parece que aún no asimilas tu llegada a este lugar, mi felino amigo!
—¿Qué es este lugar? ¿Quién eres tú? —Preguntó con algo de desesperación.
—Alastor, mucho gusto, Oskar —dijo con demasiado ánimo, tomando la mano derecha de Oskar con la suya en un apretón de manos y sacudiéndolas con bastante ímpetu —¡claro que es un placer! ¡HA, HA!
—¿Alastor? ¿El Alastor de los carteles?
—Solo hay un Alastor en el infierno y ese soy yo —dijo con orgullo mientras sonidos ambientales antiguos de aplausos y vitoreos se escuchaban provenientes de quién sabe dónde.
—¡¿Infierno?!
—¡Oh! Creo que te acabo de revelar una valiosa información sin ninguna clase de tacto, disculpa mi descortesía, Oskar —se disculpó, llevando sus manos tras su espalda e inclinando su cabeza hacia un lado de manera casi inocente mientras en su rostro dibujaba una sonrisa maliciosa. —Creo que necesitas un poco de tiempo para procesarlo. ¡Descuida, Oskar! —Dijo abrazando por los hombros al demonio felino —Este sitio es muy divertido si le das una oportunidad.
—¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres conmigo?
—Oh nada en especial —respondió separándose Oskar y dando un par de pasos para quedar frente a él —solo pasaba por aquí y vi a un pobre recién llegado confundido —de la nada apareció un cetro en forma de micrófono —y, pensé que quizá podría ofrecerte mis servicios —dijo malavareando con el cetro.
Alastor esperaba una respuesta del pobre diablo que tenía al frente, le era divertido engatusar a los recién llegados por lo que agradecía estar en el momento y lugar adecuado cuando uno nuevo llegaba, sin embargo, este tipo en especial, o era bastante lento para comprender las cosas, o de verdad necesitaba algo de él. De pronto escuchó los sollozos del demonio felino frente a él, cosa que lo incomodó en demasía, para él no existía nada más ridículo que un hombre llorando. Bastante desagradable.
—Necesito volver… —dijo Oskar en medio de sus sollozos.
—¿Dijiste algo?
—Necesito volver a la Tierra, hay algo importante que debo hacer…
Alastor comenzó a reír a carcajadas, acompañado por su sombra que revoloteó alrededor de él y Oskar.
—No hay manera que puedas volver, mi ingenuo amigo. —Explicó Alastor de manera condescendiente.
—No lo entiendes, ¡tengo que hacerlo! —dijo tomando los brazos q Alastor y sacudiéndolo de manera violenta.
Alastor no tomó a bien ese atrevimiento y lo apartó de él con fuerza sobrehumana, cambiando su apariencia. Oskar pudo ver como los ojos del tipo frente a él cambiaron de forma, mostrando lo que ahora parecían ser diales de radio y una sonrisa escalofriante.
—Creo que debí comentarte, que no me gusta que me toquen, Oskar —Había dicho con voz distorsionada y Oskar podía juzgar que el ambiente se había vuelto más denso. Luego, Alastor volvió a la normalidad —Y te repito: no hay manera que un simple pecador como tú pueda volver a la Tierra. —Dijo acomodando su saco y sacudiendo sus mangas con desdén.
—Un pecador como yo… eso quiere decir, que hay alguien aquí que sí puede hacerlo, ¿cierto? —Preguntó interesado Oskar, Alastor detuvo lo que estaba haciendo y sonrió complacido por la perspicacia del demonio felino.
—En efecto, mi amigo —dijo desapareciendo su cetro —existen quienes pueden ir al mundo humano, sin embargo, si no tienes nada que ofrecer ellos no te llevaran allá —explicó.
—¿Qué es lo que piden? Puedo dárselos —dijo seguro, Alastor estalló en carcajadas de nuevo.
—Oh, eres hilarante —dijo posando una mano en su frente y negando con la cabeza —Mi amigo, ya no tienes nada que ofrecer, tu alma ya está aquí, es lo más valioso que poseemos todos, a menos que estés dispuesto a sacrificar a alguien que te importe —dijo con sonrisa maliciosa.
—Tú… tú haces tratos ¿cierto? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué puedo ofrecerte? —comenzó a desesperarse, Alastor negó repetidamente mientras reía.
—Oh, me halaga que creas que poseo ese poder, sin embargo me temo que voy a decepcionarte, tu humilde servidor es solo un pecador más —dijo con ciertos ademanes dramáticos.
—Por favor, dime quién puede ayudarme —suplicó. Alastor lo miró con lástima, ¿Qué era tan importante que debía volver? ¿Qué podría preocuparle tanto a alguien que había terminado en el infierno?
—¿Te suena el nombre de Lucifer? —dijo indiferente, inspeccionando sus garras.
—Él es…
—El gobernante de este sitio, naturalmente —completó Alastor con una sonrisa inocente. —Su majestad es la principal entidad que puede ir y venir del mundo humano, principalmente porque son ellos quienes lo llaman. Tu sabes, los patéticos quienes no pueden obtener las cosas por sí mismos —continuó viperino —Si quieres conseguir sus favores… ya sabes el precio que debes pagar —terminó mostrando una sonrisa maliciosa.
—No… no puedo…
—Entonces, olvida lo que dejaste pendiente —dijo elevando los brazos y hombros, mientras se alejaba despreocupado. Al parecer, ese desdichado no tenía nada que ofrecerle.
—¡Espera! —Dijo mientras se interponía en su camino —Escucha, no tengo idea de quien seas, no me importa, solo sé que si este es el infierno y existen carteles que advierten sobre ti es porque tienes que ser alguien poderoso. Ayúdame, tengo que volver, tengo que resolver algo y después de eso te serviré el tiempo que consideres…
Alastor sabía que eso estaba por encima de sus capacidades, aun así, la oferta del desdichado pecador le parecía tentadora, además de sentir curiosidad de la razón por la que pedía desesperadamente volver a la Tierra.
—Dime Oskar, ¿qué te ata a la Tierra? —Dijo acercando su rostro al rostro del felino, de manera invasora. Oskar terminó por contarle la historia de su vida, con la esperanza de conmover a ese tipo extraño, si es que eso era posible en el infierno.
Alastor escuchó atentamente la historia del demonio felino, le sorprendía que, a pesar de las buenas acciones realizadas haya, terminado en el infierno por un asesinato en defensa propia. Dios realmente era estricto con sus mandamientos, al parecer.
—¿Me ayudarás? —Preguntó Oskar.
Alastor fingió pensarlo y aceptó. La razón por la que aquel desdichado quería volver a la Tierra le parecía risible, pero lo tomaría como un reto. Luego de haber derrocado a los antiguos Overlords y haber obtenido Villa Caníbal y la Zona Norte de Ciudad Pentagrama, había pasado una época en la que todo estaba siendo monótono por lo que ahora tomaría esa oportunidad para superarse a sí mismo.
—¿Qué tengo que hacer? —Preguntó entusiasmado Oskar.
—Por el momento nada, mi felino amigo —dijo apareciendo su cetro para acto seguido chocar su extremo inferior abriendo un portal ante él, luego se dirigió al demonio felino —Te buscaré cuando todo esté listo, ¿de acuerdo? —dijo ofreciendo su mano, la cual emanaba una extraña aura verde.
Oskar la miró dubitativo, pero recordó que quizá era su única oportunidad para lograr volver a la Tierra así que la aceptó, Alastor sonrió ampliamente.
—¡Bien! No te preocupes, mi felino amigo, tu dulce Demonio Radio te llevará de vuelta con tu amada Emilie —dijo dándole la espalda, adentrándose en el portal y despareciendo al instante.
Oskar lo vio desparecer frente a él. Estaba seguro que ese tipo era alguien peligroso, pero por amor a Emilie, a sus hijos y los nietos que no tuvo oportunidad de conocer, valía la pena entregarle su alma. Él velaría por el bienestar de su familia incluso desde el mismo infierno.
