Se colocó su uniforme de enfermera y salió de su casa rumbo al hospital. Su martes había sido bastante ameno, su día en la universidad había pasado tranquilamente y, en pequeños intervalos, había conseguido intercambiar algunos mensajes con su novio.
Te extraño.
- Inuyasha - sonrió, tecleando la respuesta.
Sólo serán un par de días... yo también quisiera estar contigo.
Guardo el móvil en su bolsillo, al mismo tiempo en que ingresaba a la institución. Se dirigió a la sala, en dónde se ubicaban los casilleros para que ella, y sus compañeros, dejaran sus cosas. Colocó la combinación y, al abrirlo, un pequeño papel cayó.
- ¿He? - frunció el ceño, descendiendo y tomándolo.
Cuida tus espaldas, te están vigilando.
- ¿Qué es esto? - murmuró, sintiendo una leve punzada en su pecho.
Rápidamente, sacó su celular, tomándole una foto a aquella advertencia y enviándosela a la primera persona que pasó por su mente al leerla: Inuyasha.
Encontré esto en mi trabajo... ¿crees que será una broma?
Envió el mensaje, guardando sus cosas y saliendo del lugar en dirección a la guardia, en dónde se le asignarían las tareas. Atravesó la puerta principal, en el momento en que una voz femenina pronunció su nombre.
- ¿Kagome?
- ¿He? - volteó, encontrándose con una mujer desconocida.
Poseía un cabello de color negro intenso, cuyas puntas besaban sus piernas. Sus ojos marrones poseían un destello brillante, que adornaba su sonrisa a la perfección. Su vestimenta era modesta y elegante, unos jeans azules, pequeñas sandalias y una camisa blanca. Sus pasos se veían seguros a medida que se acercaba a la joven.
- Eres Kagome Higurashi, ¿verdad?
- Si... si, ¿puedo ayudarle?
Sin mediar palabra, la abrazó, provocando la sorpresa y sonrojo de la morena, quién se quedó inmóvil.
¿Qué... qué está pasando?
- No puedo creerlo, jamás pensé que te conocería aquí... estoy tan agradecida contigo.
Sus brazos se sentían cálidos, casi reconfortantes. Su dulce aroma impregno su nariz, generándole una pequeña e inconsciente sonrisa. Por un momento, sintió como si la conociera desde siempre y tuvo el impulso de devolver el gesto, pero se contuvo.
- Lo lamento - se alejó, quitando una pequeña lágrima de la comisura de sus ojos - Suelo ser bastante impulsiva - sonrió - ¡Oh! Tienes puesto el collar...
No logró contener las demás gotas que escaparon, mientras su sonrisa se ampliaba.
- Un momento... - comprendió - ¿Usted es...? - se quedó sin palabras.
- Mi nombre es Izayoi, soy la madre de Inuyasha.
¡Oh por dios! ¡Realmente es ella! ¡Realmente es su madre!
- Yo... lo lamento, pero... estoy sorprendida - trataba de encontrar las palabras justas, sin parecer una idiota.
- Tranquila, comprendo... estas en tu trabajo y una desconocida se te acerca de esta manera...
- Oh no, no no, no es por eso - sonrió - Sólo que... jamás pensé conocerla en estas circunstancias.
- Deben venir a cenar a casa - hizo caso omiso de sus palabras - Este sábado, ¿estas libre?
- Bueno, si... eso creo.
- Entonces los esperaré con una cena deliciosa - pronunció con entusiasmo - Inuyasha ha hablado maravillas de ti.
- ¿De verdad?
- Así es y, al parecer, no se equivocó en nada - sonrió - Muero por conocerte mejor.
- Yo igual, señora - le devolvió la sonrisa.
- Por favor, dime Izayoi - fijó sus ojos en el collar - Te queda precioso.
- Muchas gracias.
- Los espero este sábado, ¿si? - volvió a abrazarla, sólo que esta vez, la joven también la envolvió con sus brazos - Me alegra mucho haberte conocido al fin, hermosa Kagome.
- Muchas gracias, Izayoi... yo también estoy feliz de haberla visto.
Permanecieron abrazadas unos segundos, hasta que una de las compañeras de la morena, la llamó para trabajar.
- ¿Vas a soltar ese teléfono? - se quejó Miroku, mientras caminaban en dirección al tren.
- ¿Puedes dejar de quejarte?
Sólo serán un par de días... yo también quisiera estar contigo.
Sonrió, tecleando su respuesta, al mismo tiempo en que la joven se desconectaba.
- Sabía que necesitabas enamorarte, pero no pensé que tu cabecita iba a estar en las nubes todo el tiempo.
- Tú no lo entiendes - guardó su móvil en su bolsillo.
- Oh, por supuesto que lo hago, ¿crees que no hablaría con Sango todo el tiempo?
- ¿Y por qué no lo haces?
- No estoy preparado para una relación, coqueto - lo miró - Además, sólo tengo ojos para ti.
- Pues, será mejor que los vayas desviando - bromeó - Siempre actúas de la misma manera cuando se te pregunta por un compromiso.
- ¿De que manera?
- Comienzas a hacer chistes sin sentido... evades el tema.
- Tal vez porque realmente no es algo de lo que quisiera hablar...
- Oye - lo miró, seriamente - ¿Recuerdas tus consejos cuando terminé con Yura?
- Tú situación era diferente, amigo... ella si estuvo en una relación contigo - sonrió.
- Entonces, ¿jamás volverás a enamorarte sólo por miedo a que te rechacen de nuevo?
- No fue sólo el rechazo - su semblante se ensombreció - No me interesa que vuelvan a usarme.
En ese momento, el sonido del teléfono del peliplata, interrumpió la conversación.
- ¿Qué? - frunció el entrecejo al leer el mensaje.
- ¿Sucede algo?
Se detuvieron a la mitad de un parque, por el cual siempre transitaban cuando regresaban del gimnasio. Le extendió el aparato a su mejor amigo, quién, al igual que él, se sorprendió.
- Esto no está bien - pronunció el peliplata, con un dejo de molestia en su voz.
- ¿Crees que haya sido Yura?
- No lo sé, pero... si fue ella, significa que Bankotsu está entrometido.
Y eso si es peligroso.
- Bueno... no es muy agradable que sepan la rutina de la señorita Kagome.
- Si Sesshomaru no pone en su lugar a ese idiota...
- ¿Inuyasha?
Esa voz.
Ambos voltearon, al mismo tiempo en que los ojos dorados del joven se abrían ampliamente.
- Yura tenia razón... desgraciadamente.
- Abi - entrecerró su mirada - ¿Qué haces aquí?
- Necesito hablar contigo de manera urgente... es sobre... mi hermana.
- ¿Quieres que los deje solos? - intervino su amigo - Puedo esperarte por allá.
- No es necesario, Miroku, tú puedes quedarte.
- Si, no tengo problema con ello - respondió la joven, jugando nerviosamente con sus manos.
Extra: Silencio
Pocas veces, desde que había comenzado con la firma de abogados, había llegado a su casa a esa hora de la tarde. Guardó el auto en el amplio y despejado garaje, descendió del vehículo y salió, ingresando por la entrada principal.
Se detuvo un segundo en la antesala, observando las grandes escaleras que lo llevaban a la segunda planta, una en la que ya no había nadie esperándolo.
Kagura.
Entrecerró sus ojos, al mismo tiempo en que un ruido de la cocina llamó su atención, provocando que sus pasos se dirigieran a aquella zona.
- Señora Azumi - pronunció.
- Buenas tardes, señor Sesshomaru - murmuró la anciana - No lo esperaba a esta hora.
- Hm - sonrió - Yo tampoco - se sentó en la mesa.
El silencio sólo era interrumpido por el sonido de los utensilios que la mujer se encontraba guardando.
- ¿Desea algo de comer?
- Sólo un café, por favor.
- Por supuesto.
Nuevamente sus labios se mantuvieron sellados. La tensión era leve pero perceptible, sin embargo, no sabía como entablar una conversación con la señora que había trabajado en su hogar desde que su pareja se había mudado con él.
Colocó la taza frente a sus ojos, mientras retrocedía, colocando ambas manos a su espalda.
- ¿Desea algo más? de lo contrario, me retiraré.
- ¿Por qué lo hizo? - la miró fijamente.
- ¿Disculpe? - se sorprendió.
- Asumo que usted debe conocer mejor a Kagura de lo que yo jamás la conoceré...
- Comprendo... ¿usted quiere saber el motivo por el que ella se marchó? Pensé... que ella misma se lo iba a decir.
Entrecerró sus ojos.
Cortó la llamada con Kohaku y salió de la habitación. Descendió por las grandes escaleras y giró en dirección a la sala, en dónde su prometida se encontraba sentada en el sillón principal y, como si hubiese sido atravesado por una especie de energía, detuvo sus pasos, girando su mirada hacia ella.
- ¿Sucede algo?
Ella se puso de pie y, por primera vez en mucho tiempo, él comenzó a notar detalles de su estética que ya había dejado de observar. Su cabello ondulado se encontraba más liso de lo normal, casi como si algo lo mantuviera en ese estado, su cuerpo estaba cubierto por un vestido blanco modesto y la expresión en su rostro, reflejaba las emociones que atravesaban su pecho en ese momento.
Sin responder, se acercó, abrazándolo un poco más fuerte que de costumbre, mientras apoyaba su mejilla en su pecho. Como siempre, la rodeó con sus brazos, sin embargo, algo era diferente en aquel contacto.
Permanecieron abrazados durante más de un minuto, hasta que ella se apartó, mirándolo fijamente.
- Kagura, ¿Qué sucede? - preguntó al sentir como ella acariciaba su mejilla.
- Sesshomaru - su mano temblorosa regresó al lado de su cuerpo - Yo... tomé una decisión.
- No comprendo a que te refieres.
- No puedo seguir con esto - los señaló - Yo... ya no me siento bien en esta relación.
Apretó sus puños ante el recuerdo de una parte de su charla.
- Sólo dijo lo justo y necesario.
- Bueno - suspiró - Usted sabe que yo no soy una experta en relaciones, señor... - hizo una pausa - Pero... a veces nos acostumbramos a la compañía de otras personas sin pensar en que, tal vez, algún día se irán... o peor aún, hasta que dejamos de verlas.
- Puede ser más específica.
- ¿Cuándo fue la última vez que usted vio a la señora Kagura? - él no respondió - Me refiero a... la última vez que le preguntó por sus emociones, que contempló su belleza, que compartió un momento verdaderamente romántico con ella - lo miró con compasión - Quizás allí encuentre la respuesta... volveré mañana, señor... que tenga una buena noche.
- Igualmente para usted, señora Azumi - respondió mientras el sonido de la puerta cerrándose, musicalizaba sus pensamientos más profundos.
Extra: Soledad
- ¡Demonios! - gritó, al escuchar una vez más, la respuesta automática.
¿Por qué está situación me pone tan nervioso?
Guardó su móvil en el bolsillo, dirigiéndose al estacionamiento de la universidad, en dónde ingresó a su auto, recostando su cabeza en el asiento, al mismo tiempo en que emitía un suspiro.
- Ayame - murmuró, colocando sus manos sobre el volante, apretándolo ligeramente - ¿A esto te referías cuando dijiste que te vengarías? - sonrió levemente.
Abrió sus ojos, encontrándose con el techo de la mansión e instintivamente extendió su brazo, buscando el calor del cuerpo femenino de su compañera, sin embargo, sólo encontró las frías sábanas.
- ¿Qué? - giró su cabeza, sorprendiéndose - ¿Ayame?
Pasó su celeste mirada por toda la habitación, encontrándose con la absoluta soledad
¿Acaso se marchó?.
Pensó, sentándose y tomando su móvil. Por un momento creyó que sólo se trataba de una mala broma, después de todo, habían tenido una maravillosa noche de sexo, quizás, la mejor de todos sus encuentros, ¿Cómo era posible que ella se marchara de esa manera?.
Marcó su número e inmediatamente el buzón de voz lo recibió. Cortó, suspirando y dirigiéndose a sus mensajes, para aumentar su sorpresa al encontrarse bloqueado.
- ¿Qué demonios? - salió de la app, chequeando sus redes, en dónde no había señales de la pelirroja.
Lanzó el aparto a la cama, al mismo tiempo en que se colocaba su disfraz. Salió de la habitación y descendió las escaleras, encontrándose con Suikotsu y Miroku. Se sentó a desayunar y comenzó con la carrera, de decenas, de mensajes de texto que no verían respuesta alguna.
Tres días habían transcurrido desde esa mañana y la necesidad de saber sobre ella aumentaba conforme las horas avanzaban. Encendió el motor de su clásico e inmaculado Corolla y se marchó de la universidad, debatiéndose que tan correcto sería acercarse a su trabajo en el transcurso de la semana.
