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CAPÍTULO 48:

"En tan sólo un segundo"


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Luego de que Blaine expusiera los hechos que había descubierto, Kurt hizo todo lo posible por tranquilizarlo, trasladó todas las cosas de este a su habitación y canceló la otra, habló con sus mejores amigos y unas cuantas personas más para pedirles uno que otro favor, y tuvieron una extensa plática en donde analizaron cada punto de lo que estaba ocurriendo.

Tras cenar algo ligero, arreglaron su equipaje, dejando sólo lo indispensable para salir al amanecer y se acostaron a ver una película para distraerse. En medio de la noche, Blaine se despertó. Aún tenía abrazado a Kurt por la cintura y su cabeza reposaba sobre el tibio pecho.

—Deberías descansar —susurró en medio de un bostezo al sentir la mano frotando su espalda con suavidad.

—Dormí un par de horas —ajustó el agarre de ambos brazos.

—Eso no es suficiente.

—Descuida, estoy bien. ¿Cómo te sientes?

—Tengo algo de miedo, pero confío en ti.

—No voy a permitir que nada te suceda.

—Lo sé. Contigo me siento seguro.

—Entonces no deberías temer.

—Me lo repito constantemente y, aun así, no puedo evitarlo. Supongo que es algo que me va a perseguir hasta que esas personas desaparezcan de mi vida.

—No volverás a saber de ellos, ya me estoy encargando de eso.

—Gracias por ayudarme.

—Te quiero, Blaine, y voy a cuidarte siempre.

—Algo en mi corazón me dice que así será.

—Tu corazón es sabio —sonrió.

—Supongo que sí, por algo se enamoró de ti.

—Le haces tanto bien a mi vida —suspiró.

Anderson levantó la cabeza para poder mirarlo a los ojos antes de regalarle una dulce sonrisa.

En ese instante el celular empezó a sonar, haciéndolos sobresaltar.

—No puede ser algo bueno si llaman a esta hora —dijo Blaine mordiéndose el labio.

—Quizá sean Trevor o Bernard. Les dije que se comunicaran en cuanto tuvieran alguna novedad.

—Ah, bueno… sí… podría ser. Pero, ¿y si no?

—Oye, ¿no eres tú el que siempre me dice que hay que ser optimista?

—Sí, es cierto —exhaló—. Estoy algo nervioso, es todo.

—Tranquilo. Todo está bien —se inclinó para besarle la frente antes de estirar el brazo y tomar el dispositivo.

—¿Quién es? —preguntó inquieto al notar la manera en la que el diseñador observaba la pantalla.

—Dante.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que es él si no lo tienes registrado?

—Porque sé su número de memoria. Lo que no entiendo es quién le dio el mío.

—¿Vas a contestar?

—No estoy seguro —frunció el ceño sin dejar de observar el teléfono.

—Puedo salir para que tengas privacidad.

—No —dirigió la mirada hacia Blaine—. No tienes porqué ir a ninguna parte. No hay nada que no puedas o no debas escuchar. Siempre seré un libro abierto contigo.

Blaine sonrió ampliamente y se impulsó para besarlo hasta hacerlo suspirar, dejando en el olvido el molesto ruido.

—Te quiero —susurró el menor al separar sus labios.

—También te quiero.

Hummel puso los ojos en blanco cuando el sonido del teléfono volvió a interrumpir. Con un suspiro pesado aceptó la llamada. Tal vez algo había sucedido para que Dante consiguiera su número y lo llamara con esa insistencia.

~Hola… ¿Qué? ¡No, no, no! —expresó con evidente molestia— ¡Primero; te calmas, y segundo; cambias el tono de la voz! ¡No te voy a permitir que me hables así!

Blaine observaba intrigado y se sorprendió cuando Kurt dio por terminada la llamada.

—¿Qué fue eso? ¿Qué quería?

—No entendí nada. Estaba como un loco.

—Me di cuenta. Escuché sus gritos hasta acá.

El celular sonó por tercera ocasión y Kurt exhaló ruidosamente.

~¿Qué quieres? —la rabia tiñó su rostro cuando aceptó la llamada.

~¿Cómo es posible que hagas esas cosas? —inquirió Dante en un tono distinto, aunque sin ocultar su enojo.

~No sé a qué te refieres. ¿Y quién te dio mi número?

~Eso no importa.

~A mí me importa porque sólo un grupo limitado de personas lo tiene.

~Como dije, es lo de menos. Lo que quiero saber… —resopló— Voy a darte el beneficio de la duda y esperar que me respondas con total honestidad.

~¿De qué rayos hablas?

~¿Es cierto que estás en el hotel del pueblito ese que te gusta?

~Eso no es de tu incumbencia.

~Quiere decir que sí. Entonces también debe ser cierto que estás con un hombre ahí.

~Y si así fuera, ¿qué? ¿Cuál es tu problema?

~¿Cuál es mi problema? —elevó la voz— ¿Qué es lo que pasa contigo, Kurt?

~¡Que no me hables en esa forma te dije! —gruñó sujetando con fuerza el teléfono.

~¿Cómo no quieres que me ponga así si estás humillándome?

~¡Te volviste loco definitivamente!

~¡Estás en un hotel con un hombre! ¿Sabes lo que pasaría si la noticia llegara a oídos de nuestro círculo?

~No me importa en lo absoluto lo que opinen. No estoy haciendo nada malo.

~¡Sin duda eres tú el que se volvió loco! —gritó— ¡Me haces ver como si fuera un…!

~¡Tú y yo ya no estamos juntos! —interrumpió colérico— ¡Fui muy claro contigo la última vez que hablamos, así que lo que haga con mi vida sólo me concierne a mí!

~¡Eso no es así, Kurt! ¡Tú…!

~¡No tengo por qué darte explicaciones! ¡Y no vuelvas a llamarme! —colgó.

Blaine lo observó durante unos segundos antes de acariciarle los dedos para hacer que soltara el teléfono, ya que este lo tenía empuñado al punto que las venas de su mano se brotaban. Una vez que lo consiguió, decidió apagarlo debido a la insistencia de Dante.

Cuando Kurt salió del trance en el que se encontraba, soltó el aire retenido.

—Lo siento. Él saca un lado de mí que no me gusta.

—Tranquilo, no pasa nada. Él no tenía derecho a tratarte así —se acomodó hasta quedar a la misma altura y comenzó a acariciarle el rostro.

Kurt cerró los ojos y apoyó su mejilla contra la cálida mano, suspirando ante el contacto.

—No puedo creer esto —rezongó el castaño minutos después.

—Por lo que escuché, te estaba reclamando algo.

—Sí. Que esté aquí contigo.

—¿Qué? Pero ¿cómo se enteró?

—No lo sé, y no quiero pensar en eso. La verdad es que no me importa porque finalmente soy dueño de mi vida y de mis acciones, y lo que haga no es asunto de él ni de nadie.

—Entiendo, y me alegra que vuelvas a tener el control —continuó acariciándole el pómulo con el pulgar—. Ahora intenta relajarte y…

—No puedo, él… —apretó los puños y frunció el ceño.

—Voy a repetir algo que me dijiste en la tarde mientras conversábamos: No puedes permitir que alguien que ya no es parte de tu vida siga alterándote.

—Sé que es así, Blaine, pero que consiguiera mi número sólo para reclamarme, me llena de tantos sentimientos negativos porque él y yo sostuvimos una conversación larga durante la cual pusimos todas las cartas sobre la mesa, lloramos, nos disculpamos por todos los errores que cometimos, incluso acordamos estar presentes en la vida del otro una vez que las heridas sanaran y ambos estuviéramos listos para dar ese paso.

—Supongo que su llamada removió muchas cosas.

—Lo hizo —carraspeó—, pero más allá de eso, el motivo de su llamada me dejó fuera de balance y me arrastró de vuelta en el tiempo —frunció con fuerza mientras negaba con la cabeza.

—¿Él solía gritarte de esa forma? Porque me contaste sobre las peleas constantes, y sé que usualmente las personas cuando pelean, elevan la voz, pero no imaginé algo así.

Kurt cerró los ojos y exhaló.

—Hubo una época en la que todo se puso muy feo. Al comienzo su cambio fue impactante, tanto que cuando me hablaba mal, sólo me quedaba callado y luego de que él se iba, me ponía a llorar, pero con el tiempo el dolor se fue transformando en rabia y empecé a responderle. Ahí nacieron las discusiones que paulatinamente se convirtieron en peleas, y con estas, los gritos fueron apareciendo.

—Lamento que tuvieras que pasar por eso. Eres una persona extraordinaria y mereces ser tratado con todo el amor de este mundo.

Hummel abrió los ojos y su mirada se cruzó con la de Blaine, produciéndole una sensación que lo recorrió de pies a cabeza, se arremolinó en su pecho y le cerró la garganta, y antes de que se diera cuenta, las lágrimas empezaron a rodar sin control por su rostro.

El de rizos se acomodó lo mejor que pudo, abriendo los brazos para ser él esta vez quien ofreciera un refugio.

Ante tal acción, el de ojos claros no tardó en aceptar el reconfortante abrazo que lo esperaba, y estrechó el cuerpo de Blaine mientras enterraba el rostro cerca de su cuello.

—Lo siento —un par de sollozos violentos se le escaparon segundos después, acompañados por varios temblores—. No sé qué me pasa.

—No tienes por qué disculparte. Eres libre de expresar lo que sientes —le besó el costado de la cabeza, esperando que sus palabras lo motivaran a sacar todo lo que hubiera estado reprimiendo.

—Se supone que yo te estaba consolando —hipó al cabo de unos minutos, sorbiendo la nariz.

—Estoy bien, Kurt. Fuiste mi roca cuando te necesité, ahora permíteme ser la tuya.

—Pero…

—Shh, sin peros.

Hummel realizó varias respiraciones cortas y cerró los ojos, empuñando la camiseta de Blaine con ambas manos.

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Había transcurrido alrededor de una hora, durante la cual, los pensamientos de Kurt recorrieron un viaje vertiginoso a través del tiempo, desde el momento en el que conoció a Dante hasta cuando tomó la decisión de dejarlo.

Si alguien le hubiera dicho años atrás que estaba perdiendo el tiempo en esa relación o que no se casaría con el magnate, jamás le habría creído porque estaba perdidamente enamorado, y lo que más anhelaba era pasar toda su vida junto a él. Tampoco habría creído que aquel hombre de personalidad seductora que lo hacía flotar entre nubes, cambiaría drásticamente y convertiría sus sueños en pesadillas.

De pronto se dio cuenta de que el dolor que estuvo habitando en su corazón había desaparecido. El llanto y la rabia no se debieron a la ruptura y sus sueños destruidos, si no por haber permitido tantas situaciones terribles que lo único que consiguieron fue lastimarlo y crearle toda clase de dudas acerca de sí mismo con las que todavía batallaba.

Pero luego de haber navegado por ese laberinto de emociones, se sentía aliviado, liviano, y sabía que, en parte, el responsable de aquello era el chico que lo estaba sosteniendo con tanta devoción y que le había permitido liberarse sin juzgarlo ni criticarlo.

Un pequeño suspiro brotó de sus labios y lo abrazó un poco más.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Blaine al notar que la rigidez en el cuerpo del decorador había desaparecido.

—Mejor, gracias.

—Me alegra que sea así.

—Me ayudaste mucho.

—¿De verdad?

—Claro que sí, precioso —exhaló profundamente, concentrándose en la mágica sensación que le producía tener a alguien que se preocupara por él—. Es como si siempre supieras qué hacer para aliviar mi alma.

—Te quiero mucho, Kurt. Mucho en verdad, y lo único que deseo es verte feliz.

Como si alguien lo hubiera sacudido con fuerza hasta lograr que la neblina en su mente se despejara, vio las piezas encajando con facilidad y todo tuvo sentido.

Blaine era dulce, cariñoso, romántico, respetuoso, detallista, mostraba un genuino interés en él cada día, lo escuchaba con atención, lo apoyaba, lo motivaba a querer ser mejor y lo alentaba a dejar su zona de confort, pero sin presionarlo ni ridiculizarlo. Era alguien que lo hacía sentir seguro, feliz, valioso, con quien podía ser él mismo en todo momento, alguien que dibujaba sonrisas reales en su rostro y no de esas fingidas para guardar las apariencias.

Blaine era la representación de todo lo que siempre soñó encontrar en una pareja. Entonces, el aire se detuvo por un segundo en su garganta al darse cuenta de algo.

Dante fue su casa durante un largo periodo, una casa llena de emociones y sentimientos intensos, pero jamás fue un lugar reconfortante que le llenara el alma y abrigara su corazón, porque es diferente tener una casa a tener un hogar, y eso era lo que Blaine representaba: un hogar tranquilo y cálido que lo albergaba con alegría y paz. Su hogar.

¿En qué momento sucedió? No podía decirlo, pero lo cierto era que cuanto más lo pensaba, más comprendía que aquella inesperada pero hermosa amistad que surgió entre él y un chico que su círculo despreciaría por no considerarlo de su nivel, según su errada percepción, era lo mejor que le había pasado, y esta había ido evolucionando hasta convertirse en lo que ahora era.

El aire salió de pronto expulsado de sus pulmones y su corazón golpeó con fuerza contra su pecho mientras el nombre de Blaine brotaba de sus labios.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado el menor al sentir la forma en la que Kurt se estremecía.

—Mejor que nunca —se inclinó y capturó sus labios en un dulce y profundo beso lleno de claridad y liberación.

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La llamada de recepción recordándoles su hora de salida, llevó a los chicos a percatarse que había amanecido, pues antes de eso ninguno había reparado en la hora, ni siquiera recordaron encender el celular en donde estaba programada la alarma. Todo lo que hicieron durante la madrugada fue besarse una y otra vez en medio de miradas y suspiros.

El corazón de Blaine danzaba feliz y emocionado siendo acompañado por una sonrisa burbujeante que no abandonaba su rostro, y es que estaba seguro de que luego del colapso emocional que tuvo Kurt, algo había cambiado en él, y ese cambio había sido positivo.

Aquel beso que el de ojos claros le dio luego de pronunciar su nombre se sintió como la aceptación definitiva de sus sentimientos, como si hubiera comprendido que estaba listo para dar el siguiente paso y se lo hubiera confesado de la forma más dulce y maravillosa posible.

Unos delgados y pálidos dedos se enredaron con suavidad en sus rizos, evocando un suspiro.

—Desearía tanto poder detener el tiempo para que esto que estamos viviendo no termine jamás —susurró contemplando los dos pedazos de cielo que permanecían fijos en él.

—No hace falta detenerlo porque esta va a ser nuestra realidad a partir de ahora.

—Quiero creerlo.

—Hazlo, mi precioso. Te aseguro que así será.

—No quiero dejar de besarte, pero se está pasando nuestra hora de salida —se acercó tanto que podía sentir la respiración de Kurt rebotando en su rostro.

—Puedo pagar otro día, eso no es problema —capturó los carnosos labios en un sutil movimiento y disfrutó de ellos sin prisa.

—¿Estoy soñando? —jadeó Blaine cuando se separaron.

—Claro que no. Como te dije, esto es lo que vamos a vivir a diario.

El de cabellera oscura sonrió y volvió a besarlo hasta dejarlo sin aliento mientras giraba y se acomodaba a horcajadas sobre él. Lentamente llevó sus labios por el contorno del maxilar y prosiguió su camino hasta llegar al cuello, en el cual se detuvo por un buen tiempo, consiguiendo suspiros y gemidos como respuesta.

Kurt deslizó sus manos a lo largo de la anatomía de Anderson, no tardando en sumergirlas por debajo de la camiseta para sentir la tibia piel.

Besos y caricias fueron repartidas hasta que el decorador se detuvo.

—Blaine… —jadeó— No podemos seguir… recuerda lo que hablamos —intentó regular su respiración— Quiero ir despacio contigo, quiero que cada cosa que hagamos siempre sea especial.

—Es especial.

—Lo sé, pero quiero darte más que esto y no sólo algo pasional —lo tomó de la mano—. No es que sea malo dejarte llevar por la pasión, es que…

—Sí, entiendo. Sé lo importante que es para ti, y te aseguro que para mí también lo es —le acarició el rostro con la mano que tenía libre y le dio un último beso antes de quitarse de encima.

—No tienes que alejarte —reclamó el castaño por la ausencia.

—Te puedo besar un poco más, pero debemos irnos.

—Te dije que voy a pagar por otro día.

—Me encantaría, sin embargo, en cuanto lleguemos tienes que trabajar en la presentación para ese cliente, y el camino es largo.

—¡No es cierto! ¡Lo había olvidado por completo!

—Bueno, yo no, así que mejor nos levantamos. Ya estamos atrasados.

—Está bien, pero podemos aprovechar unos minutos más. Quiero agradecerte por estar pendiente de mí —lo haló, atrayéndolo para volver a besarlo.

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Durante el camino de regreso, los chicos estuvieron conversando amenamente acerca de todas las experiencias que vivieron, así como de varios planes para el futuro.

Kurt se detuvo en una gasolinera para ir al baño y comprar algo de comer. Mientras tanto, Blaine permaneció en el auto y aprovechó para hablar con Scott y preguntarle por las novedades.

Saber que aquel sujeto no había regresado, le dio cierta calma, aunque no podía confiarse tampoco. Si había estado preguntando por él con tanta insistencia, no era lógico que simplemente desapareciera.

De pronto la conversación tomó otro giro, enfocándose en la llegada inesperada de la dueña del edificio y todo lo que estaba haciendo.

~Lo bueno es que avisaron que limpiarían los departamentos y nos dieron un cronograma. Eso me dio tiempo de devolver el colchón de espuma y deshacerme de todo. Imagínate el problema en el que nos meteríamos si esa señora se llega a enterar de que Hummel está viviendo con nosotros.

Uff, y lo que tuve que hacer para esconder sus cosas, porque nada de lo que hubiera podido inventar la habría convencido de que esas maletas tan elegantes son nuestras.

Blaine permaneció en un silencio sepulcral escuchando a su mejor amigo mientras sentía una opresión en su pecho.

Todo había sido demasiado perfecto y mágico, y ahora estaba más que seguro de que no iba a continuar de esa forma.

~Espera, ¿qué? —su voz tembló ante lo último que escuchó.

~Que la Sra. Lidya me dijo que no podía prestarme el colchón otra vez porque lo necesita para su hijo que llegó a visitarla y que se va a quedar diez días. Después de que su hijo se vaya, me lo puede dar, pero por el momento es imposible, así que no sé dónde va a dormir Hummel. O tal vez sea tiempo de que vaya pensando en ir a otro lugar.

Blaine parpadeó comprendiendo la magnitud de las cosas. Durante los últimos días había pensado en cómo le diría a Scott de su nueva relación con Kurt y todas sus posibles reacciones. También imaginó la vida junto al diseñador y se atrevió a volar muy alto, pero ahora se estaba estrellando con fuerza contra la realidad.

En sus más locas fantasías visualizó que compartirían el lecho, tal como lo estuvieron haciendo en el hotel, y Scott les lanzaría miradas mordaces y comentarios desatinados, sin embargo, aquello estaba muy lejos de lo que iba a suceder puesto que Kurt tenía que regresar a un colchón de espuma, que ahora ya ni siquiera estaba disponible.

Incluso si decidiera volver realidad esa fantasía, su cama era pequeña, apenas si entraba él. Haciendo un esfuerzo tal vez podrían acomodarse los dos, pero estarían completamente pegados el uno al otro, lo cual no le molestaría en lo absoluto, mas no sería nada cómodo al momento de dormir ya que no les permitiría moverse en ninguna forma sin que el otro cayera al suelo.

—¿Blaine? —Kurt lo movió del hombro.

—¿Qué? —dio un salto.

—Tranquilo. Soy yo.

—Kurt…

—¿Qué ocurre? Cuando me fui, te quedaste cantando con la radio a todo volumen, y regreso y te encuentro pálido y… —se dio cuenta de que este sostenía el celular y la pantalla estaba encendida. Con cuidado se lo quitó y vio el nombre que ahí aparecía.

~Scott, soy Kurt. Blaine no puede hablar en este momento. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso el sujeto ese sigue preguntando por él?

~No. No ha venido.

~¿Entonces? ¿Qué le dijiste?

~Estábamos conversando, es todo. Y ya que Blaine no puede seguir hablando, adiós.

Hummel hizo una mueca y dejó el teléfono a un costado.

—Blaine, precioso —lo tomó de la mano—. Cuéntame, por favor.

El menor parpadeó un par de veces antes de observar sus manos juntas.

—Las cosas buenas nunca me duran —su voz sonó rota y se inclinó hacia un costado, apoyando la cabeza en el vidrio de la ventana.

—No entiendo.

—Te conté que cuando me sucede algo bueno, nunca dura.

—Lo recuerdo, pero no comprendo qué relación tiene con esto.

—¿Te importa si no hablamos durante un rato? Tengo mucho en qué pensar.

—Tómate todo el tiempo que necesites, pero no olvides que estoy aquí para ti, y no hay nada que no podamos resolver juntos.

—Tal vez tienes razón. Quizá estoy exagerando, pero en este momento… Es que…

—Tranquilo, comprendo. Ahora respira profundo y despacio. Tus ideas se van a ir aclarando, sólo tómalo con calma.

—Te quiero muchísimo, Kurt.

—Lo sé. Yo también te quiero —elevó la mano que sostenía y le dio un beso—. ¿Quieres agua o…?

—No, gracias.

—Bueno. Si algo se te ofrece, sólo dime —se abrochó el cinturón y encendió el auto.

—Amm… Ya sé que tienes que llegar a trabajar, pero… ¿podrías esperar unos minutos antes de irnos?

—Sí, seguro —apagó el motor—. ¿Necesitas algo más?

Blaine negó con la cabeza y cerró los ojos. No sabía cómo iba a solucionar lo que estaba ocurriendo, lo único en lo que podía pensar era en retrasar el momento de llegada tanto como fuera posible.

—¿Qué haces? —preguntó aturdido al sentir un brazo rodeándolo, ya que la posición era incómoda.

—Quiero que sepas que estoy aquí, que realmente estoy presente y que puedes contar conmigo. No importa si…

Mientras más lo escuchaba hablar, más triste Blaine se sentía. Kurt era un hombre maravilloso que merecía lo mejor del mundo, y él no era capaz de dárselo. Ni siquiera podía ofrecerle un lugar donde dormir, y eso estrujó su corazón.