Es el amor, Husk.

11 de Noviembre, 1974. Praga, Checoslovaquia (actualmente Praga, Chequia).

Un norteamericano y un checo se encontraban en silencio en la tranquilidad de un cementerio en Praga. El norteamericano era de cabello lacio y marrón, piel trigueña, ojos color miel y almendrados con cejas semi rectas no tan gruesas y gafas Pince-nez, vestía un pantalón marrón oscuro con rayas finas color beige, chaleco marrón claro con solapas negras, camisa blanca debajo del chaleco, el puño de la camisa era de doble vista: blanco por fuera pero en favor de la moda y buen gusto, negro por dentro, el hombre tenía sus mangas subidas por encima de sus codos y aseguradas con bandas elásticas negras por lo que la parte interna del puño estaba a la vista, su cuello estaba adornado por una pajarita negra y usaba zapatos Oxford color negro. Por encima de su hombro izquierdo (con ayuda de su mano) cargaba la chaqueta del traje, sus manos estaban cubiertas por guantes de cuero color negro.

El mulato mantenía una ligera sonrisa en sus labios mientras tenía su vista fija en las alturas, observaba el cielo gris gracias a las nubes y la copa de los árboles mecerse gracias al viento fresco que chocaba contra la piel desnuda de su rostro y brazos y lograba que cada poro de su cuerpo se erizara por la sensación de frío.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sintió el viento en su piel? Según la cripta de Oskar, era el año 1974, habían pasado 41 años.

Vaya, ya llevaba más tiempo en el infierno del que pasó en la Tierra.

"Tal parece que no podré ver el cielo azul." Pensó con sorna.

—¿Cuánto tiempo? —El silencio fue interrumpido por la voz ronca de Oskar.

—¿A qué te refieres mi amigo? —Respondió con otra pregunta, sin despegar su vista del cielo.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Preguntó poniéndose de pie. Le sacaba unos 5 cm a su compañero.

—Alrededor de una hora —respondió con su vista todavía puesta en el cielo pero su mano izquierda comenzó a buscar en el bolsillo izquierdo de su chaleco, sacó un reloj de bolsillo y bajó la vista para verificar la hora —Sí, pasaste poco más de una hora inconsciente, Oskar. —Confirmó guardando de nueva cuenta el reloj en el sitio correspondiente y girando su cabeza para ver al checo que lo acompañaba sentado sobre la tumba a su derecha.

Oskar había vuelto a ser un humano, vestía un traje parecido al del norteamericano, solo que el pantalón era un poco más ajustado y color gris oscuro, camisa blanca, pajarita roja, chaleco gris más claro que el pantalón con solapas en negro y chaqueta del mismo tono de gris que el chaleco.

Su cabello se había vuelto gris, sus cejas gruesas y pobladas se habían vuelto más "salvajes" en sus últimos años, al igual que sus patillas, aunque eso no significaba que Oskar se mostrara como un hombre descuidado y antihigiénico, sino por el contrario, le daba un aspecto varonil y pulcro. En su piel se notaban las arrugas dignas de un hombre de 66 años.

—Alastor Boucher, un gusto conocerte Oskar —dijo girando sobre sus talones ofreciendo su mano derecha a modo de saludo, Oskar la tomó con expresión seria pero aun incrédula.

Alastor conservaba los rasgos finos de su rostro pero se veía como un chico cualquiera, el tipo de hombre que le ofrece su saco a una dama descuidada que no llevó su abrigo y ayuda a una mujer mayor con la bolsa de sus compras.

—Eres solo un muchacho…

Alastor rio un poco y se cruzó de brazos, cuando terminó de reír miró con sorna al hombre frente a él.

—De no haber muerto sería mayor que tú.

—¿Qué edad tienes?

Alastor soltó una leve risa y le dio la espalda.

—Eso es un dato irrelevante, mi amigo —dijo con voz afable —será mejor que avancemos, no sé por cuanto tiempo pueda mantenernos en esta forma —comenzó a caminar, Oskar le siguió el paso —dime, ¿reconoces este sitio?

—Podría jurar que es el cementerio Olšany —respondió viendo a su alrededor y frunció el ceño —¿Por qué me enterraron aquí?

—¿Algún problema con ello? Debo decir que este sitio es bastante bello —Respondió el castaño observando las lápidas y esculturas que adornaban las tumbas.

—Este lugar fue creado para enterrar a las víctimas de la Peste…

—Interesante. ¿Sientes que tu querida Emilie te consideró un apestado y por eso te dio este lugar como última morada?

Oskar no toleró la insinuación de Alastor, lo giró con brusquedad tomándolo de su hombro para acto seguido asirlo por la pajarita, el saco de Alastor cayó al piso y Oskar amenazó con su puño.

—No te atrevas a difamar a Emilie. —Advirtió apretando los dientes.

—¿Lo hice? Tú fuiste quien estaba preocupado por la Peste —respondió tranquilo y sin borrar su sonrisa mientras apartaba la mano de Oskar, tomándolo por la muñeca con una fuerza que sorprendió al mayor, luego recogió su chaqueta, la sacudió un poco y se vistió con ella. —Espero que valga la pena todo esto que estás haciendo por esa mujer, Oskar. —Dijo mientras se quitaba sus gafas y las guardaba en el bolsillo interno de su chaqueta.

—No es "esa" mujer, es MI MUJER.

—No veo la diferencia —respondió con sorna y cruzándose de brazos.

—¿Acaso tú no harías lo que fuera por la mujer de tu vida? —Cuestionó sorprendido por la indiferencia del castaño

—Me parece que tenemos conceptos diferentes sobre eso, mi amigo. En tu concepto: no. No conocí a una mujer digna de la décima parte de un acto como el tuyo —un recuerdo fugaz de una cabellera rubia y ojos oscuros pasó por su mente, desconcertándolo un poco pero de inmediato recuperó la compostura —En mi concepto, por supuesto que lo hice. —terminó de decir con una sonrisa siniestra.

Oskar sintió un escalofrío recorrer toda su espina dorsal y Alastor se sintió complacido por la reacción del hombre frente a él.

—¿Qué hay de Niffty? —Insistió Oskar cuando se recuperó de la reacción anterior.

—La pequeña tiene mi afecto y claro que hice algo por ella pero vanagloriarme por ello sería muy ególatra de mi parte. —Respondió con simpleza.

—¿Por qué?

—Supongo que lo hice porque no tenía nada mejor que hacer —dijo inclinando un poco su cabeza con inocencia —no mentiré diciendo que fue porque era un buen hombre.

Oskar de nueva cuenta miró al hombre frente a él, de no ser por los momentos que sonreía de manera siniestra, no había indicios que fuera una mala persona.

—¿Qué demonios hiciste para estar en el infierno? —Cuestionó incrédulo.

—¿No te lo imaginas, Oskar? —dijo alzando sus manos frente al rostro del mayor volviendo a sonreír de manera siniestra.

Oskar las miró sin entender en un principio, hasta que Alastor lo timó haciéndole creer que lo iba a ahocar, Oskar le apartó las manos de un manotazo y retrocedió un par de pasos abriendo los ojos con horror al comprender lo que Alastor le estaba revelando.

—¡Muy buenos días, Nueva Orleans! —habló modulando su voz, sonando como un verdadero locutor de radio mientras fingía tomar un micrófono con sus manos. —¡Les saluda Alastor Boucher "El demonio de la Radio" y los acompañaré durante unas horas con lo mejor de la música! Sin embargo, debo comenzar con una lamentable noticia: Axeman cobró nuevas víctimas, nuestras condolencias y oraciones con la familia Cortimiglia y exhortamos a las autoridades de nuestra amada Nueva Orleans que atrapen al infame autor de estos atroces crímenes.

—¿Axeman? ¿Así te conocieron como asesino? —Preguntó anonadado por la revelación.

Alastor soltó una sonora carcajada.

—¿Axeman? ¡Vamos, Oskar! Solo te di una muestra de mi profesión… —Hizo una ligera reverencia —Axeman fue un tipo que estuvo rondando por las calles de Nueva Orleans un par de años. Una carrera criminal corta pero fructífera —explicó —y tenía un excelente gusto musical: una vez envió una carta solicitando que todos escucháramos música de jazz un día y hora determinado para así poder evitar ser atacados con su hacha… ¡Oh… fue maravilloso escuchar mi amada Nueva Orleans inundada de notas de Jazz por horas y horas!… —exclamó elevando los brazos, emocionado —Le reconozco eso, —puso sus manos tras su espalda —sin embargo su razón para asesinar fue de lo más mundano y reprochable: el tipo odiaba a los italianos ¿puedes creerlo? —se burló —y tenía la osadía de llamarse a sí mismo "un demonio". Estoy seguro que cuando llegó al infierno no logró sobrevivir al primer exterminio, si es que sobrevivió hasta esa fecha —culminó con sorna.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué si tenías un trabajo digno y al parecer la gente de Nueva Orleans te quería te volviste un asesino? Chico, yo estuve en una guerra tratando de salvar la mayor cantidad de vidas posible cuando debí estar haciendo exactamente lo contrario —Cuestionó tratando de comprender. No podía evitar separar la imagen del demonio que había conocido en el infierno del joven hombre que tenía frente a él, no quería creer que un chico de aspecto tan agradable hubiera sido capaz de hacer tanto daño.

—Crees que esto se trata de comprenderme a mí, pero soy yo quien no te comprende a ti, Oskar —respondió fresco antes de volver a darle la espalda y comenzar a caminar de nuevo —He sido demasiado condescendiente contigo. Cumplí mi parte al traerte a la Tierra y si continúo aquí es porque quiero ver cómo termina todo esto. Soy curioso, no lo niego pero, si me preguntas, sé que esto terminará mal para ti.

—¿De qué diablos hablas? —Preguntó acelerando el paso hasta lograr quedar de nuevo frente a frente con Alastor.

—Mi amigo, me contaste tu historia y es evidente que estás cegado por ese "amor" hacia esa mujer.

—¡Deja de referirte a ella de esa manera! —lo tomó con ambas manos por las solapas de su chaleco y lo elevó un poco, el castaño ni se inmutó y miró con burla al mayor.

—Es evidente que nunca fuiste un hombre inteligente, Oskar. —Replicó tranquilo.

—¿Me amenazas por el trato? No te tengo miedo, niño bonito…

—Yo no me rebajo a eso, mi ingenuo amigo —dijo mientras tomaba las muñecas de Oskar y lo obligaba a que lo soltara, Oskar no se podía explicar la fuerza que poseía Alastor. Una vez que el castaño volvió a estar en tierra firme acomodó sus ropas mientras decía —No necesito recordarte con palabras que tu alma me pertenece desde el momento que cruzaste el portal, solo me estoy divirtiendo con tu inocencia: ni siquiera te has dado cuenta que te has condenado por segunda ocasión por algo que no vale la pena, pero es evidente que es mucho pedir que lo comprendas.

—Habla claro, Alastor —demandó con molestia.

—La gente inteligente nunca se enamora, Oskar. —Declaró con seriedad.

Esta vez fue Oskar quien se rio con sorna.

—Eso dices porque no hubo ni una sola mujer que se interesara en un tipo tan raro como tú.

Alastor soltó una leve risa.

—Es innegable que eres una causa perdida, Oskar. —Respondió dando un par de palmadas en el hombro derecho del mayor y pasando por su lado —Salgamos de aquí, supongo que sabrás cómo llegar a ella desde este sitio.

—Por supuesto.

Alastor y Oskar continuaron caminando sin cruzar palabras por unos minutos más, Oskar iba guiando el camino, había visitado el lugar algunas veces cuando estaba con vida, a pesar de ser un cementerio, en lugar de sentirse como un sitio lúgubre, se sentía como un sitio lleno de armonía y eso le agradaba. Alastor seguía los pasos del mayor, observando las lápidas, la vegetación y todo el paraje en general, tarareaba una melodía mientras en su mente no pudo evitar preguntarse si su cuerpo (o lo que quedó de este) había logrado ser enterrado en algún sitio decente o si fue lanzado a la fosa común.

Rosie y Niffty no pudieron localizarlo, al parecer la policía de Nueva Orleans se mantuvo lo más hermética posible respecto a los detalles de su muerte más no de los crímenes que cometió. ¿Realmente merecía morir así? Era una pregunta que de vez en cuando rondaba por su mente. Él no se consideraba un lunático como Axeman, quizá sus métodos fueron poco convencionales pero estaba seguro que siempre trató de actuar en favor de la justicia. No era un héroe ni un villano. Solo fue un hombre con una vida complicada y por la cual tuvo que tomar decisiones.

"Lo siento tanto, Alastor"

Una dulce voz quebrada de dolor resonó en su mente. No era la primera vez que la escuchaba. Desde su llegada al infierno la había estado escuchando aunque con el pasar de los años la frecuencia iba disminuyendo. Aun así, estaba seguro que no era producto de su imaginación o un delirio, estaba seguro que era un recuerdo y podía jurar que esa voz pertenecía a la misteriosa rubia que conoció unas semanas antes de su muerte sin embargo eso lo desconcertaba más ya que los pocos recuerdos que se aferraban a su memoria de acerca de ese fugaz encuentro le mostraban que no había razón para que la chica le dijera algo así y mucho menos con esa voz inundada de llanto y dolor. ¿De qué momento de su vida era ese recuerdo?

Si bien (y por desgracia), escuchó a su madre decirle esas palabras incontables veces, él nunca olvidaría el timbre de su voz: ya fuera llena de alegría o ahogada en llanto, él siempre reconocería la voz de su madre. No era ella quien se disculpaba con él, ¿quién era, entonces?

Llevaba 41 años tratando de resolver ese misterio de su mente y tal parecía que la cuenta seguiría.

Estaba tan concentrado en sus propios pensamientos que no se dio cuenta que ya había logrado salir del cementerio y chocó con una transeúnte que pasaba frente a este.

—Disculpe usted, señorita. —Se disculpó con galantería.

La mujer no pudo comprender lo que le dijo, pero poco le importó al ver lo apuesto que era.

—Vypadá to, že mi Bůh poslal anděla. —Dijo con una sonrisa coqueta al castaño, Alastor se incomodó por la forma en que la desconocida lo veía y Oskar soltó una carcajada.

—¿Qué es lo que dijo, Oskar?

—Que Dios le envió un ángel —le tradujo, Alastor sonrió nervioso a la mujer frente a él y esta se acercó insinuante.

—Pojďte se mnou a ujišťuji vás, že jazyk nebude překážkou pro pochopení nás.

Oskar de nueva cuenta rio.

—¿Ahora qué dijo? —Preguntó más nervioso que antes.

—Básicamente que te quiere llevar a la cama. —Respondió con una sonrisa ladina.

Un desagradable recuerdo llegó a la mente de Alastor: una noche, en el callejón a lado de la estación de radio, una mujer mayor y rubia pide que la auxilie, él se acerca y ella se abalanza sobre él, intenta besarlo, lo toca sin decoro y hace que él la toque también.

Impotencia.

Shock.

Furia.

Sangre.

Muerte…

Alastor no era consciente, pero su sonrisa nerviosa y hasta cierto punto, tierna, se transformó en una mueca de furia psicópata que asustó a la mujer y se alejó de ambos hombres. Oskar lo miró con extrañeza, creyó que había hecho esa mueca para asustar a la mujer pero esta ya se había retirado y Alastor seguía con la misma expresión y no solo eso: su respiración estaba agitada.

—Hey Al, ¿te encuentras bien? —Cuestiono con genuina preocupación tomándolo del hombro, el castaño retiró su mano de manera violenta —¿Qué pasa contigo, chico?

Alastor respiró profundo por algunos segundos, cerró sus ojos y se apartó de Oskar dándole la espalda.

—Maldita sea… —masculló frustrado.

Oskar se mantuvo donde mismo, expectante a lo que el castaño hiciera. El joven parecía un animal enjaulado, caminaba de un lado a otro con su vista clavada en el suelo, Oskar podía ver cómo apretaba y relajaba sus manos. Más que furioso, Alastor parecía nervioso, asustado y el mayor no comprendía qué lo había puesto así.

—¿Puedo ayudarte con algo? —Ofreció Oskar.

Alastor detuvo su andar y se mordió el labio inferior, frustrado. Miró de soslayo hacia el mayor y luego volvió su vista al frente, levantó la mirada, respiró profundo un par de ocasiones más y por fin, luego de unos minutos relajó su cuerpo y la sonrisa regresó a su rostro.

—¿No tenemos una dama que localizar? —Se dirigió hacia Oskar como si nada de lo anterior hubiese pasado.

—¿Te encuentras bien?

—Perfectamente, Oskar. —Sacó su reloj de bolsillo y miró la hora —Llevamos más de dos horas en este mundo —informó guardando de nueva cuenta el reloj —no sé por cuánto tiempo más pueda mantenernos en esta forma. Encontremos a Emilie, haz lo que quieres hacer y volvamos al infierno antes de meternos en un problema que no podrás manejar.

Oskar comprendió que el castaño no tenía la intención de hablar sobre lo ocurrido hace unos momentos, solo asintió y le indicó la dirección del hogar de Emilie.

—Te sigo —respondió Alastor.

Oskar lo fue guiando por las calles de Praga, Alastor lo seguía un par de pasos tras él.

El castaño estaba maravillado por lo diferente que era todo ahí a su natal Nueva Orleans. Él hubiera deseado poder salir de su ciudad y por lo menos conocer Nueva York pero la crisis llegó y aunque él fue de los pocos afortunado que pudo conservar su empleo su economía se vio afectada por la llegada de cierta persona a su vida.

Oskar, por su parte, estaba nervioso por su próximo reencuentro con Emilie ¿Cómo reaccionaría? ¿Cómo le explicaría su presencia? Le daba vergüenza decirle que estaba en el infierno pero, ¿de qué otro modo podría explicar su presencia en el plano terrenal después de haber muerto frente a sus ojos?

Cuanto más se alejaban del cementerio, Alastor sentía que debía concentrarse más en la apariencia de Oskar, era curioso que con él mismo no tuviera ese problema.

Se mantuvieron caminando alrededor de veinte minutos hasta que Alastor detuvo su andar al estar frente a una majestuosa construcción. Nunca había visto un sitio como ese.

—¿Qué te pasa, chico? —Cuestionó curioso Oskar.

—¿Qué lugar es este, Oskar?

—Es la plaza Wenceslao y ese edificio es el Museo Nacional de Praga. —Le explicó.

—Es un lugar hermoso… —Dijo maravillado.

Oskar dejó que Alastor admirara la construcción el tiempo que quisiese hasta que Alastor le indicó que podían continuar.

Siguieron caminando y Alastor notaba que entre más calles avanzaban, había más afluencia de personas, las calles se oscurecieron y las lámparas comenzaron a encenderse, ambos hombres notaron un descenso en la temperatura que los obligó a cerrar sus abrigos, pronto, además de mayor número de personas caminando en la misma dirección que ellos, los demonios infiltrados se toparon con una especie de mercado pues había muchos puestos de comida, pero sobre todo lugares en donde se daba a probar vino.

—¿Alguna celebración, Oskar? —cuestionó Alastor, abriéndose paso entre la gente.

—Parece que llegamos el día de San Martín.

—Oh, una ciudad católica…

—¿Nueva Orleans no lo es?

—Nueva Orleans es una ciudad multicultural, Oskar.

—¿Algún ejemplo?

—Bien, como te mencioné antes, hay habitantes de diferentes lugares del mundo, predominan los franceses (después de los americanos, claro está), aunque eso no es de sorprenderse ya que anteriormente era una colonia francesa, también fue una colonia española, hubo mucho tráfico de esclavos africanos… Nueva Orleans es un lugar donde te puedes encontrar a personas de las etnias que te pudieras imaginar: criollos, migrantes, caribeños… —explicó con una sonrisa en su rostro.

—Parece que te gustaba mucho tu ciudad…

—¿Cómo no hacerlo? Si parecía que se vivía una fiesta eterna ¿alguna vez probaste la jambalaya? ¿Un Sazerac? ¿Escuchaste un grupo de jazz tocar en una plaza?

Oskar miró al castaño y con solo ver la sonrisa en su rostro al hablar de su ciudad natal se dio cuenta que amaba la vida, por tanto, cada vez le parecía más incomprensible el hecho que un hombre joven como él haya arruinado su vida y posiblemente causado su prematura muerte cuando era claro que disfrutaba de la vida que llevaba.

Continuaron caminando entre la muchedumbre, Alastor aceptó un par de copas y alguno que otro bocadillo, lo mismo que Oskar.

—Me sorprende que nadie te haya reconocido ya, Oskar.

—Es una fiesta, todos están más ocupados en su diversión.

Finalmente llegaron a la iglesia donde se llevaba a cabo la actividad religiosa para honrar al santo patrón del lugar: la Iglesia de San Martín de la Muralla.

—¿Es aquí? —Cuestionó Alastor, Oskar señaló con un movimiento de su cabeza las casas que se encontraban más delante de la iglesia, Alastor lo invitó a continuar.

Oskar se adelantó unos pasos mientras Alastor veía su reloj, ya pasaban de las tres horas que habían llegado a la Tierra. Estaba sorprendido, creía que estar un par de horas iba a ser suficiente para sentirse agotado, sin embargo no lo estaba en absoluto.

Oskar se detuvo frente a una casona en cuyo portal colgaba un enorme moño negro, señal que la familia que habitaba ese hogar se encontraba de luto. Durante los días que estuvo en el infierno estuvo ansiando ese momento pero, ahora que estaba a unos pasos, sentía que no podía moverse. Había tantas cosas que deseaba decirle a Emilie, cosas que nada tenían que ver con lo que debía entregarle, como decirle cuanto la extrañó el tiempo que estuvieron separados.

Alastor notó la indecisión en el mayor por lo que decidió tomar cartas en el asunto. Pasó por un lado de Oskar y llamó a la puerta.

—¿Qué demonios haces? —Reclamó nervioso Oskar apresurándose a llegar hasta Alastor.

El castaño siguió llamando con insistencia hasta que la puerta fue abierta, dejando ver a una mujer un poco más baja que él, de cabello platinado cuyo aspecto Alastor de inmediato calificó como deplorable. Oskar se ocultó tras el castaño, no estaba preparado, tenía miedo de la reacción que seguramente tendría su esposa.

Co chceš?

Alastor no hablaba checo pero, si no recordaba mal, Emilie había ayudado a Oskar cuando era "doble agente" por lo que era muy probable que ella al igual que su esposo, dominara otros idiomas.

—Madame, hay una persona que se muere por hablar con usted.

—Jovencito, es obvio que eres extranjero, todas las personas que podrían querer visitarme viven aquí y los pocos amigos en el extranjero que tengo son demasiado viejos como para poder viajar…

Alastor se abrió paso al interior de la vivienda ante la atónita mirada de la mujer quien no podía creer el atrevimiento de ese joven, ignorando por completo al hombre que se agazapaba dándole la espalda en las escaleras de su portal.

El mulato paseó su mirada por los diferentes cuadros y fotografías que se encontraban adornando la sala de estar y elevó una ceja por una foto que llamó su atención, tuvo que colocarse sus lentes para poder ver la fotografía con mayor detalle (gracias, hipermetropía) soltó una leve risa y dejó la fotografía en su lugar, Emilie lo miró con recelo, estaba sola y no tenía su arma cerca, estaba indefensa ante ese extraño hombre, ella sabía que había razones de sobra para que alguien la quisiera muerta.

—Una adorable familia —afirmó Alastor con una sonrisa.

—¿Quién eres? ¿Quién te envió?

—Oskar.

Emilie palideció con la mención de ese nombre, Alastor ensanchó su sonrisa y tomó asiento en uno de los sillones de la sala, cruzándose de pierna y recargando uno de sus codos en el reposa brazos para recargar su cabeza en sus nudillos.

—¡¿Ni siquiera muerto me deja en paz?! —le gritó frustrada.

—Emilie… —Llamó Oskar desde la puerta, cerrándola tras de sí, Emilie, al verlo, soltó un grito ahogado y retrocedió un par de pasos.

—No… no… tú no puedes estar aquí… ¡tú estás muerto! ¡Yo te maté! —gritó histérica.

Oskar trató de acercarse a ella para poder calmarla pero con cada paso que él daba, ella daba otro en la dirección opuesta.

—Sé que fue un accidente, mi amor… —intentó consolarla, Emilie negó en repetidas ocasiones, cerrando los ojos con fuerza mientras Alastor soltó una leve risa.

Esto se pondrá muy interesante.Pensó el castaño.

—¡¿Por qué regresaste?! ¡¿Por qué tuviste que regresar?! —Reclamó Emilie.

—Sé que es algo difícil de asimilar pero he vuelto porque hay algo muy importante que debo decirte… —Explicó Oskar sin comprender aun el trasfondo de las palabras de Emilie.

—¡Arruinaste el resto de mi vida! —Le gritó con furia —¿Estás aquí para atormentarme? ¿Para vengarte? ¡Estaba en todo mi derecho de re-hacer mi vida! ¡De estar con la persona con la que desde hace mucho tiempo deseaba estar!

—No… no comprendo Emilie… ¿tú… tú te casaste de nuevo? ¿Me diste por muerto cuando me quedé en Argentina? —Preguntó con voz quebrada.

—Tal vez esto te ayude a comprender mejor, Oskar —dijo Alastor chasqueando los dedos y haciendo que la fotografía que había llamado su atención apareciera en las manos del mayor.

Emilie dio un respingo al ver lo que hizo el castaño y Alastor sonrió con suficiencia. Oskar miró extrañado al norteamericano y luego posó sus ojos en la fotografía: era un retrato familiar.

Oskar reconoció a sus hijos, eran de alrededor la edad que mostraba Alastor en esos momentos, había dejado de verlos cuando tenían 25 y 23 años, esa fotografía era de por lo menos un par de años después, estaba también Emilie y a su lado…

—¿Amon? —Cuestionó confundido, Emilie desvió la mirada y se mordió los labios, intentando no romper en llanto —¿Te casaste con Amon? —Emilie guardó silencio —¿Por qué, Emilie? ¿Por qué él? —Cuestionó dolido.

—¿En verdad no lo has notado, Oskar? —Cuestionó desde su asiento Alastor con expresión sádica.

Oskar volvió su vista al retrato familiar, mirando con detalle cada rostro, cada expresión, Emilie sonreía feliz, Amon estaba serio, como de costumbre, su hija mantenía una expresión melancólica mientras que su hijo sonreía con orgullo.

Pasó sus ojos del rostro de Oskar Jr. al de Amon una y otra vez.

Debía estar viendo mal. Eso no podía ser verdad.

Su cabello, su complexión, la forma de su ceja, la mirada… Oskar Jr. era la versión joven de Amon…

—O… Oskar… —Oskar no podía articular palabra.

—Es hijo de Amon Göth —confirmó Emilie.

Los ojos de Oskar se inundaron mientras apretaba el retrato entre sus manos, estaba destrozado por la revelación y la manera tan fría en la que Emilie se lo decía, pero, ¿cómo era eso posible si ellos no conocieron a Amon hasta varios años después cuando Oskar ya era un niño entrando a la pubertad?

—Pero, ¿cómo? Nunca antes había tenido contacto con Amon, lo conocimos… —trató de buscar un modo en que no fuera verdad.

—Tú no lo habías conocido —interrumpió —yo sí. —Aclaró secándose las lágrimas y mirando de manera seria al mayor de los hombres —Lo conocí en 1932, –comenzó a explicar —cuando volví a ser la asistente del mago luego del nacimiento de Emilie. Amon estuvo un tiempo en Svitavy y fue a ver uno de los shows, charlamos, él regresó las siguientes noches… yo le dije que era una mujer viuda con una hija pequeña y él me prometió que me sacaría de trabajar, nos casaríamos, le daría su apellido a Emily y nos iríamos lejos… yo le creí y de un día para otro él despareció… dejándome embarazada… tú regresaste en una tus breves visitas cuando trabajabas aquí y te hice creer que el niño era tuyo… no me quedaba de otra… creí que el que Amon me hubiera engañado de un modo tan vil era un castigo por mi cobardía, Oskar…

—¿Por qué le dijiste que eras viuda? ¿Por qué querías que le diera su apellido a mi hija? —Preguntó ahogado en llanto.

—Porque ya no quería estar contigo, Oskar… —respondió con frialdad —porque estaba harta de ti y de tu falta de carácter, de tu mediocridad, harta de vivir bajo el techo de tus padres y porque daba lo mismo si Emily llevaba tu apellido o no, porque la verdad, tampoco estoy segura de si ella es hija tuya.

Esa noticia logró que incluso Alastor borrara su sonrisa e hiciera una mueca de asombro, el castaño estaba seguro de haber visto como algo se había apagado en los ojos de Oskar. Él sabía que había algo así en la historia de Oskar y Emilie, cualquiera lo pudo haber adivinado con solo escuchar la historia de la vida de Oskar, sobre todo en esos primeros y horrendos años de casado en lo que nada parecía salirle bien, pero vaya que Emilie había tenido muy poca paciencia con el pobre hombre.

—Es posible que Emily sea hija de "Serñorova Iluze", Marek… Marek estuvo mucho tiempo cortejándome, no lo acepté porque creí que solo iba a jugar conmigo… llegó ese verano en el que te conocí y genuinamente creí que estaba tomando la decisión correcta al elegirte a ti y aceptar volverme tu esposa pero, los años se encargaron de demostrarme lo contrario —sonrió con sorna —y cuando Marek volvió… Estaba tan furiosa contigo, tan frustrada… Marek en ese entonces ya podía haberme dado la vida que deseaba… Tuve que tragarme mi orgullo y pedirle que me empleara de nuevo como su asistente ya que deseaba poder tener mi propio dinero para poder dejarte pero él me ofreció un pago extra si yo aceptaba hacerle compañía después de los espectáculos… al principio dije que no, pero después lo vi como una manera de acelerar mi huida por lo que acepté. Fueron varios meses en los que más que un sacrificio humillante, se volvió un pasatiempo… de hecho ya no me importaba si Marek me daba el dinero extra o no hasta que quedé embarazada y sinceramente no sé si Emily es tu hija o de Marek porque estuve con ambos en fechas cercanas… Era obvio que no podía decir nada, tampoco se lo dije a Marek porque tenía miedo que tomara represalias despidiéndome, yo deseaba dejarte y ahora que tenía una hija necesitaba más que nunca el dinero de mi trabajo en el show.

Respecto a Amon… cuando lo conociste fue que lo volví a ver, lo odiaba por haberme abandonado sin dar alguna explicación, supongo que por su trabajo de espionaje averiguó que estaba casada contigo y mientras tú estabas salvando judíos, él llegó un día a una de las tantas casas en las que nos estuvimos escondiendo por tu trabajo de espionaje. Me explicó las razones por las que se había desaparecido, me mostró pruebas de ello, iba preparado, sabía que yo no me iba a conformar con una explicación simple. Le mentí, le dije que me había casado contigo meses después de que él se había ido, seguí la mentira de que Emily era hija de mi primer matrimonio y le dije que Oskar Jr. era tu hijo… —se abrazó a sí misma y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente —Deseaba tanto fugarme con él, decirle que Oskar era su hijo pero Oskar y Emily te adoraban, —dijo con coraje mientras sus lágrimas finalmente caían —tú eras su padre y tuve miedo que no me perdonaran si los separaba de ti y tampoco me atreví a abandonarlos para irme con Amon… Así que, luego de ese encuentro, —continuó narrando mientras se limpiaba las lágrimas que había derramado —Amon y yo no nos volvimos a ver hasta 1958 que te dejé en Argentina y volví a Svitavy, los pocos que nos recordaban a ti y a mí preguntaban por ti y yo les dije que habías muerto, —dijo lo último con una sonrisa que denotaba alivio —les dije a Emily y Oskar Jr. que si tú no venías en un año ellos también se hicieran a la idea que su padre estaba muerto, recibieron algunas cartas tuyas y las respondieron pero al cumplirse el plazo, decidieron que su padre había muerto. Luego de un juicio por los crímenes de guerra que no pudieron comprobarle, Amon volvió a Svitavy y se encontró con Oskar, para ese entonces el parecido fue innegable y tuve que confesarle la verdad con otra mentira: le dije que no se lo había dicho porque tú te habías sacrificado al casarte conmigo sabiendo que yo esperaba al hijo de otro y que no me sentía con el derecho de romperte el corazón así ya que tú amabas a mis hijos como si fueran tuyos, –contó apenas pudiendo controlar la risa por lo absurdo de su mentira —él comprendió, Oskar también se dio cuenta del parecido con ese hombre y me confrontó, tuve que decirle la verdad. Fue duro en un principio pero al final, la sangre es la sangre y aceptó a Amon como su verdadero padre. Emily fue la más afectada pues ella no sabe que posiblemente su padre no seas tú y está dolida conmigo por el engaño pero vio a Oskar feliz con su padre por lo que decidió no arruinar la felicidad de su hermano. Amon y yo decidimos casarnos y recuperar el tiempo perdido, pasar nuestros últimos años de vida juntos y para evitar habladurías de Svitavy nos mudamos aquí y fuimos muy felices… Él entregó a Emily el día de su boda, fue el padrino de Oskar en la suya… vivíamos tranquilos… felices… éramos muy felices… —Narró con una sonrisa de felicidad —hasta que volviste… —Su expresión cambió a una fría —Creí que de verdad habías muerto lejos de aquí y estaba tranquila con ello… ¡Dios! ¿Por qué tuviste que volver a mi vida? ¿Por qué te aferraste a seguir haciéndome tan infeliz, Oskar? ¿Qué maldito pacto con el diablo hiciste para seguir atormentándome incluso después de muerto? Te odio tanto, Oskar… maldigo la hora que te conocí, solo arruinaste mi vida desde ese momento… —Terminó de decir la rubia con una mirada de desprecio total hacia el hombre que tenía frente a ella.

Oskar no resistió más y se desmoronó ante ella, cayendo sobre sus rodillas con sus palmas en el piso y mirada hacia el suelo.

Estaba seguro que si pudiera morir de nuevo, en ese momento lo haría… Emilie, su Emilie lo aborreció toda su vida… Él estaba seguro que había podido redimirse con ella luego de los duros primero años de matrimonio.

Oskar Jr. no era su hijo, Emily probablemente tampoco lo era y él había perdido el amor de la mujer más importante de su vida ante el hombre que desde que conoció lo supo su enemigo.

Todo eso tenía que ser una pesadilla, no podía ser verdad, simplemente no podía serlo, tenía que ser una mala broma, una jodida mala broma.

Eso era…

Oskar se levantó y se abalanzó sobre Alastor.

—¡Tú, maldito lunático! ¡¿A dónde me has traído?! ¡¿Qué le hiciste a Emilie?! ¡Este lugar ni siquiera debe ser la Tierra! —Reclamaba mientras sacudía al castaño tomándolo por la solapa de su abrigo.

Alastor lo veía con lástima, ni siquiera él se habría atrevido a tanto con una broma así para un tipo como él.

—¡Di algo, maldita sea! —Exigió Oskar ahogado en llanto.

Alastor se volvió sombra y se movió hasta quedar frente a la mujer.

—Madame, me he jactado de ser un doble traidor pero lo que usted le ha hecho a ese desdichado de ahí, —dijo señalando con una mano hacia Oskar —no tiene nombre.

—¿Quién eres tú? —cuestionó Emilie al borde de un colapso mental al ver otra muestra de los poderes de Alastor.

Soy el diablo con el que Oskar hizo un trato para atormentarla —dijo ensanchando su sonrisa y con voz distorsionada, distorsionando también la realidad a su alrededor y mostrando de manera intermitente su forma demoniaca.

Emilie gritó horrorizada y cayó desmayada a los pies de Alastor, este la miró con desdén y se apartó dejándola ahí tirada. Oskar se mantenía de pie con la mirada clavada en el portarretrato que yacía en el piso, con los cristales rotos y la fotografía boca arriba. Alastor se dirigió a él.

—Es hora de irnos, Oskar —le anunció.

El mayor no respondió, ni siquiera se movió.

—Te lo advertí, mi amigo —comenzó a hablar un sonriente Alastor —no creí que las cosas fueran así de graves y desagradables pero, era evidente que esa mujer no era la diosa que tanto veneraste en vida.

—No hice otra cosa que amarla… —dijo Oskar en un hilo de voz.

—Y esa fue tu condena —replicó Alastor —el amor es la causa de las desgracias de todos los hombres, no importa hacia quién o qué: amamos el dinero, amamos el poder, amamos a una mujer, amamos un sitio e indudablemente habrá un motivo para sufrir por ello. Tú más que nadie debiste verlo, Oskar. Estuviste en la guerra de un hombre que amaba sus ideales… muchos dicen que el odio es la causa de todos los males, yo pienso lo contrario: es el amor, Oskar. Pero descuida, sé que aprendiste la lección, más vale tarde que nunca, ¿no? —dijo divertido.

Oskar no respondió nada, solo apartó la vista de la fotografía y caminó hacia la salida, Alastor solo se encogió de hombros y lo siguió.

En el camino de regreso al cementerio no cruzaron palabra alguna, Oskar solo caminaba y Alastor lo seguía de cerca mientras de nueva cuenta se maravillaba con la belleza de la ciudad de Praga y tarareaba una canción.

Al llegar a la tumba de Oskar, este se quedó mirando su lápida, a diferencia de la mayoría la suya solo tenía su nombre y fecha de nacimiento y muerte, no había ninguna frase, ni siquiera el típico "amado esposo y padre".

Estabas harta de fingir, ¿no, Emilie?Pensó con tristeza.

Miró a Alastor, estaba entretenido mirando las tumbas a su alrededor, al final, la insinuación que le había hecho cuando recién llegaron había sido cierta: Emily lo había sepultado ahí porque lo consideraba un apestado.

Alastor volvió hasta él y le anunció que era mejor regresar lo antes posible, copos de nieve comenzaron a caer.

San Martin lo había hecho otra vez.

Oskar asintió y esperó a que Alastor dijera el conjuro para volver al infierno, el portal se abrió y ambos regresaron. Niffty los recibió con alegría, comenzando a bombardear al demonio radio con preguntas sobre los cambios en la Tierra, Oskar solo siguió de paso y comenzó a caminar sin rumbo fijo por el infierno.

Alastor lo miró alejarse mientras le contaba su pequeña aventura en la Tierra a la pequeña cíclope.

ACTUALIDAD.

En la oficina de Charlie, Husk terminaba de contar su historia, la súcubo estaba impactada y sobre todo, entristecida, por la historia de Husk. Este se mantenía hablando, en algunos puntos de la narrativa su voz se quebró pero el demonio felino no soltó ni una sola lágrima, lo único que mostraban sus ojos era una profunda tristeza y vacío.

—Estuve vagando, Alastor no me buscó para nada y yo solo pensaba en una manera de poder dejar de existir —contaba con monotonía —me había metido en infinidad de trifulcas, siempre terminaba mal herido pero no moría: mis heridas sanaban mucho más rápido que en la Tierra. Escuché de Villa Caníbal y sus habitantes pero no sabía cómo llegar, hasta que un día noté la torre del reloj y la cuenta regresiva, investigué y supe que se trataba de un exterminio: Ángeles bajando del cielo para acabar con la existencia de las almas de los pecadores... En ese momento, volví a creer en Dios… —sonrió —Llegado el día, mientras todos corrían buscando lugar para refugiarse, yo me quedé en medio de la calle, a la vista de esos ángeles para ahorrarles trabajo y a mí tiempo de mi patética existencia y justo cuando esas enormes bolas de luz se precipitaban hacia mí, un portal se abrió bajo mis pies y aparecí en una mansión. El hogar de Alastor. Yo estaba furioso, el exterminio era mi oportunidad para dejar de existir y el hijo de puta me la había quitado. Se rio en mi cara, me dijo que se había entretenido con mis vanos intentos de suicidio, dijo que yo solo era la cáscara del demonio que había conocido y se burló más e hizo un juego de palabras comenzando a llamarme Husker… Husk… Le reclamé, le supliqué que me dejara en paz, que un demonio como yo no le serviría para nada pero él solo me dijo que él era quien lo decidía, me recordó que teníamos un trato que yo debía respetar y agregó que como él me había salvado de mi muerte definitiva, le debía esta no-vida por lo que ahora debía servirle por el resto de mi existencia…

Seguí intentando acabar con mi existencia los ciclos siguientes, pero él siempre llegaba para impedírmelo hasta que me hice a la idea que yo no podía hacer nada para evitarlo. Estaba en el infierno condenado una eternidad, con una deuda impagable y mi nulo deseo de existir así que viejos hábitos regresaron —dijo alzando su botella casi vacía en este punto —me resigné a que mi alma y existencia están en manos de ese hijo de puta por lo que desistí de mis intentos de suicidio durante los exterminios anuales… desde entonces estoy a merced de él, esperando que algún día el hijo de puta se aburra de mi sufrimiento y decida deshacerse de mí. —Concluyó.

Ambos demonios se mantuvieron en silencio, Charlie no sabía qué decirle pero de lo que estaba segura era que Niffty no estaba equivocada en el concepto que tenía de Alastor: él, al parecer desde siempre, ha sido un hombre amable. Él no estaba reteniendo a Husk para verlo sufrir, si así fuera, todo el tiempo lo estuviera torturando con el tema de Emilie y no era así. Alastor estaba reteniendo a Husk con esa impagable deuda para darle la oportunidad de sanar ese terrible dolor que le provocó la mujer que más amó en la vida y Husk volviera a tener deseos de existir.

—Husk yo… perdón… no debí obligarte a decírmelo… no tenía derecho, lo siento —se disculpó Charlie.

—Está bien, niña…

—No Husk, no estuvo bien, por querer saber más sobre Alastor hice que revivieras algo muy doloroso.

—Lo revivo todos los días, todo el tiempo, por algo el alcohol es mi mejor amigo...

—Husk…

—Ya te lo dije, niña: está bien. Ahora —dijo poniéndose de pie —si tu curiosidad ha sido satisfecha, volveré al bar.

Charlie dejó que el demonio felino se fuera, no deseaba agobiarlo más.

Se mantuvo en silencio en su oficina, asimilando toda la información que había obtenido:

† Alastor había muerto a temprana edad.

† Él amaba su ciudad, amaba su trabajo y en general, amaba su vida.

† Como lo sospechó, Alastor era un hombre atractivo.

† Él nunca se enamoró.

† Era tímido con las mujeres (o eso entendió del encuentro con la mujer checa a la salida del cementerio).

† Sentía empatía.

† Hizo algo por Niffty cuando ambos estaban con vida.

Ahora tenía la misma pregunta que Husk: ¿cómo es que un hombre con el amor por la vida de Alastor terminó volviéndose un asesino?

Ya no podía seguir preguntando a terceras personas, no después de lo que le hizo recordar a Husk, tenía que ser valiente y preguntarle a Alastor directamente… pero antes de eso, tenía que disculparse con él por el malentendido con Seviathan. Miró la hora en su Hellphone, se acercaba la hora de la cena por lo que el día laboral en el Hazbin Hotel había terminado.

Quería verlo. Lo extrañaba.

Estaba decidido, iría a buscarlo a su hogar en Villa Caníbal. Salió de la oficina y subió hasta su habitación en donde sus cabritas dormían plácidamente.

—Razzle, Dazzle —llamó, las cabritas se pusieron en estado de alerta de inmediato —vamos a dar un paseo —ambas cabritas intercambiaron miradas, confundidas —en la limosina de papá… —Razzle y Dazzle comenzaron a brincar sobre la cama con alegría, Charlie sabía cuánto disfrutaban de manejar la limosina Magne —preparen las cosas chicos, salimos en unos minutos.

Las cabritas salieron a prisa rumbo al estacionamiento subterráneo, lugar donde guardaban la limosina Magne, un préstamo hecho por el Rey Lucifer a su hija para que se pudiera trasladar cómoda y sobretodo segura por todo el infierno.

Charlie se apresuró a retocar su maquillaje y cepillar su cabello, estaba nerviosa, quería lucir bien para Alastor, se miró en su espejo de cuerpo completo y, aunque su traje lucía impecable, Alastor estaba acostumbrado a verla con ese atuendo (atuendo de trabajo), debía hacer algo si quería demostrarle que lo buscaba por su relación personal y no por su acuerdo. Se quedó de pie observándose un par de minutos, el último vestido que había usado era ese que había mostrado a Seviathan cuando se apareció son Hellsa en el hotel la primera vez, sería un mal recuerdo de no ser que después lo uso en su primer cita con Alastor, cuando ambos cenaron en la habitación del demonio carmesí a la luz de las velas.

—No… tengo que sorprenderlo —se dijo. Se miró fijamente hasta que sonrió con suficiencia.

Ya sabía cómo lo haría.

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Mientras tanto en Villa Caníbal, Alastor y Umbra estaban terminando de preparar su mansión antes de partir de vuelta al Hazbin Hotel. Tomó el portarretrato con el dibujo de Charlie y lo acomodó en el escritorio de su biblioteca. Si Charlie lo aceptaba de vuelta en el hotel no necesitaba cargar con él pues él se encargaría de no volverse a separar de ella, en cambio, si Charlie seguía molesta con él, lo necesitaba ahí en su biblioteca para estar como esos últimos tres días, contemplando su rostro, extrañándola y anhelándola mientras encontraba la manera de ganar el perdón de la princesa.

Perdón.

¿Cuándo había sido la última vez que había pedido perdón de corazón y no por un mero acto de civilidad?

Cuánto me has cambiado, princesa… Pensó.

Princesa.

Octavia técnicamente era una princesa también y lo mejor era aclarar las cosas con la chica antes de que se siguiera haciendo ilusiones con él. De ese modo podría mostrarle a Charlotte que a él nunca le interesó, no está interesado y nunca se interesará en otra mujer que no sea ella.

Umbra regresó después de haber revisado que los sellos de las ventanas y puertas de la mansión estuvieran completos y Alastor lo hizo volver a su cuerpo haciendo una señal. Invocó su micrófono y abrió un portal, apareció en su habitación en el Hazbin Hotel, justo a tiempo para la cena.

—Creo que estoy demasiado ansioso por verla, tuve que haber llegado por lo menos una hora más tarde… —se dijo.

Umbra se desprendió de su cuerpo y revoloteó alrededor de él.

—Dejemos que cenen en paz. No necesitamos hacer otro espectáculo frente a nuestros camaradas… —Umbra se afligió —Descuida mi amigo —dijo Alastor mientras se recostaba perezosamente en su cama —solo serán unos minutos más y, mientras tú recuperas el tiempo perdido con tu querida amiga yo arreglaré las cosas con Charlotte.

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Algunos momentos antes.

Charlie bajó a prisa, los huéspedes que la vieron pasar quedaron boquiabiertos, Razzle y Dazzle ya la esperaban con la limosina lista en la entrada del hotel, cuando su ama subió al auto ambas cabritas la vieron embelesadas y comenzaron a emitir balidos emocionadas.

—Aww chicos —expresó con ternura la rubia sus cabritas dejaron de emitir sus balidos y miraron atentos a su ama, esperando sus órdenes —Chicos, iremos a Villa Caníbal.

Razzle y Dazzle se miraron con urgencia uno a otro y después a su ama.

—Chicos, necesito ver a Alastor —Razzle comenzó a balar de manera insistente —Es por eso que ustedes vienen conmigo, —respondió Charlie —sé que mientras no esté a lado de Alastor allá no estaré segura pero mi papá confía en que ustedes pueden cuidar de mí y yo confío en ustedes.

Dazzle baló con preocupación.

—Tienes razón, la limosina Magne no será bien recibida por los habitantes de la Villa, papá tiene muchos años ignorándolos por considerarlos salvajes… — razonó —Ya se nos ocurrirá la manera de llegar hasta el hogar de Al de manera desapercibida, por lo pronto hay que irnos chicos.

Razzle y Dazzle asintieron y tomaron posiciones para poder conducir, Charlie se sentó lo más cómoda que pudo. No estaba así de nerviosa desde el día que se dio cuenta que estaba enamorada de Alastor.

Esperaba que el enojo del Demonio Radio hubiera bajado lo suficiente en esos tres días.