¡Buenas tardes! ¡Espero estén todas bien y contentas en este hermoso jueves! Como les he dicho antes, esta historia es una adaptación de mi autoría, hecha sin fines de lucro. La historia original pertenece a Mizuki e Igarashi. Este capítulo en específico contiene material para adultos por lo cual pido omitir su lectura si eres menor de edad. - ¡Gracias por comprender! Y por respetar mi petición. -
¡Les deseo, a todas, un muy feliz día!
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO XXIII
"Anthony Brower Andley y señora.", dijo el joven Brower al guardián que se aproximó a la ventana abierta del vehículo que los llevaba a ambos, ya había caído la noche, y se encontraban en la entrada de una propiedad a unos 10 kilómetros de la mansión Andley.
"Bienvenido, señor Brower. Señora Brower. Pasen por favor.", dijo amablemente el hombre en sus cuarentas, apartándose del vehículo y yendo a abrir de inmediato ambos portones de hierro forjado para que pasase el vehículo a la vereda donde, a poca distancia, se veía una residencia iluminada.
El vehículo pasó el ingreso y dejó atrás una pequeña casita sencilla también iluminada, de guardianía, junto al portón, y el chofer de la mansión Andley los condujo al ingreso de una casa de madera, de dos niveles, con tres peldaños que subían a un amplio porche frontal.
La pecosa veía la casa maravillada, ataviada ella en un abrigo de invierno con sombrero de piel blanco. Anthony, junto a Candy en el asiento de atrás del vehículo, iba también abrigado, sonriendo al ver la sorpresa en su pecoso y adorado rostro. Luego de los primeros cinco kilómetros la joven esposa había dejado de preguntar curiosa a dónde se dirigían, y ahora no salía de su asombro.
"¿Te gusta?", le dijo sonriente su esposo.
"¡Es hermosa, Anthony! ¿De quién es? ¿Conoces a alguien aquí?", dijo curiosa como siempre.
Anthony solo sonrió. El vehículo se había detenido y el chofer se había bajado para abrir la portezuela para ambos del lado de la escalinata. Anthony salió y ayudó a Candy a hacer lo mismo antes de contestar.
"No, amor. No conozco a los dueños todavía, pero… me dejaron alquilarla por unos cuantos días", le dijo.
"¿En serio?", se sorprendió la rubia. "¿Para qué?", dijo sin comprender.
"Ven dentro y lo averiguarás", le dijo tomando su mano, pero volviéndose al chofer se detuvo un momento y le dijo, "Gracias, Stephen, puedes retirarte ya."
"Como usted diga, señor Brower.", dijo el empleado haciendo una breve reverencia. "Buenas noches, señores Brower."
"Buenas noches, Stephen," dijo, educado, el rubio. Candy lo miró regresar al vehículo con extrañeza.
"Pero, Anthony…" le dijo la pecosa, "¿Cómo regresaremos a la mansión si él se va?"
El motor del auto se encendió, y el vehículo comenzó a girar sobre la pequeña rotonda para salir de la propiedad mientras su esposo, con su bastón, la dirigía de la mano subiendo los escalones hasta el porche, y deteniéndose ante la blanca puerta, decorada con una bella guirnalda navideña, le sonrió.
"Hoy no volveremos a la mansión, amor.", le dijo gentil.
"¿Cómo?", se sorprendió la rubia.
"Alquilé esta casa para que tengamos unos días juntos, solo tú y yo, lejos de la familia, y así podamos compartir la luna de miel que no tuvimos tras nuestra boda", le dijo acercándose a ella y acariciando su rostro. Le sonrió. "Espero te guste el lugar, amor. Sé que no es lo que tú mereces… - mereces tanto -," le dijo sincero, "pero quise darte esta pequeña sorpresa como muestra de mi amor por ti, como un regalo anticipado de navidad.", le dijo contento.
"¡Anthony…!", dijo Candy sin poder creer lo que había hecho su esposo.
El rubio se inclinó y besó sus labios en un casto y tierno beso y luego sonriendo, tomó su mano nuevamente, "Ven.", dijo y tomando la chapa de la puerta, la abrió ante ellos, invitándola a pasar cortésmente. "Las damas primero", le dijo.
A pesar del notable asombro de la rubia, ella sonrió emocionada, y al ingresar, tras cruzar la pequeña antesala, se detuvo maravillada. "Amor…", dijo, quedándose sin palabras al contemplar el lugar por primera vez.
Sus ojos verdes se posaron en cada objeto de la acogedora sala frente a ella, envuelta en la calidez de una chimenea encendida y bien provisionada con madera junto a la misma. Muebles no tan finos como a los que estaban acostumbrados, pero que se veían acogedores, desplegados por el cómodo salón, notándose una blanca alfombra de piel a los pies de la chimenea. Y en uno de los extremos de la sala un bello árbol navideño decorado bellamente, con varios regalos a sus pies. Muérdago colocado estratégicamente en cada cambio de ambiente y finas decoraciones navideñas por todas partes, incluso la escalinata que se veía iba hacia el piso superior estaba decorada con bellas guirnaldas y pascuas. Olor a pino y a chimenea y a hogar… sintió esto último Candy en su corazón.
Entrando despacio y acercándose, tocó los muebles delicadamente, cada ponchito decorativo y admiró cada adorno, y al aproximarse a la chimenea, pudo apreciar los calcetines navideños ya colocados con los nombres de ella y de Anthony y del pequeño Matthew, colgando del dintel de la chimenea. Y sobre ésta, la foto de ambos cuando le dijo ella a Anthony que serían padres, tomada por Stear el pasado mes de octubre.
Los ojos de Candy se llenaron de lágrimas.
"En el otro salón está el comedor, amor" dijo su esposo contento, mostrándole el lugar, invitándola a seguirle. "Y al fondo de este hay una cocina bien equipada y provista. – Descuida. Nos dejaron la cena ya lista en la estufa. - Los encargados del lugar, el señor Morris y su esposa nos atenderán durante estos días, cuando se los solicitemos."
"Anthony… todo es tan hermoso…", dijo Candy volviéndose hacia él. "Gracias." le dijo conmovida.
"Me alegro, amor… Pero ven, aún no has visto el resto de la casa", le dijo con una sonrisa. Su esposo tomó su mano y la haló suavemente de vuelta al ingreso, "Quitémonos nuestros abrigos, y te mostraré la parte de arriba." Llegaron a la antesala de la casa y dejaron sus abrigos en las perchas de ingreso. Luego la tomó nuevamente de la mano y divertidos ambos, llevando Anthony su bastón, fueron sonrientes hacia la escalera al segundo nivel. "Por allá hay otra habitación y un baño," le dijo señalando un pequeño pasillo en el primer nivel, para luego comenzar ambos a subir las escaleras de madera. Al llegar al segundo piso, le mostró las tres habitaciones arriba y la habitación principal con su baño privado. Todo estaba bellamente ordenado y decorado para la época navideña. Incluso la habitación principal tenía puerta a un pequeño porche privado techado con vista al bosque, tenía la acogedora chimenea también encendida y decorada, y la cama tendida para ambos. Al avanzar dentro de la habitación, Candy reconoció las maletas de viaje de los dos en uno de los extremos de la habitación y la ropa de dormir para los dos colocada ya delicadamente al pie de la enorme cama.
Al ver sus pijamas colocadas por alguien más, con su mano apoyada aún en el poste labrado de la cama desde donde contemplaba el lugar, la pecosa se sonrojó. La joven señora Brower llevaba su cabello suelto, decorado únicamente con una cinta, y lucía un abrigado y elegante vestido celeste de invierno.
Anthony sonrió con ternura al notar el cambio en su actitud al ver la cama, así que, dejando su bastón apoyado en uno de los muebles de cedro de ingreso de la habitación, habiendo cerrado la puerta, se aproximó a ella y abrazándola desde atrás, la acunó en su cálido abrazo, sonriente y cariñoso.
"No te preocupes, pecosa. No pasará nada que tú no quieras." Le dijo sincero. "Tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros, solo tú y yo…", concluyó, besando con ternura su mejilla.
Sus palabras hicieron que la pecosa se relajara en su abrazo, y asintiendo, se giró hacia él, apoyando sus manos sobre su fuerte pecho. "Es el regalo de navidad más maravilloso que podrías haberme dado, Anthony." Le dijo feliz, con lágrimas en sus ojos nuevamente. "¡No sabes cuánto te amo, mi vida!", le dijo.
Anthony sonrió de vuelta, "No más de lo que yo te amo a ti, pecosa.", le dijo sincero. "Eres lo más preciado que la vida me ha dado. Tú y nuestro hijo lo son todo para mí."
"Y tú… lo eres todo para mí, Anthony. ¡Todo…!", le dijo la pecosa temblando de emoción, mirándole. Anthony reconoció de inmediato el cambio de actitud de su pecosa y la familiar electricidad que de inmediato se sintió correr entre ambos… y sin pensarlo más, colocando su mano en su gentil rostro, el enamorado muchacho besó a su esposa, primero con el mismo sentimiento de adoración y gentileza que le había inspirado cuando novios, estrechándola en sus brazos…y minutos después, mordisqueando su labio inferior la rubia, con el dulce arrebato y pasión, que siempre le había inspirado su pecosa, desde el momento de conocerla.
Al soltarla finalmente de ese beso, "Anthony…" gimió Candy casi sin aliento, sintiendo la calidez de sus caricias por su cuerpo, sintiendo sus besos recorrer atrevidos hasta la base de su cuello, mientras su mano recorría su espalda y se detenía, estrujando su derrier con un sentido inconsciente de posesión.
"Sé mía, amor…", suplicó el rubio tratando de contener semanas y semanas de restricción médica, mientras su otra mano osadamente bajaba a su pecho y acariciándolo, tras besarla nuevamente, comenzaba lentamente a desabotonar el frente de su vestido celeste, intentando contenerse para no limitarse a arrancarlos. Sus labios iniciaron un despliegue de movimientos conmovidos y sensuales que derivaron luego en una lucha de pasión entre sus bocas al hacer la pecosa, de inmediato, eco a su desesperación. Y, aferrándola Anthony más hacia sí, al tiempo que profundizaba su beso, la respuesta de la rubia fue elevar sus pequeñas manos hasta su cuello e instarlo a quitarse su chaqueta con igual ansiedad, a lo que él rubio de inmediato consintió, ayudándola a dejarla caer su saco en cualquier parte de la habitación, comenzando ella a desabotonar su chaleco.
Ambos fueron retrocediendo enamorados hacia lo que ambos sabían sería su lecho nupcial, hasta que, sin calcular bien, la rubia cayó acostada en el colchón sorprendida y Anthony se detuvo de aplastarla extendiendo ambos brazos a ambos lados del cuerpo de su esposa. Eso hizo reaccionar al rubio que, cerrando sus ojos por un momento, intentó tranquilizarse, buscando concentrarse en el hecho de que, a pesar de no ser ellos totalmente inocentes al acto, sí su pecosa era una doncella todavía - un verdadero y atesorado milagro para él - que el doctor Miller trató de explicarle al él inquirirle al respecto en las citas posteriores en las que su esposa no lo había acompañado. Y Anthony se había encargado de informarse aún mejor, en esa última visita de esa misma mañana, preguntándole lo que podría o no hacer en su luna de miel, tras levantarle la restricción, sobre todo por estar ella embarazada de poco más de cuatro meses y medio y no haber tenido aún su primera vez.
"¿Amor…?", preguntó la rubia sin aliento después de un momento, viendo a su esposo quedarse inmóvil sobre ella.
Anthony abrió sus ojos y contempló la belleza de su esposa y la ansiedad en su verde mirada, buscando una respuesta a su inesperada pausa, mientras su respiración era aún tan agitada como la de él. Anthony se incorporó levemente y recostando su peso de un lado, acarició el rostro de su pecosa, y sin poder evitarlo, deslizó su pulgar sobre el labio inferior de sus tentadores y entreabiertos labios, de manera tan sensual, que hizo suspirar a la rubia y temblar con anhelo.
"Tenemos que tomarlo con más calma, amor…", le dijo finalmente el rubio, tratando de convencerse también a sí mismo al decírselo.
"No te detengas, amor…" le dijo Candy, acariciando su mano. "Ahora no…", le rogó.
"No lo haré, te lo prometo. Solo… déjame quererte como siempre lo soñé, pecosa," le dijo su apuesto esposo, acercando su rostro al de ella, rosando sus labios con los suyos, compartiendo su aliento con ella, sin besarla, mirándola con total amor. "No quiero lastimarte, Candy, quiero que me digas si hago algo que te incomode. Solo dime y yo me detendré. Prométeme que me lo dirás."
"Lo prometo." Se apresuró a contestar su pecosa. "Solo… te amo, Anthony…" le dijo su pecosa llenándosele sus ojos de lágrimas, sin saber por qué. "Ámame, amor…. Por favor… te amo…"
"Candy…", Anthony se quedó sin aliento al ver el amor y deseo reflejado en sus verdes ojos, y con una expresión igual de conmovida, sus masculinos labios sellaron su súplica con un beso que cumplió con total entrega la petición de su corazón.
Luego de varios minutos de adorarse con caricias osadas sobre su ropa, entre besos y frases de amor, Anthony se incorporó y llevando nuevamente su mano a los botones ya abiertos al frente del vestido de su esposa, sin apartar su mirada de la de ella, introdujo su mano y esquivando la combinación que ahora usaba en vez de su corsé, por su embarazo, estrujó su sensible pecho con cuidado haciendo que la pecosa gimiera, ahogando su exclamación de placer con un profundo beso. Luego su mano regresó nuevamente a la tarea de desabotonar el frente de su vestido celeste. Así, con mucha paciencia, el rubio fue desvistiendo a su expectante y enamorada novia, algunas veces con su ayuda, otras veces él solo con una sonrisa cautivadora para su sonriente pecosa, dejándola finalmente acostada frente a él con sus dos bellos pechos realzados por las areolas oscuras que lo saludaban erguidas y atentas a sus caricias, las cuales Anthony no tardó en brindar de manera generosa y considerada, con sus manos y sus labios, succionándolos con delirio a pesar del poco calostro que aparecía en ellos, excitándolo su sabor aún más, en medio de las exclamaciones de placer de su ya sobre excitada esposa.
Llegado el momento, el enamorado joven, comenzó a bajar con sus besos húmedos por su cuerpo, llenando de caricias cariñosas la pancita abultada de su pecosa, hasta llegar al listón que sujetaba su fina ropa interior, desajustándolo y haciéndolo desaparecer con maestría mientras aún besaba su pancita, siguiendo su suave línea oscura hasta su meta. Candy se quejó con ojos cerrados, sintiendo cómo la excitación aumentaba en su centro corazón al rozarle el viento. Con el corazón agitado, la pecosa sintió cómo su esposo la halaba entonces con cuidado hacia el borde de la alta cama, bajándose él, sin saber por qué, pero estaba tan embebida en el acto que ni siquiera le importaba preguntarle, lo único que quería era que no se detuviese… Vio entonces cómo de manera apresurada, a la luz de la habitación que ni siquiera se habían molestado en apagar, su dispuesto marido se despojaba de su corbata desajustada por ella, su chaqueta a medio abrir, también por ella, y su camisa blanca de manga larga, dejando notar ante ella el movimiento de los músculos en sus fuertes brazos al retirarlas y tirarlas al suelo. Luego, sin apartar su vista azul celeste de ella, zafando la hebilla de su cincho, se despojó de sus prendas inferiores, dejando a la vista su miembro erguido y dispuesto ante ella, acercándose de inmediato a su lado y colocándose junto a ella, sonriéndole enamorado, tras acariciar su rostro y su pancita, besándola nuevamente de manera delicada, acariciando sus pechos generosos y su níveo cuerpo con su mano, bajando poco a poco con sus caricias por su delicada figura, hasta que, cerrando fuertemente sus ojos, la pecosa exclamó el nombre de su amado al sentir su mano acariciar firmemente entre sus piernas, sujetándose ella de uno de sus hombros.
"Calma, amor…", le dijo el agitado rubio… "solo siente, ¿sí?…", le dijo suavemente, dándole a su amada, una vez más, la caricia más íntima que habían compartido en su matrimonio hasta entonces. Una y otra vez, su concentrado amor la hizo gemir y estremecerse junto a él, profundizando sus movimientos en su lugar secreto y buscando llevarla a un punto donde su pecosa olvidara toda pena, todo sentido de contrariedad, toda restricción, buscando amarla como jamás lo había hecho antes. La pecosa gritó alcanzando su segundo orgasmo de esa noche, y mientras Anthony soltaba su boca de su firme pecho con un chasquido, viendo que ella aún estrujaba las sábanas de fino algodón junto a sí, permaneciendo todavía privada por el placer, rápidamente el apuesto rubio, a pesar del dolor en su entrepierna, abandonó el lecho y se hincó frente a la cama y separando las piernas de la joven, colocándolas sobre sus hombros, halándola levemente al borde, realizó su visión sin esperar más. Candy gritó de pronto sorprendida por el contacto de los labios de su esposo en aquel lugar íntimo, abriendo sus ojos confundida, quiso rebatirle intentando verle, pero la nueva e inesperada sensación la venció de inmediato haciendo que cayera de espaldas nuevamente y gimiera encogiendo sus piernas con fuerza, al tiempo que una de sus manos, sin querer, buscó estrujar el cabello sedoso de su esposo al tiempo que sus movimientos se volvían apasionados en ella disfrutando de su encuentro como nunca antes en su vida.
Luego de largos minutos de una intensa y generosa adoración por parte de su esposo, la acalorada señora Brower dio un grito final, sintiendo que abandonaba su cuerpo en una potente e infinita explosión de placer, arqueando nuevamente su espalda. Anthony recibió con ansias la recompensa a sus esfuerzos por segunda vez esa noche… y limpiando distraídamente con la sábana su barbilla, se incorporó, sintiendo un poco de tirón en su espalda por el esfuerzo, pero sin importarle la molestia en aquel momento tan importante de sus vidas, el joven esposo incorporándose junto a ella, acarició el sudoroso y agitado cuerpo de su esposa que exhausta sobre la cama, intentaba regresar de las alturas a las cuales su amado la había llevado.
Candy finalmente lo miró, al sentir la caricia de sus manos en su pancita, sintiéndose cansada pero completamente complacida.
"¿Estás bien?", preguntó el rubio con una sonrisa cálida, intentando no dejar notar la tensión contenida en su propio cuerpo.
La joven sonrió de manera maravillosa hacia él, pero la falta de aire le impidió responder con su voz, asintiendo con su cabeza.
"¿Lista, amor?", le dijo el rubio, ya incapaz de seguir conteniéndose por más tiempo. Los meses anteriores le habían ganado cierta resistencia en sus encuentros, pero la visión de su esposa así, a toda luz, era más de lo que podía soportar. Siempre lo habían hecho sin total luz en su habitación de la mansión.
Candy asintió feliz, pero también, de pronto, un tanto nerviosa por lo que vendría, al verlo ponerse de pie nuevamente.
Anthony se inclinó hacia ella, sin dejar caer su peso sobre ella y la besó de manera espectacular, sintiendo por primera vez la pecosa el sabor de su propio ser en los besos de su marido, sin sentir más que fascinación y amor por él, abrazándolo ella hacia sí, acariciando su ancha espalda, estrujándolo con pasión, con sus brazos y piernas.
En medio de su intenso beso, por su posición, Anthony comenzó a acariciar su zona íntima con la suya, lentamente, firmemente, preparándola una vez más, haciéndola rodear su cintura con más fuerza por instinto, mientras él permanecía de pie, inclinado sobre ella. Y en medio de sus besos y caricias, Anthony fue bajando con sus besos por su níveo cuerpo nuevamente, y cerrando la pecosa sus ojos, temblando con expectación, al sentir a Anthony apartarse, inhaló en sorpresa al sentir finalmente aquella sensación que tanto habían esperado ambos.
Con cuidado, y tensión en su cuerpo, Anthony fue fundiéndolos lentamente, suavemente, abriéndose paso en el santuario de su amada, consciente del tesoro que contenía, con un ritmo acompasado y lento, pero maravillado con cada movimiento, más allá de toda expectativa, de lo arrebatador de la sensación que lo envolvía en el fuego del abrazo de su cuerpo. Con respiración agitada, teniéndola sujeta por las caderas aún, intentando no apretarla demasiado, siguiendo el proceso con calma, Anthony, finalmente sintió el obstáculo final para su unión. Acariciando la pierna tersa de su amada junto a su cadera, temblando en deseo, "Te amo, pecosa…", le dijo con voz entrecortada. "¿Lista?", le preguntó.
Candy, acostumbrándose aún a la extraña pero anhelada intrusión de su marido, abrió sus verdes ojos y, bañada en sudor, lo miró, haciendo un leve asentimiento con su cabeza.
"Sí…", le susurró sonriéndole, sin sentirse, sin embargo, del todo preparada para ello.
"Te amo, pecosa.", le repitió Anthony acariciando acompasadamente su cintura, deseando poderle evitar cualquier incomodidad o pena mayor, pero sabiendo también que no tenía forma de evitarlo.
Siguiendo el llamado de la naturaleza, Anthony continuó con un último movimiento, y a pesar de intentar no hacerlo muy fuerte, lo siguiente que ella sintió la hizo contener un quejido de dolor al Anthony profundizar su unión, en un movimiento que lo dejo a él totalmente envainado y también sin aliento.
Dos lágrimas rodaron entonces de los cerrados ojos de su pecosa, intentando contener en silencio su sorpresa.
"Lo siento, mi amor…", le dijo el rubio de inmediato, con voz contenida acariciando sus piernas y su cuerpo y tratando de permanecer tan inmóvil como le fuera posible para no lastimarla más. "Lo siento tanto, pecosa…", le dijo. Le habría gustado poder besarla en aquel momento tan crucial, pero por su condición y la posición que había escogido para no incomodarla con su peso, no podía agacharse más sobre ella sin hundirse más y presionarla.
Candy respiró profundamente algunos momentos, intentando no asustar a su esposo. Sabía lo mucho que Anthony temía lastimarla, y sin importar sus cuidados, el momento había llegado y sabía que era necesario y que ella debía aguantar como toda mujer antes que ella en el mundo.
"Candy… amor… ¿deseas que me retire?", dijo Anthony con sudor en su frente, por contenerse, ya preocupado por el silencio de la pecosa. Al no recibir respuesta, hizo un leve intento por retirarse.
"No…", dijo la rubia de inmediato, llevando su mano hacia el brazo de él, para impedir que se alejara. "No, amor… solo… dame un momento.", le dijo abriendo sus verdes ojos, intentando convencerlo con su mirada y con una suave sonrisa.
Anthony temblando levemente asintió, y se contuvo, sintiéndose culpable de disfrutar tanto su contacto mientras ella sufría en aquellos mismos momentos, pero conforme pasaron los minutos, la pecosa hizo un leve movimiento de cintura que ganó un gemido de parte de ambos, y, sin dudarlo más, Anthony tomó eso como una confirmación y comenzó su sensual danza de vida lentamente, primero acompasadamente, luego, tras Candy presionar con un movimiento extra luego de que el dolor menguara, Anthony continuó con más ímpetu, ganándose las exclamaciones de ambos de sorpresa con cada suave pero decisivo movimiento, hasta que sin saber cómo el mundo y sus alrededores comenzaron a desaparecer para ambos, a medida que el rubio iba ganando confianza y ritmo, y se abandonaba sin notarlo a la poderosa fuerza de vida que los unía. La pecosa escuchaba luego de un momento que una persona gritaba - ¿o eran dos? No lo sabía… - y que su mundo se movía, y ya ni siquiera se sentía consciente del tiempo a medida que Anthony cambiaba de ritmo y de intensidad, haciendo que ambos se entregaran a la reacción abrumadora de sus cuerpos con cada vez mayor abandono.
"¡Anthony!... ¡Anthony!...", la voz de la pecosa iba en aumento, catalizando la intensidad de su amado quien en un punto perdió todo control de sí mismo al escucharla, y se abandonó con todo vigor al acto, con un ímpetu desconocido, olvidando toda prudencia o delicadeza planeada, haciendo a la pecosa gritar durante varios momentos hasta hacerla arquearse de pronto en un grito ahogado, sintiéndose arrancada de la mismísima tierra y lanzada de una manera maravillosa y desconocida, muy alto, a un firmamento de luces y destellos - tras sus párpados cerrados -, sintiendo su corazón dejar de latir en su pecho por un infinito y maravilloso segundo. Anthony la siguió con una exclamación de sorpresa por la reacción atrayente del cuerpo de su pecosa, y gritando el nombre de su amada en franco éxtasis, alzó su rostro al techo con los ojos fuertemente cerrados, y se abandonó finalmente, con tres fuertes envestidas finales, vertiendo la totalidad de su amor y vida en la única mujer que había amado - y que amaría - por el resto de su vida.
El clímax de su unión se quedó latente en el súbito silencio de la habitación, disipándose lentamente luego de unos momentos. Candy se sintió totalmente exhausta, conforme tomaba conciencia otra vez de su adormecido cuerpo. Anthony, por su parte, por poco pierde la fuerza en sus piernas por el esfuerzo realizado, pero haciendo acopio de su vigor, se mantuvo en pie, hasta que la naturaleza misma lo liberó de su prisión de amor.
El agitado muchacho se incorporó al lecho y aproximándose a su exhausta amada, la volvió hacia él y besó sus labios con total ternura, contemplándola luego con la mirada de amor más absoluta que jamás le hubiese prodigado en su vida, ganándose una conmovida y adormilada sonrisa de parte de su agotada pecosa.
Luego de unos silenciosos y mágicos momentos entre ambos, sin decirse nada, pero viendo en la mirada del otro el significado de todo su mundo…, Anthony sonrió, mientras acariciaba su rostro, viéndola cerrar poco a poco sus verdes ojos para quedarse dormida finalmente, sin poder evitarlo. El alto joven se incorporó entonces, y tomándola suavemente en brazos - a pesar de la molestia en su espalda -, ajustó gentilmente la posición de su amada al centro de su lecho, abandonando luego la cama solo un momento, desplegando la belleza de su bien formado y varonil cuerpo, para apagar la luz de la habitación, dejando únicamente el suave resplandor de la chimenea, para luego regresar al lado de su bella durmiente y halar las cobijas, cubriéndolos a ambos a medida que sus cuerpos se enfriaban, acercándola suavemente hacia sí. Por instinto, Candy de inmediato se abrazó al cálido cuerpo de su esposo, quedándose inmóvil al instante con un suspiro.
Anthony sonrió y aprovechó a acariciar su espalda y también su pancita como todas las noches antes de dormirse, y besando con cariño sus dorados cabellos, sintiendo la calidez de su suave cuerpo junto al suyo, "Duerme, pecosa mía.", le dijo suavemente; y cerrando también sus ojos con cansancio, el joven Brower Andley se abandonó, finalmente, junto a su feliz y satisfecha esposa, al sueño más profundo y pacífico de sus jóvenes vidas.
La suave nevada caía silenciosa sobre los serenos campos de la ahora cabaña Brower, envolviéndolo todo con su magia invernal.
Continuará…
¡Gracias por leer!
¡Y así hemos llegado finalmente a su tan ansiada primera noche de amor! ¡Ellos tan bellos como siempre!
Espero su comprensión al respecto y no haber ofendido a nadie con este humilde relato (an educated guess), hecho en honor de nuestros rubios y de su mutuo y sinigual amor.
Por otro lado, les agradezco sus comentarios al capítulo anterior y ¡muchas gracias por querer tanto a Anthony y a su Candy, que tanta felicidad merecen! ¡Gracias Anguie, Sharick, Mayely león, Guest 1 y GeoMtzR! Qué bueno que disfrutan de la historia. Y no se preocupen Mayely y GeoMtzR, cuando puedan, con gusto leo sus comentarios después. Hay mil y una cosas qué preparar por el cambio de año.
¡Les deseo a todos un lindo día!
¡Bendiciones!
lemh2001
11 de enero de 2024
P.D. Trataré de publicar el martes 16 de enero. ¡Hgs!
