En la zona Noreste de Ciudad Pentagrama los bares y clubes de Valentino hacían sonar su música sin parar y las luces led les seguían el ritmo. Solo uno de ellos estaba en silencio total: el bar privado que se encuentra en la parte baja del "Estudio porno de Valentino", las luces de neón estaban encendidas y el bar estaba lleno, como de costumbre. Ahí dentro se encontraban los mejores y más exclusivos clientes y socios del demonio polilla pero, todos y cada uno de ellos se mantenían en silencio, bebiendo con sumo cuidado sus tragos, viendo a sus respectivos acompañantes con el terror impreso en su mirada y no era para menos: en la mesa más alejada (esa que Valentino tenía dedicada para llevar a cabo negociaciones y tratos) se encontraba Alastor, el cual, lejos de estar presente solo para molestar al Overlord gobernante de esa sección del pentagrama, estaba ahí para cobrar la deuda que el demonio polilla tenía con él.
El aura alrededor del Demonio Radio era bastante pesada, oscura, sus ojos oscilaban entre su estado normal y los diales de radio, su sonrisa se notaba bastante tensa, forzada, y ni hablar de la distorsión intermitente de la realidad a su alrededor. Umbra, de vez en cuando, miraba a su amo por encima del hombro de este, estaba siendo cuidadoso con que Alastor no notara su presencia, aun así, en todas las ocasiones el demonio ciervo giró su mirada en dirección hacia su sombra y chasqueó los dedos haciéndola desaparecer.
En la cima de la escalera principal del bar ya se encontraba Valentino quien por mero instinto detuvo su camino hacia el Demonio Radio al percatarse de la energía tan negativa que estaba emanando. Ahora comprendía porqué todos se encontraban quietos y en silencio, Alastor parecía estar a un sonido desagradable, a un comentario desatinado o a una mirada indeseada de desatar su furia y destruir a todo y todos los que estén a su paso.
El demonio carmesí dirigió su mirada hacia el demonio polilla y este tragó saliva: ni siquiera cuando atacó a Angel y la princesa Charlotte había visto a Alastor de esa manera. De hecho, ese día no daba la impresión de que estaba molesto en el sentido de sentir furia sino que, más bien, parecía molesto por hecho de tener que encargarse de un asunto tan insignificante (porque después de tal muestra de poder y consecuente sumisión de su persona, Valentino se ha sentido como un ser insignificante).
Comenzó a bajar la escalera mientras sentía las miradas de todos los demonios dentro del bar sobre él, era como si todos le estuvieran dejando la responsabilidad de sus existencias en sus manos mientras que Alastor seguía oprimiéndolo con esa expresión maniaca en su rostro.
Llegó hasta la mesa donde se encontraba el Demonio Radio y este lo invitó a sentarse, lo hizo al momento y no pudo evitar agachar la mirada al sentirse tan intimidado por el demonio frente a él.
—Debo decir que este lugar no es tan desagradable. —Dijo Alastor, con la voz más calma y fría que se le había escuchado alguna vez.
—Es exclusivo para mis socios y clientes destacados. —Respondió sumiso.
—Lo sé.
Hubo un silencio en el que Valentino pudo escuchar al demonio carmesí chasquear los dedos y él, por instinto, cerró fuertemente los ojos esperando lo peor pero, al (en apariencia) no ocurrir nada, los volvió a abrir y se encontró con que Alastor había hecho aparecer en la mesa una botella de su mejor Whisky y 2 vasos con hielo. De otro chasquido los vasos se llenaron y con un ademan de su dedo Alastor le mandó un vaso a su lugar en la mesa.
—Gracias. —Atinó a decir el proxeneta.
Podía notar que Alastor estaba haciendo un enorme esfuerzo por mantener a raya su ira, incluso podía ver sangre en sus dientes que no era precisamente el rastro de haber devorado a algún infortunado demonio sino que él mismo se estaba lastimando el interior de sus labios al tensar cada vez más esa horrorosa sonrisa.
Observó cómo el Demonio Radio tomó de un trago la bebida y se incomodó al pensar en el ardor que el alcohol debió provocar en sus heridas pero el Demonio ciervo no hizo ningún gesto y solo se dignó a continuar sonriendo mientras la frecuencia con que la realidad a su alrededor se distorsionaba era cada vez menor.
—¿Qué estás dispuesto a hacer para volver a ser el dueño de tu existencia? —Cuestionó.
—¿Cómo dices?
—Mi esclavizado amigo, creo que ya te has percatado que no me encuentro del humor adecuado para estar jugando contigo, o cualquiera… —dijo con tono amenazante y la última frase paseando su mirada por todo el bar. Los demás demonios apartaron su mirada de la mesa de Alastor y Valentino y se encogieron en sus respectivos asientos —Vine a proponerte un trato que nos beneficiará a los dos (si aceptas claro está) y, en caso de lo contrario, no creas que las cosas quedarán tal y como están ahora. —Advirtió.
—¿A qué te refieres?
—A que, si no aceptas lo que te propondré, te haré desaparecer junto con toda esta zona del Pentagrama. —Terminó de decir más que sonriente y clavando su mirada en él.
—Bueno… si se trata de un ganar-ganar, no veo porqué arriesgaría mi existencia al negarme a tus deseos, Alastor. —Respondió nervioso. —¿Qué tengo que hacer?
—Aunque dudo que tu población sea útil en batalla, estoy seguro que servirán de algo. —Dijo Alastor sin dirigirle la mirada, era más un pensamiento en voz alta que un comentario a su interlocutor.
—¿Batalla? ¿Quieres que te ayude en una guerra territorial? ¿Tras cual territorio vas? —Cuestionó Valentino con interesado pues no podía creer que su libertad estaba al alcance de la conquista de un territorio.
—El infierno. —Le informó dirigiendo su vista a él y recargándose con suficiencia en el respaldo de la silla.
—¿Qué?
—Quiero el trono de Lucifer y destruir a los Magne. —Agregó el Demonio Radio volviendo a llenar su vaso de whisky para después hacer el gesto de "salud" con una sonrisa arrogante.
Alastor estaba decidido a derrocar a la familia Magne y demostrarle a ellos y al infierno entero que nadie podía burlarse de él sin sufrir las consecuencias, pero…
¿Cómo es que Alastor había llegado hasta ese punto?
Ocurrió un par de semanas atrás, algunos días después del incidente en su Villa. Durante esos días él y Charlotte habían estado mejor que nunca, incluso ambos habían aceptado de buena manera las presencias de Seviathan y Octavia en el Hazbin Hotel.
Se habían divertido arruinando la "pseudo cena romántica" que Seviathan había preparado para hablar sobre su participación en el Hotel y el patrocinio ofrecido a las clases de arte de Octavia. Le había encantado ver cómo Charlotte había hecho uso de todos sus encantos naturales para embrutecer al demonio glauco y que, al momento en el que "el galán" quería sacar provecho o afirmar su triunfo (lo que se resume a muchos intentos de besar a la Princesa Infernal), Umbra y la sombra de Charlie lo hacían quedar en ridículo volviéndose tangibles o intangibles (según fuera conveniente) haciendo las travesuras más infantiles que a la sombra se le ocurrían.
Cuando la cena terminó, el demonio glauco se retiró sintiéndose un total idiota por todas las "torpezas" que había estado cometiendo frente a Charlotte. Momentos después, ya en la intimidad de su habitación (que para ese entonces ya era la habitación de ambos pues la rubia poco a poco iba llevando más y más pertenencias suyas a ese lugar) la princesa infernal le contaba en medio de suspiros y gemidos (provocados por las atenciones que el demonio carmesí daba a su cuerpo) lo que había estado hablando con Seviathan, sin omitir el hecho que buena parte de la conversación habían sido sus intentos vanos de adularla y endulzarle los oídos con palabras galantes para reconquistarla, provocando la risa de suficiencia del demonio carmesí.
También, Alastor en los días siguientes se había encargado de dejarle claro a Octavia que él admiraba sus habilidades artísticas y que siendo sincero sus presencia en el hotel le parecía agradable ya que le parecía una jovencita bastante culta y divertida pero que él no podía ofrecerle nada más allá de una sincera amistad.
A veces, deseaba que la bondad y empatía de Charlotte no lo hubiesen influenciado tanto pues se sintió mal (de manera genuina) al ver que, con cada palabra dicha, el rostro de la princesa de los Goetia se descomponía, aunque agradeció la entereza de la chica al no querer llorar frente a él.
Pensó que con lo que había dicho, Octavia iba a desistir de dar clases en el Hotel pero, no fue así. De hecho, la actitud madura mostrada por la princesa Goetia hizo que la respetara pues ella se había encargado de demostrar que podía llevar una relación cordial con él sin crear ambientes o momentos incómodos entre ellos.
Por supuesto que todo eso se lo contó a Charlotte, después del incidente ocurrido en la Villa que se derivó de los celos y la falta de comunicación entre ellos, acordaron confiar el uno en el otro de forma total y que hablarían de todo lo que tuviera que ver con Seviathan y Octavia para evitar problemas futuros.
Y la idea había resultado una maravilla: Alastor se sentía cada vez más seguro de poder quedarse a lado de Charlotte por toda la eternidad.
Pero, no todo se trataba del amor entre ellos dos, tenían responsabilidades, y muchas. Como ya lo esperaba, Charlie le había pedido que de ahora en adelante él se hiciera cargo de la documentación del hotel, por lo que, desde su regreso, pasaba las tardes encerrado en la oficina tratando de poner orden a todo lo que su novia había dejado pendiente. No iba a ser una tarea fácil, incluso para él ya que como buen negociador, leía todos los términos y condiciones de los contratos que tenía el Hazbin Hotel y ¿cómo no hacerlo? Si se encontraban en el infierno.
Ya tenía un plan hecho para avanzar con los documentos atrasados al mismo tiempo que daba seguimiento a los nuevos, calculaba que, a ese ritmo de trabajo, se pondría al corriente en alrededor de un mes. Y esa carga de trabajo extra no era problema, lo que le estaba pesando era que ya no podía pasar las tardes en compañía de Charlie.
Esa tarde terminó un poco más rápido que de costumbre la pila de documentos que había preparado para ese día había resultado con muchos que solo necesitaban algunos sellos o su firma, eran más documentos internos del hotel más que contratos externos. Le dio un último sorbo al café que, como de costumbre, Niffty le hacía el favor de llevarle todas las tardes para acompañar mientras trabajaba.
Con un chasquido archivó los documentos que el hotel debía conservar, con otro envió los documentos que se debían entregar a distintos proveedores (y a los cuales ya les había sacado su respectivo duplicado) y con otro chasquido dejó sobre el escritorio la pila de la que se haría cargo el día siguiente.
Se estiró un poco y con ánimo salió de la oficina para ir a unirse a sus camaradas en el bar del hotel. Al llegar, saludó a todos los presentes: Niffty estaba conversando con Husk mientras este se encontraba limpiando vasos y copas, Angel estaba haciendo su show de barman mientras Vaggie y Cherry estaban muy ocupadas mesereando.
Parecía que de nueva cuenta una oleada de pecadores había ingresado en el hotel.
Eso explica el por qué los documentos no dejan de aumentar… Pensó divertido.
Cuando tuvo la oportunidad, cuestionó a Niffty por el paradero de su novia, ella le informó que Charlie pocas veces bajaba a estar con ellos en el bar desde que él se pasaba las tardes trabajando en la oficina. A Alastor eso lo tomó por sorpresa ya que Charlie no se le había mencionado, aunque era cierto que él tampoco se lo había preguntado, solo lo había dado por hecho.
Si bien con el paso del tiempo Alastor había comenzado a apreciar a sus compañeros de staff, él en esos momentos solo quería estar a solas con su novia por lo que se despidió de sus camaradas y subió las escaleras con la única intención de llegar a su habitación (donde imaginaba que se encontraba Charlie) y dejarse consentir por ella unos minutos antes de bajar a cenar con todos, aunque también estaba considerando proponerle cenar ellos dos solos en la habitación.
En el camino se encontró con Umbra y la sombra de Charlie, estas revolotearon a su alrededor a modo de saludo y se fueron del lugar. El Demonio Radio continuó su camino hasta su habitación, sin embargo, no tuvo necesidad de abrir la puerta para saber que Charlie no se encontraba ahí sino que, de hecho, estaba en la que anteriormente ella ocupaba y que, además, no estaba sola. ¿Por qué estaba en su antigua habitación y no en la que ahora ellos comparten?
¿Qué debía hacer? ¿Irrumpir en aquella habitación para saber quién se encontraba con ella en ese lugar tan íntimo? Todos sus amigos estaban en el bar, acababa de encontrarse con sus sombras y las cabritas no podían hablar hasta que tomaran sus formas de machos cabríos.
Quizá, él solo debía confiar en ella y esperar que ella misma le cuente quien la ha visitado… aunque Niffty tampoco le mencionó que alguien ajeno al hotel hubiese llegado.
Negó con la cabeza y tomó la decisión de entrar en su cuarto: estaba seguro que después Charlie le contaría quien estaba con ella. Pero fue justo ese movimiento el que hizo que sus sensibles orejas de ciervo pudieran captar de mejor manera la voz de su preciosa Charlie.
—…Alastor no significa nada para mí, papá.
De manera instintiva, Alastor giró su cabeza en dirección a aquella puerta y, sin poder evitarlo, sus pies se encaminaron hacia ella. Tenía que haber escuchado mal y, si no era así, seguro su Charlie estaba mintiendo para protegerlo.
—…solo se trata del hotel. —Confesó la rubia.
Alastor, afuera, no podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Del hotel? —Cuestionó incrédulo Lucifer.
—Tú no parabas de decir que mi idea era una tontería y aunque yo sabía que era posible, también sabía que necesitaba de un poder similar al tuyo para poder lograrlo. —Dijo con seriedad. —No voy a mentirte diciendo que ya tenía contemplado que Alastor llegara, nunca imaginé que eso ocurriría, hasta sentí temor al verlo en la puerta del hotel por primera vez pero, cuando dijo que quería ayudar solo para verme fallar, me propuse sacar provecho de todo lo que él pudiera ofrecer.
Yo no esperaba que mis instintos despertaran por su causa, me creía enamorada de Vaggie, sabes que siempre he sido sentimental y cuando comencé a sentirme atraída por él, no sabía qué hacer, por eso recurrí a mamá. Omitiré los detalles que seguro no quieres escuchar, papá, solo puedo decirte que es como si las cosas se hubieran puesto a mi favor pues gracias a ese acercamiento pude ver que podía sacar mucho más provecho de la presencia de Alastor en el hotel, que por primera vez en mi vida podía hacerte tragar tus palabras ya que él cree que está enamorado de mí.
—Así como cree que tú estás enamorada de él…
Alastor, sin querer continuar con la duda sobre si Charlie estaba mintiendo o no, con ayuda de su magia, se volvió sombra y se deslizó en el interior de la habitación. Lo primero que notó, es que el cuarto de Charlie estaba hecho un caos con un montón de libros regados por todos lados, lo segundo era que Charlie estaba sentada a la orilla de su cama y Lucifer estaba de pie, frente a ella, en una clásica escena de un padre reprendiendo a su hija.
Buscó un lugar para poder quedarse escondido y poder ver el rostro de Charlie. Estaba seguro que de ese modo él se daría cuenta si su Charlie estaba mintiendo o no, después de todo, él se jactaba de conocerla mejor que nadie.
—Alastor es un hombre peculiar, —dijo Charlie con una sonrisa desdeñosa —si le decía que solo sentía una atracción carnal por él, tal vez no hubiera podido llegar tan lejos con él... Bueno, no de manera sencilla y no de la manera que yo necesitaba. —Continuaba narrando la rubia a su padre. —Es por eso que no solamente tenía que hacerle creer que tengo sentimientos románticos hacia él, sino que tenía que convencer a todos en el hotel: tuve que presentar la historia de la "niña buena que se enamora el chico malo." —Culminó de decir con desdén.
Entonces, Alastor recordó las veces en las que ella le decía (cuando se suponía que estaba dormido) que él le gustaba mucho, así como la vez que ella trató de seducirlo cuando estaba ebria y finalmente cuando la escuchó confesarle a Angel que estaba enamorada de él.
—Como ya te lo dije, papá, Alastor no significa nada para mí. No podría. —Aseguró con expresión triste. —Te resultará difícil de creer (al igual que incomodo de escuchar) pero, aun cuando mi cuerpo anhela el suyo, lo aborrezco del mismo modo que aborrezco los exterminios. —Aseguró con firmeza, haciendo que en el pecho de Alastor se hiciera presente una sensación desagradable, algo que él solo pudo describir como un hueco que con cada segundo iba aumentando de tamaño. —Puede que esa ilusión de estar enamorado de mí —continuó —haya hecho que sea menos sádico. Tengo que reconocer que se empeña mucho en tener al hotel funcionando pero, eso no borra todo lo que ha hecho desde que llegó al infierno: nunca podré olvidar el caos y sufrimiento que provocó a su llegada. —Culminó con semblante serio y apretaba los puños con fuerza, demostrando que estaba tratando de contener su ira.
Eso no pasó desapercibido por Alastor, no podría, estaba demasiado concentrado en cada gesto, cada ademán, cada palabra y, para su pesar, no encontraba indicios que Charlie estuviera mintiendo o estuviera nerviosa, de hecho, hasta parecía aliviada de poder hablar así, con sinceridad y eso hizo que la sensación en su pecho aumentara de intensidad.
—Así que, solo lo estás utilizando para tu beneficio… —Concluyó Lucifer viendo con orgullo a su hija.
—En resumen, así es. —Respondió encogiéndose de hombros, restándole importancia y dando la imagen de una adolescente malcriada.
—¿Y cómo te lo quitarás de encima? —Cuestionó Lucifer elevando una ceja y cruzándose de brazos. —Dices que el pobre iluso está muy enamorado de ti.
—Confío en que tú puedas ayudarme con eso, papá. —Respondió Charlie con una sonrisa perversa.
Alastor no necesitó escuchar más y se arrastró fuera de la habitación, Lucifer pudo percibir un abrupto cambio de energía en el ambiente cuando Alastor se arrastró hacia la salida pero fue tan fugaz que no pudo reconocer de quien se trataba.
El Demonio Radio se materializó dentro de su habitación del hotel y al instante invocó su micrófono para acto seguido abrir un portal que lo transportó hacia su hogar en Villa Caníbal. Apareció en su recámara y se sentó, rendido, en la orilla de su cama, recargó sus codos en sus rodillas y, por primera vez en muchos años, llevó hasta su nunca ambas manos y se encorvó haciéndose ovillo hacia el frente mientras sonreía de manera forzada, apretando sus afilados dientes y mantenía sus ojos abiertos, los cuales oscilaban entre su apariencia habitual y los diales de radio.
Miles de pensamientos y memorias pasaban por su mente, incluso había recuerdos que nada tenían que ver con lo que estaba sucediéndole en esos momentos, había memorias de su tiempo en la Tierra, era como si su inconsciente le quisiera hacer saber que no era la primera vez que tenía esa sensación y lo peor era que no era capaz de detenerlos.
Eso no podía estar pasándole.
Era imposible.
No podía estar ocurriéndole a él…
Él era Alastor: el Demonio Radio, el ser más terrible que había llegado al infierno en siglos. Todos le temían, todos lo respetaban: su sola presencia hacía que todos cuidaran sus palabras, sus movimientos y, estaba seguro, que incluso sus pensamientos… Entonces, ¿cómo? ¿Cómo era posible que eso le estuviera ocurriendo a él?
Charlie, su torpe, ingenua, incompetente, crédula (y todos los peores adjetivos que puedan definir a un líder) Charlie, siempre, desde el inicio estuvo un paso delante de él. ¿Cómo no se dio cuenta? Claro, no lo había hecho porque la había subestimado, de la misma manera que el propio Lucifer o aquella reportera del noticiero donde la había visto por primera vez lo habían hecho.
Se había dejado llevar por su tonta idea de la redención, había creído en su bondad…
El problema es que Charlie tiene un rostro angelical y mirada de inocencia…
Tenía que haberlo previsto, ¡por Lucifer! era la hija del máximo traidor de la creación, del amo de las mentiras y engaños, del primer embaucador de la historia: era obvio que ella algo tenía que haberle aprendido a su padre.
¿En qué momento se había vuelto tan tonto?
El vacío en su pecho había crecido tanto que ahora sentía que se ahogaba. Se echó hacia atrás y quedando recostado boca arriba mientras trataba de calmar esa horrible sensación, no pudo evitar recordar a Husk en esa ocasión en la que lo había llevado de vuelta a la Tierra solo para descubrir que la mujer que amó toda su vida lo había engañado desde el principio.
Recordó cómo lo vio caer de rodillas, sin poder levantar la mirada. Le había parecido una reacción absolutamente patética y ahora ahí estaba él estaba en la misma situación.
¿Por qué se sentía sin fuerzas? ¿Por qué no tuvo el deseo de destruir a Charlotte en el momento en el que descubrió su farsa? ¿Por qué había huido sin pensarlo? No lo comprendía. Él no era así. Muchas almas habían dejado de existir por faltas mucho menores a esa. ¿Por qué no se había atrevido a actuar en contra de ella?
Porque la amo.
Solo pensar en ello hizo que sintiera una punzada en su pecho.
"—…él cree que está enamorado de mí."
Encima de todo, ¿ella tenía el atrevimiento de asegurar que sus sentimientos eran falsos?
Desearía que lo fueran.
Había pecado de soberbio, al igual que Lucifer. Había confiado demasiado en sus propias cualidades, había subestimado en exceso a Charlotte y ahí estaban las consecuencias.
Tal vez el engaño de Charlotte era su penitencia en el infierno y esa sensación de vacío que no dejaba de expandirse en su pecho era más que suficiente para considerarse como "lección aprendida". Charlotte se había burlado de él como nadie lo había hecho en toda su existencia y eso era algo que no le perdonaría nunca: si ella creía que iba lograr la hazaña de hacerlo sin consecuencias, estaba muy equivocada.
No solo ella tendría que pagar por su osada acción, sino que la familia Magne entera lo haría. Ya era hora que alguien los pusiera en su lugar y no existía nadie mejor que él para hacerlo.
Antes, solo quería hacerlo por mero aburrimiento, ahora tenía motivos más que suficientes.
Pero, por ahora, necesitaba calmarse, fingir que no sabía nada. Era sencillo, él también era un buen mentiroso.
Con ánimo renovado y volviendo esa desagradable sensación de vacío en ira, Alastor se irguió y se quedó sentado en la orilla de su cama mientras poco a poco comenzaba a poner en orden sus ideas, dejando atrás ese arranque de sentimentalismo que no le iba a dar ninguna solución.
El conocimiento es poder, esa era una verdad innegable, y ahora que sabía lo que Charlotte estaba haciendo con él, tomaría ventaja de eso "mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos". Y, ¿qué más cerca que la misma cama?
Sonrió con malicia
Echaría mano de todos sus recursos: los Magne no tendrían tiempo de defenderse.
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Alastor se mantuvo en su casa de Villa Caníbal hasta pasada la media noche, cuando volvió al hotel, Charlie estaba dormida. Parecía que el sueño la había vencido mientras lo estaba esperando. Seguro solo quería saciar su deseo carnal, ya tenía muy claro que él solo representaba un excelente medio para resolver sus necesidades.
Entró en la cama y al poco tiempo ella se aferró a él. Alastor pensó en apartarla pero se convenció de que no hacerlo, por más molesto que le resultara. Además, ella podía estar fingiendo estar dormida y percatarse de su rechazo. Tenía que ser cuidadoso.
Estaba agotado mentalmente, razón por la cual pudo dormir esa noche. A la mañana siguiente cuando se disponía a salir de la cama, la rubia lo detuvo.
— ¿Alastor? —Llamó soñolienta.
—¿Sí, querida? —Respondió él sin voltear a verla.
—¿A dónde fuiste anoche? No nos acompañaste a cenar y ni siquiera llevaste a Umbra contigo, estaba muy preocupada… —Cuestionó mientras limpiaba sus ojos y soltaba un leve bostezo.
—Tuve que ir a la Villa a resolver un asunto que no podía dejar para después. —Respondió tranquilo.
—Oh…
Alastor, al dar por concluida la conversación, de nueva cuenta tuvo la intención de salir de la cama.
—Vino mi papá ayer. —Soltó la chica, él esta vez sí giró su rostro para verla.
—No fue una visita anunciada, ¿o sí? —Cuestionó curioso.
—No, llegó de sorpresa cuando yo estaba en mi antigua habitación. —Respondió desviando la mirada.
—Imagino que te dio mucho gusto verlo, ¿no, dulzura? —Volvió a cuestionar regresando su vista al frente.
—En un principio sí pero, después me dijo algunas cosas que me dejaron inquieta. —Contó mientras buscaba abrazarlo y acomodar su cabeza en su pecho. —Pero, después de consultarlo con la almohada, llegué a la conclusión que no era para tanto… —Concluyó para después depositar un casto beso en la piel del varón.
—¿Puedo saber que cosas te dijo? —Cuestionó, ignorando la muestra de cariño de la rubia.
—Él y mi madre creen que ya es momento que me case. —Alastor no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar eso. —No solo eso, parece que Seviathan ha recurrido a ellos para presionarme a aceptarlo de vuelta… —Narró angustiada. Alastor se mantuvo en silencio pero sus ojos oscilaron entre su estado normal y los diales de radio, pero la rubia no se percató de ello. —¿No dices nada? —Cuestionó ante el silencio de su novio.
—¿Qué puedo decir, querida? Eso es algo que tarde o temprano pasaría… —Respondió con voz calma.
—Sí pero…
—Como dijiste: —Interrumpió llevando su dedo índice a los labios de la chica y giraba su rostro para poder verla—no tiene caso que nos preocupemos por ello. —Le dijo con expresión afable. —No es para tanto, después de todo, yo sé que tú al que quieres es a mí, del mismo modo que tú sabes que no hay manera en la que yo pueda renunciar a ti. —Aseguró con una gran sonrisa antes de depositar un beso en la frente de su novia. Charlie se ruborizó por la respuesta dada por el demonio carmesí. —¿Alguna otra cosa que te inquiete, querida?
—Al, yo… —Dio la impresión de tener un debate interno.
—¿Tú…? —Instó a continuar
—No es nada… no tiene importancia. —Dijo con una sonrisa triste.
—Siendo así, es hora de que salga de la cama. —Anunció mientras se zafaba de la manera más amable que pudo de su abrazo. —No queremos bajar el ritmo ahora que el hotel está en su mejor momento, ¿verdad?
De un par de chasquidos salió de la cama y se vistió con su traje habitual, comprobó que su pajarita estuviera colocada correctamente y ajustó su monóculo.
—Te veré en el desayuno, querida. —Se despidió haciendo un ademan de despedida con su mano y salió de la habitación mientras Charlie lo miraba con expresión triste.
¿Qué debo hacer? Se cuestionó la rubia mientras soltaba un suspiro.
Ese día y los siguientes Alastor hizo su rutina normal, no le informó a Umbra lo que había descubierto, consideraba que eso le ahorraría muchos problemas ya que sabía lo mucho que su sombra estimaba a la rubia.
Luego de cumplir con sus actividades diarias en el hotel, pasaba las tardes encerrado en la oficina, cumpliendo con sus labores extras lo más rápido posible para después dedicar su tiempo libre en diseñar su plan. Ya tenía algunas cosas en mente pero solo eran algunas piezas del rompecabezas.
Las noches eran la parte más difícil de su día a día pues Charlie siempre tenía ganas de tener sexo con él y él no encontraba una manera convincente de negarse. En un principio pensó que podía manejarlo pero le era bastante complicado contener su deseo de lastimarla cuando ella no paraba de decirle lo mucho que lo amaba en cada encuentro, de hecho, le daba la impresión que la rubia se comportaba más cariñosa que de costumbre: sus encuentros eran más intensos, los besos que ella le daba eran más demandantes, buscaba el mayor contacto de sus pieles, lo abrazaba con fuerza y en varias ocasiones, juraba que la había visto derramar algunas lágrimas.
¿Por qué lo hacía? ¿Qué ganaba con eso si ella de cualquier modo ya sabía que lo tenía comiendo de la palma de su mano?
Sonaba tan sincera, sobre todo cuando, al finalizar y estando soñolienta, buscaba abrazarlo y con voz adormilada le repetía casi en tono de súplica que quería estar con él el resto de su existencia.
Había ocasiones en las que por temas meramente laborales, él debía conversar con Octavia y le era complicado no comparar a ambas princesas.
Ambas decían estar enamoradas de él, ahora sabía que una mentía pero, por más que intentaba encontrar algo que delatara la mentira de la rubia, no lo conseguía. Por otro lado, Octavia trataba de mantener sus sentimientos a raya pero bastaba con que él se acercara un poco más de la cuenta para lograr que las mejillas de la joven búho se encendieran.
Fue en una de esas conversaciones en las que después de un rato pasaron de lo laboral a lo casual, que a Alastor se le ocurrió una idea que, de poder llevarla a cabo, aseguraría su triunfo sobre los Magne.
Solo tenía que saber jugar sus cartas.
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Ya habían pasado varios días desde que se enteró del engaño de Charlie y estaba más que orgulloso de sí mismo por estar actuando a la altura de lo que la situación demandaba. Tenía ya un plan trazado, solo era cuestión de ponerlo en marcha.
Nunca antes se había demorado tanto en decidirse a llevar a cabo algún plan, siempre había sido alguien de decisiones y acciones rápidas pero, en esta ocasión (y muy a su pesar), no podía hacerlo.
Sabía perfectamente por qué era sí:
Porque una vez que lo ponga en marcha, ya no habría vuelta atrás. Apenas Charlotte se entere, todo lo que nos unía (aunque fuera falso) se romperá para siempre.
De nueva cuenta pensó que estando en el infierno, las palabras "siempre" y "nunca" adquirían su verdadero peso, pues al ser seres casi inmortales, su vida se extiende hasta donde ellos sean capaces de defenderla.
Tan solo pensar en un "siempre" alejado de Charlie, tenía que admitirlo, le causaba esa sensación de vacío en el pecho. A veces consideraba olvidar aquella reveladora conversación, él tenía la manera de borrar recuerdos específicos: podía volver a seguir viviendo en la feliz ignorancia hasta que la princesa se cansase y Lucifer acudiera en su llamado solo para librarla de él y, como iba a estar tan desprevenido de todo, ni siquiera se iba a dar cuenta del momento en el que dejase de existir: desaparecería para siempre, habiendo vivido hasta el último segundo en una falsa felicidad.
Quizá no era una mala opción.
Tal vez era momento de renunciar a su orgullo, al final de cuentas se encontraba en el infierno, se suponía que estaba ahí para expiar sus culpas, no para ser feliz pero, quizá podría vencer al sistema y volver a ser feliz en sus últimos días de existencia: sentirse orgulloso de saberse amado por la princesa infernal… Ser feliz por ser correspondido por la única mujer que ha despertado esos sentimientos en él, aunque todo fuese una mentira, no parecía un mal final para su existencia.
Si lo pensaba de esa manera, su plan de venganza ya no le parecía tan atractivo: llegaba al trono ¿y luego qué? No se le ocurría nada que pudiera volver a despertar en él las ganas de seguir existiendo.
Ya era casi la hora de la cena y caminaba por los pasillos menos transitados del hotel mientras reflexionaba sobre todo eso cuando vio una imagen que hizo que todo lo que había estado pensando anteriormente se fuera a la basura y su deseo de venganza regresara con mayor fuerza: de uno de los salones que estaban siendo utilizados para los talleres de redención, salieron Charlie y Von Eldritch, todo parecía normal hasta el momento en el que el demonio glauco tomó a la rubia del brazo de manera algo brusca y la hizo volver solo para poder besarla.
Alastor deseó ver una reacción de rechazo de su Charlie hacia Eldritch, pero tal cosa no ocurrió, sino que, por el contrario, ella correspondió.
Lo había olvidado de verdad: su Charlie nunca fue su Charlie realmente.
De un chasquido se retiró del lugar y apareció en el salón de artes en el que ya solo se encontraba Octavia pues la clase había terminado un poco más tarde de lo usual y ella seguía ahí, recogiendo sus pertenencias.
—Alastor… —Saludó con algo de sorpresa cuando vio al demonio carmesí aparecer en el lugar, aunque de inmediato apartó su vista de él y volvió a lo que estaba haciendo antes de su abrupta llegada.
Alastor dirigió su vista a la joven, no esperaba encontrarla ahí pero, tal vez ese encuentro era una señal de que debía poner su plan en acción. Caminó hasta ella y tomó una de sus muñecas para detenerla de su labor. La chica levantó su mirada, confundida por esa acción.
—Lamento la interrupción, señorita Octavia, pero necesito hablar con usted de un asunto bastante serio. —Dijo con voz calma y una sonrisa que Octavia calificó como triste.
—¿Serio? —Cuestionó mientras trataba de descifrar el semblante de Alastor.
—Quiero ofrecerle un trato. —Explicó.
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Más tarde, en la mansión Von Eldritch, Bethesa y Frederick se relajaban en su salón, él leyendo un libro y ella haciendo lo propio mientras degustaba de un delicioso té y galletas. En medio de ellos, Alastor hizo su aparición.
—Buenas tardes, dama, caballero… —Saludó entusiasta mientras se inclinaba de manera respetuosa frente a ellos.
—¿Qué hace usted aquí? —Cuestionó Bethesa con desprecio.
—Nosotros no hemos vuelto a meternos con tu territorio, Alastor, así que te suplico respetes el nuestro y, sobretodo, respetes nuestro hogar. —Pidió Frederick dejando su libro de lado, mucho más sereno que su esposa.
—Lamento haber llegado a su encantador hogar sin invitación, —Se disculpó paseando su mirada por el salón de la mansión Von Eldritch, esa era la primera vez que ponía un pie ahí. —sin embargo, no podía esperar.
—¿Esperar a qué? —Cuestionó Frederick poniéndose de pie y colocándose cerca del Demonio Radio.
—Respetables Von Eldritch, descendientes del gran Leviatán—Comenzó a hablar modulando su voz como si estuviera introduciendo a algún espectáculo —, su humilde servidor: Alastor "El Demonio de la Radio" ha venido a ofrecerles un trato que no podrán rechazar. —Anunció con una gran sonrisa.
Bethesa y Frederick se miraron el uno al otro con expresiones escépticas, ¿qué clase de trato estaba por proponerles el Demonio Radio y por qué estaba tan seguro que no lo rechazarían?
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Más tarde, esa misma noche, Alastor apareció en el taller de Sir Pentius.
—¡¿Qué tal, Pentius!? —Saludó efusivo, haciendo que el demonio serpiente diera un sobresalto.
—Alastor… —Saludó sorprendido por la inesperada visita, mientras los eggboys comenzaron a alejarse de ambos de forma "disimulada" —¿Has venido a cobrar el favor que me hiciste hace meses?
—No, no, Pentius… —Negó con su mano. —¡Qué va! He venido aquí para ofrecerte una oportunidad que no podrás dejar pasar…
Sir Pentius miró con desconfianza al Demonio Radio.
—¡Vamos, Pentius! —Instó mientras lo abrazaba pasando su brazo sobre los hombros del demonio serpiente —La última vez que nos vimos ambos quedamos de acuerdo en que somos unos caballeros, ¿o no? —Sir Pentius asintió, recordando lo que habían hablado ese día. —Además, como te dije, vine a ofrecerte una oportunidad, no un trato. —Le reiteró.
—Siendo así, te escucho. —Aceptó sonriente mientras invitaba a Alastor a seguirlo a su despacho.
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Mientras tanto, en la mansión de Stolas, Octavia revisaba los libros que su padre tenía en su biblioteca. Buscaba uno en especial. Afortunadamente, no corría peligro de ser descubierta: su padre estaba encerrado en su habitación con ese Imp que lo tenía vuelto loco y su madre se estaba embriagando en la sala por lo que su padre estaba haciendo.
Esa era una escena que se repetía cada mes desde hacía casi un año y, siendo honesta, ya no le afectaba en absoluto. Lo único que le importaba ahora era encontrar el libro que Alastor le había pedido como parte del trato que había entre ellos dos.
Nunca creyó que Alastor necesitaría algo de ella y menos de forma tan urgente como para aceptar sus términos y condiciones. Había algo raro en él, en ellos, Charlie también había estado actuando extraña, lo había notado desde hacía varios días y el trato que habían cerrado unas horas antes se lo confirmaban.
Encontró el libro que necesitaba y de inmediato lo guardó en su mochila para que no se le olvidara. Salió de la biblioteca y fue hasta su cuarto. Dejó su mochila en el lugar de siempre y luego se recostó en su cama para acto seguido colocarse sus audífonos y escuchar música a todo volumen.
¿Habré hecho bien en aceptar el trato de Alastor? Pensaba.
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Alastor caminaba sin prisas por las calles de Ciudad Pentagrama, acababa de salir del club de Valentino y ahora solo le restaba volver al para pasar su última noche ahí.
¿Debería darse prisa o debería seguir a ese ritmo? No lo sabía…
Juraba que iba a volverse loco: lo carcomía el deseo de ver a Charlie, fingir que no sabía nada de su juego perverso, sentir sus besos y caricias hipócritas en su maltrecho cuerpo y escuchar sus mentiras mientras él fingía que las creía una última vez antes de desatar el caos sobre ellos pero, al mismo tiempo, sentía que en el momento que estuviera frente a ella, llevaría sus garras hasta su hermoso cuello y lo apretaría hasta romperlo en mil pedazos o más.
Y es que, a pasar que había reaccionado con relativa frialdad ante aquel beso que presenció, estuvo a punto de perder el control cuando casualmente se encontró al legítimo prometido de Charlotte Magne saliendo del club de Valentino acompañado de dos damas.
Eso era más humillante: Von Eldritch no sentía ni un mínimo de respeto hacia la princesa y aun así tenía todo el camino puesto para volverse su esposo, mientras que él, aun cuando estaba dispuesto a sacrificar todo por ella, solo obtuvo traición.
Sí, admitía que en un principio sus intenciones con la princesa no eran buenas pero desde el momento que se supo enamorado de ella, las dejó de lado…
Tal vez, Charlotte no sea tan culpable de esto… Pensó mientras recordaba lo que había descubierto de ella.
—La Tria Principia… —Susurró deteniendo sus pasos.
¿A quién engaño? Solo estoy tratando de justificarla… Se regañó.
Siguió su camino hacia el hotel, había tomado la decisión de hacer todo el camino a pie, no estaba con la mente tan despejada como él quisiera y esperaba que eso ayudara a que, a su llegada, la rubia ya se encontrara dormida. De esa manera no caería, como el estúpido enamorado que era, en sus encantos y tampoco tendría la tentación de atacarla pues él no acostumbraba a hacerlo a traición.
Estuvo caminando sin prisas y cuando pudo ver el edificio, sacó su reloj de bolsillo dándose cuenta que ya pasaban de las 3 de la mañana. Estaba seguro que encontraría a la rubia durmiendo. Guardó su reloj y se apresuró a dar los últimos pasos hacia el hotel pero, cuando estuvo frente al lugar, se llevó la sorpresa de encontrar a Charlie (vestida con el pijama que él le había dado la vez que se embriagó y lo acosó) sentada, frente a la puerta principal, abrazando sus rodillas, acompañada (una en cada lado) por sus cabritas ayudantes y sus sombras que revoloteaban a su alrededor, vigilantes.
—¿Charlotte? —Llamó confundido y sorprendido.
—¡Alastor! —Llamó con alivio la rubia mientras se apresuraba a ponerse de pie y echarse a los brazos de su novio.
—¿Qué pasa, querida? ¿Por qué estás aquí afuera? —Cuestionó el demonio carmesí mientras se debatía entre corresponder al abrazo o no.
—Te esperaba. —Respondió mientras lo abrazaba con más fuerza y hundía su rostro en su pecho.
—Sí, pero, ¿por qué? —Volvió a cuestionar sin responder al abrazo mientras veía que tanto las sombras como las cabritas parecían verlo con reproche.
—¿Dónde estabas, Al? —Cuestionó mientras separaba su rostro del pecho del Demonio Radio pero sin soltar su abrazo. —¿Por qué te fuiste sin decir nada?
Alastor observó a detalle el rostro de la rubia, parecía triste, angustiada. Estaba harto de no poder encontrar algún atisbo de mentira o falsedad en él.
—Estás fría, Charlotte. Mejor, vayamos a nuestra habitación y ahí te explico todo. —Respondió llevando una mano tras la cabeza de la rubia para empujarla un poco y hacer que se volviera a recargar en su pecho, luego chasqueó sus dedos y ambos desaparecieron del lugar.
En su habitación, Alastor esperó a que la rubia recuperara el equilibrio y se apartó de ella con la excusa de querer quitarse el saco de su traje.
—Al… te he notado diferente desde el día que vino mi padre… —Dijo Charlie mientras observaba afligida a su novio.
—Lo mismo puedo decir de ti, querida. —Respondió él dándole la espalda mientras aflojaba su pajarita.
—Sí, es verdad, —Aceptó con tristeza. —pero tú sabes por qué, en cambio yo…
—También deberías saberlo, querida. —Interrumpió girándose para verla.
— ¿Cómo voy a saberlo si desde ese día casi no hablamos? —Reclamó.
—Han sido días muy laboriosos y tú mejor que nadie lo sabes… —Respondió.
—Sí pero… Al, siento que algo anda mal, que me estás ocultando algo… —Confesó al tiempo que daba un paso hacia el varón.
—En realidad sí, querida. Sí hay algo que te he estado ocultando. —Admitió.
—¿Qué es? —Cuestionó con urgencia. —Al, por favor, lo que sea, dímelo. —Pidió mientras reducía el espacio entre ellos y tomaba una de las manos del demonio carmesí entre las suyas.
—Tiene que ver la visita de tu padre: escuché parte de lo que hablaron —Ella dio un respingo al escucharlo. Alastor lo notó —y he comenzado a hacerme cargo de ello… —Tomó a Charlie por sus mejillas y acercó sus rostros hasta chocar sus frentes. Pudo sentir que la rubia había comenzado a temblar de nervios. —Tu padre no podrá vencerme, querida. —Aseguró con una sonrisa tétrica.
