Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Aclaraciones: Universo Alternativo. Modern Times.
Advertencias: Escenas insinuantes. Futuro: Pet Play. M-Dom. Dominance & Submissive Role Play.
Pareja: Madara Uchiha/Hinata Hyuga.
Agradecimiento especial a Prcrstncn por el precioso dibujo MadaHina que me inspiró a escribir esta historia.
Atenciones
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Capítulo Segundo
Madara era un hombre, mortal, terrenal.
Gustaba apreciar la belleza femenina y sentía un especial interés por mujeres que tuvieran un aura de poderío, que pudieran igualar con el suyo. A pesar de que la sumisión siempre acarraba menos peleas y un equilibrio en una relación, no negaba que la iniciativa de parte de una pareja en el acto sexual siempre era atrayente, casi hipnotizador.
Constantemente se jactaba de ser alguien quien siempre domina, que está en la cima de la cadena alimenticia que representaba el mundo comercial moderno. Nadie le miraba desde abajo ni podía salirse con la suya, a menos que él lo quisiera así en un calculador movimiento que le traería, por consiguiente, la victoria en su tablero de juegos.
A veces era bueno quedarse quieto y esperar, ser un espectador del nuevo show que sus enemigos mostraban ante él.
Pero Hinata no era una enemiga.
Era demasiado joven, de pequeño cuerpo que escondía tantos secretos, unos ojos expresivos que ahora mismo le miraban desde la posición en la cual se encontraba. Desconocía si aquel era un plan elaborado por parte de ella, si Hiashi tendría algo que ver, si éste quería ganar algo de parte suya usando a su hija como medio.
Los trucos baratos de seducción no funcionaban en él, regularmente le aburrían. Cuando una mujer se acercaba demasiado a él, comenzando a acariciarle sin esperar de su parte una clara señal de aceptación, de querer ser partícipe de aquel juego, siempre se levantaba y dejaba a la desafortunada del momento en el asiento, ofendida de su repentina acción. Pero Madara ya se encontraba tan cerca de la puerta principal como para hacerle caso.
No obstante la lengua traviesa de Hinata comenzaba a tener un efecto que hasta ese momento desconocía que ella pudiera generarle.
Por un momento pensó verla temblar, esconderse de su tacto y huir o irse de la casa; no la detendría, aunque primero le diría que se pusiera más ropa para no desencadenar un escándalo.
No sabía con exactitud si se hallaban escondidos entre los arbustos alrededor de la zona algún espía de otra compañía o de sus enemigos
Que su joven esposa protagonizara un alboroto debido al conjunto que llevaba, exponiéndose de esa manera en plena vía pública, no le vendría bien. Además que no le agradaría para nada recibir un regaño de parte de Hiashi sobre no cuidar la imagen de su hija.
Pero ese movimiento por parte de Hinata lo tomó desprevenido, algo que nunca admitiría en voz alta, sobre todo a ella. Hacerle saber a la mujer el cómo influía su cercanía no era algo agradable. Sentirse vulnerable era una sensación ajena a Madara y ésta no sería la primera vez que la experimentaría. Confesaba que su joven esposa reaccionó de una manera inesperada, volteando toda la situación con la cual pensó jugar por un momento, divertirse a costa del rostro lleno de pánico de la morena, pero ahora todo cambiaba cuando una sensación conocida le hacía cosquillas por debajo del vientre.
Habían pasado meses desde que dejó de frecuentar a sus amantes, aquellas que no le molestaban con llamadas telefónicas que rayaban con el fanatismo y la obsesión. Dejó de rondar sus lugares secretos y hundirse en la calidez húmeda de una hermosa mujer para preparar todo el papeleo que necesitaba para unir su empresa con la de Hiashi Hyuga. Y aunque el actual patriarca del clan Hyuga pareciera no importarle el destino que su hija mayor podría tener en sus manos, que él anduviera en varios líos amorosos o sexuales le daría la perfecta excusa al Hyuga de negarle el matrimonio con Hinata.
La opción de elegir a la hermana menor de Hinata como esposa rondó varias veces por su mente pero bastaba recodar la enorme diferencia de edad entre ambos para descartar tal idea.
Con Hinata había sido suficiente, y aunque las notas acerca de su sorpresiva unión no abundaron los medios, estaba al tanto del impacto que tuvo en las altas esferas, especialmente por aquellos socios con quienes tenía contacto en fiestas aburridas o invitaciones a clubes exclusivos que siempre rechazaba, quienes le sonreían con picardía, atreviéndose a comentar libremente sus aventuras con jovencitas.
Madara los despreció de manera instantánea, la idea de que lo anduvieran comparando con ellos le provocó nauseas.
Hanabi poseía un carácter similar al de su progenitor. Demasiado orgullosa, rebelde y berrinchuda. No se soportarían. Incluso pensaba que ésta le apuñalaría en la primera noche de bodas. Bastaba observar la manera en la que la Hyuga menor siempre le acuchillaba con su mirar perlado cada vez que coincidían en ciertos eventos. Se mostraba dulce con su hermana mayor para después devolverle un saludo cortés con una frialdad que igualaría a la de Hiashi.
No se podía comparar con el carácter pasible de Hinata.
Aunque ahora tuviera sus dudas.
—Oh —exclamó con los ojos más oscurecidos, observando el rostro de su mujer ligeramente iluminado por la tenue luz, el cuerpo y su llamativo atuendo haciendo contraste contra el blancor de las sábanas. Era una imagen erótica, lo admitía; Hinata era atractiva, siempre lo fue—. Un inteligente movimiento de tu parte, Hinata —halagó y notó como ese par de perlas brillaban, sorprendida por el cumplido, como si no lo hubiera esperado.
Madara tomó nota de que a Hinata le gustaba que le halagaran. Haría buen uso de aquello la próxima vez.
—Debo admitir que estoy sorprendido —nadie sabría qué ocurría ahí, en la intimidad de su habitación. Nadie se atrevería a reclamarle de disfrutar de aquellas atenciones que su esposa le demostraba. Era natural, estaban casados—. No esperaba eso de ti. Creo que te subestimé.
Los labios de Hinata quisieron torcerse en una sonrisa. Él no sabría decir si de triunfo, de felicidad o de arrogancia, era complicado saberlo con su pulgar aun dentro del aterciopelado y húmedo lugar.
—Pero también pienso que tú me estás subestimando —reveló—. No actuaré con amabilidad en los próximos minutos si continúas, así que te daré la oportunidad de parar con todo esto antes de que te arrepientas.
Aguardó en silencio que con aquella advertencia la Hinata temerosa de siempre regresara y sacara aquella entidad desconocida del cuerpo de ésta, que recobrara la razón y se diera cuenta que, en caso de querer proseguir, el acto no sería delicado.
Él no era delicado.
Le gustaba estar al mando, acariciar el cuello de sus amantes, hundirse con violencia, escucharlas gemir con fuerza, totalmente extasiadas por la fuerza de sus embestidas. Muchas de sus parejas sexuales habían confesado amar su errático vaivén, y aunque en todo momento Madara siempre cuidara de no ir más allá ni dejar moretones, en ocasiones solía sobrepasarse.
Por ello le gustaba elegir bien a sus amantes. No quería ocasionar un problema ni escuchar llantos en medio del acto. Le disgustaba y no sabría realmente cómo reaccionar. Fue educado con dureza, las lágrimas no le convencían ni tampoco suavizaban su semblante. Para arreglar ese tipo de problemas siempre deslizaba un cheque con una generosa cantidad anotada en el papel.
Hinata era ese tipo de mujer que gustaba ir a cenas románticas, tomarse de la mano, compartir palabras cursis, jurarse amor y más cosas que ella nunca obtendría de su parte. Y aunque era una ingenua, no iba a lastimarla. Era un hombre poderoso pero incluso él sus tenía límites, y obligar a una mujer a acostarse con él, pese a su clara negativa, no era una acción que cometería ni hoy ni mañana.
La caricia se detuvo. Madara no expresó descontento ni alivio. Hinata retiró su boca del pulgar, dejando un hilo de saliva para verle con más atención, repitiendo las palabras dichas por el hombre en su mente, preguntándose a sí misma en aquel breve lapso si sería sabio o no seguir las indicaciones del Uchiha.
Hinata buscaba la manera de siempre agradarle a Madara. Comportarse como la esposa que él esperaba, sin inmiscuirse en sus asuntos. Eso lo aprendió de su padre. Y de ella misma.
Nunca le gustó que nadie se involucrara con sus asuntos. Había sido tedioso tener que confesarle todos sus secretos a aquel especialista que su padre contrató durante su adolescencia, después de lo ocurrido con el profesor. Fue humillante y, hasta cierto punto, asfixiante tener que contestar las duras preguntas del profesional, sin ser consciente que todo estaba siendo grabado por una cámara oculta que su padre ordenó colocar.
Que su padre tuviera aquel acceso a su vida privada fue una desagradable sorpresa. Ni siquiera, hasta el día de hoy, podía verle a la cara sin recordar todo lo que dijo en aquella sala, cuando sus hipos de llanto le dejaban hablar y formular oraciones lógicas.
En ese punto entendía a Madara y nunca preguntaba por nada. Actuaba con sumisión, de igual manera con su padre, a excepción que el Uchiha mayor nunca le exigía tener una respuesta para todo. Bastaba responder con una afirmación para que éste se fuera, dejándola sola en casa, aliviada de no tener que lidiar con la presencia de su esposo por el resto del día.
Pensó que podría acostumbrarse. Eso se dijo los primeros días, después de que regresaran de su Luna de Miel de Europa, un viaje que organizó Mikoto-san a pesar de que ésta siempre insistió que el de la idea siempre fue Madara. Hinata halló el gesto por parte de la Uchiha adorable, considerando que los hombres de la familia no eran propios de prestarse para ese tipo de tareas.
La casa era grande. Contaba con cualquier capricho que pudiera pedir. Incluso si hablaba, o exigía algo, Madara no tendría reparos en darle una de sus tarjetas premium para que gastara en todo lo que ella quisiera. Podría seguir el ejemplo de muchas otras esposas de empresarios y llenar el vacío de su vida con salidas a lujosos restaurantes, el closet con miles de conjuntos que al día siguiente ya no utilizaría o fingir que llevaba una vida perfecta siendo la esposa de Madara Uchiha.
Más no pudo. No podía mentirse a sí misma. Ni siquiera podía sonreír cuando él estaba cerca a menos que una cámara la estuviera apuntando, indicando en una sombría sinfonía que era momento de actuar y llevar a cabo el papel que Madara Uchiha le ordenó llevar a cabo.
Tal como ahora. Él le estaba dando la oportunidad de retroceder, fingir que ese momento bochornoso nunca sucedió. Desconocía si Madara usaría el momento como un as bajo la manga en el futuro, no le había sacado aun de los labios la promesa de que no haría nada al respecto.
Madara sabía apenas la superficie de su secreto. Ella no le causaba tanto interés como para que fuera a preguntarle a su padre por qué gustaba de usar ese tipo de trajes a escondidas y el hábito de sacarse fotografías atrevidas en su celular.
Pero sentir aquel de ojos teñidos de ónix sobre su cuerpo le hizo encender aquella conocida llama en su interior.
Aunque le temiera y dudara de la compleja moralidad que movía a Madara a realizar sus acciones tanto personales como empresariales, Hinata admitía que le atraía.
Él no se daba cuenta pero solía fingir estar dormida cuando éste se preparaba para ir a trabajar. Padecía insomnio pero aparentar dormir en un profundo sueño siempre se le hizo fácil. Era en esas oportunidad en las que podía verlo, caminar con tanta tranquilidad, con una masculinidad que debajo de las colchas le hacían apretar sus piernas entre sí, rogando para que él no se diera cuenta, viendo la amplia espalda de Madara encararle cuando secaba su largo cabello negro azabache sin rastro alguno de canas.
Los músculos seguían presentes, marcados; Hinata no sabía con precisión si su esposo seguía alguna rutina de ejercicio ya que la casa en la que habitaban carecía de un gimnasio personal, pero había tantas cosas que desconocía del Uchiha que siempre se quedaba con dudas o llenaba los huecos con su imaginación.
La edad de Madara solamente representaba un número porque realmente él no lo aparentaba. Aunque no poseyera aquel aire juvenil que Itachi Uchiha o Sasuke Uchiha tenían, nunca negaría que ese aire maduro en Madara le hacía lucir más atractivo. Incluso más que sus sobrinos.
Esos pensamientos siempre la lograban sonrojar porque no debería de tener esas ideas de quien solamente quería el poder de su familiar para garantizar la fortuna propia. Madara era un hombre lleno de ambiciones que no le importó tomarla, a alguien con sueños e ilusiones, del mundo del que ella disfrutaba estar para ser parte de su plan maestro.
Sin embargo la carne es débil. Y ella más.
El porte de Madara era igual de atrayente que una pecaminosa manzana.
El tacto de su piel con su boca la había hecho sentir un palpitar en su intimidad. Tenía la opción de retirarse, cambiarse e incluso pedirle ir a quedarse en algún hotel en lo que la situación se calmaba. Estaba segura que él lo aceptaría; le estaba dando la oportunidad de hacerlo.
La amenaza implícita de lo que ocurriría si ella continuaba presionando era lo suficientemente clara. Él le estaba diciendo que no sería gentil, y aunque —de querer seguir con aquel juego hasta llevarlo al final— no fuera virgen, había pasado mucho tiempo desde que había estado con un hombre, alguien con cuerpo propio. Esto sería completamente distinto a sus dedos entrar en su intimidad, hundirse en sus cavidades, a un ritmo casi frenético que siempre la hacía llegar hasta el clímax solo para sentirse insatisfecha después.
Era su luz ámbar, el momento de negarse y retomar el papel que exitosamente había llevado a cabo hasta ese inoportuno momento. Si le permitía conocerla más, pasar aquella línea que ella misma se auto impuso para que nadie la lastimara, no sabía qué opinión tendría Madara sobre ella, si la vería como un fenómeno o ignoraría su condición.
Había una explicación médica, Sakura Haruno constantemente le repetía que no debería sentirse culpable por sus malestares ni dejar que otras personas la hicieran sentir mal; ella aun poseía el control de su cuerpo, incluso su especialista, Temari, le explicaba que el sexo no era malo, siempre y cuando lo practicara con alguien de confianza y lo suficientemente maduro para que no terminara aprovechándose de ella.
Pero en la sociedad japonesa aquello seguía siendo un tabú. De haber nacido en una familia normal, sin tantas reglas ni una imagen intachable que cuidar ante un público lleno de zopilotes hambrientos, quizá su padecimiento fuera menos pesado de sobrellevar.
Quizá llevaría su vida sexual de manera saludable y segura, sin miedo a sentirse avergonzada.
No obstante cada vez que ese hormigueo la envolvía, el rostro de su padre teñido de una furia que nunca imaginó ver la hacía encogerse, con miedo a que la puerta fuera abierta violentamente por la figura de Hiashi Hyuga quien la llevaría a rastras hacia la clínica más cercana para que alguien le hiciera un estudio para verificar que no estuviera embarazada, exigiéndole a los médicos de turno de darle un baño con agua helada para arreglarla y usar cualquier método posible para quitarle la aberración con la cual nació.
Hinata temía que, al igual que su padre, Madara actuara de esa manera.
—Yo… —la respuesta correcta sería aceptar, levantarse e ir al baño a cambiarse, retomar la rutina de siempre, aquella a la cual se había dicho a sí misma que sería la que regiría su vida hasta el día de su muerte.
Pero la negativa no salió de sus labios. Los músculos se le sintieron pesados como para moverse y los ojos negros de Madara, aun puestos sobre ella, fueron como dos poderosos yugos que la asfixiaron en aquella petición muda de la cual tenía miedo descifrar.
Nuevamente las palabras de Temari le llegaron a la mente. El sexo no es malo, Hinata, deja de satanizarlo. Es algo natural en los humanos, no puedo hacerlo desaparecer porque sí. No es sano que te castigues por algo que es normal.
No sería malo intimar con Madara. Eran marido y mujer. Tarde o temprano aquello pasaría, aunque en un principio ella rogó que no sucediera. Pero la presión en su intimidad, esa zona que parecía despertar con el movimiento lento que sus caderas hacían ante la imagen del rostro de Madara cerca del suyo, con sus manos puestas en su pecho, estrujando sus pechos y hablándole con aquella voz ronca por el deseo sobre lo bien que ella le hacía sentir le nublaban el juicio.
Quizá era el momento perfecto para tomar malas decisiones.
Por toda respuesta ella se enderezó, dejando al descubierto el inicio de sus senos, una vista que Madara ni siquiera pudo ignorar. El aroma de Hinata lo envolvió como un hechizo. No hizo nada por detenerla, quedándose quieto, observando sus movimientos, comprobando que, de continuar, contaba con su aprobación.
Sintió los brazos gráciles de ella rodearle el cuello. Era más alto que Hinata pero con ayuda de la cama ella podía llegarle a la altura, al menos hasta que sus ojos quedaran nuevamente conectados con menos distancia. Adivinó un ligero titubeó, como si de repente la inseguridad quisiera apartarla de su lado pero en un movimiento rápido no dejó que se quitara, apresando sus hombros con un agarre firme pero a la vez suave para no lastimarla, notando como los orbes lunares se removieron de la sorpresa.
Una última advertencia. Era su oportunidad. Si decía que no, la respetaría y vería qué hacer con el intenso calor que lo abrasaba por dentro. Pero si ella continuaba, si aceptaba, entonces sería un paso del cual no habría retroceso.
Igual a la primera vez, Hinata volvió a sorprenderlo, pero esta vez con el calor de sus labios posarse en los suyos en un movimiento que no anticipó.
No se trataba de un beso precipitado, naciente del miedo o de un repentino ataque de adrenalina.
Era uno hambriento, como si el apetito de Hinata Hyuga hubiera sido desatado después de tanto tiempo.
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Notas:
Sé que pasó demasiado tiempo desde mi última actualización. Una disculpa por ello. Solo diré que el trabajo y mi curso me dieron un tremendo bloqueo, además de menos tiempo para escribir. Las ideas rondaban pero yo no tenía hora para atraparlas. O era dormir o era escribir.
Por ésta vez escogí la segunda.
Espero no decepcionarlos con este capítulo, apuesto a que más de uno esperaba el clímax pero les aseguro que en los próximos ya se viene. Dije que esto sería como una especie de mini fic pero ni yo estoy segura ya. Pero veremos qué sucede. Por el momento veré cómo me desenvuelvo con las escenas picantes, qué digamos no es mi gran fuerte.
Quiero agradecer enormemente sus comentarios, favs y follows, me hace feliz que disfruten lo que escribo. Amo leer sus comentarios.
En fin, me despido. Nuevamente gracias y nos leemos en la próxima.
