Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Aclaraciones: Universo Alternativo. Modern Times.
Advertencias: Contenido maduro. Uso de juguetes sexuales. Dominación.
Agradecimiento especial a Prcrstncn por el precioso dibujo MadaHina que me inspiró a escribir esta historia.
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Atenciones
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Capítulo Cuarto
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Shiho se cuestionó seriamente si la llegada de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis estaba cada vez más cerca por cómo halló a su jefe cuando ingresó a la oficina de éste para darle una lectura sobre las responsabilidades agendadas para el día de hoy.
Madara estaba sentado, ocupado en leer los documentos pendientes de revisar, con un semblante serio pero menos amenazador que el día de ayer cuando a Shiho casi le estrella la cara con las puertas. Ella no supo cómo reaccionar y decidió comportarse como solía hacerlo. Le saludó, apenas siendo correspondido por la pequeña gesticulación del mayor, algo muy propio de los Uchiha, y a continuación leyó las citas pendientes así como una actualización de las reuniones con los socios del día de ayer.
―Concreta una cita lo más pronto posibles con cada uno de ellos. Si puede ser hoy, mucho mejor ―dijo Madara a la asistente, dejando de lado otro par de archivos y contratos con su firma plasmada después de haberlos revisado cuidadosamente. Ante el silencio de la mujer al otro lado de la sala, él elevó la mirada para toparse con el rostro confundido de la rubia―. ¿Escuchaste lo que te dije? ―lanzó un bufido―. Sabes que detesto repetir las cosas.
―¡C-Claramente, Madara-sama! ―Shiho despertó de su ensimismamiento, dejando los pensamientos sobre el actual comportamiento de su jefe para otro momento. Ajustó las carpetas que Madara deslizó hacia su dirección e intentó no tropezar con sus tacones cuando dio vuelta para retirarse―. L-Le avisaré en cuanto me confirme. C-Con permiso.
Al salir Shiho sintió que podía respirar, aunque no se sentía del todo segura cuando a sus espaldas la figura de Madara Uchiha aun la intimidaba. Tuvo que sentarse en su silla, encendiendo las lámparas de su lugar. La luz diurna aún no se asomaba por los horizontes y la oscuridad de la aun calma nocturna continuaba tiñendo de penumbras al piso exclusivo de la presidencia. Madara siempre exigía que no hubiera demasiado personal en su espacio de trabajo ya que no solía concentrarse en sus deberes con demasiado ruido, razón por la cual ella era la única empleada con el acceso al piso.
Shiho revisó la hora y era demasiado temprano para llamar a los socios al tener el fuerte presentimiento de que éstos aun dormían; eran humanos, por supuesto que estarían descansando. Ella debería estarlo también pero su jefe era un hombre que gustaba estar en la oficina antes de que el primer rayo solar rozara por el Monte Fuji. Entró en nervios por no saber qué hacer. Pese a que el día de ayer estuvo más tiempo de lo normal en esa oficina tratando de disculparse apenadamente con la larga lista de socios a los que Madara dejó plantados, ahora sus esfuerzos parecían haber sido en vano ya que recibió la orden de volver a contactarlos y confirmar, nuevamente, la cita que tenían con su jefe.
―Aun no es el momento de perder la compostura ―Shiho tuvo que repetirse aquella frase, así como el pensamiento que no podía renunciar teniendo a dos gatos que mantener y deudas. Tronó su cuello, lista para empezar―. Solo haz tu trabajo y reza para que no cambie de parecer más tarde ―susurró para sí sin dejar de pensar qué pasaba con su jefe como para haber llegado tan tranquilo.
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Esa mañana sintió que todo era irreal para ella. Como si aún se encontrara atrapada en un sueño sospechoso. Pero cuando sintió la suavidad de las sábanas cuando se dio la vuelta, palpando el lugar vacío a su costado, despertó con una tranquilidad hacía tiempo no experimentaba tan vivamente.
La luz del Sol pareció iluminar aún más los interiores de la habitación e Hinata se cuestionaba si eso era siempre así o apenas se daba cuenta de aquello. Dio un vistazo hasta el despertador, descubriendo que apenas los dígitos indicaban que serían las ocho en punto.
No acostumbraba a dormir demasiado tiempo, solía despertarse cuando no sentía más la presencia de Madara en casa, sintiéndose aliviada de no tenerlo cerca. Primero acomodaba el lecho, se metía a duchar y realizaba todo el ritual para vestirse y arreglarse, a pesar de no tener planes para salir con alguien; no poseía muchas amistades y las pocas personas con las cuales convivía siempre se hallaban ocupadas. Se preparaba el desayuno, siendo un té caliente con algo dulce, dejando a medias el panecillo y yendo a revisar por toda la casa qué realizar para no aburrirse, a pesar de que eso fuera imposible ya que en un par de horas terminaba sus ocupaciones y se quedaba en medio de la sala, con demasiado tiempo.
Pero esa mañana se sentía distinta al resto.
Una capa de sueño amenazaba con sumir a Hinata nuevamente en una siesta profunda, el cuerpo se sentía agotado pero lleno de energía.
Repasó mentalmente lo sucedido anoche, las caricias de Madara sobre su cuerpo apenas cubierto, los besos demandantes, la voz llena de autoridad y con ese varonil encanto que la hicieron suspirar más de una vez, temblando como una hojilla débil entre los brazos de aquel hombre que la había sometido de una manera tan suya que no dejaba de pensar que había sido una fantasía nada más, producto de esa misma desesperación, del deseo sexual comprimido en su cuerpo sin tener la oportunidad de ser libre.
Hinata se cubrió la cabeza con las sábanas al saber que no fue un sueño ni nada parecido, su cuerpo vivió cada una de las sensaciones que Madara le hizo sentir anoche. Incluso el trasero le dolía por las nalgadas que él le brindó y aun podía sentir en cada tramo de piel las yemas de sus dedos hundirse en su cuerpo.
Cuando Madara la invitó a acompañarlo en la bañera pensó que podría ocurrir algo más. Ambos completamente desnudos, rodeados de agua tibia y con una cercanía nula que daría pasó a roces que la harían sentir inquieta y reviviendo el calor en su intimidad. Más Madara no hizo nada. Simplemente se recostó como si fuera un rey, echando la cabeza hacia atrás y con el cabello negro cayendo por los costados como una melena, con gotas humedeciendo las partes atractivas de su cuerpo que a Hinata le hicieron sentir acalorada. Hacía no mucho que él la hizo llegar al clímax y aun la piel le quemaba por las caricias de ese hombre, pero tenía que controlarse. Apenas habían dado un paso significativo en su relación y era obvio que Madara no la tocaría a no ser que ella estuviera completamente de acuerdo ―y en un buen estado emocional―, Hinata no quería espantarlo con su enorme apetito sexual. Por esos momentos, hasta que tuviera el valor de decirle en la cara que podía hacer con ella lo que deseara, se mantendría callada y esperaría lo que Madara quisiera darle.
―¿Qué miras tanto?
La voz de él la tomó por sorpresa y solo hasta ese momento se descubrió a sí misma viendo completamente hipnotizada el pecho masculino de su compañero de bañera. Sintió enrojecer, especialmente cuando la mano de él la invitó a verle a la cara, topándose con el rostro de Madara lleno de interés y con una ceja en lo alto.
Hinata quiso hundirse en la bañera pero solo atinó a apegarse más al otro extremo, cubriendo sus senos y apretando las piernas contra sí, buscando no tener ningún roce con el hombre.
―N-Nada ―respondió sin mucha seguridad, viendo a otro lado que no fuera el cuerpo de Madara o los tramos de piel al descubierto que se le antojaban tan apetitosos y con intensas ganas de pasar sus dedos por encima de cada curva masculina para comprobar la dureza de sus músculos.
―Después de lo que hicimos, ¿aún te avergüenzas de mostrarte ante mí? Hm ―él ladeó la cabeza con una sonrisa divertida pero malvada―. Sí que eres extraña.
―Hay luz aquí ―se quejó ella, tratando de justificar su timidez. Allá adentro, en la habitación, las pocas sombras ayudaron a que su silueta siguiera siendo un misterio para los ojos de Madara. Pero ahora, con la iluminación del baño era imposible que los orbes de belleza abismal del hombre se posaran en ella―. M-Me siento un poco expuesta ―susurró, aun con las mejillas enrojecidas.
―¿Expuesta? Eso no parecía ser un problema para ti cuando abriste tus piernas, o cuando insinuaste que te tomara…
―¡E-Eso fue porque estábamos en otro contexto! ―respondió con apuro, mirándole brevemente para luego regresar otra vez la mirada a otro punto―. A-Además, era obvio que yo no estaba pensando con claridad ―señaló.
―Oh ―ese deje de asombro e interés en la voz de Madara hizo a Hinata sentir un estremecimiento―. ¿Ese es el impacto que tengo en ti? ―luego soltó una risa orgullosa―. Me siento halagado.
―C-Creo que regresaré a la cama ―debía huir o Madara la terminaría avergonzando completamente. Sin embargo, para hacerlo debía ponerse de pie y quedar completamente desnuda frente a él. Tragó, inquieta y viendo el enorme problema―. Ah, uhm, l-lo dejaré solo para que pueda relajarse… ―susurraba para no dejar ver su repentina desesperación, buscando una toalla o algo que pudiera servirle, maldiciendo internamente por dejar su bata demasiado lejos―. C-Con permiso y buenas noches… ¡Uh!
El agua chapotear por todas direcciones logró enmudecer el grito de sorpresa que Hinata soltó cuando el brazo de Madara la atrapó antes de que ésta saliera de la bañera. Sujetándola con fuerza y seguridad, sin tener que moverse completamente de su actual posición, Madara la sentó entre sus piernas, quedando con la espalda femenina contra su pecho. Ella se quedó quieta y Madara pasó los brazos de manera floja por el vientre femenino de ella, jugando con sus dedos a acariciar la tersa piel, aspirando de la nuca femenina la esencia de lavada que traspiraba del cuerpo de Hinata. Un aroma que iba acorde con la personalidad de ella.
―No voy a comerte, así que relájate ―dijo él con tranquilidad, contrario a Hinata quien parecía adoptar la rigidez de una estatua―. En cuanto termine, saldré primero y te daré todo el tiempo de que te vistas. Algo que veo innecesario, no tendría problemas si decidieras estar desnuda por toda la casa.
―E-Eso ―replicó Hinata, encogiéndose cada vez más al sentir la respiración de Madara sobre la piel desnuda de su nuca. Se arrepentía tanto de haberse recogido el cabello en un chongo alto, dejando al alcance del Uchiha un punto débil en toda su anatomía―. Eso sería inapropiado ―terminó diciendo.
―¿Inapropiado, eh? ―otra risa más de parte de él―. Irónico que lo digas tú…
El repentino movimiento de Madara fue demasiado rápido cómo para que Hinata lograra planear una estrategia y alejarse de él. Para cuando fue consciente los brazos de él la apegaron más y sintió cómo sus senos eran aplastados por los antebrazos masculinos, con la respiración pausada de Madara pegada a su oído y un beso con el suficiente poder de hacerle soltar un gemido, que rebotó en las paredes de azulejo, sobre el hombro, dejándola temblorosa y con ondas violentas formándose en el agua de la bañera.
Justo cuando Hinata pensó que él la tocaría, Madara se puso de pie, dejándola sola en la bañera, viéndolo cubrirse con la toalla y ponerse una más pequeña alrededor del cuello para secar su largo cabello, apenas dándole un vistazo.
―Tomate tu tiempo ―fue lo único que le dijo al marcharse.
Hinata pataleó en la cama al sentirse completamente avergonzada por lo tonta que debió lucir. Completamente desesperada por su toque. Madara era cruel. ¿Cómo no podía darse cuenta de lo mucho que su cuerpo ansiaba su unión? No necesitaba comportarse como un caballero, no era necesario.
Quiso pensar que, posiblemente, Madara quisiera tomar con paso lento el nuevo cambio de su relación y lo que aquello conllevaría a futuro. Pero ahora descubría que eso le sería un problema por el estado en que él dejó a su cuerpo, con un ansia insatisfecha de querer tenerlo cerca y repetir nuevamente lo que la noche anterior no se concluyó completamente.
Hinata se puso la bata, dispuesta a iniciar un nuevo día y ducharse con agua fría para alejar el recuerdo candente de sus actividades nocturnas con Madara. Sentía que aquel día sería excelente para desayunar en algún otro lado, quizá eso pudiera ayudarle a mantener la mente ocupada y no estar repitiendo una y otra vez el cómo Madara acarició su cuerpo. Hizo la cama y fue hasta su armario para sacar el conjunto que utilizaría cuando vio sobre la mesita de noche las pastillas que los médicos le recetaban para su padecimiento. Se acercó a éstos, tomándolos y jugándolos entre los dedos, sin saber si tomar o no las pastillas; eran necesarias, es lo que la doctora Sakura Haruno le decía en cada visita a su consultorio, pero no esenciales. Podía darse el lujo de no consumir un par pero la paranoia de Hinata nunca le permitía realizar tan descabellada acción por temor a que no pudiera controlar sus impulsos y cometiera una falta grave en plena vía pública.
No obstante, si Madara y ella estarían dispuesto a continuar con las actividades maritales, quizá podría seguir el consejo de Sakura y permitirse no consumir diariamente el medicamento.
Probablemente eso le ayudaría a sentir un poco más libre.
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Itachi le sonrió a Sasuke cuando lo vio subirse al ascensor también. Por la mueca del menor intuía que no iba voluntariamente a la junta de esa mañana que su tío repentinamente demandó.
―¿Alguna idea de qué pueda tratarse ésta vez? ―cuestionó Sasuke, mirando a su hermano en busca de posibles pistas que le indicaran con qué comportamiento debería presentarse. ¿El hijo rebelde de Fugaku Uchiha que gustaba desafiar la autoridad de éste? ¿O el apegado hijo que seguía los planes que se susurraban a espaldas de Madara Uchiha para quitarlo del poder y dejar a Itachi al mando?
―Ni idea ―respondió con honestidad Itachi, mirando el número en lo alto del ascensor cambiar con cada piso que cruzaba―. Posiblemente sea un asunto relacionado con la compañía. Sabes lo quisquilloso que Madara-san es cuando se trata de las ventas mensuales.
―Hm ―respondió indiferente él, sin preocuparle demasiado―. Ese viejo tan obsesionado con las ganancias.
―O posiblemente esté relacionado con lo de ayer ―comentó Itachi, trayendo nuevamente el recuerdo de la reunión que su padre hizo con sus secuaces a espaldas de Madara. Un movimiento que no pasó desapercibido por parte de su tío. Era seguro que ya lo supiera―. Y esté preparándose para desaparecernos.
―Mamá no se lo permitiría ―señaló Sasuke con completa seguridad―. Es la única mujer que lo puede mantener a raya.
―Sí, pero mamá desconoce los planes de padre ―era una medida de seguridad por parte de su progenitor para que su madre no se viera envuelta en caso de que la conspiración no saliera bien.
Itachi suspiró con un repentino cansancio apoderarse de cada extremidad de su cuerpo. Debió haber aceptado la invitación de Shisui y viajar a Londres. Seguramente estaría disfrutando del aire puro de las montañas que a Shisui tanto encantaba escalar. Pero alguien debía quedarse en Tokio y vigilar que la relación entre su familia no se hiciera trizas.
Las puertas se abrieron y con lo primero que los hermanos Uchiha se toparon fueron con el rostro severo de su padre. Sasuke bufó en silencio mientras salía con Itachi detrás. Ambos se colocaron al lado del Uchiha mayor quien dio una mirada fulminante a su hijo quien prefirió ignorarlo y arreglarse las mangas de su saco, caminando por el pasillo que conducía a la sala de juntas donde Madara los había citado.
Shiho apareció detrás de las puertas de madera, haciendo una reverencia inclinada para dejarlos pasar, Itachi fue el único que saludó. En la sala ya se encontraba Madara e Izuna, ambos conversando de algo, con el menor sonriendo, seguramente contándole algo a Madara que le hacía ver entretenido al menor. En cuanto Shiho anunció la llegada del resto, la atención de los dos se concentró en las figuras recién llegadas.
―Shiho, puedes retirarte ―ordenó Madara a la asistente, colocándose las gafas―. No quiero que nadie nos interrumpa.
―Hai, Madara-sama ―en cuanto terminó de hablar y hacer las debidas despedidas a los demás hombres, Shiho salió de la sala, cerrando con suavidad la puerta detrás de sí.
Fugaku fue el primero en hablar.
―¿A qué se debe la repentina junta? ―preguntó a Madara, caminando alrededor de la mesa con forma de ovalo que abarcaba la mayor parte de la sala, tomando asiendo a un par de sillas alejado de Izuna. Sus dos hijos tomaron asientos al otro lado―. Generalmente avisas con tiempo este tipo de reuniones ―señaló, viendo con extrañeza las acciones de su hermano mayor.
―Aniki dijo que tiene algo serio que hablar con nosotros ―respondió Izuna a Fugaku, mirándole con seriedad. Fugaku frunció levemente el ceño pero eso no intimidó a Izuna―. ¿No es así, aniki?
―Estaré ocupado en las próximas semanas cerrando negocios con un par de socios en el extranjero ―anunció Madara, abriendo un par de carpetas―. Han surgido ciertos malos entendidos que debo aclarar para no perder las inversiones en la empresa.
―¿Malos entendidos? ―cuestionó Fugaku sin entender―. Eso es nuevo. Nunca hemos tenido ese tipo de problemas.
―Hm ―respondió Madara, elevando la mirada y posándola en su hermano menor―. Sí, eso se debía a que no cometías tantos errores, Fugaku.
Tal acusación hizo a Fugaku profundizar más el ceño arrugado que ya llevaba desde antes de entrar a la sala. Itachi trató de serenarse y ver a su padre con tranquilidad, intentando trasmitirle de manera silenciosa que controlara sus palabras.
―¿Qué clase de errores cometí? Lo único que he hecho ha sido mi trabajo.
―Si hacer tu trabajo te refieres a conspirar a mis espaldas ―Madara deslizó una carpeta a Izuna que la tomó para leer el contenido―, sí, definitivamente haces un gran trabajo.
―Por favor ―Fugaku replicó con burla―, siempre has sido paranoico. Desde que asumiste el puesto de presidente nunca has dejado de decir que todos quieren robarte la presidencia.
―Eso sucede cuando tienes un hermano ambicioso como tú que no sabe aceptar el lugar en la jerarquía ―opinó Madara con una mirada helada a Fugaku.
Itachi carraspeó, debía intervenir o las cosas entre su padre y tío no saldrían bien.
―Madara-san ―llamó la atención de éste, pues Sasuke tenía toda la intención de no participar―, estoy seguro que hay una explicación. Seguramente los socios en Estados Unidos y Corea desean hablar sobre los posibles problemas que se hayan generado. Podemos investigar a los responsables de encargarse de tales acciones…
―No será necesario, Itachi ―intervino Izuna, sonriendo maliciosamente, lanzando la carpeta al centro―. Aniki ya despidió a todos.
Sasuke se estremeció al lado de su hermano, observando que su padre también se quedaba quieto en su lugar. Itachi alargó la mano, manteniendo contacto con Izuna quien le incitaba a leer el contenido de la carpeta que Madara le pasó. Al hacerlo, la mueca apacible de Itachi se vio alterada al leer la lista de los empleados quienes trabajaron bajo el mando de su padre para crear un par de situaciones internas en la Compañía Sharingan.
―¿Ha despedido a todos estos empleados? ―volvió a repetir la pregunta, para confirmar pese a que Madara bufó.
―Estoy seguro que está muy claro ahí.
―¿Por qué? ―gruñó Fugaku sin atreverse a levantar la voz―. Sabes que han estado trabajando en proyectos, será complicado encontrar a nuevo personal. Todo lo que hemos avanzado tendrá que quedarse en pausa por este movimiento de parte tuya. ¿Acaso no has considerado…?
―Considero cada una de las decisiones que tomo con mucho cuidado, Fugaku ―Madara endureció el gesto de impaciencia en su rostro ante las interrupciones de Fugaku―. Y precaución. El personal al que pusiste a cargo puso en peligro nuestras relaciones con los socios y sus inversionistas. No podemos darnos el lujo de dejarlos ir. Y en cuanto al personal, no te preocupes, Shiho se está encargando de ello. En cuanto al responsable, pondré a Izuna personalmente a que lleve a cabo las direcciones ―Madara quitó sus gafas, dejando al descubierto sus ojos de tonalidades ónix siendo más amenazantes―. Me parece curioso que no me hayas hecho saber cada uno de los movimientos con respecto a los proyectos relacionados con los inversionistas.
―No creí necesario molestarte con cosas tan triviales ―fue la respuesta de Fugaku, tratando de no apretar los puños delante de Madara―. Ahora veo que no fue una decisión sabia. Me disculpo por ello, pensaré mejor las cosas a futuro.
―Sí, deberías hacer eso ―terminó por decir él, apoyando su espalda contra el respaldo―. En fin ―suspiró, mirando a Sasuke que respingó cuando tuvo la atención de su tío―. Sasuke, a partir de ahora trabajaras codo a codo con Neji Hyuga para sacar adelante el proyecto de la nueva plaza en Fukushima.
―¿Perdón? ―gruñó con sorpresa y desconcierto por la repentina orden―. ¿Acaso escuché que quieres que trabaje con un Hyuga?
―Sí, eso dije ―repitió Madara―. Los abogados de Hiashi han ganado el juicio para obtener las escrituras del terreno, ahora tiene luz verde para el proyecto. Ambos deberán estar atentos para que todo salga bien. Esa plaza tiene que estar terminada a más tardar el próximo invierno. Es momento de que dejes de holgazanear en la compañía y muestres que realmente vales la pena ―Madara ladeó el rostro amenazadoramente―. ¿Fui lo suficientemente claro? Y más vale que mantengas una buena relación con el Hyuga.
―De todos los presentes aquí quien se casó con la Hyuga fuiste tú. Si tanto quieres arreglar los asuntos de los Hyuga, hazlo tú ―respondió de manera desafiante Sasuke a Madara.
―¿Y qué crees que hago, mocoso? ―gruñó en respuesta Madara―. Los Hyuga tienen invertido un gran capital en la compañía, no debo dejar que nada les haga retirar los fondos. Es por ello que tendré que viajar a hacerme cargo de las faltas de tu padre. Ahora deja de ser un maldito mocoso mimado y haz tu trabajo.
Por toda respuesta Sasuke se puso de pie, saliendo violentamente de la sala, dejando al resto. Itachi se llevó una mano a la frente, fastidiado con el asunto y el grito de guerra silencioso entre su familia.
―¿Es todo? ―cuestionó Fugaku después del silencio que la salida de Sasuke dejó―. ¿O también quieres hacer rabiar a mi otro hijo?
―Sí, una última cosa ―mencionó Madara, viendo a Fugaku directamente a los ojos―. Como estaré en el extranjero debo dejar a alguien al mando para que se encargue de que la compañía no se vaya a la ruina ―desvió la mirada a Itachi, quien tuvo que obligarse a no mostrar sorpresa―. Itachi, quedas a cargo.
Tuvo que morderse los labios para no preguntar si Madara estaba hablando en serio, por lo que asintió, con una mueca de seguridad sin que el desconcierto se pintara en ninguna de sus facciones. Al otro extremo, su progenitor sonreía como una pizca de orgullo y él quiso decirle que tratara de no ser tan obvio.
―Hai ―respondió, poniéndose de pie y haciendo una reverencia educada―. Prometo hacer mi mejor esfuerzo, Madara-san.
―De cualquier manera si tienes alguna duda acude a Izuna ―anunció y la sonrisa de Fugaku pareció borrarse. Madara tuvo que reprimir una sonrisa burlona―. Se quedará una temporada en el país, así que no tendrás dificultad en localizarlo.
―Entiendo ―Itachi asintió, viendo a su tío quien alzó la mano con desinterés.
―Solo no trates de hacerme venir en la madrugada, no suelo ser muy amable cuando me hacen falta horas de sueño ―advirtió Izuna, viendo a su sobrino quien no tuvo reacción alguna a su comentario.
―Lo tomaré en cuenta.
―Considero que estaría más que capacitado para despejar las dudas de Itachi con respecto a la presidencia, Madara ―miró a Izuna quien tenía una ceja en lo alto―. No pondo en cuestión los conocimientos de Izuna con respecto a la empresa, pero ha pasado una temporada lejos de sus responsabilidades. Sugiero que…
―Fugaku, estoy poniendo a Itachi en la presidencia por unas cuantas semanas, no para siempre ―interrumpió Madara, mirando con irritación a Fugaku―. Y tú ya tienes suficiente trabajo siendo el vicepresidente ―comentó, apoyando una mano sobre la cabeza de Izuna―. Confía más en nuestro hermano menor ―luego mostró una sonrisa―. Después de todo, en el futuro, Izuna ocupará la presidencia.
Itachi estaba seguro que la temperatura en el ambiente bajó a niveles considerablemente bajos en cuanto Madara vociferó la tan esperada decisión que su padre ansiaba escuchar.
No era oficial, de eso podía estar seguro, pero que Madara ya lo hubiera considerado solo les dejaba con poco tiempo para mover las piezas en el tablero de juegos. Itachi no sabía en cómo su padre lograría que las cosas nuevamente estuvieran a su favor, ahora ya no contaba con sus fieles empleados para hacer de las suyas y no dudaba de que los nuevos ingresos pudiesen estar más del lado de Madara que el de Fugaku. Aun hacía falta anunciar la decisión con los socios e inversionistas presentes, pero en la intimidad de la sala, con ellos como testigos, era un hecho infalible que Izuna Uchiha sería el próximo presidente de la Compañía Sharingan.
Estaba seguro que si alguien no decía palabra alguna, una pelea se desencadenaría en ese lugar. Debía pensar en cómo desviar la atención de su padre quien parecía no poder controlar la furia que se pintaba en sus ojos oscuros. Si hacía algo imprudente como revelar abiertamente su descontento con la decisión de Madara, no solo tendrían que lidiar con la desconfianza del mayor, sino con un latente peligro de ser constantemente vigilados por Madara e Izuna. No estaba dispuesto a sacrificar su libertad ni la de Sasuke por los errores de su padre.
―Antes de que…
Unos toques superficiales en la puerta logró desviar la atención de los Uchiha hacia el frente, donde se reveló el rostro sonriente de Mikoto Uchiha quien de inmediato pareció calmar con el amenazante ambiente en el lugar.
―Lo siento, no quise interrumpir ―anunció con su tono de voz amable y gentil, observando a las caras conocidas que conformaban su familia―. Pero Shiho-san dijo que estaban demasiado ocupados como para contestar a alguna de mis llamadas.
―Madre ―Itachi se sintió tan aliviado de que Mikoto estuviera ahí. Por alguna razón sintió que ella había intuido todo―. Qué sorpresa verte por aquí.
―Sí, Mikoto, no sueles pasearte por estos lares ―gruñó Izuna, mirando a su cuñada―. Demasiado gris para ti.
―No hay nada de malo que decida visitarlos en ocasiones, Izuna-kun ―contestó la mujer con otra sonrisa―. Además, se presentó la ocasión.
Madara suspiró al ver que ya no continuarían hablando sobre el tema con Mikoto presente. Podía no confiar plenamente en Fugaku, más con Mikoto era otra historia. Esa mujer se preocupaba más por sus hijos que por el dinero. Y no quería hacerle saber que sus hijos podrían correr el riesgo de quedar desheredados del testamento Uchiha si Fugaku continuaba con sus movimientos.
―Pudiste esperar en la recepción ―dijo Madara, poniéndose de pie, dando a entender que la discusión terminó―. Siempre tan imprudente ―bufó mirando a su cuñada quien solamente ladeó el rostro, sin borrar la sonrisa.
―Pude hacerlo, pero ¿quién le enseñaría a Hinata-chan la empresa? Es la primera vez que la visita, no podía comportarme de manera tan grosera con tu esposa, Madara-san.
La sorpresa se dejó ver por un par de segundos en la mirada de Madara quien miró a la mujer como si hubiera dicho una enorme estupidez.
―¿La Hyuga está aquí? ―cuestionó Izuna con un claro desagrado en la cara―. ¿Acaso estaba espiando?
―Ah, ustedes tan paranoicos como de costumbre ―dijo Mikoto, yendo hacia Itachi y tomándolo del brazo, algo que el joven accedió con facilidad―. Me la topé en el restaurante donde suelo ir a desayunar y me pareció agradable mantener una conversación a solas, sin tantas esposas de socios rodeándonos. Luego pensé que sería una buena idea traerla hasta aquí, solo vendría a saludarlos y la llevaría conmigo al spa. Hace mucho tiempo que no hablamos ―Mikoto suspiró―. Nunca dejaría pasar la ocasión de disfrutar de su compañía. No suele salir con tanta frecuencia ―acuchilló a Madara con la mirada―. Y no me extraña si el esposo con que se casó es un hombre obsesionado con el trabajo ―luego miró a su marido―, tal como Fugaku.
―Mikoto, este no es el lugar apropiado para hablar sobre esos temas ―pidió discreción Fugaku a su esposa. Luego miró a Madara―. No pensé que tu relación con la hija de Hiashi Hyuga hubiera cambiado tanto ―comentó―. Siempre actúa con incomodidad a tu alrededor.
―Mis asuntos personales con mi esposa no te conciernen ―dejó en claro Madara, ignorando el intento de Fugaku en hacerlo enfadar para posar la mirada en Mikoto―. ¿Dónde está ella?
―Hinata está en tu oficina, esperándote. Dijo que no quería molestarte pero le dije que no habría problema. Que una mujer visitando a su marido en el trabajo no es nada extraño ―dijo sin una pizca de maldad, lo cual para Madara ya era bastante sospechoso; esa mujer era malvada―. ¿Puedes creer que casi nadie sabe que es tu esposa? Me sorprende considerando que fue una noticia casi universal de que te hayas casado. No sería mala idea de que hicieras una especie de fiesta para presentarla a todos tus trabajadores, Madara-san.
―Hyuga… ―Madara carraspeó―. Hinata no suele ser una mujer demasiado social. Además, ya es suficiente con las reuniones sociales a las que acude. No la presiones tanto ―miró al resto―. Iré a verla ―anunció pasando por detrás de todos, dejando a sus hermanos y nuera atrás, junto con su sobrino.
Caminó con dirección al ascensor sin esperar a que Shiho le siguiera o cualquier otro asistente. La noticia por parte de Mikoto que Hinata estaba ahí le sorprendió y le desconcertaba al mismo tiempo. Ella no tenía razones por las cuales visitarlo, y pese a que aquello fue un claro movimiento de parte de Mikoto en traer a la joven hasta el lugar, no se sentía del todo cómodo que la mujer estuviera en su oficina, al alcance de documentos que ella no debería leer.
Lo que sucedió anoche no le hacía tener una confianza en Hinata, al menos no en asuntos relacionados con su empresa. Ella podía ser su esposa pero continuaba siendo la hija de Hiashi Hyuga. Podían tener un acuerdo mientras el matrimonio con su hija durara pero no dudaba de que el Hyuga buscara la manera de sabotearlo sin que el Grupo Byakugan sufriera perdidas. Admitía una atracción hacia ella pero no le revelaría sus secretos.
Tomó el ascensor y marcó el número del piso más alto donde su oficina se hallaba, mirando con impaciencia el cambiar de la pequeña pantalla que anunciaba cuántos pisos faltaban. La música comercial no lograba relajarlo ni mucho menos tranquilizarlo. A pesar de que se le hacía imposible que Hinata hurgara en sus cosas, el hecho de casi no conocerla le hizo sentir desconfianza.
Hasta el día de ayer Madara asumía que su esposa era una mujer demasiado tímida. Sin embargo descubrió que ella ocultaba una personalidad atrevida y ardiente debajo de esa coraza de sensatez. Lo comprobó cuando la escuchó gemir al momento de correrse con sus dedos adentro, verla morderse el labio con tanta fuerza cuando la pegaba a su cuerpo en un intento por también sentir él mismo cada temblor de ella.
Las memorias continuaba vívidas en su mente y en la mañana que despertó con ella a su lado, apenas siendo separados por una mínima distancia pero sin que ninguno de los dos decidieran dormir encima del otro, estuvo tentado a recorrer su cuerpo de pies a cabezas, a hundir la nariz en su cabello suelto y lentamente irla despertando con caricias sobre sus apetitosas caderas. Pero tuvo que frenarse, recuperar la cordura y el control.
Era cierto que ansiaba por tomarla pero dejó en claro que no lo haría hasta que Hinata se mostrara lo suficientemente segura en el ámbito emocional. Ella le permitió tocarla, incluso hacerle un par de cosas que en un primer encuentro nadie osa cometer. Pero verla comportarse tan obediente solo le hizo poner en práctica las cosas sin pensarlo demasiado, completamente seguro de que ella le aceptaría.
La confianza que Hinata puso en él, la completamente seguridad de que ella aceptaría ser dominada como una mujer obediente solo le hacía ver que quizá Hiashi Hyuga no podría ser el único que pudiera controlar a su hija.
Ese tipo de pensamientos con respecto al Grupo Byakugan y Hiashi los dejó de lado en cuanto tuvo en frente la madera de las puertas de su oficina. Sin Shiho en su escritorio y nadie a la vista, Madara abrió las puertas de par en par, topándose con el rostro de Hinata completamente sonrojado, los muslos apretados y una mueca de completa vergüenza.
―¿Madara-san…? ―parecía estar igual de sorprendida de verlo ahí, considerando que esa era su oficina―. Ahm… ―tímida, desvió la mirada a su regazo―. P-Perdón por mostrarme sin consultarle antes, p-pero Mikoto-san y yo coincidimos en el restaurante y… Y no pude rechazarle su invitación, a-así que…
―De pie.
Hinata elevó la mirada de su refugio para observar la silueta de Madara que se mantenía cerca de la puerta, salvo que ahora la cerraba. Se alarmó cuando lo vio ponerle el seguro.
―¿Disculpe? ―susurró sin entender, escuchando como los pasos de él hacían eco por toda la oficina, haciéndola sentir cada vez más pequeña cuando lo veía acercarse hasta el sillón donde se hallaba sentada.
―Es de mala educación no recibir adecuadamente a alguien, sobre todo al dueño de la oficina. ¿Dónde quedaron tus modales? Pensé que a tu padre eso le era de suma importancia.
Hinata le miró a los ojos, notando la mueca de seriedad de su parte que ella no supo si había cometido un grave error por no recibirlo cómo merecía.
Apretó la tela del sillón, sin saber cómo responder. Debía ponerse de pie, él lo pedía, y claro que lo haría de no ser por lo débiles que se encontraban sus piernas, tratando de callar el sonido del vibrador en su interior.
―L-Lo siento ―se disculpó con torpeza―. N-No quise ser mal educada con usted, Madara-san… Yo…
No supo si fue el tartamudeo que debería irritarlo, o la lentitud de su respuesta ante las órdenes explicitas que acababa de decirle o a ese rostro lleno de rubor natural y esencia llegar a su nariz, o a esa furia contenida que llevaba encerrada desde que descubrió el asunto de Fugaku con los socios extranjeros. Realmente algo lo poseyó para tomar a Hinata, pegarla hasta su cuerpo y besarla hambrientamente.
Pudo saborear el desconcierto que fue para ella que le atacara de ese modo, pero no soltó. El sabor de su boca nuevamente lo recibió y sin esperar a que ella dijera algo, introdujo su lengua para enredarla con la de ella. Hinata correspondió después de acostumbrarse al ritmo desenfrenado de los besos. Seguramente no esperó que él tuviera esa reacción, así como él mismo desconocía esa fuerza obligarlo a hacer suya a Hinata en su oficina.
Era un fantasía bastante cliché pero por alguna razón a Madara le excitaba la idea de tener a Hinata sobre su escritorio, saboreándola, teniendo en primer contacto el néctar de su intimidad que apenas probó de sus propios dedos, degustándolo y hallándolo tan adictivo para ser apenas la primera probada.
No llevaba nada sugerente, era un vestido sencillo, casi modesto, pero saber lo que ocultaba la tela debajo le hacía querer devorarla.
Al separarse de ella, Madara notó el respirar agitado de Hinata, quien al no sentir más los besos demandantes de su esposo, abrió los parpados para velar la excitación reflejarse en ese par de orbes aperlados.
―Si quieres huir ―habló para darle la opción de continuar o ir con Mikoto al spa, iba a aprovechar ese momento de lucidez―, este es tu momento.
La vio fruncir el ceño levemente, cosa que le hizo sentir curiosidad.
―Y-Ya le dije que puedo tomar mis propias decisiones, Madara-san.
―Eso me quedó claro ―continuó, tomando la horquilla que Hinata decidió usar para peinar su cabello en un elegante chongo, dejando al cabello caer en completa libertad―. Pero ésta vez no estamos en nuestra casa, sino en mi oficina, con gente trabajando por todas partes y una imprudente Mikoto que vendrá a buscarte en cuanto deje de mimar a sus mocosos. ¿Estás segura de querer continuar? ¿Con el riesgo de que alguien sepa qué estamos haciendo?
Por toda respuesta Hinata mordió su labio de una manera que a Madara le hizo acercarla más, sacando un gemido a la mujer cuando las manos de él se pasearon por el extenso territorio de su espalda.
―N-No soy tan inocente como usted cree ―le susurró ella, batiendo sus pestañas, mirándole directamente―. S-Sé a lo que me estoy arriesgando, Madara-san… ―continuó, rozando sus apetitosos labios de tonalidades de cereza cerca de los de él―. Madara-sama…
No la dejó continuar. Un clic sonó dentro de él en cuanto ella dijo eso. Bien, ella lo quería, lo iba a tener. La tomó por debajo de los muslos, llevándola hasta el escritorio hecho de cristal donde la sentó, sintiendo la mirada de ella puesta en su figura. No le permitió que hablara cuando volvió a besarla, recostando lentamente su cuerpo contra la superficie, cuidando de que nada pudiera lastimarla, ni siquiera le importó un par de documentos se arrugaran cuando tenía la completa seguridad de que podrían imprimirse nuevamente. Solo quería centrarse en ella.
Ésta vez Madara no quiso ir lento, no quiso entregarse a la tarea de averiguar cuántos secretos ocultaba ella. Necesitaba sentir en carne propia el calor de Hinata. Por eso subió el vestido a la altura de la cadera, escuchándola gemir pero mordiendo sus labios para que no se atreviera a separarse. Sintió que se removía pero la mantuvo quieta, posando las manos por la zona de la braga, listo para quitarla cuando algo en el camino le hizo detener la acción.
―¿Qué es esto? ―masculló al separarse, notando el pánico pintarse en los ojos de Hinata que quiso ocultar aquello que llamó su atención con el vestido; no obstante, no la dejó, tomándole de las manos.
―M-Madara-san, n-no es nada ―quiso replicar ella, nerviosa, sintiendo la mirada profunda del hombre puesta en su intimidad aun oculta debajo de la braga.
―¿Nada? ―él bufó, enfocando su total interés―. ¿Desde cuanto la nada vibra, Hinata? Abre las piernas.
Ella hizo lo que se le ordenó, segura de que en cuanto Madara se diera cuenta, seguramente iba a estar en problemas.
Estaba muy consciente de las sensaciones que él le provocaba a Hinata, pero estaba seguro que los besos que le dio no habían sido lo que provocó que la tela de la prenda que ocultaba la vagina de Hinata, sino más bien lo que parecía ser la fuente de ese ruido parecido al zumbido de un mosquito.
Su razonamiento no tardó demasiado en adivinar qué era aquello que causaba a Hinata que se removiera inquieta, que gimiera tan fácilmente cuando la acarició y la razón por la cual se negó a recibirlo de pie cuando entró a la oficina.
«Un vibrador. Esta mujer vino a mi oficina con un vibrador» pensó, viendo con seriedad el rostro avergonzado de Hinata.
―¿Tan desesperada estás que decidiste cambiarme por un vibrador? ―cuestionó con severidad.
Hinata negó rápidamente.
―N-No ―respondió, con timidez―. Yo… No planeaba… S-Solo… ―sin saber cómo decirle la verdad y justificarse, tratar de hacerle entender que le resultó fácil la idea de simplemente comprar un juguete sexual y utilizarlo al salir para regresar rápido a casa y esperarlo, a Hinata se le atoraron las palabras en la lengua ante la mirada profunda de Madara quien parecía no estar contento con el recién descubrimiento―. S-Se me hizo fácil ―dijo por último―. S-Sé que debo ser una mujer vulgar para usted, pero yo… ―mordió sus labios, ¿sería ese el momento para decirle la verdad a Madara sobre su padecimiento? ¿O era mejor que pensara que era una especie de ninfómana?―. N-No puedo evitar ser así. L-Lamento decepcionarlo…
―El control.
―¿Eh?
Madara se acercó a su rostro, quedando demasiado cerca de ella, con el cabello azabache de él caerle a la cara, siendo la cortina perfecta para enmarcar sus atractivas facciones que lucían tan varoniles cuando centraba toda su atención en ella.
―El control del vibrador, debes traerlo contigo, dámelo ―ordenó. Vio que Hinata no entendía―. ¿No hablamos ayer de lo mucho que me fastidia tener que repetir mis indicaciones, Hinata?
―L-Lo controlo por celular ―respondió al fin, luchando para no desviar la mirada―. E-Está en mi bolso.
―No te muevas ―dijo antes de retirarse.
Hinata no perdió de vista al techo, negándose a ver qué hacía Madara. Miles de preguntas llegaron a su mente sobre qué haría a partir de ahora. ¿Le diría que se largara de su oficina? ¿Qué le daba asco? ¿Qué quería el divorcio? Seguramente Madara no se había topado con mujeres como las de su tipo, que tuvieran ese tipo de fantasías y comportamientos tan desinhibidos. Seguramente estaba pensando que era un fenómeno y una completa inmoral por andarse paseando con un vibrador en plena vía pública.
La idea de que él también la mirada como su padre le hizo doler el pecho.
Sin embargo, una nueva oleada de placer la hizo gemir y tomarse de las orillas del escritorio. La intensidad de vibrador aumento sin que ella lo esperara, teniendo que apretar los muslos para aplazar el orgasmo que quería sacudirla. Levantó la mirada para toparse con Madara quien movía el celular con la yema del dedo y mirándola con atención.
―Ya veo, es así como funciona ―dijo, volviendo a bajar la intensidad, dándole a Hinata un espiro―. Qué ingenioso ―musitó, volviendo a acercarse a ella, abriendo sus piernas con suavidad y quedando él entre ellas, con el celular en la mano―. Así nadie sabría la pequeña pervertida que es Hinata Hyuga ―puso una sonrisa que a Hinata le indicó que estaba en peligro.
Más no sintió miedo, sino una enorme emoción.
―Si tanto te gusta jugar con este tipo de cosas creo que ha llegado el momento de que alguien te ponga tus limitaciones y te haga saber que no puedes hacer lo que te plazca sin antes consultármelo, Hinata.
Notas
Con esto queda claro que apesto para hacer tensiones de negocios o cosas así. Lo poco que sé lo he aprendido de los doramas coreanos que siempre son un gran ejemplo para las discordias familiares. Eh, pues bueno, no tenía pensando subir el capítulo tan pronto, pero un golpe de inspiración se me vino a la cabeza y no pude dejar de pensar en una escena entre Hinata y Madara en la oficina de éste. Mis dedos en automático se pusieron a escribir.
Sé que hubo un tremendo salto, y de verdad espero que esto no se vea forzado, simplemente traté de poner cómo actuarían ambos cuando no estuvieran encima del otro con la lucidez completamente nublada. Y también que Hinata, lentamente, vaya desenvolviendo su personalidad sin temor a que Madara la juzgue.
Aun tengo muchos escenarios con esta pareja, sobre todo picantes. Y de hecho tengo ya el desenlace ya sólido, incluso con qué frase la voy a terminar, pero para eso hay que juntar más a Hinata y a Madara. En fin, espero que les guste y gracias por sus comentarios y atención a este fic. Me he dado cuenta que somos muchos los que consumismos MadaHina. Espero en el futuro traer más contenido de ellos y de Hinata con los Dilfs de Naruto así como MenHina.
Gracias de nuevo y saludos.
