Octavia escuchaba con cierta incredulidad al Demonio Radio. Hacía apenas unas horas que había logrado una hazaña que se creía imposible para un simple pecador y ahora le estaba diciendo que, más que por ser algo que tenía planeado, lo había hecho por un arrebato.
Por despecho.
Charlotte Magne le había roto el corazón y lo que más le molestaba de eso es que su nombramiento como la reina consorte no había sido más que "la cereza en el pastel" de su desquite hacia la ex princesa infernal.
—Así que… esa es la razón por la que hiciste todo esto. —Dijo Octavia, echando la cabeza hacia atrás.
—Bastante dramático, ¿no lo cree? —Respondió Alastor desde su trono, sin dirigir su vista hacia ella.
—Sí. Y creo que te excediste, Alastor. —Afirmó la chica volviendo su cabeza al frente y mirándolo de soslayo.
—¿Eso cree? ¿Me excedí? —Cuestionó Alastor, divertido, aun sin hacer contacto visual con ella.
Octavia soltó un leve suspiro.
—Estoy… tratando de poner en orden mis ideas, Alastor. Me es complicado aceptar que, el demonio que más admiro, haya logrado algo así de grande motivado únicamente por una desilusión amorosa. —Respondió con sinceridad, girando, finalmente, su cabeza hacia él.
—La idea ya estaba en mi cabeza. —Se defendió el demonio carmesí. —El plan, la información y gran parte de la estrategia también. Creo que solo necesitaba la motivación adecuada… —Concluyó en tono serio.
—¿Qué vas a hacer ahora? ¿Qué va a pasar conmigo? —Preguntó con genuino interés, conociendo ahora el verdadero motivo de su llegada al trono.
Ella no era parte de su plan original.
—Nada. —Respondió con simpleza el demonio ciervo, sin embargo, pronto recordó los sentimientos de la chica hacia él y por fin hizo contacto visual con ella. —Me refiero a que no la obligaré a hacer nada que usted no desee, señorita Octavia. Soy consciente de mi falta de caballerosidad y tacto hacia usted y sus sentimientos hacia mi persona.
—Claro que lo sabes. —Secundó. —Por eso me sentaste en este trono. —Reprochó con tristeza, apartando su vista de él. Alastor desvió la mirada, apenado.
Octavia se sentía dolida al saberse utilizada para lastimar a la ex pareja del demonio que le gustaba, más por el hecho que una de las razones por las que se sentía atraída por el demonio en cuestión era, precisamente, porque lo consideraba diferente y muy superior a cualquiera de los demonios varones en el infierno pero, ahora, Alastor se había caído del pedestal en el que lo tenía y podía ver que, en el fondo, no era lo que ella creía.
Alastor, por su parte, luego de habérsele pasado la emoción, la adrenalina y sobretodo, después de haber rememorado todo al contárselo a Octavia, concluía en que se había visto como un patético demonio, o mejor dicho, hombre: dolido por la traición de una mujer.
Quizá si no hubiese nombrado a Octavia como su consorte…
—Dime Alastor: ahora que lograste lo que tanto pensaste desde mucho antes de que pudieras imaginarte que te enamorarías de la princesa del infierno, ¿estás satisfecho? —Cuestionó seria.
—Lo estoy. —Respondió tensando sus músculos.
Aun sentía rabia por la burla de Charlie.
—Creo que me equivoqué de pregunta. —Dijo al notar la reacción del monarca. —La verdadera cuestión es: ¿estás feliz?
Alastor, nuevamente, giró su vista hacia Octavia, ella estaba sentada de manera bastante informal girada en su dirección, mirándolo con escrutinio y cierta desaprobación.
—Es una joven lista. —Reconoció con una sonrisa cínica pero sin la intención de ser grosero con la chica. —No necesita que le responda. —Culminó girando su vista de nuevo hacia el frente.
—Tienes razón. No necesitas responder. —Dijo con tristeza, girando la vista hacia otro sitio.
Dicho esto, Alastor dio por terminada la conversación. Se sentía bastante cansado. No lo suficiente como para caer desmayado como aquella vez en el hotel pero sí como para desear dormir profundo.
—Ya sabe todo lo que necesita saber. —Concluyó mientras se ponía de pie. —Ha sido un día muy largo y deseo descansar pero, ahora es la dueña y señora de este castillo por lo que, creo no habrá problema para que consiga quien le prepare una deliciosa cena. —Dijo mirando con atención hacia su reina.
—No, de hecho, no tengo apetito. Quiero ir a descansar también. —Respondió sin verlo y poniéndose de pie.
Alastor y Octavia salieron del salón del trono. Como de costumbre, Alastor ofreció su brazo a la joven y esta lo aceptó sin la emoción de siempre.
Afuera del salón, el guardia los guio por el castillo para poder llegar a las habitaciones.
No era el cuerpo de Alastor el que le exigía descanso (pues siendo sincero, los Goetia habían sido los que habían hecho todo el trabajo, él había usado una cantidad considerable de poder pero, no había abusado del mismo).
Era su mente la que necesitaba descansar.
Tenía muchos planes, muchas cosas que tenía que comenzar a ver, empezando por el día siguiente, en el cual, tendría que anunciar (de manera formal) la nueva monarquía infernal.
También tenía muchas cosas que quería dejar de pensar.
En Charlotte, principalmente.
Era un gran mentiroso con los demás pero nunca con él mismo. Le había dolido esa última conversación que había tenido con ella antes de mandarla de un chasquido al hotel.
Si la hubiera dejado hablar, ¿lo hubiera convencido?
Esa pregunta no lo dejaba en paz.
Llegaron al pasillo de las habitaciones, solo había un par de puertas en cada lado, el guardia los guio hacia la puerta de la izquierda.
—La habitación principal, mis señores. —Anunció mientras la abría para ellos.
Alastor y Octavia se tensaron al ver el interior del lugar, era claro que esa era la habitación que había pertenecido (desde siempre) a Lucifer y Lilith.
—El Rey Alastor es quien ocupará la habitación principal. —Dijo Octavia. —Yo puedo dormir en cualquier otra.
El guardia elevó un poco la ceja pero luego recuperó su estoicismo al recordar quién era ahora su nuevo Rey.
—En ese caso, la llevaré a la habitación que perteneció a la princesa Charlotte…
—No. —Respondió tajante Alastor. —Mi reina ocupará esta habitación, no se merece menos. —Recompuso con galantería. —Yo dormiré en la habitación de… la ex princesa Magne. —Terminó de decir apenas audible, con visible incomodidad en su rostro.
—Pero, Alastor…
—Después hablaremos de nuestra situación, Octavia. —Calmó.
—De acuerdo… —Aceptó no muy convencida.
—Por favor, su majestad, acompáñeme… —Pidió el sirviente al monarca.
—Mi reina necesita que se le atienda… —Interrumpió tomando del hombro al guardia y colocando su rostro apenas a centímetros del contrario, demostrando su habitual nulo respeto al espacio personal de los demás. —Dejaremos esto claro: tú y cada uno de los sirvientes de este castillo estarán a la completa disposición de Octavia. No vendrán a mí a menos que yo los llame expresamente, ¿está claro?
—Sí, mi señor. —Aceptó.
—Bien. —Celebró Alastor dando un par de palmadas en las mejillas del demonio antes de apartarse. —Pase una buena noche, Octavia. —Se despidió ya dando la espalda y con un ademán de su mano.
—Tú también, Alastor. —Se despidió Octavia mientras lo veía alejarse.
Alastor se dirigió a la puerta que se encontraba al otro lado del pasillo, Umbra se desprendió de él cuando llegó a la puerta y cuando la abrió, se encontró con una habitación mucho más infantil de la que llegó a ver en el hotel.
Parecía que la servidumbre del castillo se había dedicado a limpiar la habitación principal dando por hecho que los nuevos reyes compartirían aposentos (y nos los culpaba por haberlo creído) pero gracias a eso, ahora él estaba en medio de una gran cantidad de objetos que le harían imposible sacar a Charlie de su cabeza.
Podía resolverlo: un simple chasquido de sus dedos podría hacer que todo lo perteneciente a ella se esfumara, se quemara, incluso podría ser considerado y enviarlos al hotel pero, sus manos no se habían apartado de su espalda y sus ojos no habían dejado de viajar por cada rincón de esa habitación.
Había demasiado rosa (para su gusto) pero comprendía que se trataba de la habitación de una infante.
De la pequeña niña que alguna vez fue Charlotte Magne.
Su dulce Charlie.
Sus pasos lo guiaron hasta un mueble en el cual había algunos libros con lecturas provenientes de la Tierra. Literatura que claramente no era de una época anterior a su muerte.
¿Qué diablos es un Harry Potter? Pensó al tomar uno de los libros y leer su portada.
Lo dejó en su sitio, había muchos pequeños adornos de porcelana, figuras infantiles (animales lindos en su mayoría) y algunas fotografías de ella y su familia. Tomó un pequeño portarretrato que llamó su atención, la fotografía mostraba a una pequeña Charlie siendo cargada en brazos por su padre mientras ella cargaba en los suyos un par de peluches que él conocía bastante bien, solo que, en la actualidad, ya no son unos simples peluches, sino unos lindos y obedientes ayudantes y guardianes de esa pequeña, indefensa y hermosa criatura que se veía en la foto.
Lo dejó en su lugar y siguió su curioso recorrido.
Otra fotografía, ahora con su madre, Charlotte se veía un poco más grande que en la fotografía anterior. Parece que están en un escenario y Charlie se esconde de manera tímida e inmensamente adorable tras el vestido de su madre, apenas asomando un poco su rostro con una expresión temerosa y con esas encantadoras mejillas suyas tan encendidas como suelen seguir haciéndolo a la fecha.
A lado de esa encontró otra fotografía, esta vez de ella en solitario, su vestido denotaba que esa había sido una fecha especial, tal vez su propio cumpleaños, su sonrisa era inmensa: ya no quedaba rastro de esa niña tímida ante la cámara de la fotografía anterior.
Alastor tomó la fotografía entre sus manos y su sonrisa habitual se volvió una sonrisa afable, esas fotografías de la pequeña Charlie le trajeron a la memoria una frase:
Quiero que formemos una familia…
Umbra hizo ruido luego de tirar, accidentalmente, algunas botellas de perfume que estaban en el tocador de la chica, haciendo que Alastor saliera de su pequeña ensoñación y dejara la fotografía en su lugar.
— ¿Qué estás haciendo, amigo? —Se acercó hacia el lugar donde su sombra, nerviosa, colocaba de nueva cuenta las botellas de perfume en su lugar y que, por suerte, no terminaron rotas.
Con un ademan, Alastor hizo que se detuviera y de un chasquido dejó el mueble y sus objetos en orden.
El Demonio Radio pasó sus ojos por todos los objetos en el mueble, había (además de perfumes), cosméticos, cosas de papelería y, como era de esperarse, más fotos, pero esas eran más recientes y había unas que no fueron del total agrado para Alastor ya que, atorada entre el marco y el cristal del espejo, se encontraba una tira de fotografías de Charlie con Vaggie, bastantes cariñosas y felices.
Estiró su brazo en dirección de la tira, con la intención de retirarla pero se detuvo al último momento y le dio la espalda al mueble dando un nuevo vistazo a toda la habitación.
Todo, absolutamente todo le recordaba a la rubia, ¿en qué estaba pensando cuando dijo que él dormiría ahí? No podría hacerlo. No esa noche y no en las siguientes. Todo era demasiado reciente. Tampoco podía regresar a la habitación principal, su caballerosidad no le permitiría pedirle a Octavia que le cediera el lugar, incluso si se atrevía a hacerlo, tampoco estaba cómodo enviando a Octavia a dormir en la antigua habitación de Charlie.
Y él definitivamente no se imaginaba compartiendo cama con la princesa Goetia…
Por ahora.
Cada vez se cuestionaba más ese último impulso que lo hizo nombrar a Octavia como su reina consorte. Miró la palma de su mano derecha. El anillo de Salomón seguía ahí y seguramente no lo iba a dejar de utilizar por un largo, largo tiempo.
Esa era su mayor carta: los Goetia… y Octavia, era su unión con ellos.
Sabía que no estaba obligado a nada con ella, del mismo modo que sabía que, al tenerla como su consorte, le impedía a la joven fijar su atención en un nuevo prospecto.
Y la razón era simple: cualquiera que desposase a la reina del infierno querría ocupar el título de rey.
Su reino no era nada más ni nada menos que el infierno. No podía ser ingenuo (otra vez), al creer que ese lugar albergaría a una criatura incapaz de traicionarlo. En algún momento tendría que hacer real su unión con Octavia con todo lo que eso implica.
Miró de nueva cuenta hacia el librero, en específico hacia la foto de la sonriente y pequeña Charlie. No estaba listo para desprenderse por completo de ella, por lo que no podía deshacerse de sus pertenencias para acondicionar esa habitación para él y tampoco podía empezar su transición para aceptar los afectos de la princesa que él había elegido como su consorte.
Chasqueó los dedos, apareció su cetro y abrió un portal que lo llevó hasta su habitación en Villa Caníbal. Se retiró el saco y lo arrojó a algún rincón del lugar, Umbra evitó que la prenda tocara el piso y la colocó sobre uno de los muebles de la habitación mientras su amo se recostaba, agotado, sobre su cama.
Segundos después llevó sus manos hasta su rostro y dio un bufido de frustración.
No recordaba, en toda su existencia, haber hecho un plan tan lleno de fallos. Esa no había sido su mente, habían sido sus emociones quienes lo habían dirigido hasta llegar ahí. Ahora tenía que pensar la manera de neutralizar a todos los demonios que, seguro, ya tenían su vista fija en él.
Podía sentirlo.
Nadie, "ni los que le brindaron apoyo" estaban contentos con su llegada al trono, tenía que cuidarse más que nunca, cumplir sus tratos, mantenerlos contentos sin mostrar debilidad de su parte. Ser un buen rey para los pecadores y los nacidos en el infierno.
Sobre todo, se tenía que olvidar de Charlotte Magne para que su mente volviera a la agudeza de siempre.
Pero, podía ocuparse de eso mañana.
A partir de mañana.
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En el cielo.
—Como usted diga, Padre. —Dijo Miguel en un susurro iracundo.
El arcángel estaba arrodillado ante el trono de Dios, su mirada estaba fija en el suelo, sus nudillos en el suelo parecían estar a punto de cuartearse por la cantidad de fuerza que estaba ejerciendo para controlar su ira. Su rubio y rizado cabello caía sobre sus ojos, ensombreciéndolos, dándole un aspecto hostil, nada parecido a la afabilidad que la imagen de un arcángel debe brindar.
—¿Hay algo más que desees decir, Miguel? —Cuestionó Dios al notar que su hijo más fiel no se movía.
—No, Padre. Me retiro. —Anunció mientras se ponía de pie y le daba la espalda para retirarse del lugar.
Cerca de ahí el resto de los arcángeles lo esperaban.
—¿Qué dijo Padre? —Cuestionó Sariel, quien era el más ansioso de los hermanos.
—No intervendremos. —Informó sin dar más detalles Miguel.
—¡¿Qué?! —Cuestionaron al unísono los arcángeles.
—¿No ayudaremos a Samael a recuperar su trono? —Cuestionó incrédulo Raguel.
—¿Por qué Padre ha decidido eso? —Preguntó Uriel.
—¿Qué va a pasar con el proyecto de Charlie? —Volvió a cuestionar Sariel, más ansioso que antes.
Miguel alzó su mano derecha e hizo un puño, ordenando silencio antes de que sus hermanos continuaran bombardeándolo con preguntas.
—Yo tampoco estoy feliz con la decisión de Padre pero, ese ha sido su designio y lo vamos a respetar. —Dijo con firmeza.
—Entonces, ¿dejará que ese demonio…
—Alastor —Ayudó Remiel a Gabriel, Miguel dirigió su mirada impasible hacia Remiel, este le sostuvo la mirada hasta que Gabriel continuó.
—Gracias. —Dijo hacia Remiel y luego volvió su vista hacia Miguel. —¿Dejará que Alastor reine en el infierno?
—Padre dice que Samael tiene que resolver esto por su cuenta. —Respondió Miguel, despegando su vista de Remiel.
—Ese demonio, Alastor, ¿no tenía algo que ver con nuestra sobrina? —Cuestionó con extrañeza Rafael, Miguel lo miró con desaprobación. —¿Qué? —Preguntó al notar la manera en la que Miguel lo miraba. —Gabriel y Sariel me contaron cómo ese demonio defendió el proyecto, y a nuestra sobrina, de ti.
—Sí —Secundó Sariel. —, y Charlie parecía muy contenta por eso. —Agregó.
—Eso no es lo importante ahora. —Trató de cortar el tema Miguel.
—¿No lo es, Miguel? —Cuestionó capcioso Remiel.
—No, no lo es. —Respondió Miguel, reprendiendo con la mirada a Remiel.
—¿Hay algo que debamos saber, hermanos? —Vocalizó Raguel la cuestión que los demás arcángeles se hacían luego de ver el comportamiento de Remiel y Miguel.
—Eso mismo me pregunto yo, hermanos. —Respondió Remiel sin despegar su vista de Miguel.
—He dicho todo lo que sé: no intervendremos en este asunto en el infierno. Esa ha sido la decisión de Padre y nosotros vamos a obedecerlo. —Sentenció con seriedad Miguel.
—Acabas de decir que tampoco estás de acuerdo con la decisión de Padre, ¿por qué? —Cuestionó Raguel.
—Porque las cosas no pueden ni deben ser así… —Explicó. —Si Samael no vuelve al trono… —Se detuvo al percatarse que estaba hablando más de la cuenta.
—¿Qué pasaría? ¿Qué sucedería si Samael no vuelve a gobernar? —Cuestionó Uriel.
—No lo sé… En verdad, no lo sé. —Respondió Miguel antes de desplegar sus alas y alejarse de sus hermanos.
—¡Espera, Mig… —Sariel trató de ir tras él, pero Remiel lo detuvo.
—Miguel no responderá nada más. —Dijo Remiel.
—¿Y tú sí? —Cuestionó Sariel.
—Tú también lo sabes, ¿no? —Dijo Remiel soltando de su agarre a Sariel. —Alastor es un alma especial.
—Sí pero…
—¿A qué se refieren con "especial"? —Cuestionó Gabriel, acercándose al par de Arcángeles.
—Alastor es un resucitado. —Respondió Remiel.
—Ah, ya veo porque tienes muy claro su nombre. —Concluyó Raguel.
—Aun así, no le veo lo especial. —Insistió Gabriel. —Hay muchos resucitados, sobre todo en los últimos cien años, con todos esos avances en la ciencia y medicina humana.
—Vaya manera de Alastor de aprovechar su segunda oportunidad: —Dijo Uriel. —se convirtió en un asesino, terminó en el infierno y ahora es rey. —Enumeró.
—Terminó en el infierno, enamoró a nuestra sobrina y ahora es rey. —Corrigió Rafael.
—Volvamos a lo importante: ¿qué tiene de especial que Alastor sea un alma resucitada? —Cuestionó Gabriel.
—Como dijo nuestro hermano: en verdad no lo sé. —Respondió Remiel.
De los hermanos, Remiel era el más serio (después de Miguel, claro está) y todos sabían que, si él no quería decir nada más, no debían seguir preguntando.
—Entonces, solo nos quedaremos a observar lo que ocurre en el infierno… —Dijo impotente Uriel.
—Hasta que Padre diga lo contrario. —Afirmó Gabriel.
—Y hasta que Miguel, Samael y Padre decidan confiar en nosotros… —Agregó pensativo Remiel. Los demás arcángeles guardaron silencio, incómodos. —Lo sabía. No soy el único que ha pensado en ello. —Dijo victorioso.
—Lo que sea que Padre y nuestros hermanos sepan y nosotros no, es porque así debe ser. —Aseguró Gabriel.
Los arcángeles asintieron levemente, con excepción de Remiel, Raguel y Sariel, quienes solo intercambiaron miradas entre ellos.
.
.
.
Los días pasaron.
Las cosas parecían continuar su curso normal en el infierno para la gran mayoría de sus habitantes, sin embargo, la esfera de la alta sociedad infernal fue modificada de manera considerable:
Alastor: Rey.
Octavia: Reina consorte.
Ars Goetia: Príncipes infernales.
Rosie: Marquesa.
Bethesa y Frederick Von Eldritch: Condes.
Seviathan y Hellsa Von Eldritch: Vizcondes.
Alastor lo había anunciado al día siguiente de haber llegado al trono, a través de una transmisión de radio, tal y como lo había prometido. Del mismo modo, reiteró que la familia Magne quedaba despojada de cualquier título nobiliario, al igual que los antiguos príncipes infernales: Asmodeo, Belcebú, Mammon, Belfegor, Aamon, y Leviatán. Además, lo único que los Magne conservarían de todas sus posesiones anteriores, sería el Hazbin Hotel, el cual continuaba con el permiso del actual Rey para seguir operando.
Charlie, al igual que todos los habitantes del infierno, había escuchado la transmisión especial que había hecho el nuevo Rey para anunciar la nueva jerarquía infernal y solo sintió que los trozos de su corazón fueron golpeados hasta convertirse en polvo cada vez que Alastor se refería a Octavia como "su reina", al notar que evitó mencionarla en todo momento y el que solo se refiriera a ella como parte de la familia Magne y como la fundadora del Hazbin Hotel.
Ni siquiera se refería a ella como "ex socia"… era evidente que quería cortar toda relación entre ellos.
Y, hablando del Hazbin Hotel, el anuncio de que su fundadora había sido despojada del título nobiliario causó bastante revuelo… para mal.
Buena parte de los huéspedes lo abandonaron después de lo ocurrido, además de que Charlie pasó un par de semanas sin salir de la habitación de su ex socio. Solo su madre había tenido contacto con ella. Solo Lilith podía entrar y salir de esa habitación y ella se encargaba de que su hija se alimentara lo suficiente como para no caer enferma por inanición, además de obligarla a salir de la cama aunque fuera solo para tomar un baño obligatorio o para que tomara asiento frente al ventanal.
Para Charlie nada tenía sentido ahora que se sabía despreciada por el demonio que más amaba (y amaría) en su larga existencia.
En esos días por fin se había percatado del peso de la eternidad, el tiempo pasaba lento en esa habitación, sobre todo porque se torturaba pensando en que todo eso había sido por su culpa.
Si tan solo hubiera sido sincera con Alastor…
Si tan solo le hubiera dicho la verdad en el momento que él le preguntó.
Tomó la sábana con la que se cubría y la llevó por encima de su cabeza, lista para girarse y seguir fingiendo estar dormida otra tarde más, como siempre, acompañada de sus cabritas que, cuando no estaban echadas junto a ella sobre la cama, jugaban cartas entre ellas en el escritorio del Demonio Radio para poder pasar el rato.
El silencio casi sepulcral de esa habitación fue interrumpido por los gritos e improperios de unas voces que tenía un par de semanas sin oír.
—¡Se acabó tu luto por el Bambi! —Gritó Angel.
—¡Vamos, chica, no puedes seguir así! —Animó Cherry.
—El hotel te necesita. —Agregó un poco más calmada Vaggie.
—No va a reconquistar al señor Alastor si sigue portándose tan patética. —Dijo Niffty brincando en la cama para poder descubrir la cabeza de la rubia.
Todos los presentes, a excepción de Lilith (quien había sido quien les dio acceso a los demás a la habitación de su hija), hicieron una mueca al ver el deplorable estado de la ex princesa infernal: cabello revuelto, sin vida, grandes ojeras, piel pálida que le daba un aspecto enfermo, labios resecos y cuarteados y ojos rojos por haber llorado de manera reciente.
—Es la imagen con la que me encuentro todos los días… —Explicó la súcubo mayor.
—Diablos, Charls, luces horrible…
—¡Angel! —Regañó Vaggie.
—Bien, mamá, ya me exhibiste con mis amigos… —Dijo con molestia en su voz y viendo con desgano a su progenitora. —Ahora váyanse y déjenme seguir durmiendo. —Pidió tomando la sábana entre sus manos con la intención de volver a cubrirse con ella. Lilith rodó los ojos y asintió en dirección a los amigos de su hija.
Angel y Niffty se deshicieron de la sábana, tomándola fuertemente para poder arrebatársela y lanzarla lejos del alcance de la rubia, Razzle y Dazzle estaban a punto de irse encima de ellos con la intención de defender a su ama pero Lilith los detuvo con un elegante ademán.
—Son buenos chicos pero, en estos momentos, necesitamos ser un poco rudos con Charlotte. —Las cabritas vieron afligidos a la súcubo mayor y luego a su ama. —Han hecho un buen trabajo al estar con ella todo este tiempo, ahora nosotros nos encargaremos de que Charlie vuelva a ser tan alegre como siempre.
Las cabritas asintieron y dejaron que los presentes continuaran con su misión.
Charlie, al saberse expuesta, se sentó y llevó sus rodillas hasta el pecho para acto seguido esconder su rostro en ellas.
Seguía utilizando el pijama que Alastor le había regalado.
—Charlie… —Se acercó con cautela Cherry. —Lamento lo que pasó, lamento que tú y tu familia hayan pasado por esto…
—Pero te necesitamos, Charls. —Completó Angel, tomando asiento a un lado de la chica y abrazándola.
—Las cosas no van bien en el hotel, querida. —Dijo Lilith. —Y es este hotel lo único que nos queda a los Magne.
—Luego del anuncio que hizo el hijo de puta de Alastor, muchos huéspedes abandonaron el hotel ese día… y los siguientes. —Comenzó a explicar Vaggie. —Hoy se fueron otros dos, a este paso no quedará nadie para el próximo exterminio…
—Charlie, si el hotel deja de funcionar, ya no será un sitio seguro durante los exterminios… —Expuso Cherry —Yo ya no tengo un hogar fuera de aquí.
—Ni trabajo. —Agregó Angel. —Y no deseo volver con Valentino.
—Si se van los huéspedes, pueden quedarse en el hotel. Hay comida y mucho alcohol, pueden seguir trabajando en el bar. No los echaré de aquí, chicos… —Dijo con desanimo, sin levantar la vista.
—Eso no es lo que buscamos, Charlie. —Dijo Vaggie.
—¡¿Entonces qué es lo que quieren de mí?! —Explotó.
Solo quería seguir deprimiéndose en paz.
—¡Que vuelvas a ser tú, Charls! ¡Que salgas de la cueva del bambi y dejes de lucir tan deplorable! ¡Sigues siendo la princesa infernal, no importa lo que ese lunático con aires de grandeza diga! —Regañó Angel.
—Charlie, tienes que poner de tu parte… Los huéspedes que siguen aquí lo están porque todavía confían en ti, porque ya demostraste que es posible redimir a los pecadores… No necesitas a ese maldito bastardo para continuar con tu proyecto, porque es tu proyecto, Charlie. —Animó Vaggie.
—Quizá el señor Alastor se decidió por la señorita Octavia porque vio que ella sería más eficiente. —Habló de nuevo Niffty. Todos la miraron de mala manera, menos Lilith, que sonrió de manera casi imperceptible viendo a la pequeña cíclope.
Charlie levantó la cabeza y le dedicó una mirada asesina a la cíclope.
—¿Qué sigues haciendo aquí, Niffty? ¿No se supone que tú y Husk están a disposición de Alastor? —Cuestionó la rubia con voz gélida.
—Ah, sí… Me mandó llamar hace días. Me ordenó quedarme aquí. Dijo que sin mi ayuda este lugar se caería a pedazos porque la administración no podría con la responsabilidad del hotel. —Dijo con indiferencia.
—¿Eso dijo? —Cuestionó Charlie, ofendida.
—Ajam.
Los presentes guardaron silencio, Niffty se estaba pasando de la raya con sus comentarios.
—¿Algo más que te haya dicho "su majestad" sobre mí? —Cuestionó con sarcasmo.
—No. Dijo que tenía cosas importantes que hacer. —Le respondió del mismo modo la pequeña.
Charlie bufó al escuchar eso.
Así que Alastor le había dejado el hotel solo para seguir divirtiéndose con ella…
Con su fracaso.
—Bien… Le demostraré a "su majestad" que está muy equivocado conmigo. El Hazbin Hotel seguirá funcionando. Salvaré todas las almas que siguen hospedadas aquí y las que vendrán.
Anunció decidida, para satisfacción de todos.
—Necesito asearme, los veré en el comedor, ahí me darán detalles de todo lo que ha acontecido en el hotel durante mi ausencia. Mamá, ¿te quedas ayudarme? Creo que tengo un desastre en mi cabello —Pidió la chica mostrando un mechón desaliñado a su madre.
—Con gusto, Charlotte.
Los demás demonios salieron, dejando solas a madre e hija.
En el pasillo, Angel paró su andar frente a Niffty.
—¿En serio sonrisas dijo eso?
—No. Cuando nos mandó llamar a Husk y a mí, solo nos preguntó si queríamos servir en el castillo o continuar en el hotel. En ningún momento mencionó a la señorita Charlie.
—Qué… frío… —Dijo Cherry.
—Lo sabía… —Concluyó sonriente Angel.
—¿Qué cosa? —Cuestionó Vaggie.
—Nada, Vaggs.
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En el cielo, Sariel y Remiel interceptaron a Miguel.
—Salve, hermanos… —Saludó Miguel, resignado.
—Por primera vez en mucho, mucho tiempo, te veo en claro desacuerdo con la decisión de Padre. —Comenzó a hablar Remiel.
—Que Samael ya no gobierne el infierno, es malo. Sea como sea, es nuestro hermano, lo conocemos y sabemos que es un ser justo más allá de su rebeldía natural. —Agregó Sariel.
—Y por alguna razón, Sariel, tú y yo sabemos que el que Alastor haya llegado al poder lo hace todavía peor. El problema es que ni Sariel ni yo terminamos de entender por qué. Como insistía Gabriel: el hecho que Alastor sea un resucitado no lo hace especial por sí solo.
—Sí, yo también lo sé, sin embargo, desconozco, al igual que ustedes, la razón. —Respondió Miguel. —Somos hermanos, saben que yo no miento.
—No mientes, pero sabemos que hay algo que Padre y tú nos han estado ocultando. —Insistió Remiel.
—Si es así, esa ha sido la decisión de Padre.
—Es extraño que eso que Padre nos está ocultando, parece tener relación con lo que está ocurriendo ahora. —Continuó presionando Remiel.
—Hermanos… Me gustaría poder compartir con ustedes lo que sé, pero Padre me ha sellado los labios… y no sé mucho más como tal vez lo creen: tampoco sé cómo se relaciona con Alastor. Eso me confunde mucho.
Miguel frunció el ceño y se quedó pensativo ante las miradas de sus hermanos menores quienes no dudaron de la sinceridad de su hermano.
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En el Hazbin Hotel, dentro de la habitación de Charlie, Lilith colocaba la ropa que había seleccionado para su hija sobre la cama, Charlie ya se había ido a bañar y la súcubo mayor estaba a la espera de que saliera para ayudarle con el desastre que su hija había hecho con su cabello.
Nunca, ni siquiera de infante, la había visto tan desaliñada.
—Ya estoy lista mamá. —Anunció Charlie, envuelta en una toalla mientras con otra seguía secando su cabello.
—Ven aquí. —Pidió Lilith, indicando una de las sillas del escritorio. Charlie obedeció y apenas tomó asiento, su madre comenzó a cepillar con esmero su cabello.
—Papá debe estar muy molesto conmigo, ¿verdad? —Comentó con tristeza la chica. —No ha venido a verme desde… ese día.
—Tu padre no está en el hotel desde el día que Alastor hizo el anuncio oficial de la nueva monarquía infernal.
—¿Cómo?
—Llegó a la conclusión que Alastor cometió un gran error al dejar fue de la monarquía a los antiguos príncipes por lo que está recorriendo los círculos del infierno para convencerlos de levantarse en armas contra él.
Charlie se angustió al pensar en un nuevo enfrentamiento entre Alastor y su padre. Alastor había ganado con relativa facilidad ya que había tomado por sorpresa a su padre pero, ¿qué tanta oportunidad tendría si su padre lograba reunir a los antiguos príncipes?
Aunque Alastor ahora estaba respaldado por los Goetia… gracias a su unión con Octavia.
—¿Qué te ha dicho papá? ¿Se han mantenido en contacto?
—Amon rechazó su propuesta, lo cual lo deja con Belcebú como única opción.
—¿Solo Belcebú? ¿Pero qué hay de los demás círculos?
—Bueno, Alastor solo los despojó de los títulos nobiliarios, por lo que de un modo u otro todos ellos siguen gobernando en sus círculos (a excepción de tu padre, claro está). Mammon y Asmodeo conservan sus negocios, Leviatán ya sabes que son siglos sin saber de él y Belfegor… a él le da igual… Solo Belcebú es lo suficiente orgulloso para no aceptar no ser un príncipe en toda regla… Además, fue el primero en seguir a tu padre cuando se reveló en contra de Dios. Belcebú respeta mucho a tu padre por eso…
—¿Crees que sea suficiente?
—Si Belcebú sigue a tu padre, no sé si sea suficiente para derrocar a Alastor, pero sí le causará un merecido dolor de cabeza a ese maldito ciervo y tal vez de ese modo los demás príncipes se decidan a apoyar a tu padre o quizá, la nueva monarquía aproveche el caos para revelarse contra el Rey.
—¡¿Traicionarlo?!
—No sé por qué te sorprenderte. Alastor es poderoso, no lo niego, pero no deja de ser una simple alma humana y eso, querida, es algo que no va a cambiar. Es humillante para todo demonio original (ángel caído o nacido aquí) que un alma humana gobierne sobre ellos. Alastor fue listo al colocar a Octavia a su lado: el respaldo de los Goetia no es poca cosa.
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Mientras tanto, en el 3er círculo del infierno, Lucifer esperaba a que Belcebú terminara su rabieta del día. Después de tres días en ese lugar ya se había acostumbrado a ello.
—Es el tercer día, Bel, ¿Qué has decidido?
—Sabes que te respeto, Lucifer, sin embargo, en esta ocasión (y por primera vez en toda nuestra existencia) me siento como tu igual y es por eso mismo que me voy a atrever a pedirte algo a cambio.
—Sabes que no estoy en posición de concederte deseos, Bel. Estoy débil, el ciervo no me dio tiempo de rescatar la energía que almacené en mis artículos.
—Qué pena escuchar eso. Nunca entendí tu decisión de hacer algo así.
—Una precaución… solo que nunca imaginé que algo como lo que hizo Alastor pudiese ocurrir.
—Como sea. No necesito nada que tenga que ver con tus poderes, Lucifer.
—¿Entonces?
—Solo quiero tu consentimiento…
—Sabes que mi hija está prometida al descendiente de Leviatán y…
—No se trata de eso, además, perdí el interés en ella desde el momento en el que la vi rogarle a esa alma humana…
—Bien… Entonces, ¿sobre qué quieres mi consentimiento, entonces?
—Creo que ya es tiempo de una visita a nuestro padre…
—¿Qué?
—A pesar de los eones, yo no he olvidado la manera en que nos echó de su reino y, si mal no recuerdo, tenías planeado un contraataque al cielo pero, por alguna razón que desconozco, desististe y, en todos estos siglos, no has tenido la intención de retomarlo. Puedo quitarte a Alastor de en medio, sabes que no es una tarea complicada para mí y, mientras yo lo hago, mis 66 legiones atacarán el cielo.
—66 legiones no son suficientes, el ejército de Dios es demasiado poderoso y más con Miguel al frente…
—Tú no te preocupes por eso, Lucifer. No he pasado siglos y siglos esperando esta oportunidad sin tener un plan. Si antes no lo ejecuté, fue por ti, Lucifer, porque sé que tenías un acuerdo entre reinos pero, ahora tú no estás al frente de este reino, por lo que si fracaso tú no saldrás perjudicado ante Él.
—No quiero ofenderte, Bel, pero creo que te sobreestimas al pensar que tú solo podrás acabar con Alastor: No olvides que ahora cuenta con el respaldo de los Goetia.
Belcebú soltó una leve risa.
—Debes estar muy conmocionado por todo lo que ha ocurrido, ¿no Lucifer?
—¿Qué quieres decir?
—¿En verdad crees que estaremos solos en esta lucha? Solo los pecadores están contentos de tener a Alastor como su Rey, ¿en verdad crees que los Von Eldritch están conformes con su nueva posición? ¿Por qué crees que te traicionaron y lo apoyaron a él? Lamento decírtelo, hermano, pero la monotonía de este sitio hizo que bajaras la guardia más de lo debido y ahora estás convertido en un peón más en el juego de ajedrez de los Von Eldritch. ¿Qué es lo que más han anhelado los descendientes de Leviatán? Que uno de los suyos gobierne. Se cansaron de esperar el matrimonio de su hijo con tu hija, decidieron acelerar las cosas… apenas tú y yo demos el primer golpe, ellos nos seguirán, ¡será como al inicio, hermano!
—Casi… Seguimos sin saber nada de Astaroth…
—Quizá con esto por fin salga de su aislamiento.
—Sí, es probable… él tampoco estaba conforme con mi decisión de no volver a atacar el reino de los cielos, quizá vea la oportunidad perfecta para unir sus legiones a las tuyas…
—Entonces, ¿das tu consentimiento?
—Antes de hacerlo, quiero pedirte una sola cosa: mantén la batalla lejos del hotel de mi hija. No quiero que ni ella, ni Lilith vuelvan a estar involucradas en este conflicto.
—Haré lo posible.
—Bien. Entonces, doy mi consentimiento para que ataques el reino de Dios.
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Mientras tanto en el salón del trono del castillo Boucher, Alastor sentado en su trono correspondiente, recibía con cierto fastidio a un nuevo pecador recién llegado al infierno. Al parecer sus súbditos confiaban más en él para protegerlos del exterminio que se aproximaba que en el hotel de redención.
—Su majestad…
—Ahorrémonos la conversación y vayamos al grano… —Interrumpió con un par de sus dedos en su sien. —Eres un recién llegado, —Comenzó a narrar con tono aburrido. —bastante confundido y débil como para poder sobrevivir al exterminio. Temes desaparecer porque temes que no haya un "más allá" después de este lugar… —Enlistó.
El demonio asintió.
—Puedo darte una oportunidad de sobrevivir, solo tienes que cerrar un trato conmigo… —Ofreció con monotonía, llevaba prácticamente todo su reinado cerrando ese tipo de tratos.
—¿Un trato?
—Tienes poco tiempo aquí, no sabes quién soy pero, descuida mi buen amigo, como Rey, tienes mi palabra que no faltaré a los términos y no habrá cláusulas engorrosas, después de todo, llegué a este sitio buscando proteger a mis camaradas…
Dicho esto, chasqueó los dedos y frente al pecador apareció una hoja con el contrato escrito, la firma de Alastor ya se encontraba en el, solo faltaba la del demonio que lo veía algo confundido antes de tomarlo y comenzar a leerlo.
—¿Quiere mi alma? —Cuestionó incrédulo.
—Los servicios de tu alma durante medio ciclo. —Aclaró.
—Sí pero, ¿qué significa eso?
Alastor rodó los ojos y seguido de eso chasqueó los dedos, un par de sombras aparecieron a sus costados, dio una indicación y las sombras revolotearon alrededor del demonio unos segundos antes de volver a él y desaparecer al volver a su cuerpo.
—Esas simpáticas amigas son almas que, como tú, acudieron a mí pidiendo uno de mis favores. —Comenzó a explicar. —Claro que, el precio inicial no fue su alma, ¡por supuesto que no! ellos acudieron a mí para poder tener una existencia deliciosa en este sitio y, por irresponsables, no lograron pagar lo acordado, por lo que tuve que cobrarme su incumplimiento de contrato con una eternidad de servicio de sus almas. —Dijo con una sonrisa siniestra que hizo que el súbdito sintiera terror. —A ti te ofrezco darte una oportunidad de sobrevivir en este lugar: si me brindas tus servicios durante medio ciclo, conocerás lo que necesitas para sobrevivir aquí, ganarás poder y, cuando seas libre de nuevo, quizá tengas una oportunidad de sobrevivir sin recurrir a mí.
—¿Qué pasa si no acepto el trato?
—De mi parte nada. —Respondió haciendo un gesto de desinterés con una de sus manos. —El exterminio es un evento que no se puede evitar, va más allá de mis capacidades y ustedes deberán afrontarlo con sus propios medios.—Se inclinó un poco hacia el frente. —Quiero ser un Rey justo para todos ustedes pero, eso no significa que les concederé todo lo que deseen sin esperar un pequeño sacrificio a cambio. —Dijo con seriedad antes de volver a su posición inicial. —Es un reino muy grande y comprenderás que no puedo proteger a cada demonio que no sea capaz de renunciar a su libertad por un mínimo de tiempo. Es mi mejor oferta. Acepta o ve y prueba tu suerte allá afuera.
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En el hotel, Charlie finalmente salió de la habitación y bajó al bar, ahí, los huéspedes que seguían en el hotel sonrieron aliviados (en su mayoría) por ver a la dueña del lugar otra vez. Su sola aparición reanimó las esperanzas puestas en ella.
—¡Charls! —Saludó alegre Angel saltando hacia afuera de la barra apenas vio a la rubia entrar al lugar.
—Hola, Angel.
—¡Ya era hora que volvieras! —dijo mientas la envolvía en un sentido abrazo —Ay, nena, no sabes cómo quisiera poder volver en el tiempo e insistirte con más fuerza que no te involucraras con el chico menta…
—No te preocupes, Angel. Esto ocurrió por mis propias decisiones.
—No pensé que el venadito llegaría tan lejos, le rompiste el corazón, Charls.
—Es irónico: ahora no me cabe duda que Alastor realmente me amó y que probablemente lo he perdido para siempre por mis tonterías…
—Debiste hablar con él…
—Tenía miedo de cómo pudiera reaccionar. No quería un enfrentamiento entre él contra mi padre y los Von Eldritch. Solo quería ganar un poco de tiempo…
—El chico menta ha venido casi todos los días preguntando por ti. Charls, creo que el chico no miente sobre sus sentimientos hacia ti.
Charlie comenzó a reír.
— ¿Te das cuenta, Angel? ¡Toda mi vida amorosa ha sido un desastre! —Dijo riendo de frustración. —Cuando amé con todo mi corazón a Seviathan, él solo se burló de mí… Y ahora que amo con todo mí ser a Alastor, él no quiere saber nada de mí y Seviathan está dispuesto a darme todo lo que soñé hace muchos años.
—¿Por qué no vas al castillo y buscas al venadito? —Sugirió Angel. —Han pasado varios días, seguro ya está más calmado y, si le explicas tus razones, las puede entender. Después puede devolverle el trono a tu papi ¡o entregártelo a ti! Así tu padre ya no tendrá el poder de separarlos…
—Alastor ya sabe de mis razones, me conoció antes de que yo pudiera hacerlo. Él quería robar el trono pero, se enamoró de mí e hizo la idea a un lado… ¿Sabes lo que debió significar para un demonio como él lo que hice? Él estaba acostumbrado a ganar con sus tratos, no daba nada sin esperar nada a cambio. El simple hecho de que hiciera cosas a sus espaldas, que le mintiera, fue demasiado para él, para su orgullo, porque él desde que se supo enamorado de mí, todo lo que hizo, todo lo que me dio, fue sincero, no esperaba ganar más de lo que él mismo daba. Una traición, por los motivos que fueran, no la iba a perdonar. No la va a perdonar.
—Aun así pienso que deberías intentarlo. Él te quiere, tan solo ve: no te quitó el hotel, él más que nadie sabe lo que este sitio significa para ti. Te dejó a Husk y Niffty, él sabía perfectamente que si ellos tenían la oportunidad de elegir, te elegirían a ti, ¿por qué no los obligó a servirle en el castillo? Porque sabe que los necesitas aquí, me sorprende decirlo, pero el venadito tiene un corazón noble.
—Lo sé, por eso lo amo. —Secundó con una sonrisa melancólica.
—¡Entonces recupera a tu hombre, Charls! ¿O le vas a seguir dejando el camino libre a la chica búho?
—Octavia… —Mencionó con tristeza el nombre de su rival.
—Tú misma dijiste que la chica estaba tras sonrisas, ahora se ven y hablan todos los días, tiene ventaja sobre ti…
—Bueno… Al…
—Es un hombre, nena, y está dolido. Sé que el chulo de fresa es bastante diferente al promedio pero eso no significa que sea imposible, además, sabe de antemano que la chica búho estaba interesada en él desde antes y, puede que la crea menos capaz de traicionarlo en un futuro…
—Necesito hablar con Seviathan primero, debo dejar claras las cosas con él de una vez y para siempre.
—Soy todo oídos, Charlotte. —Dijo Seviathan entrado al bar.
