Kagome

Su mirada me traspasó en el mismo segundo en el que me encontré con ella. Pude notar como recorrió todo mi cuerpo, casi como si estuviera fotografiándome con sus ojos. Tal vez suene como tonta, pero me pareció que, en el fondo, estaba tan sorprendido como yo, al mismo tiempo en que una estela de furia se desprendía de su interior.

- ¿Kagome? - voltee a ver a mi madre, quién me observaba con preocupación - ¿Estas bien?

No logre responder, por lo que miró al frente, percatándose de la presencia de aquel hombre, quién ahora, había fijado sus ojos en ella.

- ¿Lo conoces? - me preguntó.

- No... ¿y tú?

- Tampoco... supongo que deberíamos seguir - sonrió, tratando de transmitirme calma y confort.

Desgraciadamente, él dio un paso en nuestra dirección, sin dejar de observarnos. Mi respiración amenazaba con detenerse en cualquier momento, pero, a pesar de ello, continúe caminando al lado de mi madre.

- Sólo ignóralo - murmuró, mirando el camino frente a nosotras.

Ojala pudiera hacerlo.

Pensé, sin apartar mis ojos de los de él, los cuales se mantenían en ella. Instintivamente tomé su brazo, casi como si buscara protegerla y pude ver como una sonrisa macabra se formaba en sus labios.

La adrenalina recorrió mi cuerpo al pensar en lo que podía suceder si decidía abalanzarse sobre nosotras, aún así, de algo estaba segura: Yo protegería a mi madre, aunque me costara la vida.

Unos pocos pasos nos separaban, cuando escuché aquella voz en mi cabeza.

Es él.

La misma mujer, que había hablado en mis sueños, resonó repentinamente en mi mente, al mismo tiempo en que él pasaba a nuestro lado, ignorándonos por completo, o eso pareció.

- Hija, ¿estas bien? - sentí la cálida mano de mi madre sobre mi brazo, regresándome a la realidad.

- Si... si, estoy bien - sonreí, notablemente aliviada.

No pude evitar mirar sobre mi hombro, creyendo que volvería a encontrarme con su mirada, sin embrago, él no volteó.

- ¿Qué querías preguntarme?

- ¿He? - me sorprendí al darme cuenta de que me había olvidado completamente de Kikyo.

- Dijiste que querías hacerme una pregunta... te veías bastante preocupada - me miró - ¿Estas bien? Tu piel, está pálida.

- Si mamá - traté de sonreír un poco más - No importa... disfrutemos el día.

No me anime a continuar con la conversación, después de todo, demasiado tuve al ver a aquel hombre, el cual me dejo una sensación bastante perturbable y el presentimiento de que este no seria nuestro único encuentro.


- ¡Keh! - lanzó el teléfono al sofá y colocó ambas manos apoyadas a su rostro, mientras su codos descansaban sobre sus piernas.

Sabía que Kagome tenía razón, al igual que sus padres, aún así, no se encontraba motivado para avanzar con su investigación. Por un momento pensó en llamar a Miroku y salir a dar un paseo, sin embargo, la voz de Kagome regañándolo, pasó por su mente.

- De acuerdo - se puso de pie - Tú ganas... maldita sea.

Fue a su habitación, en busca de sus apuntes y su laptop, en la cual había avanzado los últimos meses. Había decidió orientar su investigación a las maneras en las que se podía adaptar la actividad física a aquellos niños que poseían algún tipo de discapacidad, amen de tener que formular el método que él utilizaría, una vez recibido.

Revisó los archivos de las investigaciones en diferentes portales, al igual que diferentes entrevistas a profesores de su localidad, al mismo tiempo en que, con sus apuntes en mano, comenzaba a unir los puntos, explicando cada uno detalladamente.

- Bien... no esta tan mal - sonrió, satisfecho con el ritmo que estaba alcanzando.

Antes de darse cuenta, había transcurrido una hora desde que comenzó y, para su sorpresa, adelantó mucho más de lo que hubiese imaginado.

- De acuerdo - cerró su computador - Ahora sólo queda que Totosai lo revise.

Se puso de pie, saliendo de la habitación, en dirección a la cocina, en donde se prepararía algo de comer, sin embargo, una fuerte punzada en su cabeza, lo hizo detener.

- ¡Agh! - cerró sus ojos, apretándolos fuertemente, mientras colocaba sus dedos en sus cienes - ¿Qué pasa? - murmuró.

Kagome.

El rostro de la mujer, con su expresión completamente asustada, pasó por la mente del joven, al mismo tiempo en que, sin que lo notara, sus ojos se volvían rojos.

- ¿Qué pasa? - gruñó, con el tono de su voz modificado.

Es como si la estuviera viendo a través de los ojos de alguien más.

- Está en peligro - sentención, yendo en dirección a la puerta.

Repentinamente, aquella sensación se esfumó, de la misma manera en la que había llegado. Se detuvo, sosteniendo la manecilla y tomó su celular, marcando su número.

- Vamos... responde - bufó, mientras el tono de marcado sonaba.

- Inuyasha.

- ¡Kagome! - suspiró - ¿Estas bien?

- Eh... si... si, ¿por qué preguntas?

Cayó en cuenta de que no tenía manera de responder esa pregunta sin parecer un loco, o al menos no podía hacerlo a través del movil.

- Bueno... yo... sólo tuve un presentimiento.

- Inuyasha, sé que lo que te dije hace rato es que adelantaras tus estudios, pero...

- Iré a tu casa esta noche - intervino - Podemos hablar ahí o puedes venir aquí.

- Si... más tarde lo decidiremos, ¿si? tengo que irme.

- De acuerdo... si algo sucede, puedes llamarme.

- Esta bien.

Ambos cortaron la llamada, sin embargo, la sensación de preocupación no desaparecía, por el contrario, se acrecentaba a cada minuto.


Extra: Primera cita

El peliplata se puso de pie para recibirla, al mismo tiempo en que corría la silla en la que ella iba a sentarse.

- Buenas tardes, señor Sesshomaru - sonrió ampliamente.

- Buenas tardes, Rin - le devolvió la sonrisa de manera más relajada.

Ambos tomaron asiento y compartieron una nueva mirada, antes de tomar las cartas entre sus manos.

- ¿Has pensado en lo que vas a pedir?

- Creo que un café simple estará bien.

- ¿Y para comer?

- Oh... no, no es necesario señor...

- No te preocupes, pide lo que desees.

Una mezcla de sensaciones se formaron en su pecho, por un lado se sentía halagada por el gesto y, por el otro, no estaba acostumbrada a no pagar por sus cosas.

- Espero que no le moleste, señor... - cerró la carta - Pero, yo pagaré por mi café.

- Rin - sus miradas volvieron a encontrarse - Yo fui quién te invitó aquí... al menos esta vez, déjame pagar por los dos.

El silencio reinó por unos segundos, no porque no supiera que contestar, si no porque su mente se había perdido en el dorado de su mirada. Lamentablemente, el mesero interrumpió su pequeña conexión.

- Buenas tardes - sonrió el joven - ¿Puedo preguntarles que van a ordenar?

Ambos pronunciaron sus pedidos, mientras él asentía, anotando todo y dirigiéndose a la cocina.

- ¿Puedo preguntarte algo? - rápidamente, él fue el primero en tomar la palabra.

- Por supuesto.

- Ya hace más de un mes que estas trabajando con nosotros, ¿Cómo te has sentido?

- Si he de ser sincera... tanto usted como la señora Kagura, han sido personas muy cálidas conmigo - sonrió, mirando la mesa - Me he sentido muy cómoda, incluso con Ayame - una pequeña risa se escapó - Es un gran trabajo... le agradezco por la oportunidad.

- Me alegra saberlo - sonrió, sin embargo, un dejo de preocupación se notó en su mirada, uno que ella logró percibir a la perfección.

- ¿Sucede algo? - preguntó por impulso.

- ¿Por qué preguntas?

- Bueno... disculpe mi atrevimiento, pero... a juzgar por su rostro, parece... preocupado.

¿Realmente puede notar hasta el más mínimo cambio?

- Me encantaría decirte lo contrario, pero tienes razón.

Un pequeño silencio invadió el lugar.

- Yo... no quiero ser impertinente, pero... si desea hablar... puedo...

Antes de que pudiese continuar, el mesero regresó con sus órdenes.

Vaya... eso fue rápido.

Se sorprendió y asombró, tanto por el servicio, como por la delicadeza en la presentación de un simple café y un muffin. No lo notó, pero él la observaba, casi conmovido por su reacción al recibir su pedido, casi como si una extraña sensación de ternura, una que hacía mucho tiempo no sentía, lo atravesara en ese momento.

- ¿Qué te parece? - preguntó, luego de que ella tomara el primer sobro.

- Es el mejor café que he probado, por lejos - la espontaneidad en su respuesta logró arrancarle una sonrisa más amplia.

- Me alegra que te guste - bebió él un sorbo - Lamentablemente, poseo una mala costumbre... y es decidir por los demás en ciertas situaciones... pero, la próxima vez, te prometo que te dejaré elegir.

¿Próxima vez?

Sus mejillas se sonrojaron un poco, sin embargo, trató de ocultarlo.

- ¿Por eso estaba preocupado? ¿Pensaba que no me gustaría el lugar?

- Bueno... - aclaró su garganta - No exactamente... - hizo una pausa, y, por primera vez en su vida, tuvo que empujar las palabras para que salieran de su boca - Yo, no se si debería hablar de esto contigo, pero... creo que es necesario.

- Señor Sesshomaru... me esta asustando.

- Kagura regresó anoche - soltó, haciendo caso omiso a lo que ella le había dicho, sin embargo, se mantuvo atento a su reacción corporal.

Pudo notar como sus labios se separaron ligeramente, al mismo tiempo en que el brillo en sus ojos se desvaneció y su cuerpo se tensó. Internamente el shock había sido mucho mayor, ya que una gran culpa y confusión surgieron, llevándola a preguntarse si realmente debía estar en ese lugar.

- Oh... - fue lo primero que logró pronunciar - Bueno... yo... no puedo opinar demasiado porque no conozco como es su relación.

- Era - desvió la mirada - Nuestra relación se terminó en el mismo momento en que ella se marchó... y sólo regresó a finalizar las cuestiones profesionales y materiales que nos unen.

Para su desgracia, el alivio prevaleció sobre los demás sentimientos y, por el contrario de lo que se imaginaria, aquello no le agradaba en lo absoluto.

- Comprendo - apretó ligeramente su pequeña taza - ¿Puedo hacerle una pregunta? - sintió la urgencia de acalara todo de una vez.

- Dime.

- ¿Por qué me invitó aquí?

Lo directo de su acción lo sorprendió, algo que tampoco sucedía a menudo en él, sin embargo, le alegraba que hubiera tomado la iniciativa, sobre todo, porque a él le estaba costando más de lo que hubiese imaginado.

- Porque quería verte fuera de la oficina - su respuesta fue igual de directa.

- ¿Qué? - murmuró, sorprendida y sonrojada - ¿Para... para que?

- Para conocerte mejor, Rin - su expresión era seria, sin embargo, su pecho era un mar de sensaciones - Me he sentido cómodo trabajando contigo, quería saber si sentiría lo mismo... fuera del trabajo.

- Entiendo - se había quedado sin palabras, al mismo tiempo en que su corazón golpeaba repetidamente su pecho - Yo...

- Seré claro - intervino - Si no te sientes cómoda con esto o deseas que sólo sea un café, te comprenderé y prometo jamás volver a tratarte de otra manera...

- ¡No! - alzó sus manos - Yo... yo si pienso lo mismo que usted, es decir, si me agrada estar aquí y... - la velocidad en su tono era demasiada.

- Oye - extendió su mano, colocándola sobre la de ella, provocando que se quedara muda - Puedes relajarte, no me iré sin escuchar tu respuesta.

La suavidad de su piel le generó el deseo de acariciar su mano, sin embargo, sólo se limitó a sentir su calor por debajo de su palma.

- A mi... a mi me agrada estar con usted y... quisiera conocerlo mejor, si es lo que usted también desea, pero... no quiero problemas con...

- Con Kagura - terminó por ella, mientras asentía - Yo hablaré con ella en su debido momento - apartó su mano.

- ¿Ella regresará a la oficina?

- Seguramente - continuó tomando su bebida - He meditado sobre eso y pronto te comunicaré la situación.

Antes de que ella pudiera responder, una punzada en el interior de su cabeza desvió su atención, provocando que entrecerrara los ojos ante el rostro que apareció en su mente.

Kagura.

Apretó sus puños al sentir que su segunda sangre hervía debajo de su piel.


Extra: Magatsuhi

Jamás me había preocupado por aquella familia, aún cuando Hikari murió, nunca los vi como una amenaza, sin embargo, las cosas cambiaron ampliamente en el último tiempo.

Todo comenzó cuando Kikyo decidió que quería estudiar enfermería, algo que tampoco me había molestado, hasta que me dijo que deseaba hacerlo en aquella universidad que poseía conexiones con el hospital, el mismo en el que ella nació. Naturalmente, mi instinto se activó ante aquella petición y, si bien traté de hacerla desistir, su tenacidad es similar a la mía, por lo que fue imposible. Opté por dejarla hacer lo que le diera la gana, al llegar su debido momento, ella se recibiría y podría enviarla a cualquier otro lugar, en el que podría ejercer su profesión y yo podría estar tranquilo, a fin de cuentas, contactos no me faltan.

El primer problema se presentó en el momento en el que ella se acercó al menor de los Taisho, ¿por qué aquello representaba un problema? Simple, Sesshomaru, siendo socio de Bankotsu, tenía acceso directo a mi historia y, por ende, a mi pequeño secreto, no tanto porque le interesara, si no porque el bastardo de mi cómplice, se lo diría sólo para utilizarlo como amenaza más adelante... ja, tan patético como siempre. Sin embargo, para mi sorpresa, aquella "relación" no prosperó y fue debido a la aparición de una nueva señorita, la misma que tenía frente a mis ojos.

Vaya... ha pasado tiempo, señora Higurashi.

Pensé al observarla. A pesar de que los años habían causado efecto, aún guardaba cierto parecido con Hikari, el mismo que ahora su hija compartía con la mía.

Supe de la existencia de Kagome la noche de la fiesta de la firma y, para ser sincero, no le di importancia hasta el intercolegial en el que Kikyo participó, ya que, mis cercanos me confirmaron que ambas estaban en la misma escuela, misma carrera y mismo equipo de deportes, lo que significaba que compartían mucho tiempo juntas, demasiado para mi gusto.

En paralelo, me enteré del estúpido plan de Bankotsu para obligar a Sesshomaru a renunciar a la firma y monopolizar el negocio. Me sorprendió, no por sus intenciones, si no por su incapacidad de ejecutarlo, es decir, la manera en la que lo está llevando a cabo me hace pensar que, en el fondo, no tiene ni el mínimo conocimiento de quién es su socio o su forma de proceder, sin embargo, para estas alturas, le agradezco que no haya lastimado a esta pequeña... ya que ahora puedo usarla como carnada, sólo si desean dar un paso en falso y tratar de averiguar más de lo que deberían saber.

Sus ojos son similares a los de Kikyo y profesan la misma tenacidad y desafío, pude notarlo en la manera en la que no los apartaba de mi, aún cuando yo ya no la estaba observando. Su brazo rodeó el de su madre y sonreí complacido, después de todo, ésta presa no iba a ser fácil y, como todo un aventurero, me encantan los desafíos.

Pasé por su lado, no sin antes ir un poco más allá, es decir, ¿por qué no enviarle una advertencia al hermano menor?, a fin de cuentas, no existe nada más delicioso que la confusión mental de un ser débil como lo es Inuyasha.

Continué mi camino, sin perder la sonrisa, debido al resultado de mi comunicación, sin embargo, mi objetivo estaba en aquel departamento ,que sólo se ubicaba a unas cuadras de distancia, y es que, a mis oídos llegó, que el hermano menor de la ex mujer de Sesshomaru, estuvo husmeando más de lo que debía y eso era algo que no iba a dejar pasar.

Tuvo suerte, de haberme enterado en un mal día, probablemente ambos estarían muertos, pero como me siento de buen humor, sólo les daré una advertencia, no sin antes avisarle al mayor de los hermanos.

Querido Sesshomaru, tal vez los dos poseamos aquello que se conoce como "segunda sangre" sin embargo, una gran diferencia existe entre la tuya y la mía... y esa, es la misma diferencia que existe entre la vida y la muerte.